Esta obra es una creación original y está protegida por derechos de autor. Los personajes y elementos del universo de Fairy Tail pertenecen al autor mangaka Hiro Mashima
Fairy Tail: Nueva Extalía
Capítulo 16: Juicio Real
Arco del Nuevo Reino
Habia pasado varios minutos desde que Touka le había bajado hacia el área de secado, en el sótano.
Carla se encontraba sentada y escondida en el cuarto de secado, con la esperanza de que Touka regresara pronto. El lugar era un espacio austero, lleno de máquinas rudimentarias y un tipo de horno de piedra que emanaba un calor suave. Las paredes estaban cubiertas de manchas de humedad y las estanterías repletas de canastas de ropa limpia, esperando ser apiladas. La atmósfera era pesada, impregnada del aroma a tela húmeda y el leve crujido del fuego en el horno.
"¡Que calor!" Exclamó Carla al ver que estaba empapada en sudor. "¿En que momento vendrá Touka?"
Mientras aguardaba, su mente divagaba hacia Happy. La última vez que se vieron, todo había ido horriblemente mal. Recordaba vívidamente el momento en que ambos pelearon y por decirle cosas que no debía, Happy perdio el "control" y desato su resentimiento contra ella.
Carla suspiro pesadamente al recordarlo, ya que si no fuera por la intervención oportuna de Touka, las cosas habrían terminado de forma trágica y ella hubiera sido asesinada por uno de sus compañeros más cercanos. Carla aún sentía las consecuencias de aquella pelea, no solo en su cuerpo, sino en su corazón.
La rabia y el dolor de aquellas palabras que se habían lanzado el uno al otro resonaban en su mente. ¿Cómo podría una amistad sobrevivir a un conflicto así? Era casi imposible imaginar que pudieran restablecer el lazo que una vez compartieron. Ella había salido herida, no solo físicamente, sino emocionalmente. El dolor, el miedo y la desesperación la habían dejado con un profundo sentimiento de culpa y angustia. ¿Que pasaría entre ambos una vez que liberen a Happy? Era una pregunta que aun no se atrevía a responder.
Carla reconocía su culpa en todo el conflicto y sabe que ella fue la responsable de haber iniciado todo esto, según ella para obtener algo de información de cierto inconveniente que los involucra a los dos. Quería tanto saber la verdad sobre su visión vacía que incluso estaba dispuesto a lastimar a la persona que se supone estaba buscando proteger. Que hipocresía, pensaba ella.
Mientras caminaba por el cuarto, su corazón se oprimía al pensar en lo que le esperaba. ¿Qué se dirían cuando ambos se encontraran? La incertidumbre la consumía. Por un lado, deseaba ayudarlo, pero por otro, temía que su intento de rescate solo abriera viejas heridas. Las preguntas se agolpaban en su mente, y cada vez que intentaba pensar en una respuesta, el temor la detenía.
Decidida a no dejarse vencer por la ansiedad, Carla se acercó a una de las máquinas para secar ropa, observando su funcionamiento. "Al menos en este lugar, había un resquicio de normalidad", pensó con tranquilidad. "Debería aprovechar este momento, para utilizar mi precognición para asegurarme de que no haya ningún riesgo."
Decidida a no dejarse vencer por la ansiedad, Carla se acercó a una de las máquinas para secar ropa, observando su funcionamiento con cierto desinterés. "Al menos en este lugar, había un resquicio de normalidad", pensó, aunque el peso de la incertidumbre seguía acechando en su mente. Sus pensamientos vagaban entre el presente y el pasado, cuando una pequeña idea cruzó por su mente.
"Debería aprovechar este momento."
Con un suspiro profundo, cerró los ojos y decidió enfocarse en lo que mejor sabía hacer: su magia de precognición. Sabía que era arriesgado dejarse llevar por sus pensamientos mientras estaban en una situación tan peligrosa, y no podía permitirse el lujo de ser sorprendida.
Respiró profundamente, concentrándose en su entorno. A través de su magia, una corriente de imágenes borrosas apareció en su mente, destellos del futuro que le daban pistas sobre lo que sucedería a continuación. Poco a poco, los fragmentos comenzaron a tomar forma. Podía escuchar el eco de unos pasos, alguien acercándose por el pasillo. Su cuerpo se tensó al reconocer la imagen de un Guardia Fantasma que se dirigía hacia la habitación donde se encontraba.
"Alguien vendrá pronto", susurró, abriendo los ojos de golpe. La visión había sido clara. No podía permitirse quedarse más tiempo en el cuarto de secado. "Tengo que salir de aquí. Pero no puedo irme sin Touka y el zarcillo de comunicación no está en rango. ¿Que hago?"
"¡Ya sé!" Carla se levantó rápidamente y caminó hacia el ascensor de servicio. Antes de irse, se detuvo y miró el marco. Touka debe saber que me adelanté, pensó. Con sus garras, talló un mensaje en el marco: "Me adelantare por seguridad."
Entonces Carla se apresuró a salir del cuarto de secado, sintiendo cómo la tensión se apoderaba de su cuerpo. La oscuridad del sótano la envolvía mientras se movía en silencio. Sabía que no podía bajar la guardia. Aunque la penumbra dificultaba la visión, su naturaleza como Exceed le permitía ajustar su vista. Poco a poco, fue reconociendo los detalles del pasillo. Hasta que después de unos minutos, encontró lo que buscaba.
"¡Lo encontré!" Sus ojos captaron una puerta grande y robusta, rodeada por dos guardias fantasma de pie, inmóviles como estatuas, estaban custodiando lo que había escrito buscando: La entrada al calabozo.
Carla se escondió rápidamente detrás de una pila de cajas. El plan inicial era simple: esperar a Touka y descender juntas. Pero ahora que estaban separadas, debía adaptarse. Con los guardias presentes, tendría que pensar en otra forma de infiltrarse sin levantar sospechas. Entrar al calabozo es crucial, pero ¿cómo?
"¡Vamos Carla! Piensa en lo que puedes hacer a tu alcance." Se dijo a si misma, tratando de darse confianza. "Evalúa tus opciones."
Carla se mantuvo escondida entre las sombras, observando a los guardias que rondaban y vigilaban la entrada al calabozo. Sabía que abrirse paso sin ser detectada sería un reto, pero no podía quedarse inmóvil. Tenía que pensar en otra manera.
"¿Que puedo hacer? ¿Pelear? No es una opción, mi poder mágico no está del todo recuperado para alcanzar mi forma humana." Pensó ella en diferentes ideas. "¿Esperar a que se distraigan?" Dudó que eso suceda.
Mientras seguía evaluando sus opciones, algo llamó su atención: un pequeño puesto de vigilancia justo al lado de la entrada del calabozo. Parecía estar vacío.
"Es una buena oportunidad, pero necesito mantenerme alejada de la vista de los guardias.
Aprovechando que los guardias estaban merodeando en círculos, ella se deslizó ágilmente por las zonas más oscuras del pasillo hasta alcanzar el puesto de vigilancia.
Aprovechó su pequeño tamaño para pasar desapercibida y, una vez dentro, comenzó a examinar el lugar en busca de algo útil.
La habitación era oscura, con solo una lámpara de aceite encendida sobre un escritorio de madera desgastada. Las paredes estaban adornadas con mapas y papeles dispersos. En una esquina había un pequeño cofre entreabierto, lleno de objetos diversos, posiblemente pertenecientes a los prisioneros.
"¿Que encontraremos aquí?" Se dijo así misma.
Carla empezó a hurgar entre los papeles del escritorio y pronto encontró dos cosas que captaron su atención. Primero, un papel con un símbolo del reino, en el que se dibujaban las fases lunares en un patrón extraño. "¿Qué es esto?," pensó, frunciendo el ceño mientras examinaba el papel. No tenía idea de para qué servía, pero lo guardó con la intención de investigarlo más adelante. "Puede ser útil," decía ella.
Entonces Carla fijo su vista en los numerosos papeles que estaban fijados en la pared y su vista de enfocó en la segunda cosa que le llamó la atención: un horario de alimentación para los prisioneros. "Perfecto..."
"Esto podría funcionar", murmuró, sintiendo un nudo en el estómago al pensar en lo que estaba por hacer. La adrenalina comenzaba a recorrer su cuerpo, pero también lo hacía el miedo. Sabía que estaba en la boca del lobo, rodeada de guardias fantasma que patrullaban el área.
Miró el reloj colgado en la pared y supo que tenía poco tiempo antes de que llegara el próximo guardia encargado de llevar la comida.
Con la información obtenida y su mente trabajando rápidamente, decidió que la mejor manera de infiltrarse sería durante el próximo reparto de alimentos.
"El guardia encargado de alimentar a los prisioneros, deberá llevar los alimentos en alguna especie de transporte." Argumento ella. "Si se trata de un carrito para transportar los alimentos, podría subirme a uno de ellos para entrar al calabozo." Pensó ella.
Carla respiró hondo, intentando calmar el temblor que amenazaba con apoderarse de sus manos. "Cálmate, tienes que hacerlo bien", se repetía. Activó su magia de Precognición, observando en su mente la ruta del guardia que transportaba el carro con el alimento para los prisioneros. Sabía que no tendría otra oportunidad si fallaba, así que tenía que ser precisa. "De acuerdo."
Con rapidez, Carla salió del puesto de vigilancia y se dirigió hacia ese pasillo en penumbra. El suelo era irregular, y con la intención de crear una trampa, buscó una roca suelta entre las baldosas que cubrían el suelo. Después de unos segundos, encontró una pequeña piedra, la extrajo con cuidado y la colocó justo en medio del camino, creando un pequeño bache justo en el camino por donde el guardia pasaría, de manera que se atascaría al cruzar
"Espero que funcione," se dijo a sí misma mientras regresaba a su escondite, esperando que todo saliera como lo había planeado.
Con el corazón latiendo a toda velocidad, Carla se escondió en las sombras y esperó.
En cuanto escuchó los pasos y el sonido metálico del carro, se preparó para moverse. El carro llegó al bache, y tal como había previsto, se atascó. El guardia, frustrado, gruño por lo bajo y se agachó para intentar liberarlo. Fue el momento perfecto.
Carla, nerviosa pero decidida, se deslizó silenciosamente hacia el carro, sujetándose con firmeza a la parte inferior. Se colgó en la base del vehículo, asegurándose de que su cuerpo quedara bien adherido y escondido al fondo del vehículo. Su pequeño tamaño jugaba a su favor, pero eso no calmaba el miedo que sentía en ese instante. Su corazón latía desbocado, y por un segundo, temió que el guardia pudiera escucharlo.
En un momento, cuando el carro avanzó sin obstáculos tras el bache que había creado, Carla sintió una pequeña ráfaga de alivio. Había funcionado. Cerró los ojos por un segundo, permitiéndose respirar. "Lo logré...", pensó, tratando de calmar su acelerado pulso. Pero ese alivio duró solo un segundo. Al abrir nuevamente los ojos, vio cómo el carro se aproximaba a la entrada del calabozo, con varios guardias a la vista. Su cuerpo entero se tensó de nuevo.
Cada centímetro que avanzaban le parecía eterno. Los pasos de los guardias resonaban, cada uno más fuerte que el anterior, y por un momento, se le secó la boca de pura ansiedad. Si tan solo alguien decidiera revisar el carro por casualidad, todo su esfuerzo habría sido en vano. Pero tenía que mantenerse firme.
"Todo está bien, sigue adelante, no te detengas," se repetía mentalmente, aferrándose con fuerza a la parte inferior del carro mientras este comenzaba a adentrarse en la zona más vigilada del calabozo. El peso de la situación la aplastaba, pero Carla sabía que no había vuelta atrás.
El guardia que empujaba el carro de comida llegó a la entrada del calabozo, donde fue recibido por otros dos guardias fantasma.
Los guardianes no prestaron demasiada atención al carro en sí; para ellos, no era más que un simple medio de transporte de bandejas plásticas con alimentos insignificantes. su interés estaba centrado en inspeccionar al guardia que lo transportaba.
"¡Kensa! (検査)" Murmuraban aquellos guardias mientras revisaban exhaustivamente al encargado de la comida.
Mientras los ojos vacíos de las criaturas revisaban cada rincón del guardia, Carla, oculta bajo el carro, sentía cómo su corazón latía desenfrenado. Estaba a punto de ser descubierta.
"Fusegu (防ぐ)," murmuró uno de los guardias en su idioma, que era una advertencia para proceder con cautela.
Tras unos tensos momentos, los guardias no encontraron nada fuera de lugar. "¡Tōkō! (登校)," dijeron, dándole al guardia permiso para entrar.
Carla suspiró de alivio mientras el carro avanzaba lentamente hacia el interior del calabozo. "¿Que habrán dicho?", pensó ella.
Con un ligero chirrido, el carro cruzó el umbral del calabozo, y las puertas se cerraron tras ellos, sumiendo el lugar en una oscuridad aún más densa. Carla aprovechó ese momento para escabullirse. En silencio y con extrema cautela, se deslizó desde la parte inferior del carro hasta el suelo de piedra, dejando que sus pies apenas rozaran el suelo antes de moverse rápidamente hacia un pilar cercano. Se ocultó tras él, su pequeño cuerpo se fusionaba con las sombras.
Aprovechando la oscuridad, se deslizó cuidadosamente fuera del vehículo y se ocultó tras uno de los pilares que bordeaban el pasillo. Desde su nueva posición, observó al guardia mientras este se dirigía más adentro, a una zona desde la que se empezaban a escuchar voces.
Desde su escondite, observó cómo el guardia empujaba el carro por un largo pasillo. Pero entonces, algo más captó su atención. A lo lejos, comenzó a escuchar los sonidos del calabozo: las suplicas, los gritos, los llantos de los prisioneros que llenaban el aire.
Pronto, los susurros, gritos y súplicas de los prisioneros del calabozo se hicieron más claros.
"¡Por favor, no puedo más! ¡Dejen que me vaya, solo intentaba alimentar a mi familia!" rogaba una voz temblorosa.
Otro prisionero, más lejos, sollozaba: "No es justo... yo solo necesitaba medicinas para mi hija. ¡Por favor, escúchenme!"
Carla cerró los ojos por un momento, apretando los puños. Cada una de esas voces parecía perforar su conciencia, intensificando el peso de su dilema. Era evidente que muchos de los prisioneros habían sido arrestados por razones que, a sus ojos, parecían totalmente justificadas. Gente que solo quería sobrevivir, que buscaba alimento o ayuda para sus seres queridos en medio del toque de queda, ahora encadenada en la oscuridad.
"¡Ayuda! ¡Alguien, por favor!," se escuchaba entre sollozos, una joven con la voz quebrada por el miedo.
Carla mordió su labio, sabiendo que no podía intervenir en ese momento. Si intentaba liberar a los prisioneros ahora, alertaría a los guardias y pondría en peligro no solo su misión, sino también a Happy. Pero cada grito de ayuda hacía que esa decisión fuera aún más difícil de soportar.
"Lo siento..." susurró Carla para sí misma, su voz casi inaudible mientras sentía cómo su pecho se llenaba de impotencia.
El guardia que empujaba el carro se detuvo un momento, mirando hacia las celdas llenas de prisioneros. Los gritos continuaban, aunque su interés no estaba en ellos. Después de unos segundos de silencio, el guardia continuó su camino, alejándose y dejando las puertas de las celdas cerradas.
Carla sabía que no podía perder más tiempo. Su objetivo estaba en el segundo nivel subterráneo del calabozo, donde se encontraba Happy. Pero el eco de las suplicas seguía resonando en su mente. Era difícil ignorar el sufrimiento a su alrededor.
Con una última mirada hacia las celdas, se preparó para avanzar por el pasillo. "Haré lo que pueda... después," pensó, tratando de calmar la culpa que la consumía. Sabía que tendría que regresar por ellos más adelante, pero por ahora, debía concentrarse en salvar a Happy.
"No vuelvas la mirada hacia atrás, Carla." Pensó Carla. "Tienes un solo objetivo. Si vuelves pondrás en peligro, no solo a tí, sino a todos los que están adentro."
Carla, con la mandíbula apretada, se obligó a seguir avanzando hacia el camino que la llevaría al segundo nivel subterráneo del calabozo, donde estaba Happy.
"¿Uhhh?" Pudo notar una leve vibración en su blusa. Entonces, algo en su bolsillo comenzó a brillar. Carla sacó el inhibidor de trampas que Touka le había dado, sorprendiéndose al ver que empezaba a parpadear con más intensidad.
"¡Ah!, con que se trataba de tí. ¿Cómo dijo Touka que funcionabas?" Dijo ella al ver el pequeño dispositivo con forma de un bolígrafo.
"Creo que dijo algo sobre la intensidad del parpadeo, significaba que estaba bastante cerca de una trampa." Ella recordó las palabras de Touka sobre cómo este dispositivo reaccionaría ante trampas, Carla decidió utilizarlo para rastrear el camino. Sin embargo, mientras caminaba con cuidado, pisó accidentalmente una baldosa que brilló en un tenue círculo mágico.
"¿Que dem..." Antes de que pudiera procesar lo que sucedía, un enorme tronco con cuchillas descendió desde el techo con un movimiento pendular, cortando el aire con un sonido aterrador. Carla quedó inmóvil por un instante, atónita. La trampa había fallado en golpearla por poco, gracias a su pequeño tamaño.
"Eso fue demasiado cerca..." murmuró, con el pulso aún acelerado. Estaba claro que el calabozo estaba plagado de trampas mucho más peligrosas de lo que había imaginado.
Carla siguió avanzando por el sombrío calabozo, con la mente alerta ante el peligro inminente. Al intentar usar su magia de precognición para anticipar las trampas, sintió una frustración inmediata. "Claro... zona antimagia," pensó, recordando con amargura las restricciones del lugar. Sin su magia, estaba vulnerable, y cada paso debía ser tomado con extrema cautela.
El inhibidor de trampas que Touka le había dado comenzó a parpadear nuevamente, la luz intermitente le advertía de la presencia de un peligro cercano. Carla se detuvo en seco, su corazón latiendo con fuerza.
"Debe haber más trampas cerca," Pensó Carla preocupada. "Usaré la lácrima de iluminación que me dio Touka."
Pero se dio cuenta que la lácrima incapaz de funcionar correctamente en la zona antimagia. "Maldición, me olvidé que está cosa funciona con magia." Con una mueca de frustración, se dio cuenta de que no tenía más opción que depender de métodos más convencionales.
Con un rápido vistazo alrededor, divisó una antorcha empotrada en la pared. "Esto servirá," pensó. Se acercó a ella, encendiéndola para iluminar el oscuro y traicionero camino.
El parpadeo del inhibidor de trampas se intensificó, lo que le advirtió que estaba cerca de una zona especialmente peligrosa. Usando la luz de la antorcha, Carla inspeccionó el suelo y encontró un peldaño falso. Con un salto ágil, lo esquivó sin esfuerzo. Sin embargo, el inhibidor seguía parpadeando, lo que significaba que había más trampas ocultas.
Carla entrecerró los ojos, aprovechando su visión felina para buscar cualquier indicio de peligro. Fue entonces cuando vio un débil resplandor proveniente de varias trampas ocultas a lo largo del pasillo: flechas en las paredes, cuchillas bajo el suelo y otros peligros invisibles a simple vista. Cruzar por allí sería prácticamente imposible.
"Es imposible pasar por aquí sin activar alguna de ellas," murmuró para sí misma, analizando el lugar. Podía ver que la primera trampa consistía en un piso falso y flechas que seguramente la atacarían desde las paredes, pero había más: cuchillas ocultas, agujeros profundos y otras trampas rudimentarias.
"¡¿Cómo demonios revisan los guardias el estado de los prisioneros sin activar estas trampas?!" pensó Carla bastante molesta.
Ella pensaba que si los guardias pasaban regularmente por ahí para revisar a los prisioneros, tenía que haber algún sistema que les permitiera atravesar el lugar sin activar las trampas. "Debe haber una forma de desactivar todo esto," pensó Carla, observando con detenimiento el entorno.
Entonces, su mirada se posó nuevamente en el inhibidor, que ahora emitía destellos con mayor intensidad. Estaba claro que había una acumulación significativa de trampas y magia en algún lugar cercano. Carla empezó a seguir la dirección en la que el inhibidor apuntaba, avanzando lentamente hasta llegar a una pared lisa que parecía no tener nada inusual.
"Esto no puede ser solo una pared normal," pensó Carla. Fue entonces cuando, por instinto, bajó la antorcha que sostenía y la movió a lo largo de la pared, buscando alguna señal.
"¿Habrá una entrada secreta?" Carla escaneó la pared y pronto divisó una antorcha apagada a cierta altura, demasiado alta para alcanzarla desde el suelo.
Sin perder tiempo, Carla evaluó su entorno y notó un pilar cercano. Sus agudos reflejos felinos entraron en acción: se impulsó con agilidad y trepó rápidamente por el pilar. Con un salto preciso, se aferró a la base de la antorcha apagada. Al girarla con un pequeño esfuerzo, escuchó el suave ruido de mecanismos ocultos activándose.
"Lo sabía," susurró Carla, mientras descendía con cuidado y entraba en la habitación oculta. Lo que vio la dejó atónita. Frente a ella, en el centro de una pequeña sala, había un pedestal de piedra, en el centro del pedestal, se encontraba dibujado varios símbolos mágicos, claramente diseñado para manipular las trampas del calabozo.
"El sistema de seguridad..." susurró Carla, sintiendo una oleada de alivio. Sabía que este era el mecanismo que los guardias usaban para desactivar las trampas del pasillo y moverse libremente. Finalmente, había encontrado lo que buscaba.
Carla avanzó con cautela dentro de la habitación secreta, sus pasos resonando suavemente contra el suelo de piedra mientras observaba el interior con atención. Sin embargo, apenas había cruzado el umbral cuando sintió una ligera vibración bajo sus pies.
"¿Ahora que sucede?" Pensó Carla mientras estaba completamente alerta, por si acaso hubiera activado otra trampa.
De repente, pilares de piedra comenzaron a emerger desde el suelo, bloqueando su camino hacia el pedestal de piedra que estaba al fondo de la sala.
"¿Supongo que era demasiado fácil para ser verdad? ¿No?" Dijo Carla con cierto aire de fastidio.
Mientras examinaba el cuarto más de cerca, sus ojos se posaron en una pared cercana. Allí, tallado en la roca con gran precisión, se encontraba un antiguo calendario lunar en forma de disco, cada fase de la luna representada en pequeños círculos grabados en piedra.
"¿Un calendario lunar? ¿Que hace esto aquí?" Pensó Carla bastante intrigada mientras examinaba los detalles del calendario.
Carla se acercó al calendario, notando que los círculos podían ser presionados hacia adentro. Eso le dio una idea.
"Es un mecanismo," pensó en voz alta, mientras sus ojos felinos examinaban cada detalle. "Debe estar vinculado al pedestal."
Ella notaba que desde la parte más baja del disco, los símbolos comenzaban con la luna nueva, seguidos por el cuarto creciente, la luna llena y el cuarto menguante, dispuestos en una formación ascendente en espiral hacia la parte superior del calendario.
"Espera un momento, creo que esto ya lo había visto antes..." Dijo Carla mientras rebuscaba en los bolsillos de su vestido
Carla sacó rápidamente el pedazo de papel que había encontrado antes en el puesto de vigilancia. Las fases lunares dibujadas parecían una secuencia, y ahora tenía una idea clara de su propósito. "Entiendo, pero..."
Suspiro algo molesta ya que había un problema: al estar en su forma Exceed y en una zona antimagia, no podía Aera o su forma humana para alcanzar los botones más altos. Tendría que hacerlo a la antigua.
"Esto va a ser más complicado de lo que pensé," murmuró, echando un vistazo a las grietas en la pared. Sin más opción, comenzó a escalar, apoyando sus garras en las pequeñas grietas y salientes de la piedra para alcanzar los botones más altos.
El primer botón estaba a su alcance, pero los otros tres se encontraban más arriba, lo que añadiría una dificultad física a la tarea.
"Vamos, no puede ser tan difícil," se dijo mientras revisaba el papel que había encontrado. Con una mezcla de nervios y determinación, se acercó al primer botón.
"Cuarto Menguante," murmuró, y presionó el botón. Un leve clic resonó en la habitación.
El segundo botón estaba más alto. Carla se impulsó hacia las grietas de la pared, usando sus garras para escalar con destreza. "Luna Nueva," dijo al llegar al segundo botón, pulsándolo con más fuerza de la necesaria.
El tercero requería aún más esfuerzo. Con el sudor comenzando a resbalar por su frente, Carla trepó de nuevo. "Cuarto Creciente," pronunció, al tiempo que empujaba el tercer botón.
"¡Vamos Carla, tú puedes!" Se decía así misma por el inmenso esfuerzo fisico que estaba haciendo, considerando que siempre había usado sus alas para llegar a los sitios más altos.
El cuarto y último botón estaba casi fuera de su alcance. Carla tuvo que dar un salto desde una pequeña grieta en la pared, aferrándose con las patas para alcanzar la altura necesaria. "Luna Llena," dijo en voz baja, pulsando el último botón.
Por un momento, todo pareció estar bien. Pero entonces, el sonido de engranajes y mecanismos comenzó a resonar, y Carla miró alarmada cómo la pared opuesta comenzaba a moverse, cerrándose lentamente hacia ella.
"¡No, no, no!" exclamó, dándose cuenta del error. Mientras observaba a su alrededor, pensando en que había hecho mal. "He puesto la combinación correcta, ¿Por qué está trampa se a activado?"
Entonces se dio cuenta de algo miró el papel en su mano, como no tenía referencia de hacia que orientación está dirigidas las imágenes, es posible que la combinación haya sido otra. "¡¿La combinación estaba al revés?!" Argumento bastante molesta por su propio error.
El tiempo corría, y la pared avanzaba implacable. Carla, con el corazón acelerado, descendió al primer botón lo más rápido posible. Esta vez, con el papel en la orientación correcta, murmuró: "Luna Llena," y presionó el botón de nuevo.
Con un esfuerzo titánico, subió al segundo botón. "Cuarto Creciente," corrigió, presionando de nuevo.
Al llegar al tercero, apenas se mantenía firme, pero no podía permitirse fallar. "Cuarto Menguante," dijo, con la voz entrecortada por el esfuerzo.
Finalmente, el último botón. Saltó una vez más, aferrándose con lo que le quedaba de fuerza. "Luna Nueva," gritó, activando el mecanismo justo a tiempo.
La pared se detuvo, y el sonido de los engranajes se disipó. Carla bajó lentamente, con la respiración agitada pero aliviada. "Eso fue demasiado cerca..." murmuró, mientras la sala volvía a la calma.
Carla se dejó caer al suelo, completamente agotada. Su pecho subía y bajaba con fuerza mientras intentaba recuperar el aliento. El frío de la piedra bajo su cuerpo contrastaba con el calor que sentía después del esfuerzo físico. Cerró los ojos por un momento, permitiéndose un breve respiro tras haber estado tan cerca del peligro.
Pero entonces, una risa involuntaria escapó de sus labios. Era una mezcla de alivio y frustración. "¿De verdad casi muero... por leer un papel al revés?" murmuró, incrédula, mientras una sonrisa irónica se dibujaba en su rostro.
Se cubrió los ojos con una pata, aún respirando profundamente. "Esto es ridículo", dijo, entre risas y un tono molesto. "Todo por no fijarme bien..."
A pesar de la tensión de los últimos minutos, la sensación de alivio la hizo reír más fuerte, aunque cada carcajada venía acompañada de un leve quejido por el cansancio acumulado. Había sido un error casi mortal, pero en ese momento, desde el suelo y con la misión aún lejos de terminar, no podía evitar ver la absurda ironía de la situación.
Finalmente, dejó que la risa se desvaneciera, quedándose en silencio, sintiendo la calma regresar a su cuerpo. "Tienes que hacerlo mejor que esto, Carla," se dijo en voz baja, aún con una ligera sonrisa en los labios, mientras se preparaba mentalmente para continuar.
Desde el suelo Carla observó cómo las paredes lentamente retrocedían a sus posiciones originales, deteniéndose justo antes de aplastarla. Los pilares de piedra que antes bloqueaban el pedestal se desmoronaron, permitiendo finalmente el acceso al mecanismo de seguridad.
"Es hora de volver al plan." Dijo Carla algo más tranquila.
Con un suspiro de alivio, Carla se levantó del suelo, aún sintiendo el cansancio de su esfuerzo físico. Se acercó al pedestal con pasos cautelosos y observó los círculos mágicos que estaban dibujados.
"Ahora la pregunta es ¿Como desactivo esto?" Se dijo Carla hasta que se dio cuenta de algo raro. Todos estos círculos convergían en un mismo punto, exactamente en el centro del tablero. Esto hizo que Carla pensara en una posible solución. "Mi inhibidor... Creo que sí lo colocó en el punto donde todos los círculos mágicos se unen, podré inhabilitar todas las trampas al mismo tiempo. ¿Verdad?" Argumento ella.
Carla disipó sus dudas y colocó su inhibidor de trampas en el centro, observando cómo los símbolos mágicos del pedestal comenzaban a desvanecerse uno por uno. Sabía que, al neutralizar ese punto clave, las trampas del calabozo quedarían desactivadas. Tras unos momentos de tensión, el proceso finalizó, y Carla retiro el inhibidor con una ligera sonrisa de satisfacción.
Con el camino aparentemente libre de trampas, salió de la habitación y volvió al largo pasillo que antes estaba lleno de peligros ocultos.
Mientras ella avanzaba lentamente por el pasillo que antes había estado plagado de trampas mortales. Ahora, con todas las trampas desactivadas gracias al inhibidor que había colocado, el camino era seguro, pero sus pensamientos estaban en conflicto. Su pecho se apretaba, y cada paso parecía más pesado que el anterior. Respiraba profundamente, tratando de calmarse, pero no lograba sacarse de encima esa creciente sensación de ansiedad, nervios y temor.
"Me estoy acercando a él ¿No?" Dijo Carla refiriéndose a que se estaba acercando a su encuentro con Happy. "Entonces ¿por qué me siento así?"
La ansiedad que había estado enterrando poco a poco empezaba a desbordarse.
Suspiró profundamente, apoyando una mano en la pared de piedra fría. Sentía una mezcla de emociones que la invadían: el nerviosismo, el miedo y una pizca de esperanza. Pero la duda seguía ahí, oscura y persistente. ¿Cómo sería volver a verlo? No sabía qué esperar ni cómo actuaría. El temor de que su reencuentro pudiera destruir lo poco que quedaba de su amistad era como una sombra que no podía sacudirse.
"¿Qué pasará ahora...?" murmuró en voz baja, mirando al vacío mientras el eco de sus palabras resonaba débilmente en el pasillo. Cada fibra de su ser estaba en tensión, su corazón palpitaba desbocado. Quería creer que todo tenía una explicación, que Touka tenía razón y que Happy no había sido él mismo durante aquel terrible momento. Pero la incertidumbre la estaba consumiendo.
Con una última bocanada de aire, se obligó a seguir avanzando. Había hecho una promesa, no solo a Touka, sino también a sí misma. No podía dejarse paralizar por el miedo. No ahora. Aunque sus piernas temblaban y su mente estaba llena de preguntas sin respuestas, debía seguir adelante.
Finalmente, tras varios minutos de lucha interna, respiró hondo y se obligó a moverse. No tenía otra opción. Tenía que enfrentarlo. No podía huir, aunque lo deseara con todas sus fuerzas. Lentamente, tomó el camino a la derecha, siguiendo su corazonada, pero cada paso la acercaba más a una verdad que aún no estaba segura de querer descubrir.
Mientras tanto
La Reina Shaggotte se encontraba en la amplia terraza del castillo, apoyada en la barandilla de piedra, mientras sus ojos felinos vagaban por el horizonte, observando las luces lejanas de Nueva Extalía que titilaban como estrellas sobre el suelo. La brisa fría de la noche acariciaba su pelaje, pero no aliviaba el peso de la decisión que debía tomar.
Sostenía en sus manos los informes, documentos que describían la brutalidad del ataque de Happy a Carla, pero también la evidencia que sugería que no estaba en completo control de sus acciones. Aun así, la duda persistía en su mente, como una sombra que se negaba a desvanecerse.
Los pasos suaves de Marice rompieron el silencio. La joven mujer rubia, con su expresión preocupada y manos entrelazadas, se acercó a la Reina con cierta vacilación. A pesar de su lealtad, había un claro nerviosismo en sus ojos.
"Majestad," comenzó Marice con voz baja, casi temblorosa, "¿está realmente segura de lo que va a hacer? Hablar con Shaddick... podría ser infructífero. Sabes cómo es ella."
Shaggotte suspiró, sin apartar la mirada del horizonte. Su voz salió suave, pero firme.
"Sé lo que me espera al enfrentar a Shaddick. Pero lo que he visto me obliga a actuar. No puedo permitir que Happy sea ejecutado sin intentar apelar su caso. Aunque no es inocente del todo..." miró los informes en su mano, "estoy convencida de que no fue él mismo cuando atacó a Carla."
Marice se removió en su lugar, visiblemente angustiada. Dio un par de pasos hacia la reina, acercándose un poco más a la barandilla, pero sin ser invasiva.
"Yo... conozco a Happy desde hace muchos años, dijo Marice, su voz quebrándose apenas. "Él siempre ha sido un buen amigo. Nunca sería capaz de hacerle daño a Carla por voluntad propia. No así. Cuando me enteré de lo que sucedió, quise verlo. Quería visitarlo en el calabozo, pero no tengo el valor de verlo en ese estado, Majestad." Hizo una pausa, apretando las manos con nerviosismo. "Además, no tengo permitido entrar ahí."
Shaggotte asintió en silencio, entendiendo el conflicto interno de Marice.
"Pero, aunque confío en Happy," continuó Marice, intentando controlar la emoción que le ahogaba, "también sé que, poseído o no, fue responsable de herir a Carla. No podemos ignorar eso. Mi corazón se rompe al pensar en él en ese lugar, pero... esto no borra lo que pasó."
Shaggotte finalmente se volvió hacia ella, sus ojos reflejando tanto comprensión como resignación.
"Lo sé, Marice. Pero esa es precisamente la razón por la que debo apelar a Shaddick. No busco absolver a Happy de toda culpa, pero su vida no debe ser segada por algo que no controlaba completamente."
Marice se mordió el labio, claramente todavía preocupada. "Solo le pido, Majestad, que tenga cuidado. Shaddick no es alguien que se conmueva fácilmente. Si ve esto como un desafío a su autoridad..." Su voz se desvaneció, dejando el temor no expresado en el aire.
Shaggotte colocó una mano en el hombro de Marice, reconociendo tanto su preocupación como su lealtad. "Sé a lo que me enfrento, pero debo hacerlo," respondió con una convicción tranquila.
Marice asintió, aunque la tensión seguía presente en su semblante. A pesar de sus temores, confiaba en la reina. Sabía que Shaggotte era justa y siempre buscaba la paz dentro de su reino, aunque a veces implicara desafiar a su contraparte nocturna.
Ambas compartieron un momento de silencio antes de que Shaggotte se apartara de la barandilla, los documentos aún en su mano. Marice, aunque nerviosa, sabía que no podría disuadir a la Reina. Con un suspiro, siguió a Shaggotte sin cuestionar.
El eco de sus pasos resonaba en los pasillos silenciosos mientras avanzaban en dirección al salón real, donde la reina Shaddick las esperaba. Shaggotte, con los informes en mano, se preparaba para una conversación difícil, una que podría cambiar el destino de Happy, pero también podría tener grandes repercusiones en el reino.
En el calabozo
Carla llegó al final del pasillo y se encontró con una puerta de hierro imponente, tan pesada que parecía imposible de abrir para ella sola. El frío metal irradiaba una sensación de claustrofobia y encierro, una barrera definitiva entre ella y lo que se encontraba al otro lado. Sin embargo, al alzar la vista, notó una pequeña ventanilla sobre la puerta. Era estrecha, pero lo suficientemente grande como para que pudiera usarla de alguna manera.
"Eso me servirá…" murmuró Carla, observando la cuerda que llevaba consigo.
Con determinación, lanzó un extremo de la cuerda hacia el marco de la ventanilla, esperando que se enganchara. Sus manos temblaban levemente por el cansancio y los nervios, pero después de unos intentos y un poco de suerte, logró engancharla. Se aferró a la cuerda y, haciendo uso de su agilidad, comenzó a trepar con dificultad, sintiendo el peso de la misión en cada músculo tenso. Finalmente, alcanzó la ventanilla y, con un esfuerzo más, logró introducirse al otro lado de la puerta.
Carla aterrizó suavemente al otro lado de la puerta, su respiración era irregular, y el silencio pesado que la rodeaba hizo que el latido de su corazón retumbara en sus oídos. Un escalofrío recorrió su espalda antes de que sus ojos lograran adaptarse a la tenue luz de la habitación. Y entonces lo vio.
El aire abandonó sus pulmones en un instante.
Allí, en medio de la sala, estaba Happy, arrodillado, con los brazos extendidos hacia arriba, encadenado a dos gruesos pilares de piedra. Su cuerpo, una sombra de lo que una vez fue, estaba encorvado, como si el peso de las cadenas fuera solo una pequeña parte de la carga que llevaba. Su pelaje azul, normalmente suave y brillante, ahora estaba sucio y desaliñado. Los grilletes en sus muñecas le habían dejado marcas profundas, y Carla pudo ver las leves pero dolorosas heridas que adornaban su piel.
Ademas había algo extraño, y es que Happy tenía un brazo envuelto en unas vendas completamente blancas, que contrastaba con la suciedad de la celda.
"Happy... ¿Que te ha pasado?" Murmuró ella.
Era como si cada parte de él hubiera sido quebrada, no solo físicamente, sino en su espíritu. El dolor y el agotamiento estaban marcados en cada fibra de su ser, y en ese instante, Carla sintió que el mundo bajo sus patas se tambaleaba.
Su corazón se detuvo por un segundo. El alivio de verlo vivo fue rápidamente eclipsado por un torrente de emociones que se estrellaron contra ella: el miedo, la culpa, el dolor, todo aquello que había reprimido durante tanto tiempo, emergió de golpe, casi ahogándola. Las palabras quedaron atrapadas en su garganta mientras la realidad de su situación la golpeaba como una ola imparable.
Se obligó a acercarse, aunque sus piernas temblaban. Cada paso hacia él parecía pesar una tonelada, y sus pensamientos eran una maraña de confusión. ¿Era realmente él? ¿El mismo Happy con el que había compartido tantas aventuras? ¿O estaba enfrentándose a alguien completamente distinto?
Cuando llegó a los barrotes de la celda, su voz salió en un susurro apenas audible, quebrada por la emoción: "Happy..."
Sus palabras flotaron en el aire. Los ojos de Happy, cerrados hasta ese momento, se abrieron lentamente. Su mirada, desorientada al principio, se encontró con la de Carla, y en ese instante, el rostro de Happy se transformó en una expresión de profundo dolor. Lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, al tiempo que bajaba la cabeza, incapaz de sostener su mirada. "Carla..."
"No... No deberías estar aquí," sollozó, con la voz quebrada. "Aléjate de mí... por favor... no puedo verte después de lo que te hice."
Carla, sintiendo que su propio miedo comenzaba a desvanecerse al ver el sufrimiento de Happy, dio un paso más hacia la celda. Quería decir algo, pero las palabras no salían. Era la primera vez desde su pelea que lo veía así, tan devastado.
Happy, entre sollozos, trató de alejarse de ella. Los grilletes y cadenas le impedían moverse, pero hacía todo lo posible por retroceder. "Te hice tanto daño, Carla... no puedo... no quiero volver a herirte."
Con manos firmes, sacó una pequeña ganzúa de su bolsillo y comenzó a trabajar en la cerradura. Mientras lo hacía, sus ojos no se apartaban de Happy, quien intentaba desviar la mirada, como si no pudiera soportar verla. Finalmente, la puerta de la celda se abrió con un crujido, y Carla dio un paso dentro, acercándose a él.
"Happy…" murmuró de nuevo, esta vez con más suavidad.
Cuando por fin lo tuvo más cerca, Carla alzó su mirada para encontrarse con los ojos de Happy. La última vez que lo había visto así, había odio y furia en su mirada. Esa imagen la había perseguido en sus pesadillas, pero ahora... ahora todo era distinto. Lo que vio en esos ojos no era rencor ni maldad; era el Happy de siempre, el mismo que había conocido desde hace años. La verdad la golpeó con fuerza: Touka tenía razón. Happy no había querido lastimarla.
"Es él..." pensó Carla, sintiendo cómo sus emociones chocaban entre sí. Quería creerlo. Necesitaba creerlo.
Happy, entre lágrimas, se apartó ligeramente, como si intentara alejarse, pero las cadenas que lo sujetaban lo mantenían en su lugar. "No quiero volver a herirte... por favor, no te acerques..."
Carla no respondió de inmediato. Sacó una lima de hierro de entre sus pertenencias y, sin una palabra, comenzó a trabajar en las cadenas que lo ataban. Cada rasguño de la lima contra el metal resonaba en el silencio de la celda. Happy intentó moverse, alejarse, pero no podía ir a ninguna parte.
Y entonces lo entendió: el odio que vio aquella vez no era suyo, y lo que quedaba frente a ella era su amigo, roto por dentro, arrepentido y perdido.
"No me mires... por favor... no quiero herirte de nuevo," rogó Happy, su voz rota.
Finalmente, cuando las cadenas cayeron al suelo con un ruido sordo, Happy se apartó rápidamente, alejándose de Carla como si su mera proximidad pudiera dañarla.
"¡Aléjate de mí!" gritó, las lágrimas corriendo por su rostro. "No quiero... no puedo... herirte de nuevo. ¡Por favor, Carla!"
Carla permaneció en silencio, su corazón latiendo con fuerza, mientras lo veía luchar contra su propia desesperación. Sabía que las heridas que compartían no eran solo físicas, y que lo que ambos necesitaban era mucho más que libertad de las cadenas que los ataban. Sin embargo, en ese momento, lo único que podía hacer era acercarse, lenta y cuidadosamente, ignorando sus propias dudas. Happy había sufrido lo suficiente.
Carla se acerca con cautela, notando lo débil que se ve Happy tras varios días encadenado. Su cuerpo tiembla, y a pesar de su evidente fatiga, aún trata de mantenerse de pie.
Carla se apresura a sostenerlo, y en ese contacto, siente lo frágil que se ha vuelto su amigo. "No puedo... no puedo dejar que te acerques más", dice Happy entre sollozos, con la mirada llena de culpa. "No quiero hacerte daño otra vez, Carla... No quiero que él te haga daño."
Carla no dice nada al principio, pero en ese momento recuerda la última vez que lo vio, con aquellos ojos llenos de furia y odio, ahora reemplazados por los ojos del Happy que siempre conoció, llenos de tristeza y arrepentimiento. Algo en su interior se rompe, disipando el miedo que había sentido desde su confrontación.
"Quiero decirte la verdad, Carla y es que..." Happy se dispuso a hablar. Pero Carla le callo colocando su dedo índice en su boca, ya que ella sabe que este no es el momento para detenerse en explicaciones.
Con una mano en su hombro, lo ayuda a estabilizarse. "Happy, no hay tiempo para esto ahora", le dice en voz baja pero firme. "Lo más importante es salir de aquí. Ya hablaremos cuando estemos a salvo."
Happy intenta explicar, entrecortado por la emoción. "Carla, no era yo... yo no quería hacerte daño, fue... esa cosa... yo"
Carla lo interrumpe, mirándolo directamente a los ojos. "Lo sé. Ahora lo sé," responde con calma, "pero ahora lo que necesitamos es salir de este lugar."
Con esas palabras, lo sostiene con más fuerza, sin ser invasiva, dándole el espacio que necesita pero dejando claro que no lo abandonará. La urgencia de la situación los empuja a dejar sus emociones en segundo plano, al menos por ahora.
Carla sostiene a Happy mientras ambos miran hacia arriba, evaluando el tragaluz. El cansancio y la tensión están presentes en cada uno de sus movimientos, pero es la única opción que tienen para escapar.
"Según nuestro plan de escape tenemos que salir por ahí," le dice Carla, señalando el tragaluz.
"¿Plan...?" Pregunto Happy confundido. Entonces se dio cuenta de la magnitud del riesgo que estaba corriendo Carla al intentar rescatarlo. "No me digas que tú..." Carraspeó "No, ustedes habían ideado un plan para rescatarme..." argumento Happy al acordarse de que Touka probablemente este involucrada.
"Hablemos después, tenemos que salir..." Carla habló hasta que algo llamo su atención. Mira el brazo de Happy, vendado, y su curiosidad se despierta. Sabe que subir será difícil para ambos, y la herida de Happy podría complicar las cosas.
"¿Qué pasó con tu brazo, Happy?" pregunta, observando las vendas con preocupación.
Happy, aún adolorido, responde con la voz débil pero cargada de amargura. "Fue Adrien... me disparó. Y luego me capturó. Estoy seguro de que está trabajando para Shaddick," responde, bajando la mirada. "Todo esto... es culpa suya."
Las palabras de Happy hacen eco en la mente de Carla, y una oleada de culpa la envuelve. Su estómago se revuelve al comprender cómo Adrien los manipuló desde el principio. Todo, su encuentro, la cena, el ritual, la pelea entre Happy y ella, y el posterior encarcelamiento de Happy... todo había sido parte de un juego cruel, y ella había caído en la trampa.
"Lo siento..." murmura Carla, con la voz entrecortada por el remordimiento. "No debí confiar en Adrien. No debí dudar de ti. Todo esto... lo provocó él."
Happy no dice nada, pero la tristeza en sus ojos lo dice todo. Ambos quedan en silencio, el peso de la situación cayendo sobre ellos. Pero antes de que puedan planear su siguiente movimiento, algo extraño sucede con el ambiente.
[...]
[...]
[...]
"Oye, Carla. ¿No sientes que frío de repente?" Pregunto Happy algo desconcertado por el súbdito cambio de temperatura en el lugar.
"Si... Hace más frío." Respondió Carla empezando a tiritar. Entonces sus ojos felinos captaron algo raro en el ambiente.
Entonces de la nada, las antorchas que iluminan la celda empiezan a apagarse, una tras otra, sumiendo el lugar en una creciente oscuridad.
"¿Que sucede? Todas las luces se apagaron" Exclamó Carla sorprendida.
"Esto no me está gustando." Murmuró Happy. "¡No! Esta sensación es..."
El aire se vuelve más denso, y un escalofrío recorre la espalda de Carla. Ella y Happy miran a su alrededor con nerviosismo, sin entender qué está ocurriendo. El silencio en la celda se vuelve sofocante. Entonces, una voz suave, cargada de malicia, surge desde la oscuridad.
"Tenía razón..."
El corazón de Carla da un vuelco. Happy se tensa a su lado, sus ojos abiertos de par en par. Ambos giran en dirección a la voz, pero no ven nada. La oscuridad es casi absoluta, y solo el eco de esa voz serpenteante llena el espacio. El miedo comienza a apoderarse de ellos cuando, de repente, todas las antorchas se encienden de golpe, bañando la celda con una luz violenta e intensa.
"¡Quién está ahí!" Grito Carla con una falsa valentía a la oscuridad que los rodeaba.
Frente a ellos, a solo unos pasos de distancia, está la figura que nadie se esperaba encontrar.
"¡S-Shaddick!" Exclamó Happy bastante preocupado, ya que recordaba el terrible hechizo que utilizo ella para atormentarlo.
"¿Esa mujer es Shaddick?" Pregunto Carla bastante preocupada, pues ella era la persona que no se suponía que debía encontrarlos. "¿Que hace ella aquí? ¿Como demonios se entero de que estaba en este lugar?"
Shaddick los miraba con bastante satisfacción y su sonrisa era escalofriante, una mezcla de crueldad y júbilo. Su presencia inunda la celda como una sombra que devora todo a su alrededor. Sus ojos oscuros y fríos se clavan en Carla y Happy, como si los estuviera midiendo, disfrutando del temor que les provoca.
El silencio es sepulcral, roto solo por el suave eco de la respiración agitada de Happy. Carla siente que el suelo bajo sus pies se desvanece. La presencia de Shaddick es sofocante, como si el aire mismo estuviera bajo su control.
"Qué conmovedor... el reencuentro de dos viejos amigos," susurra Shaddick, su voz venenosa llenando cada rincón de la celda. "¿Creían que podrían infiltrarse en mi castillo sin que yo me entere?"
Cada palabra está impregnada de un veneno latente, mientras su sonrisa se ensancha aún más, como si estuviera disfrutando el terror que ha sembrado en ellos. Carla siente cómo su cuerpo entero se tensa, y la mirada de Happy refleja puro miedo. Saben que la reina Shaddick no ha venido a negociar, sino a jugar con ellos, a atormentarlos.
"¿Que es lo que quieres?" Pregunto Carla confrontando con lo poco que tenía de coraje y valentía.
"¡¿Crees que así se le habla a una reina?!" Espetó Shaddick alzando la mano para abofetear a Carla, pero se detuvo. "Carla, hija de la reina Shaggotte. No se supone que debas estar en este lugar."
Carla sintió el peso de la mirada de Shaddick sobre ella, pero se mantuvo firme. La presión en la sala era palpable, como si la propia atmósfera se hubiera vuelto densa y oscura. Sabía que la confrontación que estaba por tener no sería fácil, pero no había vuelta atrás.
"¿Qué es lo que quieres?" La voz de Carla sonó más fuerte de lo que esperaba. No iba a dejar que Shaddick la intimidara.
Shaddick ladeó la cabeza con una sonrisa cruel que apenas se insinuaba en su rostro. "¿Qué quiero? ¿Crees que eso es algo que podrías entender, niña?" Su tono era burlón, pero había una amenaza real detrás de sus palabras.
Carla se dio cuenta de que podría usar algo para confrontar a Shaddick: Su estatus real "Muy bien... Como la princesa de los Exceeds, yo Carla, hija de la reina Shaggotte, te ordenó que liberes a este prisionero." Reclamó Carla señalando a Happy.
Shaddick soltó una carcajada baja, llena de desprecio. "Oh, princesa... ¿De verdad crees que eso tiene algún valor aquí?" Su sonrisa se ensanchó mientras avanzaba un paso hacia Carla, acortando la distancia entre ambas. "Tu título no significa nada en este lugar. No eres más que una intrusa, violando las leyes que ni siquiera entiendes."
"No me importa lo que pienses. Sé que planeas ejecutar a Happy por haberme atacado, pero yo misma refutaré esos cargos. Fui testigo de todo y sé que Happy no estaba en control de sus acciones. Su ataque, en todo caso, puede considerarse defensa propia, ya que solo reaccionó después de haber sido provocado por mí." Carla lo dijo con calma, escogiendo cada palabra con cuidado.
Shaddick la miró, sus ojos entrecerrados con una mezcla de burla y paciencia forzada. "¿Legítima defensa? Qué adorable. Pero, querida, hay otros cargos que pesan sobre tu amigo. Este ataque tuyo es solo uno más en la lista."
Entonces los ojos de Carla se abrieron al recordar cierto suceso. "El ataque contra Adrien..." Pensó Carla sorprendida.
"Veo que ya sabes a lo que me refiero ¿Verdad?"
Carla sintió un escalofrío recorriéndole la columna. "Aun así, soy testigo. Puedo hablar en su defensa. Y mi palabra..."
La reina alzó una mano para silenciarla, su tono ahora afilado como una hoja. "¿Tu palabra? Princesa, ni siquiera has sido presentada formalmente ante la corte. Aún no has aceptado tu estatus real. Y aunque lo hicieras, cuando exponga tu intrusión en este lugar, tu testimonio no tendrá valor alguno. Así que dime, ¿qué crees que puedes lograr aquí?"
Carla abrió la boca, pero las palabras no salieron. Se sintió como si el aire se volviera más pesado, denso. Shaddick estaba un paso adelante, como si hubiera coreografiado cada movimiento en este macabro juego de ajedrez, y ahora ella solo era una pieza más, atrapada sin salida.
"Además, ya tengo todo lo necesario para enfrentar a tu querida madre, Shaggotte," continuó Shaddick, su voz afilada como una daga, cortando cualquier esperanza que Carla pudiera haber tenido. Su sonrisa cruel dejó en claro que no había espacio para la negociación. Un escalofrío recorrió la espalda de Carla. ¿Qué estaba planeando la reina de la noche? ¿Qué clase de poder creía haber acumulado?
"¿Qué tienes contra mi madre?" exclamó Carla, su voz temblando, una mezcla de desafío y miedo.
Shaddick soltó una risa suave, gélida. "Niña tonta... ¿Aún no lo entiendes? Desde el momento en que tú y tus compañeros pusieron un pie en esta ciudad, ya estabais en la boca del dragón."
Carla frunció el ceño, su mente acelerándose. ¿A qué se refería? De pronto, las piezas comenzaron a encajar. Desde su llegada, probablemente habían estado siendo vigilados. Adrien, la cena, el ritual, la brutal pelea con Happy... Todo, absolutamente todo, había sido manipulado por Shaddick. Pero, ¿por qué? ¿Qué ganaba con arrebatarle el trono a su madre, cuando ya ostentaba un poder tan grande? La confusión la abrumaba.
Y entonces lo entendió.
Sus ojos se agrandaron, lista para hablar, para enfrentarse a la reina con la verdad que finalmente había comprendido.
"Tú…"
Antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, Shaddick movió una mano con precisión mortal. Cadenas doradas brotaron del suelo como serpientes, enroscándose alrededor de Carla y Happy con una rapidez abrumadora. El frío metal mordió su piel, apretando con fuerza, sofocando cualquier intento de lucha. Carla sintió cómo las cadenas le cubrían la boca, silenciando su grito antes de que pudiera salir. Sus ojos, llenos de desesperación, se encontraron con los de Happy, ambos atrapados, indefensos.
"Ha llegado el momento que tanto he esperado," susurró Shaddick, su sonrisa retorciéndose con malicia. "Pero no, todavía no será su castigo. Pronto... muy pronto."
El aire en la celda se volvió glacial, las antorchas parpadearon y se apagaron una vez más, dejando todo en una oscuridad sofocante.
[...]
[...]
[...]
Cuando las antorchas vuelven a encenderse, Shaddick ya no se encontraba con ellos. Las entradas y salidas de la celda habían selladas, como si el lugar mismo hubiera sido convertido en una trampa mortal. Carla, desesperada, lucha contra las cadenas, su respiración acelerada y sus ojos moviéndose frenéticamente en busca de una salida.
Carla se movió que logro descubrir su boca. "¡No!" grita, intentando liberarse. "¡Tenemos que salir de aquí!"
Happy, aunque débil, observa a Carla con preocupación. La siente temblar, pero sabe que no es solo por la prisión física, sino por algo más profundo.
"Carla… ¿qué está pasando?" pregunta él, con voz confusa. "No entiendo nada de lo que está sucediendo."
Carla, aún luchando por liberarse, finalmente responde con desesperación en su voz. "Todo esto… Shaddick lo ha planeado desde el principio. Adrien solo fue uno de sus vasallos. Ella quiere destituir a mi madre, arrebatarle el trono de manera legal. ¡Y todo esto es culpa mía!"
El aire parecía hacerse más denso, y antes de que Carla pueda decir más, la voz de Shaddick resuena de nuevo en la celda, etérea pero clara.
"No puedo dejaros aquí atados… sería demasiado aburrido." Su tono es casi burlón. "No. Ahora, Happy se encargará de lo que debe hacer."
De repente, las cadenas que envuelven a Carla y Happy se sueltan. Carla apenas tiene tiempo de reaccionar cuando escucha la siguiente frase que paraliza su corazón.
"Él se encargará de matarte, Carla."
"¡¿Espera que?! ¡No!" Happy, con una mezcla de ira y confusión en sus ojos, grita con fuerza, intentando desafiar la orden invisible de Shaddick. "¡No lo haré! ¡No voy a lastimarla!"
Pero la voz de Shaddick persiste, goteando malicia en cada sílaba. "Solo es cuestión de tiempo, Happy. Lo harás… lo quieras o no."
Carla siente un nudo en el estómago. Un mal presentimiento se apodera de ella, y aunque intenta mantener la calma, no puede ignorar la realidad frente a sus ojos. "Happy…" dice con un tono preocupado. "Dime qué está pasando."
Happy, con lágrimas en los ojos, apenas puede articular palabras. "No… no quiero volver a lastimarte… no lo haré." Su voz es apenas un susurro. Pero mientras dice esto, su cuerpo comienza a temblar violentamente, como si estuviera luchando contra algo mucho más grande que él mismo.
Carla, aterrada, intenta acercarse. "Happy, por favor, tenemos que buscar una salida, tenemos que... ¿Happy?" Susurró cuando Happy se había detenido.
Su respiración se vuelve pesada, y cuando levanta la mirada hacia Carla, sus ojos ya no son los mismos. La furia y el odio que había visto en él durante su última pelea están de vuelta.
"¿Happy?" Murmuró atemorizada.
Carla retrocedió, su corazón martillando contra su pecho. Happy estaba a pocos pasos de ella, pero no era el Happy que conocía, sino algo mucho más oscuro y peligroso.
Fin del Capítulo 16
Bueno querida gente hemos llegado al final de este capítulo que dejo un final de suspenso. Con respecto al final de temporada, temo decir que me es imposible terminar este arco argumental este mes, sobretodo por cuestiones externas relacionadas a mi país tercermundista.
Es decir, llevo casi 2 semanas con apagones de más de 8 horas alrededor de todo el día y estoy molesta mucho a la hora de escribir. Pero en fin, este arco argumental sigue prevista para terminar en pocos capítulos. Solo espérenlo con ansias.
Si les gusto el capítulo, házmelo saber con una reseña o un mensaje privado, si quieres estar al pendiente de cada actualización de esta historia, solamente pon ese corazón de favoritos. Os estaré esperando.
InsideBlu se despide, hasta la próxima.
¡Good Bye!
Próximo Capítulo 17: Legado de Maldición - Parte 1
