Cap 13

—Desde esa noche mejoraste mucho. Todos estaban sorprendidos; los médicos no podían creerlo. Para ellos, el que murieras era un hecho, pero día a día tu cuerpo comenzó a recuperarse. Los moretones se desvanecieron y, poco a poco, las máquinas de soporte vital dejaron de ser necesarias —comentó Ranma, visiblemente aliviado.

—Has debido pasarlo muy mal todo este tiempo... todos debieron pasarlo mal. ¿Estuviste aquí todo el tiempo? —preguntó Akane, con una mezcla de asombro y gratitud.

—Bueno, a excepción de la noche en que estuve detenido y las veces que tuve que hacer declaraciones y denuncias, sí. En la sala de cuidados críticos era más difícil que no me descubrieran; solo se permitían visitas por una hora al día, pero siempre encontré la forma de quedarme. Luego, cuando mejoraste y te trasladaron aquí, a observación, ya no hubo problemas... ya me permitieron quedarme a tu lado sin problemas. —Sonrió suavemente—. Por cierto, debemos agradecer al doctor Tofú por muchas cosas. Gracias a él nos asignaron esta habitación privada para ti. También participó activamente en las decisiones y tratamientos médicos de tu condición. Al parecer, tiene muchos amigos en este hospital.

—Vaya, el doctor Tofú es realmente una buena persona. Recuérdame agradecerle la próxima vez que lo vea. Y tú, Ranma... eres aún más lindo de lo que recordaba —comentó, ruborizándose un poco—. Pero no era necesario que te quedaras aquí todo este tiempo. El hospital debería ser un lugar seguro —meditó unos segundos —... mmm...bueno, quizás no tanto, considerando que tú y la abuela Cologne se colaron en las noches. —Ambos rieron ante el comentario—. Supongo que tenías razón al no querer dejarme sola —añadió, acariciando suavemente su mejilla.

Ranma se hundió en la caricia de Akane.

—No te habría dejado sola, aunque tuvieras una guardia en la puerta. Tampoco quería que despertaras sola. Sé que no lo recuerdas, pero quería estar aquí en caso de que despertaras asustada o con algún trauma. Nuestros padres estuvieron de acuerdo en que me quedara, pero tuvieron que firmar documentos, porque legalmente no soy nada tuyo. No podían darme tus diagnósticos ni actualizaciones de tu salud; solo tu padre podía acceder a esa información. Aun así, él permitió que también me informaran a mí sobre tu situación.

—De todas formas... me siento muy mal por todo lo que tuviste que vivir... luces muy cansado y delgado —dijo Akane, preocupada.

—No te sientas mal, nada de esto ha sido tu culpa. ¿Y crees que estoy más delgado? —preguntó, algo incrédulo—. Quizás he perdido algo de musculatura por no hacer ejercicio, pero, además de los almuerzos de Ukyo, Kasumi me trae desayuno y cena. Me he alimentado lo suficientemente bien. Pero cuando salgamos de aquí, ambos podemos retomar nuestras rutinas —prometió, besando la mano que lo seguía acariciando con ternura—. Tú también estás un poco más delgada, pero pronto volverás a estar saludable... y bien caderona, como me gustas.

—¡No me llames gorda! —exclamó, molesta e indignada.

—No he dicho gorda... dije caderona, y me encanta tu cuerpo de diosa griega. Ya me cansé de negarlo —dijo con firmeza, sin dejar espacio a dudas.

No muy convencida, Akane hizo un puchero, a lo que Ranma soltó una pequeña carcajada.

—Es verdad... me encantas tal y como eres.

Akane lo miró con ternura. Quería, necesitaba besarlo de nuevo, sentirlo cerca, demostrarle lo agradecida y enamorada que estaba. Llevó su mano a la nuca de su prometido para acercarlo a sus labios, pero justo en ese momento, un golpe en la puerta interrumpió el gesto. Lentamente, se separaron, decepcionados, mientras una persona entraba con una escueta bandeja de comida.

—Disculpen, he venido a dejarle su almuerzo. Esto es para usted, señorita Tendo —dijo la mujer, arrastrando un carrito lleno de bandejas. Dejó una frente a Akane en una mesita móvil junto a la cama—. Debo recordarles que la comida es solo para la paciente, por favor.

Ranma bufó casi inaudible ante la insinuación de que él se comería la comida de su prometida. Cuando la mujer salió de la habitación, Ranma se levantó y acercó la mesita hacia Akane, comenzando a desenvolver los alimentos: una sopa, unas galletas y un yogurt.

—Esto ni siquiera puede considerarse comida —comentó molesto—. ¿Cómo esperan que te recuperes solo con esto?

—Está bien, Ranma... así son los hospitales —respondió ella, intentando aliviar la tensión.

Ranma le acercó la sopa y una cuchara, pero, justo cuando Akane extendía los brazos para tomarla, él la apartó con una sonrisa traviesa.

—Creí que la comida era para mí —se burló.

—Tengo una mejor idea... yo te la voy a dar.

—Eso es completamente innecesario —dijo Akane, alzando una ceja con incredulidad—. Soy perfectamente capaz de hacerlo sola.

—Mmmm... creo que yo puedo hacerlo mejor —insistió Ranma, mientras se sentaba en la silla para acompañantes.

Le ofreció la primera cucharada y, aunque Akane lo miró al principio con recelo, finalmente cedió, dejándose alimentar en un acto íntimo que denotaba entrega y confianza. La sopa estaba algo desabrida, pero el hambre que tenía la llevó a terminarla. Después siguieron las galletas y finalmente el yogurt.

Ranma, satisfecho, colocó todos los envases vacíos en la bandeja y la dejó a un lado.

Para cuando Ranma volvió a sentarse en la silla, Akane no pudo evitar sentirse culpable al verlo en esa postura tan incómoda. Sabía que él había pasado tres semanas enteras durmiendo en esa silla dura, sin una cama adecuada, y eso debía ser agotador.

—Recuéstate a mi lado, por favor. Cabemos los dos, debes estar muy incómodo en esa silla —le pidió Akane, su tono suave y lleno de afecto.

—No debería... seguro que la enfermera me regañará —respondió Ranma, ajustándose nuevamente en la silla.

—No creo que venga nadie en un buen rato... además, me gustaría mucho estar más cerca de ti —insistió Akane, su voz cargada de cariño, un sentimiento al que Ranma no pudo resistirse.

—De acuerdo... pero si aparece una enfermera, le diré que me amenazaste con golpearme si no lo hacía —bromeó Ranma, logrando arrancarle una sonrisa divertida a Akane.

Le hizo un espacio en la cama, y Ranma se deslizó con cuidado, quedando de costado frente a ella. Sin pensarlo, ella lo abrazó de inmediato, hundiendo su cabeza en su pecho, sintiendo el calor de su cuerpo y el ritmo suave de su respiración. A medida que lo abrazaba, percibía cómo los músculos de su prometido comenzaban a relajarse. Era como si, después de días de tensión y tormento, finalmente estuviera encontrando un poco de paz.

Él le devolvió el abrazo y comenzó a acariciarle el cabello con suavidad. Durante días había temido no volver a tener la oportunidad de abrazarla así, y luego, durante semanas, había extrañado profundamente no poder hablarle o estar más cerca de ella. Ahora, sentirla entre sus brazos le traía una sensación de alivio y gratitud que no había experimentado en mucho tiempo.

—Perdóname —susurró de repente, levantándole el mentón con delicadeza para que sus ojos se encontraran con los de Akane. La intensidad de su mirada casi la dejó sin aliento.

—¿Por qué? —preguntó ella, genuinamente sorprendida.

—Se supone que debía protegerte... y casi mueres por mi culpa —dijo Ranma, su voz apagada por la culpa que lo había estado atormentando—. No llegué a tiempo... no pude defenderte.

Akane negó suavemente con la cabeza, buscando calmarlo.

—No fue tu culpa, Ranma. No puedes responsabilizarte por lo que hacen los demás... y no es tu deber protegerme todo el tiempo —respondió con ternura.

—¡Sí lo es! —insistió Ranma, con una intensidad que hizo que su voz sonara más fuerte de lo que pretendía—. Tú no estarías en este estado de no ser por mí. Si yo no fuera tu prometido, esto nunca te habría pasado. Mi padre nunca debió meterme en todos estos problemas.

Akane sintió un dolor profundo en el pecho al escuchar esas palabras. —Lamento ser uno de esos problemas. Quizás hubieras preferido que nuestros padres jamás nos hubieran comprometido —respondió con molestia, pero su voz cargada de tristeza. Desvió la mirada, rompiendo el contacto visual, mientras intentaba soltarse de su abrazo.

Ranma, incrédulo y casi desesperado por lo que acababa de oír, la atrajo a él con fuerza y la abrazó nuevamente.

—¡No seas tonta! Tú eres una de las pocas cosas buenas que mi padre hizo dentro de todo su egoísmo… y no pienso alejarme de ti. Me refería a que, por mi culpa y por el desastre de padre que tengo, ocurrió todo esto. Él fue quien me "vendió" a otra prometida aun sabiendo que ya tenía un compromiso pendiente, y que luego me llevó a China donde me vi envuelto en todo el asunto con Shampoo, pero la mayor responsabilidad es mía, porque después se unió la loca de Kodachi y no hice nada al respecto. Debí haberle puesto fin a esto hace mucho tiempo, jamás debí permitir que todo llegara tan lejos. Yo te amo, Akane, desde hace mucho, y fui un cobarde por no reconocerlo antes. Por eso siento que todo es mi culpa —finalizó en un susurro, su voz cargada de emoción, justo antes de que Akane lo besara de manera inesperada y asombrada que su prometido le dijera que la amaba, esta vez sin tartamudear en el intento.

—Yo... también te amo, Ranma —le interrumpió Akane, sonrojada y algo avergonzada—. No te atormentes más, por favor. Yo no te culpo por lo que pasó, y no creo que nadie lo haga, Ranma.

Con el corazón aún lleno de culpa, Ranma bajó la mirada por un momento antes de hablar, su voz temblorosa. —Me siento estúpido por haber tenido que pasar por todo esto para darme cuenta de que debí protegerte mejor, de que debí haberte cuidado como te mereces. Te prometo, Akane, que no permitiré que algo así vuelva a suceder. No dejaré que nadie te haga daño, nunca más.

—Gracias, Ranma —respondió Akane en un susurro, sintiendo cómo cada palabra de él llegaba a lo más profundo de su ser.

—No, gracias a ti —dijo Ranma, levantando la mirada, sus ojos llenos de una vulnerabilidad que Akane pocas veces había visto en él—. Por darme un amor que no merezco. Sé que no he sido el mejor ni el más amable prometido... pero te juro que haré lo que sea para estar a la altura y compensártelo.

Akane lo apreció con dulzura, sus ojos brillando con lágrimas contenidas, feliz por la promesa recién manifestada.

Él la besó suavemente en los labios, separándose apenas lo suficiente para bromear con una sonrisa antes de volver a besarla con más intensidad. —Sabes a yogurt. —ella también río.

Después de varios minutos de besos desvergonzados, cargados de una intensa pasión, suaves gemidos se escapaban de los labios de Akane como dulces susurros. Su corazón latía con fuerza, y el calor de sus cuerpos se entrelazaba en un abrazo íntimo. Sin embargo, después de perderse en aquel torbellino de sensaciones, Akane se apartó un poco, respirando con dificultad, sus mejillas ardían con un rubor evidente.

—Ranma... —gimió su nombre con un tono titubeante, sus ojos reflejaban un deseo creciente, como llamas danzantes en la oscuridad—. ¿Me podrías acariciar?

Su voz, suave y cargada de anhelo, resonó en el aire entre ellos, llenando el espacio de una intimidad palpable.

Ranma la miró, sorprendido pero profundamente conmovido. —Claro... ¿te parece bien aquí? —preguntó suavemente, su voz apenas un susurro, mientras colocaba una mano en su mejilla, acariciando su pómulo con el pulgar con delicadeza.

Akane dudó por un instante, pero luego recogió valor y se acomodó boca arriba, usando el hombro de Ranma como almohada. Con suavidad, tomó la mano de su prometido que le acariciaba el rostro y, con delicadeza, la guio desde su cuello, pasando por la curva de sus pechos, donde Ranma aprovechó para dar un apretón rápido y furtivo. La mano siguió su recorrido, perdiéndose bajo las sábanas hasta encontrarse con su abdomen, y finalmente, deslizarse hacia el sur, donde su bata cubría la zona más íntima. Instintivamente, Akane separó un poco las piernas.

—Aquí —susurró, su rostro ardiendo de vergüenza y deseo, pero sin apartar la mirada de él para tratar de demostrar seguridad.

Ranma sonrió con picardía, acariciando su cabello con la otra mano libre. Se inclinó sobre ella, susurrándole cerca de los labios.

—Alguien despertó un poco excitada, parece —comentó con voz baja y provocadora.

Akane soltó una risa nerviosa. —Es que... besarte, tus besos son muy intensos.

—¿Debería sentirme orgulloso? —murmuró Ranma con una sonrisa, sus labios rozando los de Akane mientras hablaba.

—Ya me estoy arrepintiendo de alimentar tu ego... —se burló ella, avergonzada pero juguetona.

Ranma rió bajo ante su comentario. —De acuerdo, tú mandas… tus deseos son órdenes —dijo, su voz cargada de lujuria mientras sus manos comenzaban a deslizarse más abajo, levantando suavemente la camisa de Akane bajo las sábanas.

Akane abrió un poco más las piernas, dándole la bienvenida a los dedos de su prometido, sintiendo una mezcla de nerviosismo y deseo que aceleraba su corazón en anticipación. Ranma la besó con una intensidad creciente, lleno de pasión y necesidad, mientras ambos se dejaban llevar por el momento íntimo que compartían.

Ranma palpó el área con suavidad, notando que aún no estaba lo suficientemente húmeda, lo que provocó una leve frustración en Akane cuando él retiró su mano del lugar.

—¿Te he dicho ya que eres un poco impaciente? —se burló con una sonrisa juguetona antes de lamerse los dedos, volviendo a llevarlos con intenciones claras hacia la entrepierna de su prometida.

Esta vez, con sus dedos más lubricados, se dedicó a estimular el clítoris de Akane con movimientos precisos, haciendo que ella liberara sus propios fluidos. Repetidamente, Ranma recogía la humedad de su vagina y la distribuía con destreza sobre su botón sensible, provocando que Akane emitiera una serie de gemidos suaves y eróticos, entremezclados con los besos desesperados que compartían.

La respiración de Akane se volvió más rápida, sus gemidos más intensos, mientras los dedos de Ranma trazaban delicados pero cada vez más osados círculos sobre el clítoris. Sus caricias, aunque tiernas al principio, pronto adquirieron una mayor confianza y necesidad, despertando un fuego en ella que la hacía arquearse hacia él, buscando más contacto.

—Ranma… —susurró Akane con la voz entrecortada entre los besos, su cuerpo moviéndose involuntariamente al ritmo de las caricias de su prometido.

Él gimoteó en respuesta contra sus labios mientras la besaba profundamente, sus dedos encontrando un ritmo más firme y decidido. El aire entre ellos parecía volverse más denso, cargado de deseo y pasión mientras el calor de sus cuerpos se entrelazaba.

Obscenamente, Ranma deslizó dos dedos dentro de ella, provocando una reacción inmediata de placer en Akane. Al mismo tiempo, su pulgar acariciaba con habilidad los labios vaginales, explorando cada rincón con delicadeza pero con un creciente fervor, buscando hacerla sentir completamente amada y deseada en ese íntimo momento.

Tuvieron que terminar el acto de forma inesperada y forzosa debido a que se vieron interrumpidos abruptamente por un hombre desconocido, al menos para ella, que no parecía parte del personal médico, y que irrumpió en la habitación sonoramente. Su porte imponente y uniforme impecable lo hacían destacar, y llevaba una carpeta rotulada con "Caso TA17". Al cruzar el umbral, su ceja se alzó al percibir la candente cercanía de la pareja y la abultada entrepierna de Ranma. Sin dudarlo, cerró la puerta tras de sí con un golpe seco.

Akane sintió cómo el calor subía a su rostro, sonrojándola por completo. "No puede ser," pensó, mientras una desagradable sensación de déjà vu activaba las alarmas en su mente, como si debiera temer por su vida. Ranma, reaccionando con asombrosa rapidez, cubrió a Akane hasta arriba con la sábana y se levantó, dándole la espalda al intruso mientras intentaba recuperar la compostura, apoyándose en la ventana para calmar su respiración acelerada y la evidente "situación" en sus pantalones entretanto se maldecía por su mala suerte.

—Debería saber que es costumbre llamar a la puerta antes de entrar a una habitación cerrada, oficial —dijo Ranma, con un tono cargado de molestia mientras mantenía la espalda vuelta.

—Dado que llamé al menos tres veces y anuncié mi entrada, usted debería ser más consciente de que se encuentra en un hospital con una paciente técnicamente convaleciente y estar más "atento", señor Saotome —replicó el oficial con frialdad, lo que hizo que Ranma se reprendiera a sí mismo por su incapacidad de estar "alerta" en el entorno, especialmente cuando se trataba de momentos íntimos. Era algo que definitivamente debía mejorar; que los descubrieran una segunda vez dejaba mucho que desear sobre sus habilidades marciales.

—Además, no debería estar aquí. Hay una investigación en curso y usted lo sabe.—agregó el oficial sin una gota de simpatía, sus ojos fijos en Ranma, como si esperara que el joven se justificara por su descuido. La tensión en el aire era palpable, y Ranma sintió cómo su corazón latía más rápido, no solo por la sorpresa, sino también por el deseo de defenderse.

—Es mi prometida, oficial —respondió, girándose para hacerle frente con una mirada más decidida, ya habiéndose recuperando.

—Podría ir a la cárcel por esto.

—¡No! ¡Él no tiene la culpa de nada! —exclamó Akane, alarmada, llevándose una mano a la cabeza cuando un repentino dolor la sacudió, inquietando a Ranma. Para su sorpresa, comenzó a recordar: desde el momento en que Shampoo, Kodachi y Ukyo irrumpieron en su habitación, hasta el instante en que se vio amarrada de brazos, piernas y cuello sobre un tejado. Ya no había esa laguna faltante en sus memorias.

—¿Estás bien? —preguntó Ranma, tomando su mano con preocupación, tratando de calmarla.

—S… sí… creo que acabo de recordar esa laguna que tenía hasta antes del golpe en mi cabeza. Oficial… Ranma no tiene la culpa de nada, yo ya recuerdo todo y puedo asegurar que él no hizo nada —repitió, su voz firme, decidida a proteger a su prometido en este tenso momento.

Un incómodo silencio cayó sobre la habitación mientras el oficial le dirigía a Akane una mirada severa antes de continuar:

—Es el protocolo, señorita Tendo. Se supone que debo entrevistarla tan pronto como sus médicos consideren que está en condiciones. Por cierto, me alegra ver que ya se encuentra bien y muy "activa". Soy el oficial Takimura, y vengo a hacerle unas preguntas.

—Gr… gracias. ¡Pero Ranma no hizo nada! —insistió Akane, aun visiblemente alterada.

El oficial alzó de nuevo una ceja, evaluándola en silencio. Después de unos incómodos segundos, se volvió hacia Ranma:

—Señor Saotome, ¿podría dejarnos un momento a solas?

Ranma giró para mirarlos a ambos. Sus ojos reflejaban una clara preocupación por Akane y una sutil desconfianza hacia el oficial. Con un suspiro, se acercó a la puerta y dijo:

—Estaré afuera, Akane —subrayando la palabra "afuera" con un tono que dejaba entrever una advertencia velada para Takimura.

Akane esbozó una débil sonrisa ante la evidente preocupación de Ranma. Aunque después de todo lo que habían vivido, no podía culparlo se sentirse tan inseguro.

Casi una hora después, el oficial salió de la habitación. Ranma, que había estado esperando con una mezcla de ansiedad e impaciencia, se apresuró a su encuentro. Pero antes de que pudiera pronunciar una palabra, Takimura lo interrumpió:

—Señor Saotome, ya obtuve la declaración de la señorita Tendo. Quisiera también mencionarle que su hermana, Nabiki, ha hecho un trabajo excepcional en este caso. No sé cómo lo consiguió, pero muchos de sus compañeros de instituto han declarado a su favor. Incluso logró obtener grabaciones de las cámaras del sector que muestran lo sucedido, algo que nos habría tomado semanas o meses —dijo el oficial con una sonrisa apenas perceptible—. No debería decirle esto, pero parece que no tendrá muchos problemas con la ley. Por ahora, las pruebas están de su lado.

El alivio que Ranma sintió fue abrumador. Después de semanas de preocupación, finalmente podía respirar tranquilo. No solo Akane estaba a salvo, sino que las acusaciones que lo atormentaban empezaban a desvanecerse.

—Gracias —logró decir, con la voz entrecortada por la emoción.

El oficial asintió en señal de despedida y se marchó, dejando a Ranma con una sensación de gratitud y esperanza. Sabía que le debía mucho a Nabiki, y estaba decidido a encontrar la manera de agradecerle.

Ranma entró nuevamente en la habitación, con el alivio aún fresco tras la conversación con el oficial. Sin embargo, ese sentimiento se desvaneció al instante al ver la expresión de terror en el rostro de su prometida.

—¿Q… qué ocurre, Akane? ¿Te hizo algo? —preguntó, sintiendo cómo la preocupación crecía rápidamente, acompañada de una furia incipiente ante la idea de que el oficial hubiera hecho o dicho algo indebido.

—Lo saben… —susurró Akane, apenas audible.

—¿Qué saben? —frunció el ceño, sin comprender a lo que se refería su prometida.

—Lo saben… todos lo saben… —repitió ella, con la voz temblorosa y el pánico en su mirada.

—¿Qué es lo que saben? ¿De qué hablas, amor? —insistió Ranma, con una inquietud creciente que lo empezaba a carcomer.

—El oficial… sabía que tú y yo… —Akane lo miró, sus ojos llenos de terror, incapaz de ocultar el horror que la invadía—. ¡Sabía todo, Ranma! ¡Sabía que tú y yo… que nos acostamos! ¡Todo, con lujo de detalles! —Su voz se elevó con incredulidad, mezclada con una furia que empezaba a aflorar—. ¡Y no solo eso! ¡Parece que nuestras familias también lo saben! ¿Por qué se lo dijiste? ¿No te bastaba con que Ukyo, Kodachi y Shampoo lo supieran? ¿Tenían que enterarse también nuestros padres? —exclamó, llena de dolor y rabia.

Ranma retrocedió un paso, completamente aturdido por la acusación. —Ak… Akane… por favor, déjame explicarlo…

—Será mejor que lo hagas, porque de lo contrario te prometo que no podrás moverte después de la paliza que te voy a dar —espetó Akane, con los ojos brillando de furia. La intensidad de su enojo era palpable, y Ranma sintió cómo las llamas del enfado de Akane lo rodeaban, poniendo su bienestar en un peligro muy real. Verla así, tan herida y furiosa, lo dejó sin palabras por un momento. La vulnerabilidad que lo embargaba era evidente, luchaba por encontrar las palabras correctas, las que pudieran calmarla y hacer que comprendiera lo que realmente había ocurrido.

Ranma tragó saliva, sintiendo el peso de la situación mientras intentaba explicarse.

—Lo que pasó es que… bueno, tal como te comenté antes, las personas del hospital encontraron nuestra situación bastante… sospechosa —empezó Ranma, su tono cauteloso mientras observaba a Akane con preocupación—. Te traje prácticamente desnuda, envuelta en sangre, y yo solo en pantalones. Además, tenías marcas en tu cuerpo… las que al parecer te hice mientras hacíamos el amor, y también las que Kodachi te dejó con sus cintas en el cuello y las extremidades.

Akane permaneció en silencio, su mirada oscureciéndose a medida que escuchaba. Ranma tragó saliva, sintiendo la tensión en el aire.

—Ellos dijeron que, en casos así, era común notificar a las autoridades. Habías sido atacada, y después de revisarte… encontraron algunas pequeñas lesiones internas… me refiero a tu "interior" porque sangrabas un poco —hizo una pausa, su voz quebrándose un poco antes de continuar—, pensaron que habías sido posiblemente violada. Sospechaban que yo era el principal responsable y fue una de las acusaciones que cayeron sobre mí, Akane.

El silencio en la habitación era asfixiante, y Ranma apenas podía soportar el peso de sus propias palabras. Akane seguía mirándolo, pero su expresión era difícil de leer.

—Tuve que explicarles que esas "lesiones" en tu interior probablemente se debían a que, un día antes… fue nuestra primera vez, que al día siguiente también habíamos hecho el amor y… que todo había sido consensuado —finalizó Ranma, su voz baja y temblorosa.

El rostro de Akane no cambió de inmediato, pero la rigidez en el ambiente era palpable. Ranma esperó, su corazón latiendo con fuerza, mientras el tiempo parecía alargarse interminablemente en ese momento crucial.

—Además… —dijo cauto casi susurrando —si quería presentar una denuncia contra Shampoo, tenía que contarles todo, sin dejar nada fuera. Sé que debí decirte antes, pero no sabía cómo. No quería preocuparte o enojarte más, y traté de encontrar un momento más adecuado… sabía que no podía ocultártelo por mucho tiempo, pero tampoco esperaba que te enteraras el mismo día que despertaras.

Ranma bajó la cabeza, esperando la reacción de Akane, su pecho agitado por la ansiedad mientras su confesión pendía en el aire, vulnerable y sincera.

—¿Y cómo es que nuestros padres se enteraron? —preguntó Akane, su voz apagada y llena de angustia—. ¿Es por eso que te hablaron molestos hace unos momentos?

Ranma bajó la mirada, sintiendo el peso de la culpa sobre él.

—Yo no tenía intención de que ellos supieran... —comenzó, con pesar en sus ojos, recordando esos momentos con una mezcla de frustración y arrepentimiento—. Cuando la policía se puso en contacto con ellos, se enteraron de la investigación sobre ti y las acusaciones en mi contra. Quisieron acceder al caso, y… como todavía somos menores de edad, tienen derecho a toda la información. Intenté mantenerlos alejados de los detalles más… íntimos, pero al final no pude evitarlo. Además, no tuve tiempo ni oportunidad de ordenar el desastre que quedó en tu habitación… nuestras ropas esparcidas, preservativos por el suelo… Tu padre exigió saberlo todo, Akane —terminó Ranma, con la voz quebrada por la vergüenza y tristeza que lo invadía.

Akane lo miraba con incredulidad, su respiración cada vez más rápida, al borde de una crisis.

—No puede ser… —exclamó, llevándose una mano a la frente, completamente alterada—. ¿Y qué vamos a hacer con ellos? ¿Qué vamos a hacer con tus prometidas? ¡¿Qué les vamos a decir a todos, Ranma?! Tenemos que inventar algo… decirles que todo es una confusión, que nada de eso ocurrió, o...

—¡Akane! —la interrumpió, se dirigió rápidamente a su lado, y sujetó sus muñecas con firmeza evitando hacerle daño para captar su atención y tratar de calmarla —. ¡Basta!... no más, por favor… no más esconderse, no más mentiras… no más vergüenza, amor. Por favor… yo no quiero seguir ocultando o negando lo nuestro. Estas tres semanas han sido suficientes para no querer volver a lo mismo de antes —dijo con la voz cansada, casi agotado por todo lo vivido—. Entiendo que quieras ocultarlo… esa siempre fue nuestra dinámica, ¿no? —rió nerviosamente, con una mezcla de incomodidad y dolor—. Pero yo ya no puedo vivir así, me aterra solo pensarlo y volver a exponerte a otra situación similar. Una vez que tu padre accedió a los informes, tanto médicos como policiales, no pude seguir negándolo. Estaba demasiado preocupado por ti como para prestar atención a que todo saliera a la luz. Perdóname, Akane, no pude proteger nuestra intimidad… pero estaba desesperado.

Ranma respiró hondo, su tono ahora más suave y suplicante.

—No podemos mentir sobre esto, Akane. Lo sé… todo es un desastre, pero no podemos fingir que no pasó. Tenemos que enfrentarlo juntos. No me importa lo que piensen nuestras familias o lo que digan las otras chicas o el resto del mundo. Lo único que me importa eres tú.

Akane lo miró, sus ojos aún llenos de confusión y miedo, pero las palabras de Ranma parecían llegar a ella lentamente, atravesando el caos de su mente. Su prometido lucía angustiado, y aunque unos momentos atrás pensó que no podría perdonarle aquella traición, ahora comenzaba a entender su punto de vista. Ya no había escapatoria, pero ¿podría aceptar tan fácilmente esta nueva realidad?.

—Supongo que ahora nos obligarán a casarnos —comentó, con la cabeza agachada y completamente ruborizada.

—Sí, eso fue lo primero que mencionaron cuando se enteraron… —confirmó Ranma, tratando de mantener la calma.

—¿Y qué les has dicho?

—Que sí nos vamos a casar.

—¿Perdona?... ¿Qué has dicho?

—Amor… hemos pasado por muchas cosas horribles juntos, pero también hemos compartido momentos hermosos —comentó Ranma, volviendo a sentarse en la camilla y soltando las muñecas de su prometida para tomar delicadamente sus manos—. Siempre hemos sorteado todo juntos; somos un gran equipo. He tenido tiempo para recordar cada vez que tratamos de apoyarnos mutuamente. Cada vez que te necesito, estás allí, y cada vez que tú me necesitas, yo también traté de estar a tu lado. Lo que siento por ti es muy intenso, y creo que tú sientes lo mismo por mí, con la misma intensidad.

Ranma hizo una pausa, su mirada fija en los ojos de Akane.

—No creo que hubieras accedido a nuestro último intento de boda si no fuera así… Y no creo que me hubieras besado ese primer beso al lado del canal si no estuvieras muerta de celos al pensar que yo estuviera con otra mujer. Yo jamás habría vuelto a ti, incluso sin darme cuenta muchas veces, si no te amara. A mí no me solían interesar las chicas hasta que te conocí. Eres la única en la que he tenido un interés real en toda mi vida.

Levantó la mano de Akane a sus labios y la besó suavemente, bajo la incrédula mirada de ella.

—Aún así, no es una decisión unilateral que deba tomar solo… Sé que es repentino, y no es como a ninguno de los dos nos hubiera gustado que pasara. A mí sí me gustaría casarme contigo inmediatamente, tal como lo exigen nuestros padres, pero necesito preguntarte y no quiero que sientas presión ni que te sientas forzada —Hizo una pausa para tomar valor—… tú… si... ¿me permitirías convertirme en tu esposo...?—preguntó, visiblemente ruborizado.

Akane se quedó en silencio por un momento, con los ojos llenos de lágrimas y un rostro que no reflejaba una emoción positiva. Ranma sintió una punzada de preocupación al notar que su prometida parecía vacilar, estaba molesta y frustrada cuando desvió la mirada para perder el contacto visual con él.