Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro. One shot para participar en el Flufftober de la página Es de Fanfics con el tema del día 13 "Cultivar un jardín".
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Tulipanes para el corazón.
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Jardinería.
¿Cómo por qué demonios le habían asignado ese estúpido taller?
¡Ah, claro! Ya lo estaba olvidando. Es que reprobó una materia y si no quería tomar un estúpido curso de regularización entonces debía escuchar tonterías y basuras como las que le iban a enseñar en ese maldito club que detestaba con ganas. Con aburrimiento miró a sus compañeros del circulo en el que ahora se encontraba. En realidad, solo había tres chicos. El, y los tontos de Hiroshi y Daisuke, quienes también habían reprobado una materia. El resto eran mujeres.
Eso lo hacía más vergonzoso de lo que ya estaba siendo. Un hombre como él, un artista marcial en ascenso, no debería de estar inmiscuido en estás cosas de niñas cursis. Cuando su madre se enteró de que tendría que entrar al club de jardinería por recomendación de su profesor, casi pegó el grito en cielo. Por poco desenfundaba su katana para que cometiera sepukku. Suficiente tenía con que ella se sintiera mancillada como para que alguien más se burlara de el, por lo que fue muy cuidadoso al respecto de hacerle saber a alguien más sobre su estancia en el club.
Las únicas personas que lo sabían eran la familia Tendo, sus padres y, por supuesto, Akane. Que, por cierto, solo le deseó buena suerte en su primer día en el club. No lo esperó hasta que saliera, cosa muy extraña en ella. En realidad, la había notado apagada desde los días anteriores, cómo si algo le doliera. Quería saber que es lo que le ocurría, pero ella era tan orgullosa que no se lo diría tan fácilmente. Prometió para si mismo que, una vez llegara a casa hablaría con Akane para poder entender que ocurría.
—Odio esto.— Declaró Hiroshi con pocas ganas en su voz.
Daisuke asintió. —Yo igual. Es un asco que tengamos que estar aquí. No me gusta la jardinería. Una sola ocasión cuidé la planta de mamá y se murió. ¿Cómo esperan que cuide un jardín entero?
Ranma bufó. —Yo tampoco entiendo que debo de hacer aquí. Soy un hombre entre hombres, alguien que no debe de hacer este tipo de cosas.
Ambos chicos soltaron risas socarronas. —Lo dice quien se transforma en chica.
El de trenza les lanzó una mirada helada, advirtiéndoles en silencio que si no se callaban lo lamentarían. El par de idiotas, al saber que el chico poseía una fuerza infalible, decidieron hacer caso y dejar las mofas a un lado.
—Bien, chicos. Bienvenidos a quienes sean nuevos en este club.— La presidenta de esa pequeña sociedad era nada más ni nada menos que Yuka, la amiga de Akane y compañera de los tres chicos. Con una mirada extraña observó a Ranma, y el no pudo evitar sentirse algo cohibido. Seguramente lo estaba vigilando a petición de Akane. —En el estante de allá hay algunos libros con información sobre las plantas. Los que recién se unieron deberán de venir conmigo para que les dé unas clases. El resto ya saben que hacer.
El trío de muchachos suspiraron con resignación. Eran los únicos tres integrantes nuevos en el club, y les esperaban unas lecciones bastante tediosas para ellos.
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Ya se encontraba en casa, con las mejillas y las ropas llenas de tierra. Dios, Yuka era la maestra más exigente del mundo. De hecho, nunca se había detenido a conocer a la chica tan a fondo como ahora mismo, y debía admitir que prefería el carácter especial de Akane antes que el de su amiga.
Y hablando de Akane, era extraño que ella no se hubiera manifestado aún para preguntarle que tal le había ido. Después de un año y medio desde los acontecimientos de Jusenkyo, se podría decir que ya eran casi una pareja consolidada. Casi, porque aún no le había dicho directamente un te amo. Siempre lo había estado haciendo de forma indirecta, ya sea protegiéndola, o comiendo sin objetar los platillos un tanto especiales que solía prepararle. Ni siquiera un beso ha podido darle en todo ese tiempo.
Suspiró amargo.
No es que no quisiera decirle cuánto la amaba, o besarla, pero la timidez siempre le conquistaba. Su garganta parecía cerrarse, y sus cuerdas vocales nunca respondían a la hora de querer decirle un te amo decente. Y aunque se las ingeniaba para poder transmitir su cariño, la verdad sea dicha, sentía que no era suficiente.
Ojalá algún día pudiera decírselo por fin, sin titubeos ni nerviosismo.
—Ranma, has llegado.
La voz de Kasumi se le antojó extraña. Normalmente era muy alegre, brindándole siempre una cálida bienvenida. Pero ahora parecía un poco apagada, triste. Demasiado extraño.
—Si. Ahm, Kasumi, ¿Sucede algo?
—¿Eh? ¿Por qué la pregunta?— Contestó con algo de pena. Nunca le había gustado estar triste frente a los demás, pero estaban entrando en ese periodo complicado para los Tendo, por lo que le era inevitable que le gobernaran sus sentimientos.
—Bueno, es que suenas un poco mal. ¿Todo está bien?
La mayor de las Tendo sonrió. —Gracias por preocuparte. Es solo que estamos cerca de ese día.
Tan pronto como Kasumi le mencionó aquello, su mente hizo click. Ese fatídico día para la familia Tendo se acercaba.
—Oh. Ya veo. Y Akane… ¿Cómo se encuentra?— Preguntó un poco cohibido. Nunca había preguntado por su prometida a sus hermanas, siempre prefería hacerlo de forma directa. Pero al ser ese tema tan complejo supuso que Akane no le diría la verdad de lo que sentía.
Kasumi suspiró. —Decaída. La extraña mucho. Tía Nodoka intenta consolarla con las clases de cocina, pero parece que no sirve de nada. Los años pasados lo estaba sobrellevando bastante bien, pero ahora es distinto. Por alguna razón está resintiendo todo más este año que los anteriores.
El chico de trenza suspiró. —Gracias Kasumi. Espero que tú también te sientas mejor conforme pasen los días.
La mayor de las Tendo sonrió. Era un buen chico, a pesar de que con su hermana menor se le soltara la lengua en ocasiones. —Gracias a ti.
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Una vez aseado decidió asomarse al dojo para buscar a su prometida. Y tal como lo predijo, ahí la encontró. Akane realizaba una kata algo sencilla. Sin embargo, sus movimientos indicaban que no estaba en paz. La observó con atención, percatándose de cuan frágil era. Si, Akane poseía una fuerza física que, si bien no era la mejor, le brindaba protección y la habilidad de responder de la mejor forma a los esfuerzos físicos. Pero seguía siendo una persona como todos, con sentimientos y debilidades.
Con la plática de Kasumi había entendido lo que le estaba sucediendo. Akane extrañaba a su madre, cómo en todos los años anteriores. Pero parecía que en esa ocasión eso se veía potenciado por alguna razón que él desconocía. Por más que ella aparentara una sonrisa en la escuela, estaba seguro de que, en el fondo, Akane solo quería llorar. Siempre fue así. Todavía recordaba cuando ella estaba enamorada del doctor Tofú. Todo el tiempo haciéndose la fuerte, la que aguantaba todo.
Ranma sentía la necesidad imperante de protegerla, de consolarla. Desde el día uno en el que se conocieron, y hasta la actualidad, un año después de lo ocurrido en Jusenkyo, esa promesa de no dejar que salga herida y de procurar su bienestar seguía estando vigente en su interior.
No tenía idea de que podría hacer para disipar la oscuridad en el corazón de su prometida.
Escuchó los gritos de Akane, y su respiración agitada gracias al esfuerzo físico. No eran los mismos de siempre, porque la voz tan vigorosa que salía de su garganta ahora llevaba impregnados restos de melancolía y nostalgia. Y cuando ella realizó el último movimiento, una pequeña lagrima cayó de sus orbes chocolate. Entonces, ella se deshizo en sollozos silenciosos, agachándose para finalmente sentarse en el suelo, con un deje de derrota.
—Mamá...— Susurró, quebrando su voz.
Ranma sintió su corazón partirse por la mitad. Odiaba con todas sus fuerzas ver ese hermoso rostro tan desolado. Realmente debía hacer algo para Akane.
De pronto, una idea se le cruzó en su cabeza.
Las clases de jardinería recién comenzaban, pero tenía tiempo para hacer algo que estaba seguro le alegraría a la menor de los Tendo. La determinación se hizo presente en su espíritu. Si el estúpido club de jardinería le resultaba molesto para su frágil ego masculino, entonces esas clases las convertiría en la herramienta que requería para poder hacer sentir mejor a su prometida.
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—¿Qué? Pero… tu recién comienzas en el club.— La amiga de Akane estaba perpleja. Ranma Saotome se encontraba frente a ella, pidiéndole adelantar lecciones de jardinería con él. Ni siquiera Hiroshi y Daisuke se molestaban en hacerlo.
—Yo sé que apenas llevo un maldito día en el club, pero…— Le daba pena decirle a Yuka, la amiga de Akane. Aun así, debía hacerlo. Era su propósito de ese momento, y Ranma Saotome no dejaba un compromiso a medias. —De verdad necesito aprender a cultivar un jardín. Por favor, te lo suplico.
—Lo que no entiendo es, ¿Por qué? Quiero decir, se supone que ayer estabas más que harto de las instrucciones que yo te daba. Y ahora desesperadamente buscas que te ayude a mejorar tus habilidades de cultivo.
—Quiero cultivar un jardín de tulipanes. Es un pedido especial.
Extrañada, Yuka frunció el ceño. —¿Un pedido?
—Si.. si, un pedido.
Posó sus brazos en jarra, y fijó su vista en el joven Saotome, de forma inquisidora. —¿Y para quien?
—Bueno... es para... para... ahm...
—¡Ya deja el misterio! Dime para quien es ese pedido.
—¡Argh! Bien. Te lo diré.
Pasó un momento en el que el silencio reinó. No sabia cuando había pasado, unos veinte segundos, probablemente. O quizá un minuto. Ni idea.
—¿Y bien? ¿No vas a decirme nada?
Ranma carraspeó. Luego, rascó su nuca. —Bien… es… es para… A….Aka… es que… está triste, por… su madre… y… el jardín… es…
Yuka pestañeó con rapidez. —¿Es para Akane?
En cuanto ella dijo el nombre de su prometida, Ranma simplemente asintió con movimientos bruscos de cabeza. Sentía que estaba ardiendo, y es que tal vez si que lo estaba. Lo podía comprobar gracias a la mirada burlona de Yuka.
—¡N-no te rías!— Exclamó pudoroso.
Yuka terminó de morirse a carcajadas, y luego de eso, resopló con alivio. —Me alegra que Akane te tenga como prometido.
—¿Por qué lo dices?
—Porque me parece muy tierno el que quieras cultivar un jardín para ella. Eso habla de que quieres consolarla de una forma diferente a la que se espera. Es único.
Esa frase le causó una pequeña sensación de calidez. Bien, al menos con esa chica podía sentirse un poco más libre para compartir el secreto que su corazón albergaba, porque estaba seguro de que no lo juzgaría, ni se burlaría de él. —Yuka, te lo agradezco. La verdad, es que quiero decirle muchas cosas, pero me cuesta trabajo. Las palabras no son mi fuerte.
—Descuida, yo entiendo. Solo una pregunta. ¿Por qué tulipanes?
—Son las flores favoritas de la madre de Akane. Y... las suyas.
Yuka sonrió. —Bien, entonces no tenemos tiempo que perder. Hoy te enseñaré a cultivar de forma adecuada, y te daré un listado de libros sobre tulipanes.
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Ranma leía una y otra vez ese libro sobre tulipanes que Yuka le había recomendado. Quien lo diría. Él, quien no estaba interesado en los estudios, ahora se encontraba en la biblioteca de la escuela, revisando la bibliografía sugerida. Solamente tenía una queja al respecto, y es que había definiciones que no entendía. Sustrato. Drenaje. Bulbo. ¿Por qué demonios no hablaban como la gente normal?
—Diablos. Esto es demasiado complejo.— Susurró.
En un cuaderno anotaba los pasos a seguir para el cultivo, así como la lista de materiales que debía conseguir. Sin embargo, un pequeño texto llamó su atención en ese libro.
Significado de los tulipanes.
Los tulipanes son considerados como una alegoría del amor gracias a los turcos. Dependiendo del color que se elija, el significado puede cambiar. Los tulipanes blancos simbolizan la pureza, admiración y nuevos comienzos. También representan la flor de la vida y el amor sincero y fiel.
Los tulipanes rojos representan el amor ardiente y pasional. Los amarillos significan amor y cariño, pero también dejan ver el miedo de perder a la persona que más amas. El color rosa en estas flores significa la declaración de un amor incipiente y un gran aprecio.
El azul en los tulipanes transmite paz y serenidad. Los morados significan orgullo y éxito. El color naranja en ellos se asocia con la felicidad y la positividad. Y, por último, los tulipanes negros hacen alusión al amor eterno.
Su rostro se coloreó, y su corazón latió emocionado. Cada significado deseaba transmitirlo a Akane. El párrafo le devolvió la vitalidad que necesitaba para seguir estudiando sobre el tema, por lo que ya no puso objeciones. Aún quedaban tres semanas para poder aprender, y lo haría. Era un Saotome, y los Saotome podían con todo.
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Akane caminaba con melancolía por la casa, ensimismada en el mismo modo amargo que últimamente experimentaba. Era tan evidente su estado deplorable que hasta Nabiki prefería no molestarla. Nadie había podido quitarle el velo de tristeza que le cubría su corazón, y aunque era consciente de que no estaba bien dejarse llevar por esos sentimientos, la verdad era que no hacía nada para evitarlo.
Suspiró mientras cruzaba el comedor. Escuchó a la tía Nodoka decirle buenos días, a lo que ella respondió sin ganas. Ya le era difícil disimular con todos, hasta en la escuela. Quiso disculparse por sonar tan desconsiderada, pero no le dio tiempo de decir algo. Ahí, frente a ella, se plantó su prometido. Los ojos azules reflejaban una energía positiva bastante radiante, lo contrario de sus propios iris, que seguramente comunicaban lo peor.
—Bueno días.— Dijo Ranma efusivo.
Akane, por el contrario, le miró desganada. —Buenos días.
No le gustaba escuchar su voz así de triste. Es por ello que amplió su sonrisa, y con la mayor de las calmas le volvió a responder. —Oye, necesito ayuda. Yuka me dio la tarea de cultivar un jardín en casa.
Esta bien. Escuchar aquello distrajo a su tristeza por unos instantes. —¿Qué? ¿De verdad?
Asintió. No abandonó la sonrisa, incluso se amplió al notar como ella dejó la melancolía por el momento. —Necesito ir a comprar algunas cosas para hacerlo. Así que, ¿Qué te parece si me acompañas?
—Bueno, verás... no tengo tantas ganas de salir y...
—Te invito un dulce.— Soltó, esperando poder convencer a su prometida con ello.
Lo conocía bastante bien. Él no se conformaría hasta escuchar un si. Suspiró con resignación.
—De acuerdo.
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El chico de trenza iba tachando las cosas en la lista improvisada que escribió. A su lado, Akane caminaba apacible, pero aún afligida. El contraste de sus ánimos se notaba a kilómetros, aunque por suerte para ambos, las personas iban tan metidas en sus propios asuntos que no lo notaron.
—Y, ¿Qué tipo de jardín piensas plantar?— Preguntó Akane, más para intentar distraerse que por pura curiosidad.
—Aún no lo sé.— Mintió.
Bufó, dándole golpecitos con sus dedos al carrito de compras que manejaba. —¿Entonces por qué estás comprando el material? Deberías tener en mente que es lo que quieres cultivar.
—Porque es urgente.— Dijo Ranma. Tomó un estuche de jardinería barato que encontró cerca de él. —¡Que suerte! Está en oferta.— Declaró con alegría.
Akane se sintió irritada. Ella estaba hundiéndose en la tristeza, mientras que él parecía no darle importancia a lo que ella pasaba. —¿Por qué te alegras? Si de todos modos ni siquiera has de saber en donde vas a plantar, o si tu jardín va a tener un diseño.
—Es difícil encontrar objetos en oferta.
Pasaron a donde se encontraban las semillas. El de ojos zafiro comenzó a caminar, observando con atención las especies de plantas, intentando despistar a la chica para que no se diera cuenta de la sorpresa.
Akane simplemente miraba los estantes con fastidio. La habían arrastrado hacia un lugar donde no deseaba estar. Su estado empeoró al ver los sobres de las semillas de tulipanes en una sección. —¿Puedes darte prisa? Ya quiero irme.
—No seas desesperada.— Le dijo juguetón.
La chica comenzaba a sentir la ansiedad creciendo dentro de ella. Al día siguiente debían ir al panteón a visitar la tumba de su madre. Encima, los sobres de las semillas de tulipanes le restregaban la infelicidad de no tener a un guía que necesitaba ansiosamente. Quería que su mamá regresara a la vida para que le aconsejara y le ayudara a despejar las dudas en su corazón. Si, tenía a su tía Nodoka, pero deseaba con ganas que Naoko Tendo estuviera viva.
—Ranma, por favor.
—Que poco linda eres, además de impaciente. De verdad que tú...
—¡Por favor!— Gritó colérica.
Para Ranma eso no había sonado nada bien. La observó, dándose cuenta de que le miraba entre desesperada e irritada. —Ahm... yo... lo lamento.
Akane cayó en cuenta de que había cometido un error. Su prometido simplemente estaba comprando las cosas de su proyecto. La culpa le carcomió el corazón. Ni siquiera le importó que ese proyecto podría ayudarle a evitar un recurse a Ranma, por estar enfrascada en su propia infelicidad. Los ojos se le llenaron de lágrimas.
—No. Yo lo lamento. No debí...— Tragó saliva. — Te esperaré afuera del supermercado. ¿De acuerdo?— Propuso un poco cohibida.
—Si. Si, claro.— Dijo suavemente.
Akane se retiró cabizbaja, y él solo pudo sentirse el peor chico del mundo. La había arrastrado a hacer las compras, y sin considerar sus sentimientos. Solo esperaba que la sorpresa que le prepararía no empeorara nada.
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Regresaban del cementerio después de haber ido a visitar a la señora Tendo. Akane se la pasó en silencio durante todo el trayecto, pensando en todo lo que sucedía dentro de su alma. Luego de lo que ocurrió en el supermercado, decidió disculparse con Ranma ese mismo día. Y aunque él le había dicho que no suponía ningún problema, de todos modos se sentía fatal. Se había comportado tan grosera con él y con todos, porque no había considerado a nadie más que a si misma.
El reto de la familia se adelantó, quedando ambos prometidos afuera del hogar. Akane se detuvo, dubitativa. Y con la voz más tenue y la mirada cargada de mucha pena, se disculpó nuevamente con su prometido.
—Lo lamento, Ranma. Fui muy egoísta. Solo me concentré en mi misma, que ni siquiera te pregunté sobre cómo te iba con el club de jardinería. Hasta ayer me enteré de tu proyecto. De verdad, perdona.
Ranma se sintió conmovido, pero apenado. —Akane, no tienes de que preocuparte. No pasa nada.
—Gracias, Ranma.— La chica sonrió un poco aliviada, y con energía algo renovada se encaminó nuevamente hacia la residencia. Antes de que Akane entrara a la casa, sintió como la detenían del brazo con delicadeza. Giró su cuerpo, viendo al chico de trenza parado junto a ella.
—Ahm... sé que no estás de humor, y que es el día menos indicado, pero...— Carraspeó para poder aclarar su garganta. Cielos, era complicado proponerle lo que quería hacer, pero tenía deseos de inmiscuirla en su propio regalo. —Quería saber si podías ayudarme. Hoy deseo cultivar el jardín.
Ella podría haberle dado una negativa, con la excusa de que estaba cansada o de mal humor. Pero eso quizá le serviría para redimirse por su mal actuar del día anterior. —De acuerdo. Te ayudaré.
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Con cada día que pasaba la espera para saber que planta es la que Ranma había escogido se hacía eterna. Debía admitir que la había pasado bien cuando le ayudó con su pequeña tarea. Su prometido escogió una parte cercana al dojo para cultivar las flores que seleccionó. Durante todo el tiempo que estuvieron rascando la tierra y sembrando las semillas, había podido sentir una calidez enorme en su corazón. Era como compartir un hobbie entre los dos, además de las artes marciales.
Después de aquél día, por fin entendió la razón de su desánimo. Su relación con Ranma iba viento en popa, pero una parte de ella aún anhelaba escuchar un te amo de forma directa. Y es que, aunque sabía que el pobre no era bueno con las palabras, deseaba que le dijera todo de forma directa. Eso era lo que la hacía sentirse tan perdida, y era la principal razón por la que quería a su mamá de vuelta. Porque deseaba que sus palabras le dieran la confianza suficiente para entender el corazón de su prometido. Aún así, mezcló peras con manzanas, por lo que debía admitir que había sido un poco infantil.
Tres meses habían pasado desde aquello, y ahora el calendario marcaba los inicios de la primavera. Bajaba las escaleras con parsimonia y aún con su pijama puesta, cuando de pronto escuchó los gritos de sus hermanas y la tía Nodoka. Corrió hacia ellas, esperando que se encontraran bien.
Y cuando llegó al lugar, no podía creer lo que veía.
La pequeña sección frente al dojo que Ranma escogió ahora era una distribución de círculos de diferentes tamaños en el que se repartían demasiadas flores. Y las flores eran...
—¡Tulipanes!— Exclamó Akane, impresionada ante el mar de colores que había frente a ella.
—¡Que hermoso!— Dijo Kasumi, sintiendo la calidez inundarle por completo. —Las flores favoritas de mamá.
—Vaya...— Murmuró la mediana de los Tendo. Nabiki realmente estaba sorprendida por todo. —Si este fue el proyecto de mi cuñado, seguro aprueba.
Nodoka miró de reojo a Akane. Tenía una idea del porqué su hijo escogió las plantas. —¿No son también tus flores favoritas, querida?
—Si... lo son.
Había tulipanes de todos los colores posibles. Rojos, amarillos, azules, blancos, morados y negros. No seguían un orden aparente, pero estaban ahí, acomodados, formando un pequeño jardín frente a uno de sus lugares favoritos. Nuevamente se sorprendió al darse cuenta de la casualidad. Los tulipanes, el día en el que cultivaron juntos, el dojo.
—¡Oh! ¡Que hermoso!— Soun Tendo, el patriarca, llegó al sitio en compañía de su amigo Genma, con lágrimas en los ojos. Había escuchado los gritos, así que, cuando reconoció la palabra tulipanes decidió asomarse. Naoko, su esposa, estaba frente a ellos. No en vida, pero si en espíritu, comunicándose a través de ese pequeño pero significativo jardín de tulipanes, prometiéndoles que se encontraba bien en donde quiera que estuviese. Lloró a mares, conmoviéndose gracias a la escena.
Akane estaba pasmada. El día del fallecimiento de su madre plantó las flores junto a su prometido. Ahora, aparte de ser inicios de primavera, en dos semanas se acercaba el cumpleaños de su madre. Ranma...
¿Lo había hecho para ella?
Con emoción y un cúmulo de sentimientos corrió hacia dentro de la casa. Subió las escaleras, escuchando el palpitar de su propio corazón. Las lagrimas le estaban quemando los ojos, pero no de tristeza.
Se sentía feliz. Por primera vez, en mucho tiempo, la sonrisa volvía a asomarse en ella.
Abrió la puerta del cuarto, encontrando a Ranma recién despierto y sentado en su futón. Se frotaba los ojos para tratar de espabilar, pero lo hizo en cuanto sintió cómo alguien lo apretujaba con efusividad. Akane se lanzó hacia su cuerpo, enterrando la cara en el pecho fornido del chico, y sollozando ligeramente. El de trenza no pudo evitar sentirse algo cohibido. Sus mejillas se llenaron de un sonrojo enorme, y, cómo un robot, envolvió con sus propios brazos a la chica de cabellos cortos. Correspondió el gesto de cariño, esperando a que ella hablara.
Pasaron varios minutos así, pero curiosamente, ninguno de los dos percibía incomodidad. Más bien, todo ya era tan familiar, tan mágico, que deseaban con todas sus fuerzas que el tiempo se detuviera. Hasta que, por fin, Akane se despegó de su prometido. Limpió los pequeños diamantes que caían de sus ojos con sus dedos, y sonrió tiernamente.
—Ranma... son tulipanes.
El chico, con pena, titubeo un poco antes de hablar. —Tenía miedo de que no te gustara. El día antes de ir al cementerio, te pusiste tan mal que... ahm... yo, pensé que te sentirías incomoda.
Agachó la cabeza. —De nuevo, lo lamento. Pero, esto...— La efusividad regresó hacia ella, así que, levantó su cabeza, con la sonrisa más amplia. —¡Es hermoso!
—¿De verdad te gustó?— Preguntó tímido.
Ella asintió. Sin embargo, tenía una duda rondando por su cabeza. —Solo, que... ¿Por qué tulipanes?
De acuerdo. Era el momento de hablar. O, más bien, de decirlo sin dudar.
—La primera razón, es que son las favoritas de tu madre.
Akane asintió. —Es verdad.
—La segunda, es...— Carraspeó, sin dejar de ponerse más colorado. —Son... son tu fa...favoritas.. y... pensé que tal vez... tal vez te agradarían...
Se derritió de la ternura. La conocía tan bien, y eso le conmovía de sobremanera. —Gracias, Ranma. Yo...
—No he terminado.
—¿Eh?
El chico se levantó de su futón, dirigiéndose hacia el pequeño cajón del mueble cercano. Lo abrió, y con las manos temblorosas extrajo el pequeño libro que había sacado de la biblioteca. Luego, extendió aquél objeto hacia Akane, quien lo recibió interrogante.
—Ábrelo en donde está marcado. Por favor.
Cuando lo hizo, comenzó a leer el texto.
Significado de los tulipanes.
Los tulipanes son considerados como una alegoría del amor gracias a los turcos. Dependiendo del color que se elija, el significado puede cambiar. Los tulipanes blancos simbolizan la pureza, admiración y nuevos comienzos. También representan la flor de la vida y el amor sincero y fiel.
Los tulipanes rojos representan el amor ardiente y pasional. Los amarillos significan amor y cariño, pero también dejan ver el miedo de perder a la persona que más amas. El color rosa en estas flores significa la declaración de un amor incipiente y un gran aprecio.
El azul en los tulipanes transmite paz y serenidad. Los morados significan orgullo y éxito. El color naranja en ellos se asocia con la felicidad y la positividad. Y, por último, los tulipanes negros hacen alusión al amor eterno.
Pero, en caso de que no se decidan que variedad plantar, ¡No se preocupen! Porque si desean que todo esto llegue al corazón de las personas, entonces, pueden cultivar todas las variedades. Esto significaría el amor eterno. El amor avasallante. Le estarían comunicando un te amo directo a quien desean, y esa es la magia de los tulipanes.
Un te amo.
Un te amo directo.
Ranma la amaba. Tanto, que quería verla feliz, radiante.
Tanto, que decidió cultivar un jardín de esas bellas flores para ella.
Demasiado, al borde de pedirle que le ayudara a cultivar el pequeño secreto.
Ahora todo quedaba claro.
Akane se levantó, dejando el libro de lado. Caminó hacia su prometido, y lo volvió a abrazar con emoción. Esta vez, ella pudo conocer de manera clara y directa los sentimientos reales de Ranma.
—Te amo...— Susurró solo para ella, cariñoso.
—Gracias. Yo... también te amo. Y mucho.
Correspondió al abrazo, sintiéndose emocionado. Había podido llegar al corazón de Akane gracias al pequeño jardín de tulipanes que cultivaron juntos. En su mente, le agradeció a Yuka, pero también, a la mamá de Akane. Hizo una promesa ante la tumba de aquella mujer que dio a luz a la mejor chica del mundo.
Prometió cultivar todos los años un jardín entero junto a Akane.
Porque claro, deseaba darle a la que sería su futura esposa tulipanes para el corazón.
Una promesa que se haría realidad en el futuro.
¡Hola a todos!
Aquí les traigo un pequeño one shot en honor al flufftober de la página Es de Fanfics. ¡Yeiii!
Les comento de donde salió la inspiración. En X, gracias a un análisis de la usuaria sailorblossoms, pude descubrir el significado de los tulipanes. Significan bondad, amor puro e incondicional. Y, bueno, en el remake parece que eso nos deja entrever que Akane ama a Ranma tal cual es. Ella está ligada a los tulipanes, así que decidí que Ranma plantara un jardín entero de ellos, porque un simple ramo no basta.
Tal vez me quedaron un poco fuera del canon los comportamientos, pero, ¡hey! Hay veces que deben salirse de ello para poder avanzar.
En cuanto al fic de Te besaré en el callejón, no desesperen. Habrá actualización pronto, se los prometo.
Muchas gracias por todo el apoyo. Espero haberles trasmitido calidez en este escrito.
¡Que tengan un gran día!
Con amor, Sandy.
