Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Scarred" de Emily Mcintire, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Prólogo
Edward
Realeza.
Una palabra. Cuatro sílabas. Siete letras.
Cero significado.
Aunque, si escucharas los interminables discursos de mi hermano, pensarías que corre por sus venas más espesa que la sangre que nos une.
Si escucharás los chismes en el tribunal, creerías lo mismo.
—El príncipe Marcus será un buen rey.
—Continuara el legado de su padre, eso es seguro.
Algo grueso se agita en mi garganta, mi mirada se mueve entre las llamas rugientes de la chimenea en el otro extremo de la habitación y la lámpara de aceite colocada en el centro de la mesa; la que está ocupada por miembros del Consejo Privado. Media docena de rostros y ninguno lleno de dolor.
Mi pecho tira.
—La vida se trata de las apariencias, señor, y por el bien de las apariencias debemos hacer lo que sea necesario. —Alec, el asesor principal de mi padre, (ahora de mi hermano), afirma su enfoque en donde se sienta Marcus—. Así como se sabe que tu padre murió pacíficamente en su cama, también se sabe que tienes bastante… apetito.
—Alec, por favor. —Interrumpí, presionando mi espalda contra la pared de madera—. No hay necesidad de convencernos de dónde murió mi padre.
Mis ojos se mueven hacia mi madre, la única mujer en la habitación, mientras frota debajo de sus ojos castaños huecos con un pañuelo con monograma. Normalmente ella no estaría aquí en Saxum en absoluto, eligiendo pasar la mayor parte de sus días en la finca de campo, pero viendo como recién llegamos del funeral de su esposo, Marcus insistió en que se quedara.
Y su palabra es ley.
—Es la parte de pacíficamente sobre la que tenemos que mentir —continúo.
Mi mirada se fija en mi hermano.
Una pequeña sonrisa tira de sus labios, sus ojos ámbar chispeando. Una ira ardiente surge a través de mi centro y sube por mi garganta, envolviéndose alrededor de mi lengua; el sabor amargo y áspero.
Mi bota golpea la madera mientras me empujo fuera de la pared y me muevo hacia el centro de la habitación hasta que estoy por encima de la mesa, encajado entre mi madre y Alec. Me tomo mi tiempo, absorbiendo cada cara que se sienta aquí como si fuera un día más, sus estaturas llenas de pompa e importancia.
Como si no hubiéramos perdido a alguien importante.
Alguien vital.
La única persona que se preocupaba.
—Estoy seguro de que no sé a qué te refieres —grazna Alec, con la voz entrecortada mientras empuja sus gafas con montura de carey.
Levanto mi barbilla mientras lo miró fijamente, notando las hebras grises que salpican su cabello oscuro. Él ha estado con la familia por años —desde que yo era un niño— y al principio, él era una persona que atesoraba en mi vida. Pero la vida siempre está cambiando, y la calidez de Alec se empapó rápidamente con la helada amargura de la codicia.
Al igual que el resto de ellos.
—Mmm, por supuesto que no —tarareo, golpeando mi dedo contra mi sien—. Tonto de mí.
—¿Podemos volver al tema? —Marcus resopla, pasando su mano sobre su cabeza, las hebras de color marrón claro despeinándose bajo sus dedos—. Cómo tomó padre su último aliento no es lo importante.
—Marcus. —Jadea mi madre, todavía secándose sus párpados.
Girando hasta quedar frente a ella, me inclino, extendiendo la mano para limpiarle la cara, el borde de su mejilla dura contra mi palma. Ella toma aliento mientras me mira, sus ojos brillando, presiono mi pulgar en su piel, antes de alejarme para mirar mi mano.
Mi estómago arde cuando me doy cuenta de que las yemas de mis dedos todavía están secas como un hueso.
Actores, todos ellos.
—Madre. —Chasqueo—. Detén el dramatismo. Más lágrimas falsas y te arrugarás.
Guiñando un ojo, le acaricio la mejilla y me enderezo, notando que todos los ojos en la habitación están puestos en nosotros.
No es ningún secreto que no hay amor perdido entre ella y yo.
Sonrío, permitiendo que mis labios se separen de mis dientes mientras miro de una persona a otra.
El aire se aligera y Lord Newton, uno de los miembros del consejo, se desplaza en su silla con respaldo de terciopelo.
—Relájense. —Ruedo los ojos—. No haré nada inapropiado.
Lord Newton se burla y mi atención cae en él. —¿Algo que te gustaría compartir, Newton?
Se aclara la garganta, sus mejillas se ponen rojas, mostrando los nervios que se esfuerza tanto por ocultar.
—Me perdonarás por no creerte, Edward.
Ladeo mi cabeza. —Creo que quisiste decir Su Alteza.
Su boca se frunce antes de inclinar la cabeza. —Por supuesto, Su Alteza.
Mi mandíbula tiembla mientras lo miro. Newton siempre ha sido uno de los miembros más débiles del consejo; amargado y celoso de todos los demás. Se unió al lado de mi hermano cuando eran jóvenes, y permaneció en cada momento de tortura que se me infligió durante años a manos de Marcus y su manada.
Pero ya no soy un niño, y no me pueden intimidar como lo hacían antes.
Alec pellizca el puente de su nariz. —Señor, por favor. Necesitas una esposa. Su gente necesita una reina.
—Ellos tienen una. —Estalla Marcus, asintiendo con la cabeza hacia nuestra madre—. No deseo casarme.
—Nadie te está pidiendo que dejes de coquetear. —Marcus suspira—. Pero estas leyes han estado vigentes durante generaciones. No tomar una esposa, te hará parecer débil.
—Si no estás a la altura, hermano, haznos un favor y desaparece. —Agito mi mano en el aire.
Los ojos de Marcus se estrechan cuando se fijan en los míos, la comisura de su boca se tuerce en una sonrisa burlona. —¿Y dejar a Gloria Terra a quién, a ti?
Las risas estallan alrededor de la mesa, y mis músculos se tensan debajo de la superficie de mi piel, El impulso de mostrarles a todos lo fácil que podría hacer que se inclinaran fluyendo a través de mi interior.
El reloj de madera chasquea cuando su larga manecilla se mueve, desviando mi atención.
Se acerca la cena.
Mis dedos se tensan mientras recorren los mechones negros despeinados de mi cabello, y retrocedo un paso hacia las grandes puertas dobles de roble.
—Bueno, esto ha sido un placer. —Empiezo—. Pero tristemente, me he aburrido.
—No te he despedido Edward. —Chasquea Marcus.
—No me despidas, hermano. —Me burlo, la ira estallando en mi pecho—. No me podría importar menos qué alma desafortunada tendrá el tormento de que te enredes con ella por la eternidad.
—Tan irrespetuoso. —Escupe Alec, sacudiendo la cabeza—. Tu hermano es el rey.
Una sonrisa se extiende a través de mi rostro y fijo mi mirada en la de Marcus, la anticipación zumbando a través de mis venas.
—Bien entonces. —Inclino la cabeza—. Larga vida al Rey.
