Tanto la historia como los personajes de esta historia no me pertenecen, yo solo me divierto adaptándola.
Cap 4
Tardó media hora en ir desde el coche hasta el piso. He llamado dos veces a Rose para pedirle que me ayudara, pero no me ha cogido el teléfono.
Cuando entro en casa, me cabreo al verla tumbada en el sofá con el teléfono en la mano. Solo cuando doy un portazo, levanta la cabeza y me mira.
—¿Qué te ha pasado?
Me apoyo en la pared para llegar saltando hasta el pasillo.
—Un esguince. Me he torcido el tobillo.
Cuando estoy entrando en mi habitación, la oigo gritar:
—¡Perdona que no haya respondido! Estoy charlando con Emmet, pensaba llamarte luego.
—¡No pasa nada! —le devuelvo el grito antes de cerrar con un nuevo portazo. Voy al baño y encuentro unos viejos analgésicos que había guardado en el armarito. Me tomo dos, me echo en la cama y me quedo mirando al techo.
No me puedo creer que vaya a tener que pasarme una semana aquí metida. Cojo el teléfono y le escribo un mensaje a mi madre.
Yo: Me he hecho un esguince en el tobillo. Estoy bien, pero ¿podrías traerme unas cuantas cosas de la tienda?
Dejo el móvil en la cama y, por primera vez desde que se mudó a Boston, me alegro de que mi madre viva relativamente cerca. En realidad, las cosas han sido mucho más fáciles de lo que pensaba. Ahora que mi padre ha muerto, me gusta mucho más mi madre. Sé que es porque no le perdonaba que no lo dejara.
Y aunque el resentimiento que sentía hacia mi madre casi ha desaparecido, no me pasa lo mismo con mi padre. Sé que no puede ser bueno albergar tanto rencor, pero, maldita sea, se comportó de un modo horrible. Con mi madre, conmigo, con Edward.
He estado tan ocupada entre mi madre, el trabajo y la búsqueda de locales comerciales que no he tenido tiempo de acabar los diarios que empecé a releer hace unos meses. Me dirijo al armario patéticamente, aunque solo tropiezo una vez, lo que me parece todo un éxito, sobre todo porque consigo sujetarme a la cajonera. Con el diario en la mano, vuelvo a la cama y me pongo cómoda. No tengo nada mejor que hacer ahora que no voy a poder trabajar durante una semana.
Puedo dedicarme a compadecerme de mi pasado mientras me compadezco de mi presente.
Querida Ellen:
Tu presentación de los Oscar fue lo más grande que se vio en televisión el año pasado. Creo que no llegué a decírtelo. Con la parte de la aspiradora casi me meo encima. Ah, y ya tienes un nuevo seguidor. He reclutado a Edward.
Antes de que me juzgues por haberlo dejado entrar en casa otra vez, déjame que te cuente las circunstancias. Después de que se duchó en casa ayer, no volví a verlo, pero esta mañana se ha puesto a mi lado en el autobús. Parecía más contento que ayer porque, mientras se sentaba, me ha sonreído. No te voy a mentir, me ha resultado raro verlo vestido con la ropa de mi padre, pero los pantalones no le quedan tan mal como pensaba. Te transcribo aquí lo que hablamos:
—¿Sabes qué? —me dijo, echándose hacia delante para desabrochar la cremallera de la mochila.
—¿Qué? Sacó una bolsa de la mochila y me la dio.
—He encontrado esto en el garaje. He tratado de limpiarlos porque estaban llenos de polvo, pero no he podido hacer gran cosa sin agua.
Con la bolsa en la mano, lo he mirado con desconfianza. Nunca me había hablado tanto.
Finalmente he mirado dentro de la bolsa y he visto que eran herramientas de jardín viejas.
—Te vi cavando con la pala el otro día. No sé si ya tienes herramientas de jardín, pero como estas no las usa nadie, pues...
—Gracias —le dije muy sorprendida.
Antes tenía una pala de jardinería, pero se rompió el mango de plástico y me salían ampollas en la mano al usarlo. Le pedí a mi madre herramientas nuevas por mi cumpleaños, y cuando ella me trajo una pala grande y un azadón, no fui capaz de decirle que no era eso lo que necesitaba.
Edward se aclaró la garganta y, en voz mucho más baja, añadió:
—Ya sé que no es un regalo de verdad, que no lo he comprado yo, pero quería darte algo. Ya sabes, por...
Al ver que dejaba la frase inacabada, asentí y volví a atar la bolsa.
—¿Me las podrías guardar hasta que acaben las clases?
No me caben en la mochila. Él cogió la bolsa, se puso la mochila en el regazo y guardó las herramientas dentro. Luego, abrazando la mochila, me preguntó:
—¿Cuántos años tienes?
—Quince.
Me pareció que se entristecía al oír mi edad, pero no entiendo por qué.
—¿Aún no estás en bachillerato?
Negué con la cabeza, porque no se me ocurrió nada. No suelo hablar con chicos, y menos con los de último curso de bachillerato. Y cuando me pongo nerviosa, no me salen las palabras.
—No sé cuánto tiempo me quedaré en esa casa —siguió diciendo, de nuevo en voz baja—. Pero si algún día necesitas ayuda con el huerto o con cualquier otra cosa, avísame. No es que tenga nada mejor que hacer, sin electricidad ni nada.
Me eché a reír, pero luego pensé que tal vez no habría debido reírme de su comentario. Pasamos el resto del trayecto hablando sobre ti, Ellen. Cuando comentó que se aburría, le pregunté si no veía tu programa. Me dijo que le gustaría porque le parecías muy divertida, pero que necesitaría electricidad para ver la tele. Volví a reírme, y luego volví a arrepentirme de haberlo hecho.
Le dije que podía ver el programa conmigo al salir de clase. Lo grabo y lo veo luego, mientras hago los deberes. He pensado que podría cerrar la puerta con llave y de ese modo, si mis padres volvieran antes de hora, a Edward le daría tiempo de escapar por la puerta trasera. No volví a verlo hasta después de las clases. En el autobús de vuelta a casa no se puso a mi lado porque Angela se le adelantó.
Tuve ganas de pedirle que se sentara en otro lado, pero entonces ella habría pensado que estaba colada por Edward y no me habría dejado en paz, así que no le dije nada. Edward se quedó en la parte delantera del autobús y bajó antes que yo. Se quedó esperando, algo incómodo, a que yo también bajara, y cuando llegué a su lado, abrió la mochila y me dio las herramientas. No dijo nada sobre mi invitación a ver el programa conmigo, así que lo di por hecho.
—Vamos —le dije. Él me siguió y, mientras cerraba con llave, le advertí—: Si mis padres aparecen de repente, sal por la puerta trasera y no dejes que te vean. Él asintió.
—No te preocupes, no me verán —replicó, con ironía.
Le pregunté si quería beber algo y aceptó encantado. Preparé algo de picar y lo llevé al salón junto con las bebidas. Yo me senté en el sofá y él en el sillón de mi padre. Puse el programa y no hay gran cosa más que contar. No hablamos demasiado porque pasé los anuncios rápido, pero se rio en todos los momentos adecuados. Creo que ser capaz de reaccionar a las bromas a tiempo es una de las mejores virtudes que puede tener una persona.
Cada vez que se reía de una de tus bromas, no me sentía tan mal por haberlo dejado entrar en nuestra casa. No acabo de entender la razón. Supongo que su risa me hace pensar que es alguien que podría ser mi amigo y eso me hace sentir menos culpable. Se marchó justo cuando acabó el programa. Quería invitarlo a ducharse otra vez, pero habría sido arriesgado. Lo último que quería era que tuviera que salir corriendo de la ducha y cruzar el patio desnudo.
Aunque, bien mirado, podría haber sido divertido.
Bella
—-
Querida Ellen:
¿En serio? ¿Reemisiones? ¿Una semana entera de reemisiones? Entiendo que necesites descansar, pero déjame darte un consejo. En vez de grabar un programa al día, graba dos. Así harás el doble de trabajo en la mitad de tiempo y nosotros no tendremos que tragarnos reemisiones. Y cuando digo nosotros me refiero a Edward y a mí.
Se ha convertido en mi compañero habitual para ver tus programas. Creo que le gustas tanto como a mí, pero no le he contado que te escribo cada día. Temo que piense que soy una fan acosadora. Ya lleva dos semanas viviendo al lado. Se ha duchado varias veces en mi casa y cada vez que viene le doy algo de comer. También le lavo la ropa mientras está conmigo por las tardes.
Él no deja de disculparse, como si fuera una carga, pero, francamente, me encanta hacerlo. Mientras me ocupo de él no pienso en otras cosas. Me paso los días esperando que acaben las clases para estar un rato con él. Hoy papá ha llegado a casa tarde, lo que significa que ha ido al bar después del trabajo. Lo que significa que probablemente pronto provocará una pelea con mi madre. Lo que significa que volverá a hacer alguna animalada.
Juro que no entiendo por qué mi madre sigue con él. Me pongo mala. Sé que solo tengo quince años y que probablemente hay razones que se me escapan, pero me niego a dejarme usar como excusa. Me da igual si somos pobres y tenemos que mudarnos a un piso de mierda y comer fideos ramen hasta que acabe los estudios. Lo preferiría mil veces a seguir así. Lo oigo gritar ahora mismo. A veces, cuando se pone en este plan, bajo al salón a ver si se calma. No le gusta pegar a mi madre delante de mí. Tal vez debería bajar ahora.
Bella
—-
Querida Ellen:
Si tuviera ahora mismo una pistola o un cuchillo a mano, lo mataría. En cuanto he entrado en el salón, he visto cómo la empujaba. Estaban en la cocina. Ella lo ha agarrado del brazo, tratando de calmarlo, y él le ha dado una bofetada del revés que la ha enviado al suelo. Estoy segura de que iba a empezar a darle patadas, pero se ha contenido al verme llegar. Le ha murmurado algo que no he oído, se ha metido en su dormitorio y ha cerrado de un portazo.
He corrido hasta la cocina para ayudarla, pero a mi madre no le gusta que la vea así. Me ha hecho un gesto con la mano para que me marchara y me ha dicho:
—Estoy bien, Bella, estoy bien; ha sido una pelea sin importancia.
Estaba llorando y ya se le notaba la marca enrojecida en la mejilla que había recibido la bofetada. Cuando me he acercado un poco más para asegurarme de que se encontraba bien, me ha dado la espalda y se ha sujetado a la encimera.
—Te he dicho que estoy bien, Bella. Vuelve a tu habitación.
He salido corriendo de la cocina, pero no he vuelto a mi cuarto. He salido por la puerta trasera y he cruzado el jardín. Estaba tan enfadada con ella por haberme hablado así que no quería estar en el mismo sitio que ellos. Aunque ya era de noche, he ido a la casa donde se refugia Edward y he llamado a la puerta. He oído ruido dentro, como si hubiera chocado contra algo.
—Soy yo, Bella—he susurrado.
Segundos más tarde, la puerta se ha abierto. Él ha echado una ojeada detrás de mí y luego se ha vuelto a derecha y a izquierda antes de mirarme a la cara. Solo entonces se ha fijado en que estaba llorando.
—¿Estás bien? —me ha preguntado, saliendo a la calle. Me he secado las lágrimas con la camiseta y me he dado cuenta de que ha preferido salir antes que invitarme a entrar. Me he sentado en el escalón del porche y él se ha puesto a mi lado. —Estoy bien —respondí—. Lo que pasa es que estoy muy enfadada, y a veces lloro cuando estoy enfadada.
Él ha alargado la mano y me ha retirado el pelo por detrás de la oreja. Me ha gustado que lo hiciera; de pronto, ya no estaba ni la mitad de furiosa. Luego me ha rodeado los hombros con un brazo y me ha atraído hacia él hasta que he apoyado la cabeza en su hombro. No sé cómo ha logrado calmarme tan rápidamente sin ni siquiera hablarme, pero lo ha hecho.
Algunas personas tienen un efecto tranquilizador, y él es una de esas personas. Todo lo contrario que mi padre. Nos hemos quedado así un rato, hasta que he visto que se encendía la luz de mi habitación.
—Deberías irte —me ha susurrado.
Desde donde estábamos, veíamos a mi madre en mi cuarto, buscándome. En ese momento me he percatado de que Edward tiene una vista perfecta de mi dormitorio. Mientras volvía a casa, he tratado de recordar las últimas semanas, desde que Edward se metió en esa casa. He tratado de recordar si había caminado por la noche por mi habitación con la luz encendida, porque suelo dormir con una camiseta. Y ¿sabes lo más loco de todo, Ellen? Casi deseaba haberlo hecho.
Bella
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Cierro el diario cuando los analgésicos empiezan a hacerme efecto. Ya seguiré leyendo mañana. O no. Leer sobre las cosas que mi padre le hacía a mi madre me pone de muy mal humor. Y leer sobre Edward me pone triste.
Trato de dormir pensando en Jacob, pero pensar en él me pone triste y de mal humor al mismo tiempo. Tal vez lo mejor sea concentrarme en Alice. Me alegro muchísimo de que haya entrado en la tienda. Me va a hacer mucha falta una amiga y alguien que me eche una mano en el negocio durante los próximos meses. Tengo el presentimiento de que llevar la tienda va a ser más estresante de lo que me imaginaba.
—-
¿qué piensan? les ha gustado este capitulo?
ciertamente estoy en contra de cualquier tipo e violencia, agradezco haber tenido la bendición de creer en un hogar en donde si bien habia peleas o quizas discusiones, todas ellas se resolvieron conversando..
Existen diferentes tipos de violencia y hay que tomar en cuenta que no solo la persona que la receptora de la violencia es la unica que sufre, su entorno directo también lo hace de manera psicológica, pero mientras no esté preparada para pedir ayuda, difícilmente algo se podra solucionar, pero siempre hay que hacerles saber que estamos ahí para ayudar.
Nos vemos en la próxima actualización
Besos!
