Opal se sorprendió en el momento que escuchó lo que él dijo, antes de llevar su mano a la contraria que estaba en su hombro, quitándola para alejarse un par de pasos del hombre, para mirarlo a los ojos, notando algo raro en su mirada, cómo si estuviera algo ido. Podía ver que Enoch no estaba en el mejor estado mental posible, pero de todas maneras no iba a dejar que esto se quedara así.

Suspiró e inclinó la cabeza para subir su dedo meñique a su oreja, metiendo el mismo ahí e hizo cómo si limpiara su oreja, antes de mirarlo otra vez.

— ¿Disculpa? Por un momento creí entender que dijiste algo muy estúpido — dijo la sacerdotisa con la mirada clara, ella no planeaba hacerle caso al hombre.

Enoch arrugó el entrecejo ante las palabras de rechazo a sus órdenes, y sobre todo el insulto a sus palabras, cómo si fuera alguien estúpido. Volvió a avanzar un paso hacia Opal, cosa que Opal imitó con un paso hacia atrás.

— Te dije, que no quiero, que vuelvas a hablarle — dijo el hombre con un tono autoritario.

Opal chasqueó la lengua antes de suspirar nuevamente, negando con la cabeza antes de levantar un poco la barbilla y hablar nuevamente.

— Ajá, y yo te dije que acababas de decir algo muy estúpido — declaró mientras estiraba su mano hacia la derecha, haciendo un pequeño ademán.

Enoch gruñó por lo bajo antes de acercarse nuevamente hacia la chica, cosa que ella volvió a contestar retrocediendo. Algo en el interior de Enoch se retorcía cada que ella hacía eso, no tenía idea de por qué, era cómo si realmente lo rechazara, cómo si no quisiera que él se le acercara.

— Mira, Enoch, no puedes prohibirme hablar con Bell — dijo ella firmemente mientras lo miraba a los ojos.

— Claro que puedo — dijo Enoch mientras volvía a avanzar.

Estando cada vez más cerca de ella, Opal no perdió el tiempo en estirar la mano y empujar ligeramente a Enoch fuera de su espacio personal.

— No, no puedes — empezó ella. — En primera, porque no eres el capitán de la familia, te lo recuerdo, en segunda, porque sigues siendo más débil que yo, y en tercera, porque tú y yo somos compañeros de familia, nada más.

Enoch entonces se detuvo, inclinando la cabeza antes de dar una sonrisa algo torcida, una sonrisa que no le dió nada de confianza a Opal, puesto que estaba realmente segura de que había visto sonrisas en su capitán, muchas veces, incluso cuando ni siquiera se acercaba a ella, pero una cómo la que ahora mismo le estaba dando, nunca, era algo que realmente la hizo sentirse incómoda, mucho más de lo que ya lo había estado.

— ¿No somos nada? Pero si estamos comprometidos, Opal… — la voz de Enoch se había vuelto baja y rasposa, pero con un tono más agudo, distinto al tono grave de sus anteriores palabras. — Tú eres mi prometida, Opal… Tú tienes que… Si… Tú tienes que hacerme caso…

Cómo si la perfecta máscara que era el rostro de Enoch se hubiera empezado a partir, cómo si fuera una gran grieta en una fina construcción de porcelana, la siempre estoica expresión del rubio empezó a romperse lentamente, y para Opal era más visible.

— Enoch, tú y yo no estamos comprometidos… Aeshma anuló ese compromiso… — dijo ella, mientras volvía a retroceder lentamente, no tenía idea de por qué, pero ahora mismo, ese hombre le estaba empezando a parecer amenazante.

La sonrisa de Enoch volvió a torcerse en el momento en el que ella dijo eso, dando un paso más para seguir avanzando.

— Pero, tú y yo estamos enamorados, ¿no es así? Tú me amas… Si… Si, es eso, tú me amas, por eso siempre estuviste de acuerdo con el compromiso… ¿No…? — la voz del hombre lentamente se volvía más pausada, más rasposa, pero manteniendo ese tono agudo en sus palabras.

Otra grieta apareció en esa perfecta máscara, algo que Opal no había visto jamás, pero que ahora mismo la estaba empezando a asustar cada vez más.

— Enoch, no sé de qué estás hablando, nunca dije nada porque no podía ir en contra de las decisiones de Aeshma — Opal continuaba retrocediendo.

En ese momento sintió que pisó una mina, cómo si una grieta todavía más grande en esa perfecta máscara de porcelana, y la sonrisa de Enoch inmediatamente se volvió a torcer al punto en el que ni siquiera seguía pareciendo una sonrisa. Cómo si un montón de oscuridad en forma de distintos rayones apareciera sobre la cara del hombre, este se acercó rápidamente.

Opal por miedo retrocedió hasta que finalmente su espalda se topó con la pared, antes de que el hombre levantara su mano, acorralando a la mujer entre él y la pared, con una mirada perdida, llena de delirios, cómo si su cabeza estuviera empezando a divagar por cualquier otro lado menos que en la habitación en la que los dos se encontraban.

— Opal, tú eres mía… Opal entiéndelo, no quiero que él te aleje de mí… — dijo el hombre con esa expresión en sus ojos, haciendo que para Opal el montón de oscuridad que apareció en su rostro, esa que parecía estar consumiendo su mente lentamente se volviera más y más caótica. — Opal, él me lo ha quitado todo… Él, él con sus trampas me lo quitó todo, me quitó mi prestigio, mis mujeres, mi territorio, me quitó mi título, me quitó a mi familia, me quitó el reconocimiento de Lord Aeshma… No quiero… No quiero que también te aleje de mí…

Opal empezó a respirar pesadamente, su tono mantenía ese tono agudo, pero cada vez era más profundo, más oscuro, y aún así estaba cargado de tanta emoción que la rubia podía sentir que el contrario en cualquier momento arrancaría a llorar, cómo si sus propios sentimientos estuvieran en conflicto con su cerebro.

— Por eso… por eso, por eso, por eso… No te vayas, no le vuelvas a hablar, ¿Sí? Hazlo por mí, hazlo por el amor que sé que me tienes, por favor… — dijo el hombre mientras acercaba más su rostro al de la chica quién estaba paralizada en el lugar.

Ella podría golpearlo, prenderle fuego, lanzarlo fuera de la habitación con tanta fuerza que tal vez destrozaría el muro que estaba fuera de la puerta, pero en ese momento no sentía ni siquiera fuerza en las piernas, no sentía que hubiera una forma de lidiar con esto, cómo si Enoch hubiera llegado a un punto de quiebre.

Con el rostro del hombre cada vez más cerca, ella no sabía qué iba a hacer, pero parecía, tenía el presentimiento de que él iba a intentar besarla. Su corazón explotó, su respiración estaba acelerada al máximo, pero, finalmente con toda la voluntad que pudo juntar, ella giró el rostro, alejando su cara de la de Enoch, lo cuál hizo que el hombre retrocediera ligeramente.

— No, Enoch, yo no siento nada por tí, entiéndelo, si hay algo que puedo sentir por tí, eso es asco.

En ese instante sintió que el mundo se aplastó, el muro a su lado crujió, antes de que Enoch se alejara de ella, mirándola a los ojos con rabia, con una furia que no se podía creer, antes de abrir la boca y empezar a hablar nuevamente.

— No… Él lo hizo, ¿verdad? También me quitó tu amor, ¿Cierto…? ¿Por qué…? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?¿Por qué?¿Por qué?¿Por qué?¿Por qué?¿Por qué?¿Por qué?¿Por qué?¿Por qué? ¿¡POR QUÉ!? — gritó antes de que retrocediera y diera un fuerte puñetazo en la pared. — Opal yo puedo hacer lo que sea por tí… Opal puedo hacer lo que quieras, ¿quieres que me arrodille? O… ¿o quieres que mate? Puedo asesinar Opal, puedo empezar a asesinar a quién tú me digas, ¡puedo ser tu verdugo personal! Puedo hacer todo por tí, pero no tú, tú no te vayas con él…

El rostro de Opal lentamente empezó a mostrar otra expresión, una expresión que hizo que Enoch tuviera que apretar su pecho, porque realmente sentía que su corazón se estaba aplastando.

"No me mires así, Opal, por favor no me mires así…".

Asco y horror.

Eso era lo que mostraba la expresión de Opal, estaba asqueada y horrorizada por sus palabras, no debió decir eso, no debió hacer esa oferta, porque entonces eso significaba que ella lo iba a mandar al demonio.

— No… Enoch, no quiero nada de tí… — dijo ella, finalmente llenándose de valor antes de empujarlo, tal vez usando demasiada fuerza porque casi llegó a la entrada de la habitación por culpa de ese empujón.

El rostro de Enoch se torció horriblemente, mostrando la peor de las expresiones de odio, de furia, de rabia, en su cara se notaba, su perfecto rostro de porcelana se había roto y ahora finalmente estaba mostrando su interior. Sin embargo, finalmente lo único que hizo fue golpear la puerta mientras salía del cuarto, con la mirada al frente llena de odio puro.

Opal finalmente se quedó sola en la habitación y, lentamente, se deslizó por la pared hasta llegar al suelo, aterrizando sobre su trasero, antes de abrazar sus piernas fuertemente, con los ojos abiertos cómo platos, con lágrimas queriendo escapar a cántaros.

Opal, por primera vez en toda su carrera cómo aventurera, cómo aquella que encaraba los horrores de la mazmorra, ahora mismo, se sentía aterrada.

X X X X

En el hogar de la familia Hestia, la diosa se encontraba sentada en el sofá, abrazando sus piernas, ya no estaba asustada, pero ahora mismo se sentía triste, era la primera vez que veía a alguien morir, por lo menos en serio.

En el cielo había Dioses que solían pelear a muerte entre sí, pero incluso esas "peleas a muerte" no eran tan reales. En el momento en el que uno de los dos muriera, el arcanum se activaría y curaría por completo al dios, cómo si nada le hubiera pasado. Por eso, era la primera vez que había visto la muerte real.

— Ocurrió tan rápido… — dijo ella mientras seguía abrazando sus piernas, dejando caer su cabeza sobre sus rodillas.

Bell entendió lo que ella estaba diciendo, la muerte pasaba rápidamente, era algo natural, pero para alguien que la miraba por primera vez, debía ser doloroso.

— Es… algo natural, Diosa… — dijo el chico con un suspiro.

— Lo sé, pero, no lo entiendo ¿Cómo pueden hacerlo? ¿Cómo alguien puede ver la muerte y no inmutarse ante ella…? — su mirada se giró lentamente para verlo a los ojos. — ¿Cómo lo haces…?

Bell inclinó la cabeza ante su pregunta, no había entendido lo que ella dijo, pero la chica rápidamente se apuró a seguir con sus palabras para sacarlo de su confusión.

— Hablé con esa chica, Opal o cómo se llame, y ella me contó sobre la pequeña aventura que tuvieron en el piso 24… Esas personas matándose… La gente muriendo… ¿Cómo estás tan tranquilo…?

Las cejas de Bell se elevaron un poco, su boca formó una "o", estaba sorprendido, pero, tras analizar la pregunta, su expresión se volvió más solemne y finalmente se sentó en el sofá a su lado, dejando caer sus codos sobre sus muslos.

— Bueno… Yo… No es la primera vez que la veo — dijo Bell. — En realidad la he visto más de una vez, no significa que se haga más fácil.

— Pero, ¿Cómo es eso posible? — cuestionó Hestia.

Bell suspiró mientras desviaba la mirada levemente, sus ojos se perdían en un punto de la pared, cómo si estuviera viendo más allá del muro en el que tenía sus ojos fijos. Hestia sintió internamente que estaba recordando algo, cosa que resultó ser completamente cierta.

— Hace un tiempo cuando tenía unos… doce años… tal vez, fui a Dedine — dijo Bell. — Dedine no es buena, no perdona a ningún hombre, independientemente de su edad, todo aquél que ha caminado por la sabana o se ha adentrado al desierto, nunca vuelve a salir siendo el mismo, eso es si llega a salir.

Hestia mantenía su mirada en Bell, quien con un aire pesado atorado en la garganta continuó hablando.

— El desierto no es bueno, el calor, la sed, el hambre, cuando sufres de las tres, puedes hacer muchas cosas — tomó un segundo antes de seguir hablando. — La desesperación y la confianza rara vez son aliadas…

Hestia lo miró atentamente mientras, de cierta forma, empezaba a entender lo que estaba diciendo el chico, con un sudor frío recorriendo su nuca, cómo si bajara desde su cabeza por su espalda.

— Bell, ¿Tú… ? — interrogó Hestia.

— Si dijera que no lo hice, deshonraría su memoria… Yo maté a unos pocos para salvar a muchos… O por lo menos eso me gusta pensar — dijo Bell. — Nunca se hace más fácil… Pero lo peor es cuando pasa en el momento, cuando matas, cuando tomas una vida, esperas algo, una reacción, un grito de dolor, algunas últimas palabras… crees que cuando verás la muerte por primera vez, una fuerte emoción llegará… sin embargo, la muerte real es… Anti-climática… llega en el momento que menos esperas, tu enemigo no grita, no tiene el tiempo de tomar aire para gritar… Simplemente, suelta todo el aire que tenía y… a veces ni siquiera puede decir algo. Es todo tan rápido, no es un sentimiento de dolor absoluto, tampoco es una gran victoria… Cuando eso pasa muchas veces puedes pensar que en realidad, es que hay algo mal contigo.

Hestia se sorprendió por lo que el chico dijo, Bell tenía una perspectiva directa sobre la muerte, no era la perspectiva de una persona que había visto la muerte, era la perspectiva de alguien que había matado. Sin embargo, era cómo si eso fuera agua pasada, cómo si lo hubiera podido superar y haber crecido gracias a ello.

— Por eso, creo que entiendo lo que estás sintiendo — retomó Bell. — No debes sentirte mal con eso, no fuiste tú la causante de su muerte. Lo superarás en su momento, pero quiero que tengas eso en la cabeza, no fue tu culpa.

Finalmente después de toda la charla, Bell soltó un suspiro algo nostálgico, antes de mirar a la mujer con una sonrisa, una sonrisa que parecía llena de energía, de esa inocencia característica de un chico que apenas tenía 14 años, sin embargo, habiendo vivido lo que ella ahora ella se estaba viendo cómo un infierno mismo, con la corta vida que había tenido, que él todavía pudiera sonreír así…

Hestia por un momento se dió cuenta de lo realmente fuerte que era su único hijo.

Entonces sonó la puerta de la entrada de la iglesia, y Bell se levantó del sofá para empezar a caminar hacia las escaleras, dejando a Hestia sola en el sofá, con sus pensamientos. La pequeña diosa no pensó que ella pudiera ser tan fuerte para poder superar algo así, pero, también pensó sobre lo poco que conocía sobre el pasado de Bell.

— Dedine… — murmuró Hestia para si misma. — ¿Qué tanto habrás vivido ahí, Bell?

Suspiró mientras levantaba sus manos, soltando sus propias piernas para estirarlas y entonces se dió un par de palmadas en las mejillas, antes de sonreír levemente. Ella no creía que pudiera superarlo cómo él, pero si su único niño había podido hacerlo, entonces ella también lo iba a hacer.

Y entonces Bell regresó por las escaleras con la mirada algo confundida.

— Uhhh, Diosa, hay algunos trabajadores del gremio que quieren hablar con usted… están hablando sobre una averiguación.

La diosa pareció sorprenderse, antes de acordarse sobre algo.

X X X X

Hacía relativamente poco, Hestia había sido llamada por un ayudante del gremio en el momento que Opal había regresado para cuidar de un Bell que todavía se encontraba inconsciente tras su pequeña aventura en el piso 24.

Hestia se encontraba caminando por las calles de Orario en dirección al panteón, la sede del gremio y aquella que tenía que ver con la mujer que la había ido a buscar directamente a la iglesia, sin embargo no podía dejar de pensar en lo que le iban a decir ya que no tenía idea de qué podía tratarse, pero tenía en mente que podía ser algo bastante grave ya que, en caso de estar siendo llamada por el gremio directamente a su sede, no podía ser sólo para informarle que su Familia había subido de rango por algo reciente, claro que no era por eso, ni tenía que ser eso.

— Oi, ¿Tienes alguna idea de por qué me llamaron? — preguntó Hestia.

La empleada del gremio por su parte mantuvo total silencio, soltando un escueto "Se lo notificarán pronto" entre murmullos que fueron apenas incomprensibles. Eran agentes que constantemente tenían que lidiar con la intuición divina, habían aprendido a eludir la forma en la que un dios detecta las mentiras con relativa eficacia.

— Parece que no conversas mucho — finalizó la pequeña mujer ante la negativa a hablar.

Hestia pensó y pensó, ella no había hecho nada ilegal en estos últimos días, realmente había estado trabajando tanto cómo podía, haciendo un gran trabajo en su puesto de comida habitual, pero no había nada más, ni siquiera se había visto envuelta en lo que era la aventura de Bell, aunque entendía que algo de esa magnitud podría haber sido de hecho, el caso de la llamada.

Decidió no hacerse más ideas y mejor entró directamente a la sede, se enteraría pronto de todas maneras.

Al entrar en el gremio fue recibida con la visión constante de aventureros yendo y viniendo, ella realmente no había hecho muchos tratos con la organización, aunque literalmente representaban el gobierno de Orario. Por lo mismo le parecía casi mágica la visión de un montón de aventureros hablando activamente con empleados de la institución, era cómo el héroe que hablaba con su consejero personal sobre qué decisiones tomar, una visión que había tenido gracias a los múltiples libros de fantasía épica que había tenido el tiempo de comprar y leer en sus ratos libres.

Ella nuevamente siguió a la empleada del gremio, la cuál la llevó hasta uno de los escritorios en el que una mujer semi elfa estaba esperándola. La deidad saludó cordialmente con la mano.

— Buenas tardes, ¿para qué me necesitan? — preguntó la pequeña deidad, mientras se inclinaba levemente sobre el mostrador.

La mujer le dió una sonrisa leve, antes de acomodarse las gafas y asentir lentamente a la deidad.

— Buenas tardes, Lady Hestia, ¿Correcto? — preguntó la mujer. — Mi nombre es Eina Tulle, pero sólo dígame Eina, por favor.

Hestia asintió mientras la miraba atentamente, con las preguntas internas sobre lo que estaba por pasar, puesto que Eina se acomodó un poco los lentes para luego tomar los papeles sobre el escritorio, buscando entre ellos hasta que encontró lo que estaba buscando; una pequeña carta, aunque sin sobre, a decir verdad parecía más una ficha que una carta, pero igualmente se la extendió a Hestia.

La deidad la recibió y leyó a media voz los siguientes renglones;

"El Gremio le informa que se ha exigido una averiguación por parte de la Familia Aeshma y sus aliados sobre el nivel del aventurero: Bell Cranel. Puesto que debido a los sucesos recientes, se ha informado que Bell Cranel posee hazañas que van más allá de lo que debería ser posible para un aventurero nivel uno, más aparte, un aventurero novato.

De ser cierto lo que la familia Hestia presume, se le dará la debida compensación, sin embargo, en caso de que las acusaciones en su contra sean verídicas, y el aventurero mencionado tenga un nivel por sobre lo que se ha indicado al gremio, la Familia Hestia será debidamente multada y sancionada por incumplimiento a la Ley de Orario respecto a los niveles de los Aventureros."

Una vez Hestia terminó de leer lo que ponía en el papel, suspiró.

— Aeshma… — escupió el nombre del hombre.

— Realmente es un problema, ¿no es así? — preguntó Eina. — Realmente no están ocultando el nivel de Bell, ¿verdad?

— No, no lo estamos haciendo — replicó Hestia. — Pero supongo que mi palabra no basta, ¿verdad?

Eina negó lentamente, haciendo que Hestia suspirara dolorosamente, pero nuevamente, decidió que iba a aprovechar la apertura de una "ventana", cómo ella lo había llamado. La mujer de cabellos negros asintió lentamente con la carta en las manos y le hizo una pequeña reverencia a la mujer de cabellos castaños.

— Gracias, señorita consejera.

— Ahhh, no se preocupe, normalmente me encargo de aconsejar a Bell — replicó Eina.

Hestia rió un poco, antes de asentir y darse la vuelta, empezando a caminar fuera del gremio para volver a su sede.

X X X X

De regreso en el presente, Hestia había salido del sótano en la iglesia para mirar a los empleados del gremio, había tres de ellos, se trataba de una mujer con orejas de lobo y pelo rojo, largo. Una chica con el pelo corto de color rosado, y finalmente estaba Eina, la semi elfo que había conocido cuando fue citada en el gremio.

— Buenas tardes — saludó Hestia.

Su saludo fue correspondido por el personal del gremio, antes de que, tanto diosa cómo aventurero pasaran a sentarse en algunos de los pocos bancos en buen estado dentro de la iglesia, antes de que la empleada que parecía ser de mayor rango tomara la iniciativa sobre sus palabras.

— Me llamo Rose Fannett, ellas son Misha Flott y Eina Tulle — se presentó Rose, antes de volver a tomar el hilo de la situación. — Cómo supongo que ya sabe por el aviso de antemano, estamos para hacer las averiguaciones sobre el asunto del nivel de Bell Cranel.

— Claro — replicó Hestia.

La diosa tuvo una sonrisa, antes de mirar a Bell y hacerle un gesto. El chico entendió rápidamente y se levantó para quitarse la camisa frente a las mujeres, Eina por su parte no pudo dejar de mirar el cuerpo de Bell, para ser un novato y tener la edad que tenía, el chico estaba bastante bien trabajado. Pero se vió alertada de varias cicatrices que estaban en su cuerpo, Hestia parecía estar acostumbrada a verlas.

Si Eina tuviera que deducir, habían sido hechas hacía bastante tiempo, y debieron haber sido hechas por una bestia, algo con la fuerza de un animal salvaje que hubiera atacado a Bell hace tal vez dos o tres años, puesto que algunas marcas parecían rasguños, mientras que otras parecían marcas de colmillos.

El albino por su parte, tras haber terminado de quitarse la camisa, se sentó de espaldas a las mujeres, su Falna estaba descubierta, por lo que no hubo que esperar mucho tiempo para hacer la inspección, Eina se acercó rápidamente para empezar a leer… Y pronto se quedó sin palabras.

Eina estaba sorprendida. No, decir sorprendida era decir poco, estaba realmente anonadada, principalmente porque no tenía sentido, no tenía ningún tipo de sentido que Bell tuviera esas estadísticas, incluso ella, que había confirmado la llegada de Bell a Orario hacía poco, entendía que en primera, esas estadísticas no eran normales, eran extremadamente anormales, era desafiar todo lo que ella sabía sobre el Falna, sobre los aventureros, sobre el mundo en general.

Había algo que era conocido desde los tiempos de antaño, desde esas épocas en las que las Familias más poderosas; Zeus y Hera, corrían libremente por la ciudad. En esos tiempos se llegaron a conocer muchas cosas sobre el Falna, incluso se llegó a saber sobre sus límites.

El límite del Falna era el rango S, un rango extremadamente alto que sobrepasaba los 900 puntos de excelia en una habilidad básica. Sin embargo, aunque eso era conocido, sólo los aventureros más fuertes y sobre todo, veteranos, fueron conocidos por tener alguna habilidad en ese rango, y para haberla conseguido debieron haber pasado por lo menos años enteros en su nivel para poder llegar al resquicio de una S, todavía peor era maximizar ese rango.

Pero eventualmente se había conseguido, el rango S había sido domado y alcanzado hasta el final, el sacrificio de la subida de nivel de alguno de los miembros de la familia Zeus, suponía, pero ese no era el punto, no, claro que no, el punto era que se había probado que el límite absoluto, la pared imbatible, ese muro que jamás pudo ser superado, era el límite de estadísticas.

Una habilidad básica podía ser considerada llevada al límite cuando esta alcanzaba el rango "S999", momento en el que la habilidad dejaba de crecer, no importaba el tiempo que lo intentaras, ni cuánto estuvieras en el mismo nivel, nunca nadie pudo superar ese límite.

Y ahora mismo esa creencia se había roto, porque estaba leyendo malditas estadísticas de SSS.

Eina incluso se quitó los lentes, los limpió y se los volvió a poner para asegurarse de que no estuviera leyendo mal, pero los números seguían ahí.

[Bell Cranel].

[Nivel 1].

Fuerza: SSS1780

Resistencia: SSS 1501

Destreza: SSS1729

Agilidad: SSS1902

Magia: SSS1778

No importaba cuántas veces lo leyera, no cambiaba.

— ¿Qué sucede, Eina? — preguntó Rose.

Se había declarado que fuera Eina quien leería las estadísticas del chico y luego se las pasaría a sus compañeras, principalmente porque Eina era la asesora de Bell, ella era la que mejor lo conocía, por lo que la responsabilidad era suya, pero al ver que la semi elfo no estaba reaccionando, entonces Rose asomó la cabeza por el hombro de su compañera y tras leer, ella también se quedó perdida. Era un escenario realmente complicado de explicar.

— Esto debe ser obra de una habilidad… — murmuró Rose mientras bajaba su mirada hacia las habilidades del chico, deteniéndose apenas en la primera magia antes de negar con la cabeza. Se obligó a no mirar las habilidades del chico, aunque la curiosidad la estuviera matando, pero temía que Hestia hiciera la locura que hizo Ishtar en su momento.

Hestia suspiró de alivio interno, porque sabía que esto iba a ser revelado al público porque era el deber del gremio actuar con transparencia, si hacían una investigación cómo esta, las estadísticas de Bell iban a ser reveladas para que todos las supieran.

— M-Misha, empieza a apuntar — dijo Eina.

La semi elfo había empezado a dictar las estadísticas de Bell, algo que, aunque tenía estupefacta a Misha, apuntó sin ningún problema, para luego escuchar la declaración oficial del gremio por parte de Eina; Bell es nivel 1.

Pese a todo, pese a esas estadísticas tan raras, Bell era un nivel 1, por lo que las acusaciones de Aeshma eran una completa mentira, así que, sí, realmente podían darle una buena tunda al hombre.

Cosa que Hestia no perdió el tiempo, saltando frente a Bell para mirar a las empleadas del gremio, las cuales se sorprendieron por la acción de la Diosa.

Hestia estaba molesta, realmente molesta, Aeshma no había retirado los cargos, aunque sabía que probablemente no lo haría porque según él tenía todas las "cartas ganadoras", pero eso no era lo peor, lo peor es que Aeshma tenía conocimiento, probablemente, de la experiencia vivida por Hestia recientemente con el asesinato repentino, por lo que, incluso con eso, Aeshma no perdonó su luto.

Hestia quería sangre.

— ¡Ahora exijo que mi compensación salga directamente de los bolsillos de ese idiota!

X X X X

Una bola de papel arrugada voló por el aire en el castillo de Yasna.

— ¡MALDITA SEA! — gritó Aeshma.

Cualquiera podría preguntarse el por qué de las acciones y el enojo del Dios, una pregunta comprensible con una respuesta sencilla si uno leía lo que decía la bola que el hombre había lanzado directamente a una pared.

Era una multa, por 45 millones de valis.

Hestia tenía razón, había hecho que Aeshma se tragara sus palabras, Bell siempre fue un nivel 1, por lo que sus acusaciones fueron pasadas por un intento de difamación, y con el agravio cometido por el gremio, la Familia Hestia estaba en pleno derecho de reclamar, y por alguna razón, Hestia había reclamado Fervientemente que esa compensación fuera de 45 malditos millones de valis.

Aeshma no era tonto, mucho menos tenía mala memoria, sabía el por qué de esa petición; 45 millones es lo que él le había ofrecido para comprarle a Bell Cranel, aquella primera ocasión que intentó negociar con la Diosa del hogar.

Era directamente un escupitajo en su cara, una ofensa a su orgullo, y lo peor es que estaba obligado por el gremio a pagar esa cantidad, y lo peor; ¡Sin recibir nada a cambio!

La cantidad de dinero era excesiva, pero no lo mandaría a la quiebra, en realidad podría recuperar ese dinero con los esfuerzos de su familia en un mes, pero el golpe a su orgullo, ese golpe no se iba a poder recuperar pronto. Aeshma suspiró mientras caía en el sofá antes de que Gregory entrara en la habitación, mirando al Dios.

— Mi señor Aeshma, ¿se encuentra bien? — preguntó Gregory, antes de que el Dios levantara la mano y lo detuviera.

— Cómo digo, estoy bien, simplemente estoy muy molesto… Tsk, no quiero ver a Hestia, ni siquiera me la menciones, sólo, dile a Ruby y a… No lo sé, a Lisa que saquen 45 millones de las arcas y se los lleven a la familia Hestia en su sede. — dijo Aeshma con desdén.

— Pero, mi señor, Lisa está alimentando a Angra.

— Cómo digo, no me importa, Gregory, que vayan de una vez, y dile a Zephyr que venga — replicó Aeshma.

Gregory finalmente asintió y salió de la habitación, dejando a Aeshma solo quién se pellizcó la nariz, le estaba doliendo la cabeza, nuevamente le había sido negado un premio. Primero una de esas mujeres de la Familia Astrea, que estaba segura que si casaba con alguno de sus mejores proyectos podría lograr una descendencia realmente poderosa, lo suficiente para tal vez adelantar sus experimentos varias décadas.

Pero ahora, el chico que podría ser el mejor compañero para Opal, su mejor producción en el ámbito mágico, también le había sido negado.

Se molestó, obviamente, pero finalmente se puso de pie, las opciones se reducían nuevamente; Las negociaciones no habían sido fructíferas, la extorsión funcionaba menos. Quedaba la opción de las agresiones físicas, cómo una especie de intimidación, pero ahora mismo tendría al gremio sobre su cabeza, sería extremadamente obvio que si Hestia recibía una intimidación, el perpetrador sería él.

La única opción era recurrir a un Juego de Guerra, pero ese plan no podría llevarse pronto, porque las estadísticas de ese chico iban a publicarse oficialmente en el gremio, y aunque no las había visto, entendía que debían ser realmente enormes si podía pelear a la par de un nivel 3. Por lo que, ese niño iba a tener a todos los malditos Dioses encima, declarar un Juego de Guerra para tratar de conseguirlo por la fuerza, sólo causaría que todos los Dioses que también lo iban a querer saltaran a su cuello.

Entonces, sus enemigos también harían aparición, aprovechando la situación para excusarse y declararle la guerra, lo cuál provocaría que, tal vez se formaran alianzas en su contra.

Aeshma sabía que su familia podía destruir a cualquiera de sus enemigos en solitario, pero, no importaba la fuerza de un aventurero, si el mismo era superado al punto de ser abrumado entonces caería.

Contra una familia podía, contra dos quizás podría con muchos esfuerzos, pero contra tres, sería masacrado.

Necesitaba un aliado, alguien que pudiera dar el inicio de la guerra y entonces unirse al lado de ese aliado, luego firmar un contrato con ese aliado para conseguir al chico, o en su defecto conseguir firmar el compromiso entre Bell y Opal, porque cómo tal no lo necesitaba a él, necesitaba su semilla.

Suspiró, antes de que la puerta se abriera, entendiendo que era Zephyr que había venido con su llamada, pero no, era un rubio que había sido la fuente de toda la problemática entre la familia Aeshma.

Enoch entró en la sala, y Aeshma lo miró a los ojos, antes de que su furia volviera a encenderse.

— Enoch… — dijo Aeshma. — Maldita sea, ¿¡Tienes alguna idea de lo que me costó tu estupidez!?

— ¿Uh? ¿A qué se refiere, Lord Aeshma? — cuestionó Enoch.

Aeshma bufó antes de levantar la mano y señalar el papel arrugado en una esquina de la habitación.

— El gremio hizo las averiguaciones de todas las acusaciones que presentamos, y adivina, el chico todavía es un maldito nivel uno — replicó Aeshma. — Tus estupideces nos van a costar 45 millones de valis.

Enoch se sorprendió por el modo en el que su dios le estaba hablando, antes de mirarlo a los ojos y volver a hablar.

— Pero yo… — dijo Enoch, su tono se había quebrado, cómo si quisiera llorar.

— ¡Pero nada! ¡Maldito inútil! ¡Incluso para hacer la cosa más simple que es juzgar bien a tus rivales, no pudiste ser competente! — gritó Aeshma. — ¡Maldita sea Enoch! ¡Eres el peor desperdicio que alguna vez haya tenido esta Familia!

Enoch se vió sorprendido, la mirada del hombre era la mirada de un niño, un niño que estaba recibiendo el peor de los insultos por su figura paterna. Estaba siendo depreciado, antes de que, su rostro volviera a cambiar, su ceño se arrugó y su puño se apretó.

— ¿Una decepción…? ¿¡UNA DECEPCIÓN!? — gritó con enojo. — ¡YO SOY LO MEJOR QUE HA PRODUCIDO TU ESTÚPIDA FAMILIA! ¡YO SOY EL HIJO PROMETIDO! ¡YO SOY MÁS FUERTE, MÁS RÁPIDO, YO SOY MEJOR!

Los gritos de Enoch resonaron por todo el castillo, mientras Enoch se acercaba a él con furia.

Aeshma se sorprendió al escucharlo gritarle así, por primera vez el niño había reaccionado así sobre algo, pero fue peor en el momento en que Enoch levantó el puño, lanzando un puñetazo directamente al rostro de Aeshma.

En circunstancias normales, el golpe de un nivel 3 no lo mataría, principalmente porque en circunstancias normales uno no golpea para matar, pero esa mirada de Enoch, ese aire que lo rodeaba. El chico estaba preparado para matarlo.

Entonces el puño de Enoch fue detenido, antes de que el cuello de su camisa fuera tomado con fuerza y con un movimiento que hizo que para el rubio el mundo se diera vuelta, la espalda de Enoch, golpeó el suelo. Frente a él una mujer de cabello rubio, tal vez con unos 39 años de edad, bastante parecida a Opal, había hecho su aparición triunfal.

— Zephyr… — gimió Enoch.

Zephyr Alfhilia, madre de Opal Alfhilia, una veterana del nivel 3. La mujer había llegado en el momento preciso para salvar al Dios de una muerte a manos de su propio hijo.

— Quisiste… ¡Trataste de asesinarme!

Aeshma estaba fuera de sí.

Sorprendido por las acciones de su hijo, el Dios miró a Zephyr antes de hablar.

— ¡Su camisa! ¡Levantala! — gritó Aeshma.

Zephyr no perdió el tiempo, obligó a Enoch a girarse, el hombre empezó a poner resistencia en eso.

— ¡Exploten, olas de-! — Enoch empezó su canto.

Fue interrumpido cuando Zephyr le dió un derechazo en la nuca, su cabeza rebotó en el suelo y lo aturdió fuertemente, antes de que Aeshma corriera, tomando una daga del cinturón de Zephyr y haciéndose un corte en la palma de la mano, abriendo el Falna de Enoch.

Si el Falna normalmente era una especie de tatuaje muy bien elaborado, con finos Jeroglifos tallados por los Dioses mismos, lo que hizo Aeshma fue cómo arruinar una obra de arte. La sangre en su mano fue repartida por toda la espalda de Enoch de forma caótica, sin preocuparse ni siquiera de qué estaba haciendo, simplemente llevándose por el frente toda la información.

Entonces, Zephyr sintió que Enoch dejaba de pelear, antes de soltarlo y que Aeshma saliera de su espalda.

Una vez se sintió libre y volvió en sus sentidos, trató de levantarse, pero se sintió absurdamente débil, cómo si su cuerpo hubiera perdido fuerza. Levantar su propio peso, algo que antaño hubiera sido cosa de empujar con dos dedos, ahora era una tarea que requirió toda la fuerza de sus brazos para ponerse de pie.

— ¡Exploten, olas del cielo! ¡Ekrixi Teleios! — gritó su canto.

Y no pasó nada.

La magia no salió de su interior, sorprendido miró su mano, dándose cuenta entonces de lo que hizo Aeshma mientras se vendaba la mano.

— Tú me…

— Te quité el Falna — dijo Aeshma. — Trataste de matar a un Dios… No puedo empezar a decir lo terrible que es eso… ¡Zephyr! ¡Lo quiero fuera del castillo! ¡Este hombre ya no pertenece a la Familia Aeshma!

Esas palabras, esas malditas palabras hicieron que algo se rompiera en su interior, pero entonces Zephyr tomó el cabello de Enoch y empezó a arrastrarlo por todo el castillo, frente a la mirada de todos los miembros de la Familia, viendo cómo su ex-capitán estaba siendo humillado públicamente, hasta llegar a la salida del castillo, una salida que daba a un callejón.

Zephyr lo hizo levantarse, incluso con los gritos de dolor, lo tomó del cuello con fuerza y entonces lo arrojó a toda potencia hacia el callejón, haciendo que volara por lo menos veinte o treinta metros hasta que impactó con un muro.

La puerta se cerró, el castillo de Yasna ya no era su hogar.

Enoch se quedó tirado en el callejón, mirando hacia la sede de la familia Aeshma con los ojos perdidos en algo que no estaba ahí.

No sé dió cuenta de en qué momento había empezado a llover, pero el cielo se estaba cayendo a cántaros sobre su cara.

— Je… Je je je jeje… jejejejeje… Jajajajaja… Hahahaha… ¡HAHAHAHAHAHA! — había empezado a reír.

No tenía idea de por qué, en realidad no lo sabía, estaba fuera de sí, mientras miraba hacia el castillo, levantando sus manos hacia su rostro. Estaba riendo por algo que no entendía.

La situación no era graciosa, no lo era en lo más mínimo, y sin embargo sentía que quería reír, a todo pulmón, en todo momento.

Sentía que reír era la única forma de expresar todo lo que estaba sintiendo.

¿Por qué reía?

¿Por qué se estaba riendo?

Se estaba riendo porque había perdido todo.

Reía porque quienes lo habían alabado ahora le daban la espalda.

Reía porque su mujer lo rechazaba.

Reía porque su padre no lo amaba.

Reía porque él había ganado.

Reía porque finalmente lo perdió todo a manos de Bell.

Se reía porque finalmente había sido derrotado.

Y sobre todas las cosas.

Se reía por los extraños en el callejón, que lo miraban con máscaras puestas, y una joya que contenía un monstruo en sus manos.