4. Bienvenida a casa

Ranma se descalzó nada más entrar en la casa, dejando sus zapatillas de taichi negras en su lugar habitual. También depositó su mochila sobre un pequeño banco de madera que había en el recibidor; ya la recogería más tarde para llevarla a la habitación que compartía con sus padres. Subió el escalón que conectaba la entrada del hogar con el pasillo principal y enfiló hacia el salón con determinación, deseando ver a su prometida.

En la cocina, las mujeres de la casa hablaban animadas a la vez que se preparaban ricos platos sobre los humeantes fogones. Akane había hecho varios viajes al salón para poner la mesa, llevando palillos, vasos, salsas y servilletas, para disponerlos sobre el mantel. La cena estaba en marcha y no quedaba mucho para que los platos calientes estuvieran listos.

—Akane, ¿puedes llevar la ensalada de pepino y las latas de cerveza para Papá y el Tío Genma, por favor? —pidió Kasumi a la vez que abría la puerta del horno para comprobar la cocción del gratinado de kabocha, una variedad japonesa de calabaza de invierno.

—Claro, hermana. Ahora mismo lo llevo —respondió la hermana pequeña.

Fue al salir de la cocina con las manos llenas, marchando por el pasillo que conectaba con la entrada principal de la casa, que se topó de bruces con un cálido cuerpo masculino.

¡Pum!

Ante el inesperado encontronazo, Ranma reaccionó como el buen artista marcial que era, cogiendo a su prometida por la cintura para que mantuviera el equilibrio y atrapando con la otra mano el par de cervezas que habían volado por los aires. Por suerte, Akane había mantenido su agarre sobre el bol de ensalada, o habría acabado de forma estrepitosa sobre el suelo de madera.

—Akane, ¿estás bien? —preguntó Ranma cuando tuvo todo bajo control.

La joven, sacudida por el tropiezo, tardó un par de segundos en reaccionar.

—Ho-... hola, Ranma —saludó sorprendida ante su imponente presencia. Le había echado tanto de menos durante los últimos meses, que ahora el tenerle ahí delante de repente, sin haberlo esperado, la dejó casi sin palabras.

—¿Te encuentras bien? —repitió él de nuevo preocupado, observándola. Aparte del pequeño susto, estaba preciosa y olía fenomenal. Cómo se alegraba de que hubiera vuelto. Tenerla ahí de nuevo a su lado le reconfortaba.

Esta vez Akane recuperó la compostura, y se separó de su agarre, quedando de pie de cara a él.

—Sí, sí, gracias. He debido tropezar —contestó azorada por su traspiés, queriendo por un instante que la tierra la tragara—. Trae —comentó refiriéndose a las latas de cerveza—, iba a llevarlas a la mesa, que ya casi está la cena.

—Tranquila, ya las llevo yo —respondió Ranma con precaución, viendo que ella ya iba con las manos llenas, para evitar catástrofes mayores—. Además, iba hacia allí. ¿Qué tal estás? ¿Ha ido bien el viaje en tren?

—Sí, sin incidentes —comentó Akane reanudando su camino por el pasillo, haciendo que su prometido la siguiera—. Tenía bastantes ganas de volver a casa para veros a todos y desconectar un poco de la universidad.

—Ya me imagino. —«Y yo de verte a ti, Akane», pensó Ranma fascinado con su belleza. Tenía que encontrar la manera de decirle lo que sentía, fuera como fuera. No podía dejar que se volviera a marchar sin haber hablado las cosas. Sabía que se arrepentiría, tal y como le habían avisado Daisuke e Hiroshi—. Lo bueno es que ya estás en casa —dijo con una sonrisa sincera, contento de volver a tenerla cerca.

El corazón de Akane dio una voltereta al ver aquel rostro tan atractivo, para después volver a colocarse en su lugar en el pecho, lleno de júbilo. Fue una muestra más de que estaba pillada por él hasta las trancas, y el momento exacto en que recordó el plan que le habían recomendado sus amigas en Osaka. «Por Kami-sama, me va a costar horrores hacerme la dura con él, no sé ni por dónde empezar», expresaron los pensamientos en su cabeza.

—Así es —consiguió decir tras el atontamiento puntual, intentando aparentar normalidad—. ¿Y tú qué tal? ¿Cómo ha ido en el gimnasio? —preguntó de forma cortés. «¡Corta el rollo, Akane!», se dijo a sí misma con reproche. «No seas tan simpática con él, recuerda cuál es el objetivo de esta semana en casa».

—Muy bien, la verdad. Ha sido una sesión bastante productiva con los alumnos —dijo Ranma con naturalidad—. La clase que me ha tocado esta vez está mucho más centrada.

Akane tuvo la intención de contestarle, alegrándose por él, pero al asomarse al salón sus padres tomaron la palabra, evaporando la atmósfera de intimidad entre ambos.

—¡Ranma, qué bien que ya hayas llegado! —exclamó su padre.

—¡Qué bueno tener de nuevo a la parejita en casa! —clamó Soun, sus ojos brillando de felicidad.

Ambos jóvenes, que se sentaron en sus lugares habituales de la mesa —uno al lado del otro—, hicieron caso omiso del término "parejita", sabiendo que lo mejor era ignorar tales comentarios para no avivar el tema del compromiso.

Akane se alegró enormemente de la interrupción de sus progenitores, ya que le sirvió para cortar de cuajo la interacción con Ranma. «Mejor así», se dijo internamente, sabiendo que aquella pausa con su familia le daba el tiempo que necesitaba para armarse de coraje y volverse fría con su prometido. «Me va a resultar muy difícil», pensó al reconocer lo amable que había sido con ella hacía apenas unos instantes. «Pero es por culpa tuya, Ranma. ¡Tú te lo has buscado!».

La cena se desarrolló con normalidad, entre todos contándose las últimas noticias y anécdotas, intercaladas con algún chascarrillo que otro y risas. La única diferencia frente a otros encuentros familiares fue que Akane se mostró indiferente ante las intervenciones de Ranma, aprovechando para beber de su vaso o concentrarse en su plato de comida. El artista marcial, envuelto en el ambiente hogareño y de celebración por el regreso de su prometida, no llegó a darse cuenta.

—Familia, si no os importa, me voy a retirar —dijo Akane una vez habían dado buena cuenta del delicioso postre hecho por las reposteras de la casa. Se puso de rodillas.

—¿Tan pronto, querida? —preguntó Nodoka sorprendida. A Ranma también le resultó extraño.

—Sí, Tía, estoy cansada —respondió poniéndose de pie—. Gracias por esta increíble cena, estaba todo buenísimo —indicó de forma sincera—. Buenas noches a todos.

Todos, a excepción de Ranma, le dieron también las buenas noches, viéndola marchar. El chico de la trenza se acabó el segundo trozo de pastel que había cogido de dos bocados y se excusó también de la mesa, dándose prisa por alcanzar a su prometida.

A mitad del pasillo la vio empezando a subir las escaleras que llevaban al segundo piso.

—Akane —la llamó.

La menor de las Tendo escuchó su voz y apretó los ojos con fuerza. Casi se detuvo por inercia, pero se obligó a seguir subiendo peldaños, haciendo como si no le hubiera escuchado. «No, Ranma, ahora no», suplicó mentalmente.

Saotome siguió aproximándose, desconcertado porque no le hubiese oído.

—¡Akane! —probó de nuevo alzando la voz, llegando al pie de la escalera.

La vio detenerse casi en la cima, aún de espaldas a él, y apretar los puños a ambos lados de su cuerpo por unos segundos. Ranma frunció su mirada. «¿Qué está pasando?».

—Dime —contestó ella seca dándose la vuelta para mirarle desde lo alto.

«¿A qué viene ese tono tan arisco?», se dijo el luchador, confundido.

—Era para preguntarte si mañana por la mañana quieres que vayamos al mercadillo de Shinagawa, el que se encuentra cerca del hipódromo de Oikeibajo —ofreció expectante. Sabía que a Akane le gustaban ese tipo de planes y quería aprovechar la oportunidad para pasar tiempo de calidad con ella, no sólo junto con sus familias.

—No, ve tú —contestó cortante Akane—. Mañana creo que me quedaré durmiendo —finalizó antes de seguir su camino, dándole la espalda de nuevo.

Ranma alzó una ceja al escucharla, sospechando que algo no iba bien. «¿Acaso he dicho algo durante la cena que la ha hecho enfadar?», pensó, intentando rememorar, pero no dio con nada.

—¿Te pasa algo, Akane? —inquirió subiendo el primer escalón, aunque la sombra de la figura de su prometida ya desaparecía por el pasillo de la planta superior.

Por réplica obtuvo el sonido de la puerta de su habitación cerrándose. Aquello dejó a Saotome mosqueado. «¿A qué viene esa reacción? No estoy entendiendo nada».

No queriendo forzar la situación, Ranma dio media vuelta y volvió al salón, uniéndose al resto de la familia. A pesar de que habían puesto la televisión y estaban viendo un programa divertido, comentando opiniones entre ellos, el chico no pudo prestar atención ni participar, pues la actitud de su prometida lo tenía desconcertado. Lo que tenía claro es que aquel distanciamiento que había notado en las llamadas telefónicas con ella era también real en persona. «Tengo que averiguar qué está pasando. Esto no es normal».

La joven Tendo se apoyó en la puerta de su habitación una vez cerrada, su corazón palpitando con desazón al saber que estaba actuando de un modo que podría desorientar a Ranma, o incluso herirle. «Esto es más complicado de lo que pensaba». Suspiró. «Mañana será otro día». Decidió que lo mejor que podía hacer era ponerse el pijama y escribir a sus amigas por el móvil para contarles no sólo lo que había sucedido, sino también el cómo se estaba sintiendo. «Me siento fatal. Yo no soy así. Ojalá puedan ayudarme».