La felicidad

‒ Su Majestad, está usted resplandeciente

Esa frase llegó hasta los oídos de Regina que estaba a la cabeza de la reunión a la que asistían los grandes de Agrabah

‒ ¿Perdón?

‒ Me he dado cuenta inmediatamente. Está sonriente. No es que normalmente no lo esté, pero no sabría explicar por qué. Algo ha cambiado…

‒ Oh, bueno…Gracias‒ Regina, avergonzada, pudo sentir que sus mejillas se enrojecían sin poder hacer gran cosa ‒ Volvamos a lo nuestro, por favor, ya no vamos a tardar mucho más.

‒ Por supuesto

Pero ese breve instante quedó grabado en la mente de Regina. Cuando terminó la reunión, ya era bien avanzada la mañana. Volvió a su despacho y se detuvo delante de su secretaria.

‒ ¿Sí, Majestad?

‒ Yo…¿Cómo me encuentra hoy?

‒ ¿Perdón?

‒ ¿Estoy diferente?

La secretaria la miró y sonrió

‒ Está enamorada

Regina se quedó paralizada y abrió los ojos de par en par

‒ ¿Qué?

‒ Oh, puedo equivocarme, pero…Emana de usted un aura positiva y serena. Una definición de la felicidad, quizás.

‒ Bueno…Si hubiera sabido que era tan transparente…

‒ Entonces, ¿es verdad? ¿Lo está? ¿Enamorada, quiero decir?

‒ Es…Complicado

‒ Tiene derecho, Majestad. Trabaja duro por esta ciudad, por sus habitantes, al igual que por los otros mundos. También merece relajarse y descansar sobre el hombro de alguien.

‒ Cierto

‒ No tiene ninguna obligación, pero…Si está así, imagino que la persona que está en su mente y en su corazón vale la pena. Hace falta valor para ganar su corazón.

Regina rio: sí, a Emma no le faltaba.

‒ Bien, gracias

Apenas hubo entrado en su despacho, sonó su teléfono.

‒ ¿Diga?

Hey, Regina, yo…¿Estás bien?

Regina sonrió mientras se sentaba en su escritorio

‒ Sí, bien, ¿y tú?

Bien, bien. Entonces, ¿ha acabado tu reunión?

‒ Sí

Yo…¿Puedo pasarme?

‒ ¿Desde cuándo me pides permiso?

Bah…Es solo que…No deseo que creas que quiero estar pegada como una lapa

Regina estalló a reír

‒ ¡Sería una novedad, sí! Evidentemente que puedes pasarte. Es más, si aún te queda del pollo de anoche, estoy ocupada, hundida en papeleo y tengo hambre.

Bien, chef, te llevo. ¡Hasta ahora!

Cuando colgó, se levantó y se colocó delante de su gran espejo. Sin realmente darse cuenta, se recolocó el pelo y se retocó el maquillaje. Sí, decididamente, parecía una adolescente en pleno amorío.


A Emma no le ocupó más de 15 minutos volver a su casa y coger el pollo, antes de dirigirse al ayuntamiento. Cuando pasó por delante de la secretaria, le murmuró.

‒ ¿Está ella libre?

La joven la miró y sonrió

‒ Para usted siempre

Emma se quedó parada, frunciendo el ceño, divertida, antes de entrar en el despacho.

‒ Hey… ¿Tienes hambre?

‒ Oh, por supuesto que sí…No he tenido tiempo de comer

‒ Ya, me imagino…que has tenido que dormir más de lo previsto…‒ hizo una mueca Emma ‒ Otra vez, lo siento

‒ Oh, tú no tienes nada que ver. Pasé una agradable velada, es una buena señal

‒ Sí, eso seguro. Imagino que la de esta noche será menos tardía

‒ No tengo nada previsto para mañana por la mañana…‒ respondió con naturalidad Regina terminando de firmar algunas hojas. Cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir, enderezó la cabeza para cruzarse con la mirada divertida de Emma ‒ No, no es lo que quería decir…

‒ ¿Ah, no? ¿Y qué querías decir, entonces?

‒ Quería decir que, si la velada se alargaba, no sería nada grave…

‒ Ahhhh, ya veeeeoo. Y…¿Por qué se iba a alargar?

‒ …

‒ Ok, relax, estoy bromeando. Toma, para relajar a su Majestad que, tengo la impresión, está ligeramente tensa…

‒ Dame ese pollo antes de que cambie de opinión y te eché de mi despacho. Por cierto…Solo necesito ese pollo…Puedes marcharte, gracias

Emma se estremeció y perdió su sonrisa, petrificada por la frialdad de la joven. Algunos segundos pasaron antes de que Emma se levantara y se dirigiera hacia la salida.

‒ ¡Emma!‒ la bella rubia se giró y vio a Regina apresurarse hacia ella ‒ ¿A dónde vas?

‒ Acabas de…

‒ ¡Oh, Dios mío! ¿Parecía tan seria?

‒ Bueno…Sí

Regina suspiró y la agarró por los hombros.

‒ Emma, lo siento, yo…Pensaba…

‒ …¿Gastar una broma? Has fallado…

‒ Oh, Emma, no lo pensaba

‒ Ya, va a haber que trabajar muy seriamente en tu humor negro, es frío‒ Regina se acercó a ella y la rodeó con sus brazos, posando su mentón en su hombro ‒ ¿Regina? ¿Qué haces?

‒ Soy fría, ¿no? Entonces, déjame calentarte

Ella estrechó su abrazo. Abrazo que Emma aceptó rodeándola a su vez con sus brazos y reposando su frente en su hombro.

‒ ¿Podemos…Quedarnos así un poco?

Regina sonrió y, como toda respuesta, la estrechó aún más contra ella, hasta poder sentir su corazón latir pegado al suyo. Las manos de Emma se juntaron en la espalda de Regina, apretando su fina cintura. Y después de largos segundos, finalmente se alejó.

‒ Gracias

‒ Lo siento de nuevo. Pero pensaba, sin embargo, que había sido clara

‒ ¿Clara sobre qué?

‒ Sobre ti. Me da igual ese pollo. Me da igual que lo hubieras traído o no, eres tú a quien quería.

‒ Re…Regina…¡No está bien hacer eso!‒ dijo ella apartándola un poco ‒ ¡Estás completamente loca!

‒ ¿Qué? Pero…

‒ O me dejas helada como un pirulí o me calientas hasta hacer arder el suelo bajo mis pies…Estoy confundida, voy a acabar en el manicomio

‒ Yo estoy perdida

‒ Y yo no puedo más, Regina…Si tú supieras…Tengo tantas ganas…‒ se calló y miró a Regina ‒ Tengo ganas de…

‒ ¿De qué? ¿De qué, Emma?

‒ De ti. Tengo ganas de un nosotras, de un nosotras tierno, romántico, cariñoso. Deseo cogerte la mano en la calle, besarte cuando te vea, abrazarte, darte un masaje en los hombros cuando estés cansada…Pero me contengo porque no quiero que pienses que te estoy presionando o que solo quiero…Cosas íntimas. Deseo un nosotras cada día que Dios nos ponga por delante.

Regina se acercó a ella y le acarició el rostro

‒ Emma, lo siento por…por no poder responder abiertamente a tus deseos ahora. Necesito aún…Tiempo para verlo todo más claro. Pero…Emma, te quiero, mucho más de lo que creía posible. Deseo un nosotras, pero por el momento…Tú has tenido meses para reflexionar, para comprender

‒ Lo sé…

‒ Emma, soy una torpe porque, aunque lo parezca…No estoy segura de nada, mucho menos cuando tiene que ver con amores. Siempre han sido caóticos y sobre todo…efímeros

‒ Entonces, es eso… ¿Es ese el problema?

‒ ¿Qué problema?‒ Emma retrocedió y cerró la puerta con llave ‒ ¿Emma? ¿Qué haces?

‒ Pues que no tengo ganas de que nos interrumpan en una conversación crucial

‒ ¿Crucial?

‒ Ven‒ le tomó la mano y la condujo hasta el sofá ‒ Ok entonces. Creo…No es que tú no sepas, es lo contrario, tú sabes muy bien lo que quieres y lo que sientes. El problema no está ahí. Creo que tienes miedo, no…Estás cagada ante la idea de amar y de dejarte amar de nuevo

‒ …

‒ Puedo entender: Daniel, Robin…Fue tan intenso como efímero, lo he pillado. Verdaderamente no has tenido suerte y siempre, se te ha escapado. Y creo que, inconscientemente, rechazas el momento en que tengas que unirte de nuevo a alguien

‒ …

‒ Hey, no es un reproche, al contrario. Esto quiere decir, creo, que me quieres y tienes miedo de que me suceda algo. Tienes miedo de que nuestra pareja se encuentre con obstáculos…Pues bueno, te voy a decir una cosa, así será. Habrá muchos altos y bajos, seguramente peleas, malentendidos como hace diez minutos. Pero sé que lo resolveremos todo.

‒ Emma…Verdaderamente soy una viuda negra. ¿Te das cuenta de que todos mis pretendientes han muerto en atroces sufrimientos?

‒ Hm, estoy al corriente, sí. No te preocupes, tengo un seguro de vida de cemento armado

‒ Para Emma, no es divertido

‒ Escucha, no puedo darte seguridad, porque la vida es imprevisible. Hoy estamos felices, la vida está en calma en Storybrooke, pero nunca se sabe lo que puede pasar, cuando la magia está en el ajo. No sabemos lo que pueda venir. No puedo garantizarte que nada sucederá, pero…‒ le tomó las manos ‒ Regina, viviré a tu lado, pase lo que pase. Si hay que guardarse y no sentir nada, no es interesante. Por mi parte yo quiero emociones como el amor, la pasión, pero también la cólera porque sé que no es fácil convivir conmigo todos los días, pero es lo que añade sal a una pareja y a la vida. Y además, tendremos a Hope. Una pequeña que nos volverá locas, que nos traerá chicos, o chicas, da igual. Nos angustiaremos ante su primera cita, la ayudaremos a elegir su vestido de novia…¡Seremos abuelas!‒ ante esa idea, Regina rio ‒ Y…Quién sabe, si tendremos otros, jamás acabará. Lo que digo es que la vida es eso: altos, bajos, risas y lágrimas. Y yo deseo todo eso contigo

Regina le sonrió

‒ Emma…

‒ Escucha, no estás obligada a responder ahora mismo, tómate tu tiempo. Solo quiero que pienses en ello, ¿ok? Espero la cena de esta noche con impaciencia.

‒ Emma… ¿Cómo puedes ser tan infantil a veces y tan adulta en otros momentos?

‒ Es un don, creo‒ dijo divertida Emma ‒ Bueno, acabemos ese pollo, sino se va a enfriar

‒ ¡Solo tú para pensar en comer en estos momentos!

‒ ¿Qué momentos?

‒ Me haces una declaración digna de cualquier peli romántica y tú, solo piensas en comer

‒ Ah, bah…¿No dicen que mantener a una pareja pasa por el estómago?

‒ Está bien saberlo

Las palabras de Emma permanecieron en la mente de Regina durante toda la comida, después cuando Emma la besó por última vez en el dorso de la mano, y cuando tuvo que encadenar las reuniones esa misma tarde…Hasta que se marchó antes del despacho para preparar con esmero la cena de esa noche. Pero esta vez, Regina veía algo más claro, y debía demostrárselo durante la cena.

Así que, tiró la casa por la ventana: puso las oportunidades de su lado preparando su famosa lasaña, que le gustaba tanto a la joven rubia. Embelleció la escena añadiendo decenas de velas que instaló con un estallido de dedos, literalmente.

Se puso su más hermoso vestido de fiesta, se recogió el pelo en un moño y se puso un maquillaje discreto, pero eficaz. Inspeccionó febrilmente la hora y solo se tranquilizó cuando escuchó el timbre. Intentó mantener cierta contención, pero cuando abrió la puerta, perdió pie: ante ella, Emma estaba vestida con un vestido rojo escarlata, que ceñía sus aventajadas curvas. Su escote estaba decorado con un collar brillante.

‒ ¡Dios mío, Emma, estás…resplandeciente!

‒ Gracias. Anoche estaba un poco preocupada por no estar a la altura, así que…¿Te gusta?

‒ Entra‒ respondió Regina que no se privó de mirar de arriba abajo, más de lo necesario, sus aventajadas curvas ‒ Además, que sepas que estabas muy a la altura

‒ Na, puedo hacerlo mejor‒ separó los brazos ‒ ¡He aquí la prueba!

‒ Efectivamente

‒ Yo…No sabía qué traer, así que cogí una botella de vino

‒ Excelente, irá perfectamente con mi lasaña

‒ ¡Hm, sabes halagarme!

‒ Si tienes hambre, podemos pasar a la mesa enseguida. No quiero que tu estómago ruja de hambre.

‒ Sí, es un riego que puede pasar…

‒ Sígueme

Emma se sorprendió al ver que cruzaban el salón sin detenerse en él y sonrió cuando Regina abrió las inmensas puertas de cristal que daban a su jardín. En el centro, una mesa preparada bajo un quiosco florido y vestido con un velo en tonos crudos.

‒ Wow… ¡Es súper romántico!

‒ ¿A qué viene el asombro? ‒ Emma sonrió tristemente ‒ ¿Emma?

‒ Tenía miedo de que ayer…Tenia miedo de que pensaras que era, como…Una cita. Creí que no debía hacer demasiado para no asustarte o que pensaras que te estaba atosigando.

‒ ¿Pensabas que no había comprendido?

‒ Parecía una cena como tantas que hemos compartido. Bueno, ya sabes…

‒ Ya veo

‒ Pero esta…Es claramente…romántica. En fin, ya sabes, parece una verdadera cita…Amorosa

Regina sonrió y sus mejillas adquirieron un bello color rosado.

‒ Menos mal que no he puesto la música. Te confieso que he puesto velas, pero el viento lo hacía imposible.

‒ Es perfecto

‒ Bien, entonces, si piensas que es romántico…Espera a ver lo que he preparado

Movió la mano y de repente, en el techo del quiosco, centenares de pequeñas estrellas resplandecientes, caían ligeramente.

‒ Oh, wow…Es muy hermoso

‒ Contenta de que te guste. Acomódate, voy a buscar la bandeja

Emma obedeció y no apartó la mirada del techo estrellado. Con la cabeza alzada no vio volver a Regina con la lasaña en la mano.

‒ Parece que aprecias las estrellas

‒ Sí, lo siento, yo…Las encuentro magníficas…Como tú esta noche

‒ Gracias. Dame tu plato

La cena transcurrió en el mejor de los climas y la conversación giró esencialmente sobre su día a día, hasta que Emma soltó un tema espinoso.

‒ ¿Es esto una cita? Quiero decir, amorosamente hablando

‒ ¿Por qué la pregunta?

‒ Me…Me gustaría saber si esta noche vamos a pasar a otra etapa

‒ ¿Una etapa? Quieres decir…

‒ No, no quiero decir eso. Me…Me gustaría sentirme…Más próxima a ti, como…una novia

‒ Y para eso, supongo que hay que pasar por tener citas, ¿no?

‒ Sí, supones bien. Sé que aún no ha llegado el momento en declararle al mundo entero de que estamos…

‒ … ¿Más próximas?

‒ Me hubiera gustado decir "en pareja", pero…Ni siquiera nos hemos dado un beso. Todo lo que tenemos son mis sentimientos por ti y primicias por tu parte, así que ni siquiera sé dónde estamos verdaderamente y si podemos calificarnos de algo como…

No tuvo tiempo de acabar la frase porque Regina se levantó de su silla con rapidez para ponerse delante de Emma, deslizar una de sus manos bajo su cabellera y traer su rostro hacia el de ella. No ha tenido que pensar 10 años, lo deseaba. Así que con una real facilidad posó sus labios sobre los de la bella rubia.

Emma, ante el asombro, se quedó paralizada, pero enseguida se relajó y posó sus dos manos a cada lado de la cabeza de Regina.

El beso duró apenas algunos segundos, pero el cuerpo y el corazón de Emma se incendiaron. Tenía la impresión de que cada milímetro de su piel ardía y se estremecía a la vez. Una corriente de aire se inmiscuyó por su cabellera, allí donde estaba posada la mano de Regina, después se separó de ella, aún sorprendida.

‒ ¡Wow…!

Regina rio

‒ Sí, lo sé, a menudo causó ese efecto

‒ Ja, ja, qué graciosa‒ perdió su sonrisa y acarició la mejilla de Regina ‒ Me ha encantado…

‒ A mí también

‒ Y me gustaría que se repitiera‒ Regina estalló a reír ‒ ¿Te hace reír?

‒ Pareces una pequeña niña que pregunta si puede pedir otra vez…

‒ Y…Entonces, ¿puedo pedir otra vez?

Como toda respuesta, Regina pegó su frente a la de ella antes de bromear con la punta de su nariz con la de Emma, para finalmente capturar sus labios. En un suspiro de satisfacción, Emma se dejó hacer hasta que notó la punta de la lengua entre sus labios.

Entonces acentuó el beso y este tomó un giró mucho más ardiente. Y solo al cabo de algunos segundos se separaron.

‒ Ya no podría prescindir de esto, ¿lo sabes? Tus labios son mi nueva droga.

‒ Espera por el resto‒ dijo irónica Regina antes de volver a sentarse y mirarla ‒ ¿Tu nueva droga? ¿Eso quiere decir que actualmente tienes una droga recurrente?

‒ Hm, hm. Tú

‒ ¿Yo?

‒ Yo no lo sabía aún, pero tu presencia. Desde que sé que estás por los alrededores, me tranquilizo, me sereno, soy feliz. Cuando no estás, me siento como que me falta algo, tengo el mono. Después de estos besos, confirmo que ya no podré prescindir de ti.

Regina rio

‒ Es la declaración más extraña que haya podido escuchar, pero gracias

‒ Bien, acabamos la cena, ¿te parece?

Regina asintió y la cena volvió a tomar un cariz agradable. Cuando la noche estuvo bien entrada y el frescor y la humedad demasiado pronunciados, Regina decidió que era hora de entrar a la casa.

Y se encontraron cerca del fuego, con una copa de vino en las manos.

‒ No hay nada más romántico…‒ suspiró satisfecha Emma, con los ojos fijos en la chimenea.

‒ No dejas de emplear esa palabra

‒ ¿Cuál?

‒ Romántico. Tengo la impresión de que le das mucha importancia. Sin embargo, tiene muchos significados. ¿Qué es ser romántico? Para algunos son flores y velas alrededor de una comida copiosa, para otros, es una salida a un restaurante, para otros un paseo en plena naturaleza…

‒ ¿Y para ti qué es ser romántico?

‒ Hm…Estar atento a la persona que se ama. Hacer que cada momento cotidiano que se esté con él sea excepcional. Que nada más ante la idea de verte, sienta ese escalofrío indescriptible, esa alegría y no tener sobre el rostro sino una sonrisa tonta de satisfacción. ¿Sabes? Esta mañana, mi secretaria me ha dicho algo que me ha llamado la atención, al igual que un emisario de Agrabah.

‒ ¿Ah, sí?

‒ Me han dicho que había cambiado, que…Resplandecía. Y creo que eso es el romanticismo: tener esa capacidad de hacer resplandecer de felicidad a la persona que se ama, ante el sencillo pensamiento de volver a verla por la noche, ante la idea de prepararle la cena, de dormir a su lado, de pensar en el futuro…

‒ Bah, mierda…

‒ Encantador‒ rio Regina

‒ No, lo que quiero decir es que…Yo siento todo eso: los estremecimientos, las mariposas, ese deseo de estar contigo, buscar todos los modos posibles para hacerte feliz y hacer nacer esa sonrisa en tu rostro que me gusta tanto. Es todo eso a la vez.

‒ Entonces, estamos en la misma onda, es una buena señal

Emma sonrió antes de acercarse y besarla tiernamente

‒ Regina…Yo…

La bella morena puso el dedo índice sobre sus labios

‒ Aún no…

‒ Pero…

Ella agarró a Emma por la cintura y la hizo subirse en sus rodillas

‒ Bésame, Emma

Esa simple frase, esa sencilla petición…Emma sucumbió a ella inmediatamente y no se hizo de rogar para obedecer y, lánguidamente, se inclinó para capturar los labios de su amada. Sintió las manos de Regina estrechar sus brazos alrededor de su talle antes de dejarlas vagabundear por su espalda. Después, una de ellas se posó sobre el muslo de Emma y subió subrepticiamente el vestido. Cuando su mano se encontró en lo alto de su muslo, las yemas de sus dedos bajo la tela, Emma se paralizó y se enderezó de un movimiento.

‒ ¿Emma?

‒ No, yo…Lo siento, yo…

Regina comprendió y quitó su mano.

‒ Lo siento, pensaba…Dijiste que querías más…

‒ Sí, lo sé, lo dije

‒ ¿Entonces qué?

‒ Es solo…Un giro de 180 grados para ti. Hace una hora tan solo dudabas en considerarnos una pareja y ahora, quieres…

‒ Te quiero a ti. He comprendido bien las cosas.

Pero Emma deslizó de sus rodillas para ponerse de pie delante de ella, con el pánico en su rostro.

‒ Yo…No puedo

‒ Ok, no hay prisa, tampoco yo quería ponerte entre la espada y la pared. Creí que era lo que querías…

‒ Es lo que quiero. Tengo…Tengo tantas ganas de ti, si supieras

‒ Pero ¿entonces qué? ¿Hay alguna otra regla no escrita que se me escapa? ¿Deberíamos esperara a otra cena?

Emma tenía lágrimas en sus ojos.

‒ Soy una estúpida

‒ Emma, no, no, por supuesto que no. ¿Qué ocurre?

‒ Es una tontería, y te vas a reír tanto de mí…

‒ Habla‒ le tomó las manos entre las suyas y captó su mirada ‒ Emma, cuéntame

La rubia entonces se recompuso y suspiró antes de clavar su mirada en la de ella

‒ Yo…Yo nunca…Nunca me he acostado con una mujer. Jamás…En fin, cuando era adolescente, a veces eso me intrigaba y estaba Lily que, en su momento, me habló de ello, y no me echó para atrás, pero…En fin, ya ves, comparando contigo…

‒ ¿Cómo que "comparando conmigo"?

‒ Bueno…Se cuenta que…Por tu castillo desfilaban hombre, mujeres…No te juzgo, me da igual, pero el hecho es…Que tienes más experiencia que yo y…No deseo parecer una ridícula cuando llegue el momento en que…Bueno, ya sabes

Regina frunció el ceño e inclinó ligeramente la cabeza a un lado

‒ ¿Dónde has escuchado eso?

‒ ¿Qué?

‒ Lo que desfilaba por mi castillo

‒ Oh, euh…Bueno, de hecho, imagino que, bueno, ya sabes…Te habían dejado de lado y…En fin, pude ver con Graham que…

‒ Stop. Emma, si quieres que nuestra relación parte con buenas bases, sé sincera

Emma la miró y suspiró

‒ Ok, lo siento. Yo…Fue David

‒ ¿David?

‒ Yo…Le hablé de mis…Temores

‒ Espera, ¿le hablaste de nuestra futura vida sexual a tu padre?

‒ Sí, dicho así, suena una mierda, seguro, pero compréndeme: estaba sobrepasada por mis sentimientos, mis emociones, estaba confusa y asustada. Quería hacerlo bien, estar a la altura. Y, además, pensaba que para ti también sería la primera, eso me tranquilizaba una poco, pensar que estábamos en el mismo barco, que aprenderíamos juntas…Y David…Me dijo…que no era…En fin, eso me metió aún más presión. Entonces, ves esta noche…

‒ Voy a cortarle la lengua‒ farfulló Regina

‒ Dime que es tu humor negro

‒ …

‒ Yo…Perdóname, Regina, estaba perdida. No tenía ningún oído atento en ese momento

‒ ¡Pudo haberse abstenido de hacerme pasar por la puta del reino!

‒ No, no, no, no me lo dijo en ese sentido. Al contrario, comprendía el desasosiego que sentías en aquel momento y…Bah, todo esto para decir que, nunca me he acostado con una mujer y me aterroriza. No porque seas una mujer, sino porque quiero que sea perfecto.

‒ Dios mío, Emma…el sexo es todo salvo perfecto. Puede ser intenso, genial, suave o ardiente. Pero perfecto…No. Habrá fallos, intentos, pero todo formará parte del juego.

‒ …

‒ Emma, que seas experta o novata no habría cambiado nada para mí, porque lo que cuenta es que lo hagamos juntas, en una unión que dejará los fallos y las imperfecciones en segundo plano‒ se acercó y rodeó con sus manos el rostro de Emma ‒ No es una competición

‒ Lo sé…Creo que me meto demasiado presión

‒ También lo creo. Así que…Deja que te guie‒ le cogió la mano y la llevó hasta el sofá

‒ Espera, ¿ahora? ¿Aquí? ¿En el sofá? Pensaba que…

‒ Si prefieres…

Pegó a Emma a ella y movió la mano para transportarlas, en segundos, a la habitación de Regina. Emma se soltó y miró a su alrededor.

‒ Wow… ¿Sabes que nunca he estado antes en tu habitación?

‒ ¿Y? ¿Cómo la encuentras? ‒ bromeó Regina

‒ Yo…Es…Grande‒ se giró hacia Regina y de repente, sintió cómo la atmosfera se hacía más pesada. Perdió su sonrisa cuando Regina se acercó

‒ Relax, no tengo ninguna intención de hacer nada contigo esta noche

‒ Entonces, ¿por qué todo esto?

‒ Porque sabía que algo no iba bien. Bajo tu aparente relajación y seguridad, sabía que algo te atormentaba.

‒ ¿Soy tan previsible?

‒ No, pero comienzo a conocerte. Hace ya casi 10 años…‒ se acercó a ella y le acarició la mejilla ‒ Te doy un avance

Acercó sus labios a su rostro antes de inclinarse y posarlos en su cuello. Dejó esparcidos algunos besos ligeros en su piel e hizo nacer algunos suspiros por parte de la bella rubia.

‒ Regina…

‒ ¿Ves…? No hay ninguna razón para temer‒ dijo ella mientras continuaba recorriendo su cuello. Después posó sus dos manos en cada uno de los hombros y la empujó ligeramente hasta que Emma chocó con la cama. Se separó de Regina y la miró, a los ojos, como si intentara sondear la mente de la bella alcaldesa. Todo lo que pudo leer fue el deseo y las ganas de satisfacerla y, solo esa idea, la hizo estremecerse. De un solo golpe, le pareció que su cuerpo tomaba el relevo en modo piloto automático y pegó, más violentamente de lo que habría querido, sus labios a los de Regina. Sin reflexionar, desabotonó la camisa de satén de la joven y entonces descubrió el nacimiento del escote de Regina. Esta le cogió las manos ‒ Emma, ¿estás segura? ¿De verdad? No quiero que te sientas obligada.

‒ Hace diez años

‒ ¿Qué?

‒ Cuando lo dijiste, cuando dijiste que hacía diez años que nos conocíamos, tomé consciencia de que…He perdido tanto tiempo. Creo que me sentí atraída por ti desde el minuto en que te vi salir de tu casa y correr hacia un Henry fugitivo. Tu expresión de susto y tu mirada oscura cuando comprendiste quién era yo. Francamente, en ese momento hiciste que me cagara‒ bromeó ‒ Diez años en que mi amor por ti ha ido creciendo, con pequeños gestos, miradas. Creo que tomé consciencia de muchas cosas cuando Henry fue secuestrado y llevado a Nunca Jamás

‒ También fue ese el momento en que conociste al que sería tu futuro marido…

‒ Sí. Porque creía, en ese momento, que no tenía otra alternativa. Pero ahora…Puedo finalmente hacer lo que quiero, sentir lo que quiero…‒ la besó de nuevo ‒ Yo…Regina…Hazme el amor

Ante esa declaración abrupta, Regina no supo qué responder. Así que, en lugar de respuesta, la besó con una rara intensidad. Empujó delicadamente a Emma para que se sentara en la cama. La bella rubia se quedó sin voz, comiéndose con la mirada a Regina que se desvestía despacio, dejando aparecer un busto casi desnudo en su sujetador negro.

Emma estaba en contemplación y su mirada no se desvió ni una sola vez de Regina, incluso cuando esta se arrodilló y posó sus manos en cada una de sus rodillas. Ni siquiera cuando las deslizó bajo su falda y fue subiendo y subiendo hasta que intimó a Emma a acostarse para alzar sus caderas, cosa que hizo la bella rubia y de repente, vio cómo su vestido pasaba por encima de su cabeza, encontrándose medio desnuda ante los ojos golosos de Regina.

Se sintió, de repente, incómoda y puso sus manos delante de su pecho. Regina sonrió y se enderezó para cogerle las manos.

‒ ¿De qué te avergüenzas? Eres magnífica…

Emma habría querido replicar, pero nada salió. Y cuando Regina depositó algunos besos en el nacimiento de sus pechos, su respiración se volvió anárquica, no por el miedo, sino por el deseo. Tenías ganas de más, de todo, de Regina. Así que, hundió sus manos en la cabellera de ébano de su compañera hasta agarrar en su puño un grueso mechón y tirar de la cabeza de Regina hacia ella para besarla apasionadamente.

‒ Hm…¿Quieres jugar así?‒ murmuró Regina

‒ ¿Cómo?

‒ ¿Quieres conducir el baile?

‒ No, yo…Ni siquiera sé cómo hacerlo

‒ De momento alguna idea hay‒ sonrió Regina ‒ Pero si te parece…‒ ella se enderezó y en un gesto, desabrochó su sujetador y desveló un pecho perfecto a los ojos de Emma ‒ Voy a comenzar yo. Estás libre para imitarme

Paseó su índice por los bordes del sujetador de Emma, deslizando subrepticiamente un dedeo bajo la tela. Después descendió hasta jugar con el ombligo, hasta detenerse en la frontera que marcaba el tanga de la bella rubia.

Regina lanzó una ojeada a Emma que tenía la suya fija en el techo, ciertamente concentrándose para no perder pie enseguida.

‒ Emma, si es demasiado, demasiado rápido, dímelo

‒ Continúa‒ susurró Emma ‒ Por favor

‒ Entendido‒ sonrió Regina, feliz de satisfacer ya a Emma

Así que, lentamente, pasó su índice sobre el fino tejido, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda…Y en cada ida y venida, descendía más hacia abajo, cada vez más abajo hasta notar el calor y la humedad a través del tanga. Con una sonrisa depredadora sobre el rostro, comprendió que Emma estaba lejos de ser indiferente. Ejerció una breve presión y Emma se sobresaltó. Volvió a comenzar y escuchó cómo Emma suspiraba su nombre.

Entonces, decidió subir el listón. Su índice se volvió más curioso y ascendió para deslizarse bajo el elástico del tanga. Notó que Emma se tensaba ligeramente y quiso juzgar su estado alzando la mirada. Se deparó con la mirada de Emma que la observaba fijamente, una mirada cargada tanto de deseo como de aprehensión.

‒ ¿Todo bien?

‒ S…Sí…No te pares

Regina sonrió

‒ No tengo intención

Y para concluir, la mano siguió al índice y sus dedos se posaron sobre la intimidad de Emma. Sin esperar, Regina comenzó un dulce baile y Emma se aferró a las sábanas hasta que sus falanges emblanquecieron. Se arqueó bajo las dulces atenciones de su amada antes de soltar un largo suspiro.

‒ Regina…

Esta última le administró sus dulces caricias, aderezando todo con besos por aquí y por allí sobre su vientre.

‒ Emma…

Ella comprendió pues, incluso en su ardor, Regina aún estaba siendo atenta. Le pidió implícitamente si podía ahora ir más lejos. Y aunque ella estaba petrificada de miedo, Emma no pudo sino dejarse ir a las caricias de Regina, confiar en ella como nunca. Así que, como toda respuesta, hundió una de sus manos en la cabellera de Regina, mientras que la otra se aferró a una de las manos de Regina, sus dedos entrelazándose.

Regina comprendió y, tiernamente, tomó posesión de Emma, y esta dejó escapar una largo suspiro de satisfacción. Las sensaciones eran diferentes. Intentó no comparar, pero era en vano: lo que sabía era que lo que vivía actualmente era lo más verdadero y lo que más lógica tenía. Perdió toda noción: tiempo, espacio…No veía y no sentía sino a Regina. Cerró los ojos y de repente, un breve calambre y un estremecimiento se hicieron sentir. Apretó sus muslos, aprisionando la mano de la bella morena.

Esta última se enderezó y al ver la respiración anárquica de su compañera, sonrió. Sin embargo, no se detuvo y profundizó incluso su movimiento, tomando a Emma con más intensidad.

‒ ¡Ah! Reg…

Estaba a punto, Regina lo sabía. Entonces, sin que su mano abandonara su entrepierna, se incorporó y tomó los labios de Emma en un ardiente beso, buscando así camuflar un vibrante orgasmo cuando su mano, en una última línea recta, aceleró el ritmo.

Emma se arqueó violentamente antes de aferrar los hombros de Regina, clavando sus uñas en su carne. Regina hizo una ligera mueca, pero no soltó para nada a su presa. Y cuando notó que el cuerpo de Emma temblaba y después se relajaba, consintió finalmente dejarle un poco de respiró a su compañera.

Su mano se apartó de sus muslos para posarse en la cadera de la joven. Depositó un tierno beso en el hombro de Emma y posó ahí su mentón.

‒ ¿Estás bien?

Emma sonrió y se movió hacia un lado para encontrarse cara a cara. Se acurrucó contra ella y hundió su cabeza en la nuca de su compañera, murmurándole un ‒ Te amo

‒ Emma…

‒ Sé que es un cliché terrible decirlo después de un momento como este, pero…Es lo que siento, Regina. Es lo que he sentido. Jamás he sentido algo parecido, tal intensidad. Y no te hablo del orgasmo en el sentido estricto. Hablo…‒ se incorporó y la besó tiernamente ‒ una osmosis…Y lo que siento ahora pensaba que no lo sentiría de nuevo, al menos no antes de mucho tiempo

‒ ¿Qué sientes?

‒ La felicidad. Soy feliz

Regina sonrió y depositó un furtivo beso en su frente.

‒ Entonces mucho mejor

‒ ¿Y tú? ¿Lo eres? ¿Feliz, quiero decir?

‒ ¿Si lo soy? Hm… ¿Hay una palabra más precisa que pudiera definir un estado mejor que la felicidad?

‒ ¿El éxtasis?

‒ Quizás. Pero mientras, sí, soy feliz, Emma

La bella rubia la miró y de repente se puso encima de ella.

‒ Enséñame‒ le murmuró

Regina comprendió inmediatamente y le acarició la mejilla antes de tomar entre sus dedos un mechón dorado.

‒ Ven aquí

La atrajo hacia ella antes de besarla tiernamente. Y así pasó buena parte de la noche: ella le enseñó y Emma la imitó, hasta encontrar ella misma lo que podía satisfacer a Regina. Así, descubrió el punto sensible de la bella morena, en la nuca, justo tras la oreja. Hubo torpezas, pero al final, eso pasó desapercibido en el momento.

Se quedaron dormidas una en los brazos de la otra, teniendo cuidado de que cada milímetro de sus cuerpos estuviese en contacto.


Solo un rayo de sol traspasando la cortina, y golpeándole en el rostro, despertó a Emma. Se frotó los ojos y se estiró antes de que su mano chocara con la espalda de Regina. Se quedó quieta y se giró para ver la cabellera de su compañera, que sobresalía del edredón. Sonrió y se deslizó hacia ella antes de pegarse a su espalda, hundiendo su nariz en sus cabellos. Cuando Regina ronroneó ligeramente, se soltó y la bella morena se giró hacia ella.

‒ Hm…Buenos días…

‒ Hey, hola. ¿Has dormido bien?

‒ Bastante, sí. ¿Y tú?

‒ Nada mal‒ sonrió Emma ‒ Tengo hambre…

Regina rio.

‒ Bien…Sé lo que tengo que hacer‒ dijo incorporándose. Y cuando iba a dejar la cama, notó la mano de Emma en su brazo.

‒ Hey, no era una orden, eh…

‒ Lo sé. Pero déjame satisfacer tu estómago, después de haber satisfecho tu cuerpo

Emma se puso roja como un tomate y se escondió bajo el edredón.

‒ ¡Idiota!

Regina se levantó, se puso su albornoz y bajó. Algunos minutos más tarde, Emma notó un buen olor a tortitas salir de la cocina. Sonrió y suspiró: sí, era feliz y lo que vivía ahora, lo quería para su día a día, para siempre.


‒ ¿Estás lista?

‒ ¿Debería estar serena? Estamos delante de casa de tus padres para recoger a tu hija y anunciarles a la vez que estamos juntas. ¿Qué podría ir mal?

‒ Nuestra

‒ ¿Perdón?

‒ Nuestra hija‒ rectificó Emma con una sonrisa ‒ Además, para nada parece sospechoso que estemos las dos para recogerla‒ ironizó Emma ‒ Todo irá bien. ¿De qué tienes miedo? ¿Que yo cambie de opinión? ¿Que ellos me pongan de patitas en la calle? ¿Has olvidado que tenemos a David de nuestro lado?

‒ Lo sé, lo sé‒ entonces sonrió ‒ ¿Has dicho "nuestra hija"?

‒ Sí, ¿y? Es verdad, ¿no? Hope te considera una segunda mamá, aunque aún no lo exprese aún a la perfección. La has visto crecer…Y además, cuando vivamos juntas…

‒ ¿Vivir juntas?

‒ Sí, por cierto…He pensado…

‒ ¿Sí?

‒ Que podríamos irnos a tu casa, es mucho más grande. Y podría mantener mi casa actual para Hope cuando ella tenga la edad, si ella lo desea.

Regina rio

‒ Lo tienes todo previsto, vaya

‒ No, pero, de hecho, es lo que vendría a continuación ¿no?

‒ Sí, tienes razón. Pero antes de hacer planes a lo loco, pasemos antes esta prueba

‒ Perfecto‒ besó a Regina en los labios y salió del coche, seguida de Regina, y antes incluso de llegar a la puerta, esta se abrió dejando aparecer a Neal.

‒ ¡Emma!‒ corrió hacia ella, saltándole a los brazos, cortándole la respiración a su hermana mayor.

‒ ¡Autch, pequeño monstruo, despacio! Tu hermana ya no es tan joven

‒ ¡Pero si tú eres joven!

Después apareció Snow, con el delantal puesto.

‒ ¡Neal, deja tranquila a tu hermana! Entrad. Hope acaba de terminarse su biberón.

‒ Oh, genial, no tardará en dormirse.

‒ Entonces, ¿cómo estás? En fin, ¿cómo estáis?

Emma y Regina intercambiaron una mirada de entendimiento y la joven rubia sonrió.

‒ Todo va bien.

‒ ¡Bien! La comida está lista. ¡David, proponle un aperitivo a tu hija!‒ ordenó ella mientras que Emma iba a sentarse

‒ Por supuesto. Señoras.

Ellas le siguieron hasta el salón y de repente, David miró en dirección a la cocina donde Snow se había puesto manos a la obra.

‒ Entonces…¿Es el gran día?

‒ ¿Qué?

‒ ¿Es hoy cuando finalmente nos vais a anunciar que estáis juntas?

Emma abrió los ojos de par en par y cogió a su padre por la manga para alejarlo un poco de la cocina.

‒ ¡No tan alto!

‒ Calma. Entonces, ¿es así?

‒ …

Ante la expresión incómoda de Regina y la poco segura de su hija, él sonrió

‒ Estoy contento por las dos

‒ ¿De verdad?

‒ Sé que hubo malos comienzos, pero…Hace meses que veo a Emma pelear contra un montón de sentimientos y, finalmente, vuelve a sonreír, y solo es gracias a ti‒ Regina sonrió ‒ Sin embargo, va a ser necesario que tenga una seria conversación con mi futura nuera

‒ ¡Papá!

‒ Eso te dará tiempo para ir a decírselo a tu madre. Venga

Emma frunció el ceño y dudó en dejar a su novia con su padre o ir a hablar con su madre. Pero ante la insistencia de David, no tuvo elección.

Tocó en el marco de la puerta

‒ ¿Necesitas ayuda?

‒ Oh, cariño, no, todo bien

Emma se acercó de todas maneras y se apoyó en la encimera, al lado de su madre.

‒ ¿Qué hay de comer?

‒ Pollo marinado. Ha sido Neal el que ha insistido. Le chifla el pollo‒ dijo riendo

‒ Un buen carnívoro

‒ Entonces…¿Qué hay de nuevo?

Emma mira hacia Regina y David en plena conversación y sonrió

‒ Tengo…una cosa que decirte

‒ ¿Hm?


‒ Entonces, ¿tendré derecho a la tradicional charla paterna?

‒ Seguro. Nuestra situación familiar es bastante complicada, pero tengo con Emma una relación que casi podría parecerse a una relación padre/hija. Así que, sí, podría advertirte que, si la hieres, si la traicionas…No hay mundos suficientes o hechizos sobre esta tierra para esconderte, y haré tu vida imposible.

‒ …

‒ ¿Sabes? Cuando me dijo lo de Killian y sus engaños, me sentí impotente, pues mi hija sufría y estaba triste y yo no había visto nada. Tenía puestas unas orejeras porque pensaba que eran la pareja perfecta, pero estaba equivocado de lado a lado.

‒ …

‒ Me atrevo a esperar que eso no suceda contigo

‒ Quiero a Emma, infinitamente

‒ La quieres, pero, ¿la amas? ¿La amas hasta el punto de dar la vuelta al mundo para encontrarla si desapareciera? ¿La amas hasta el punto de poner tu vida en peligro para salvarla? ¿La amas lo bastante para dar tu vida a cambio de la de ella si fuera necesario? No digo que el amor solo sea sacrificio y lucha, pero quiero estar seguro de que ella está segura, física y emocionalmente contigo

Regina sonrió

‒ He luchado durante mucho tiempo contra mis sentimientos por Emma. Porque teníamos caminos, vidas diferentes. Ella estaba con Killian, yo tenía a Robin…Después el mundo cambió y hemos evolucionado. Haré lo que haga falta para que Emma no sufra más. Para que mantenga su sonrisa que tanto me gusta‒ lanzó una mirada a Emma en la cocina ‒ Así que, sí, la amo. Quiero vivir con ella, quiero criar a Hope como mi hija. Quiero…Quiero que se convierta en mi mujer, para lo malo, pero, sobre todo, para lo bueno.

David la miró y sonrió, entonces, tranquilo.

‒ Bien. Menos mal que no tengo que darte la eterna charla sobre el sexo…

Regina se tensó, y cuando David vio su cara, estalló en una carcajada.


‒ ¿Cariño? ¿Algún problema?

Las risas de David captaron la atención de Emma y cuando vio que Regina le daba una palmada en el hombro, se tranquilizó.

‒ Yo…Tengo a alguien

‒ ¿Perdón?

‒ Estoy con alguien, mamá‒ soltó Emma con una voz más segura

‒ ¿De verdad? ¿Y quién es el afortunado?

Emma se giró hacia ella e inhaló

‒ Regina

Snow dejó de cortar las zanahorias y se quedó inmóvil durante unos segundos antes de girarse hacia su hija, anclando su mirada en la de ella.

‒ Dios mío…Ya era hora de que lo confesaras

‒ Qu…Qué…Pero…¿Lo sabías?

‒ Tenía fuertes sospechas

‒ ¿Desde cuándo?

‒ El baile en Arendelle. Cuando te marchaste del baile, observé cómo cambió el comportamiento de Regina. No soy idiota. Y supongo que David estaba al corriente antes que yo.

‒ Yo…No le dije nada, lo comprendió solo. No quería darte de lado, pero tenía miedo…

‒ ¿Miedo?‒ Snow suspiró ‒ Puedo entenderlo

‒ Y para ser precisa, el baile no fue el comienzo de nuestra relación. Yo me declaré, pero ella me rechazó.

‒ ¿De verdad?

‒ Ella tenía miedo, creo. Yo tomé conciencia real de mis sentimientos en Nueva York. Hay que decir que Henry siempre fue más inteligente que yo.

‒ Ya veo…

‒ Pero…Estamos juntas desde hace solo dos días‒ lanzó una mirada a Regina, y sonrió ‒ La amo, ¿sabes? Comprendo que, para ti, sea extraño, pero…Creo que ella siempre ha tenido un sitio en mí. Desde que la vi, lo supe

Snow miró a su vez a Regina

‒ Ya veo

‒ Mamá, yo…

‒ Estoy feliz por ti, por las dos

‒ ¿De verdad?

‒ Estoy apenada de que hayas sentido miedo de mi reacción. Pero, no puedo culparte. Al final, te has lanzado y estoy feliz. Imagino que David está ahora mismo cumpliendo con su rol de padre advirtiendo a Regina de los posibles peligros de herirte o hacerte infeliz. No tengo que hacerlo yo, está bien

‒ Snow…

‒ Cariño, estoy siendo sincera, estoy feliz por las dos. Te he visto estos últimos meses hundirte en la tristeza por haber perdido a un marido que no te daba el valor que merecías. Lo siento, y me excuso por no haber comprendido antes que, a pesar de lo que todo el mundo pensaba y esperaba, él no era para ti. Estaba lejos de imaginar que Regina sería la buena persona, pero ¿quién soy yo para decirte a quién amar? Si eres feliz y estás segura de ti, entonces no puedo hacer otra cosa sino seguirte.

‒ Wow…Jamás habría pensado que…

‒ Sí, y es lo que más me entristece. Que mi hija no haya tenido suficiente confianza en mí y en mi juicio para creer que estaría feliz por ella. Evidentemente, pensar que es con Regina sigue siendo extraño, pero…Es lógico. La prueba, yo sola lo he adivinado. Y tu querido padre no ha soltado prenda, ni cuando le pregunté directamente. Imagino que él pensaba que a ti te gustaría contármelo en persona.

‒ ¿Entonces no estás enfadada?

‒ En absoluto. E imagino que Regina está tan estresada ante la espera de esta conversación

‒ Para ser sincera, lo estaba mucho más que yo

‒ Entonces, debo ir a tranquilizarla, ¿no?

Emma sonrió y la abrazó

‒ Gracias

Snow respondió al abrazo

‒ Venga, venga, la comida se va a enfriar

Regina no tuvo que preguntarse cómo había ido la cosa, Emma volvió y le tomó la mano, que ella besó para tranquilizarla. Intercambió una mirada de entendimiento con Snow, y ella comprendió.

El resto del día pasó agradablemente, en familia. Emma jamás habría pensado poder vivir tal escena: su compañera y su madre, lado a lado, charlando de todo y de nada.

Emma no podía describir el estado en el que se encontraba en la actualidad, entre el sueño y la realidad, entre el éxtasis y la felicidad total. Sí, era feliz, en el sentido más puro del término.


‒ ¿Estás lista?

‒ Emma…Tampoco es una coronación‒ rio Regina mientras se ajustaba su moño

‒ ¿Estás de broma o qué? ¡Una revelación de sexo! ¡Es súper importante! ¡Y mucho más cuando es nuestro futuro hijo!‒ dijo Emma saliendo del cuarto de baño ‒ Wow, estás magnífica

‒ Gracias. Y tú estás…¿Desnuda?

‒ Nada mal, ¿eh?

‒ ¿Puedes, por favor, vestirte? No deseo que nuestra hija de cuatro años grite al ver a su madre así

‒ Bah, ¿qué? Soy perfecta, tú no dejas de repetirlo

‒ Debería entonces dejar de hacerlo…‒ gruñó Regina mientras le lanzaba unas bragas ‒ Toma

‒ Ohhh aguafiestas‒ Emma se puso la ropa interior ante la mirada medio divertida medio exasperada de su mujer. Regina se acercó entonces y posó una mano sobre el vientre redondeado de la bella rubia ‒ Pronto lo sabremos

‒ ¿Quieres una niña o un niño?

‒ Quiero un bebé en buena salud

‒ Eso es una respuesta fácil. No quieres mojarte…

‒ Bien, entonces dime. ¿Qué quieres tú?

‒ Hm…Me gustaría mucho una niña. Entonces, ¿y tú?

‒ Habría dicho un niño

‒ Bah, ¿ves? Por una vez no estamos de acuerdo

‒ No estamos de acuerdo a menudo, cariño. En dos años de matrimonio, creo que no hemos pasado una sola semana sin disputas.

‒ …

‒ Hey, no es un reproche. Es nuestra dinámica. Yo tengo un temperamento bastante…

‒ ¿Volcánico?

‒ Sí. Y tú eres testaruda, explosiva mezcla, eh…

‒ Que no cambiaría por nada del mundo‒ sonrió Emma ‒ Te amo

‒ Yo también te amo, pero ¿quieres ponerte algo de una vez? Los invitados no tardarán en llegar.

‒ ¡Bien, Majestad!

Regina puso los ojos en blanco antes de bajar para comprobar que el buffet estaba en preparado: el jardín estaba decorado con centenares de globos blancos y dorados y en medio, Hope, vestida con un vestidito de flores, jugando con sus muñecas.

‒ Hey, mi princesa

‒ Mamá, mira, le he hecho coletas

‒ Muy bonitas, cariño

‒ ¿Los invitados no llegan?

‒ Sí, pronto

‒ ¿Y después vamos a saber lo que hay en el vientre de mamá?

‒ Efectivamente

‒ ¡Guay!

Entonces se escuchó el timbre y los primeros en llegar fueron David, Snow y Neal. Después llegaron Henry y su familia, que habían vuelto a Storybrooke el verano pasado, definitivamente, para gran alegría de Regina y Emma. A Regina le pareció que su mujer había invitado a todo el pueblo a esa fiesta. ¡Era un acontecimiento! La reina iba a tener un hijo. Cierto, quizás no era de su sangre, pero todos sabían que era inútil discutir eso: Emma llevaba a su hijo, y punto.

Emma se había empeñado en realizar ese tipo de fiesta para desvelar el sexo del futuro bebé. A Regina no le importaba eso, lo que ella deseaba, antes que nada, era que estuviera sano. Pero ante el entusiasmo de su mujer, había cedido e incluso se había metido en el juego encargándose ella misma de la decoración.

Emma le había pedido a Lily y a Mulán que prepararan todo para la revelación. Así, solo ellas estaban al corriente del sexo y habían preparado un inmenso globo lleno de confeti del color del sexo del futuro bebé. Cuando ellas llegaron con el globo, Emma saltó de alegría: era el punto final de la fiesta.

‒ ¡Estoy contenta de que estéis aquí!

‒ Bah, solo faltaba. ¡Todo esto es gracias a nosotras! ‒ soltó Lily

Mulán venía detrás. Emma estaba muy orgullosa de decírselo a quien quisiera escucharlo que fue por su iniciativa que Mulán y Lily se habían encontrado. Evidentemente, no fue sencillo y Emma tuvo que echar mano de habilidad para hacerles comprender que estaban hechas la una para la otra. Desde entonces, eran, como Emma y Regina, inseparables.

‒ ¡Venga, comencemos! ‒ se puso eufórica Emma cogiendo el globo

Ella guio a su mujer hasta el centro del jardín y, juntas, aferraron la hebilla que retenía el enorme globo de helio que flotaba sobre ellas.

‒ ¿Lista?

‒ Lista

‒ Te amo, Regina. Soy una mujer completa

‒ No es un concurso, pero…Yo lo soy mucho más‒ posó su mano sobre el vientre de su mujer ‒ ¿Quién habría creído que estaríamos aquí hoy?

‒ Yo…Si hubiera creído en ello con más fuerza, habría luchado para tenerlo mucho antes. Pero cada cosa a su tiempo y si esto ha llegado ahora, es que había una razón.

‒ Sí, creo que era el momento oportuno, y no lo lamento.

Aferraron la pequeña hebilla y Emma asintió con la cabeza para darle luz verde a Mulán. Esta enarboló su arco.

‒ No falles, eh…‒ le murmuró Lily

‒ Sh…

Después lanzó la flecha que hizo estallar el globo, dejando caer el confeti sobre la pareja. Por reflejo, Regina cerró brevemente los ojos antes de sentir algunos trocitos de confeti en forma de corazón caerle encima. Abrió los ojos y cogió el que había caído sobre su brazo: era rosa.

‒ ¡Una niña!

Pero cuando dobló el corazón, otro, pegado detrás, era azul

‒ Pero…¿Qué…? ‒ miró a Emma que le sonreía ‒ Tú…¿Gemelos?‒ la bella rubia asintió, toda sonriente

‒ ¡Sorpresa!

‒ ¡Lo sabías! ¡Lo sabías y no me dijiste nada!

‒ Bah, tenía la intención de decírtelo, pero…Tenía miedo de que me envolvieras en tu papel de burbuja y me prohibieras salir de casa

‒ ¿Conocías el sexo?

‒ No

‒ Pero ¿cómo…si los bebés hubieran sido del mismo sexo?

‒ Les había dicho a las chicas de pone sobre los corazones

Regina miró de nuevo los dos corazones en su mano, después el vientre de su mujer

‒ Gemelos…

‒ ¿Estás contenta?

‒ ¿Contenta? ¡Eso es un eufemismo!‒ la tomó en sus brazo y la besó tiernamente, antes de que Hope llegara, los brazos cargados de confeti

‒ ¡Mira, tengo muchos, has visto!

Emma, entonces, se arrodilló

‒ ¿Sabes por qué hay azules y rosas?

‒ No

‒ Mamá tiene dos bebés en su vientre: una hermanita y un hermanito para ti

‒ Pero…¡no van a tener espacio!

Todo el mundo se echó a reír, salvo Hope que estaba, seriamente, preocupada por la falta de espacio en el vientre de su madre.

‒ Es por eso por lo que, cuando ya no tengan más sitio, saldrán

‒ De acuerdo. ¡Va a haber muchos bebés!

‒ Sí, cariño‒ ella se giró hacia Regina ‒ Vamos a tener que arreglar como se debe el cuarto de los bebés. ¿Estás lista a ponerte manos a la obra con la pintura?

Regina sonrió

‒ Por ellos, siempre

Semana tras semana, mes tras mes, su amor no había dejado de crecer y se extenderse por la ciudad como la más hermosas de las magias. El camino había sido largo y a veces, caótico, pero el resultado estaba más allá de las esperanzas de Emma. Finalmente estaba colmada como mujer, como esposa y como madre. Regina no dejaba de cuidar de ella como la octava maravilla del mundo. Era una madre atenta a Hope y no imaginaba lo contrario con respecto a los futuros bebés. Sí, a veces había disputas y portazos, pero lo importante era la reconciliación y Regina sospechaba que Emma montaba, a veces, escenas por nada, solo por la "reconciliación"

Pronto la ciudad acogería a un nuevo príncipe y a una bella princesita. Emma, ella misma, se sentía mimada con todas las atenciones de Regina. Ella se lo devolvía en su justa medida cada día. Todos estaban de acuerdo en decir que no había mejor dúo para reinar sobre esa ciudad y los mundos de alrededor.

Eran felices, simplemente.

FIN