I'm the Pink of your Punk
Resumen: Yamato solía ser el punk rebelde de la escuela, mientras que Mimi era la chica más popular de la clase: una chica adinerada, mimada, una ferviente fanática de las Spice Girls y adicta al rosa. En la preparatoria, estos dos no se besaron, pero cuando se reencuentran, unos años más tarde, en el estudio de tatuajes de Yamato, su química habla mucho más fuerte.
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Mimi tarareó, sus pies dejando huellas húmedas en el suelo alrededor de la piscina de la que acababa de salir. En este clima cálido, se secarían en minutos; durante los últimos cuarenta, había estado flotando en su inflable favorito, aprovechando el sol de California para broncearse mientras Yamato, su novio, yacía en una de las sillas, con gafas de sol sobre la cabeza recogiendo hacia atrás su rubio cabello.
Era una visión atractiva, aún más cuando le sonrió y aceptó la mano que Mimi le tendió y caminó con ella hasta el espacioso baño en la parte trasera del área de la piscina, que debía, de por sí, ser más grande que la casa donde vivía Yamato.
Siempre supo que Mimi era adinerada, pero se sorprendió la primera vez que entró en la mansión que su novia cariñosamente llamaba hogar. Le sorprendía un poco menos cada vez que pasaba tiempo allí, lo cual era bastante frecuente, ya que Mimi normalmente tenía toda la casa para ella sola. Esto significaba que los dos podían pasar todo el día juntos y en bañador.
"Ni siquiera sé si podría quedarme al sol más tiempo que este..." Mimi murmuró, mientras empujaba a su novio – quien no dejaba de verle el trasero, bajo la ducha. Adivinando lo que el rubio estaría haciendo, la castaña giró sonriendo coqueta. "¿Estás ardiendo?" preguntó, mientras pasaba los dedos por los espesos mechones rubios.
Yamato cerró los ojos y apretó su agarre en las caderas de su chica, los dedos de su novia lograron reconfortar su cuerpo, el agua fría (Mimi sabía que solo tomaba duchas frías) alivió su pequeña o nota parte, sabía que su novia amaba su rebelde cabello, el cual aportó mucho a su fase punk adolescente, que, si era honesto, nunca había superado.
Mimi comenzó a reír ante la desesperación de su novio, pero la risa se perdió en su garganta cuando Yamato apretó sus manos en sus caderas, acercándola a su cuerpo semidesnudo, cubierto sólo por el bañador. También resultó encantador el contraste entre el cuerpo fuerte, pálido y tatuado – por supuesto que a Mimi le encantaba.
"Con calma, amor." Murmuró, con un puchero en sus labios que Yamato sabía que estaba allí, a pesar de que tenía los ojos cerrados. Mimi, a su vez, sabía que si los abría, recibiría un beso, porque su novio simplemente no resistiría la cercanía. Quizás era exactamente lo que de verdad quería.
Aunque parecían una pareja perfecta, no todo fue color de rosa desde el principio. De hecho, el caso fue todo lo contrario, pero ¿cómo podría no haber sido así, cuando los dos eran opuestos el uno del otro?
Flashback
Sus caminos se cruzaron y chocaron por primera vez en la preparatoria. Mientras Yamato era un rebelde, que salía con amigos a quienes la mitad de la escuela temía y la otra mitad tenía un crush, Mimi era una chica popular, rodeada de aquellos que todos consideraban perfectos. Yamato estaba obsesionado con las bandas de Punk que veía en MTV; Mimi las silenciaba y esperaba los videos de las Spice Girls, de quienes era una ferviente fan.
¿El rosa y el negro son colores opuestos? Probablemente no. Pero lograron convertirlos en enemigos y poco después decidieron que, en realidad, eran complementarios. La verdad es que se veían muy bien juntos, al igual que Mimi y Yamato se veían muy bien juntos, o cómo el cabello rosado combinaba con los tatuajes oscuros.
Al principio, realmente no había ninguna razón para que se odiaran tanto. Todo fue una rabieta, que surgió de esa inexplicable tensión que existía entre ellos. ¿Y qué si no les gustaban las mismas cosas? ¿Y que eran estereotipos opuestos? Ninguno de ellos sabía la verdadera razón por la que simplemente no se llevaban, pero cada vez que se encontraban en los pasillos de la escuela, estaban esas miradas curiosas, que despreciaban y retaban a partes iguales.
A los amigos de Mimi no les agradaba Yamato, y tal vez dejó que su opinión la envenenara. En una fiesta, descubrió que el rubio no tenía tantas cosas en su contra y que esa mirada en realidad significaba interés.
Pero, entonces ¿qué hizo ella?
A pesar de que se le puso la piel de gallina cuando Yamato se acercó a ella por detrás, con la calidez de su cuerpo allí a pesar de que nunca llegó a tocarla, con la agradable voz en su oído preguntando en un tono de buen humor, "¿Me harías el honor de bailar conmigo, gatita?"
Sin embargo, Mimi solo lo empujó.
Ella fue quien dijo que no, pero también fue la primera en extender la mano y tocar el pecho de Yamato, manteniéndolo a distancia – y en el fondo, lo que realmente quería era tener la oportunidad de poner sus deditos sobre él.
¿Pero su orgullo le permitiría llegar más lejos? Por supuesto que no.
¿Cómo les dirías a tus amigos que cediste ante alguien que todos odiaban?
"Crees que eres mejor que los demás, ¿no?" Yamato dejó escapar un poco de verdad cuando esa sonrisa petulante se lo negó. Era cierto que tenía más deseo que cualquier otra cosa por Mimi, pero en el fondo, todavía sospechaba que ella era como cualquier otra chica adinerada que hubiera conocido antes.
¿Y no era así?
"Por supuesto que no, Matt..."
Yamato odiaba la forma en que su nickname se curvaba alrededor de la lengua de Mimi, la lengua que quería enrollar alrededor de la suya en ese mismo momento. Había un sarcasmo allí que lo exaltaba. No más exaltado de lo que estuvo a continuación cuando la castaña siguió hablando. "Simplemente soy mejor quetú."
El besito que dejó en el aire habría sido el último puñetazo necesario para noquear a aquel punk, pero la forma en que se movieron las caderas de la bonita castaña cuando le dio la espalda y se alejó de él, con la nariz en alto, fue lo que realmente excitó el odio dentro de Yamato. Lo que más odiaba era que ella, justo delante de él, actuando tan creídamente como podía, le hacía desearla aún más.
Pero, por supuesto, no lo admitiría y, por supuesto, tampoco continuaría invirtiendo tiempo en esa chica, incluso si ponerle las manos encima fuera todo en lo que pudiera pensar. Había evitado tanto coquetear con ella porque no quería ceder ante una chica que era completamente diferente a él y para nada su tipo – era su orgullo hablando ahora mismo – solo porque tenía una cara bonita y unas piernas que lo hacían babear cuando decidía usar faldas cortas.
Sin embargo, unos cuantos tragos de vodka fueron suficientes para hacerle ceder; así que terminó la noche humillado y sin siquiera tocar a Mimi.
Nunca más, decidió. No es que eso impidiera que sus ojos estuvieran entrenados para encontrar a Mimi en cualquier fiesta en la que pusiera un pie. Y mucho menos que no se planteara, en algún momento, correr tras ella hasta demostrar que no podría resistir mucho tiempo. Si solo hubiera recibido un no y una naricita apuntando en su dirección, tal vez ese hubiera sido su camino, ¿pero con las palabras que le dirigió? ¿Y el beso al aire?
Eso ameritaba – deseaba – hacer que Mimi lo necesitara más que el oxígeno, y no pudiera tenerlo incluso si ponía esas pequeñas rodillas en el suelo y suplicaba. Con lágrimas y todo.
Pero el orgullo de Mimi era tan grande que incluso podría ser un poco más grande que el de Yamato, por lo que él nunca intentó más; pero cualquiera podía ver esa expresión en su rostro cuando la veía, y cómo se mordía el labio inferior, o su mejilla, para evitar abrir la boca y admitir algo de lo que luego se arrepentiría.
También, tuvo que trabajar mucho en su autocontrol para no acercarse a ella y usar su razón para decirle que no necesitaban continuar con ese juego del gato y el ratón y que si solo querían dormir juntos una vez, no le diría que no.
Pero no, ninguno cedió. Incluso después de esa fiesta en tercer año, donde Yamato se ligó a la mejor amiga de Mimi y se propuso mirarla a los ojos mientras la pobre chica besaba su cuello como si no hubiera un mañana, la misma noche en que Mimi se embriagó y tuvieron que cargarla para que entrara a la casa después de quedarse dormida (o desmayarse, nadie se enteró) en el jardín.
El final de la preparatoria fue, en consecuencia, el fin de las fiestas, de los coqueteos, de los choques en los pasillos aunque había suficiente espacio para que no necesitaran tocarse...Y al mismo tiempo fue un alivio, para ambos, también fue la certeza de que nunca tendrían la oportunidad de romper esa innegable tensión entre ellos, que nunca sabrían qué sabor tendría la fruta prohibida, incluso si ambos la desearan tanto – y ambas eran la única razón por la que nada parecido a lo que imaginaban (a veces al mismo tiempo, en diferentes lugares, en aterradora sincronía) sucedería.
Ambos enterraron todo esto en algún rincón de sus mentes, y no tener que verse a diario fue realmente de gran ayuda. Mimi ya no necesitaba pensar en las manos de Yamato, su altura, el tatuaje (ilegal, que de alguna manera logró hacerse a los diecisiete años) en su dedo medio, la forma en que habían estado tan cerca tantas veces y nunca se tocaron. Pero tocarse de verdad,de verdad.
Yamato ya no necesitaba pensar en el ritmo de las caderas de Mimi cuando caminaba – tentándolo, desde su perspectiva – ni en cómo encajarían perfectamente en sus manos, ni en el agradecimiento que sentía por las playas de California por ser las responsables de haberle dado una vista privilegiada de sus curvas. Si es que llegaban a pensar en estas cosas, incluso después de que sus caminos se separaron definitivamente, simplemente fingían no hacerlo.
Pero luego, tres años más tarde, motivada por el hecho de que era el inicio del nuevo milenio y que había cumplido veintiún años y era final, completa y oficialmente, una adulta (a pesar de que todavía vivía del subsidio de sus padres), Mimi decidió que era hora de hacerse un tatuaje. Estuvo un par de semanas intentando encontrar el diseño perfecto – después de pasar de largo las mariposas en el cóccix y las Betty Boops en las pantorrillas que estaban de moda. Bueno, una pequeña cereza en su cadera, un poco por debajo de su cintura, no era tan innovadora, pero aun así pensaba que era su cuerpo y que podía ocultarla fácilmente cuando no quería que la vieran.
Encontró un anuncio de un estudio en Westside y concertó la primera cita disponible el sábado a media tarde.
Y aunque Mimi siempre tuvo reputación de ser mimada y exigente, y en realidad nunca luchó para ir en contra de la imagen que la gente pintaba de ella, pasó veinte minutos en la recepción del edificio comercial donde estaba ubicado el estudio, esperando tranquilamente a Henry, el tatuador que le había respondido y enviado su información de contacto en el anuncio. Cuando finalmente empezó a sentir que esto no era sólo un retraso y que, si no hacía algo, se quedaría sentada en esa silla toda la tarde, buscó los demás datos de contacto en el anuncio y encontró un número que debería ser del estudio.
La voz que le respondió no era la de alguien que parecía estar esperando una llamada. Era ronco y raspado, y Mimi se preguntó qué clase de persona se despertaba a las tres de la tarde, antes de descargar toda su frustración en quien la había atendido.
"Mierda..." El hombre maldijo del otro lado, tan pronto como escuchó toda la situación, y Mimi no supo si estaba dirigido a ella o al tatuador que la dejó plantada. "Lo siento mucho. Ni siquiera abrimos los sábados, no sé por qué ese idiota te reservó. ¿Todavía quieres hacerlo hoy? Puedo llegar en quince minutos y te haré un descuento."
Mimi se encogió de hombros, con un puchero en los labios, aunque sabía que quienquiera que estuviera del otro lado no sería capaz de ver eso. Dijo que sí, porque estaba muy ansiosa y se le había metido en la cabeza que cuando saliera de ese edificio lo haría con su tatuaje. Pero no se esforzó en ser cortés y pensó que el hombre del otro lado no se había disculpado lo suficiente. ¿Pero qué hacer? Al menos obtendría un descuento.
Lo último que esperaba era que la persona que atravesaría la entrada de la recepción sería Yamato Ishida en persona – o carne, sangre, muchos músculos, miles de tatuajes, una chaqueta de cuero y un casco de motocicleta, para ser más precisos.
A pesar de que trató de ocultarlo tan pronto como se dio cuenta, Yamato debió haber visto lo asombrada que estaba, y aunque logró ser mucho más inexpresivo que Mimi, su postura repentinamente rígida dejó en claro que no esperaba la reunión tampoco.
Mimi necesitó respirar profundamente antes de acercarse lo suficiente.
Y fue así, de la nada, que los dos se encontraron frente a una tensión que pensaban que era cosa del pasado, y que desaparecería con el tiempo o que nunca necesitaría ser revisada, no en una ciudad tan grande y sin amigos en común.
Sin embargo, estaban tan equivocados que terminaron juntos, solos, en un pequeño estudio, con Mimi acostada con la camiseta hasta la mitad del torso y Yamato con las manos encima de ella.
El aire era tan pesado que era prácticamente sólido a su alrededor.
Mimi no sabía si estaban fingiendo que no se conocían, pero no intercambiaron ninguna palabra más que "buenas tardes" hasta que Yamato pegó la calcomanía de cereza en la cadera de Mimi y le preguntó si eso era lo que quería.
Ella se levantó, caminó hacia un gran espejo, y cuando su mirada cayó a su propia cadera, vio a Yamato en el acto detrás de ella, mirándola con la misma atención. Por supuesto, Yamato era un bastardo engreído y no apartaba la mirada, incluso comenzó a actuar como si tuviera derecho a mirar el trasero de Mimi. Definitivamente el mismo chico de hace tres años; aunque era incluso más alto – lo cual ella no sabía que fuera posible – había ganado más músculo de lo habitual y su cara era tan...¿Angular? ¿Y masculino? No hizo falta hacer malabarismos con la palabra sexy. Atractivo. Incluso delicioso.
"¿Crees que se ve bien?" Mimi no sabía si la pregunta provenía de su inseguridad, y en realidad estaba pensando en cómo luciría su tatuaje, o si estaba tratando de provocarlo. O tal vez simplemente era una buena samaritana y quería romper el hielo, hacer la situación menos incómoda.
Yamato simplemente se encogió de hombros y chasqueó la lengua en el paladar. "Te queda bien."
Mimi regresó a la camilla (¿o a la cama? ¿O a la silla? Realmente no sabía cómo llamarla) ante el sonido casi débil de My Chemical Romance en los parlantes del estudio, queriendo poner los ojos en blanco al ver cómo Yamato representaba ese ambiente. Uno lo recordaría cuando pisara ese lugar incluso si no hubiera entrado con él.
Aún estaba distraída por los carteles en las paredes y las guitarras suspendidas en un vitral, cuando Yamato terminó de preparar los mini botes de pintura, la máquina y cualquier otra cosa que necesitara, y su mano cubierta con un guante estaba presionando hacia atrás, haciéndola recostarse. Mimi se mordió el labio inferior en un intento de controlar – o suprimir – el escalofrío que se apoderó de su cuerpo, queriendo convencerse a sí misma que los guantes en realidad estaban fríos, que la forma en que las manos de Yamato parecían incluso más grandes de lo que recordaba...y que ahora estaban cubiertos de tatuajes; no le afectó en lo más mínimo.
"¿Puedo empezar?"
Movió la cabeza, obligando a Yamato a mirarla a la cara para obtener la respuesta. Le molestaba lo seguro que parecía cuando obviamente analizaba su rostro, buscando algún cambio o tal vez algún parecido con el chico con el que solía estudiar. Todo ello como si fuera, por supuesto, su derecho. Entonces el zumbido de la máquina llenó los oídos de Mimi y él finalmente puso una mano en su vientre y comenzó.
Al principio, el dolor no fue tan intenso como pensaba. No era así en absoluto, en realidad, era más bien una molestia, hasta que descubrió que no era exactamente una sensación uniforme y, por alguna razón, apareció una punzada que le hizo agarrar el antebrazo de Yamato. La que simplemente estaba apoyada sobre su vientre – por suerte, y no la que estaba con la máquina y realmente podía hacerle algún daño a su tan esperada cereza.
Yamato rio suavemente, lo suficiente como para hacer que Mimi se sintiera ridiculizada, y le alzó la máquina. Mimi lo soltó también, tan rápido como pudo, y el tatuador usó su mano ahora libre para limpiar el tatuaje con un hisopo con alcohol y limpiar el exceso de tinta.
"Tus garras son afiladas, gatita." Dijo Yamato, con una media sonrisa, probablemente parahumillara Mimi, quien puso los ojos en blanco en ese momento. No sabía si amarlo u odiarlo, porque esa era la forma en que se había dirigido a ella desde la preparatoria. Desde aquella primera noche. Gatita.
"Tu aguja también lo es, ¿sabes?"
Yamato rio y volvió a enterrar la misma aguja en la piel de Mimi. El dibujo era sólo un esbozo, pequeño y delicado, que recién se realizó unos minutos después de este pequeño incidente. Y Mimi no sabía si estaba satisfecha con lo rápido que había sido, o en agonía, porque realmente no sabía cómo continuar la tarde, el día, incluso su vida, después de encontrar a Yamato así. Tan casualmente.
Bien, lo que habían tenido no era gran cosa. Algunos intercambios de agresivo coqueteo y burlas en la preparatoria, pero también algo que dejó a Mimi distraída por casi dos años, y era extraño verse frente a él ahora, cuando los dos ya no eran adolescentes, pero parecían ser exactamente los mismos. La lengua de Mimi se estremeció para provocarlo tal como lo hacía hace años.
Con el tatuaje listo, Yamato le aplicó un gel y se mordió el labio inferior cuando Mimi se retorció ligeramente ante la temperatura inesperada.
"Te ves diferente." Mimi no tenía idea de dónde había venido esto, y pensó que merecía la mirada confusa, con las cejas juntas, que recibió de Yamato. Pero luego se relajó, o fingió relajarse, y con su trabajo hecho, se alejó de Mimi, quien no admitiría que extrañaría sus manos sobre ella.
"Son los tatuajes." Se encogió de hombros, tiró los guantes y todo lo desechable a la basura, sin siquiera mirar a Mimi, quien estaba sentada. "Sigues igual." Luego, buscó algo en el rostro de Mimi. "La misma niña pija."
Mimi le sacó la lengua, pero fue al mismo tiempo que desvió la mirada hacia lo que estaba haciendo. Por la forma en que sonrió, debió haber tenido tiempo de notarlo.
"Fui muy amable contigo hoy, demasiado. Debería haber hecho un escándalo después de lo que hizo tu jefe." Se levantó y caminó hacia el espejo para ver el resultado del tatuaje. El rosa vivo del tatuaje recién hecho le devolvió la mirada y a Mimi le encantó. Simplemente no sabía si iba a dejar que el ego de Yamato se enterara.
"Mi socio." Yamato corrigió y Mimi se sintió un poco avergonzada. No había sacado ninguna conclusión a propósito, simplemente no había pensado mucho antes de hablar. "Y sí, fue un error. Debió agendar sin darse cuenta que hoy era sábado y simplemente lo olvidó."
"Absurdo." Mimi balbuceó.
"¿Tendré que rogarte que no hagas que tu papi nos demande?" Yamato sonrió socarronamente.
"Vaya, ¿todavía recuerdas que mi papá es abogado? Pensé que habías superado tu obsesión conmigo."
"No, gatita, nunca. Creo que es incluso peligroso para ti estar en la misma habitación que yo."
Mimi se volvió hacia él y puso los ojos en blanco. ¿Por qué era tan natural discutir con él? Incluso el tono de las provocaciones, esa eterna acusación de que Yamato estaba obsesionado con ella lo que le hacía ser respondida con variantes dedeberíastenerme miedohacía que Mimi quisiera trepar en él como a un árbol.
"Es curioso escuchar eso de alguien que pasó años sin siquiera ponerme un dedo encima. Hoy fue, ¿qué, la primera vez? Deberías marcarlo en tu calendario. Haz un pastelito para celebrar dentro de un año."
Yamato dio un paso adelante, y tenía esa energía de superar todos los límites sólo para hacer que Mimi permaneciera allí, tensa, siempre dando un paso atrás con la cabeza en alto para mantener su orgullo y supiera que nunca le daría lo que realmente quería.
"Estaba esperando que me lo pidieras amablemente, Mimi-chan." El apodo hizo que la cabeza de Mimi diera vueltas, ya fuera por deseo u odio, no podía decirlo. "¿Sabes lo que pienso?" Dio un paso adelante y casi tembló al ver lo cerca que estaban. Y cómo eso era lo último que esperaba para su día cuando se despertó por la mañana. "No podrías conmigo. Incluso tienes miedo de intentarlo."
De cerca, Yamato parecía incluso más alto de lo que ya era, su rostro inclinado hacia el suyo que, por unos centímetros más, estaría en el ángulo perfecto para simplemente besarla.
"¿No estás cansada, gatita? Solo hazlo, pídeme cenar contigo y todo. Incluso pagaré la cuenta."
La próxima vez que usara ese apodo y esa voz sarcástica, lo iba a abofetear. Era una promesa que Mimi acababa de hacerse.
"Honestamente, todo ese tiempo fingiendo que no me deseabas debe haber sido agotador. Al menos nunca mentí." Sentenció con una sonrisa pagada de sí."¿Le preguntaste a tu amiguita cómo la tuve para saber con qué soñar?"
"Odioa esa chica." Mimi soltó entre dientes, y si se detuviera a pensar, se sorprendería de lo rápido que Yamato logró enojarla tanto. No iba a admitir que dejó de hablar con ella la misma semana en que estos dos se liaron, aunque tenía muchas otras razones además de esa. Había sido simplemente su detonante, la última línea que no aceptaría cruzar. Yamato, en el futuro, descubriría que esa carita que ponía, vencida por los celos, era una de las cosas que más amaba de su novia. "Y te odio a ti."
"¿Me odias, gatita?" Mimi no lo golpeó. En cambio, suspiró cuando él le tocó los hombros y sus manos se deslizaron lentamente por sus brazos. "Vaya, incluso estás temblando. ¿Es realmente por odio?"
¿Cuándo dio ese último paso que los acercó tanto que si se inclinaba un poco más sus narices se tocarían?
Mimi intentó con tanta fuerza, durante tanto tiempo, dejar que su ego hablara más fuerte y pasar por alto el deseo y toda esa tensión justo en medio de ellos, que no sabía si podría hacerlo ni siquiera por un segundo más. Cuando encontró los ojos de Yamato, ya no supo si valía la pena. ¿Qué era el orgullo comparado con la boca de Yamato, la que ni siquiera tuvo la oportunidad de saborear?
Respiró hondo y luego…al diablo.
Se puso de puntillas, tocó el rostro de Yamato y, con los ojos cerrados, casi lloró de frustración porque todavía no la besaba. ¿Pero por qué no la estaba besando?
Abrió los ojos, confundida, y siguió su boca una vez más sólo para ver a Yamato alejar su rostro, huyendo de ella con la sonrisa más molesta que jamás había visto en su vida. Pero tocó el rostro de Mimi, su palma descansando sobre su cuello y su pulgar debajo de su barbilla, haciéndola mirar hacia arriba. En dirección de sus ojos azules.
"Pídelo."
Mimi refunfuñó, pero Yamato no pareció simpatizar. "Por favor..." Tal vez su puchero ayudaría.
"¿Por favor, qué?"
"Bastardo." Mimi perdió los estribos y Yamato sonrió más de lo que había sonreído en toda su vida. Convencido. "¡Bésame, por el amor de Dios!"
Entonces, finalmente, su boca quedó unida a la de ella.
Fin del flashback
Mimi, cada vez que de alguna manera terminan hablando de esa tarde y de lo improbable que fue, es la que menos recuerda los detalles. Recuerda, por supuesto, la desesperación, la lujuria, la satisfacción de finalmente tener las manos de Yamato sobre ella, pero todo es un lío de besos, susurros y gemidos de los que estuvo avergonzada durante unas buenas dos semanas, cuando ninguno sabía cómo afrontar adecuadamente lo que había pasado en ese estudio.
Era Yamato quien tenía cada detalle grabado en su mente, cada pequeño sonido, las palabras que nunca dejaría que Mimi fingiese que nunca dijo, las confesiones de cómo siempre,siemprequiso que esto sucediera. El cuidado que debió tener, sujetando a Mimi firmemente alrededor de la cintura, para que no se frotara contra él con el tatuaje vulnerable recién hecho. La expresión de Mimi cuando metió su mano dentro de sus pantalones y sintió el piercing que nunca imaginó encontrar allí, y cómo Yamato pensó que la chica se había ruborizado como un tomate ante ese descubrimiento. La forma en que ella lo amó en ese momento, y continuaba amándolo cada vez que estaban juntos (especialmente cuando lo tenía dentro de ella), hizo que Yamato estuviera seguro que valía la pena todo el dolor del piercing del Príncipe Alberto.
Desde entonces, descubrieron lo que realmente fue el mayor shock: toda esa armonía que tenían para provocarse mutuamente, las respuestas que venían listas en la punta de sus lenguas, no existían sólo cuando se 'odiaban', ni mucho menos sólo porque se deseaban – que era la teoría que había sobrevivido en ambos durante tanto tiempo.
La verdad era que, les resultaba fácil hablar sobre cualquier tema, aunque les gustaran cosas muy diferentes. Claro, todavía era una rutina fastidiar al otro, pero la mayoría de las riñas terminaban en besos. O má más que besos.
Al final, fue un largo viaje descubrir que los opuestos no sólo pueden odiarse, sino que también pueden desearse. Incluso llegar a amarse.
Y probablemente, ellos fueron hechos para demostrarlo, ya que pasaron por todas estas fases.
Fin
¡Hola! Ik, ik, sé que dije que traería un fic más largo y lo que hice fue desaparecerme xD peeeeeeero en mi defensa diré que poco después de postear el cap final de 'Operation Love' supe que habría un Mimato event y no podía no participar ºwº así que en lo siguiente estaré trayéndoles entre One Shots y Drabbles con contenido fluff y también smut - posteriormente vendrá el long fic que les había comentado la vez anterior.
Y - aunque con un poco de delay - este es mi aporte para el día 1 del evento/fest Mimatoctober 2024. Espero sea de su agrado~ ✌️
