Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Scarred" de Emily Mcintire, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Capítulo 4
Edward
—¿Cómo es ella?
Mi mirada se dirige a Enzo, a quien la mayoría de la gente consideraría como mi amigo más cercano, mi único amigo. La verdad es que no tengo amigos, porque las amistades son volubles y a menudo una pérdida de tiempo. Sin embargo, él es mi confidente más cercano y el único en quien confío lo suficiente para estar a mi lado. Que sea un general en el ejército del rey es una ventaja porque le permite acceder a cualquier cosa que pueda necesitar sin llamar la atención sobre el hecho de que soy yo quien lo necesita.
Su estructura delgada reposa en la silla al otro lado de la habitación, con sus cabellos castaños oscuros cayendo sobre sus cejas. Bajo la mirada hacia la pesada mesa de madera, mi suave tacto se desliza a lo largo del papel de arroz en mis manos, asegurándome de que el contenido esté bien envuelto y apretado antes de aplicar los bordes de goma.
—Ella era... —me detengo, frotando mis dedos para eliminar el residuo pegajoso de la marihuana, pequeños trozos de brotes verdes que aún persisten en mi piel—. Mediocre.
Me siento, agarro un cerillo y lo golpeo contra el borde áspero de la caja de marca Lucifer, mi mirada se empapa del brillante resplandor anaranjado de la llama. Paraliza mi mente mientras la veo quemar el palo de madera, el calor se vuelve intenso mientras lame mi piel. Muevo el fuego al final del porro, inhalando antes de permitir que la luz se apague.
—¿La novia de Marcus Cullen es 'mediocre'? —Enzo se ríe.
Tarareo, mi mente imaginando a la chica que entró por las puertas del castillo hoy temprano, con los ojos tan abiertos y cabello salvaje, tan ansiosa por complacer. Me irritó con su dulce sonrisa y la manera en que batía sus pestañas en dirección a Marcus.
Pero no fue mi hermano quien le tiñó las mejillas de rosa.
—La noticia en la corte es que ella es toda una belleza —continúa Enzo.
—Mis estándares son mucho más altos que los de la corte. —Respondo.
Levantando mis piernas, sostengo mi pie hacia arriba, mis botas negras golpeando la mesa mientras cruzo mis tobillos.
—Ella es agradable a la vista, pero tan inútil como el resto de ellos.
—¿Qué otra cosa necesitas además de belleza? —Enzo se encoge de hombros—. ¿Conversación estudiosa?
Mi silla se inclina sobre sus patas traseras hasta que estoy mirando el techo texturizado, sintiendo frío a pesar de que hay un fuego rugiendo en la esquina de la habitación. O tal vez eso es sólo mi interior -donde mi corazón solía estar-ahora vacío y carente, un dolor hueco que ansía el caos sólo para verlo arder.
Moviendo el porro a mis labios, inhalo, el humo fluye por mi garganta y en mis pulmones, proporcionando una calma que mis nervios nunca sentirían sin él.
—Enzo, es extremadamente inquietante para mí que subestimes las artimañas de una mujer. Son serpientes con piel de oveja. Recuerda eso, siempre.
Frunce los labios, levanta las cejas y endereza su columna vertebral, casi como si lo hubiera ofendido.
—Siempre has sido dramático.
Soplo un poco en el aire. —Siempre he tenido razón.
Me irrita el estómago por su lengua suelta, pero reprenderlo me quitará energía que no tengo, así que voy a archivarlo y se lo recordaré más tarde cuando me apetezca. Ahora mismo, prefiero que se vaya.
Nunca he sido de los que anhelan la compañía de los demás.
Tal vez eso se deba a que cuando era un niño, todo el mundo podía darse cuenta de que yo era un poco diferente, sin importar lo mucho que traté de encajar.
Y aunque no lo supieran, mi hermano se aseguró de que así fuera.
Empujo mi silla hacia adelante, el impacto de las piernas golpeando el suelo vibrando a través de mi cuerpo.
—Vete.
De repente estoy deseando venganza; necesitando deshacerme de los recuerdos de cuando estaba impotente y a merced de Marcus y su manada.
Hay una reunión no oficial para dar la bienvenida a Lady Swan a la corte.
No oficial porque no estoy obligado a asistir.
Aunque, incluso si así fuera, no soy conocido por adherirme a las reglas de la nobleza, y dudo que esperaran que apareciera.
Que es exactamente por lo que he venido.
Todo el que es "alguien" del reino está aquí. Oficiales de alto rango, duques y vizcondes de las zonas cercanas, así como todas las damas y caballeros de la corte. La risa y la pequeña charlatanería resuenan en los altos techos y columnas de piedra del gran salón, copas de cristal agarradas con dedos enjoyados y mejillas sonrosadas que revelan la verdad de sus niveles de embriaguez.
Mi hermano se sienta al frente en un estrado elevado, con dos sillas vacías a cada lado de él, bebiendo vino y mirando a su gente.
Siempre ha sido así, incluso cuando éramos niños; siempre necesitando estar por encima de todo, llamativo y glamoroso, admirado por todos sin importar a quién tiene que empujar hacia abajo para hacerlo.
El disgusto corre a través de mi estómago, subiendo por mi garganta, mientras coquetea con una sirvienta que llena su copa con más bebida.
Me mantengo en las sombras, asegurándome de no llamar la atención, queriendo ver a la pequeña Lady Swan de ojos saltones cuando se abra paso en la guarida del león. Y no necesito esperar mucho, porque las puertas dobles de roble se abren y ella entra, con la cabeza en alto y el cabello castaño oscuro recogido hacia atrás, perfectos rizos enmarcando su cara.
Su vestido brilla a medida que se mueve, el verde complementa el color crema pálido de su piel, y sería una mentira para mí pretender que no se roba el espectáculo. Ella atrae a cada persona, como polillas a una llama, mientras hace su camino a través de la multitud y hacia mi hermano.
Detrás de ella está el mismo cabello rubio arena de la chica con la que apareció. De repente, la chica tropieza, su pie se clava en el borde del vestido de mi nueva cuñada, haciendo que ambas tambaleen en sus pasos.
La cara de Lady Swan se retuerce cuando le lanza una rápida mirada.
Es rápido -el desliz en su máscara- antes de que suavice la irritación y la reemplace una vez más con una mirada suave y atractiva, pero el conocimiento hace que me hormiguee la columna vertebral, y mi interés se despierta.
Ese interés crece cuando ella se detiene delante de mi hermano y hace una pequeña reverencia antes de tomar el lugar al lado de él, sus ojos brillan y sus labios se curvan hacia arriba mientras él la contempla.
A él le gusta ella.
Enderezándome fuera de la pared oscurecida, me muevo hacia la luz, la multitud se separa por mí al igual que lo hizo por ella, sólo que esta vez, es acompañado por respiraciones entrecortadas y susurros.
La gente me evita porque les preocupa lo que pasará si no lo hacen.
Los rumores sobre el príncipe de las cicatrices corren desenfrenados por todo el reino y aunque la mayoría son inventados, algunos comienzan con al menos un toque de verdad, y he descubierto que cuanto más me temen, menos se miran.
Y al menos por el momento, así es como me gusta.
Cuando me acerco al estrado, la cara de mi hermano baja, y sé con cada fibra de mi ser que es porque él no esperaba que yo estuviera aquí. Porque a pesar de que la gente mira en mi dirección con cautela, sigue siendo por mi entrada en lugar de la suya.
Me siento en la silla de terciopelo de respaldo alto justo al lado de él, me hundo en el asiento y cruzo el tobillo sobre la rodilla, adoptando un aire de aburrimiento.
—Edward, no esperaba verte aquí. ¿Vienes a conocer a tu futura reina? —dice Marcus, señalando a Lady Swan en su lado opuesto. Miro por encima, algo se aprieta en mi estómago cuando la miro a los ojos. Estirándome sobre el regazo de mi hermano, extiendo mi mano, el lado izquierdo de mi boca se curva hacia arriba. Es impropio inclinarse sobre el regazo del rey para mantener una conversación, y una parte de mí está sorprendida de que Marcus no lo detenga. Pero, por supuesto, eso le atraería mala atención. No puede tener arrebatos en público. Eso no encajaría bien con su carisma.
Ella mira mi mano extendida por largos momentos antes de colocar sus dedos en los míos. Una punzada de sorpresa parpadea en mi pecho mientras llevo su mano a mis labios, presionando un suave beso en el dorso de su mano.
—Hola, querida hermana.
Marcus se burla. —No asustes a la joven antes de que haya estado aquí por quince días.
—Bella —susurra, ignorando las palabras de mi hermano.
Arqueo una ceja.
—Llámame Bella. Después de todo, estamos a punto de ser familia. —Una agradable sonrisa atraviesa su rostro, pero no llega a sus ojos, y no hace más que aumentar mi curiosidad.
—No desperdicies el aliento siendo cordial con Edward, cariño—dice Marcus—. Él va a desaparecer en cualquier hoyo en el que le gusta jugar muy pronto y ni siquiera recordará que te ha conocido.
Aprieto mi mandíbula, la ira burbujea a medida que se propaga a través de mi sangre y chamusca mis venas.
Bella se inclina, la mitad superior de su cuerpo casi completamente en el regazo de Marcus, mientras su mirada marrón fangosa se clava en la mía.
—Me estás haciendo daño.
Echando una mirada hacia abajo, me doy cuenta de que todavía la sostengo de la mano, mis dedos se han apretado alrededor de los suyos hasta que mis nudillos se vuelven blancos.
Dejo caer su mano.
—¿Lo hago? —sonrío—. ¿Tan fácilmente?
Sus ojos se estrechan.
—Ya es suficiente —sisea Marcus.
Me río, recostándome en la silla y vuelvo mi atención a la velada. Al apoyar el codo sobre el brazo de mi asiento, froto mi mandíbula con los dedos, la barba de varios días áspera contra mi piel.
Lady Swan comienza una conversación con mi hermano, murmurando sobre el más aburrido de los temas; el clima en Silva en comparación con el de aquí, cómo le gustaba andar en automóvil, y si planea asistir a misa el domingo por la mañana en su brazo o venir con sus damas.
Sólo estoy prestando atención a medias, y mi corazón da una patada en el pecho cuando veo una figura oscura en la esquina trasera de la sala.
Enzo se para orgulloso a pocos metros de distancia, su mano en su cinturón, su atuendo adornado con el negro y oro de nuestro país, una cuerda tejida en oro que decora su hombro izquierdo, y el escudo de mi familia rugiendo sobre su pecho.
Nuestros ojos se encuentran, y yo asiento con la cabeza hacia el extraño sombrío.
Él sigue el movimiento antes de que el entendimiento aparezca en su cara, y se dirige hacia ellos. Y entonces, de repente, hay un grito desgarrador que aúlla a través el aire, tan cortante que hace que se me ericen las puntas de mi vello.
—¡Por dios! —Alguien más grita.
Enzo se apresura a través de la multitud, habiendo desparecido todas las pretensiones, derribando a la figura y tirándola al suelo. Al caer de rodillas el extraño, la capucha de su capa cae con también; el cabello largo y sucio se derrama por los hombros del intruso.
Es una mujer.
Algo hace un ruido sordo, y es seguido por jadeos y chillidos.
La gente salta hacia atrás, las miradas de horror superan sus rasgos.
Como en cámara lenta, el objeto rueda hacia el estrado y se detiene casi perfectamente frente al trono de Marcus. Se levanta disparado de su asiento, su mirada se agranda mientras mira fijamente la cabeza cortada de Lord Newton, sus ojos abiertos y su lengua azul; tendones cortados del cuello colgando, dejando un rastro de sangre detrás de él.
—¿Qué significa esto? —Marcus exige.
Enzo sacude a la mujer para ponerla de pie, tirando de sus huesudas muñecas detrás de su espalda con una mano y sujetando su cabello con la otra, obligándola a encontrar la mirada de Marcus.
Mi ritmo cardíaco se acelera, mis dedos se juntan mientras observo cómo se desarrolla la escena.
Ella sonríe maliciosamente, sus ojos vidriosos y locos. —Esta es tu advertencia, Marcus Cullen III.
—¿Advertencia de quién? —Explota Marcus.
Su sonrisa se agranda.
Los puños de Marcus se aprietan, los músculos de su mandíbula se mueven de un lado a otro. Mis ojos se mueven de él a su futura novia, esperando su mirada llena de terror, y egoístamente queriendo deleitarme en su miedo; para absorberlo como la luz del sol y dejar que me alimente durante la noche.
Pero en vez de eso, ella se sienta en silencio, con la cabeza inclinada, un brillo curioso flotando en sus ojos. Ella está perfectamente serena y no parece afectada.
Interesante.
—Soy tu rey. —Espeta Marcus.
La mujer se dobla por la cintura, un chirrido agudo que sale de su boca y sangra en el aire tenso y silencioso. Enzo la levanta apretando el agarre en su cráneo.
Ella escupe en el suelo. —Tú no eres mi Rey.
Alec aparece entre la multitud, abriéndose camino para pararse frente a la mujer maníaca.
—¿Quién le hizo esto a Lord Newton? ¿Fuiste tú?
Ella sonríe, su cabeza se inclina tanto hacia un lado, que parece que cuello se va a romper por la mitad.
—Haría cualquier cosa para complacer a Su Majestad.
La palma de Alec es rápida mientras azota el aire, el chasquido resuena en las paredes mientras la cara de la mujer es arrojada hacia un lado.
—Eso es suficiente. Déjala hablar. —La mano de Marcus vuela hacia arriba, su mirada cae sobre ella—. Usted ya ha cometido traición. Seguramente sabes que la muerte te espera. Así que acaba tu mensaje, inmundicia, y luego púdrete en las mazmorras.
—Él viene por ti. —Canta, su cuerpo parece vibrar en su lugar.
—¿Quién? —exige Marcus.
Ella se queda quieta. Su cabeza se agacha ligeramente, y su boca se rompe en una sonrisa tan amplia que se puede ver cada diente podrido.
—El rey rebelde.
