"Inesperado"

Lady Supernova


Capítulo 3

(Segunda parte)


Miami, Florida.

A Stear no le sorprendió que su querida Patricia se desplomara dramáticamente sobre el césped. De hecho, lo que de verdad le hubiera sorprendido, era que la chica O'Brien tuviera una reacción diferente a esa. Era horrible, pero, él ya comenzaba acostumbrarse, a esas particulares formas de reaccionar.

Inclusive, podía decirse que los desmayos de Archie y Patty, le habían dejado un importante aprendizaje: definitivamente, sería mejor que tuvieran lista una ambulancia, para cuando la tía abuela Elroy recibiera la noticia.

Solo Dios sabía lo que iba suceder con ella, cuando se enterara de que él no estaba muerto.

—Estará bien... —expresó el inventor, refiriéndose a Patricia—. No tienen por qué preocuparse chicos, yo me quedaré aquí y cuidaré de ella. Patty despertará muy pronto —añadió al tiempo que acariciaba el suave rostro de la muchacha.

Archie y Terry, entendieron perfectamente el mensaje y claro, ellos sabían que Stear tenía razón. No había ningún motivo para pensar en lo contrario, por lo tanto, optaron por salir del pequeño salón y aguardar a que el chico y Patricia, por fin se reunieran.

—Es obvio que mi hermano ya no nos necesita —mencionó Archie en cuanto Terry y él se encontraron en el lobby—. Si quieres, podemos salir y buscar un lugar en dónde comer.

Terry sonrió, aceptando de buen agrado la idea del muchacho y entonces, sin decir nada, permitió que Archie lo guiara.

—¿Has estado aquí antes? —preguntó el actor mientras sus pasos los conducían a la salida del hotel.

Archie de inmediato dio una respuesta afirmativa.

Él ya había estado en ese lugar, lo visitó meses después de que les comunicaron que Stear había muerto. En esa ocasión, Annie y él, acompañaron a Patty en su regreso a Florida y se hospedaron en la misma zona en la que se encontraban en esos momentos.

—Bien, pues yo nunca había estado aquí —agregó Terry en tono travieso, posando su azul mirada sobre la hermosa playa—. Conozco varias playas, pero jamás he visto una como esta... —El joven Grandchester, miró con detenimiento el paisaje, al tiempo que caminaba más rápido—. Aquí todo es diferente... —concluyó sintiéndose hipnotizado por vaivén de las olas.

«El Elegante» Archie se detuvo en seco, pensando en que, no iba a seguir caminando por la molesta arena. Se limitó a observar a Terry, quien se quitó los zapatos y continuó desplazándose con entusiasmo, sin importarle nada más.

Archie no pensaba seguirlo.

¿Qué tenía de especial caminar sobre la arena y mojarse los pies con el agua? Aquello le resultaba repulsivo. Odiaba pensar en lo incómodo que se sentiría si hiciera lo mismo que Terrence.

El joven Cornwell se dio la media vuelta y analizó el lugar, buscando un sitio en dónde sentarse, para esperar a su intrépido «nuevo amigo»... ya no le quedaba más remedio que esperar hasta que pudieran seguir con su camino.

Una vez que estuvo debajo de la sombra de un pequeño árbol, miró en dirección a la playa, para apreciar el panorama. Como era de esperarse, le fue inevitable recordar la última vez que estuvo ahí...

«Vamos, Archie...»

Había dicho una sonriente Annie.

«¡Vamos! Te prometo que será divertido»

Ella corrió por la playa y entró al agua, mientras él permanecía lejos, dudando de si tenía que seguirla o no.

Aquel lejano recuerdo hizo que la dulce sonrisa de Annie se le plantara en la mente. Recordarla todavía lo hacía sentirse extraño, ya que, en el fondo de su corazón, seguía extrañándola. No importaba cuánto hiciera para dejar de pensar en ella, él continuaba rememorando algunas de las cosas que vivió con la chica Britter.

Era completamente ilógico que se sintiera de esa forma, pues, estaba seguro de que Annie no era la mujer de su vida, así como también, aceptaba que él no era el amor de la vida de ella. Apenas Annie Britter conoció a un hombre con más disposición que él, aprovechó la oportunidad para dejarlo. Unos días después de que ellos rompieron, la señorita Britter y su nuevo novio se pasearon por todas las fiestas importantes de la sociedad de Chicago, dejándole muy claro a Archie, que para ella, el amor que compartieron tampoco había sido especial.

A pesar de su descaro, él no podía juzgarla. En realidad Archie era consciente de que la relación que tuvieron estaba basada en el interés y la costumbre... él ni siquiera estaba planeando casarse con ella. No deseaba ese tipo de vida, y se alegraba por saber que Annie, finalmente era feliz: casarse y tener hijos, era lo que ella quería y eso, era algo que él no podía darle.

No.

Él aún no sentía la necesidad de llegar a ese extremo. Era muy natural que se sintiera así, porque, hasta ese momento, el joven no se había enamorado de nadie.

Archie pasó el trago amargo, de aquellos recuerdos y se dio cuenta que estaba demasiado sensible. Ver a su hermano con Patty, e imaginar a Terry con Candy, le hizo añorar un poco de amor verdadero para él.

«Algún día...», pensó con una pequeña chispa de esperanza, albergándose en su corazón, «Algún día encontraré a la mujer de mi vida»

Archie sabía que tarde o temprano, acabaría por enamorarse de verdad, ¿qué tan difícil podía ser? Solo era cuestión de encontrar a una chica que le gustara. Una muchacha que despertara en él toda esa pasión que había guardado por años.

El atractivo joven Cornwell, ni siquiera se imaginaba que su destino ya estaba trazado y que el amor llegaría a su puerta muy pronto. Inesperadamente, la mujer de su vida aparecería frente a él y le pondría el mundo de cabeza. Al principio lo haría desvariar, pero, al final, le daría todo lo que él siempre soñó: amor y pasión a manos llenas.


Compañía de teatro Stratford, Nueva York.

Los ojos azul cielo de Susana Marlowe centellaron con furia.

La irreverente actitud de Karen Klyss, le había puesto de pésimo humor, ¡y no llevaba ni cinco minutos de estar junto a ella!

—Espero que entiendas que, no hay nada que puedas hacer aquí... —le dijo Karen, con toda la tranquilidad que poseía—. Terrence no está y ni estará. Él por fin se ha ido de vacaciones —anunció con aquel tono perverso que le encantaba usar con Susana.

«¿Vacaciones?»

Aquella simple palabra fue como si una daga se enterrara en el corazón de la ex actriz.

—La verdad es que no estoy aquí para hablar contigo, Karen... —anunció la señorita Marlowe, armándose de valor.

Karen sonrió malévolamente y de inmediato respondió:

—Bueno querida Sussie, pues, yo no veo a nadie más aquí... a menos que estés alucinando y hayas comenzado a ver fantasmas —La actriz rió con soltura—. Pobrecilla de ti, debe ser muy difícil aceptar que alguien como Terrence, te rechaza vilmente.

Susana la ignoró, no pensaba seguir hablando con alguien tan «nefasto» como Karen Klyss. Salió del living con el firme propósito de averiguar más sobre la misteriosa huida de Terry. Dirigió su silla de ruedas hasta el siguiente corredor, buscando a quién sí le daría cuenta, de lo que ella necesitaba saber.

Franz Talbot, el Romeo sustituto, era quién la iba ayudar. Estaba muy segura de eso.

—¿Cuándo se marchó Terrence?

Preguntó ella en cuanto se encontró con el muchacho.

Franz, la miró con suspicacia y sin darle vueltas al asunto le dio respuesta:

—Grandchester, se largó hace dos días.

La forma en la que él lo dijo, hizo que la rubia muchacha, lo odiara... Franz detestaba a Terry, eso lo sabían todos. Y sus razones tenía, pensaba Susana, porque Franz siempre era la segunda opción y a nadie le gusta ocupar ese puesto. Sin embargo, a la ex actriz no le agradaba que el actor hablara en aquel tono tan despectivo.

—Entonces los rumores son ciertos... —mencionó el muchacho, mirando a Susana con algo de pena.

—¿Rumores? —Susana se permitió sonreír y fingiendo que no sabía de qué hablaba, preguntó—. ¿De qué hablas, Franz?

—De lo que escuché por ahí.

—¿Qué escuchaste?

—Todo mundo dice que Grandchester ha terminado contigo.

Susana volvió a sonreír y sin dar muestras de estar alterada, contestó:

—Eso no es verdad.

Franz rio con diversión.

—Sé que Terrence tiene la costumbre de abandonarte, quiero decir, ya todos sabemos lo que te hizo hace un par de años —mencionó con aire de burla en su voz—. Pero, también sé que esta vez es definitivo. Terrence y tú terminaron. Escuché cuando él y Robert hablaban —Susana no respondió, ¿qué más podía decir? Franz lo sabía todo. Sería patético, tratar de negar lo que ya era obvio—. En caso de que quieras seguir con tu interrogatorio te comunico que no sé a dónde ha ido, solo sé que Robert le ofreció vacaciones y que él las tomó de inmediato —Franz la miró con recelo y agregó—. Claro, como ya obtuvo el papel principal de Hamlet, ¡pues dejó botado a Romeo!

Los ojos de Susana se abrieron desmedidos... ¡Ella no lo sabía! Terry ni siquiera le platicó sobre las audiciones. Nuevamente se sintió muy decepcionada.

—¿Quién será Ophelia? —preguntó la rubia mecánicamente, deseando que le dijeran que ese papel aún no estaba cubierto.

—La tonta de Karen Klyss, por supuesto —espetó enojado, pues, recientemente había discutido con ella y la pelirroja no era su persona favorita en esos momentos—. Parece ser que Robert solo tiene ojos para ella.

La voz de Robert Hathaway se escuchó a lo lejos. El aclamado director por fin había llegado a la compañía. Franz de inmediato se despidió de Susana y esta a su vez, se apresuró para encontrarse con el que había sido su mentor.

—Sussie... —le llamó con ternura, Robert—. Buenas tardes linda, me alegra verte por aquí —la tomó de la mano y posó un beso sobre su dorso—. Pensaba visitarte, pero las cosas se me han complicado por aquí.

—Buenas tardes, Robert... ¿Podemos hablar?

—Por supuesto que sí —respondió al tiempo que ayudaba a Susana a entrar en su oficina—. Hablaremos cuanto quieras, querida.

Robert recibió algunas peticiones de parte de Terry y suponía que Susana estaba ahí para escucharlas. Él sabía que la chica iba comenzar con sus terapias y que usaría una prótesis muy pronto. El joven Grandchester, le encargó a Robert estar al pendiente de la chica.

La plática en cuanto a Terry fue muy general, Susana contenta, aceptó cada una de las palabras que Terry le dejó por escrito al veterano actor.

—Por supuesto que comenzaré con mis terapias —dijo ella, llena de seguridad—. Pero, no es de Terrence de quién quiero hablar —añadió con una muy bien actuada sonrisa.

—¿Y entonces? Soy todo oídos, querida Sussie, ¿de qué quieres hablarme? —Robert se dispuso a servirle una taza de té—. Sabes que conmigo tienes toda la confianza del mundo.

Ella afirmó y emocionada con aquellas palabras, no dudó en hacer una singular petición:

—Quiero que hablemos de mi regreso a los escenarios... —expresó con seguridad—. Quiero tomar la propuesta que me has hecho anteriormente —declaró sin más, sorprendiendo por completo al gran Robert Hathaway, quien claramente, no le daría un «No» como respuesta.

—Me alegra tanto, Sussie. De verdad me alegra que te hayas decidido... —expresó en tanto que sonreía y se preparaba para lanzar algunas interesantes propuestas para la muy talentosa chica, la cual, era muy apreciada por él.


Miami, Florida.

—Apenas puedo creerlo...

Patty se llevó las manos al pecho, como queriendo contener sus sentimientos. Stear por su parte, se sintió tremendamente avergonzado ante las perturbadoras imágenes que se formaron en su cabeza. Estaba listo para aceptar que las cosas se veían realmente horribles desde la perspectiva de los demás.

—De verdad. No puedo creer que lo hayas hecho —expresó la joven.

—Patty... yo...

Patty manoteó en el aire e hizo una seña para que Stear guardara silencio.

—No hay justificación alguna, Stear —mencionó ella, con la voz cargada de dolor—. Te escondiste a propósito, ¡no importa que solo hayan sido tres meses! ¡Te escondiste de tus seres queridos! —reclamó indignada.

—¡Suena horrible y sé que hice mal! —gritó Stear—. Pero tú no entiendes por qué lo hice... ¡No tienes ni la menor idea de cómo me siento!

Patricia retrocedió unos pasos. Jamás en su vida lo vio tan alterado, por un momento tuvo temor de él, mas, luego se tranquilizó y volvió a la carga.

—¿Qué es lo que sientes Stear? —le preguntó Patty, dando signos de no querer rendirse—. Dímelo, por favor... ¿Qué sientes? ¿Por qué decidiste ocultarte?

El muchacho no respondió, pero, instintivamente, agachó la mirada y posó los ojos en su pierna incompleta. Era evidente que el temor al rechazo, era lo que más le había afectado. La joven O'Brien lo comprendió de inmediato y sintiéndose profundamente conmovida, se acercó con lentitud hacia el chico, una vez frente a él se arrodilló y le obligó a elevar la mirada.

—Oh Stear... —dijo al tiempo que sollozaba—. ¿Tú crees que todos nosotros vamos a dejar de amarte, solo porque perdiste una de tus piernas? —Él siguió sin mirarla y Patty insistió en obligarle hacerlo—. Stear... Nadie que te conozca y te amé, va dejar de hacerlo por algo como eso —Patty besó las manos del muchacho con emoción—. Yo no dejaría de amarte... nunca voy a dejar de hacerlo.

Stear miró a la hermosa muchacha que tenía frente a él y entonces, su corazón latió con una inexplicable alegría.

Ella lo amaba... ¡Patty no había dejado de amarlo!

El joven sonrió dichoso y con cuidado, tomó una de las manos de Patty y le instó a levantarse.

—Perdóname, Patty... —pidió solemnemente—. Perdóname, por favor... —Stear la miró con profundidad y no quiso dejar de hablar con la verdad—. Yo también te amo, Patricia —declaró con voz entrecortada, por la emoción—. Y de verdad, espero que no sea demasiado tarde para recuperar el tiempo perdido.

Ella sonrió tímidamente, mientras abría mucho sus ojos y sentía que el estómago, se le llenaba de traviesas mariposas.

«¿Tarde?», se cuestionó conmovida en tanto que Stear la miraba.

—¿Es tarde ya, Patricia? —insistió de nuevo el chico, haciendo que ella riera.

—¿A qué se refiere con tarde, señor Cornwell? —interrogó mirándolo con ojos emocionados—. ¿Usted quiere saber si hay un nuevo caballero en mi vida? —Stear asintió y al escucharla reír, no pudo hacer nada más que fruncir el ceño, mostrando así, lo confundido que estaba—. No puedo creer que preguntes eso, ¿acaso no me conoces? —preguntó Patty y Stear asintió—. ¿Entonces?

—Eres muy hermosa —confesó, mirándola como jamás la miró—. Debe haber muchos caballeros interesados.

Patty pintó de rojo sus mejillas, y de inmediato negó.

Quizá sí los había, pero, ella no le daba tiempo a nadie para interesarse. No... Ella, no quería a nadie que no fuera Stear.

El inventor sonrió complacido y sin pedir permiso, tomó a la muchacha de la mano y la obligó a posicionarse levemente sobre su pierna sana.

—Stear... —le llamó Patty con debilidad, estaba segura de que podía lastimarlo—. No creo que sea una buena idea...—expresó apenada.

Stear puso uno de sus largos dedos sobre los labios de ella y después, el silencio se apoderó de la muchacha. Al ver que Patty le obedecía, el joven Cornwell sonrió y enseguida, pasó lo que él quería que sucediera, desde el preciso instante en el que se reencontraron.

Suavemente, se acercó hasta su boca y unió sus labios a los de ella.

Primero lo hizo con inseguridad, sin embargo, al ver que Patty O'Brien le correspondía, transformó todas sus dudas en deseo y pasión, la besó decidido, apoderándose de su boca como nunca antes lo había hecho, demostrando así, el amor que sentía por ella, la única chica a la que estaba dispuesto a entregarle su corazón.

Mientras se abandonaba en aquel íntimo, pero, inocente momento, Stear juró solemnemente que jamás se alejaría de Patty y fue entonces cuando estuvo seguro de que Dios le había dado una segunda oportunidad.

Lo que más había deseado, ya estaba sucediendo.

Después de tres años en el infierno, Stear Cornwell había encontrado lo que tanto añoró. Por fin, a pesar de todas las adversidades que aún le agobiaban, él se sentía pleno y feliz por estar vivo.


La mirada azul zafiro de Terry se oscureció al escuchar las palabras que Archie declaraba.

El despreocupado joven Cornwell, se encontraba relatándole cómo había sido el primer encuentro entre Candy y el famoso tío abuelo William.

Definitivamente Terry no se había imaginado que, dicho encuentro, hubiera sido tan dramático, y por supuesto, no le hacía feliz el hecho de saber que un ser tan despreciable como Neil Leagan, hubiera tenido la osadía de pretender adueñarse de Candy.

—Neil prácticamente se arrodilló ante Albert y la tía abuela Elroy, para pedirles que lo perdonaran —Archie rio divertido—. No así Elisa y su madre, esas dos se encontraban en estado de shock y creo que aún continúan así. Odiaron la idea de que Albert se convirtiera en el patriarca de la familia.

La voz de Archie sonaba lejana. Lo único en lo que Terry podía pensar era en lo mucho que odiaba la idea de imaginar a Candy siendo perseguida por Neil.

Los recuerdos del colegio San Pablo, volvieron a su mente, sin que él pudiera evitarlo. Desde aquel entonces, supo que Neil estaba interesado en Candy. No importaba si la perversa Elisa lo manipulaba la mayor parte del tiempo, Terry sabía que el desmedido interés de Neil tenía un trasfondo, ¡por supuesto! «¡El muy desgraciado estaba enamorado de ella!» pensó hirviendo de coraje.

—Después de eso, Neil tiene prohibido acercarse a Candy... Y de hecho, todos los miembros de la familia Leagan, corrieron con la misma suerte.

—Me alegra mucho saber que Albert estuvo ahí, para protegerla de ese idiota —mencionó Terry con dificultad, porque sentía que tenía un enorme nudo en la garganta—. Si yo hubiera sabido lo que ese maldito planeaba, me habría vuelto loco —mencionó apretando la servilleta que tenía entre las manos.

—Candy es demasiado valiente —expresó Archie—. No se hubiera casado por miedo, de eso estoy muy seguro —Miró a Terry y tuvo que aceptar—. Sinceramente, en aquellos momentos, te odié...

A Terry no le molestó ese comentario. Al contrario, lo aceptaba con resignación, y valientemente respondió:

—Yo mismo me odio al pensar en todo lo que Candy sufrió.

—Pero ahora todo será diferente, ¿no? —cuestionó Archie—. Vas a luchar por ella —afirmó con decisión—. Vas hacer lo que todos siempre hemos esperado de ti.

Aquella advertencia fue como un reto que Terry de inmediato aceptó.

—Que no te quepa la menor duda... —respondió con voz firme.

—¿Es un trato? —cuestionó el joven Cornwell, extendiendo su mano.

—Sí, trato hecho —confirmó Terry, estrechando la mano de Archie.

Una vez que estuvieron de acuerdo, ambos se dedicaron a comer.

Terry centró su atención en el periódico del día y Archie, no hizo otra cosa, más que pensar en cómo estaría la situación cuando regresaran a Chicago.

—¿Y cuánto te durarán las vacaciones?

—En agosto debo estar listo para comenzar con los ensayos.

—¿Cuándo darás a conocer que tu relación con Susana Marlowe ya terminó? —preguntó Archie con urgencia.

—La bomba explotará mañana, Robert Hathaway se encargará de eso, él sabe cómo tratar a la prensa —expresó Terry con confianza—. Le dejé una extensa carta en la que le pedí algunos favores.

Terry tomó un sorbo del vaso de su limonada y Archie comentó:

—Alguna vez, Stear y yo estuvimos en Broadway y nos topamos de frente con el señor Hathaway... —Archie sonrió traviesamente y continuó—. Él fue muy amable, no obstante, nosotros estábamos más interesados en la señorita Baker —Terry no se sorprendió ante aquella revelación, Stear ya le había comentado de su casi enferma afición por la bella Eleanor—. Eleanor Baker... —suspiró Archie, con una sonrisa que iluminaba su rostro—. Es quizá la mujer más hermosa que exista en el mundo, pero, ¿qué te digo? ¡Tú debes conocerla!

El actor asintió sin dejar ver su incomodidad. No se encontraba mentalmente preparado para aceptar tales palabras. Sí, su madre era una mujer hermosa, pese a ello, no estaba muy seguro de querer que se lo recordaran. Unos inexplicables celos comenzaron a invadirlo, mas, como buen actor que era, supo cómo esconder aquel disgusto.

—Sí... la conozco —dijo Terry con simpleza.

—Debe ser muy interesante tu trabajo —admitió el chico Cornwell.

—Sí lo es. Pero también tiene demasiados inconvenientes... —admitió recordando a la prensa y las molestas fanáticas que se atrevían a traspasar la frontera de su vida privada—. Amo mi trabajo, con todo y eso, hay cosas de el que no me agradan.

Archie comprendió a lo que se refería y supo que todo el glamour del que Terry siempre se veía rodeado, no era algo que él disfrutara, lo supo desde su encuentro en Nueva York, pues al salir a la calle el joven aristócrata, usaba gorra y bufanda. Aquello no le pareció normal, pues, estaban en plena primavera.

—Y dime, Terry... ¿Cuándo quieres que salgamos para Chicago? —preguntó Archie, estudiando los ojos del castaño muchacho—. Será un viaje muy largo y deseo que tomemos algunos descansos, ya sabes, para hacerle las cosas más fáciles a Stear.

—Supongo que cuando Stear se sienta listo para irse, entonces yo lo estaré.

Y exactamente así fue, partieron a Chicago dos días después, cuando Stear y su novia arreglaron algunos detalles. La chica no dudó en aceptar la propuesta de Stear, de viajar con ellos, ya que ella no quería perderse por nada del mundo los mágicos reencuentros que se darían con aquel viaje.

En Tennessee e Indiana, el grupo de chicos tomó un pequeño descanso. Stear insistía en no hacerlo y viajar directamente a Chicago, no obstante, Archie insistió en no prestarle atención a su hermano.

—Luces como si hubieras hecho algo malo... —reclamó Stear a Archie, una vez que llegaron a Indianápolis y se hospedaron en el hotel.

—¿Qué te empuja a pensar esas cosas?

—Tu actitud y la de Grandchester, ¡eso es lo que me obliga a pensarlo! —Stear lo miró con suspicacia—. Tú luces ansioso y Terrence está tan nervioso que ha comenzado a fumar. Patty es la única que se comporta con normalidad.

—Chicago está prácticamente a la vuelta de la esquina... —comentó Archie, mirando el reloj por milésima ocasión—. Los nervios afloran y eso es completamente normal.

—Si hay algo que deba saber, será mejor que me lo digas. Odio las sorpresas y lo sabes —advirtió el joven inventor, presintiendo que su hermano estaba ocultándole algo.

—Pareces un niño... —lo reprendió Archie.

—¡Suéltalo ya, Archibald! —exigió Stear.

—Albert llegará en cualquier momento. Lo he citado para que él y tú se reencuentren antes de llegar a Chicago.

El corazón de Stear latió muy rápido al escuchar aquella revelación. El momento de enfrentarse al tío abuelo William había llegado. Ya no había marcha atrás, no sabía si alegrarse o tener miedo.

—Sabía que algo estabas tramando —reclamó sutilmente Stear, ocultando su nerviosismo.

—Bueno, es que, algún día te vas a reencontrar con él, ¿no?

—Pues sí...

—Mejor que sea ahora y junto a él preparemos el terreno para presentarte ante la tía abuela Elroy ... ¿No te parece una buena idea?

Stear asintió, luego, con más calma cuestionó:

—¿Y Terry? ¿En dónde está?

—Esperándolo, en el lobby del hotel... —replicó Archie, observando la calle desde la estancia de la suite.

Mientras tanto, en el lobby, el nerviosismo de Terry, iba en aumento. Fumó un cigarrillo tras otro mientras esperaba. ¿Por qué razón tenía que estar tan exaltado? No lo comprendía, ¡Albert era su amigo! Él no le impediría llevar a cabo sus planes, ¿o sí?

Tomó el periódico y después de un rato, terminó por sentirse verdaderamente abrumado, pues, al leer las monstruosas letras del encabezado, de la sección que dedicaban al entretenimiento, supo que la bomba ya había explotado en Broadway. Eso lejos de tranquilizarlo, lo alteró más, porque al parecer, la noticia estaba algo distorsionada:

Susana Marlowe, cancela su compromiso matrimonial.

Terry apenas podía creerlo. La nota no se parecía en nada a lo que él le entregó a Robert, era todo lo contrario. El amarillismo que imprimieron en aquel artículo, lo dejaba como si la idea del rompimiento hubiera sido toda suya, aparecía como un completo villano aun y cuando no era así.

Cerró el periódico con molestia e intentó tranquilizarse.

Lo hecho, hecho estaba, pero le molestaba de sobremanera que la loca Susana lo hubiera evidenciado de esa forma, y también se sintió decepcionado por saber que Robert no lo había protegido.

¿Por qué no había publicado la nota que él le dejó?

Para Terry no había justificación, sin embargo, ya nada podía hacer. Esperaría a Albert y luego buscaría un teléfono para llamar a la compañía teatral. Tarde o temprano ajustaría cuentas con Robert, las cosas no se quedarían así.

Después de respirar profundamente, el guapo actor dirigió su mirada a la entrada del hotel. Mientras observaba la puerta, pensó en que Albert se encontraba retrasado, incluso, comenzaba a preocuparse por él, mas, justo cuando se disponía a buscar Archie y Stear, apareció la figura del hombre a quien aún consideraba como su mejor amigo.

Albert había llegado al hotel. Por fin, el destino los había alcanzado. ¿Qué sucedería cuando se reencontraran? Eso Terry no lo sabía, pero estaba a segundos de averiguarlo.