CAPÍTULO VIII
EL SOLDADO DEL NORTE
Y apenas amaneció, fueron sorprendidos por aquellos hombres, quienes ocultos detrás de la estepa les esperaban.
"¿Cuando terminara?", se pregunto la siempre hermosa Mina, quien arrastrándose sobre el fango y las filosas rocas, se esforzaba en intento por llegar a socorrer a sus compañeros heridos. Y es que si su valor no flaqueaba ante las mortíferas balas que volaban en todas direcciones, mucho menos lo haría ante el dolor que comenzaba a apoderarse de ella.
"Aquí, aquí estoy", gimió uno de ellos mientras que con fuerza se sujetaba al rasgado uniforme de la mujer.
"No hables", contesto, abriendo su bolso tomo una venda con la cual cubrirle hemorragia de la pierna izquierda.
"Por favor, dime la verdad ¿Voy a perderla?", cuestiono el hombre al borde de la inconsciencia.
"Será mejor que no hables y guardes tus energías, tengo que llevarte al quirófano", contesto la rubia y en medio de ese feroz fuego cruzado comenzó a arrastrarlo fuera de las lineas de combate.
"No estoy tan mal, será mejor que vayas y ayudes a los demás", tratando de liberarse a su agarre, el mal herido oficial pidió.
"No puedo dejarte aquí", Mina replico y apenas se inclinó un poco sobre él, un disparo voló por encima de su cabeza para luego impactarse a pocos centímetros de ella.
"Eso estuvo muy cerca"
"No ha pasado nada", la alguna vez diosa replico sin tomarle mucha importancia.
Más allá y dentro del pequeño hospital que habían improvisado, empapados en sangre y sin poder ir a ningún lado para protegerse, los médicos se ocupaban de ellos.
"A la cuenta de tres vamos a moverlo, uno... dos.. tres", dijo la cirujano Mizuno mientras levantaban a aquel hombre que reposaba sobre la mesa de operaciones para poder atender al siguiente.
"Aquí tengo otro", sin haberse detenido a asimilar que casi muere, Mina ingreso al hombre.
"¿Estas herida?", cuestiono la peliazul al verla empalidecida y cubierta de sangre.
"No", contesto sin fuerza, sintiendo como sus si sus piernas estuvieran próximas a romperse como si de finos cristales se trataran.
"Tus labios están secos, por favor bebe un poco de agua y descansa un minuto", concentrada en lo que hacía recomendó.
"No, no puedo. Esos hombres me necesitan"
"Por favor consideralo", contesto viendo como su compañera regresaba al campo de batalla para continuar con su labor.
"¿Voy... voy a perder mi pierna?", cuestiono el oficial.
La peliazul lo observo y entonces un lejano y doloroso recuerdo acudió a llenar su memoria, haciendo que sus ojos se volvieran cristalinos, más comprendiendo que no había tiempo que perder, tomo el filoso bisturí. "Por favor no te muevas, voy a cortar el pantalón"
"¿Voy a perder mi pierna?"
Ante su pregunta la medico en jefe no respondió. Por su profesión sabia que era mejor guardar silencio antes que dar esperanza, o como en ese caso, arrancarla de tajo.
Mas para su mala suerte, una bala perdida se coló dentro de su hospital, hiriendo a uno de los médicos.
"¡Demonios!, yo sola puedo atender a este hombre, que alguien se ocupe del cirujano", ordeno.
Del otro lado y sobre la alta copa de un abedul, oculta la castaña Lita cazaba al enemigo con ayuda de su inseparable Vasia, el arma que había robado.
"Hijos de perra", furiosa gritaba mientras que a la memoria traía de vuelta el recuerdo de lo sucedido aquella trágica mañana.
-Flashback-
Y en ese instante todo a su alrededor se torno nebuloso. Ese demonio no solo había abusado de ella, sino que había atacado a su hermano.
"Lita...", débil y a punto de ahogarse con su propia sangre, Vasia murmuro.
Sin importarle el infierno que a su alrededor se desataba, ella se inclino sobre él para tomarlo en sus brazos; "No hables"
"Lamento mucho no haberlo detenido... huye... tienes que vivir", el chiquillo pidió con las ultimas fuerzas que quedaban en él.
"No voy a dejarte aquí"
"Vete al bosque, encuentra a las tropas civiles", dijo y entonces se quedo quieto, viendo hacia el cielo.
"¿Vasia?... ¿Vasia?", desesperada lo llamo, sin embargo él ya no respondió. Había muerto.
Mientras tanto y apunto de desangrarse, su agresor se aferraba al suelo en un inútil intento por reincorporarse.
"¿Por qué?", furiosa cuestiono ella.
El mal herido oficial trato de responder, mas no pudo ya hacerlo porque en ese momento la vida se le escapó, quedando tendido sobre la paja.
Observando como con su maldita sangre teñía su tierra, la castaña se inclino sobre él para despojarlo del arma.
En ese punto un disparo voló por encima de su cabeza, haciendo que ella volviera la mirada hacía el sujeto que por la espalda la había sorprendido.
"*Maldita*", mascullo mientras volvía a dispararle.
Observando a su hermano y recordando sus últimas palabras, tomo el arma de su atacante y en rápida huida se dio a través de los bosques.
"*Que no escape*", chillo aquel regordete oficial.
"*Atrapenla*"
De entre esos demonios con piel de hombres emergió uno y negando con la cabeza, burlón señalo; "*No, dejen que se vaya... esa mujer ya esta muerta*"
Si su hermana, la hermosa aguamarina, contemplara en que se había convertido el joven Gunter, muy seguramente llegaría a desconocerlo, y es que no había nada que justificara su miserable actuar.
Y mientras la castaña corría con el arma en sus manos, tan solo un pensamiento ocupo todo su raciocinio; "Vasia, te prometo que esto no quedara así, te prometo que algún día he de llegar a la tierra de tu asesino"
-Fin flashback-
"Una medalla más", contenta festejo en cuanto uno de esos sujetos inmóvil cayó.
Mientras tanto y lejos de las trinchera que habían cavado, sus valientes compañeros se lanzaban al terrible combate, algunos con las manos desnudas y a la espera de que alguno de sus camaradas cayera para poder hacerse de su arma.
Así que cuando los unos y los otros apenas se encontraban, se fundían a golpes y entonces aquel grotesco crujir de huesos se dejaba escuchar.
Horrorizada ante esa grotesca imagen, la rubia Mina desviaba la mirada. "¿Acaso esta es la verdadera naturaleza del hombre?, ¿Acaso somos bestias educadas?", se pregunto. "Es horrible", pensó ante aquella infernal escena. "Armand, ¿Dónde estas?... ¿estarás vivo o...?.., no, sé que estas vivo porque me prometiste volver", murmuro recobrando un poco de esa perdida esperanza.
Más allá, con el uniforme gastado y el rostro totalmente cubierto en polvo y sudor, el rubio peleaba.
"Esto y más se merecen", encolerizado grito.
Él, quien le había prometido a su hijo no ir a la guerra, o no hacer cosas malas en ella, no daba tregua mientras que a fuertes voces dictaba las ordenes en un intento por salvar a los hombres y mujeres de su regimiento. " Debemos resistir el ataque"
"Es casi imposible, necesitamos apoyo", replico el tuerto Fiódor Matveyev.
"Lo es, sin embargo no debemos permitir que continúen avanzando", dijo y entonces salio de la trinchera.
"¿Qué haces?, no seas estúpido", mascullo.
"Comando a estos hombres y mujeres, no puedo acobardarme", Haruka grito y sin importarle que alguna de esas balas lo condenara a muerte, al igual que los demás se lanzo hacía las filas enemigas.
Entonces a la memoria trajo el recuerdo de aquellos días de paz, en los que al lado de su esposa y su hijo disfrutaba de esa vida.
Así pues, valiente, furioso y deseoso de obtener su venganza, se movía entre los combatientes, hasta que observando el arma en sus manos, por primera vez desde que se unió, flaqueo.
"¿Qué... qué hago aquí?", pensó mientras recordaba la promesa que le había hecho a su pequeño. Sin embargo así es la guerra, ¿Quien podría atreverse a señalar si lo que estaba haciendo estaba bien o mal?, ademas fuere como fuere, debía pelear si es que deseaba sobrevivir.
Observando a su alrededor, contemplo a sus amigos. A la rubia Mina y a todas aquellas valientes mujeres que arriesgando sus vidas en medio de los disparos se ocupaban de atender a sus compañeros. Más allá Nikoai y Alexei, los dos hermanos, juntos como en cada batalla se arrastraban entre las filas para acercarse lo más posible al escondite del enemigo.
"No, no puedo flaquear, estos hombres confían en mi... y yo he de mantenerlos con vida", pensó y recordando lo que en los últimos dos años había atestiguado, se aferro a su arma, luego trepo a uno de los pesados tanques para continuar el ataque. "Esta victoria será nuestra"
"¿Cuando va a terminar?, ya perdí la cuenta de cuantos hombres he atendió hoy, ¿Cuantos de ellos van a sobrevivir?", pensó Mina mientras que sobre las rocas se arrastraba y entonces, alguien la sujeto por la bota.
"A... Ayúdame... te lo ruego", gimió aquel soldado.
"Ya voy", contesto ella y aún sobre su pecho y sus rodillas, acudió en su auxilio. Sin embrago cuando observo a quien clamaba su atención, de golpe se detuvo.
"*Por favor, ayúdame*", volvió a gemir.
"No", furiosa contesto al ver que se trataba de un hombre del Norte. Así que dándole la espalda, intento arrastrarse para socorrer a sus compañeros. Sin embargo el hombre volvió a sujetarse a ella.
"*Por a-mor de Dios... me due-le mu-cho*", echándose a llorar expreso.
Sin moverse ni dirigirle la mirada, la joven frunció el entrecejo; "¿Por qué?"
El mal herido hombre trato de sonreír, entonces gimió de forma lenta para que ella pudiera entender su idioma; "*Por-que ten-go espo-sa e hijos... qui-ero vol-ver a mi ca-sa*"
"No, ¿Por qué atacaron nuestra tierra?", sin importarle su agonía lo observo con el mas puro de los desprecios.
"*Por-que nos obli-ga-ron a ve-nir*"
"¿Te obligaron?"
"*Si... a-gua, da-me un po-co de a-gua*", pidió.
Ante eso la joven se inclino sobre él y tomando su cantimplora, permitió que bebiera de ella.
"¿Los obligaron a quemar nuestras aldeas?, ¿Los obligaron a envenenar nuestra tierra?", cuestiono mientras lo liberaba del pesado casco.
"*A mi si*", contesto y entonces se echo a llorar de forma abierta. "*Te ju-ro que yo no que-ría ha-cer-lo*"
El mal encarado Yakov observo el actuar de la joven y dejando a un lado el combate, camino hacia ella: "¿Qué haces, estúpida?", pegunto y luego se tiro al suelo ante la granada que había explotado cerca de el.
"Esta herido"
"Puede morirse, ¿Ya olvidaste lo que ellos nos hicieron?", cuestiono tomándola por el abrigo para abofetearla.
"Solo le estoy proporcionando un poco de agua"
"Será mejor que no la desperdicies y la guardes para ti"
"La guerra te ha deshumanizado", replico la rubia.
"Ellos nos orillaron a esto... ¿Ya olvidaste como pisotearon nuestra tierra?, ¿Ya olvidaste como trataron a nuestra gente?", embargado por la más pura de las iras, se inclino sobre él para golpearlo, sin embargo la mujer no se lo permitió.
"No lo he olvidado, pero al menos deja que vende su herida"
"No, ellos no merecen nuestra piedad", Yakov chillo y entonces con su arma le apunto al joven.
"*No, por fa-vor no me ma-tes. Ten-go in-for-ma-cion que les va a ser-vir*", chillo sin poder contener el horror que lo embargaba.
Habiendo escuchado esas palabras, Mina y Yakov se quedaron sin saber que decir y entonces, entre las filas se escucho aquel canto seguido del relinchar de los caballos que eran jineteados por aquellos hombres con sombreros de fieltro. Quienes llevando sus espadas en las manos, eran brutales para luchar.
"Es el batallón de la montañas", contento Fiódor expreso.
Entonces el cielo se llenó con el rugido de los aviones que eran dirigidos por aquellas valientes pilotos, quienes también habían llegado justo a tiempo para ayudarlos.
"*Son las brujas*", aterrorizados los hombres del Norte gritaron ante lo que consideraban su peor enemigo. Y si las llamaban así se debía a que de noche y cuando ellos dormían, en sus pequeños y casi silenciosos aviones ellas solían sorprenderlos, dándoles pocas oportunidades de defenderse...
Así pues la noche llegó y aunque habían ganado la batalla, gran numero de hombres y mujeres habían perecido, descansando ya bajo la tibia tierra de su amada patria.
La castaña Lita, en compañía de su amado Dimitri, recorría en lugar en búsqueda de municiones para su Vasia. Luego de cuando en cuando se inclinaba para tomar de los pechos de esos hombres sus negras medallas, lo que ella consideraba sus trofeos.
"Una más", expreso satisfecha.
"¿Cuantas reuniste hoy?", cuestiono su amado.
"Solo cuatro", replico colocandola al lado de la Dietter.
Mientras tanto y dentro de la tienda de campaña del comandante, se llevaba a cabo aquella acalorada discusión.
"No podemos permitir que este cerca de nosotros. Es peligroso", expreso Yakov mientras que con fuerza golpeaba el escritorio.
"Ya lo escuchaste, tiene información que podría servirnos", contesto Mina.
"Mentiras, quiere salvar su estúpido trasero"
Escuchándolos, Haruka permanecía en silencio.
"Si van a interrogarlo que sea rápido, esta mal herido y no vivirá mucho", dijo Mizuno, la cirujano en jefe.
"No podemos confiar en un traidor"
"Un traidor para los suyos, un traidor que a nosotros puede salvarnos", replico Mina. "¿Usted que dice, comandante?"
"Debemos interrogarlo", dijo el rubio y dejando la silla en la que había estado sentado, se hizo acompañar por Mina, Mizuno y Yakov para acudir al sitio donde lo habían resguardado.
"Gracias", dijo el oficial al verlos ingresar.
"¿Por que debo confiar en ti?", mal encarado cuestiono el rubio.
"*Porque sé que tienes que hacerlo si es que quieres salvar a tu gente*"
"Entonces habla"
El oficial sonrió y entonces comenzó a relatar; "*Me llamo Maximiliam y soy originario de Mundic, antes de venir a la guerra yo era periodista*"
Mizuno, quien había aprendido ese extranjero idioma, era la encargada de traducir.
"Esa información de nada nos sirve", Yakov grito.
"Continua", el comandante ordeno.
"*Cuando me reclutaron me enviaron al equipo de comunicaciones, era encargado de recibir mensajes. Es por eso que sé que ellos están preparando una ofensiva que se llevara a cabo dentro de tres días. Tienes aviones, así que termina con esto cuanto antes*"
"¿Por qué nos estas ayudando?", pregunto el comandante.
"*Porque es injusto lo que nosotros les hicimos. Ademas salvarás muchas vidas, no solo de oficiales, sino civiles*"
"¿No es una trampa?"
"No, señor"
"Bien, gracias", por primera vez en mucho tiempo Haruka utilizo esa palabra y luego le dio la espalda.
"*Espere*", débil gimió Maximiliam.
"¿Hay algo más que quieras decirme?"
"*Si, comandante... sé que ustedes van a llegar a nuestra capital. Entiendo su enojo y su dolor, pero por favor no vayan a ser tan crueles con mi gente. Quienes se quedaron en casa son inocentes, nosotros somos los únicos culpables*"
Ante su suplica, quienes lo escucharon rieron de forma burlona.
"Mi esposa y mi hijo eran inocentes, ellos estaban en casa cuando ustedes me los quitaron", recordando esa mañana, llenó de rencor Haruka apretó su puño.
"*Por favor*"
El rubio asistió; "Procurare que mis hombres actúen diferente a ustedes... ocúpate de él, Mina", concluyo y luego abandono el lugar.
Quedándose a solas Mina y Maximiliam continuaron su conversación.
"*No hay necesidad de que me maten, sé que pronto voy a morir*"
Sabiendo que estaba cerca del fin, Mina no dijo nada.
"*¿Por qué estas aquí?*", cuestiono él perdiéndose en la azulada mirada de esa hermosa mujer.
"Porque debo proteger mi tierra", contesto colocando una compresa fría en su sudorosa frente.
El hombre sonrió y llevando la mano al bolsillo de su sucio uniforme, tomo un par de fotografías; "*Son mi esposa y mis hijos*"
"Resiste para que puedas regresar a su lado"
"Si que son diferentes a nuestras mujeres... ellas se quedaron en casa para cuidar a la familia, en cambio ustedes están peleando como lo hacen los hombres"
"¿Creen que somos monstruos?, ¿Lo consideras antinatural?", cuestiono ante lo que esos sujetos decían sobre ellas, y es que muchas veces en la capital los escucho murmurar.
Maximiliam negó con la cabeza; "*Por supuesto que no, eres muy bonita*", murmuró sujetándose a la mano de la joven. "*Eres buena y aunque se que no tengo derecho a pedirte nada, ahora quiero que me hagas un favor, dijo colocando sus pocas pertenencias en sus maltratadas manos.
"¿Qué?", cuestiono la joven mientras las tomaba.
"*Cuando llegues a mi patria busca a mi familia, no quiero que piensen que los abandone*", gimió.
"No puedo prometerte nada, pero tratare"
"*Por favor, no los lastimen*", expreso y luego se quedó sin aliento y con la mirada fija en ella.
Mina cerró los ojos del oficial y guardando las cosas que él le había confiado, por primera en vez en mucho tiempo se echo a llorar. Sin embargo no lo hizo porque su muerte la hubiera entristecido, sino porque ese pelinegro le había recordado a su amado Armand...
Así pues la mañana llegó y confiando en las palabras de Maximiliam, Haruka y sus hombres lograron detener el ataque que esos sujetos estaban preparando, el cual había salvado demasiadas vidas.
No cabe duda, aún en medio de la guerra y sin importar el bando ni la bandera, es posible encontrar hombres buenos.
Notas de autor;
Creo que a partir de aquí será mejor que escriba a dos tiempos.
Por si no lo habían notado, Fiódor Metveyev es el nieto de Fiódor Nikólayevich, el amigo de Haruka en la otra historia.
Si tienen tiempo, la próxima semana antes de leer la actualización, vuelvan a leer los capítulos que consideren más importantes. Respecto a la otra historia no pude actualizarla, se me dificulta hacerlo a la par.
Kaiohmaru; Las guerras no deberían existir, solo trae tragedia. Pero como vemos, aún en medio de ese horror hay gente buena.
Michelle; Olvide pedirles que cargaran su caja de pañuelos, perdón XD.
Isavellcota; Todos cambiaron por completo, sin embargo son las circunstancias las que los llevaron a ello.
Kyoky; A eso sumale que aun les queda mucho por recorrer, por ver y por hacer... ojala y regresen a ser esas personas que alguna vez fueron.
