Se remueve encantada contra su cama, suspirando pesadamente y abrazándose a una de sus largas almohadas. Hogar dulce hogar. Incluso si disfrutaba salir y pasarse todo el tiempo posible con sus amigas, la verdad es que siempre prefería sobre cualquier cosa estar a su gusto en su casa, su pequeño rincón seguro, su mayor zona de confort.

Masculla por lo bajo cuando se da cuenta de que el gustillo duraría poco, necesitaba un teléfono y lo necesitaba ya, más que nada porque seguramente luego tendría que lidiar con unas Isabela y Honeymaren entrando a lo bruto en su hogar sin permiso ni nada porque incluso si Anna ya les ha llamado para contarles lo que ha pasado, lo más seguro era que si no tenían noticias de ella pronto pensarían que algo horrible le había pasado.

Adoraba a sus amigas, pero esas dos eran unas intensas.

Intento no renegar con su mala suerte y su tontería, se levanta finalmente de la cama y toma todo lo necesario para una buena ducha, que la necesita. El abrigo de su hermana lo deja bien colgado en el armario, junto a todas esas cosillas que siempre se olvida que tiene que regresarle a su hermana —no era culpa suya que Anna siempre encontrara las cosas más cómodas y preciosas mientras que ella siempre terminaba renegando por prendas que le duraban menos de una temporada—, mientras que su vestido y sus tacones —malditos tacones— terminan tirados por algún lado de su habitación.

Suspira pesadamente cuando el agua caliente empieza a recorrerle el cuerpo entero, se remueve gustosa, con una sonrisa de oreja a oreja, deseando que aquel sentimiento durara para toda la vida. Aunque por lo rojiza que se pone su piel decide que lo mejor sería no presionar mucho su suerte con respecto a lo que su sensible piel podría llegar a soportar por demasiado tiempo.

Mérida le había dicho miles de veces que eso de que se paseara desnuda por el lugar cuando terminaba de bañarse era raro de narices, pero siempre desmeritaba sus comentarios, porque para algo era su casa y para algo vivía sola, podía hacer lo que se le viniera en gana dentro de su hogar.

Se seca apresuradamente mientras va mirando que podría ponerse para ir a pillar un nuevo teléfono, mientras va pensando que no tenía realmente nada de ganas pero no era como si tuviera otra alternativa, pero la frustración que sintió en su caminata al no poder tan siquiera ponerse algo de música sabía que no podía autoproclamarse como una de esas personas que podían vivir lejos de la tecnología, no llegaría a decir que está en una situación en la que es adicta a las redes sociales o algo remotamente similar, pero la verdad era que su día a día iba a ser demasiado pesado si no iba de una vez por uno nuevo.

Necesita tomar mucho aire y prepararse mentalmente para que le quede completamente claro que solo está yendo a comprar un móvil. Nada de detenerse a ver que nuevos atuendos podría pillarse —aunque ya viene el cambio de estaciones pero ¡no! Ya tiene muchas cosas que ni siquiera se llegó a poner del año pasado—, nada de detenerse en sus tiendas de maquillaje favoritas —aunque no se le está acabando el labial que tanto le gusta pero ¡no! Aún tiene varios para estrenar, o por lo menos para que duren lo suficiente para otro ocasión— y sobre todo, nada de pasarse por su librería de confianza, aunque había oído maravillas de esa nueva saga de fantasía romántica, no podía seguir ignorando todos esos libros sin empezar que esperaban por ella en su enorme estantería.

Autocontrol. Necesitaba autocontrol, justo como había estado insistiendo toda la mañana con el tema de las salidas a la discoteca y el alcohol. Necesitaba autocontrol.


Ve las enormes bolsas sobre los cojines de su sofá principal y todo lo que puede hacer es maldecir su falta de autocontrol. Y su abundancia de procrastinación porque se le había ido por completo el día en el centro comercial y quería ir de regreso con su hermana antes de que empezara a anochecer. ¿Cómo se había descontrolado de esa manera? ¿Realmente estaba tan mal con respecto a todos sus gustos —y vicios— que no podía tan siquiera no volverse loca en el momento que ponía un pie en el centro comercial?

Debería pedirle a sus padres que finalmente le corten el grifo, por lo menos momentáneamente, para por lo menos aprender a manejarse correctamente, lo que sea, realmente lo que sea para ser mejor en todo el tema de administración de su dinero.

Suspira pesadamente, sabiendo que ni de broma acomodaría todo eso el mismo día, bueno, tal vez los libros sí —que era de lo que más había comprado—, únicamente porque adoraba arreglar los libros de su estantería, podía sentir la presión de todos esos libros sin leer que al menos llevaban unos meses esperando a que finalmente abrieran sus primeras hojas, pero lo ignora lo mejor que puede mientras encuentra los lugares perfectos para sus nuevas adquisiciones.

Tiene que aprender autocontrol, ser una adulta responsable, poner su vida en el mejor orden posible y hacer todo lo que fuera necesario para ya no ser un desastre con patas porque sencillamente su vida era mil veces más soportable y disfrutable cuando no iba saltando de caos en caos, cuando tenía más control sobre lo que pasaba a su alrededor, cuando tenía más control sobre sus acciones y sus emociones.

Por el momento, todo lo que puede hacer es volver a pillar su bolso y dirigirse a nuevamente hacia el departamento de su hermana, para asegurarse que absolutamente toda la gente que ya se había enterado de su tontería pueda finalmente respirar tranquila de que sus malas decisiones no han llegado a nada peor y que su vida ha vuelto sin problema alguno a la normalidad. Se alegra de haber escuchado hace meses el consejo de Isabela de pillarse un móvil a parte para el trabajo, porque si en la empresa también se hubieran enterado de que había perdido el teléfono por estar de fiesta uno que otro idiota jamás dejaría el tema y lo usaría eternamente en su contra.

Se siente mil veces mejor en la caminata hacia el hogar de su hermana que en la que llevó a cabo esa mañana para llegar a su propia casa, se siente mucho más fresca, más ligera y calmada, con un poco de vergüenza y rabia consigo misma por haber permitido que el consumismo lograra arrastrarla nuevamente a compras innecesarias, pero por el momento estaba haciendo un espléndido trabajo para ignorar cuanto pudiera todo aquello.

Le gustaría llamar a su hermana para preguntarle si le gustaría que pillara algo de comer de camino para agradecerle aún más que cuidara de ella, pero sabía que sería totalmente inútil intentar comunicarse con Anna a través de un número que no reconocía, aquella era el problemilla de venir de una familia de gran poder económico, que siempre tenían que tomar mil precauciones incluso en los temas más ridículos para asegurarse mantener a toda la familia lejos de cualquier tipo de peligro, aunque cierto era que ambas hermanas en los últimos años habían llegado a vivir uno que otro momento estresante por querer rebelarse contra esas precauciones que habían marcado absolutamente toda su vida.

La verdad es que ella misma se sorprendió cuando se dio cuenta que llevaba bastante tiempo compartiendo momentos de su día a día mediante las redes sociales, tal vez aquello estaba levemente vinculado con la prohibición de sus padres de hacer cualquier tipo de publicación sin su consentimiento y el terrible castigo que recibieron algo cuando de adolescentes intentaron pasar por encima de esa regla por primera y última vez. Se había acostumbrado a las medidas preventivas de sus padres y su abuelo que nunca realmente se había dado cuenta de que publica constantemente cualquier cosa como una forma de contentar a la adolescente reprimida e indignada que seguía llamando por atención desde el fondo de su ser.

Había tantas cosas que no había llegado a hacer solamente porque sus padres jamás se lo hubieran permitido, tantas cosas que le parecían prohibidas que en verdad estaban a su alcance pero que ella no se atrevía a hacer.

Sale de sus pensamientos en cuanto el sonido de alguien maldiciendo llama no solo su atención sino de la mayoría de las personas en la vereda en ese preciso momento. Un hombre con una gorra gris que cubre por completo su rostro gruñe contra quien sea que tuviera al otro lado de la llamada mientras la gente de su alrededor se apresura a adelantarlo o a disimular un poco mejor el hecho de que se habían volteado a verlo fijamente. Elsa no siente mucha vergüenza por haberse girado a mirarlo, pero tampoco le interesaba mucho lo que sea que pudiera llegar a pasarle a ese extraño, por lo que se hunde levemente en hombros y continúa con su caminata.

Hiccup gruñe furioso mientras la observa irse y se ve obligado a apartarse por completo de su camino, vuelve a maldecir cuando nuevamente el volumen le hace daño a los oídos, sino fuera porque había confirmado múltiples veces que no era así, habría creído firmemente que por accidente había puesto la llamada en altavoz

—¡HADDOCK MÁS TE VALE TRAER TU TRASERO AQUÍ AHORA MISMO! —le gritan por el otro lado de la línea, consiguiendo sacarle un pesado y fastidiado suspiro—. ¿¡DÓNDE SIQUIERA HAS ESTADO TODO EL DÍA, INCOMPETENTE IDIOTA!?

—Si dejaras de gritar sería capaz de responder todas y cada una de las dudas que ahora mismo me presentas, Astrid —le gusta hablar con esa calma, con esa elegancia que sabe perfectamente que pone en el peor de los humores a su amiga de toda la vida. No puede responder a los gritos de la rubia con otra cosa que sean risas burlonas.

—COMO NO ESTÉS AQUÍ EN VEINTE PUTOS MINUTOS VOY A DARTE CAZA PARA CORTARTE LOS CO…

Cuelga antes de permitirle seguir insultándolo, pero seguramente algo tan poco relevante como aquello no sería notado por una furiosa Astrid, seguramente su amiga sería bramando contra el móvil sin tan siquiera darse cuenta de que ya no estaba en una llamada, incluso si se apresuraba a llegar en el tiempo que ella había indicado podría oír cómo terminaba esa amenaza llena de todo tipo de insultos a su persona.

Suspira pesadamente cuando lleva una vez más la mirada a la dirección que su precioso angelito había tomado y se da cuenta de que ya no la puede ver por ningún lado, se quita la gorra y se pasa una mano por el cabello, intentando aliviar de alguna forma la frustración de haberla perdido de momento a otro. Su cuerpo entero se retuerce por la horrible necesidad que tiene de salir corriendo de la esquina donde está para buscarla por todos lados y llegar a tenerla entre sus brazos. Respira profundamente varias veces, hace todo lo que necesita para mantener sus instintos bien regulados. No podía, sencillamente no podía hacer algo como eso, tenía que pensar en alguna forma, un buen método para llevarla hasta él, para que ella misma se coloque gustosamente entre sus brazos.

Eso de tener un trabajo peligroso que limitaba sus relaciones sociales sí que era una maldita molestia a la hora de conseguir pareja, o de por lo menos ser capaz de acercarse a quien se le apeteciera. Tenía que ser cuidadoso, tremendamente cuidadoso para no espantar de ninguna manera a su dulce angelito, no podía permitirse que se escapara de él, que intentara apartarse, la necesitaba, la necesitaba cuanto antes, pero eso no significa que tenía que ser un bruto y tomarlo todo a la fuerza.

Chasquea con irritación la lengua cuando no tiene más opción que rendirse a aceptar que no tiene ni la más remota idea de cómo podría llegar establecer algún contacto que pareciera normal con ella. Claro que podría acercarse sin más cuando la viera en algún bar o cafetería, pero eso ni siquiera le garantizaba poder conseguir una mísera cita, tenía que encontrar alguna manera de poder establecer algún tipo de relación constante, alguna excusa para verla casi todos los días.

Podría conseguirse un piso en su departamento, volverse su vecino, salir de casa cuando ella lo hiciera, coincidir en pasillos, empezar con conversaciones cortas mientras cada uno se dirigía a su destino, esperar al momento perfecto para conseguir una cita con ella… aunque vivir fuera y tan lejos de la mansión lo obligaría a pasarse casi todo el día lejos del lugar, además que seguramente su padre y su madre —y seguramente Astrid, porque el mundo se acabará el día que ella no aproveche cualquier tontería para gritarle por horas a su amigo— se volverían locos y no lo dejarían en paz si se llegaran a enterar que él realmente consideraba lógico alquilar todo un apartamento solo por la oportunidad de lograr establecer una mínima relación con una chica cualquiera con la que ni siquiera había hablado una sola vez.

Se sorprende cuando recibe una llamada de su padre, tal vez había tenido muy mala suerte y Astrid sí que se había dado cuenta de que la había colgado.

Debió haber dejado listo un testamento, que mala suerte.

—¿Dónde estás, muchacho? —le pregunta mientras él se cuestiona si pillar un taxi o esperar a que manden a alguno de sus choferes para recogerlo y llevarlo lo antes posible a la mansión. Hiccup no puede evitar soltar una risilla cuando escucha de fondo los gritos de Astrid, aunque no entiende lo suficiente para saber si ella cree que sigue amenazándolo directamente a él—. Juraba que tenías muy claro tus responsabilidades de hoy.

—He tenido que ignorarlas, padre, por motivos mayores —decide ser directo y sincero con su padre, las cosas nunca terminan bien para él cuando se atreve a querer engañarle—. He conocido a alguien —le da algo de vergüenza darse cuenta tarde de que ha soltado un patético suspiro lleno de ilusiones infantiles.

—Has estado fuera todo el día, ¿para follar con una tía cualquiera? —no le puede ver la cara, pero algo como eso no es necesario para saber que su padre estaba alzando por completo sus cejas pobladas.

—¡Claro que no! —se defiende de inmediato—. Tristemente aún no he podido hablar con ella, pero estoy en ello.

Lo escucha suspirar pesadamente. —No sé yo si tu madre estaría muy contenta con la idea de que pilláramos una muchacha cualquiera solo porque te has encaprichado con ella.

—Pues menos mal que no te estoy pidiendo hacer eso —responde mientras gira los ojos con molestia—. No puedo simplemente tomarla a la fuerza, pienso conquistarla.

—No tienes tiempo para eso, lo sabes perfectamente.

—Oh, por favor, el mundo no se ha desmantelado solo por no estar presente un día, podéis sobrevivir sin mí, de eso estoy seguro.

Escucha las risotadas amargas de Estoico Haddock por el otro lado de la línea. —Bueno, a Hofferson le falta poco para hacer polvo el lugar entero y llevarnos a todos nosotros por el camino, así que no lanzaría yo afirmaciones como esa tan a la ligera.

Mientras niega con gracia con la cabeza, Hiccup le hace una seña a un taxi para que se detenga y, cubriendo levemente su teléfono, le indica a dónde quiere que lo lleve. Unas dos calles antes de su verdadero destino, solo por precaución.

—¿Crees que llego a tiempo para oír cómo termina de maldecirme y amenazarme?

Su padre se mantiene en silencio por unos segundos, luego, pregunta. —¿Has pillado un taxi?

—Ajá.

—Definitivamente —ambos se permiten reírse por unos segundos, pero pronto su padre cambia por completo el tono de la conversación—. Hijo, nos conocemos, esa muchacha de la que me has hablado ¿qué tienes planeado hacer con ella? ¿Voy a tener que cubrir el desastre que llegues a hacer?

—Ya te he dicho, que planeo sencillamente conquistarla —responde bajando la voz, rogando de que el taxista decidiera no meter sus narices donde no le llamaban, sobre todo porque podía ver en su mano el anillo de casado, sería toda una pena no permitir que volviera a casa luego de horas de trabajo—. No haré nada ridículo, puedes estar tranquilo… por ahora.

Estoico suspira pesadamente. —Me vas a sacar canas verdes, muchacho, ya no tengo edad para aguantar tus locuras.

—Oh, por favor, como si no lo hubiera heredado absolutamente todo de ti.


Elsa suspira pesadamente, pero logra sonreír ante el apoyo de Isabela.

—Las aplicaciones para citas dan pena —insiste la mayor de las hermanas Madrigal mientras le da un sorbo a la bebida que Rapunzel le había ofrecido hace unos minutos—. Nada bueno sale de allí.

Desesperada, Anna señala a su novia con ambos brazos. —¡Explica esta preciosidad entonces!

Mientras que Rapunzel se sonroja por completo y desvía la mirada a pesar de que su novia sigue señalándola para que todo el mundo la mire, Mirabel, entre risas, responde. —Brujería, como siempre. Eso siempre explica todo lo que tiene que ver contigo, Anna.

Tanto las hermanas Madrigal como Elsa asienten casi al unísono mientras al otro lado de la mesa Mérida se permite soltar varias carcajadas y Rapunzel le da un beso en la mejilla a su novia para intentar tranquilizarla, pero poco consigue.

—Me parece muy fuerte que escuches los consejos de estas, pero no de mí —masculla apuntando acusatoriamente a las tres hermanas de la familia Madrigal—. Soy yo la que tiene una relación estable desde hace meses y estas tres juntan en total dos parejas en toda su vida.

—Dos parejas por lo que tú sabes —se apresura en defenderse Mirabel por encima de las carcajadas de Mérida que sencillamente no se pueden detener—. Que tampoco te lo contamos todo, Anna.

Honeymaren alza una ceja juguetona. —No me digas, ¿qué tienes tú para contar, Mirabel? No te lo tomes a mal, cielo, pero de todo el grupo eres la que menos liga y la que lo cuenta todo.

Mirabel solo suspira pesadamente y masculla algo en español que sólo Isabela y Luisa entienden. La mayor de las Madrigal se permite unas buenas carcajadas mientras que Luisa rueda los ojos negando con la cabeza.

—Yo la verdad es que me lo he estado pensando y comentando con Tadashi y tampoco es tan mala idea —comenta Mérida retomando la conversación principal—. Yo no creo que tengas nada que perder en verdad, te mandarán una que otra fotito indeseada, pero de esas ya recibes todo el rato, estás insensibilizada a este punto.

Pero Elsa suspira pesadamente y rueda los ojos en lugar de reírse de la broma de su amiga. —Que os estoy diciendo que no, que paso por completo de esas tonterías. Que me pone de los nervios pensar en el tipo de sujetos que me voy a tener que encontrar esas benditas aplicaciones.

Elsa quiere seguir quejándose, pero Mérida la detiene con una rápida seña. —¿Por qué no solo lo intentas para que Anna te deje en paz? Si no funciona, pues no funcionó, pero al menos lo habrás intentado. Y si conoces a alguien interesante, pues eso que te llevas. ¿Qué tienes que perder realmente?

Eso hace que se lo piense un poco mejor en verdad. Elsa sabía perfectamente que Anna no la dejaría hasta que consiguiera pareja de una forma u otra, y la verdad es que no se veía en lo absoluto con las fuerzas o las ganas de salir a conocer gente por las maneras tradicionales. Hacerlo por una aplicación sonaba totalmente ridículo, sí, pero también rápido, además de asegurar que su hermana la dejara en paz.

—O siempre puedes volver a hablar con cualquier persona de la uni, estoy segura de que cualquiera estaría dispuesto a darte una oportunidad —bromea Honeymaren guiñándole un ojo. Elsa tiembla de pieza a cabeza con una mueca de asco, los tíos de su carrera eran un asco que jamás habían perdido la oportunidad de hacerla sentir incómoda.

Termina rindiéndose, dejando reposar la frente con la mesa y mascullando por lo bajo.

—¡De acuerdo, de acuerdo! —finalmente acepta, rodando los ojos—. Mándame la maldita aplicación.

—¡Victoria! —celebra entre risas Anna para luego tomar rápidamente su móvil y enviarle el link a su hermana mayor mientras esta seguía gruñendo y mascullando. Alza las cejas con algo de sorpresa cuando se da cuenta que la aplicación que le estaba recomendando su hermana realmente no la conocía —aunque cierto era que ella no conocía muchas, y tal vez sí que fuese reconocida—y, por hacer la gracia, le contesta mediante el teléfono lo mucho que la detesta. Anna le manda un emoji de corazoncitos para luego en la vida real lanzarle un beso.

Mirabel de momento a otro da un pequeño saltito en su asiento para luego tomar los hombros de Elsa. —¿Sabes que sería divertidísimo?

—No sé si me gusta esa sonrisa maquiavélica en tu rostro, Madrigal —bromea Elsa, alzando una ceja, pero haciéndole una seña con las manos a Mirabel para que siguiera hablando.

—Es que me acabo de acordar que, antes de que empezara a salir con Mariano, Dolores y sus amigas tenían una cuenta falsa de Tinder solo para reírse un poco de los tíos raros que le salían. Iban pasando de perfil en perfil comentando en grupo, eso sería divertido, ¿no crees?

Mérida suelta una risilla. —Me encanta, la futura pareja de Elsa será una decisión colectiva.

Pero Rapunzel hace una leve mueca mientras deja su vaso en la mesa. —¿No sería un poco cruel? Ósea, vale, los perfiles son completamente públicos, pero siento que hay algo de crueldad en todo esto…

—Rapunzel, cielo, ¿es esta tu manera de preguntarnos si hicimos algo similar contigo? —pregunta Isabela con algo de gracia, inclinándose hacia la rubia, quien desvía la mirada y asiente levemente con la cabeza—. Quédate tranquila, que no lo hicimos. Esto es solo para que a Elsa le parezca un poquito más interesante el proceso.

Isabela espera la respuesta de su amiga, pero esta se encuentra viendo la pantalla de su móvil con el ceño fruncido. Elsa chasquea la lengua molestia mientras teclea algo.

—Dios, hasta ahora no me había dado cuenta de que no tengo ni una sola foto mía —comenta por lo bajo, sacando una risa de Mérida.

—Oh, estoy segura de que Honeymaren o Isabela pueden ayudarte con eso.

Honeymaren le responde a la pelirroja con un buen codazo en las costillas, pero Mérida solo se ríe con más ganas y se asegura de seguir molestándola un poco más, porque así la vida era mucho más divertida. Anna se inclina hacia su hermana para ver cómo iba con el proceso de registrarse en la aplicación, incluso se pone a la tarea de buscar alguna foto que tuviera de su hermana para ayudarla, Rapunzel no puede evitar reírse cuando, luego de unos minutos, absolutamente todas en el grupo confirman que al menos tienen un foto donde apareciera Elsa, mientras que lo más cercano que tenía susodicha era una selfie donde no salía su rostro pero si ella probando un nuevo conjunto de ropa.


Hiccup alza una ceja en cuanto llega un mensaje al teléfono de su angelito. No había cambiado su número, y por algún motivo no había bloqueado su antiguo móvil, por lo que tenía acceso a sus conversaciones sin problema alguno. No puede evitar preocuparse por ella, si cualquier otro idiota hubiera recogido su teléfono estaría realmente en graves problemas, al menos había tenido la suerte de que había sido él quien lo estaba guardando.

No sabe quién es la tal Anna, no entiende por qué le está enviando un enlace para una aplicación de citas, y tampoco entiende porque Elsa le responde que la odia, pero la repentina llegada de fotos en las que salía su angelito provenientes de diferentes números le dejó algo muy claro. Se estaba haciendo un perfil para conocer a alguien.

Algo dentro de él hace que se remueva de una forma maravillosa. Porque esto tenía que ser una señal del destino, ¿verdad? La prueba de que ella tenía que ser suya, que iba a ser suya y solo suya. Era demasiado bueno, demasiada coincidencia, demasiado conveniente. Que le enviarán el enlace de una página en específico en lugar de que se descargara cualquiera, que todavía no hubiera bloqueado su teléfono anterior.

Es como si le estuviera dando permiso a saber todo esto.

Es como si ella misma quisiera facilitárselo todo.

Es como si ella quisiera ser cazada, encontrada, tomada.

Dioses, se veía tan bien en esas fotos.

Se levanta bruscamente de su asiento, guarda el aparato en el bolsillo de su pantalón y se da media vuelta para salir de la habitación, ignorando olímpicamente de que toda la sala se ha quedado en completo silencio ante sus repentinos movimientos.

Su prima, Heather, lo llama confundida. —¿Hiccup?

Su amiga de toda la vida, Astrid, lo llama furiosa. —¡Haddock!

Pero él avanza aún mirando las fotos de su angelito, sintiendo como toda la sangre viaja a su entrepierna y la presión de su ropa se vuelve imposible de soportar. Dioses, era demasiado hermosa para su propio bien, demasiado hermosa para ser capaz de mantener su control.

Tenía que hacer algo y pronto, no podía permitir que ningún otro imbécil intentara tomar a su angelito antes que él, tenía que asegurarse de arruinar por completo la posibilidad de que cualquier otro pudiera tenerla.

Al carajo lo que pudiesen a llegar a pensar sus padres o sus amigos, necesitaba asegurarse de mantener a su angelito a salvo, alejada por completo de todos los desgraciados que podrían llegar a intentar algo con ella. Estaría cerca de ella para protegerla de absolutamente todo, de apartar cualquier problema del exterior por completo.