Gianna caminó por los pasillos de la preparatoria ignorando las miradas y los susurros, no importaba cuánto hubiera cambiado al final del día seguía siendo la persona que trabajó con Bill.

Ignoró el graffiti en su casillero, perra, traidora, bastarda, no importaba, nada de eso le importaba.

Guardo sus libros, para seguir su camino, la mayoría de los días pensaba en cómo destruiría a esos inútiles, en lo dulce que sería su venganza, las lágrimas que la harían reír, todo para mejorar su día.

Hoy, estaba muy cansada para eso, Gianna, se preguntó dónde estaría Pacífico, se habían vuelto una especie de amigos unidos por su pasado cómo dos personas crueles y pertenecer a una profecía antigua para destruir a uno de los seres más poderosos del multiverso.

La chica estaba por sacar su teléfono cuando el líquido cayó sobre ella, era pegaso y de un horrible color verde con un olor a plástico que la asqueo.

Siguió el sonido de las risas con la mirada para encontrarse con un grupo riendo y señalando su estado, pudo ver entre la baba verde el flash de las cámaras, sin duda estaría pronto en internet, con una mueca continúo caminando.

Ella deseaba vengarse, odiar un poco cómo antes, dominar a las personas cómo antes, con su encanto y magia, pero no podía.

Volvió a casa a pie, cubierta de esa cosa viscosa tratando de contener la irá, agradeció que su padre estuviera trabajando, de esa manera no podría preocuparse.

Era patética ahora, siempre había sido patética pero ahora mucho más que antes, estaba por ir a llorar a su cama, cuando sonó el timbre de su casa, pensó en ignorar al idiota del otro lado.

-¿Gianna? Soy yo-La chica corrió a la puerta sin creerlo, el cambiaformas debía estar libre o alguna criatura que se disfrazara para engañar.

Abrió la puerta expectante, Abel estaba del otro lado, sonreía ampliamente con los ojos brillando de alegría, Gianna soltó un suspiro enamorado al cruzar miradas con su rey, siempre tan atractivo e inalcanzable.

Pero su rey dejo de sonreír, parecía preocupado, Gianna pensó en matar al causante de la angustia de Abel cuando lo vió mirarla con dolor.

-¿Qué pasó?-dijo antes de tomar un mechón blanco de su cabello que ahora era verde, lo había olvidado, solo le había faltado verlo para olvidarse de su lo malo de su día-¿Te están molestando otra vez?-sonaba molesto y preocupado, la ex-telepata casi suspira otra vez, era tan caballeroso y tan sexy cuando fruncía el ceño de esa forma.

-Tal vez un poco-susurró, Abel pareció miserable y ella no pudo evitar la punzada de culpa en su interior.

-Vamos, te cuidaré hoy-beso su frente sin importarle ensuciarse-haz tenido un día difícil-