V - Arrumbar
Tintado en tonos azul y púrpura, aquel cielo acuoso extendía la tarde por cada rincón de Atlantis. Podía percibir a los habitantes de la zona, pero era el silencio el que gobernaba los alrededores. En sus oídos, sin embargo, un zumbido intenso le impedía enfocarse correctamente en los detalles.
Krishna bajó la mirada, presa del aturdimiento. Los dominios del dios de los mares eran imponentes, pero su mente divagaba lejos de ahí. Sus ojos recorrieron nuevamente la gigantesca estructura del Pilar del Océano Índico. Se sintió abrumado.
Poco a poco, el recuerdo de la mezcla de aromas llegó a él. Velas, incienso, miel, frutas, vino. Casi podía tocar las formas danzantes del humo, casi podía ver ante él las pequeñas y coloridas conchitas marinas que su madre depositaba en sus manos, la enorme sonrisa adornándole el rostro. Si al menos ella siguiera con vida, si al menos pudieran compartir aquella vista de templos y caminos adornados por coral y mármol…
En cambio, estaba aquí, solo; el pilar que le correspondía burlándose de él. Era incapaz de procesarlo. El zumbido embotaba su cuerpo, su mente se cerraba dentro de sí misma. Cerró los ojos y desechó sus recuerdos. La armadura le oprimía el pecho, poco a poco le costaba más respirar. Kanon (se llamaba Kanon ¿verdad?) había explicado que tendría que usarla para comunicarse hasta que aprendiera griego. ¿Para qué se la había puesto…?
–Krishna.
Se giró hacia la chica pelirrosa ante él. Había olvidado por completo su presencia.
–Perdona –musitó–, yo…
La joven, que parecía apenas mayor que él, le dedicó una sonrisa preocupada. –Deberías seguir descansando, Crisaor. Quizás aún no te acostumbras al cambio de ambiente.
Crisaor.
Se giró nuevamente hacia aquel cielo falso cuyas nubes se movían en ondas cadenciosas. Cerró los ojos, aferrándose al entumecimiento que dominaba sus miembros.
Era un buen paliativo para la ira que amenazaba con engullirlo desde dentro.
- o - o -
Por más que buscaba en su memoria, Kanon no recordaba un solo caso en el que una Cloth hubiese elegido a un civil sin entrenamiento. Ni siquiera existía un alma en el territorio del Santuario –Rodorio incluido– que ignorase quiénes eran los Santos de Atenea. Que Krishna careciera de entrenamiento físico era algo que podía arreglarse, pero además había que ponerlo al día sobre el mundo del cual ahora formaba parte. Es decir, tendría que pasar por el mismo proceso que él mismo meses atrás, con algunos pasos extra. Y su cosmos evidenciaba que no podía ser otro sino Kanon quien le entrenase.
Clímene ya había recopilado toda la información relacionada con las Escamas de Crisaor, la Lanza Dorada, sus técnicas; incluso los detalles más irrelevantes sobre los portadores anteriores, pero era él quien tendría que enseñarle el idioma de los atlantes, sus celebraciones y costumbres, mientras navegaban entre los principios del cosmos y lo más básico del entrenamiento físico. Repasar técnicas y vocabulario y mitos y Escamas y…
Ugh.
Recordaba a los entonces aprendices a Santos de Oro. El arrojo de Leo, la rebeldía de Cáncer, la impetuosidad de Escorpio. Él no tenía paciencia para ser maestro de nadie. ¡Ni siquiera había sido paciente para su propio entrenamiento!
Pedir apoyo a Clímene para las cuestiones más simples quedaba fuera de toda consideración. Sólo la mención de su nombre incomodaba al recién llegado General y Kanon no arriesgaría el entrenamiento por un par de hormonas inquietas.
Pensar que su plan dependía en ese momento del autocontrol de un adolescente le iba a causar dolor de cabeza. Lo que era peor, recordaba bien las palabras de Sirena durante sus primeras semanas en Atlantis. "No es la primera vez que un General es traído desde la superficie sin saber nada sobre nosotros". ¿Cuántas veces tendría que repetir las historias, las técnicas, explicar el odio heredado durante generaciones entre los ejércitos de ambas divinidades?
Presionó el puente de su nariz con su pulgar e índice, la jaqueca ya casi una realidad.
Sintió el cosmos de la Proreus acercándose, lo que indicaba que Ligeia ya había hablado con Krishna. Guardaba un poco de esperanza de que el esrilanqués se hubiese mostrado más sereno con alguien más joven, pero cuando Clímene estuvo lo suficientemente cerca, leyó resignación en su rostro.
–Necesita más tiempo.
Bufó, ignorando el resto de noticias. Se sorprendió a sí mismo formulando lo que bien podría ser una plegaria.
"Por favor, Poseidón, no más adolescentes".
- o - o -
Las semanas siguientes Krishna no mejoró.
Kanon podía leer en él una rabia cuyo destinatario ya no existía, negándole así el acuciante desahogo. Se descontrolaba fácilmente y era incapaz de dirigir y esquivar ataques. Al menos su griego progresaba rápido y hablaba más con otros aprendices y la gente que habitaba su zona pilar, pero no era suficiente.
A sólo unos minutos de comenzar un nuevo día de entrenamiento, Dragón Marino ya estaba exasperado. Todos los intentos del chico de elevar su cosmos habían sido en vano, y ahora se limitaba a ataques físicos.
De una patada, lanzó a Krishna hacia el lado derecho de la explanada. Impulsándose con el pie contrario, corrió en dirección al esrilanqués y formó en su mano una esfera de energía que impactó contra el hombro del otro. El choque del joven resquebrajó el suelo bajo sus pies.
"Ugh, esto me lo reclamará Alexandros". Sin detenerse, Kanon alzó ambos brazos, listo para atrapar a Krishna entre corales, pero esta vez su contrincante fue más rápido. Krishna se arrodilló y apuntó la lanza hacia su brazo izquierdo. El griego esquivó con facilidad la maniobra, sujetando el arma en sus manos y, aún con Crisaor sosteniéndola, lo golpeó en el pecho causando que la soltara. Claramente afectado, el peliblanco trató de levantarse.
–Es inútil, no podemos continuar –ignoró la mirada mezcla de desprecio y vergüenza del chico–, si no eres capaz de concentrarte para dominar tus emociones, no lograrás controlar tu cosmos.
– ¡Estoy concen-!
No lo dejó terminar. De un solo golpe, limpio, y firme, lo lanzó varios metros hacia atrás. Un hilillo de sangre le corría de entre los labios mientras lo observaba con rabia.
El geminiano tomó la Lanza Dorada y, haciendo gala de la agilidad que poseen quienes han superado años de entrenamiento, la arrojó a los pies del menor, clavándola en el suelo. –El cosmos tendrá que esperar. Alguno de los Cetus deberían ser rivales suficientes mientras tanto.
No estaba dispuesto a perder su tiempo. El chico tenía un nivel de cosmos excepcional, sí, pero no servía de nada si no podía usarlo. Lo observó ponerse de pie torpemente, limpiándose la sangre con el dorso de la mano; la ira aún palpable. Por un momento creyó que empuñaría la lanza nuevamente, pero desechó la idea. No, su odio no estaba dirigido hacia él.
Kanon estaba familiarizado con el odio, con el deseo de ajustar cuentas. Incluso conocía la frustración de no poder hacerlo. Pero donde él utilizaba aquellas emociones como motor, el menor estaba luchando contra ellas. Y era incapaz de ayudarle con eso.
- o - o -
Clímene limpió el sudor de su frente de forma distraída, sin perder de vista la larga lista de peticiones que los habitantes de la zona pilar del Océano Ártico habían hecho. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que ella hiciera las rondas, y los atlantes aprovechaban tener a la Proreus entre ellos para hacer todo tipo de solicitudes y reportar hasta los más ínfimos incidentes.
Afortunadamente, Kanon estaba demasiado ocupado con Krishna, así que ella podía dedicarse a inspeccionar Atlantis con calma. A su lado, una inquieta Ligeia terminaba de repartir los recursos que sirenas y tritones habían reunido.
– ¡Señorita Clím- Proreus!
–Clímene está bien, Heitor– contestó sin despegar la mirada de la lista.
– ¡Señorita, los robos!, nadie está haciendo nada y-
–Los robos, sí. Enviaré a alguien pronto.
No quería ser grosera, pero aún tenían que visitar el Pilar del Océano Antártico, y no tenían tiempo para solucionar cada mínimo problema. Despidió al hombre con un gesto de la mano y le hizo señas a Ligeia para comenzar a caminar.
– ¿Crees que los otros Generales lleguen pronto? –preguntó la menor en cuanto se quedaron solas.
Clímene no contestó. Sus ojos iban y venían en las notas que había hecho durante la mañana.
–Este último año han llegado muchas personas nuevas, ¡imagínate que entre alguna esté un General!
–Es una posibilidad. –la castaña corrigió detalles en la lista. Realmente le hubiera gustado realizar las rondas sola, pero era cierto que el número de habitantes había ido creciendo y, con ellos, su trabajo.
– ¿Crees que el trierarca termine de entrenar a Crisaor pronto…?
–Probablemente. El cosmos de Krishna es bastante poderoso. –Sólo quería detener el parloteo de la otra. Consideró pedirle ayuda a Alanis la próxima vez, pero se arrepintió apenas pensarlo. Al menos Ligeia ayudaba.
–Uhm… pero eso significaría que nuestro comandante estará ocupado y-
–Es todo por hoy, Li –soltó de pronto, ya exasperada. –Puedes volver a tu puesto. –Clímene tomó de las manos de la menor la otra lista y retomó su andar.
–Pfft. Ahora que los señores Solo han muerto no hay mucho qué hacer, el niño sigue en-
– ¿Qué has dicho?
Ligeia llevó ambas manos a su boca, pero el daño ya estaba hecho.
– ¿Los Solo…?
- o - o -
–No puedo creer que haya hecho esto.
– ¿Estás segura?
–Ligeia lo vio todo. ¡AGH! No puedo creer que Kanon no nos informara.
Sirena caminaba deprisa, Caribdis pisándole los talones mientras trataba de contener su cabello, empapado y suelto, en vano. Clímene había irrumpido en su cabaña sin esperar a que terminase su ducha, pero aun así la había acompañado. En ese momento le preocupaba más su compañera de armas que el avatar de su dios.
– ¿Puedes repetirme por qué es urgente? Si murieron hace semanas…
–El niño debería estar aquí, Jasha, con su ejército cuidándolo. ¡Kanon tendría que habernos informado!
–Meme, el niño acaba de perder a sus padres. ¿De verdad crees que arrebatarlo de los brazos de la familia que le queda es buena idea?
La castaña se detuvo ante las puertas de la estancia del trierarca fulminando al ruso con la mirada. Sus manos ya se alzaban para empujarlas cuando éstas se abrieron desde el otro lado. La alta figura de Kanon apareció y, tras él, una temblorosa Ligeia limpiaba lágrimas de su rostro.
Mientras ella corría hacia Jasha, la chiquilla había acudido a informar al trierarca de su error. Algo dentro de Clímene se hizo añicos.
–Ah, qué oportuna visita, estaba por hacerlos llamar. Puedes retirarte, Sirena.
La joven salió con rapidez, evitando el contacto visual con la mayor, quien aprovechó para examinarla rápidamente. No, no tenía ninguna herida o golpe visibles. Se apresuró a entrar junto al Kybernetes y tomar su lugar a la derecha, ambos con las manos detrás de la espalda.
–Nos haré un favor y me ahorraré las formalidades. Sí, los padres de Julián Solo murieron hace unos días y no, no vamos a traerlo.
–Murieron hace semanas –corrigió Clímene, pero el rubio la ignoró y continuó.
–La situación con Krishna es muestra suficiente. No podemos traer a Julián.
–No pensarás dejarlo en la superficie. ¿Y si fue obra de Atenea?
–Atenea es apenas una bebé y el patriarca no tomaría una decisión tan estúpida, ahora mismo están más ocupados de la traición que sufrieron. Además, nadie conoce el destino de la familia Solo.
–Quizás alguien-
–Clímene –interrumpió Dragón Marino, el rostro apoyado en su mano izquierda–, si quisieras atacar a Atenea, ¿a dónde irías?
Frunció el ceño. – ¿Qué tiene que ver eso? A su Santuario, es obvio.
– ¿Y si quisieras atacar a Poseidón?
Aquello fue suficiente para callarla. Repasó en su cabeza nombres y Escamas, buscando alguna solución, pero el geminiano fue más rápido que ella.
–Cetus y Sirenas ya tienen suficientes responsabilidades –añadió–, no vamos a disponer de los pocos que hay para que sean la guardia personal de un mocoso que ni siquiera ha despertado sus poderes. Necesitamos al resto del ejército.
Entendió hacia dónde se dirigía Kanon. Con el ejército incompleto, las razones le salían sobrando. Llevar ahí a un chiquillo incapaz de defenderse sólo complicaría el día a día de los Marinas. La mirada huidiza de Ligeia se reprodujo de nuevo en su cabeza y la hizo sentir injusta. Era cierto. No tenían lo necesario para proteger al niño.
No sólo Kanon tenía razón, sino que las palabras de Jasha días atrás resonaban en su cabeza. Tenía que confiar. Sin embargo, no podía dejar que el hombre se saliera con la suya sin más.
–Como Proreus y Kybernetes, tendrías que habernos-
–Ah, ah –interrumpió Kanon, negando con el índice–, como Proreus y Kybernetes, ustedes tienen que acatar mis órdenes, algo que Ligeia comprende bien. Si necesito su opinión se los informaré.
Las palabras cayeron como un balde de agua fría, pero no tuvo tiempo de procesar ninguna respuesta.
– ¿Qué pasará con el niño? –cuestionó esta vez el pelinegro, rompiendo la tensión que había entre el par.
–El niño –repitió Kanon con un suspiro dramático. – ¿Realmente creen que el único heredero de una familia multimillonaria nos necesite para algo?
–Es poco probable que nos necesite –insistió Jasha–, pero deberíamos asegurarnos de que todo esté bien.
El heleno midió al otro por unos minutos para después posar su mirada en los ojos inquietos de Clímene, hasta que sacudió la mano en el aire, como restándole importancia a la situación. –Bien. Iré yo mismo a verificar que todo esté en orden. Necesitaré tus habilidades, Caribdis.
Clímene escuchó ausente cómo afinaban los detalles de la misión, sin poder evitar pensar nuevamente en su joven compañera.
Por más calma que Kanon impregnara en sus palabras, ella podía ver la situación mucho más allá de aquel discurso. Si bien él tenía razón esta vez, acababa de comprender algo más. Repasó en su memoria la conversación con Caribdis la noche en que Krishna había llegado. Debió haberlo escuchado con más atención.
"Quizás debas recordar que ya no depende todo de ti".
Ligeia había informado inmediatamente a Kanon no sólo de la muerte de los Solo, sino de cómo había revelado la situación, incluso sabiendo que aquello podía conllevar un castigo severo. No había acudido a Clímene, no. Y esa era una lección dolorosa que no había estado lista para afrontar: que el trierarca estaba, indudablemente, por encima de ella.
- o - o -
Para la noche siguiente, estaban listos para partir.
Si bien ir a la superficie no estaba entre sus planes, la insistencia de Proreus y Kybernetes le daba a Kanon la excusa perfecta para descansar. ¿Cuánto esfuerzo podía significar vigilar a un niño, después de todo? Podría escabullirse de sus obligaciones un par de días, quizás hasta volver armado de paciencia para seguir entrenando a Crisaor. Hubiera preferido que la ubicación fuera otra, pero no iba a ponerse exigente. Después de todo, Géminis estaba desaparecido, ¿no?
Kanon terminaba de colocarse el guantelete izquierdo con calma mientras Caribdis terminaba su informe. La situación le había dado además una oportunidad que no había considerado antes: la de conocer al hombre en quien Clímene claramente confiaba más que en nadie. Notó nuevamente la escarcha en su cabello y el leve rubor en sus mejillas causado por bajas temperaturas.
– ¿Estás seguro?
Jasha asintió. –Recorrí lo suficiente para comprobarlo. Nadie vigila la puerta de Asgard. La familia real aún representa a Odín, pero no parecen siquiera acordarse de nosotros. Y ya que el puesto de Bluegrad nunca fue restablecido, podemos disponer de la entrada a nuestro antojo.
Dragón Marino tomó nota mental. Aunque por el momento no se le ocurría cómo podría serle de utilidad, la información podría resultar relevante más tarde. Por ahora, había otras cosas de las cuales encargarse. Ignoró el cosquilleo en el estómago, precipitándose a la vista que pronto tendría ante sí. Hizo un gesto al otro guerrero para indicarle que estaba listo.
El vórtice lo rodeó, pero sabiendo qué esperar esta vez, pudo observar cómo el gigantesco remolino se cernía hasta rodear a Caribdis entre ráfagas violentas. La atención extra le causó un leve mareo que incrementó al sentir el agua contra sus piernas.
Antes que el aroma salado y la brisa fresca, antes que el graznido de las aves marinas, sintió el calor como un golpe en todo el cuerpo. Instintivamente, sus ojos buscaron el lugar.
Las olas golpeaban Cabo Sunion con la fuerza sempiterna del mar. Desde ahí, los barrotes que le habían aprisionado eran imperceptibles, al igual que el daño causado cuando liberó al tridente del sello divino. Su dolor había sido invisible para el resto del mundo. Sólo aquellas rugosas paredes y los oxidados barrotes habían conocido su tormento. La sensación fantasmal del metal en su mano le hizo sonreír para sus adentros. De cierta forma, él había liberado al tridente tanto como el tridente le había liberado a él.
Su corazón latía desbocado en su pecho y el mareo comenzó a ofuscar sus sentidos. La sensación del agua contra sus piernas le provocó escalofríos helados que subieron por toda su espina dorsal, curvando su espalda ligeramente hacia atrás.
Respiró profundamente, pero el aroma salado estuvo a punto de provocarle una arcada. Fue la mano de Caribdis en su hombro lo que lo trajo nuevamente al presente.
–Es demasiado temprano, quizá deberíamos esperar.
Asintió, incapaz de hablar. Era demasiado para él, no lo había pensado bien. Demasiado pronto, demasiado cerca. ¿Estaría Saga…? No. No iba a permitirse pensar en eso. Se apresuró a salir del agua. Su Escama vibró de pronto en una sensación cálida, como si buscase ofrecerle consuelo.
Agradeció aquel extraño abrazo primitivo mientras caminaba hacia la playa. Definitivamente necesitaba eliminar su repulsión al mar.
A su derecha, la mansión Solo se alzaba obscena, las luces de casi todos los pisos aún encendidas. Pero Cabo Sunion poseía un extraño magnetismo sobre él, y tuvo que obligarse para no mirar hacia allá nuevamente. Se dejó guiar por Jasha, que había pedido a Ligeia información sobre hostales cercanos. Pretendió escuchar atentamente los pormenores de la familia Solo y los alrededores.
Cuando le ordenó al Cetus cerrar el vórtice, el otro lo miró confundido, pero obedeció. No podían arriesgarse a que el Santuario supiera que los Marinas estaban activos. Sin embargo, tras un recorrido de reconocimiento, fue evidente que no necesitaban portar las Escamas. No había ningún rastro de los Santos de Atenea.
Antes de dejar la playa para buscar dónde pasar la noche, Kanon se permitió mirar hacia el cabo una vez más. Una sensación de vacío muy parecida a la que experimentaba cuando se abría el vórtice de Caribdis lo engulló.
"Ningún rastro del Santuario", repitió en su cabeza.
Pero en algún lugar, su hermano vivía, estaba seguro. Y al igual que él, conspiraba.
—
Arrumbar. (habla marinera). Fijar el rumbo al que se debe navegar.
Nunca he entendido por qué muchas personas dibujan a Krishna tranquilo. ¿Han visto lo agresivo que es con Shiryu? Ni su nombre quería saber antes de matarlo XD Y bueno, originalmente no iba a enfocarme en el resto de Generales pero ¿ya vieron cuántos fics hay sobre ellos? Exacto. En fin.
He subido picrews, comisiones y algo de info sobre lo que tengo de headcanon para Atlantis en mi tumblr por si quieren pasar a leer (en inglés por ahora). Subiré el enlace a mi perfil.
Había olvidado mencionarlo acá, pero gracias a Cadejos por ser mi beta~
