Se había vuelto loco, no había otra explicación, él de todas las personas en el mundo, estaba esperando afuera de la preparatoria a la que ella asistía, parado en una esquina detrás de un árbol, cómo una especie de tipo extraño y espeluznante.
Su mente viajaba a su infancia, a los recuerdos de sus aventuras, a la niña pequeña que le aterraba a muerte, a la enemiga de su familia, quizás era algo. Pines, pensó, caer en las redes de sus enemigos, ¿Por qué sino? ¿Qué otra explicación habría?.
La campana sonó, interrumpiendo los recuerdos de una niña regordeta persiguiendo su atención y Gianna salió caminando sola, sus secuencias tenían trabajo ahora, recordaba vívidamente a los hombres y mujeres aterradores que estuvieron en la cárcel junto a ella, mismos que ahora eran miembros activos de la sociedad después de haber sido perdonado por ayudar a detenerlo a él.
Pero cómo consecuencia, la joven ahora cruzaba la preparatoria, una de las peores épocas de la vida de todas las personas, sola, completamente sola, eso le dió un gusto amargo en la boca, nadie debería sentirse tan solo.
Abel trago saliva al verla caminar, seguía siendo algo baja para su edad y regordeta en comparación con algunas de las chicas que la señalaban mientras pasaba a su lado, su traje celeste compuesto de un sacó corto y una falda con una camisa blanca debajo, sin Amuleto en el cuello, zapatos de tacón bajo y su cabello suelto, Gianna había dejado de ser una niña hace mucho tiempo y él joven Pines comenzaba a tener que esa sería su perdición.
Abel esperaba que llegara a la esquina, tiempo suficiente para que la mayoría de los alumnos desaparecieran o lo ignoraran, para salir de su escondite, no tanto un escondite, un escondite sería raro, sino más bien cruzar al frente con pasos rápidos.
-¡Gianna!-la peli blanca se detuvo abruptamente, su mochila colgando floja se movió golpeando su espalda-¿Cómo te encuentras?-preguntó amablemente.
La adolescente volteó lentamente a verlo, su rostro pálido, resaltando aún más sus pecas, en otro momento, Gianna habría saltado de emoción por él, ahora parecía querer vomitar.
-¿Gianna?-sonó algo inseguro, tímido, lo que no era su estilo, era demasiado extrovertido normalmente pero no era una situación normal.
-Abel Pines-dijo lentamente con los ojos entrecerrados, cómo solía hacer de niña al pelear con su tío Stan-¿Qué haces aquí?-esa era una pregunta que él debía hacerse más.
No se la había hecho cuando bajó del autobús, buscando una cabellera blanca, no se la había hecho cuando desempaco sintiendo que algo no estaba del todo bien, no se la había hecho cuando hablando con Wendel consiguió saber dónde estaba ella, pero si la había hecho cuando en un ataque de locura empezó a caminar directo a la escuela preparatoria, cuando llegó una hora antes preguntándose qué le diría, que respondería ella.
-No fuiste a recibirnos-la sonrisa de Abel vaciló, la notó tensarse.
-Nunca he ido a recibirlos-era cierto, habían pasado cuatro años desde su primer verano en Gravity Falls, en ninguno de esos años Gianna Gleeful fue a recibirlo.
-Lo sé, pero ¿Ahora somos amigos, no?-preguntó esperando que ella dijera que sí, Dipper tenía razón era demasiado emocional-Las cosas son diferentes, somos más grandes, hemos madurado-el ceño de Gianna se frunció un poco, antes de soltar un suspiro desplomando los hombros.
-Abel-él la miró jugar con sus pies-deberías irte, mantenerte alejado de mí-ni en sus sueños más locos, Gianna le habría pedido alejarse de él, lo que era mucho decir, Abel Pines siempre había tenido sueños raros.
-¿Qué? ¿Por qué?-ella tragó saliva, sonrojándose.
-Mi terapeuta cree que lo mejor es que sigamos manteniendo distancia-las cejas de Abel se elevaron, sabía de él terapeuta de Gianna, era de los pocos que había en Gravity Falls, de una vez en cuando, Dipper, él tío Ford, el tío Stan, Wendel, o incluso él mismo sacaban una cita.
A veces era necesario hablar del raromagedon, de Bill, de las pesadillas, del peligro y las mentiras, aunque en general, eran solo sesiones donde se mantenía en silencio mientras la culpa lo ahogaba.
-¿Él te dijo eso? ¿Por qué?-trato de acercarse, pero Gianna no lo dejó, con una sola mirada lo detuvo, claro que no tenía amuleto, pero solo una idiota creería que ella era inofensiva por no tener magia.
-Es lo mejor para tí-el joven Pines no estaba tan seguro, desde su primer verano Gianna era una constante en su vida, una constante peligrosa, demasiado amorosa ya veces le preocupaba seriamente su salud mental, pero una constante al fin, era Gianna. , una fuerza de la naturaleza que sólo rivalizaba con los Pinos.
-¿De qué hablas?-Gianna desvío la mirada.
-Te hice mucho daño, ya tu familia-Abel recordaba eso, mucho, incluso a Dipper cubierta por una luz celeste siendo amenazada, nunca podría olvidar la amenaza a su hermana, aunque no entendía por qué lo nombraba ahora.
-Lo sé, ¿Pero por qué?-ella lo interrumpió.
-Abel, solo aléjate de mí, soy peligrosa-se alejó dejándolo solo en la calle, algunas personas lo miraban, si es porqué era uno de los héroes del pueblo o porque ella acababa de dejarlo solo con la palabra en la boca.
Abel quiso voltear para ver su figura alejarse, pero no sé atrevió a hacerlo, Gianna Gleeful acababa de dejarlo solo, no quería hablar con él, ni verlo.
Sin duda las cosas habían cambiado, tal vez estaban madurando, creciendo, volviéndose cada día un poco más los adultos que estaban destinados a ser, pero según parece Abel no estaría en el futuro de Gianna.
De Gianna Charlotte Gleeful, con su sedoso cabello blanco, su pálida piel cubierta de pecas, sus ojos de un gris plata, con sus curvas y su perfume que impregnaba el aire.
Ella ya no era una niña y él ya no era un niño, eran adolescentes, y Abel estaba seguro que tenía grandes problemas, porque ese pequeño hecho, iba a ser su muerte o peor, la causa de muchos problemas.
