-Esto es tu culpa-el tono acusador lo hizo fruncir el ceño, Dipper incluso con una voz fría cómo el hielo demostró su punto, en otras circunstancias Pacífico habría retrocedido unos pasos antes de continuar con su discusión, pero ahora no podía.

Dipper y Pacifico estaban encerrados en lo que parecía un armario, ambos furiosos con el otro, el espacio reducido solo empeoraba su mal humor.

-No lo es-sí, lo era, pero no lo iba a admitir con tanta facilidad, la ceja perfecta de Dipper se elevó siendo ocultada solo por su cabello color chocolate.

-¡SÍ LO ES!-le gritó-no entiendo porque tenías que hacernos tropezar-eso sí había sido un accidente-o porque te encontramos en el bosque-lo miró con sospecha, pero Pacífico fingió ignorancia.

Él jóven Suroeste siempre había sido muy, cómo lo dice su nombre, Pacifico, siendo hijo de dos hippies que recorren el país en una caravana, con una gallina cómo mascota, la clase de persona que encendía inciensos cuando necesitaba pensar o que usaba plumas en el cabello, el que evitaba los conflictos o los detenía.

Pero era impulsivo, nadie negaría eso, cuando quería algo era un cabeza dura terco que se metía en los peores problemas, en palabras de su prima Gianna, pero había algo que sacaba ese lado de él sin esfuerzo y eso, era Dipper Gleeful.

La niña telépata desde que eran niños lo volvía loco, tomaba esa paz que lo caracterizaba y la hacía pedazos, lo desafiaba con comentarios hirientes, lo llamaba "Hippie" con esa fría voz carente de emoción, le ganaba discusiones sin esfuerzo, por años, veranos enteros fue lo más intenso que le había pasado y eso que había sobrevivido al fin del mundo.

Pero esta vez, a los 17 años, ella empeoró todo, Pacífico volvió para encontrarse con la relación asquerosamente cursi de Gianna y Abel, y con la indiferencia de Dipper.

Al principio pensó que era solo su idea, él se lo estaba imaginando, pero con el pasar de los días fue cada vez más obvio que la castaña no estaba para nada interesada en su regreso, todo llegó a su punto culminante cuando ella pasó a su lado en la calle sin dirigirle la mínima mueca de desprecio, ni siquiera una mirada, nada, cómo si él fuera un fantasma que ella no podía ver.

Nadie iba a ignorar a Pacífico, mucho menos Dipper Gleeful, ella no podía actuar cómo si él no existiera, no después de todo lo que habían vivido, del odio que compartían.

Bien, quizás buscar un misterio con Gianna, que traería la atención de Abel, que traería a Dipper, sonaba algo infantil y buscar pelear con ella solo para ser ignorado olímpicamente hasta tropezar con una trampa que los dejó en una especie de armario dentro de uno de los viejos laboratorios del tío de los Gleeful, no fue su mejor idea.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por ella, Pacífico miró con una mezcla de horror y sorpresa cómo las manos de Dipper se apoyaban en su pecho, justo sobre su símbolo de la paz.

-No te emociones, no tenemos espacio y estoy tratando de moverme-él bufó ¿Emocionarse? Mejor dicho asquearse, miró fijamente la pared tratando de ignorar el tono helado y sin emociones de ella.

Pacífico se preguntó si era mucho pedir una sola reacción de ella, algo, lo que sea, por muy estupido que sonará.

Los ojos de Pacífico se abrieron, las palmas de Dipper no mentían, no pudo evitar soltar una risa, realmente alguien había escuchado sus plegarias.

-¿Estás nerviosa, he?-su tono burlón la hizo congelarse, Dipper pareció sorprendida por un instante.

-No se de que hablas-una de las manos de Pacífico se dirigió a las de ella, él rubio se inclinó más dejando que la pluma de su trenza rozara su hombro.

-Si, lo sabes-susurró mirándola fijamente a los ojos, se preguntó si desviara la mirada-tienes un problema de sudoración, ¿Recuerdas? Ahora mismo, tienes las palmas empapadas-Dipper tragó saliva Pacífico miró su cuello cuando lo hizo, se inclinó más cerca dejando que sus narices se rozarán.

-La reina del hielo siente algo-Dipper no parecía contenta con su comentario.

-Callate Hippie estupido-él rubio sonrió aún más.

-Obligame-ella tiró de su ropa uniendo sus labios con fuerza, los dientes chocaron un poco pero a él no le importó, por un segundo no supo qué hacer con sus manos, Pacífico quería recorrerla entera pero se decidió por poner las manos en su cintura acercandola más.

Metió la mano debajo de su chaqueta azul hielo, podía sentir el calor de su piel a través de su camisa blanca, una mano de ella viajó hasta su cabello tirando bruscamente de él y la otra se mantuvo en su pecho arrugando su camisa.

Él se alejó bruscamente, golpeando su cabeza contra la pared de metal, Dipper todavía tenía una mano en su camisa, el signo de la paz estaba completamente arrugado en su puño, sus labios estaban hinchados, su cabello siempre perfecto estaba despeinado, incluso estaba sonrojada.

-Mierda-la escuchó decir, Pacífico vió cómo alejaba sus manos algo temblorosa, la reina del hielo parecía a punto de desmayarse.

-Sí, mierda-él pasó una mano por su cabello en un gestó nervioso que tenía desde niño, pero esta era la primera vez que notaba la forma en que los ojos de ella seguían el movimiento-No has cambiado nada Gleeful-la chica pareció sorprendida y molesta a partes iguales.

-¿Disculpa?-Pacífico se esforzó mucho por no seguir el movimiento de sus labios, no estaba seguro de haberlo logrado.

-¿Esperas que crea que olvidaste el raromagedon?-ella retrocedió hasta chocar con la pared, su piel se había vuelto pálida, sus manos se movían nerviosas y él sonrió-¿Lo recuerdas, no? Te aprovechaste de lo tarde que era, de que estábamos solos-él empezó a jugar con un mechón castaño-y me besaste, casi tan torpe cómo ahora pero luego huiste, haces mucho eso Gleeful, actúas cómo si-Pacífico se detuvo, acababa de tener una revelación, una que sin duda debió haber tenido hace años, pero al menos la tuvo, miró el rostro de Dipper que se negaba a mirarlo.

-Vete al infierno-le dijo en el momento exacto en que la puerta fue abierta por una Gianna preocupada y un Abel aburrido, Dipper los empujó a ambos ignorando sus preguntas.

-¿Qué le pasa?-escuchó a Gianna decir pero él solo miraba el lugar que hasta hace pocos segundos estaba siendo ocupado por la reina del hielo-¿Pacífico? ¿Estás bien?-su prima sonaba preocupada.

Pero Pacífico no estaba bien, tenía graves problemas que necesitaba solucionar pronto, no sólo había besado a Dipper Gleeful, sino que ella estaba enamorada de él, él rubio golpeó su frente contra la pared con resignación, sin duda, Pacífico Suroeste no nació para tener paz.