Hay un desierto en el que se narra la historia de una familia, la historia de un sueño, se trataba de una epopeya épica de cómo dos organizaciones distintas pero tan iguales al mismo tiempo pelearon contra una calamidad. El Rey de la Tierra hace mucho tiempo caminó por estas negras tierras, lo que mató todo lo que lo rodeaba.

Las áridas dunas de cenizas se perdían en sus pies, elevándose y cayendo presa de los caprichos del viento que se llevaba con él los recuerdos de un pasado de gloriosas aventuras, de compañías emprendidas para hacer que todo fuera un mundo mejor, sin embargo él ahora recorría el cruel resultado de ese intento de mejorar.

La capucha cubría su cabello de la arena y ceniza, la ropa fresca lo defendía del sol ruín que brillaba en el cielo, pero sobre todo, su cabello blanco y rojos ojos lo hacían destacar en un paisaje cómo el que ahora estaba viendo frente a sus ojos. Por su cabeza mil cosas habían cruzado, pensamientos que ignoró cuando entró en su vista, ondeando orgullosa cómo una bandera, el símbolo de la lanza cubierta en rayos.

Una gran espada que en otros tiempos fue la favorita de un hombre poderoso, más poderoso de lo que él alguna vez soñó con ser, ese chico estiró su mano para tomar el arma pero al último instante dudó, cómo si algo en él le hiciera creer que no era digno de tomar esa espada, pero por un momento la visión de un hombre con el cabello color café oscuro le llegó a la mente.

Sonrió y su mano volvió a avanzar, envolviendo sus dedos alrededor de la bandera, quitándosela para posteriormente tomar la espada, un arma cuya historia conocía en gran medida sólo por historias que ese hombre le había contado de ella; Grattor, la espada del depredador. Era pesada, tal vez más de lo que un humano normal hubiera soportado cargar, y claro que que ahora era muy distante de su vieja gloria, su hoja estaba muy astillada pese a conservar un filo poderoso y temible, aún así la apreció cuando finalmente pudo levantarla y apuntarla al cielo, con sus dedos tomando fuertemente la empuñadura.

—Mocoso… lo lograste —las palabras del hombre que una vez fue cómo un padre para él sonaron en su cabeza, cómo palabras espectrales que él hubiera dicho mientras las lágrimas en sus ojos empezaban a caer lentamente.

—Zald… Alfia… No dejaré que su legado termine —fueron las palabras del aventurero mientras apuntaba su espada a un futuro totalmente incierto, con una única misión dada por los que una vez fueron los más importantes en su vida: Volverse un héroe.

X X X X

El camino realmente fue tardado, pero finalmente las imponentes murallas hicieron su aparición estelar frente a él, la ciudad laberinto, Orario.

Bajó de la camioneta tomando el enorme paquete envuelto que se trataba de Grattor, junto a ello también tomó una mochila más discreta que hablaba de sus pocas pertenencias a la hora de viajar, sonriendo mientras se apresuraba a andar por su camino.

—Ten cuidado, Bell —fueron las palabras de Alfia resonando en su cabeza, sonriendo mientras asentía y avanzaba en su andar, la espada parecía imponer un gran peso pero Bell empezaba a acostumbrarse.

Pasar a la puerta fue algo realmente desconcertante a su parecer, había una gran cola de personas que estaban buscando lo que él pensaba era una mejor vida o en su defecto estaban cazando el sueño de gloria de ser uno de los aventureros de Orario, los aventureros más poderosos del mundo, más que la mayoría de los que viven fuera de estas murallas.

Claro que el motivo era el calabozo que se extiende bajo esta ciudad.

Bell sonrió mientras caminaba hasta la puerta y pasaba sin realmente ningún problema, la entrada le parecía ciertamente curiosa.

Sólo dos preguntas le hicieron: "¿Vienes a hacerle daño a la ciudad?" y "¿Cuáles son tus intenciones en Orario?"

Dos preguntas que ciertamente se le hicieron algo estúpidas, no le preguntaron nada más, ni siquiera revisaron el enorme paquete que tenía colgando en sus espaldas, probablemente personas así entraban todos los días, y era cierto, pocas cosas podrían hacerle un daño significativo a esta ciudad llena de semi dioses todopoderosos.

Caminar por sus calles se le hizo tan emocionante que no perdió el tiempo, viendo todo a su alrededor, aunque no era capaz de orientarse realmente, en su interior la admiración que sentía por la ciudad creció cuando pensó en todo lo que Alfia y Zald tuvieron que haber vivido aquí.

Tomó su mochila y se la descargó de la espalda antes de tomar un pergamino que abrió frente a sus ojos para ver un mapa de toda la ciudad, orientándose entendió que estaba en la entrada al noroeste del centro de la ciudad según juzgaba, así que debía avanzar por esa calle para ir a una de sus paradas principales; El gremio. Primero tenía que ser un aventurero y luego adentrarse al calabozo, pero, casi cómo un jalón de orejas espectral se detuvo al sentir un regaño mental.

—¡Mocoso! Primero lo primero, ¡No puedes ser un aventurero sin primero pertenecer a una familia! —la voz de Zald le hizo darse un golpe en la cabeza y asentir antes de suspirar y mirar a su alrededor.

Lo primero es hacerse miembro de una familia, obtener la Falna de algún Dios y entonces ahora sí podía registrarse en el gremio, ¿Qué tan difícil podría ser volverse parte de alguna familia? Probablemente alguna de las más fuertes familias de Orario sería una buena idea, esos chicos tienen un buen ojo para el poder…

X X X X

Tres días habían pasado ya, ninguna familia se fijó en él.

Primero probó a tratar de unirse a la familia Loki, aunque formalmente no lo rechazaron, si no que su solicitud sería pasada a alguien arriba de todos los que estaban presentes, por lo que realmente nadie lo tomó en cuenta y se quedó esperando una respuesta todo el día uno.

Al segundo día pensó en ir a la sede de la familia Freya, pero tanto Alfia cómo Zald se negaron rotundamente a hacerlo, así que recurrió a lo que sería la siguiente opción.

Pasar de familia en familia para presentarse y postularse cómo aventurero.

Si… eso tampoco salió bien.

Puerta en la que se presentaba y hablaba de unirse a la familia, puerta en la que era rechazado sin opción a mostrar sus habilidades.

"No tenemos espacio para más bocas que alimentar".

"Si puedes pagar tu propia comida y alojamiento tal vez".

"La respuesta es un rotundo no, mocoso, no aceptamos novatillos".

Esas y más palabras de rechazo le fueron dadas antes de que pudiera desenvainar a Grattor y hacer muestra de sus habilidades, así que, ese plan también falló y ahora Bell tenía un gran golpe en su moral puesto que, bueno puesto que ahora estaba en un enorme inconveniente.

Sin familia, y lentamente quedándose sin dinero.

Trabajar sonaba cómo una opción viable a lo que tendría que hacer, había pasado una buena parte de su vida trabajando cómo granjero así que ayudar a esa familia en la siembra y cosecha no sería nada de otro mundo para él, tal vez incluso podría conseguir la bendición de esa Diosa y ella le permitiría ser un aventurero. Aunque decirlo es más fácil que hacerlo, la sede de la familia está fuera de Orario, pero entran y salen por su comercio principal.

Considerarlo era complicado, así que finalmente estaba sentado en un callejón, mirando cuántos valis le quedaban antes de tener que recurrir a trabajar para mantenerse, suspirando por la cantidad mientras apoyaba a Grattor en su hombro. Otra estrategia que había pensado era la de quitar lo que estaba cubriendo a Grattor, la había envuelto en una enorme manta que cubría toda su hoja y la empuñadura por motivos de seguridad, pero tal vez si las familias vieran la enorme espada entonces podría tener una oportunidad.

—Ciertamente sigo pensando que deberías ir con Loki —fueron las palabras de Zald en su cabeza mientras Bell suspiraba y se ponía de pie.

—No lo dejarían hacer una prueba para demostrar sus habilidades, Loki es muy especial con el tema de sus niños —dijo la voz de Alfia mientras veía a Bell tomar a Grattor y colgarla en su espalda junto a su mochila.

—Bueno, vamos a probar ahora con la Familia Aeshma… Luego si me niegan la entrada sería la familia Miach y si ahí me niegan sería… La familia Astraea… no, no aceptan hombres… Entonces creo que sería la familia Dionysius —dijo con un suspiro antes de caminar hacia la dirección que decía en la hoja, era un folleto algo curioso ya que era extrañamente conveniente para nuevos aventureros.

Una lista de familias que podía encontrar en todo su camino, así que era su material para buscar familia actualmente.

La familia Aeshma fue particularmente terrible con él, el capitán de la misma; un hombre de cabello rubio, lo echó a la calle con amenaza de usar algún tipo de magia sobre él, por lo que Bell suspiró antes de sentarse en el suelo y agachar la cabeza con frustración.

Sin embargo, en ese mismo momento, una presencia divina se manifestó frente al chico, una mujer de cabello negro, con un cuerpo diminuto pero teniendo una gran figura que miró a Bell con una sonrisa amable.

—Hey, chico, ¿Estás buscando una familia? —fueron las palabras de la diosa quién miraba a Bell con una sonrisa.

Bell claro que la miró con desconcierto, y luego, con una enorme sonrisa que lentamente iba formándose en su rostro hasta que finalmente le asintió con lágrimas en los ojos, tomando la mano extendida de la diosa.

X X X X

Fue en una biblioteca hace tiempo abandonada que Hestia le dió a Bell su falna, ella era una Diosa nueva en Orario al igual que él, ella quería formar una familia y Bell necesitaba una familia, casi parecía que sus destinos se habían cruzado milagrosamente. Sin embargo frente a la Diosa que ahora estaba colocando su bendición sobre la espalda del chico, la aparición de una habilidad fue cómo un golpe para su cerebro.

Y no era para menos, el falna de Bell sería cómo según sabía cualquier otro.

Su nombre, nivel 1, todas sus habilidades básicas en 0.

Y ahí terminaba la normalidad…

[Bell Cranel].

[Nivel 1].

Fuerza: I 0

Resistencia: I 0

Destreza: I 0

Agilidad: I 0

Magia: I 0

[Magia].

[Rea Ambrosía].

Magia que crea llamas intensas capaces de cubrir un campo de batalla.

"Dios padre, perdóname. Pues voy a devorar la última cena de los dioses. Codicia, lengua de llama encerrada. Devoren, colmillos ardientes."

[Satanas Verion].

Magia de canto súper corto que golpea a los enemigos con bloques de sonido. También puede hacer explotar el poder mágico con su Spell Key.

"Gospel"

"Rugio (Spell Key)".

[Silentium Eden].

Magia de encantamiento de canto súper corto que cubre el cuerpo del usuario con una armadura que niega la magia.

"Ataraxia".

[Genos Angelus].

Magia de aniquilación de canto súper largo, manifiesta una enorme campana sobre la cabeza del usuario que repica con todas sus fuerzas, devastando las áreas circundantes y hace un potente ruido. Una vez terminado el canto libera un poderoso impacto devastador.

"Bendición de la raíz del mal, maldición de nacimiento. Mi pecado original que devoró la mitad de mi cuerpo. No es difícil. No hay purificación. No hay salvación. La resonancia de este sonido celestial es mi pecado. La trompeta de los dioses, la lira de los espíritus. Melodía de la luz, el sello del pecado. Amada por el jardín en miniatura, mi destino está destrozado. Te odio. La compensación está aquí. Destrúyelo todo con una prueba de mi pecado. Llora, santo campanario".

[Habilidades].

[Legacy Bearer].

—Temporalmente inactiva.

[Legacy of the Devourer].

—Carga con el legado del Devorador.

—Le permite al usuario usar la magia [Rea Ambrosía].

—Le otorga al usuario las habilidades [Deus Ambrosía], [Al Questa] y [Niggle Gourmet].

[Legacy of the Silence].

—Carga con el legado del Silencio.

—Le permite al usuario usar la magia [Satanas Verion], [Silentium Eden] y [Genos Angelous].

—Le otorga al usuario las habilidades [Gif Blessing], [Alme] y [Vel Ardore].

Esto era ridículo, Hestia miraba el estado de Bell con una clara estupefacción en sus ojos ya que no era capaz de entenderlo, ¿Cómo había encontrado a esta perfecta joya en medio de la nada? Bell era probablemente uno de los aventureros más fuertes que hubiera pisado Orario o lo sería en un futuro, una serie de habilidades absurdamente poderosas, incluso ya superaba a la gran mayoría de magos de la ciudad teniendo acceso a 4 magias, sabiendo que con excepción de casos puntuales cómo lo eran dos elfas hijas de una enemiga suya en la que en este momento no quería pensar, todos los aventureros de Orario tenían un máximo de 3 magias.

Hestia temblaba mientras hacía las anotaciones en una hoja de papiro, mirando a Bell que estaba volviendo a ponerse la ropa, ahora que lo veía bien realmente era un chico muy bien trabajado físicamente y tenía esa enorme cosa que desconocía sobre qué se trataba y que todo el tiempo cargaba con él.

—Bell, déjame decirte algo, realmente eres… Eres realmente fuerte —dijo la diosa extendiendo la hoja de estado al albino quién miró la misma y abrió los ojos con clara sorpresa, leyendo todo desde la magia hasta las habilidades, aunque su sorpresa pronto se volvió una sonrisa cariñosa, sintiendo dos manos en sus hombros.

—Ustedes siempre van a estar conmigo… —fueron las palabras del chico con una gran sonrisa, no había perdido a su familia, por el contrario, ellos siempre estaban con él, y ahora algo tan sagrado cómo el Falna lo reconocía.

—¿Dijiste algo? —fue la pregunta de Hestia mientras miraba al chico con algo de curiosidad por sus palabras, pero el chico negó con la cabeza y le asintió con total calma.

—No, no se preocupe Diosa, solo estoy feliz por volverme un aventurero —dijo el chico con una sonrisa mientras la miraba a los ojos.

—Bueno, no lo eres todavía, aún falta que te registres en el gremio… Pero independientemente a eso, bienvenido a la familia Hestia, Bell, ¡vamos a hacer muchas cosas juntos! —fue su declaración con una sonrisa mientras le sonreía.

—... Esforcémonos, mi Diosa —dijo el chico con la misma sonrisa mientras la miraba.

X X X X

El hogar de la familia Hestia era… Humilde, si no se quería ofender con las palabras, y es que se trataba de una iglesia completamente en ruinas en la que Bell al llegar pudo desempacar sus cosas. El chico no se quejaba, podría vivir con eso, por lo que descargó su mochila ante los ojos de su Diosa que lo miraba con una sonrisa.

—Bueno, ahora que viviremos en esta cómo nuestra sede, tenemos un nuevo problema y es la cama, sólo hay una aquí abajo así que…

—Ah, no se preocupe mi Diosa, yo dormiré en el sofá —dijo el chico con una sonrisa mientras sacaba de su mochila una muda de ropa que tenía, varios libros que eran principalmente fantasía heroica, aunque Hestia pudo ver un par de libros de magia que le hizo pensar sobre todo en que alguien le dió un buen entrenamiento al chico, cómo si supiera que él iba a poder usar magia.

Sin más siguió viendo las pertenencias del joven chico, la mochila no parecía cargar mucho pero realmente estaba sacando bastantes cosas, asumió que era un objeto encantado para poder cargar bastantes cosas sin un límite claro.

De la mochila salió una especie de espada corta que Hestia asumió sería su arma, así que había un detalle menos por el cuál preocuparse, también vió un mapa de Orario, una muda de ropa, y un retrato, la Diosa sintió algo de curiosidad antes de tomarlo, viendo en ella a un hombre muy alto, probablemente medía más de los 2 metros, y junto a esa persona estaba una mujer realmente hermosa, en medio, al lado del hombre estaba otro hombre también bastante alto y en medio del hombre y la mujer estaba un Bell más joven.

—¿Son tus padres y tu abuelo? —preguntó con calma mientras miraba el retrato.

—Mis tíos y mi abuelo, me dijeron que mis padres murieron antes de que yo naciera —dijo con calma mientras finalmente tomaba lo que asumió era una piedra de afilar.

—Oh… Lo siento.

—No se preocupe —le respondió con una sonrisa antes de mirar el paquete enorme que llevaba consigo, cosa que hizo que Hestia volviera a su curiosidad inicial, ¿Qué era esa gran cosa?

El albino con una sonrisa deshizo un par de ataduras antes de que la enorme cubierta del arma cayera, mostrando frente a la Diosa finalmente una gran espada, sorprendiendola en gran medida. Aunque la espada estaba deshecha, muy maltratada y corroída aún parecía tener un poderoso filo.

Bell cargó con cierta facilidad el arma y se puso a afilarla aunque tenía una especie de mirada entre alegre y desalentada.

—Wow, se ve un arma muy fuerte esa —dijo con curiosidad mientras miraba el arma en manos de Bell.

—Es una herencia de mi Tío, él me entrenó para usarla, o bueno, para usar una gran espada, nunca entrené con ella —dijo con una sonrisa antes de que la misma decayera —. Aunque ha perdido mucha de su gloria, mi Tío me contó infinidad de historias sobre ella, pero el tiempo hizo estragos… Me encantaría que volviera a su vieja gloria pero sólo puedo afilarla a medias.

Dijo mientras terminaba de darle el mantenimiento necesario al arma antes de apoyarla en el suelo y mirarla con calma.

—¿Cómo me vuelvo a colgar esto en la espalda? Para portarla va a ser complicado…

—Supongo que puedes llevarla en mano, de igual manera muchos aventureros hacen eso, o por lo menos eso he visto —dijo con una sonrisa antes de que Bell le asintiera.

—Así será hasta que consigas una funda o algo por el estilo —la voz de Zald le confirmó las palabras de la Diosa.

Bell asintió, no podía llevar su espada todo el tiempo en una manta, menos si esperaba llevarla al calabozo dónde un sólo segundo puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

—¡Bien! ¡Entonces iré a registrarme al gremio! —dijo con una sonrisa el chico mientras se ajustaba la espada corta al cinturón y cargaba a Grattor en su hombro.

Hestia asintió y se despidió del chico con una sonrisa mientras él finalmente salía de la iglesia y caminaba hacia el gremio, yendo a la calle principal mientras avanzaba con la gigantesca arma en sus hombros, sonriente cómo un niño.

Por los techos se encontraba un dúo de chicas, sentadas mientras vigilaba las calles con una sonrisa clara en sus rostros, pero en particular a destacar claro que lo importante eran una chica de cabello incandescente cómo la luz del atardecer, y una elfa de cabellos dorados cómo el sol de mediodía.

Ellas habían estado hablando entre sí con una clara sonrisa mientras comían algo que habían comprado en un puesto de la calle, claro que mientras lo hacían tenían su deber en mente.

—Entonces dime Lion, ¿Has pensado ya en buscar pareja? No quiero que termines soltera a los 99 —fueron las palabras de la pelirroja con ojos cómo la aventurina, mientras miraba a la rubia con una sonrisa.

La mujer con ojos cómo dos perlas en el fondo del mar la miró con calma antes de hablar.

—No, realmente no lo he buscado, no pienso que eso sea algo que deba buscar —respondió la que ahora era llamada cómo Lion, dirigiendo su mirada al tráfico.

—Bueh, ¡Con esa actitud vas a morir soltera mujer! Eres muy linda demonios, si quisieras podrías tener a cualquiera a tu favor, aparte, ¿Quién no conoce a Vendaval? Eres probablemente una de las aventureras de primera clase más conocidas junto a la Princesa de la Espada —la pelirroja había empezado con su regaño habitual mientras cerraba los ojos.

Ryuu Lion, Vendaval, una aventurera de primera clase Nivel 6, parte de la renombrada familia Astraea, era una belleza codiciada por muchos ojos pero la mayoría de ellos se retractaron por la apariencia de ser inalcanzable que ella daba.

Por su parte Ryuu dirigía su mirada hacia la calle tratando de no entrar mucho en el detalle que su amiga, Alise Lovell, capitana de la familia Astraea de nivel 6 estaba hablando, suspirando por sus palabras mientras intentaba hacer su trabajo.

Las palabras de Alise pronto se volvieron muy lejanas mientras Ryuu miraba el tránsito, cómo si hubiera visto un fantasma del pasado, haciendo que la elfa lanzara sus manos a darle una palmada en el muslo a la pelirroja y luego señalar un punto con el dedo.

—¡Auch! Eso por… ¿Qué…?

Las palabras de la pelirroja calzaron perfectamente con la situación, un aventurero caminaba por la calle con una enorme espada en su hombro, nada fuera de lo usual, el problema es lo que ese chico era en sí mismo.

Cabello blanco, piel blanca, un porte fuerte, era la viva imagen de un enemigo del pasado, o de dos enemigos, el porte, la espada que llevaba en sus manos, era cómo ver a "Glotonería" y a "Silencio" combinados en una misma persona.

Ambas sudaron frío al reconocer la espada, eso fue lo que las puso más sobre alerta puesto que reconocían el arma, se trataba de Grattor, la espada de la Glotonería, Zald, uno de los dos mayores enemigos que Orario alguna vez había enfrentado, si bien Grattor no era tan famosa cómo la espada que ese hombre llevaba ese día era claro que ambas lo reconocerían.

Sin embargo tan pronto cómo lo vieron, el chico había desaparecido, haciendo que las dos buscaran con la mirada por todos lados, haciendo un enorme salto mientras lanzaban las sobras de la cena a un basurero, empezando a buscar en toda la ciudad, sin saber que dentro del gremio un chico de cabello blanco estaba por empezar su trayectoria dentro de la ciudad laberinto.