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El tiempo pasó más rápido y Badd de pronto encontró difícil mirarse al espejo, sentía una mezcla de asco y molestia por ser como era y sentir lo que sentía. A veces quería vomitar, a veces quería llorar, la mayoría del tiempo simplemente quería desaparecer.

Temía que la gente lo viera y reconociera su gusto fuera de lo que se esperaría de un chico medianamente más apuesto y más fuerte del estándar al que le gustaba jugar béisbol y moler a golpes a bravucones y pandillas enemigas en las peleas.

Pero Garou continuaba actuando con normalidad a su alrededor y seguía sin escatimar entre el espacio personal y la simple cercanía de amigos de infancia. Tampoco parecía conocer lo que era la vergüenza.

Badd había llegado con Garou de la escuela luego de que una tormenta les agarrara durante el camino de regreso. Garou no había traído paraguas y Badd había mentido sobre no traer el suyo porque la idea de ir todo el trayecto compartiendo sombrilla, hombro con hombro, muy cerca, solos, con él lo hacía sentir enfermo. Era simplemente demasiado para soportar, tampoco quería provocar malos entendidos para quienes los vieran en la calle. Si hubiera alguien que los viera, si hubiera alguien pudiera leer su mente.

Sus ropas estaban empapadas y Badd comenzó a apresurarse a buscar dos toallas y ropa seca para ir a recoger a Zenko de la escuela lo antes posible.

Badd estaba secando su cabello cuando Garou comenzó a desvestirse delante de él. Él se quitó su camisa dejando su torso desnudo, con su abdomen tonificado y húmedo, y estaba desabrochando sus pantalones cuando Badd lo detuvo de un grito.

—¡¿Qué crees que haces?!

Garou giró de lado su cabeza y alzó una ceja con un rostro aburrido y ligeramente desconcertado. —Tú sabes cómo me pongo cuando me enfermo, tengo que cambiarme cuanto antes.

Badd sintió su cuerpo muy acalorado. —No me importa, ¡cámbiate en el baño o en la habitación, idiota!

Garou frunció el ceño todavía más confundido. —Pero los dos somos hombres.

Y entonces algo pesado cayó sobre el estómago de Badd ante el simple recordatorio. La principal razón por la que todo ese conflicto interno había comenzado. Badd rodó los ojos fingiendo enfado y se dio la media vuelta tratando de esconder su rostro, de hacer cualquier cosa para ocultar su notable nerviosismo.

Esas palabras lo persiguieron incluso en la noche.

Ambos eran amigos, ambos eran hombres.

Badd conocía a Garou muy bien y, pensando detenidamente en eso, él nunca le había visto gustar de alguien. Al menos no de ninguna chica del curso, mucho menos de algún chico. Saber si había alguien que podía gustarle le resultaba demasiado extraño, casi anormal en él. Garou simplemente no estaba interesado en nada de eso. Sólo quería ser más fuerte y cambiar el mundo, o eso era lo que él siempre decía.

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La navidad llegó demasiado pronto para Badd y todo pareció más dulce y tranquilo.

Ambos caminaban por la calle cubriéndose del frío. Ninguno estaba realmente abrigado, los dos eran igual de tontos cuando se trataba de sobreestimar su sistema inmunológico. Ambos estaban hablando hasta que Badd mencionó que Zenko había comenzado a tomar clases de piano. Entonces Garou le recomendó que también tomara clases de defensa personal pero Badd no creía que a Zenko le gustara la idea.

—Ella ya tiene un hermano mayor que la defienda.

Garou entonces se señaló a sí mismo antes de espetar. —A un hermano mayoryal mejor amigo de ese hermano mayor.

Badd se sorprendió por el nuevo título que le había dado a su relación, pero le gustaba, así que no dijo nada. Eso era mejor que ser simples amigos.

Siguieron hablando en el trayecto sobre sus posibles deseos de año nuevo. Garou sólo quería ser más hábil y fuerte, Badd deseaba la sonrisa de su hermana.

Algo llamó su atención de reojo y Badd decidió entrar a una tienda mientras Garou insistió en esperar afuera, junto a la puerta.

Estando dentro, Badd pensó en aprovechar para comprarle algo a Garou, unos guantes o lo que fuera. Al final se decidió por un ridículo llavero de metal con forma de ciempiés. Era pequeño, barato y simple, pero también algo que sabía que podría gustarle a Garou. No era sospechoso regalar algo así, no había forma en la que algo como eso delatara sus sentimientos. Badd lo compró y lo guardó en la bolsa de su chaqueta.

Al salir, se encontró a Garou en la tienda de lado mirando atentamente hacia la vitrina. Badd se acercó a preguntarle qué era lo que tanto veía pero Garou dio un pequeño salto y lo observó inquieto, como si no lo hubiera escuchado llegar. —Ah, ¿ya saliste? Qué rápido, vámonos antes de que me congele.

Él tomó su brazo y caminaron de prisa alejándose de ahí. Badd apenas tuvo tiempo de voltear y dar un vistazo a lo que Garou estaba viendo: era una tienda de deportes, en la vitrina había cosas de béisbol.

Garou estaba observando los bates.

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El camino a casa fue corto, Badd deseó que fuera más largo y así poder pasar más tiempo juntos. Esta vez Garou no iba a pasar noche buena con él, sino que la pasaría en casa del viejo Bang y sus compañeros del dojo.

Aún así Garou fue terco en acompañarlo todo el camino hasta llegar a la puerta de su casa. Una vez estando ahí, él de pronto lució incómodo intercalando insistentemente su mirada en el techo y en Badd.

Badd le deseó suerte en su fiesta o lo que sea que iba a tener, él pasaría su día con Zenko, ambos irían a pasear al parque cercano para apreciar el árbol de navidad y tomarse fotos en los adornos de luces. A Badd en verdad le gustaba tomarse fotos a su linda hermanita.

Entonces Garou pareció querer decir algo pero no lo hizo.

—Como sea, apuesto a que me divertiré más que tú.

Badd rodó los ojos y rió. —Tenerle lejos es el mejor regalo de navidad, me pregunto qué hare con tanta tranquilidad a mi alrededor.

Garou le dio un empujón y Badd siguió burlándose de él.

Después de eso, Garou volvió a intentar decir algo pero de nuevo se detuvo, su rostro se enserió. Soltó un largo suspiro profundo.

Badd no entendía qué estaba sucediendo y no tuvo tiempo de preguntar porque repentinamente Garou cerró su mano, besó su propio puño y dio un ligero puñetazo hacia Badd. Badd creyó que él lo golpearía directo en la boca pero al final su puño se desvió y chocó contra su mejilla, fue un toque más suave de lo que esperaba.

—¿Qué... ¡y eso qué fue, idiota?!

Garou le sonrió ladino y después señaló el techo con uno de sus dedos, justo arriba de ellos. —Supongo que eso cuenta, así que estamos a mano. —Dijo él.

Cuando Badd alzó su vista, se encontró con un pequeño muérdago colgando discretamente del techo.

Garou rió y se alzó de hombros—Es la tradición. —Dijo él y rápidamente se dio la media vuelta, despidiéndose con prisa.

Badd lo vio irse, paralizado, y su de nuevo su vista se enfocó en el muérdago colgado arriba en la puerta de su casa. Como si no pudiera creerlo, asegurándose que no vio mal ni lo imaginó. Garou y él habían sido los encargados de colocar los adornos de navidad en toda la casa.

Él estaba seguro que no había puesto eso ahí.

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A un par de semanas antes de regresar a clases, ambos hablaron de la preparatoria a la que irían.

Garou aún no sabía qué hacer con su vida como estudiante pero tenía en mente una preparatoria con un buen dojo. El grupo Puño de Agua que fluye Roca Aplastante lo invitó a unirse con ellos en un entrenamiento más especializado y feroz. Su otra opción era ir con el equipo del hermano del viejo Bang. Garou no pudo recordar el nombre de su estilo pero sabía perfectamente que eso estaba en ligas mayores, tenían un increíble equipo y ahí tendría la oportunidad de competir en torneos internacionales.

Badd genuinamente se sentía asombrado, aunque no lo dejaría ver demasiado porque Garou ya era suficientemente altanero y él demasiado orgulloso. Era sólo que en el fondo admitía que Garou en verdad era alguien bastante talentoso, él obviamente hablaba de esto con soberbia pero más con tono despreocupado, como si eso fuera pan comido. Tenía tantas opciones y Badd no estaba en ninguna de ellas.

—¿Y tú ya te decidiste por una?

La pregunta lo sacó de su ensimismamiento. —¿Yo? Ah, sí.

Badd ya había hecho su elección, entraría a una preparatoria incorporada al mismo centro que su actual secundaria. Él se quedaría en la ciudad.

A Garou se le borró la sonrisa. —¿Y por qué esa?

La voz de Badd trató de tambalear en su respuesta y de escatimar en los detalles. Había muchas razones. Esa preparatoria estaba cerca de la primaria donde su hermana estaba inscrita y también tenía un horario que coincidía con las clases de piano de ella. Además, no había muchas escuelas con clubs de béisbol.

Garou pareció pensarlo un momento antes de soltar una corta risa sin mucho ánimo. —Será un alivio no tener que verte todos los días en la escuela, ¿no?

A Badd le hubiera gustado confesar que la simple idea le supo a ácido en su boca.

El ambiente se sintió pesado para Badd, como si su día se hubiera dado por arruinado con esa noticia.

—¿Estás... estás seguro de tu decisión? —Preguntó él de forma dubitativa, deseando que Garou se negara y cambiara de opinión, que pudiera ser retenido a su lado por un par de años más.

Pero Garou miraba al frente con su vista como siempre en alto, hacia adelante, y asintió con firmeza.

Badd dejó sus ojos caer al suelo, no sabía qué esperar. Pero aún eran muy jóvenes, así que no es como si fuera el fin del mundo, ¿cierto?

Cuando Badd miró de reojo a Garou, por un momento creyó ver una sonrisa triste en él.

Aunque, por otro lado, en sus ojos no había rastro de duda. Parecía que él ya había tomado una decisión.

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Badd había pensado detenidamente sobre sus sentimientos, cada vez era más difícil ocultarlos. Hacía mucho que esto había dejado de ser un simple gusto adolescente pasajero y hormonal. La cercanía de Garou lo estaba afectando pero ya no quería sentirse como un cobarde andando evitándolo. No después de que había conseguido mantener al margen sus emociones por tanto tiempo con la ilusión de que algún día iban a desaparecer e iba a poder mirarlo a los ojos sin que su corazón se acelerara.

Pero eso no sólo no pasaba, sino que se ponía peor. Ahora estaba más que seguro de sus sentimientos, eran tan profundos y estaban tan impregnados en su ser que comenzaba a temer por su proprio bien.

Había estado guardando todo tanto tiempo que sentía que en cualquier segundo podría morir de un corazón roto. Una herida que no sanaba. Un secreto que cada vez se hacía más difícil de contener.

Lo peor de todo era que Garou lucía tan relajado y era tan ruidoso como siempre. Se le pagaba al caminar, lo empujaba al reír, se recostaba a su lado, pasaba su brazo sobre sus hombros y le sonreía de una forma tan cálida y divertida, como si Badd fuera el sol mismo que iluminaba su día.

Por mucho que se quejara, Garou disfrutaba pasar tiempo con él y Badd era pésimo mintiendo y fingiendo que no hacía lo posible por hacer que esos momentos a solas fueran más recurrentes.

Garou acababa de cumplir los 16, Badd ahora tenía 15 y se sentía más intranquilo que nunca. Ambos serían separados de forma inevitable. Todas las escuelas a las que Garou apuntaba estaban más cerca de otras ciudades que de la suya, si él se mudaba, probablemente nunca lo volvería a ver. Badd no creía posible las amistades a distancia, mucho menos en la comunicación constante que no fuera en persona.

Pero Garou no sólo no mencionaba nada de esto, sino que actuaba como si nada pasara, como si no le lastimara ese hecho. Y eso solo conseguía herir más a Badd porque era un recuerdo que no importaba cuánto Garou le sonriera o insistiera en pasar tiempo con él, Garou no sentía la misma clase de afecto y nunca lo haría. Ambos serían amigos hasta que la preparatoria los separara.

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Las vacaciones de invierno terminaron y ambos regresaron a clases. El mes pasó con prisa y, cuando menos se lo esperaba, Garou le estaba regalando de mala gana una barra de chocolate por el día de San Valentín con la excusa de que no quería estar en deuda con él por no haberle dado un regalo de navidad. Badd lo aceptó de mala gana y con mucha vergüenza.

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Poco a poco Badd fue pensando en su situación con mayor detenimiento. Trató de concentrarse estudiando para distraerse y eso pareció funcionar porque sus notas mejoraron en el siguiente periodo de exámenes parciales. Por otro lado, los de Garou empeoraron considerablemente. Al preguntarle al respecto, Garou dijo que la escuela ya no era tan importante cuando se estaba por terminar todo. Era su final de los tiempos.

Eso dejó pensando aún más a Badd y lo convenció aún más que, con esa mentalidad, una vez que Garou se fuera, no haría mucho esfuerzo en mantenerse en contacto. Viéndolo así, ese también era su propio final de los tiempos.

Badd trató de fingir que esto no lo perturbaba y se consoló con el recuerdo de que aún era joven, de que quizás esto era lo que él y Garou necesitaban: separarse. Abrir una distancia tan grande que le hiciera aceptar que nunca estarían juntos, que sus sentimientos nunca serían recíprocos, que ambos estarían bien por su cuenta y, con algo de suerte, sus sentimientos desaparecerían por completo y podrían comenzar de nuevo, enamorarse de alguna chica y ver a Garou como un viejo amigo al que sólo veía durante las vacaciones y nada más.

Badd podría ser feliz con eso. Había tantas cosas más importantes que necesitaba: un trabajo de tiempo completo para las vacaciones, su hermana pequeña, cuidar de la gata que rescató de la calle, seguir ejercitándose para mejorar su resistencia... Sus sentimientos al final de cuentas siempre fueron un estorbo.

El problema es que Badd no podía evitar sentirse atraído por la personalidad desafiante de Garou. Él era desesperante y al mismo tiempo divertido de tratar. La gente le preguntaba cómo era que ambos podían estar juntos si se la pasaban peleando y Badd tampoco lo sabía, pero era Garou quien siempre encontraba la forma de encontrarlo, como si tomara por pasatiempo eso de cazar gente para pelear.

La voz de Garou era tranquila mientras hablaba de sus últimas competencias. Ya no había vuelto a mencionar a sus padres y eso era señal de que todo debía estar tranquilo con ellos.

Aunque dijo que estaba feo, Garou usaba el llavero del ciempiés en su mochila y lo exponía como si se tratase de un trofeo.

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Los sentimientos de Badd parecían incrementar conforme el final se acercaba. Era letal, veneno puro, espinas en su garganta y estómago.

Badd empezaba a necesitar sacar eso de su pecho cuanto antes, porque el plan de alejarse de Garou se había vuelto demasiado doloroso para seguir adelante.

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Los compañeros del salón hablaban de su futuro con entusiasmo, otros con aburrimiento. Los rumores comenzaron a salir a flote conforme la graduación estaba a la vuelta de la esquina en plena primavera.

—¿Le darán a alguna chica su segundo botón?

—¿Segundo botón? —Cuestionó otro compañero.

—Es la tradición, el botón más cercano a tu corazón para la chica que amas.

Badd escuchó eso y no pudo evitar llevar su vista a donde estaba Garou.

Quizás él también había escuchado sobre la tradición porque esa misma tarde, saliendo de clases, Garou habló sobre confesarse. Dijo que él nunca haría algo como eso.

—¿Y por qué no? —Se encontró preguntando sin querer.

—Podría ser rechazado.

Badd parpadeó. —¿Eres estúpido acaso?

—Debería amar demasiado a alguien para tomar la molestia de declararme.

Un pinchazo se sintió en el corazón de Badd. Imaginar a Garou enamorado de otra persona era una nueva clase de tortura en la que no quería pensar. —Podrías observarla con cuidado antes de hacer algún movimiento. Así te aseguras de que tus sentimientos en verdad son correspondidos. —Sugirió.

—Mmh, pero podría mentirme. Es demasiado trabajo observar a las personas, moriría de aburrimiento.

—¿Entonces esperarías hasta que se te confiese a ti primero?

Sin querer, Badd sentía que comenzaba a tantear el terreno. Soñar no costaba nada.

—Nah, más bien... —Garou arrugó su nariz y cerró sus ojos, luego se rascó la nuca y se cruzó de brazos con cierta incomodidad y extraña vergüenza, casi abrazándose a sí mismo. Un muy ligero tono rojo apareció en sus mejillas. —...puede que yo sólo me declare si en verdad estuviera total y completamente seguro de que soy correspondido. O sea... no quisiera cometer un terrible error... ¿entiendes? —Uno de sus ojos se abrió y miró de lado hacia Badd. —¿Y qué hay de ti?

—Probablemente... yo creo que sí lo haría. —La voz de Badd salió baja, calmada y casi perdida. Una ilusión desde el fondo de su corazón. —Yo sí intentaría confesarme al menos una vez.

Al menos una vez.

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Necesitaba decirlo, aunque fuera para desahogarse, y no encontraba mejor momento que el día de la graduación. Garou pasaría el verano en un entrenamiento continuo con el hermano de Bang antes de unirse a su equipo. Badd quería aprovechar esa distancia impuesta para confesar sus sentimientos y luego no volverlo a ver.

Garou se iría y todo seguiría igual, el mundo girando y el cielo despejado.

De esta forma, cuando Garou lo rechazara, nadie más lo sabría y su reputación se mantendría al margen. Se evitarían las burlas, el acoso y todo lo que implicara tener a Garou pegado a él. En el peor de los casos, la incomodidad de seguir siendo "amigos" no duraría mucho tiempo antes de que pierdan el contacto por completo.

Así que no importaba si él se enojaba o le daba igual, si terminaba odiándolo y huía lejos para no volver. Al menos Badd no se quedaría con la duda de la cara que pondría Garou al saber la forma en la que se sentía cuando pensaba en él.

Badd pensaba que, con suerte, Garou no lo miraría con tanto asco.