CAPÍTULO VI

LA VOLUNTARIA DE VLADSTOK

Sobre una calle bifurcada por una transitada avenida, se alzaba un modesto hogar cuya fachada hacía poco tiempo había comenzado a ser reparada. Mientras que del balcón colgaban un par de macetas cuyas dulces flores y fresca agua atraían no solo a las juguetonas aves.

Del otro lado y en la acogedora habitación, sin que preocupación alguna los embargara, entregados al descanso sobre su suave cama yacía una joven pareja de enamorados.

La rubia y siempre hermosa mujer, desnuda bajo las tibias sabanas, mantenía clavada su azulada mirada en su amado, quien soñaba con ella.

En silencio y con toda su atención cernida en él, con cuidado la alguna vez deidad le acomodo los negros cabellos que caían por su pálida y sudorosa frente.

"Buenos días", finalmente murmuro a su oído con la firme intención de besarlo, sin embargo en el ultimo segundo decidió no hacerlo y muy por el contrario volvió a perderse en su dormida belleza.

Desviando un poco la mirada, la joven observo el reloj que se encontraba sobre el mueble del fondo y comprendiendo que había llegado la hora de ponerse en pie, lo hizo dejando a un lado la sabana y no importándole que algún indiscreto vecino a través del ventanal contemplara su siempre divina desnudes.

"Esa mala costumbre tuya", con una sonrisa en los finos labios, el pelinegro murmuro al verla caminar de un lado a otro.

Ella sonrió y dirigiéndose hacia él, deposito un corto beso en sus labios; "Armand, ¿Acaso fingías que dormías?"

"¿Y qué si lo hacía?", replico antes de devolver el tierno gesto.

"Eres un tonto", la rubia contesto y tomando su bata de baño, cubrió su perfumado cuerpo.

"No, por favor no te vistas y hazme un poco más de compañía", él pidió tomándole de la mano.

"Quisiera poder hacerlo, sin embargo demos ir al mercado. O de lo contrario ya no encontraremos nada que comprar"

"Mina, por favor. Tan solo te estoy pidiendo un minuto más", suplicante el pelinegro junto sus dos manos.

Indecisa la chiquilla se quedo un instante, hasta que no pudiendo resistirse a esa tentadora invitación, asintió; "Tú ganas, pero con una condición"

"Lo que pidas"

La mujer sonrió y clavando su mirada en la de él, hizo la tan acostumbrada pregunta; "¿Me amas?"

"Tanto como para convertirme en tu esposo"

Mina cruzo los brazos sobre su pecho y con el entrecejo fruncido exclamo; "Lo dices como si se tratara de un gran sacrificio... así que por eso mismo no volveré a acostarme contigo"

"Entonces no lo pospongamos más y hagamoslo ahora. Conviértete en mi esposa"

"Eso quisiera, pero no será posible hasta que la paz regrese. Así lo prometí", contesto ella mientras se deshacía de aquella prenda.

"¿Entonces?"

"No vivamos del mañana, mejor vivamos el ahora", concluyo fundiendo sus labios con los de él...

Hasta entonces esa era la tranquila y modesta vida de ese par de enamorados, en la que antes que lo y los demás, primero estaba el uno para el otro...

Fue así que contentos y tomados del brazo, ambos iniciaron la tan acostumbrada caminata. Lejos aún estaban de imaginar que ese hermoso día, quizás se convertiría en el ultimo.

La mujer, llevando el canasto en su otro brazo, de vez en cuando recargaba la dorada cabeza en el hombro de su amado. Él por su parte de forma gentil acariciaba la mejillas de su amada.

"¿Se podrá llegar a ser más feliz?", se pregunto ella al mismo tiempo que de su pecho escapaba un suspiro.

"Pienso que si"

Ante su contestación la joven rió un poco; "Pensé que lo había pensado"

Depositando un corto beso en sus labios, Armand negó con la cabeza; "Pues ya ves que no. Y porque nos amamos es que no podemos ni aun siquiera callarnos lo que pensamos"

"Tienes razón"

En ese punto el pelinegro contemplo la iglesia que en la otra calle se alzaba y dirigiéndole la mirada a su amada, cuestiono; "¿Quieres entrar?"

"¿Por qué no?"

Y apenas lo hicieron del ambiente aspiraron ese aroma a incienso y cera. Y acercándose al altar, frente aquella figura se arrodillaron, elevando así y por separado una callada plegaria.

"Ahora no tengo un hermoso anillo, que es lo que dicta la costumbre. Pero frente al altar te prometo que pronto tendrás uno. Ademas es mi deseo jurarte que siempre estaremos juntos"

"¿De Verdad?", conmovida ella cuestiono.

"Si, Mina. No importa que pase. Siempre estarás conmigo y yo estaré contigo"

"¿Qué sucederá si el destino nos separa?"

Ante esa sola idea el hombre negó con la cabeza; "A nosotros eso no nos sucederá"

La rubia sonrió y tomando la mano de su amado, la beso; "Es cierto. Ese destino que ha unido dos almas no puede ser tan cruel, pero si llegase a serlo, yo estaré esperando tu regreso"

El pelinegro negó con la cabeza y aferrándose a sus manos, replico; "No, ya no puedo tolerarlo. Por eso ahora mismo te tomo como mi esposa"

"Y yo te tomo como mi esposo", ella contesto y luego lo beso en los labios.

Fue así que sin una ostentosa ceremonia, se juraron el uno para el otro para luego dirigir sus pasos hacia el mercado, donde contemplaron la tan acostumbrada escena.

Ahí y tendidos sobre la acera, los mendigos suplicaban por un trozo de pan. Del otro lado los huérfanos que la guerra iba dejando rogaban por atención. Mas allá, cansados, enfermos, humillados y mutilados, en vano aquellos excombatientes trataban de ocultar la vergüenza que les producía el recibir un poco de esa bien merecida ayuda.

"¿En que momento llegamos a esto?", con tristeza, la hermosa joven Mina contemplo a esos desdichados.

"En el instante que esos malnacidos decidieron ocupar nuestra tierra", Armand escupió con ira. "Sigo sin entender cual es su odio hacia nosotros. Nada les hicimos como para que se hayan atrevido a darnos este trato"

Uno de eses hombres se sintió observado por la rubia y dirigiéndole un furiosa mirada, frunció el entrecejo; "¿Qué miras?... ¿Jamas habías visto a un hombre sin una pierna?"

"Cállate, no tiene la culpa de lo que nos ha pasado", su compañero le reprendió.

"Lamento mucho si lo he hecho sentir mal", Mina expreso he inclinandoce un poco a su altura, compartió con ellos un poco de su compra.

"Mina, tenemos que irnos", un tanto molesto su ya esposo la llamo.

El hombre que le había alzado la voz tomo aquel fruto y llevándolo a sus labios, rompió a llorar ante esa amabilidad; "Lamento mucho haberte gritado, para nada me agrada infundir lastima. Hubiera preferido que me mataran antes que esto"

"¿Lastima?, por favor no digas eso. No hay forma de pagar lo que tú has hecho por nosotros y tu tierra", replico observando su gastado uniforme.

El hombre sonrió y limpiándose las mejillas, expreso; "En mucho tiempo y desde que volví de la capital, ninguna mujer me había hablado ni me había tratado como lo has hecho tú… solo les doy asco... incluso a las que se venden"

"No digas eso, cualquier mujer estaría feliz de estar con un hombre tan valiente como tú. Es su problema si ellas no valoran lo que has hecho por todos nosotros"

El otro ex oficial sonrió y contemplándola, abrió los secos labios; "Y si a él se lo llevan y te lo regresan lisiado, ¿Seguirás amándolo?, ¿Seguirás pensando como hasta ahora?"

Mina observo a su amado y dibujando una sonrisa en sus rosados labios, contesto segura de si misma; "Incluso si tengo que llevarlo en los brazos"

"Gracias, chiquilla", el primero de los oficiales contesto. "Ójala y el destino no tenga que separarlos y si lo hace, que te lo regrese con bien"

"Así será"

Fue así que sin decir nada la pareja continuo su camino, aunque en el rostro del joven era fácil adivinar que se encontraba profundamente conmovido.

"Lo que dijiste… ¿Es verdad?", cuestiono luego de un largo silencio y mientras intentaba deshacerse del pesado nudo que en su garganta se había formado.

"Lo es", replico ella clavando su enamorada mirada en la de él.

"¿Aunque tarde mucho tiempo y llegues a pensar que morí?"

"No importa si tardas una eternidad. Yo te estaré esperando ahí, en nuestra casa"

"Me da miedo pensar que con cada día que pasa se acerca el día en el que tendré que irme"

"No pienses en eso y mejor disfruta el ahora, si mañana te llevan lamentaras mucho el hoy haberte torturado con esa idea"

"Tienes razón"

De pronto y para romper la tranquilidad del día, en la distancia se dejo escuchar el pesado arribo de la maquina de hierro y entonces, el grito y el llanto se apodero del lugar al mismo tiempo que los residentes de la ciudad trataban de huir para salvar sus vidas.

"¿Qué ocurre?", pregunto la joven al no entender que era lo que pasaba.

"Se los están llevando", una anciana grito al ver como los hombres eran tomados por los oficiales del tren y arrastrados dentro de los vagones.

"Huye al bosque", otra mujer grito para con su joven hijo.

"¿Qué esta pasando?"

Armand tomo la mano de su ya esposa y entonces juntos emprendieron la rápida huida.

"¿Aún no lo entiendes?, se los llevan al frente… corre", preocupado el pelinegro exclamo. "Sabia que tarde o temprano esto pasaría, pero no que sería así"

"No, no pueden llevarte. Es inhumano", llorando su mujer replico.

"A ellos no les importa, aún si lo harán", él contesto y entonces un golpe seco en su espalda lo derivo, haciéndolo caer de cara al suelo.

"¡Armand!, contemplando la sangre que de la herida emano, horrorizada se cubrió el rostro.

El oficial que lo había golpeado sonrió y tomándolo por la camisa, hizo que se reincorporara. "Despídete", burlón mascullo.

"Déjelo, no pude hacer eso", desesperada , Mina forcejeo con el hombre en un intento por liberar a su esposo.

"Tonta, quítate", el oficial replico, empujándola y haciéndola caer sobre el polvo.

"Vete, Mina. Te prometo que regresare", el pelinegro grito mientras era arrastrado en dirección a la estación de tren.

"No, no se lo lleve", suplicante, la joven se arrodillo ante el pesado sujeto para sujetarlo por la bota.

El oficial sonrió, abofeteandola en el rostro y empujándola con el pie; "No me estorbes"

"Nos seas tonta, vete", llorando, Armand suplico. "Por favor no veas... te prometo que volveré"

La rubia no dispuesta a dejarse vencer, se reincorporo y entonces valientemente expreso algo que el hombre conocía de otros oficiales, pero que personalmente jamas había atestiguado; "Llévame a mi también"

"Cállate, estúpida", embargado por la tristeza Armand ordeno.

"¿Sabes a donde vamos?", orgulloso, el uniformado cuestiono a la desesperada mujer.

"Si, lo sé y aún así quiero ir", contesto con la misma valentía de antes.

"Es un lugar peligroso, no es como lo imaginas, ¿De qué podrías servir tú ahí?"

"Ha perdido la cabeza, por favor ignore todo lo que esta mujer ha dicho", el joven volvió a suplicar.

"Vuelve a casa, niña", contesto el hombre.

"¿Qué no me escucho?, quiero ir a la guerra"

"Cállate", Armand grito.

"Quien debería callarse eres tú, no puedo creer que sea más valiente que muchos que se dicen hombres, cobarde"

"Por favor lleveme, haré cualquier cosa. Limpiare, curare a los heridos, peleare como lo hacen los hombres, pero por favor no me separe de él"

El hombre ante su determinación sonrió; "Entonces ven con nosotros. Hay mucho que hacer. Solo espero que no te arrepientas de tu decisión"

"No lo haré, señor", dijo dejando que su amado se apoyara en su hombro para ayudarle a avanzar.

Mientras tanto en el anden el tren esperaba por todos ellos.

Ahí y aun sin conocer el campo de batalla, los hombres ya portaban sus nuevos uniformes. Mientras que los nuevos reclutas, aún llevando sus ropas de civiles, temblaban embargos por el horror, extendiendo los brazos a través de los barrotes de las diminutas ventanas para tomar lo que los de afuera les ofrecían.

Las madres, las esposas y aquellos infantes que pronto se convertirían en huérfanos, sollozaban ante ellos siendo conscientes de que algunos no volverían, otros si, pero diferentes a lo que alguna vez fueron.

Y mientras Mina y Armand avanzaban entre el gentío, la rubia contemplo a aquel grupo de bellas jóvenes, quienes envueltas en esos impecables uniformes masculinos sonreían para ella.

Diferentes eran los motivos que muchas de ellas tenían para haberse unido a los hombres.

"En la capital asesinaron a mi esposo, voy vengarlo", una de ellas expreso para con sus nuevas amigas. "En casa deje a mis hijos"

"Mi hermano y mi padre se fueron al frente y yo voy a unirme a ellos. No puedo quedarme sin hacer nada"

"Mujeres, vengan con nosotros y ayudemos a los hombres a ganar la guerra", otra expreso.

Ante las palabras de la ultima joven, un oficial sonrió mientras negaba con la cabeza; "Ya me imagino lo que pensaran de nosotros, dirán que somos cobardes por habernos apoyado en las mujeres"

"Cállate", ellas ordenaron.

"Me callan y no me dejan hablar, pero escuchen bien, ninguna mujer en la tierra es tan valiente como las de nuestra nación"

Ante sus palabras, el vitoreo por parte de aquellos furiosos hombres no se hizo esperar...

Por fin las pesadas puertas se cerraron, dejando los vagones en una casi completa oscuridad e invadidos por el desagradable aroma del sudor.

Entonces al interior llego el rumor de aquella alegre marcha de despedida que en la estación había comenzado a ser entonada y la cual les aseguraba la tan merecida victoria.

Ante esa combinación de elementos Armand bajo la cabeza y tomando las manos de su amada, hizo aquella dolorosa pregunta, "¿Por qué decidiste acompañarme?"

"Porque eres mi esposo y juramos que nada va a separarnos. A partir de ahora tú y yo somos uno solo"

"No podre vivir en paz, peleare con todas mis fueras para acabar esta guerra y volver a nuestra antigua vida", el hombre dijo y justo en ese momento el tren inicio su pesada marcha, arrancándolos del pequeño rincón que tanto amaban para llevarlos directo al combate...

Confundida Mina observo a los ocupantes de vagón, quienes a partir de ese momento se convertirían en sus camaradas y entre los que había un par de jóvenes que despreocupados jugaban a las cartas.

"No es justo, Alexei"

"Así es esto, hermano", contesto Nikolai mientras exhalaba una abundante bocanada de humo.

Y aunque la mayoría de los hombres se lamentaban, uno pronto llamo la atención de la hermosa joven.

Ahí, sentado sobre el duro y frió suelo de madera, aquel rubio no lloraba. En silencio y con un grotesco brillo en la mirada tan solo se limitaba a observar a través de la ventanilla. Era él, el hermoso granjero que había perdido a su familia. Del otro lado y aún embargados por la tristeza, una pareja de médicos se abrazaba.


Notas de autor;

Hasta ahorita Haruka es quien lleva la pena más grande, porque esa gente le arranco de tajo todo lo que tenía.

Entre la pena de Mina y Amy no hay mucha diferencia. Ambas fueron a la guerra porque están enamoradas y porque son valientes.

Kaiohmaru; Cierto, su locura lo arrastro a ir en contra de todo el mundo, y fue tanta su ambición que no midio las consecuancias.

Michelle; No solo es un error tener un hijo con una persona así, sino por lo que se estaba viviendo. Y si, ese niño fue la conseciancia de un error de juventud.

Isavellcota; Esta historia que refleja una realiad aún mas cruda que la de la vez pasada. Y es que de nueva cuenta no necesitamos de vampiros, ni zombies para tener una historia de monstruos, con las malas acciones del ser humano es suficiente.

Kyoky; Ahora fuí yo quien se despisto. Es verdad, el nombre de todas las mujeres que a lo largo de las historias han pasado por Haruka, empeizan con M, hasta Medusa. No me había dado cuenta XD. Y si, en esta vida su coquetería le paso factura.

En esta historia desde el principio hay mucho dolor y nuestros protagonistas tienen diferentes motivos para unirse a una guerra que ellos no iniciaron, llevandolos a un estado primitivo, asi como en el caso de los vecinos de Haruka, que primero pensaron en ellos antes que en los demás.