3. Quiero verte
Tras un viaje de algo más de tres horas, Akane bajó del tren en la estación de Tokio pasadas las cinco y media de la tarde. Se dirigió a la salida con su trolley y, al llegar a la zona donde se recibía a los pasajeros de 'Llegadas', su mirada siguió a una chica universitaria que aceleró el paso, dejando a medio camino su maleta, hasta llegar un hombre joven que la enfundó entre sus brazos. Un segundo después, se buscaron con la mirada el uno al otro y se dieron un deseado beso de bienvenida en los labios. Akane sintió envidia sana, sonriendo por las comisuras. «¿Llegaremos Ranma y yo a hacer eso algún día?», se preguntó de forma retórica.
Continuó andando buscando a su familia. «¡Ahí están!», se dijo con ilusión cuando los ubicó. Entre risas y alegría, abrazó primero a su padre, después a su hermana Kasumi y, por último, a la Tía Nodoka. «Ranma está deseando verte», le susurró la madre de su prometido antes de separarse. El corazón de Akane se aceleró, queriendo creer que aquello era cierto. Ranma ya le había avisado por mensaje de texto el día anterior que no podría ir a recogerla puesto que estaba haciendo una suplencia en un gimnasio en el centro de la ciudad. Llegaría para cenar.
El trayecto en coche de vuelta a casa fue animado. Akane contó cómo le había ido aquella última semana en la universidad, mientras que Soun, Kasumi y Nodoka la pusieron al día de las novedades en el entorno familiar y de la comunidad.
Al llegar a Nerima, tanto Genma como el maestro Happosai le dieron la bienvenida. Toda la familia se reunió en el salón con tazas de té celebrando la llegada de la pequeña de las Tendo. Entre todos anunciaron que al día siguiente, tanto Nabiki como el Doctor Tofu, ya comprometido de forma oficial con su hermana mayor, irían a comer para así estar todos juntos.
Cuando quedó libre, Akane subió a su habitación para deshacer la maleta y estar un rato a solas antes de la cena. Estaba expectante y algo nerviosa ante el encuentro con su prometido. Una parte de ella se moría por verle. Las últimas veces que había vuelto a casa se había dado cuenta de que Ranma ya no era aquel chiquillo adolescente del Furinkan. Ahora era todo un hombre y más de una vez no había podido evitar que sus ojos estudiaran su figura con interés. Era más alto y más fuerte, su cuerpo había ensanchado, y las facciones de su cara se habían vuelto más definidas. «Para qué mentir, se ha vuelto mucho más guapo», admitió para sí, con el riesgo que eso conllevaba. «Seguro que muchas más mujeres se fijan ahora en él». Otra parte de ella se mantenía reticente y molesta. No saber qué había realmente entre ellos se estaba convirtiendo en un sinvivir cuanto más mayores se hacían. ¿Estaba Ranma realmente interesado en ella o su objetivo era hacerse con el Dojo a toda costa? ¿Qué era lo que quería él?
También estaba inquieta porque había puesto en marcha un plan, junto a sus amigas, que esperaba diera resultados. Pero no tener la certidumbre de qué sucedería la tenía en ascuas. Recordó las observaciones y consejos de Saori, Rumiko y Hideko:
Tienes que empezar a poner distancia y darle largas, Akane. Piensa en ti y deja de ponérselo fácil. Nada de candidez ni de ser buena, ¡y mucho menos tener detalles con él o enviarle regalos!
Tienes que ponerle a prueba y comprobar si Ranma realmente siente algo por ti. A partir de ahora, cuando te llame o habléis por teléfono, tienes que estar más seca, desapegada, indiferente. Sé escueta y no le des pie a sentirse cómodo cuando habla contigo.
Tu mundo no gira alrededor de él, querida. Vales mucho y mereces mucho más. Que Ranma no te haga pensar lo contrario. Ten sangre fría y dale a entender que tienes una vida aquí. Que por mucho que sea tu prometido, nada viene gratis; tiene que trabajárselo si de verdad te quiere a su lado.
Al principio, Akane tuvo bastantes reservas de cara a ejecutar aquel plan de acción. ¿Y si se pasaba de dura y su prometido se alejaba? ¿Y si Ranma pillaba el mensaje y empezaba a hacer su propia vida en Nerima olvidándose de ella? No sabía con qué se iba a encontrar, si Ranma actuaría como siempre o haría algo distinto. No sólo eso, sino que una cosa era hacerse la difícil desde Osaka y a través del teléfono, y otra muy distinta hacerlo en persona cara a cara. ¿Sería capaz de mantener un talante serio cuando lo único que sentía cuando le veía y le miraba era que se derretía por dentro? «Supongo que no queda más opción que esperar y ver».
Ranma salió del tren de cercanías que lo dejaba en la parada de Nerima y comenzó a enfilar hacia el Dojo Tendo, con una mochila en la espalda. Era un camino que había hecho cientos de veces y que tenía grabado en la memoria, lo que le dejaba tiempo para pensar. «Akane ya está en casa, ¡por fin!», pensó animado, deseando verla. «Lo que no tengo claro es con qué actitud habrá llegado». A pesar de los ánimos y las recomendaciones que le habían dado Hiroshi y Daisuke, el artista marcial no las tenía todas consigo. La relación con su prometida se había enrarecido, y mucho, durante aquel último mes, aunque no entendía específicamente por qué.
Al llegar a la calle que seguía la senda del canal, Ranma se subió a la valla de un salto y siguió caminando. Tienes que tener un plan A, y después un plan B, por si el primero no funciona, le había sugerido Daisuke. Pero antes de eso, tienes que tener claro qué es lo quieres conseguir durante los días que Akane esté en casa. ¿Quieres que todo siga igual o quieres ganártela y que sea tu novia? Imaginar que Akane era realmente su novia le entonaba la piel y le provocaba un cosquilleo por el cuerpo que le hacía sentir muy bien. ¿Cómo sería abrazarla sin reparos? ¿Y besarla? Recrearlo en su cabeza le había valido más que unas cuantas erecciones. Sin embargo… «Quiero que sea mi novia, pero me da muchísima vergüenza dejarle ver lo que siento en realidad», le había contestado a su amigo. Ya no tienes edad para tener vergüenza, Ranma —le había amonestado Hiroshi—. Si sigues por este camino, ten por seguro que entonces sí que llegará otro y se la camelará, porque tú no has tenido los huevos de decirle lo que sientes. —Daisuke continuó—: Y te arrepentirás, créenos. Tienes que renunciar a algo, colega, ya sea tu ego, tu orgullo, tus miedos, me da lo mismo. El que no arriesga no gana. Si no estás dispuesto a hacerle ver a Akane que te gusta, es que entonces realmente no la quieres de verdad. «Estuve dispuesto a morir por ella en China», pensó para sí. «Si eso no es señal de que la quiero, no sé qué más puede serlo».
Dándole vueltas al asunto, no se percató de que ya había llegado a su destino. La fachada frontal de la vivienda de los Tendo se alzó ante él. Inspiró profundamente. «Dioses, dadme fuerza. Ayudadme con Akane, no dejéis que meta la pata», pidió mentalmente, sabiendo que no solía tener fortuna en los azares del amor. Nunca hacía aquel tipo de ruegos antes de luchar, pero con su prometida iba a necesitar toda la ayuda que pudiera recibir. «Bien, vamos allá», se auto alentó antes de empujar la puerta principal del recinto para entrar.
