CAPÍTULO II
EL GRANJERO DEL SUR
(Vrostov. Dos meses después)
Del otro lado de aquellas altas montañas se encontraba la nación que hacía ya varios meses había sido cercada por sus vecinos del Norte. Quienes habiendo sido seducidos por el grotesco discurso de aquel monstruo con piel de hombre, a su paso iban pisoteando aquellas fértiles tierras en un intento por ganar la guerra que ellos mismos y sin ningún motivo iniciaron.
Y aunque aún era otoño, el sol de la medía mañana comenzaba a quemar como si se tratara de ese casi eterno verano. Sin duda era la época perfecta para comenzar a cultivar la preciosa tierra con los cereales de la temporada, y había que aprovechar que la batalla aún no había llegado hasta ese precioso y pequeño rincón.
Los cielos eran inundados por las asustadas aves que presurosas huían de las grandes ciudades ante el avance de aquellos hombres que a su paso iban destruyendo sus hogares. Mientras que por momentos la tranquilidad del campo era quebrantada por los aviones que cuidando sus explosivas cargas, volaban a baja altura.
Un poco más allá y sin que eso lo perturbara, un joven hombre araba la tierra, luego de cuando en cuando se quitaba el sombrero de paja, dejando así al descubierto su rubia cabellera. Entonces del bolsillo de su pantalón saco un pañuelo para limpiarse la frente perlada por el molesto sudor.
Sus blancas mejillas estaban completamente enrojecidas y las largas mangas de su camisa no eran suficientes como para cubrirle los brazos de la incandescencia del lejano astro, hasta que de pronto se oscureció, haciendo que el hombre levantara vista y contemplara las pesadas nubes que provenían del Sur, las cuales sin duda alguna por la tarde o quizás por la noche ofrecerían una fresca y abundante lluvia.
"Necesito que llueva, a mis cultivos les vendrá bien esa agua fresca", murmuro y luego se inclinó un poco, revolviendo la seca y endurecida tierra con sus desnudas manos.
El nombre de ese joven era Haruka y desde niño había aprendido a amar la tierra. Su bisabuelo y luego su abuelo habían dedicado la mayor parte de sus vidas a la construcción de la granja que habitaba y cuyos deliciosos frutos abundaban no solo en su mesa, sino también en los pequeños locales de la ciudad.
Y era debido a su noble profesión que consideraba que los cultivos que emanaban de las mismísimas entrañas de la tierra eran un regalo que ella ofrecía para alimentar a sus hijos los hombres. Él por su parte y como buen granjero la cultivaba para ayudarla en su preciosa misión.
De pronto un ensordecedor sonido proveniente del cielo volvió a atraer su atención. Fijando la vista en él, contemplo los aviones que se dirigían hacia la capital en un intento por detener el avance del enemigo. Algunos volaban a baja altura, permitiendole contemplar a sus valerosos pilotos, siendo muchos de ellos preciosas y jóvenes mujeres. Y es que la guerra no había diferenciado entre unos y otros, todos debían pelear por su amada madre patria.
"Malditos desgraciados, no entiendo como es que todo esto comenzó", una vez más mascullo.
Ignorándolos y volviendo a lo que anteriormente ocupaba su tiempo, de su bolsillo extrajo su reloj para consultar la hora, descubriendo que faltaba poco para la hora de comida.
Así que hambriento y agotado, tomo sus herramientas y luego se cobijo bajo la abundante sombra de un árbol. Colocándose en el el rostro el sombrero de paja, cayó en las garras del bien merecido descanso.
(Un poco más allá)
Y al igual que en los preciosos campos, la tranquilidad aún reinaba en esas limpias y bien ordenadas calles. La cotidianidad imperturbable continuaba, aunque de cuando en cuando la incertidumbre reinaba y se apoderaba del buen animo de sus habitantes.
Así pues y con paso lento un hermosa mujer de cabellos castaños llevaba su hijo de la mano, un chiquillo que en medio de la guerra pronto cumpliría sus primeros cinco años.
De los megáfonos estrategicamente colocados para que todos los residentes de aquella ciudad pudieran escuchar, escapaba la voz de aquel sujeto que en nombre y a causa de su dureza era comparado con el hierro, anunciando así los avances que aquellos valientes soldados y civiles hacían al defender su amada capital.
Sin embargo la castaña no permitía que ni aún ante las malas noticias su buena actitud decayera, y es que antes que lo material estaba su esposo y su hijo, quienes eran todo lo que poseía y amaba. Y si ellos estaban juntos lo demás poco debía importar.
De pronto un grupo de oficiales inundo la calle. Ellos, portando con orgullo sus verdes uniformes, entonaban una melodía, invitando con ella a que los demás se les unieran.
"¿Mamá?", preocupado el niño se aferro a su enagua.
"No tengas miedo, son los buenos", contesto ella al contemplar su ondeante bandera.
"No lo crea, señora. Están aquí para reclutarnos, y al que no quiere ir se lo llevan a la fuerza. Así fue antes y así será siempre", un anciano mascullo.
"Mamá, ¿Después de la comida puedo quedarme con papá?", cuestiono el pequeño, interrumpiendo e ignorando las palabras de aquel hombre.
"Si, pero solo si el lo permite y prometes no molestarlo", contesto la hermosa mujer. "Será mejor irnos"
"Voy a ayudarle a sembrar la avena y el trigo", orgulloso replico.
Así pues y alejándose de las preocupaciones ambos continuaron su camino hasta que su tranquilidad fue quebrantada por el ensordecedor sonido de la pesada maquina de hierro que en las lejanías anunciaba su llegada, rompiendo así la monotonía del resto del día.
Atraída la gente dirigió sus veloces pasos hacia la estación, incluidos aquellos dos, quienes no imaginaban lo que estaban a punto de atestiguar.
Poco a poco la negra bestia por fin detuvo su andar y al instante aquellas preciosas y jóvenes oficiales envueltas en sus verdes capotes abrieron sus puertas, permitiendo que sus asustados ocupantes descendieran y mostraran así una de las tantas crudas y dolorosas realidades que a su paso deja la guerra.
Y es que contrario a lo que se había pensado, el tren no arribaba con más soldados ni con los heridos de la ultima batalla, sino con los asustados niños que habían logrado escapar de la invadida capital.
Sus padres, pensando que estarían seguros en el campo, los enviaban cociendo a sus abrigos sus nombres y direcciones para que una vez que el conflicto terminará pudieran volver a casa. Ellos por su parte se quedaban para palmo a palmo de sus tierras ir echando a aquellos hombres, a quienes bien podían comparar con bestias y entre los cuales se encontraba Gunther, el hermano de aquella hermosa aguamarina, quien lejos estaba de imaginar las atrocidades que brazo en alto y en nombre de su líder a su paso él iba cometiendo.
Así pues, confundidos, sin conocer a nadie, sin saber que hacer o a donde ir, llorando los niños descendían mientras que los mayores se hacían cargo de los más pequeños.
"No te separes de mi", dijo uno de aquellos chiquillos mientras que con fuerza se aferraba a la mano de su hermano menor.
"¿Mamá?, ¿Dónde esta mi mamá?", otro pregunto.
En silencio, los demás en vano en los rostros de aquellos desconocidos buscaban a alguien que les resultara familiar.
Ante esa dolorosa imagen y siendo presa de los más terribles pensamientos, la mujer negó con la cabeza y con fuerza tomo la mano de su pequeño.
"Tenemos que irnos, ya es tarde y papá nos espera", desviando el rostro para que el niño no contemplara su llanto, pidió.
"Mamá, ¿Por qué esos niños vienen al campo?", aún sin entender muchas cosas, pregunto.
"Porque es más seguro que las grandes ciudades", contesto su madre esperando que sus dudas hubieran terminado.
"¿Si?, ¿Cuando regresaran a sus casas?, ¿Dónde están sus papás?... ¿Murieron?"
La joven se quedó sin palabras y su rostro se empalideció, y es que ¿De qué forma podría hablarle con la verdad?. "Ellos vendrán en el próximo tren", expreso siendo consciente de que no sería así porque ellos debían defender sus hogares, aunque de ellos solo quedaran escombros.
"Si la guerra llega al campo, ¿A mi también me llevaran de tu lado?"
"No, eso no sucederá", afligida contesto, prosiguiendo su camino...
Mientras tanto el rubio seguía entregado al descanso.
El niño se arrodillo ante él y levantandole un poco el sombrero, comenzó a llamarlo; "Papá… despierta… papá… ya es hora de comer... tengo hambre", insistente con sus manitas movía al joven en un intento por lograr su cometido.
"Fiódor, no hagas eso. Papá está muy cansado y no merece que lo despertemos de esa manera. Ya lo hará y entonces podrán jugar", la castaña dijo para él.
"Está bien", resignado el niño se sentó al lado del rubio y sobre la tierra y con ayuda de una rama comenzó a trazar círculos.
La castaña finalmente se acercó a su esposo y descubriendole el rostro, deposito un corto beso en sus rosados labios; "Mi amor, despierta… ya estamos aquí", cariñosamente murmuro a su oído. "Prepare tu comida favorita"
Haruka abrió sus verdes ojos para encontrarse con el rostro de su preciosa esposa a unos pocos centímetros del suyo; "Me gusta despertar de esta manera", respondió correspondiendo a su gentil gesto.
"Lo sé. ¡Anda!, vamos a comer antes de que se enfrié", señalo tomando su mano para que se reincorporara.
"Me alegra que hoy hayan decidido acompañarme", dijo mientras se lavaba las manos.
Su esposa abrió la canasta, comenzando a acomodar los platos sobre la manta que en el suelo había extendido; "En esta época del año te ausentas mucho de casa y te vemos muy poco, así que decidimos venir hasta aquí para que no te sientas tan solo. Si tú lo permites mañana podemos hacerlo de nuevo"
"Mañana y siempre", el rubio contesto y acto seguido se sentó a su lado.
"Antes de venir fui al centro de la ciudad a recoger algo, así que antes de ir a casa tomare un poco de tierra fértil para plantarlo en el jardín", con las mejillas totalmente encendidas señalo.
"Podremos llevar de la que estoy arando... mira las nubes, sin duda durante la noche lloverá"
"Ya hace falta"
"Papá, en la escuela hoy aprendí a escribir mi nombre, mira", el chiquillo señalo hacia la tierra, donde con la vara lo había trazado.
"Esa sí que es una muy buena noticia . ¿Qué más aprendiste?", despeinándole el cabello, animosamente el hombre comenzó a conversar con su hijo.
"Solo eso", respondió con un ligero movimiento de hombros.
"Me alegra que lo hayas logrado... Misaki, ¿Qué has sabido?", esperando que hubiera noticias buenas, en voz baja se dirigió a su esposa.
La mujer, habiendo servido los alimentos, afligida procedió a responder, "Mi amor, no pienses más en ello, mejor comamos y disfrutemos de nuestra compañía"
"¡Anda!, dime", el rubio volvió a insistir. "He visto volar varios aviones, sin duda iban a la capital"
"Dicen que por cada calle que nuestros soldados liberan, ellos toman tres... además se dicen cosas terribles", mordiéndose los labios negó con la cabeza, como intentando olvidar lo que había escuchado. "Esos monstruos no tienen piedad de nadie, a las mujeres las toman como prisioneras... queman aldeas y ciudades enteras... ¿Que les hicimos como para que actúen así en nuestra contra?"
"No lo sé", Haruka señalo sin comprender como es que el ser humano puede llegar a comportarse de esa forma tan horrorosa.
"Papá, ¿Tú crees que perderemos la guerra?", sin saber que era lo que realmente significaba esa palabra ni todo lo que se pierde en ella, el chiquillo cuestiono.
El rubio y su esposa bajaron la mirada ante los cuestionamientos del pequeño; "Y decías que no querías que el niño escuchara nuestra plática"
"Por supuesto que no quiero que él escuche, al menos no de nuestros labios. Son solo niños, no deberían inmiscuirlos en los problemas de los adultos. No sabes como me gustaría que tuviera una infancia como la que nosotros vivimos, que aunque está estuvo llena de carencias a causa de las constantes crisis, éramos felices con tener un mendrugo de pan"
"Conforme la guerra se extienda y peor aún, si logran tomar la capital, el racionamiento cada día será peor. Por eso mismo no vendo toda mi cosecha, guardo un tanto de ella para lograr sobrevivir, aunque sea durante algún tiempo… luego veremos como nos la arreglamos"
"¿Crees que nos quitaran la granja?", la mujer pregunto exaltada.
"Misaki, si ellos toman esta ciudad o la capital, la granja poco importara. Venderla no es la opción. Si ellos vencen el dinero no servirá de nada, la cosecha se convertirá en nuestra moneda de cambio… a veces pienso que debemos huir", apretando con fuerza sus puños, chillo.
"¿Huir?, ¿A dónde iremos?. Al lugar al que vayamos será igual o peor que este", dijo y luego sirvió la fresca bebida que había preparado para él. "A diario llegan trenes cargados de niños, sus padres los envían confiando en que aquí estarán bien… yo no sé cómo hacen esas madres para separarse de ellos. Yo no podría hacerlo", triste dirigió la mirada hacia su pequeño. "Malditos sean mil veces esos hombres"
"Tienes razón, en ningún lado estaremos seguros mientras este maldito conflicto siga"
Y aún en medio de todo ese dolor la castaña tuvo fuerza para sonreír; "Quizás a nosotros también nos pidan acoger a algún par de niños. ¿Estarías de acuerdo con ello?"
"Si, ¿Por qué no?", contesto.
"Quizás un par de niñas, o una niña y un niño, de esa forma Fiódor no estará tan solo"
"Sí así lo deseas por mi está bien"
El pequeño noto la mueca de aflicción de su padre, así que sentándose a su lado, lo abrazo con fuerza; "Papá, ¿Crees que la guerra llegara hasta este lugar?"
"Por supuesto que no… además tú no debes pensar en ello", el rubio sonrió para con él en un intento por devolverle un poco de esa perdida confianza.
"Yo no quiero que tú te vayas… no quiero que nos dejes solos", rompiendo en llanto gimió. "No quiero que me separen de mi mamá"
Haruka dejo el plato sobre la manta, abrazándose a su pequeño para tranquilizarlo; "No llores, yo no iré… estaré contigo y con mamá para cuidarlos", respondió sabiendo que mentía y que era cuestión de tiempo para que a él también le llegara su hora. Más en lo que eso sucedía, debía aprovechar cada instante de esa preciosa y tranquila vida.
"¿Verdad que tú eres bueno?"
"No sé si soy bueno o no, ¿Tú que piensas?"
"Qué lo eres, pero prométeme que si te vas no vas a hacer cosas malas como esos hombres", recordando las historias que en la escuela había escuchado, gimió. "Prométeme que volverás... prométeme que seguirás siendo bueno"
Ante su llanto Haruka sonrió y le acomodo el cabello que caía por su frente; "Te prometo que no haré cosas malas, seguiré siendo bueno"
"Ya escuchaste a papá, será mejor que comas o todo se enfriara", la mujer se dirigió al niño. Luego cuando este se concentró más en los alimentos que en la conversación, se dirigió al joven; "Las calles están llenas de oficiales, dicen que están reclutando a hombres y mujeres para ir y pelear… dicen que a los que no quieren ir se los llevan a la fuerza"
"Mujer, tú no tienes de que preocuparte. Eso no sucederá con nosotros"
"Espero y no me estés mintiendo. No sabes cuanto me gustaría creerte", la castaña replico.
"Este conflicto lo iniciaron ellos dos. Si, se aprovechan de nosotros. Quieren que vayamos a una guerra que no es la nuestra y que nos beneficiara en nada"
"Lo que más me duele son todas esas familia, sobre todo esos niños que se quedaran sin un padre"
"El que va a la guerra no sufre tanto como el que se queda", dijo dirigiéndole la mirada a su hijo, y es que no quería imaginar que sería de ellos si él se tuviera que ausentar a consecuencia de las malas decisiones.
Notas de autor;
Recuerden que en mis historias hay pistas escondidas.
En la otra historia Haruka tenía plantado un huerto, pues esta vez le toco renacer como un granjero. Y a su hijo le puso el nombre de aquel hombre que en esa vida tanto admiro y quiso como a un padre. Además de otras cosas...
Y como se darán cuenta, tome de contexto ciertos elementos de la segunda guerra mundial.
Esta es solo la introducción, aún falta mucho por ver. Y como ya se imaginaran, aquí habrá de todo. Lloraremos y reiremos. Y algo que quiero recalcar, es que muchas veces no podremos juzgar las decisiones que nuestros personajes favoritos llegaran a tomar.
Una pregunta que quiero hacerles es; ¿Prefieren los nombres originales o los que conocimos en el doblaje?
Michelle; Solo nos faltaba a abordar esta época, la cual será su penúltima reencarnación. Aún no se si esta historia será más triste que la otra.
Kaiohmaru; Ese hermano de Michiru no es de fiar,y la prueba de ello es que le trae ganas a su propia "hermana".
Isavellcota; Así es, se culpa la victima de todo, y peor aún cuando la familia lo hace. Y si, lloraremos, pero también tendremos alegrías.
Kyoky; Ya me dí cuenta de que eres bien despistada. El contexto como dije es algo parecido a la segunda guerra mundial. Y es por ello que no quiero entrar en ciertos detalles. Con pocas palabras trate de describir la decoración de aquellos días en un intento por ubicarlos, además no quise decir explicitamente quien es el hombre o mejor dicho, en quien esta basado el personaje de la radio porque aún luego de tantos años, su nombre sigue dando miedo. Él es el Voldemorth de esta historia.
