NA:No os voy a mentir, no sé que estoy escribiendo ;D pero hay días, más los domingos cuando sé que me espera un lunes con tanto trabajo que llegaré a mi casa solo con ganas de dormir la siesta y dejarme morir enterrado en el amor de mis dos perros ( tengo dos galgos), en los que amo escribir putiferios cargados de escenas fantasiosas y poco realistas que me hacen olvidarme de las cosas que no me gustan de la realidad que vivo.

Akaashi había amado a Bokuto de forma adolescente e infantil muchos años antes. Bueno, tampoco tantos, pensaba Bokuto si consideraba que él ahora tenía veintitrés, estaba a punto de terminar su licenciatura de grado. Cinco años daban para mucho quizá…

— ¿Os conocías ya? — preguntó Osamu sin soltar la mano de su "novio". Akaashi miró de reojo a Bokuto, sentado frente a él en aquel Denys cutre.

—Sí, del instituto — contestaron a la vez.

Todo parecía una casualidad absurda, quizá así era. No era como que el moreno fuera a darle más vueltas al asunto de lo que tenía. Pero una parte de él sentía aquella situación como un enredo del destino.

—Menuda causalidad — añadió Bokuto.

Y Akaashi Keiji no pudo evitar reírse, tapándose los labios con la taza de café negro que tenía en frente. Había cosas que no cambiaban nunca.

—Casualidad—le corrigió Atsumu sentado al lado del de pelo bicolor, que le miró con una sonrisa dulce.

Osamu y Akaashi habían empezado a verse hacía poco. Se habían conocido en un set de citas rápidas a las que Atsumu había obligado a Osamu a asistir.

El gemelo rubio, siempre con cierta facilidad, encontraba citas solo saliendo a la calle. Era propio de él, que hasta cuando no hablaba, algún o alguna interesada se acercara valiente a pedir su teléfono. De aquel modo Bokuto Kotaro, se había cruzado en su camino en un seven eleven y habían acabado quedando seguido. Salían desde hacía dos años y la cosa parecía fluctuar para bien.

Pero por lo que hacía al gemelo de cabellos plateados, ignoraba si algún chico alguna vez tenía la osadía de lanzarle ni una mirada furtiva ¿Le pedía el teléfono? Más de una vez, pero raramente contestaba a las llamadas si desconocía quién llamaba. Muchas veces era peor si sabía quién llamaba, pues miraba el teléfono con tedio esperando que se cansaran de llamar, para después mandar un mensaje escueto diciendo que no podía contestar en ese momento y que ya llamaría más tarde.

Por aquel motivo, Atsumu le había obligado a hacer aquel juego de las citas rápidas. Donde evidentemente, más de cinco chicos habían pedido su teléfono. Pero él solo se había interesado por Akaashi.

—¿Crees que en diez minutos podemos saber si hay química? — preguntó Osamu a Akaashi a los dos segundos de estar sentado frente a Keiji. Siempre le habían gustado los tipos con los ojos verdes, no se lo iba a negar. Pero una cosa era echar un polvo y otra conectar con alguien.

—No sé, en realidad creo que puede pasar— dijo Akaashi. Él estaba allí porque su editor le había obligado. Literalmente le había dicho que o llevaba una cita a la cena de empresa o estaba despedido. Aquella había sido su única idea—. A mí me pasó hace mucho tiempo, también es verdad que me gusta la literatura y en la literatura…

—Ah, eres un tío intelectual — le cortó Osamu. Le tenía fascinado, así que él también podía decir que la química se podía dar en diez segundos.

Akaashi sonrió.

—No,que va, solo trabajo para una editorial y escribo algunas cosas— se explicó. Osamu le contó que él estaba estudiando cocina. Quería abrir su propio restaurante.

Y aquello les llevó a otra cita y a otra, y a la cena de empresa. También allí, frente a Bokuto y Atsumu, de casualidad o por la causalidad.

—En una novela esto sería causal — le comentó Akaashi a Atsumu. Le acaba de conocer, pero se parecía tanto a Osamu que casi parecía fácil explicarle las cosas. Eran como dos gotas de agua.

Atsumu puso cara de haber mordido un limón, seguramente pensado en lo pedante que le parecía Akaashi, pero no dijo nada. Seguramente se lo diría más tarde a Osamu, "para un tío con el que sales y es insoportable". Y Osamu le corregiría "No salimos, solo estamos quedando por si fluye"

Y lo cierto era que para Akaashi Keiji aquel encuentro, aunque nunca fue buscado, no era fruto de la casualidad. Su anhelo andaba detrás de aquel tipo alto de pelo blanco y negro con mirada dorada. Pero como tantas otras veces, sus palabras se ahogaban en un silencio que después escribiría en forma de novela. Novela que después publicaba bajo un pseudónimo femenino, por muy deplorable que fuera aquello. Sanjo Himari. Autora de novelas románticas que no era Sanjo Himari, era Akaashi Keiji.

Aquella noche, en el piso de Akaashi, Osamu preparaba la cena mientras Keiji buscaba su anuario de segundo. Bokuto lo había firmado, y salían juntos en la fotografía del equipo de voleibol.

—Fukurodani es una institución de alto standing, yo estaba becado por mis habilidades como acomodador y mis notas — Le explicaba Akaashi. Lo cierto era que había sacado buenas notas en el bachillerato. Podría haber optado por ir a la universidad, pero enseguida había logrado aquel trabajo como ayudante de editor, como la publicación de su primera novela llevándole a pensar que quizá no necesitaba ir a la universidad.

Sacó el anuario de una caja polvorienta que tenía acumulada bajo la cama de estilo occidental. La portada desgastada y las esquinas estaban algo estropeadas. Aquello había sido culpa de Komi, que había lanzado su refresco al aire cayendo sobre el anuario.

Osamu se acercó, con las manos sucias del relleno de carne de cerdo con especias y cebolleta para las gyozas que estaba preparando y miró una foto de un jovencísimo Akaashi.

—Eras un adolescente atractivo — mencionó acercándose a él y mordisqueándole la oreja con las manos alzadas y separándolas del moreno para no mancharle.

—Estás cocinado — mencionó divertido Akaashi pidiéndole que parase de intentar nada con aquel comentario.

Le gustaba que Miya fuera de esas personas que se dejaba llevar con facilidad. Se acercó y le besó en los labios superficialmente. Osamu le devolvió el beso para después continuar haciendo la cena.

Buscó la foto en la que salía con Bokuto y se la enseñó levantado el aunario por aquella página. Todos uniformados de blanco negro y dorado, casi podía recordar aquel nacional en el que casi ganaron.

— ¿Bokuto era el capitán y llevaba el 4?

—El as del Fukurodani siempre lleva el número 4, es una tradición.

Giró el anuario y lo miró de nuevo. Recordaba la primera vez que Bokuto y él se habían besado, en el último año de Kotaro. En las duchas. Todos se habían ido, y Akaashi había esperado a aquello porque quería ducharse só como al salir de las duchas, empapado, se acercó a su taquilla y le encontró sentado en el banquillo mirando a la nada.

— ¿Estas bien? — preguntó Akaashi, mientras acababa de secarse y organizaba su ropa.

—Sí, solo es que estoy un poco de bajona, ya quedan pocos partidos con vosotros y bueno... Me pongo megafonico — dijo aquel Bokuto adolescente.

— ¿Melancólico? — preguntó Keiji. Usualmente era Konoha quien sabía descifrar la palabra concreta a la que Bokuto se refería.

Para Akaashi era desconcertante verle de aquel modo, aunque sí era propio de él entrar en bucles emocionales de sube y baja, no tenía el mismo rostro de siempre. Terminó de vestirse y se sentó a su lado con el pelo aún mojado. Repasó con la mirada el perfil de Bokuto a contra luz. En aquel momento él ya tenía muchos sentimientos encontrados por él, siempre reprimidos y ocultos por el sobre pensamiento constante.

El destello brillante de los ojos dorados de Bokuto estaba grabado en la memoria de Akaashi. Tardó solo dos segundos más en lanzase a besarle dejándole sorprendido. La mano de Kotaro sujetabó su mandíbula, mientras que Keiji se mantenía sin moverse un ápice mientras su mente procesaba lo que estaba pasado.

— Tierra llamando a Keiji — escuchó la voz de Osamu devolviéndole al presente y arrancándole de aquel recuerdo— ¿Sigues entre nosotros?

— Sí, lo siento, a veces sobre pienso demasiado — sonrió Akaashi. Quizá por aquello él rehúya las citas, había estado mucho tiempo colgado de unos pocos besos mal dados en un vestuario de instituto.

Akaashi cerró el anuario. Todos aquellos recuerdos solo eran eso, recuerdos bellos para contar en alguna reunión de exalumnos muchos años más tarde todavía. Quizá el ya habría publicado algo sin pseudónimo, ni miedo a ser reconocido, quizá estaría casado con algún tipo guapo como Osamu, quizá…

Cenaron tranquilamente con música de fondo, charlando sobre los años que los dos habían jugado al voleibol en el instituto. La fama de los Miya bros no dejaba de ser algo conocido. Fukurodani también brillaba en Japón… Pero todo había acabado al graduarse. Tras ver un capítulo de juego de tronos, en la que Akaashi se horririzó por la pésima adaptación y Osamu aseguró que como producto cinematográfico no tenía por qué ser tan horrendo, el gemelo le besó con segundas intenciones.

La música de los créditos aún sonaba tras las respiraciones entrecortadas. Akaashi acarició los brazos de Osamu, para después pasar sus manos por su espalda mientras se sentaba sobre él. La boca del otro chico paseó de los labios de Keiji a su cuello, mordiéndole levemente cuando la mente de Akaashi le jugó una mala pasada. Un recuerdo del pasado, unos labios muy distintos mordían con un poco de más fuerza sobre su piel. Aquel recuerdo le encendió, haciendo crecer su erección pero frenándole en el movimiento. En aquel recuerdo vago, que cada vez cobraba más nitidez en su mente, las manos de Bokuto Kotaro eran las que se colaban en sus pantalones de un uniforme adolescente.

El Akaashi adulto tomó una bocanada de aire ante el contacto de Osamu quitándole la camiseta. Volvió a respirar hondo antes de besar de nuevo los labios de Miya, fijándose en sus ojos azulados.

— ¿Estás bien? — preguntó Osamu al verle algo retraído, o quizá solo diferente a otras veces.

—Estoy bien — aclaró Keiji desnudándole sin querer pensar más de lo necesario.

Aquello de no pensar era un reto para él, pero hacía ya mucho que había aprendido a hacerlo de vez en cuando. Porque la vida muchas veces requería más acción que pensamiento, lejos de lo que la gente te hacía creer ante la necesidad intrínseca de la inteligencia, que sin acción era banal vanidad.

Desabrochó su cinturón con simpleza, levantándose para retirarse los pantalones mirando a Osamu hacer lo mismo. Otro flash del pasado le asoló. Nunca se había acostado con Bokuto, pero le había visto desnudo centenares de veces… Más de una escondiendo el deseo real de tocarle, reprimiendo sus instintos por la situación, por la vergüenza, por el miedo. Un adolescente al final solo es un adolescente… Akaashi se mordió el labio y trató de centrase en Osamu, sentado frente a él.

Keiji sacó un preservativo de la cajita que tenía en la mesilla de café, y se lo puso ante la atenta mirada de Miya. Osamu se puso de espaldas a él, de rodillas contra el sofá, mirándole por encima del hombro. Sintió los brazos de Akaashi rodearle, su respiración sobre su cuello mientras con la nariz repasaba la forma de su nuca. Keiji levantó la cabeza para besarle despacio, mientras su pene rozaba los glúteos de Miya.

Osamu debía admitirle en algún momento a Atsumu que había tenido razón en aquellas citas, aunque tan solo hubiera sido por el sexo. No lo añoraba cuando no lo tenía, una paja en la ducha de vez en cuando podía ser suficiente, pero lo disfrutaba en el momento dejándose llevar. Gimió en las primeras embestidas, sintiendo el placer que le regalaban los movimientos del otro.

Akaashi le penetró repetidas veces, centrado en el momento presente antes de que su mente divagara de nuevo en la espalda de Bokuto. En cómo le gustaba al Keiji adolescente pasar las manos por todos los músculos, resiguiendo sus escápulas, marcadas y definidas, como su cintura… Al percatarse que pensaba de nuevo en aquel compañero de instituto paró en seco.

— ¿Akaashi? — la voz de Osamu era la voz de Osamu, pero su mente reprodujo la de Bokuto de forma absurda. No entendía qué diablos le pasaba y ¿Por qué le había llamado por el apellido? No tenía qué, si hubiera dicho Keiji jamás le hubiera pasado aquello…

—Todo bien, perdona — aclaró Keiji besándole bajo la oreja y sujetando las caderas de Osamu de nuevo para volver a tomar el ritmo.

El moreno mantuvo la mente fría, centrado en el placer de su propio cuerpo hasta casi el final del acto. Asustado de jadear un nombre lejano, mordió el hombro de Osamu, corriéndose abrumado de que su mente viajara de nuevo a imaginar el cuerpo de Bokuto.

Miya dejó escapar un leve grito de dolor, que sin embargo no cortó su propio placer, corriéndose también en un orgasmo intenso. Le miró de reojo, dejarse caer sobre el sofá con el rostro incómodo.

—Eso me ha sorprendido — dijo Osamu limpiando el semen del sofá y sentándose al lado de Akaashi.

—Ya, no sé en qué pensaba — mintió de forma casi involuntaria Keiji. Porque sí sabía en quién estaba pensado.