Tanto los personajes como la historia no me pertenecen, solo disfruta de adaptar esta historia para llegar a más personas.

Muchas Gracias a MaryLuna y Adrina Molina por sus comentarios y a todos los lectores silenciosos que estan por ahi les animo a dejar un comentario.

Cap 18

—Ay, Dios. Creo que voy a vomitar.

Jacob pone el pulgar debajo de mi barbilla y me levanta la cara. Está sonriendo.

—Todo irá bien; deja de preocuparte.

Sacudo las manos con fuerza mientras doy saltos dentro del ascensor.

—No puedo evitarlo. Todo lo que Alice y tú me habéis contado sobre vuestra madre me pone muy nerviosa. —Abro mucho los ojos y me llevo las manos a la boca—. ¡Ay, Dios! Y ¿si me hace preguntas sobre Jesús? No voy a la iglesia. Leí la Biblia cuando era más joven, pero no me sé las cosas de memoria.

Jacob se ríe a carcajadas. Me atrae hacia él y me besa la cabeza.

—No te va a preguntar nada sobre Jesús. Ya te quiere, Bella, solo por las cosas que le he contado sobre ti. Lo único que has de hacer es ser tú misma.

Asiento con la cabeza.

—Vale, ser yo misma. Creo que podré fingir ser yo misma por una noche.

Las puertas se abren y Jacob me indica que salga primero. Vamos a casa de Alice y me hace gracia ver que Jacob llama a la puerta, pero supongo que, técnicamente, ya no vive aquí. A lo largo de los últimos meses se ha ido mudando a mi casa de manera paulatina. Toda su ropa está ya en mi piso, y sus artículos de baño. La semana pasada colgó la absurda foto borrosa del primer día en el dormitorio y, después de aquello, sentí que lo nuestro ya era oficial.

—¿Sabe que estamos viviendo juntos? —le pregunto—. ¿Le parece bien? Quiero decir..., ¿le importa que no estemos casados? Es que va a misa cada domingo. ¡Ay, Dios! ¡Jacob! Y ¿si tu madre piensa que soy una puta blasfema?

Él señala hacia la puerta con la cabeza. Al volverme hacia allí, me encuentro a su madre mirándonos sorprendida.

—Madre, te presento a Isabella, mi puta blasfema.

«Ay, Dios bendito.»

Su madre me envuelve en un abrazo. Cuando la oigo reír, me calmo lo suficiente para empezar a disfrutar de la noche.

—¡Isabella! —exclama, apartándose y sujetándome por los hombros para repasarme bien de arriba abajo—. Cariño, no pienso que seas una puta blasfema, ¡creo que eres el ángel que llevo diez años rezando para que aterrice en el regazo de Jacob!

Nos hace entrar en el piso. El padre de Jacob también me saluda con un abrazo.

—No, por supuesto que no eres una puta blasfema —corrobora—. No como Jasper, que le clavó los dientes a mi niñita cuando solo tenía diecisiete años —añade, dirigiéndole una mirada asesina a Jasper, que está sentado en el sofá.

Él se echa a reír.

—Se equivoca, doctor Black. Alice fue la que me clavó los dientes a mí. Yo los tenía en la boca de otra chica que sabía a Cheetos y…

Jasper se encoge cuando Alice le da un codazo en el costado.

Y, con unas pocas frases, todos mis miedos se desvanecen. Los padres de Jacob son perfectos, son normales. Dicen puta y se ríen de las bromas de Jasper.

«No podría desear nada mejor.»

Tres horas más tarde, estoy tumbada en la cama con Alice. Sus padres se han ido a dormir pronto, quejándose del jet-lag. Jacob y Jasper están en el salón, mirando deportes, y yo tengo la mano apoyada en el vientre de Alice, esperando a que el bebé dé pataditas.

—Tiene los pies aquí —dice, desplazándome la mano unos centímetros —. Dale un momento. Está muy activa esta noche.

Permanecemos calladas, esperando a que llegue la siguiente patada. Cuando al fin lo hace, grito y me echo a reír.

—¡Ay, Dios! ¡Es como el extraterrestre aquel de la peli Alien!

Alice mantiene mi mano apoyada en su vientre.

—Estos dos últimos meses van a ser un infierno —admite, pero añade—: Tengo tantas ganas de conocerla...

—Yo también. Me muero de ganas de ser tía.

—Y yo me muero de ganas de que Jacob y tú tengáis un bebé.

Me tumbo de espaldas en la cama y me llevo las manos a la nuca.

—No sé si Jacob quiere tener niños; no hemos hablado nunca del tema.

—No importa si no los quiere ahora. Los querrá. Tampoco quería tener una relación seria con nadie antes de conocerte, ni casarse, pero ahora intuyo que te propondrá matrimonio en cualquier momento.

Apoyo la cara en una mano y la miro.

—Solo llevamos seis meses juntos. Seguro que querrá esperar mucho más.

Nunca empujo a Jacob a nada en lo que respecta a la relación. Nuestras vidas son perfectas tal como están. Además, los dos nos encontramos demasiado ocupados para preparar una boda, así que no me importa que quiera esperar.

—Y ¿tú qué? —insiste Alice—. ¿Le dirías que sí si te lo pidiera?

Me echo a reír.

—¿Me tomas el pelo? Claro; me casaría con él esta misma noche.

Alice mira hacia la puerta, por encima de mi hombro, frunciendo los labios para aguantarse la risa.

—Está en la puerta, ¿no?

Ella asiente.

—Me ha oído decir eso, ¿no?

Alice vuelve a asentir.

Me doy la vuelta rodando y miro a Jacob, que está apoyado en el quicio de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho. No sabría decir qué está pensando tras haber oído lo que he dicho. Tiene la mandíbula apretada y los ojos entornados.

—Isabella —dice estoico, sin alzar la voz—. Me casaría contigo en este mismo momento, joder.

Sus palabras me provocan una sonrisa imposible de disimular, así que opto por taparme la cara con un almohadón.

—Vaya, qué bonito. Gracias, Jacob—replico, con la voz ahogada por el almohadón.

—Pues sí, es muy bonito —admite Alice—. Resulta que mi hermano es un amor cuando quiere.

Jacob me arranca el almohadón de la cara y me mira desde arriba.

—Vamos.

El corazón me empieza a latir desbocado.

—¿Ahora?

Él asiente con la cabeza.

—Me he tomado el fin de semana libre porque mis padres venían a vernos. Tienes empleados que pueden ocuparse de la floristería. Vayamos a Las Vegas y casémonos.

Alice se sienta en la cama.

—No puedes hacerlo así —lo reprende—. Bella es una chica. Quiere una boda de verdad, con flores, damas de honor y mierdas de esas.

Jacob me mira.

—¿Quieres una boda de verdad con flores, damas de honor y mierdas de esas?

Lo pienso durante un segundo.

—No.

Los tres nos quedamos en silencio durante un instante, y luego Alice se pone a patalear con las piernas en el aire de pura felicidad.

—¡Se casan! —grita. Se levanta de la cama y sale corriendo al salón—. ¡Jasper, haz la maleta! ¡Nos vamos a Las Vegas!

Jacob me da la mano y me ayuda a levantarme. Está sonriendo, pero yo necesito que me confirme que realmente quiere casarse.

—¿Estás seguro, Jacob?

Él hunde las manos en mi pelo y me acerca a él, rozándome la boca con sus labios.

—¿Quieres la verdad? ¿La pura verdad? —susurra—. Me hace tanta ilusión ser tu marido que estoy a punto de mearme en los pantalones.

—-

Y aca les dejo un nuevo capítulo y que puedo decir ¡Se Casan!

opiniones? Las leo.