CAPÍTULO XI
¿SALVACIÓN O CONDENA?
A través de una rendija en el porta equipaje, la asustada mujer veía como poco a poco todo iba quedando atrás. Pensando en cuanta razón había tenido aquel hombre cuando les juro que un día llegarían a desconocer su propia nación, sin embargo cuando lo dijo en ningún momento se refirió ni imagino que sería destruida hasta sus cimientos.
El adoquinado suelo de la plaza pública se había convertido en polvo. El alumbrado de las calles había sido cortado y las principales avenidas ya no existían.
Más allá contemplo a un grupo de oficiales golpeándolo las puertas de lo que quedaba de la iglesia y, una vez que fue abierta, el griterío de quienes ahí se ocultaban no se hizo esperar. Mientras que en lo que hasta hacía un par de semanas había sido una tienda, otro grupo de soldados se amontonaba para saquear lo que en los escaparates quedaba.
"Esto es el infierno", murmuró al atestiguar lo que el odio de esos hombres era capaz de lograr.
El auto siguió avanzando hasta que sin aviso se detuvo.
"Buenas noches", saludo una voz masculina.
"Buenas noches", escucho al rubio responder.
"¿Qué sucede?, ¿Hemos llegado?", temiendo ser descubierta y acorralada, en silencio se cuestionó.
Ambos sujetos intercambiaron un par de palabras que ella no alcanzo a comprender, luego reanudó la marcha, lo que a su corazón le trajo cierta paz.
Tratando de reconocer su alrededor, contemplo a un grupo de menudas figuras envueltas en sus sucios capotes, quienes entre los escombros arrastraban la pesada artillería. Logrando distinguir que no eran hombres, sino las valientes mujeres que los acompañaban.
"Es verdad lo que el ministro de propaganda dijo, en sus filas hay mujeres combatiendo", pensó al verlas accionar sus armas e ignorar lo que a pocos pasos de ellas sucedía.
La imagen de los escombros y el sonido de las metrallas se fue perdiendo en la distancia, aunque no por completo y entonces todo quedo en completa oscuridad.
Se habían alejado lo suficiente como para que el auto volviera a detener su andar.
El rubio descendió y abriendo el porta equipaje, tomo la maleta; "Baja, hemos llegado"
Adolorida la aguamarina obedeció, reconociendo al instante aquel lugar.
Haruka tomo su arma y con ella le apunto; "Camina", fue la orden que siguió.
Obedeciendo ella contempló la sucia casa. Los cristales habían sido reventados por la balas y sus paredes estaban cubiertas de polvo, sin embargo lo verdaderamente importante es que se mantenía en pie, sirviendo como refugio.
El comandante tomo unos ganchos de su bolsillo y acto seguido se los entrego; "Abre", ordeno sin dejarle de apuntar.
En silencio y alumbrados por el rayo de la luna fue que ambos ingresaron en el amplio recibidor. De la mesa que estaba junto a la puerta el hombre tomó una lampara de gas y una vez que la encendió, le mostró el caminó.
"Cómo te dije, tus amigos destruyeron mi granja y ahora está casa me pertenece porque me fue asignada como búnker, ¿Entendido?"
"Si señor", contesto sin verlo a los furiosos ojos, tratando de no pensar en lo que muy seguramente a partir de ese instante sucedería con ella.
Indiferente el comandante arrojo el equipaje sobre lo que quedaba del sillón; "Supongo que sabes cocinar, ¿verdad?"
"Si", respondió al borde del colapso.
Juguetón el rubio se volvió hacia ella y tomando entre sus dedos un mechón de sus sucios cabellos aguamarina, al instante cambió su rudo tono de voz por uno más relajado; "¿Sabes?, hace ya mucho tiempo que no tengo mujer y ahora deseo un plato de sopa caliente". Torciendo los labios, acerco su rostro al de la joven, así como si su intención fuera besarla; "No, primero ve y date una ducha", expreso deteniéndose.
"Lo haré, señor"
Ante sus palabras, Haruka frunció el entrecejo y alzó la voz; "Deja de llamarme señor. Soy un comandante. Mucho me costó llegar a ese grado. Ahora ven, acompáñame", ordeno comenzando a caminar hacia la escalera.
"¿A dónde?", nerviosa la mujer cuestiono.
El comandante resoplo y volviendo a dónde ella estaba, con violencia la tomo por el brazo; "Veo que no eres consciente de tu situación... así que si vuelves a cuestionar alguna de mis órdenes, voy a lanzarte a la calle y no moveré un solo dedo por ti. Ya viste lo que sucede a tu alrededor, poco me importara si algo te pasa"
Ante su amenaza y lo que previamente el otro hombre le había dicho obedeció, siendo presa de los más terribles pensamientos. Y es que sin duda alguna ese sujeto también guardaba las más perversas intenciones para con ella, sin embargo entendía que al aceptar su trato también estaba aceptado todo lo que este conllevara.
El rubio se paro junto a la puerta y empujándola un poco, señalo hacia el interior; "Entra"
Y apenas lo hizo, contemplo que la había llevado a una de las habitaciones, provocando en ella un terrible escalofrió.
"Te traje a este lugar porque nadie va a buscarte aquí... aquí vas a dormir, ¿Entendiste?"
"Si, comandante"
"Tienes menos de diez minutos para tomar una ducha, luego te daré más ordenes", añadió sonriendo un poco para ella, luego camino hacia la puerta.
Y en cuanto esta se cerró detrás de él, Michiru corrió hacia el ventanal, que aunque no tenía cristal, estaba bloqueado por el acero, impidiéndole escapar. Fue desde ahí que escuchó y vio lo que sucedía en el centro de la deshecha ciudad.
"¡Dios mio!", pensó mientras se sentaba sobre la suave, pero sucia cama. "No sé si haber venido con él haya sido lo correcto… sin embargo luego de todo lo que ha sucedido y va a suceder, creo que es mejor estar aquí con él que afuera", murmuró recordando todo lo que había presenciado durante el camino. "Al menos no permitió que ese sujeto me tocara", fue su único consuelo. Mas recordando su amenaza, dirigió sus pasos hacia la regadera...
Menos de diez minutos después ahí y de pie en el salón, ya limpia la hermosa aguamarina esperaba por él cuando de pronto por la escalera observo descender a un rubio hombre envuelto en un limpió uniforme, quien llevaba una paquete en sus manos.
Ante esa imagen ella titubeó, y es que al parecer solos no estaban. Lógico fue que a simple vista no adivinara que se trataba del comandante, quien ya se había duchado y afeitado.
Él por su parte, contemplando a la limpia mujer, se detuvo de golpe al ver que era bonita. Sin embargo no permitió que eso lo distrajera, así que arrojandole el paquete, habló; "Es uno de mis uniformes y quiero que lo laves, pero primero quiero que cocines para mí"
Aliviada porque en su voz reconoció al sujeto que hasta ahí la había conducido, descubrió que no se había equivocado cuando pensó que detrás de esa suciedad había un hombre joven que además era atractivo, aunque su brutalidad opacaba por completo sus finos rasgos.
Así pues ella tomo las prendas y dirigiendo sus pasos hacia la cocina acató su orden, encendiendo un par de velas más para poder despalazarse en aquella terrible oscuridad...
Hambriento y desesperado Haruka comía los alimentos que ella había cocinado y aunque eran precarios, eso poco a él le importo. Y es que después de todo ese era el primer plato de sopa caliente que en mucho tiempo probaba.
"Esta delicioso", dijo sorbiendo la cuchara, luego con la manga de su uniforme se limpio los engrasados labios. Estando en guerra había perdido sus modales. "Ven… siéntate y come junto a mi", pidió mientras que en un vaso servia un poco de vino para ella.
"Estoy bien… gracias", fue la respuesta que ella dio.
Golpeando la mesa y sin importarle tirar las velas, él grito; "Ya te dije que no tienes ningún derecho a discutir mis órdenes. Siéntate a comer conmigo… deberías agradecer lo que hago por ti", con el entrecejo fruncido fijo su enardecida mirada en ella.
Sin objetar ella se sentó, él por su parte le arrojó un plato.
"Gracias por invitarme a su mesa, comandante", contesto y tomando un trozo de pan que él había llevado, comenzó a comer. Ese sería su primer alimento en días.
Desinteresado Haruka observo su triste semblante; "¿Qué te pasa?, deberías estar feliz porque lo que está noche he hecho por ti", dijo antes de beber.
"Gracias por haberlo hecho, comandante. No sé como agradecerlo", replico con voz temblorosa.
"Compensaras mi favor, que de eso no te quede duda. Por eso te traje conmigo", replico volviendo a hacer uso de su uniforme para limpiarse los labios. Pero viendo que aquello había sido poco educado y muy desagradable, tomo la servilleta que ella había preparado para él. "La guerra esta a punto de terminar, sin embargo tu gente no lo ha entendido y se niega a abandonar las armas... se niegan a rendirse aún sabiendo que ya no pueden hacer nada"
Ella bajo la mirada, no porque le mortificara saberse vencida, sino porque gente de ambos bandos seguiría muriendo.
Ante la tenue luz de las velas sus siluetas se reproducían a lo largo del salón, provocando una grotesca imagen que a ella petrificó.
"¿Sabes?, desde que esté infierno inicio no había visto a una mujer como tú. Haberte traído conmigo y que hayas cocinado para mi es de las pocas cosas buenas que en todo este tiempo me ha pasado", dijo y luego volvió a concentrarse en el plato de sopa.
Embargada por el más puro terror Michiru se puso de pie y tratando de contener su llanto, expreso; "Hágalo ahora... Tomeme ahora que habla de esa forma. No quiero que lo haga cuando este ebrio y amenace con matarme... o entregarme a alguien más"
Ante sus palabras incrédulo Haruka trago el alimento que quedaba en su boca; "¡Vaya!", dijo con el mismo tono burlón de antes.
Ella aferró sus manos al mantel; "Sé que esto es lo que quiere"
"¿Tu ofrecimiento es real?", cuestiono mientras se ponía de pie y avanzaba hacia ella. Y una vez que la aprisionó en un abrazo, aspiro su cuello. "No pensé que serías tú quien me lo pidiera, pensé que tendría que rogarte"
La aguamarina tembló ante su respiración. Él la hizo volverse para quedar frente a frente.
El rubio sonrió de forma maliciosa al mismo tiempo que tomaba su menuda mano; "Estoy sano. No tengas miedo, no te voy a lastimar"
Ella asintió. Él sin decir nada más la empujó sobre la mesa.
Comprendiendo que no podría escapar y que un milagro no sucede dos veces y nadie acudiría en su defensa, la joven guardó silencio ante el roce de esos dedos en sus piernas.
"Por favor, no..." gimió.
"¿No qué?", cuestionó y luego la beso.
A punto de gritar por auxilio apretó los labios. Había comprendido que era mejor callarse y soportar aquella tortura antes que llamar la atención de alguien más que pudiera acudir a posponer su agonía.
"¿No qué?", volvió a preguntar mientras clavaba su verde mirar en el de ella.
"Por favor no permita que nadie más me toque", presa de tan terribles ideas y pensando en las amenazas que previamente le habían hecho, en silencio luchaba con todas sus fuerzas en contra de ese impulso que le decía que lo apartara de ella y huyera.
Haruka sonrió y negó con la cabeza; "No te preocupes. No tienes que pedírmelo, no me gusta compartir lo que es mío, mucho menos cuando se trata de una mujer", murmuró a su oído y luego beso su cuello.
Ante el descarado toque de sus manos y sus labios la aguamarina comenzó a temblar. Su respiración se volvió pesada y entonces lo sujeto por el uniforme, sin embargo no porque en ella hubiera despertado deseo alguno. Era el terror y el asco lo que la invadía, cosas a las que se veía obligada a soportar si es que deseaba sobrevivir. "Por favor, que sea rápido", ante a inminente tortura que le esperaba, cerró los ojos. "Por favor no...no sea violento"
"No te preocupes. Te voy a tratar bien, no soy un salvaje como el otro sujeto"
"Espero sobrevivir accediendo a todo lo que él me pida", pensó y luego desvío la mirada para no verlo.
Él volvió a besarla y entonces la escucho llorar. Eso lo detuvo de golpe.
Contemplando el asco y el terror que causaba en ella, trajo a su memoria aquellas palabras que terminaron por retumbar en su cabeza. Y esa fue la promesa que a su hijo le había hecho.
Él pequeño Fiódor una noche antes de que llegara su desgracia, lo había hecho jurar que si se iba a la guerra no debía hacer cosas malas, cosas que aún contra su voluntad se había visto forzado a hacer, sin embargo el conflicto estaba a punto de terminar y con ella el dolor.
"¿Pero qué mierdas estoy haciendo?... yo no soy así", pensó al mismo tiempo que poco a poco la liberaba de su agarre. "Si mi hijo y mi esposa me vieran me aborrecerían y jamás me perdonarían lo que a esta mujer le hice. No podría verlos a los ojos sin recordar este maldito día. Entonces no habría ninguna diferencia entre lo que ellos nos hicieron y lo que por coraje estoy dispuesto a cometer"
Ante el silencio que se hizo y el ligero agarre que ejercía en ella, Michiru abrió los ojos.
En ese punto y cambiando la mueca de su rostro para que no notara su aflicción, el rubio comenzó a reír de forma burlona; "¿Deberías ver tu cara?, ¿Crees que la guerra ha hecho de mí una bestia?, ¿Piensas que soy capaz de comportarme de forma salvaje en contra de una mujer?, ¿Crees que solo puedo tenerte en contra de tu voluntad?"
Aún temblando la joven escucho sus palabras, encontrando rabia en cada una de ellas.
"No, no soy tan salvaje como tú crees", dijo y luego se acomodo el uniforme. "Contrario a lo que piensas y a lo que tus amigos y tu hermano hicieron, en todo este tiempo jamas he sometido a ninguna mujer... Y eso es porque es un acto vil y cobarde"
Ante sus palabras la mujer se quedó en silencio, él por su parte volvió a ocupar su lugar a la mesa.
"Te he dicho que hace tiempo no veo a una mujer como tú. Pues bien, por dos razones te pedí que vinieras conmigo. La primera es que luego de lo que ese oficial trato de hacer, era obvio que no podía dejarte ahí y a merced del peligro, aunque lamento no poder hacer más, debes conformarte con que a ti te haya puesto a salvo... lo segundo es porque me hace falta la compañía de un mujer como tú"
"¿A qué se refiere?", cuestiono observando las expresiones de su rostro.
"A que me hace falta una persona que limpie, cocine y mantenga mis uniformes limpios. Sin embargo me doy cuenta de que eres una joven educada que quizás nunca ha trabajado"
La aguamarina se acerco a él, aunque no menos asustada y aún llorando, suplicó; "Comandante, haré todo lo que usted me pida y desee. Le prometo que no volveré a negarme o quejarme, pero no permita que nadie me haga daño. Ese hombre hablo de entregarme a..."
Pensando en Misaki él interrumpió y asintió. "Ven conmigo", dijo y tomando el equipaje que había dejado en el sofá, le indico el caminó.
La mujer obedeció y siguiendo sus pasos llegaron al sótano.
"Entra", dijo y entonces comenzó a preparar lo que parecía ser una cama. "Te dije que la otra habitación sería tuya y lo es, pero solo podrás ocuparla cuando yo este en casa. Ahora tengo que volver a la batalla, así que cuando me ausente tendrás que ocultarte en este lugar. Mantén la luz apagada y no hagas ruido"
"Si, comandante"
"Es probable que alguna vez tenga invitados, si eso ocurre debes venir a aquí y permanecer callada"
"Gracias, por favor regrese con bien", suplió.
"Lo haré"
Así pues el rubio abandono la casona, apresurando el auto hacia donde sus compañeros se encontraban peleando. Debía continuar comandando a su regimiento.
Notas de autor;
Haruka se ha convertido en todo lo que en la otra historia odiaba.
¿Creen que es bueno o malo?, ¿Es ambos?
Michelle; Fue un encuentro horrible. Haruka esta enfurecido al punto de que no piensa con mucha claridad. Luego de lo que le sucedió, vio e hizo, se ha convertido e un hombre muy duro.
Kaiohmaru; Su primer encuentro nada que ver con los pasados. Esta marcado por el horror y el miedo.
Isavellcota; Haruka no distingue ente culpables y justo como dijo el papá de Michiru, no importa que tan inocentes sean quienes se quedaron, están condenados. Gracias por comprender.
Kyoky; Que bueno que Haruka llego a tiempo, aunque como vemos, esta furioso con ella, de forma indirecta la ve como responsable de esa guerra. Amy y todos han sufrido y mucho, llegar hasta ahí fue duro, a habrá tiempo de abordarlo.
