"Inesperado"
Lady Supernova
Capítulo 1
(Primera parte)
USMA, West Point, Nueva York.
—¡Te pedí que no lo hicieras! —exclamó molesto, el joven que en una silla de ruedas se desplazaba—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste? —exigió saber, desesperado, víctima del miedo y de la espantosa inseguridad que invadió cada poro de su enervado cuerpo—. ¡Pensé que éramos amigos!
Por largos segundos el chico no obtuvo respuesta a sus preguntas. Todo era silencio. El «culpable» del exabrupto, comprendía su actuar y por eso, dejó que se desahogara. Permitió que lanzará todos sus reclamos, y ya después, cuando lo creyó conveniente, le contestó:
—Era algo que tenía que hacer, Stear... —Esa fue la simple respuesta del muchacho, y es que, no tenía nada más qué decir para defenderse, pues, era consciente de que había actuado por mero instinto, y que había desechado la promesa que Stear Cornwell le arrancó, desde el preciso momento, en el que ambos se encontraron.
—Te equivocas, ¡no tenías que hacerlo! ¡No tienes el derecho! —gritó molesto el ex militar.
—Stear, tu vida pende de un hilo, ¡no te atrevas a negarlo! El otro día estuviste a punto de cometer una estupidez... —recordó mientras el inventor negaba con un movimiento de cabeza.
El suicidio no era algo en lo que él creyera, «¿Cuándo demonios lo van a entender?», se cuestionó con enojo. Aquél momento frente al río no había significado nada. Odiaba pensar en el drama que le habían armado. Sí, definitivamente la depresión lo estaba agobiando, eso no podía negarlo, ¡pero nunca tuvo la intención de arrojarse al río! Estaba muy seguro de eso.
—¡Maldito seas! ¡Maldito una y mil veces! —espetó el joven Cornwell con desespero, sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas.
—No importa cuántas veces me maldigas. No me importa en lo absoluto, ¿me entiendes? Grábatelo muy bien en la cabeza, ¡no me interesa! —exclamó, intentando que Stear reaccionara.
—No lo comprendes —declaró Stear—. No tienes idea de lo mucho que Archie sufrirá al verme así... ni siquiera puedes imaginarlo... ¡Eres un auténtico idiota! ¿Acaso no puedes darte cuenta de lo que has provocado?
—Tu hermano sufre más sabiéndote muerto —mencionó el chico—. ¡Tú eres el que no tiene una jodida idea, de lo mucho que sufren todos ellos!
Stear lo miró incrédulo y sin medir sus palabras indagó.
—¿Y tú si la tienes? —cuestionó mordazmente, con toda la intención de alterar a su supuesto «amigo»—. Que yo sepa ni siquiera los tratas, ¡así que no me vengas con payasadas!
—Eso no interesa. Cualquiera puede darse cuenta de que tu familia desea tenerte a su lado. No importa si yo los trato o no, déjate de estupideces.
—No seas idiota, ellos no me necesitan, ¡hace casi tres años que me creen muerto!
—¡Pero no lo estás! ¡Estás vivo! ¡Y tu familia tiene derecho a saberlo!
Cornwell negó nuevamente y siendo víctima de la ira, quiso saber:
—Crees que con esto ganarás puntos, ¿verdad? —preguntó arqueando una de sus cejas—. Piensas que «ayudándome» podrás llegar más fácil a ella, ¿no es así?
—¡Jódete Stear! —replicó el enojado actor, ignorando los ofensivos reclamos del joven Cornwell e intentando recobrar la serenidad, que evidentemente estaba perdiendo.
—No... ¡Jódete tú Grandchester! ¡Jódete! Porque no voy a dejar que te acerques a Candy, ¿entiendes? ¡Jamás lo voy a permitir! —gritó mirando a Terry, mientras este salía rápidamente del lugar—. ¡Maldito! ¡Maldito seas Grandchester! ¡Te odio! —agregó Stear en un lamento, llorando con auténtico desconsuelo.
Stear, deseaba con todas sus fuerzas, poder levantarse de su silla de ruedas y huir. Huir de todo y de todos.
Quería evitar lo que él nunca quiso que sucediera. No deseaba ser una carga para absolutamente nadie. No quería que sus seres queridos, se preocuparan por algo que ya no tenía remedio.
¿Qué iban a decir ellos al verlo así?
El joven golpeó fuerte sobre el escritorio. Ya nada se podía hacer... por más que quisiera huir, ya no había salida. Las cosas seguirían su curso y él, inevitablemente, tendría que enfrentar su mayor temor.
Su familia se enteraría de que estaba vivo y todos los traumas que llevaba dentro serían cruelmente liberados.
—¿Cómo es que consiguió mi número de teléfono? —preguntó Archie mientras Samuel Kessler y él entraban en un ascensor.
—Tengo mis contactos... —respondió el general, haciendo que Archie esbozara un gesto de inconformidad y dijera:
—Bien, pero eso no resuelve mi duda general Kessler. Así que le repito la pregunta, ¿cómo fue que consiguió mi número? —insistió el muchacho.
El general sonrió enigmáticamente, pues, el recuerdo de Terrence y su descripción de Archibald invadieron sus recuerdos. Aquella información coincidía como piezas en un rompecabezas, el joven Cornwell, era idéntico a lo que él imaginó. «¿De verdad Stear y él son hermanos?», se preguntaba mientras le mostraba una burlona sonrisa al elegante muchacho.
—Las preguntas hágalas hasta el final, señor Cornwell. Créame, eso será mejor para todos...
—¿Por qué? ¿Porque así puede pensar en todas las otras mentiras que me va seguir diciendo? —Archie bufó con molestia y entonces encaró al general—. Yo no sé si usted cree que puede hacerme caer en una trampa, seguramente eso es lo que piensa... —admitió con furia—. ¡Pero está muy equivocado! ¡No voy a permitir que me time! ¡No soy un bobo niño rico al que se le puede manipular!
Kessler no emitió ninguna palabra, solo se le quedó viendo y entonces soltó una carcajada, ese chico era «como un grano en el trasero» pensó con ocultando su enfado porque, en realidad, deseaba poder tomarlo del cuello y darle una buena lección de modales.
La risa del general molestó de sobremanera al joven Archie, lo enfureció a tal grado que, estuvo a punto de darse la media vuelta y abandonar la conversación; tuvo muchas ganas de hacerlo y lo hubiera llevado a cabo, si no es porque la figura y la sonrisa de Terrence Grandchester, aparecieron justo frente a sus ojos.
—Debiste ser actor, Cornwell, ¿sabes? No te cuesta nada armar drama —Fueron las primeras palabras que Terry le dirigió al confundido Archie.
—Y tú... ¿Qué diablos haces aquí?
—Estoy aquí para apoyar al general Kessler —comentó Terry—. Lo que te ha dicho él, es cien por ciento realidad, Stear está vivo y se encuentra aquí, a unos metros de nosotros.
Los ojos de Archie se abrieron sorprendidos... ¿Qué estaban diciendo esos dos? ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Apenas y podía entenderlo, ya que, los latidos de su corazón eran tan fuertes, que le impedían tener coherencia en sus pensamientos. Su mirada se dirigió a un lado y luego a otro, tratando de encontrar a su hermano, pero, aquello fue inútil porque Stear no estaba. Entonces volvió a mirar a Terry y al general Kessler, mostrándoles su evidente incredulidad.
—¡Vamos, Cornwell! No nos mires así... —pidió Terry en tono tranquilo, mientras observaba la dura mirada de Archibald.
—¿Y cómo rayos quieres que los mire? —Archie no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas y entonces por fin explotó—. ¡Estoy aquí! Agonizando de la desesperación mientras ustedes, aseguran que mi hermano muerto, en realidad está vivo... —Se acercó a Terry y con fuerza, lo tomó de las solapas de su traje—. ¡Explícame! ¿Cómo voy a terminar con todo esto? ¿A qué demonios estás jugando, Grandchester?
—Yo no juego a nada. No jugaría con algo tan delicado.
—¿Por qué creerte? —cuestionó Archie mostrando desprecio—. Después de todo, solo te has dedicado a lastimar a la gente —reclamó el muchacho, trayendo a su presente los dolorosos recuerdos del pasado—. Ver que Candy llegaba a Chicago: enferma y sufriendo por tu maldita culpa, solo ha fortalecido el inmenso odio que siento por ti... ¡Esa humillación que le hiciste no tiene nombre! Dale gracias a Dios que ella vive, porque si hubiera pasado a mayores, tú ya estarías muerto, ¡maldito actor de quinta!
Los imponentes ojos azules del joven Grandchester, palidecieron. Las palabras dichas, eran como una daga que se enterraba fuertemente en su pecho.
«Dale gracias a Dios que ella vive...»
Esa declaración hizo más grande la inseguridad que arrastraba, el simple hecho de pensar en que Candy había corrido peligro de muerte, le puso la piel de gallina y el corazón se le rompió sin piedad, al ser consciente de lo que habría pasado si a Candy le hubiera sucedido algo malo.
«Todo es mi culpa... ella se marchó sola y con el corazón roto», pensó Terry, castigándose con crueldad. Por primera vez en años no hizo nada para defenderse de los ataques de Archie, en esos momentos, él no tenía nada por qué pelear.
El general Kessler advirtió el desconcierto de su joven amigo y optó por separarlos. La denuncia que hacía Archibald Cornwell era una vieja rencilla, mas, eso no tenía cabida en el asunto que estaban tratando, por lo tanto, debían parar de discutir.
—Después hablarán de eso y entonces aclararán cualquiera de sus inconformidades... —gruñó Kessler y enseguida indicó la puerta donde se situaba el taller de Stear—. Pase por favor, señor Cornwell y salga de cualquier duda, porque, de muchas cosas me han acusado, menos de ser un mentiroso o timador. Usted ha insultado mi persona en cada oportunidad que se le presenta, ¿y sabe qué? ¡Ya me tiene harto!
Archie lo miró con algo parecido a la vergüenza y sin pensarlo más, se dirigió a la puerta que el general le indicaba.
—¿Tú no vienes Terry? —preguntó Kessler, animando al desalentado actor.
—Ahora mismo no soy la persona favorita de ninguno de los hermanos Cornwell, asi que, me temo que tendré que prescindir de su invitación —Terry extendió su mano y Kessler la estrechó—. Fue un gusto conocerle y haber colaborado con usted. Ha sido un placer, en verdad.
—Suena a despedida... —declaró Samuel Kessler con tristeza.
—No volveré a venir aquí, espero que pueda entenderme —Terry sonrió sin muchas ganas—. No podría volver a mirarlos... he defraudado a Stear y a todos —repuso con innecesaria culpabilidad.
—Eso no es cierto. Tú sabes que esto era lo mejor, Terrence, tú más que nadie sabe que lo que hemos hecho ha sido por el bien de nuestro amigo.
—Ya no importa... —Terry miró al hombre y antes de irse, le dijo—. Si usted quiere ir a la compañía de teatro, será más que bienvenido. Por favor, cuando vaya a Manhattan no dude en pasar a saludarme.
Samuel Kessler asintió y sin más por decir, dejó que Terry se marchara. La pena del actor era tan grande que podía verse a metros de distancia. Eso no le gustaba para nada. El chico solo había tratado de hacer un bien, por lo que, no era justo que estuviera pasando por esa situación tan injusta.
Kessler retiró la vista de la figura de Terry, quien desaparecía en el corredor, y después, se dirigió hacia la puerta de acceso en donde pretendía que Archibald hubiese entrado. Samuel pensó que a esas alturas, el reencuentro entre hermanos ya era una realidad. No obstante, para su sorpresa, eso aún no había sucedido.
—Si pudiera lo ayudaría a levantarse, pero sencillamente no lo puedo hacer... —mencionó Stear apuntando al suelo e indicando que el cuerpo de Archie, yacía tendido sobre el frío piso del salón.
El joven, inevitablemente, había caído desmayado ante la sorpresa de ver a su hermano mayor frente a frente.
—Al menos le hubieran advertido... —dijo Stear con pesar, mientras el general Kessler pedía ayuda—. Debieron comportarse como hombres y decirle que se encontraría con un esperpento.
—Demonios niño, ¡deja de auto compadecerte! ¡Déjalo ya Cornwell! —gritó Samuel—. Sí, sufriste una de las peores desgracias en el campo de batalla, ¡pero estás vivo! ¡VIVO! ¿Cuánto crees que eso vale?
—¿En esta condición? —cuestionó Stear, mirando su única pierna sana— ¡Nada! ¡No vale absolutamente nada!
—Ya no me interesa Alistair. Cuando tu hermano despierte, tendrás que tomar una decisión: o te aplicas o sigues instalado en tu ridícula autocompasión. Como sea, yo ya no pienso meterme. Estoy completamente harto de esta maldita idiotez —Kessler, ni siquiera volteó a verlo, se retiró del lugar mientras el doctor y algunas enfermeras se acercaban a Archie.
—¿Qué fue lo que sucedió, señor Cornwell? —preguntó una voz conocida, al tiempo que Stear le dirigía una miraba llena de frustración.
—Él se desmayó al verme —aceptó con incomodidad—. Creía que yo estaba muerto... y bueno... ya usted comprenderá.
—Sí, lo comprendo. Esto suele pasar y es más común de lo que usted piensa —le dijo ella con tranquilidad, mientras Stear se sonrojaba—. No se preocupe, el doctor Pierce lo hará reaccionar en unos segundos, y entonces su hermano podrá saludarlo.
Stear asintió. Aquella muchacha siempre le tranquilizaba... no importaba en qué estado él estuviera, la señorita Daniels, todo el tiempo intentaba darle su mejor cara, era tan parecida a Candy, que en ocasiones él se sentía en casa y no un patético refugiado en esa base militar.
Los ojos de Stear, siguieron con cautela los movimientos del doctor Pierce, parecía que todo estaba en orden, Archie estaba reaccionando, sin embargo, sabía que estaría más relajado cuando supiera que su hermano permanecería completamente despierto.
—¿Puede escucharme, señor Cornwell? —cuestionó el doctor por tercera ocasión.
—Sí...
—Ha sufrido un desmayo, ¿recuerda lo que sucedió antes de que se desvaneciera?
Archie negó con debilidad.
—Yo no estoy muy seguro de lo que pasó...
—Te desmayaste, porque me viste... —dijo Stear, interviniendo en aquel interrogatorio—. No soportaste verme de esta forma.
Archie se reincorporó de inmediato, eso a pesar de que el doctor Pierce y las enfermeras trataron de impedírselo. El menor de los hermanos Cornwell, simple y sencillamente no dejó que lo detuvieran, se levantó de la cama y corriendo, acercó sus pasos hasta donde se encontraba su hermano.
Al llegar ahí se detuvo frente a él y lo miró, como se mira a un sueño hecho realidad.
Incrédulo y emocionado, Archie observó a su hermano con profunda solemnidad e infinita alegría. Nada en el mundo podía compararse con la increíble experiencia que en esos momentos estaba viviendo.
—¡Estás vivo! —exclamó con voz llorosa—. ¡Santo Dios! ¡Estás vivo Stear! —gritó con una enorme sonrisa dibujada en su rostro—. Estás vivo... —repitió con felicidad, mientras sus manos se paseaban por la cara de su hermano mayor y los ojos se le llenaban de lágrimas—. Estás aquí, Stear... —culminó arrodillándose, explotando en llanto y dando gracias a Dios, por tan maravilloso milagro.
