Capítulo 6: Runas, Pociones y la Primera Carta
El sol matinal se filtraba a través de los altos ventanales del castillo, bañando los pasillos de Hogwarts con una cálida luz dorada. Harry caminaba junto a sus compañeros de Hufflepuff hacia el aula donde tendría su primera clase de Encantamientos Básicos. La emoción y los nervios se mezclaban en su estómago; después de todo, esta era una de las asignaturas que más había esperado.
Al entrar al aula, Harry notó que estaba dispuesta de manera diferente a las anteriores. Las mesas estaban organizadas en semicírculo alrededor de una plataforma central donde se encontraba el escritorio del profesor. Esto permitía una vista clara de cualquier demostración que se realizara. Los estudiantes de Ravenclaw ya estaban tomando asiento, y Harry vio a Hermione Granger sentada en primera fila, con su pluma y cuaderno listos, mirando alrededor con entusiasmo.
Harry y sus compañeros se acomodaron en los asientos restantes. Justin Finch-Fletchley se sentó a su lado, sonriendo nerviosamente.
—Dicen que el profesor Flitwick es un maestro en Encantamientos —comentó Justin en voz baja—. Aunque escuché que es un poco... excéntrico.
Antes de que Harry pudiera responder, una figura diminuta apareció desde detrás del escritorio. El profesor Filius Flitwick era un hombre de baja estatura, tanto que necesitaba pararse sobre una pila de libros para ser visible detrás de su mesa. Su rostro arrugado estaba iluminado por una sonrisa amable, y sus ojos brillaban con vivacidad detrás de sus gafas.
—¡Bienvenidos, bienvenidos a Encantamientos Básicos! —exclamó con una voz aguda pero cálida—. Soy el profesor Flitwick, y estoy encantado de ver caras nuevas ansiosas por aprender el arte de los encantamientos.
El entusiasmo del profesor era contagioso. Harry sintió que sus nervios se calmaban un poco mientras sacaba su cuaderno y bolígrafo. Algunos estudiantes todavía usaban pergaminos y plumas, pero Harry prefería la comodidad de los útiles muggles.
Flitwick agitó su varita y las puertas del aula se cerraron suavemente. Con otro movimiento, una tiza flotó hasta la pizarra y comenzó a escribir "Magiofísica: La Fuerza de Gravedad y su Manipulación".
—Hoy comenzaremos con una introducción a la magiofísica, específicamente cómo la fuerza de gravedad interactúa con nuestros encantamientos —anunció, caminando por el frente del aula con pasos pequeños pero enérgicos—. Entender los principios físicos detrás de la magia es esencial para realizar encantamientos efectivos y seguros.
Harry intercambió una mirada con Justin, sorprendido pero intrigado. No esperaba que Encantamientos comenzara con teoría física.
—La gravedad —continuó Flitwick— es una fuerza fundamental que afecta a todos los objetos con masa en el universo. Como magos y brujas, tenemos la capacidad de manipular esta fuerza a través de nuestros encantamientos. Sin embargo, para hacerlo correctamente, debemos comprender cómo funciona.
La tiza en la pizarra dibujó un diagrama de un objeto cayendo, con flechas que indicaban la dirección de la fuerza gravitatoria.
—Por ejemplo, cuando usamos el encantamiento Wingardium Leviosa, estamos contrarrestando la fuerza de gravedad para hacer levitar un objeto. No estamos eliminando la gravedad, sino aplicando una fuerza opuesta que equilibra su efecto —explicó, señalando el diagrama.
Hermione levantó la mano con entusiasmo. Flitwick le dedicó una sonrisa.
—Sí, señorita... —dudó por un momento, consultando una lista—. Granger, ¿verdad?
—Sí, profesor —respondió ella, con las mejillas ligeramente sonrojadas—. Entonces, ¿el éxito del encantamiento depende de nuestra capacidad para igualar exactamente la fuerza gravitatoria que actúa sobre el objeto?
—¡Excelente observación! —exclamó Flitwick, claramente impresionado—. Diez puntos para Ravenclaw. Efectivamente, debemos aplicar la cantidad justa de magia para contrarrestar la gravedad. Demasiada fuerza y el objeto podría salir disparado; muy poca, y no se moverá en absoluto.
Harry observó cómo Hermione anotaba diligentemente en su cuaderno, preguntándose cómo era posible que supiera tanto ya. Sin embargo, en lugar de sentirse intimidado, sintió una motivación renovada para prestar atención.
El profesor continuó explicando cómo la masa del objeto influye en el encantamiento y cómo la concentración y pronunciación correctas son vitales para el control preciso de la magia. Hizo hincapié en que los encantamientos no son meras palabras y movimientos de varita, sino una interacción compleja entre la intención mágica y las leyes naturales.
—Ahora, pasemos a la práctica —anunció Flitwick, dando palmaditas con entusiasmo—. Cada uno de ustedes tiene frente a sí una pluma. Intentaremos hacerla levitar usando Wingardium Leviosa. Recuerden: el movimiento de varita es una suave onda, como esto —demostró el gesto con gracia—, y la pronunciación es clave.
La clase entera comenzó a practicar. Harry tomó su varita y observó la pluma frente a él. Respiró hondo y recordó las instrucciones: concentración, pronunciación y el movimiento correcto.
—Wingardium Leviosa —dijo, moviendo su varita en el patrón indicado.
La pluma se agitó ligeramente, pero no se levantó. A su lado, Justin fruncía el ceño, habiendo obtenido el mismo resultado.
Al otro lado del aula, una exclamación de alegría llamó su atención. Hermione había logrado que su pluma flotara suavemente en el aire, moviéndola con destreza. Flitwick aplaudió emocionado.
—¡Bien hecho, señorita Granger! ¡Muy bien hecho! Otros diez puntos para Ravenclaw.
Harry sintió una punzada de envidia, pero también admiración. Decidido a lograrlo, volvió a intentarlo.
—Wingardium Leviosa —pronunció, esta vez enfocándose más en la pronunciación y visualizando la pluma elevándose.
Esta vez, la pluma se elevó unos centímetros antes de caer de nuevo sobre la mesa. Una sonrisa se dibujó en su rostro.
—¡Lo hiciste, Harry! —dijo Justin, dándole una palmada en el hombro.
—No del todo, pero casi —respondió Harry, satisfecho con el progreso.
Flitwick se acercó a ellos, observando con ojos brillantes.
—Buen intento, señor Potter. Recuerde enarcar un poco más la muñeca en el movimiento de varita. Eso le dará más control.
Harry asintió, agradecido por el consejo. Justin suspiró, mirando su propia pluma que no mostraba señales de moverse.
—Esto es más difícil de lo que parece —comentó Justin.
—Solo necesitamos practicar —lo animó Harry.
Mientras tanto, otros estudiantes también tenían diversos grados de éxito. Algunos lograban que sus plumas se movieran ligeramente, mientras que otros producían chispas inofensivas de sus varitas. Flitwick se movía por el aula, ofreciendo consejos y palabras de aliento a todos.
Harry notó que, aunque el profesor era amable con todos, parecía tener una predilección especial por Hermione, quien ahora estaba ayudando a su compañero de al lado a corregir su pronunciación.
—Ella es realmente buena —admitió Harry en voz baja.
—Sí, parece que ya sabe mucho —respondió Justin—. Pero bueno, cada quien a su ritmo.
La clase continuó, y Harry siguió practicando. Después de varios intentos más, finalmente logró que su pluma flotara de manera constante a unos treinta centímetros sobre la mesa. Una sensación de logro lo invadió.
—¡Excelente, señor Potter! —exclamó Flitwick al verlo—. ¡Diez puntos para Hufflepuff!
Harry sonrió ampliamente, satisfecho de haber contribuido a su casa. Al mirar a su alrededor, vio que varios de sus compañeros también habían logrado progresos.
Cuando el final de la clase se acercaba, el profesor Flitwick volvió al frente de la sala, sonriendo con entusiasmo a sus alumnos.
—¡Han hecho un trabajo fantástico para ser su primera clase de encantamientos! —dijo, con su voz aguda pero llena de energía—. Recuerden, la práctica es la clave para perfeccionar sus habilidades. No se desanimen si su pluma aún no ha flotado como esperaban; con el tiempo y el esfuerzo, lo lograrán.
Los estudiantes comenzaron a recoger sus cosas, mientras Flitwick continuaba hablando.
—Encantamientos es una de las disciplinas más versátiles que aprenderán en Hogwarts —continuó—. Desde hechizos simples como el de levitación hasta algunos mucho más complejos que veremos en los próximos años, cada uno de ustedes tiene el potencial de dominar grandes cosas. ¡Así que sigan practicando y no duden en pedir ayuda si la necesitan!
Harry miró su pluma una vez más antes de guardarla, sintiéndose motivado a seguir intentando el hechizo más tarde. Alrededor de él, algunos estudiantes se mostraban frustrados, mientras que otros, como Hermione, parecían estar en la cima del mundo después de su éxito. Harry se encontraba en algún punto intermedio, pero estaba seguro de una cosa: esta clase de Encantamientos iba a ser una de sus favoritas.
Flitwick les despidió con un gesto amable mientras los alumnos de Hufflepuff y Ravenclaw salían del aula, listos para enfrentar el resto del día.
Después de la intensa pero emocionante clase de Encantamientos, Harry y los demás Hufflepuff caminaron hacia la clase de Historia de la Magia. A su lado, Neville parecía un poco nervioso. Aunque ninguno de los dos sabía mucho sobre la asignatura, Harry estaba intrigado por aprender más sobre la historia del mundo mágico. Era una oportunidad de descubrir cómo la magia había evolucionado y por qué los magos y brujas vivían de la manera en que lo hacían.
Al entrar al aula, Harry notó que la profesora Alexandra Noble ya estaba de pie al frente, escribiendo en la pizarra con su varita. A diferencia de otras clases más tradicionales, en la pizarra no había fechas o nombres, sino dos palabras que llamaron la atención de Harry: Tradicionalistas y Evolucionistas. La profesora Noble, una mujer joven con un aire entusiasta, se giró para observar a los estudiantes con una sonrisa acogedora.
—Bienvenidos a su primera clase de Historia de la Magia —dijo con tono enérgico—. Soy la profesora Noble, y este es mi segundo año enseñando aquí en Hogwarts. Sé que muchos de ustedes se preguntan sobre los orígenes de la magia, y aunque la historia está llena de datos fascinantes, también existen muchas preguntas que aún no tienen respuesta definitiva.
Harry, junto con los demás estudiantes, se inclinó hacia adelante, interesado en lo que estaba por venir.
—Hoy comenzaremos hablando de algo fundamental: el origen de la magia. Aunque hay muchos registros antiguos de su uso, nadie sabe exactamente cómo surgió la magia. A lo largo de los siglos, los historiadores y estudiosos han debatido dos grandes teorías sobre su origen. —Noble señaló las palabras en la pizarra—. La primera es la teoría de los Tradicionalistas y la segunda es la de los Evolucionistas.
Los estudiantes escribieron rápidamente los términos. Harry, usando su cuaderno y bolígrafo, levantó la vista mientras la profesora comenzaba a explicar.
—Los Tradicionalistas creen que la magia ha existido desde que los primeros seres humanos caminaron sobre la tierra. Según esta teoría, los magos y brujas han sido parte de la humanidad desde su creación, coexistiendo con los muggles desde el principio de los tiempos. Los tradicionalistas sostienen que la magia fue un regalo otorgado a algunos humanos seleccionados, tal vez por fuerzas místicas o divinas. Esta es una creencia muy popular entre las familias de sangre pura, que consideran que la magia es algo que siempre ha sido parte de su linaje.
Harry notó que algunos de los estudiantes que provenían de familias mágicas, como Ernie Macmillan y Zacharias Smith, asintieron con la cabeza al escuchar esta teoría.
—Por otro lado —continuó la profesora Noble—, tenemos la teoría de los Evolucionistas. Ellos creen que la magia es una capacidad que evolucionó gradualmente en los seres humanos, similar a cómo el pulgar oponible o el desarrollo del lenguaje. Según esta teoría, los humanos desarrollaron magia a medida que avanzaban como especie, y que en algún momento de la evolución, algunos individuos comenzaron a mostrar habilidades mágicas que se transmitieron a través de las generaciones. Esto explica por qué todavía existen personas muggles, pues no todos los humanos desarrollaron la capacidad mágica.
La profesora hizo una pausa, observando las reacciones de los estudiantes. Algunos parecían estar procesando la información lentamente, mientras que otros, como Ernie Macmillan, ya estaban tomando notas con entusiasmo, mientras asentía como si ya conociera algunos de los conceptos mencionados. Harry, por su parte, estaba fascinado. Nunca había considerado que existieran teorías sobre cómo la magia llegó a ser. Para él, siempre había sido algo que simplemente existía.
—Es importante señalar —añadió Noble— que ambas teorías tienen sus defensores y detractores, y hasta el día de hoy no existe una prueba definitiva de cuál es la correcta. Algunos magos afirman que hay pruebas arqueológicas que apoyan la teoría tradicionalista, mientras que los evolucionistas señalan que las habilidades mágicas han sido observadas en varias especies animales, lo que sugiere que la magia podría ser parte de un proceso natural de evolución.
Neville levantó la mano con cierto nerviosismo, y la profesora Noble le dio la palabra.
—¿Entonces no sabemos con certeza de dónde viene la magia? —preguntó Neville, visiblemente confundido.
—Exactamente, señor Longbottom —respondió Noble con una sonrisa alentadora—. La magia ha estado presente desde tiempos inmemoriales, pero su origen sigue siendo uno de los mayores misterios de nuestro mundo. Lo que sabemos con certeza es que ha influido en todas las culturas a lo largo de la historia, tanto en las civilizaciones mágicas como en las muggles.
La profesora continuó explicando cómo algunas civilizaciones antiguas, como los egipcios y los celtas, dejaron registros que apoyaban ambas teorías. Los magos egipcios eran vistos como intermediarios entre los dioses y los humanos, mientras que los druidas celtas trabajaban con la naturaleza, lo que podría indicar un desarrollo más "natural" de la magia.
Harry anotó todo lo que pudo en su cuaderno, mientras la profesora finalizaba la clase con un resumen sobre los primeros registros escritos de magia en la historia, provenientes de civilizaciones como la mesopotámica y egipcia.
—Para la próxima clase —anunció Noble al final—, quiero que investiguen un poco sobre estas civilizaciones y el papel de la magia en ellas. No se preocupen si no pueden encontrar toda la información; lo importante es que entiendan cómo ha influido la magia en la historia, desde los primeros días de la humanidad.
Cuando sonó la campana, Harry cerró su cuaderno y se preparó para salir. La clase había sido mucho más interesante de lo que había anticipado, y estaba ansioso por saber más sobre esas antiguas civilizaciones.
Neville, a su lado, parecía algo abrumado por toda la información.
Al salir del aula de Historia de la Magia, Harry caminaba junto a Neville y Ernie Macmillan, intercambiando impresiones sobre la clase. Neville estaba claramente abrumado por toda la información, mientras que Ernie seguía discutiendo los puntos más finos de las teorías con entusiasmo.
—No sé cómo lo haces —murmuró Neville, ajustándose la corbata con nerviosismo—. Es demasiada información para un solo día.
Harry sonrió, tratando de tranquilizar a su amigo, cuando una voz fría y familiar resonó detrás de ellos.
—Vaya, Potter. Es curioso, con todo el legado que supuestamente llevas en tus venas, no pareces tan impresionante. Quizá no todos los Potter dejaron una huella importante en la historia, ¿eh?
Draco Malfoy, flanqueado como siempre por Crabbe y Goyle, se había acercado en silencio. Su sonrisa arrogante no dejaba lugar a dudas: estaba buscando una reacción.
Harry sintió que su estómago se tensaba, una mezcla de ira y frustración. Recordó las palabras de Hagrid, cuando le contó sobre los Malfoy, pero al mismo tiempo no quería darle el gusto de una confrontación. Draco esperaba que mordiera el anzuelo, y Harry no quería caer en su trampa.
—Ignóralo, Harry —murmuró Ernie, apretando los labios.
Harry apretó los puños, pero respiró hondo, recordando que enfrentarse a Draco no resolvería nada.
—Tengo mejores cosas que hacer, Malfoy —respondió Harry con calma, sin siquiera voltear a mirarlo.
Neville, que caminaba junto a Harry, parecía nervioso, mientras Draco lo observaba con desdén, claramente insatisfecho por la falta de reacción.
—Supongo que eso es lo mejor que puedes hacer —se burló Draco antes de seguir su camino, con Crabbe y Goyle siguiéndolo de cerca, riendo entre dientes.
Harry soltó un suspiro de alivio cuando los tres desaparecieron por el pasillo. Aunque había logrado ignorar la provocación, el mal sabor de boca que le había dejado el encuentro persistía.
—Eres mejor que él, Harry —dijo Neville en voz baja—. No dejes que te moleste.
Harry asintió, pero sabía que Draco no se detendría tan fácilmente.
Después de almorzar, Harry se dirigió junto a Neville hacia el campo de vuelo, donde su primera clase con las escobas los esperaba. Harry estaba rebosante de emoción, ya que la idea de volar lo había fascinado desde que oyó hablar de ella. Por otro lado, Neville caminaba a su lado con un evidente temblor en las manos.
—No estoy seguro de poder hacerlo, Harry —murmuró Neville—. Siempre he tenido problemas con las alturas.
Harry, aunque intentaba ser comprensivo, no podía contener su entusiasmo.
—No te preocupes, Neville. Todos estamos aquí para aprender. Y además, puede que descubras que volar es más fácil de lo que parece.
A medida que se acercaban al campo de vuelo, las escobas estaban alineadas en el césped, esperando a los estudiantes. El campo estaba rodeado por el cielo despejado, lo que creaba el ambiente perfecto para su primer vuelo.
De repente, una figura alta y enérgica apareció en el campo. La profesora Rolanda Hooch, con su cabello plateado corto y una mirada penetrante, se movía con una autoridad incuestionable. Su porte era imponente, y su presencia demandaba atención.
—¡Bienvenidos a su primera clase de vuelo! —anunció en voz alta, cruzando los brazos frente a los estudiantes—. Soy la profesora Hooch, y déjenme ser clara desde el principio: volar no es un juego. Aquí, el control y la seguridad son lo más importante. Si alguno de ustedes cree que puede bromear en esta clase, saldrá volando de ella más rápido de lo que se imagina.
Neville tragó saliva, sintiendo cómo su nerviosismo crecía ante la actitud estricta de la profesora. Harry, por su parte, se sentía aún más emocionado. Le encantaba la idea de aprender de alguien que claramente se tomaba en serio la enseñanza.
—Colóquense a la izquierda de sus escobas —ordenó la profesora Hooch—. Extiendan su mano derecha sobre la escoba y digan "Arriba".
Harry, con una gran sonrisa, extendió su mano sobre la escoba.
—Arriba —dijo con confianza.
Para su alegría, la escoba saltó de inmediato a su mano, lo que le dio una sensación increíble de control. Neville, sin embargo, no tuvo la misma suerte. Intentó el hechizo con una voz temblorosa.
—A-Arriba...
La escoba apenas se movió. Neville se mordió el labio, sintiendo que todos lo miraban, y su rostro enrojeció de la vergüenza.
La profesora Hooch, quien había visto el fracaso de Neville, se acercó con un tono menos severo.
—Longbottom, relájate. La escoba no te hará caso si no confías en lo que le estás ordenando. Extiende la mano firmemente, di la palabra con convicción. No hay necesidad de temerla, la escoba está aquí para obedecerte.
Harry, viendo el rostro preocupado de Neville, también trató de ayudarlo.
—Vamos, Neville. Solo dilo con firmeza. No es difícil, confía en ti mismo.
Neville respiró hondo, asintiendo. Volvió a alzar la mano, y esta vez, con una voz más segura, dijo:
—¡Arriba!
La escoba saltó de inmediato a su mano, aunque con un ligero temblor. Neville soltó una risa nerviosa.
—¡Lo logré! —exclamó, sin poder creer que finalmente había funcionado.
—Buen trabajo, Longbottom —dijo la profesora Hooch, con una breve sonrisa—. Ahora, todos sigan atentos. Este es solo el primer paso.
Con todos los estudiantes sosteniendo sus escobas, la profesora Hooch dio la siguiente instrucción.
—Ahora que tienen sus escobas, colóquense en posición para volar. Sus pies deben estar firmes en el suelo, el peso distribuido equitativamente. No se inclinen demasiado hacia adelante ni hacia atrás. Manténganse rectos y relajados, pero con control.
La profesora Hooch hizo una breve demostración, montándose sobre su escoba con la gracia de alguien que había pasado toda su vida volando. Todos los estudiantes la observaron con atención.
Harry se subió a la escoba con cuidado, haciendo exactamente lo que la profesora había dicho. A su lado, Neville también lo intentaba, con una concentración palpable en su rostro. Para sorpresa de Harry, Neville logró colocarse correctamente sin problemas.
—¡Muy bien! —exclamó Hooch mientras pasaba entre los estudiantes para verificar sus posturas—. Algunos de ustedes parecen tener talento natural para esto. Y Longbottom... buen progreso, sigue así.
Harry sintió un estallido de orgullo por Neville, quien parecía estar ganando algo de confianza. Ambos estaban listos para su próximo paso en el arte de volar.
Cuando llegó el momento de volar, la profesora Hooch dio una última advertencia antes de que todos despegaran.
—Recuerden, manténganse bajos y controlen sus movimientos. No se emocionen demasiado y, sobre todo, no se eleven más allá de un metro. Esto es una práctica, no un espectáculo.
Harry, con el corazón acelerado, montó su escoba y dio un pequeño empujón hacia arriba. Al instante, la escoba se levantó del suelo, suave y ligera, como si flotara por su propia voluntad. Harry sintió una mezcla de emoción y asombro. Era tal y como había imaginado, pero incluso mejor.
Neville, por su parte, se mantenía apenas a veinte centímetros del suelo, con las manos temblorosas aferradas a la escoba. A pesar de haber logrado despegar, su miedo a las alturas seguía presente.
—No creo que me guste esto —murmuró Neville, mirando nervioso el suelo—. Prefiero mantenerme aquí abajo.
—Haz lo que te haga sentir más cómodo, Longbottom —dijo la profesora Hooch al pasar junto a él, su tono más comprensivo esta vez—. Lo importante es que estés en control. No te fuerces si no te sientes seguro.
Harry, por otro lado, estaba disfrutando cada segundo. Subió un poco más, sin superar el metro de altura permitido, y se dejó llevar por la sensación del viento en su rostro. Volar era increíble. No podía entender cómo alguien no disfrutaría de esa sensación de libertad.
—Muy bien, Potter —dijo la profesora Hooch con una sonrisa—. Buen control. Se nota que tienes afinidad con la escoba. Sigue así.
Harry se sintió orgulloso de la felicitación, aunque no dejó que eso lo distrajera. Mantuvo su escoba estable y escuchó con atención las siguientes instrucciones.
—Ahora vamos a hacer una pequeña carrera —anunció Hooch—. Quiero que se dividan en parejas. No deben volar a más de un metro del suelo, pero esta vez vamos a ver qué tan bien manejan sus escobas en movimiento.
Harry se emparejó con Seamus Finnigan, mientras que Neville se encontró frente a Susan Bones. Ambos se miraban con una mezcla de nerviosismo y determinación.
—A la señal —dijo la profesora Hooch, levantando una mano—, comenzarán. Recuerden, la velocidad es importante, pero más importante es el control.
—¡Ya!
Harry y Seamus despegaron al mismo tiempo, ambos manteniéndose a la altura permitida. Seamus se adelantó en los primeros segundos, pero Harry rápidamente recuperó terreno, manteniendo una línea recta y constante en su vuelo. El viento zumbaba a su alrededor, y la sensación de velocidad lo hizo sonreír. Con un último impulso, Harry cruzó la línea de llegada por delante de Seamus.
—¡Potter gana! —anunció Hooch, claramente satisfecha—. Excelente control, y mantuviste la velocidad sin perder estabilidad.
Seamus no parecía molesto por perder, ya que ambos habían disfrutado la carrera. Mientras tanto, Neville y Susan también habían terminado su competencia, y sorprendentemente, Neville había ganado.
—No sé cómo lo hice —dijo Neville, jadeando mientras bajaba de su escoba—. Pero estoy seguro de que no volveré a hacerlo. Volar no es para mí.
Susan le sonrió amablemente.
—Lo hiciste bien, Neville. Tal vez solo necesites más práctica.
Neville negó con la cabeza, sonriendo de forma nerviosa.
—No, definitivamente prefiero tener los pies en el suelo.
Por otro lado, Harry estaba encantado. La sensación de volar era todo lo que había imaginado y más. Mientras caminaba de regreso al grupo, sintió que finalmente había encontrado algo en lo que realmente destacaba. Volar en escobas no solo era divertido; era liberador.
Al día siguiente, Harry se preparaba para su primera clase de Pociones. Durante el desayuno, mientras hojeaba su horario, Cedric Diggory, sentado a su lado, lo observó con una sonrisa.
—Tienes a Slughorn hoy, ¿verdad? —comentó con aire despreocupado, señalando el horario de Harry.
—Sí —respondió Harry, un poco curioso—. ¿Quién es él?
Cedric dejó su taza de té y se inclinó un poco hacia Harry.
—Slughorn es una leyenda. No solo es excelente con las pociones, sino que también tiene debilidad por los alumnos que considera... prometedores —explicó, haciendo énfasis en la última palabra—. Le gusta rodearse de gente con talento o conexiones importantes, ya sabes, gente que pueda llegar lejos en el mundo mágico.
Harry frunció el ceño ligeramente. No estaba seguro de si eso era algo bueno o malo. No le interesaba destacar solo por su apellido.
—Así que, ¿debo preocuparme? —preguntó con una sonrisa vacilante.
—No exactamente —se rió Cedric—. Mientras hagas un buen trabajo y no trates de impresionar demasiado, estarás bien. Pero te advierto, probablemente querrá conocerte. Ten paciencia con él.
Con esas palabras en mente, Harry se dirigió al caluroso y sombrío aula de Pociones, compartiendo clase con Ravenclaw ese día. Mientras entraba al aula, notó que el ambiente era mucho más lúgubre que las otras clases que había tenido hasta ahora. La luz apenas penetraba desde las pequeñas ventanas, y el aire estaba impregnado de los aromas de ingredientes mágicos.
La clase de Pociones comenzó con un aire de expectación. El profesor Slughorn entró al aula con un andar relajado, sus ojos pequeños y brillantes recorriendo a los estudiantes como si ya estuviera midiendo su potencial. Harry no pudo evitar sentir un leve nerviosismo al recordar lo que Cedric le había dicho esa mañana.
—Bien, bien, bien, mis jóvenes estudiantes —dijo Slughorn con una sonrisa amplia y afable—. Bienvenidos a su primera clase de Pociones. Hoy haremos algo sencillo, pero de gran utilidad. La Poción Revitalizante. Perfecta para recuperar energía tras una jornada agotadora o, en nuestro caso, después de horas de estudio intensivo.
El profesor movió su varita, y en la pizarra apareció una lista de ingredientes: raíz de jengibre molida, hojas de menta seca, un toque de belladona y unas gotas de esencia de murtlap. Harry lo miró con curiosidad, tomando nota con su bolígrafo en el cuaderno que había decidido usar en lugar de pergamino.
—Presten atención —continuó Slughorn—, porque los detalles en Pociones son importantes. No solo es cuestión de seguir una receta. No, no. Es mucho más. Cada ingrediente tiene su propia magia, su propio carácter. Hoy, por ejemplo, aprenderán cómo los efectos de la raíz de jengibre pueden ser modulados dependiendo del sentido en que mezclen la poción. Si lo hacen en el sentido de las agujas del reloj, obtendrán un efecto calmante. Si lo mezclan en sentido contrario, se potencia su efecto energizante.
Harry se sintió intrigado. Era fascinante cómo un solo ingrediente podía cambiar tanto en función de cómo se manejara. Slughorn siguió explicando la importancia de la temperatura en las pociones y cómo una variación de unos pocos grados podía hacer que la poción tuviera el efecto opuesto.
—No olviden —añadió Slughorn—, la magia en Pociones no siempre está en la varita. Aunque en las clases futuras, aprenderemos a usar hechizos para mejorar la precisión en la preparación. Imaginen poder medir cantidades exactas con un solo movimiento de varita, o pulverizar ingredientes hasta obtener la textura perfecta. Con el tiempo, también podrán utilizar el hechizo Stasis, que permite pausar una poción sin que esta pierda su efecto. Muy útil si necesitan detenerse a preparar más ingredientes o ajustar algo a medio camino.
Harry escuchaba con atención, disfrutando de la meticulosidad de la clase, aunque notaba que había una curva de aprendizaje significativa. Mientras trabajaba con los ingredientes, observó a Hermione en la mesa de al lado. Estaba completamente concentrada, sus movimientos precisos y controlados. No era de extrañar que pronto se convirtiera en la favorita de Slughorn, quien la observaba con ojos brillantes y una sonrisa de aprobación.
—Excelente trabajo, señorita Granger —elogió Slughorn mientras pasaba junto a su caldero—. La cantidad exacta de esencia de murtlap, y la textura de su poción es perfecta. Si sigue así, pronto dominará incluso las pociones más complejas.
Harry, aunque satisfecho con su propio progreso, no podía evitar sentirse un poco detrás de Hermione. Su poción no era tan clara ni tan brillante como la de ella, pero al menos no había cometido ningún error grave. Slughorn se detuvo brevemente en su caldero.
—Potter, ¿verdad? —dijo, como si de repente recordara algo—. No está mal, no está mal en absoluto. Solo un poco más de menta la próxima vez para equilibrar el sabor. Pero buen inicio.
Harry asintió, agradecido por la corrección y sintiéndose un poco más seguro de su capacidad. La clase continuó sin problemas, y aunque no había mucho uso de la varita por ahora, Slughorn dejó claro que en Pociones, la precisión y el detalle eran tan importantes como en cualquier otro aspecto de la magia.
Después de la clase de Pociones, los estudiantes de Hufflepuff y Gryffindor subieron juntos por las amplias escaleras de piedra de Hogwarts hacia los pisos superiores, donde se llevaría a cabo su clase de Sanación. El grupo de Harry, compuesto por Neville y algunos compañeros de Hufflepuff, caminaba en silencio, todavía digiriendo la experiencia en Pociones. Hermione ya se había adelantado, ansiosa por llegar a la siguiente clase.
Al llegar al aula de Sanación, Harry notó que era diferente a las demás que había visto hasta ahora. En lugar de estantes llenos de libros o ingredientes, había diagramas detallados del cuerpo humano colgados en las paredes, mostrando los sistemas digestivo, circulatorio y respiratorio. La atmósfera era más seria, casi clínica, como si estuvieran a punto de entrar a un hospital en lugar de una clase.
La profesora Hestia Fairweather, una mujer de mediana edad con un semblante calmado pero autoritario, los recibió con una sonrisa profesional. Su cabello castaño estaba recogido en un moño pulcro, y su bata blanca de sanadora le daba una apariencia de alguien que estaba más acostumbrada a trabajar en un hospital que en un aula.
—Bienvenidos a la clase de Sanación —dijo, con una voz suave pero firme—. Soy la profesora Fairweather, aunque muchos de ustedes me conocerán como Sanadora Fairweather. Pasé más de quince años trabajando en el Hospital San Mungo antes de decidir que era hora de compartir mi conocimiento con la siguiente generación de magos y brujas.
Harry sintió un leve nerviosismo, pero también emoción. Aprender a sanar parecía algo útil y esencial en el mundo mágico.
—Quiero que comprendan desde el principio —continuó la profesora— que la Sanación no es solo una cuestión de hechizos. Requiere un profundo conocimiento del cuerpo humano y de cómo los hechizos afectan la biología de las personas. Sin este conocimiento, cualquier hechizo curativo que lancen será ineficaz o, peor aún, dañino. Por lo tanto, el primer trimestre estará dedicado exclusivamente a la teoría.
Un murmullo recorrió la sala. Neville parecía algo abatido al escuchar que no practicarían hechizos todavía, pero Harry entendía la lógica detrás de las palabras de la profesora. Fairweather levantó la mano y los estudiantes guardaron silencio nuevamente.
—Empezaremos por lo más básico: el estudio de los sistemas principales del cuerpo humano. Hoy nos centraremos en el sistema digestivo, pero a lo largo del primer trimestre estudiaremos también el sistema circulatorio y respiratorio. Estos conocimientos serán esenciales para el segundo semestre, cuando aprenderemos sobre el triage y cómo diagnosticar la severidad de una lesión o enfermedad.
La profesora caminó por el aula, señalando los diagramas que mostraban el sistema digestivo con un encantamiento que hacía que las partes se iluminaran a medida que las mencionaba.
—Para ser un sanador eficaz, deben ser capaces de evaluar rápidamente la situación de un paciente. ¿Está sangrando? ¿Tiene problemas respiratorios? ¿O quizás ha ingerido algo tóxico? Aprenderán a priorizar y a actuar en función de la gravedad del problema.
Harry tomaba notas en su cuaderno mientras escuchaba atentamente. Aunque parecía mucho por aprender, entendía la importancia de estos temas. A su lado, Neville parecía concentrado, aunque un poco abrumado por la cantidad de información.
—Y finalmente, en el tercer trimestre, pasaremos a la práctica —anunció la profesora Fairweather—. Aprenderán hechizos de sanación, desde los más básicos para tratar cortes y contusiones, hasta hechizos más complejos que podrán aplicar en situaciones de emergencia. Pero recuerden, no podrán dominar la magia de la sanación sin antes entender cómo funciona el cuerpo. La precisión es clave en esta disciplina, y un error podría ser muy peligroso.
Fairweather concluyó su introducción con un tono de advertencia, lo que hizo que los estudiantes se enderezaran en sus asientos.
—El trabajo de un sanador no es fácil, pero es una de las responsabilidades más importantes que pueden asumir como magos y brujas. Ahora, abran sus libros en el capítulo uno, sobre el sistema digestivo. Comenzaremos con los procesos de digestión y absorción de nutrientes.
La clase comenzó con la profesora Fairweather haciendo una serie de preguntas dirigidas a los estudiantes, claramente para evaluar el nivel de conocimiento previo que tenían sobre el sistema digestivo. Aunque Harry no había estudiado mucho de anatomía humana en su vida antes de llegar a Hogwarts, notó que algunas preguntas eran bastante básicas, sobre cosas que incluso él había aprendido en la escuela muggle.
—¿Alguien puede decirme cuál es la función principal del estómago? —preguntó Fairweather, mirando a un estudiante de Gryffindor.
El chico, Seamus Finnigan, se encogió de hombros y balbuceó algo sobre "comida y ácidos", pero no logró completar la respuesta. Fairweather asintió ligeramente, indicando que no estaba del todo mal, pero que le faltaba precisión.
Pronto fue el turno de Harry, quien se sintió un poco nervioso al ser llamado.
—¿Qué sucede cuando el alimento llega al intestino delgado, señor Potter?
Harry pensó por un momento, recordando algunas de las cosas que había leído en su libro de texto y lo que había aprendido en su antigua escuela.
—Es cuando los nutrientes del alimento son absorbidos por la sangre, profesora —respondió, con un poco de inseguridad, aunque resultó ser la respuesta correcta.
—Exacto, Potter. Los nutrientes son absorbidos por las vellosidades intestinales —añadió Fairweather, claramente complacida—. Muy bien.
Sin embargo, la verdadera sorpresa vino cuando Fairweather se dirigió a Neville Longbottom.
—Señor Longbottom, ¿podría explicar qué es el bolo alimenticio y qué rol cumple en el proceso digestivo?
Neville, que normalmente parecía nervioso ante las preguntas en clase, respondió con una precisión inesperada:
—El bolo alimenticio es la masa de comida masticada y mezclada con saliva que se forma en la boca antes de ser tragada, profesora. Es esencial porque la saliva contiene enzimas que empiezan a descomponer los carbohidratos antes de que el alimento llegue al estómago.
Fairweather lo observó con una mezcla de sorpresa y aprobación.
—Correcto, Longbottom. Excelente respuesta.
Harry sonrió a Neville, que lucía visiblemente aliviado y algo sorprendido por haber contestado correctamente. El resto de la clase continuó con Fairweather explicando los distintos órganos que componen el sistema digestivo y sus funciones.
Al final de la lección, la profesora les explicó la tarea que deberían completar durante las próximas dos semanas.
—Para que puedan profundizar en el conocimiento del sistema digestivo, quiero que se organicen en grupos de cinco estudiantes. Cada grupo deberá investigar una parte específica del sistema digestivo y presentarla en clase. Será su primer trabajo en equipo, así que asegúrense de elegir bien a sus compañeros y de que cada uno contribuya de manera equitativa.
Harry rápidamente se acercó a Neville, quien aceptó unirse a su grupo. Luego, Hanna Abbot y Susan Bones se les unieron, y finalmente, Geoffrey Hooper de Gryffindor completó el equipo. Mientras tanto, Justin se unió a otro grupo con Ernie, Zacharias, Eloise y Joseph Langley de Gryffindor.
Una vez que los grupos se formaron, la profesora Fairweather explicó que el reparto de temas se haría de manera aleatoria. Cada grupo debía enviar a un representante para sacar un pergamino de una caja mágica que ella había traído. Dentro de la caja, cada pergamino contenía el nombre de una sección del sistema digestivo.
—Necesito un voluntario por grupo —anunció Fairweather—. Vengan aquí para elegir su tema.
Harry, Neville, Hanna, Susan, y Geoffrey intercambiaron miradas. Al final, Susan decidió tomar la iniciativa.
—Voy yo —dijo con una sonrisa nerviosa, y se dirigió hacia la profesora.
Mientras Susan se acercaba, Harry observó cómo otros estudiantes, como Justin y Ernie de su grupo, también mandaban a uno de los suyos a participar. Había una sensación de anticipación en el aire mientras esperaban a que Susan regresara con su pergamino.
Susan volvió con una sonrisa triunfante, sosteniendo el pergamino en alto.
—¡Nos tocó el intestino delgado! —anunció emocionada.
Harry asintió, pensando en cómo podrían organizarse. Parecía un tema interesante, pero también sabían que había mucho que investigar.
El grupo se reunió rápidamente, comenzando a discutir cómo podrían dividir la información. Hanna sugirió que se reunieran en la biblioteca para investigar los diferentes aspectos, mientras que Neville, visiblemente más relajado después de haber respondido bien en clase, estaba de acuerdo.
—Podríamos aprovechar la tarde del jueves —sugirió Harry—. Tenemos tiempo después de clases, y podríamos dedicar unas horas el sábado para avanzar más.
—Me parece una buena idea —añadió Susan—. Así no lo dejamos todo para el último momento, y podemos organizar el material con calma.
Geoffrey también estuvo de acuerdo, aunque mencionó que tenía una actividad el viernes por la tarde y no podría reunirse ese día, lo cual hizo que todos se inclinaran por aprovechar al máximo el jueves y el sábado.
Con el plan establecido, el grupo decidió que cada uno se encargaría de buscar libros específicos en la biblioteca, para empezar con la investigación lo antes posible.
La profesora Fairweather, que observaba cómo los grupos empezaban a organizarse, sonrió satisfecha y les dio la última instrucción antes de despedirlos.
—Recuerden que la biblioteca tiene secciones especializadas que pueden ser de gran utilidad. No duden en pedirle ayuda a la bibliotecaria si no encuentran lo que buscan.
Con el plan acordado, los estudiantes comenzaron a salir del aula, con sus mentes ya enfocadas en la investigación que les esperaba.
Esa noche, al llegar la hora de la cena, Harry, Ron, Hermione, y Neville se reunieron en la mesa de Hufflepuff, tal como habían acordado. Tras consultar con sus prefectos, todos, salvo Ron, habían descubierto que no estaba prohibido comer en otra mesa, aunque no era algo común. Ron, que había decidido no preguntar directamente, simplemente esperó a escuchar la respuesta de los demás antes de unirse al grupo.
El hecho de que un grupo de estudiantes de diferentes casas decidiera cenar juntos no pasó desapercibido. Las miradas curiosas de los estudiantes de las otras mesas no tardaron en dirigirse hacia ellos. En especial, la mesa de Slytherin parecía estar completamente decepcionada al ver a Ron sentado con los Hufflepuff.
Draco Malfoy, rodeado de Crabbe y Goyle, lanzó una mirada cargada de desprecio en dirección a Ron, pero este lo ignoró con notable calma.
—No dejes que te moleste —le dijo Harry mientras servía una porción de pastel de carne en su plato.
Ron, fingiendo una indiferencia que no sentía del todo, se encogió de hombros y continuó comiendo.
—Hasta ahora, de todo Slytherin, solo Blaise y Tracey se alejan del estereotipo que todos tienen sobre la casa —comentó Ron con la boca llena—. Daphne Greengrass, la amiga de Tracey, tampoco está tan mal. No se meten con nadie.
—Es curioso, ¿no? —reflexionó Hermione—. Cada casa tiene una reputación, pero al final, parece que la mayoría de los estudiantes son más complejos de lo que las casas indican.
Mientras hablaban, las miradas de algunos estudiantes seguían posándose sobre ellos. La mayoría de los Hufflepuff parecían contentos de recibir a los visitantes, pero en otras mesas había murmullos. Algunos estudiantes de Ravenclaw observaban con interés, mientras que otros, en Gryffindor, miraban con cierta confusión, sin saber muy bien qué pensar de la situación. Los Slytherin, en cambio, parecían más molestos, aunque pocos se atrevieron a hacer comentarios en voz alta.
—Es solo cuestión de tiempo —dijo Neville en voz baja—. Eventualmente, se acostumbrarán a vernos juntos.
Mientras tanto, desde la mesa de los profesores, la dinámica no pasó desapercibida. Dumbledore, con una expresión de profunda satisfacción, observaba a los cuatro estudiantes con ojos brillantes, claramente encantado con la situación. La profesora Sprout también sonreía con orgullo, inclinándose ligeramente hacia Dumbledore para comentar:
—Esto es exactamente lo que el Sombrero Seleccionador sugiere cada año. La verdadera unidad entre las casas.
—Sí, Pomona, parece que este grupo ha entendido algo importante desde el principio —respondió Dumbledore, con su característica sonrisa.
McGonagall, sentada cerca, asintió con aprobación. Flitwick también parecía bastante complacido, observando a Hermione con particular orgullo. Solo Snape, en el extremo más alejado de la mesa de los profesores, parecía indiferente, comiendo en silencio sin mostrar ningún interés particular en la escena.
De vuelta en la mesa de Hufflepuff, la conversación fluyó con naturalidad. Aunque el ambiente era diferente, el grupo se sentía cómodo juntos.
Los chicos se acomodaron en la mesa de Hufflepuff, observando las miradas curiosas que atraían. No era común que estudiantes de otras casas se sentaran juntos, y mucho menos en la mesa de Hufflepuff. Los susurros y comentarios no tardaron en llegar, sobre todo desde la mesa de Slytherin, donde algunos estudiantes lanzaban miradas desaprobadoras, especialmente dirigidas a Ron. Sin embargo, él mantuvo la compostura, fingiendo no notarlos mientras se sentaba junto a Harry.
—¿Estás bien? —preguntó Harry, observando de reojo los comentarios y las miradas que le dirigían a Ron.
—Sí, estoy bien. Solo... un poco cansado de esas miradas —Ron suspiró, mirando de reojo a la mesa de Slytherin—. No es que me importe lo que piensen, pero a veces siento que estar en Slytherin es como estar bajo una lupa. Aunque, debo admitir que Blaise y Tracey no son tan malos como el resto.
—Eso es algo —dijo Neville con un tono reconfortante, acomodándose en la mesa. A su lado, Hermione ya había sacado una pluma para tomar notas mentales sobre los compañeros de Harry y su dinámica en Hufflepuff.
—Bueno, en Hufflepuff las cosas son bastante relajadas —dijo Justin Finch-Fletchley, que se sentaba frente a ellos, sonriendo—. Aquí no estamos tan obsesionados con la competencia entre casas como en Slytherin o Gryffindor. Es más como una familia.
—Es cierto —agregó Susan Bones, que estaba a su lado—. Lo que más nos importa es apoyarnos mutuamente. No es que no queramos ganar la Copa de las Casas, pero nuestra prioridad siempre será cuidar de los nuestros.
Hermione asintió, claramente impresionada.
—Eso suena encantador. No lo había pensado de esa manera. En Ravenclaw, todos parecen más interesados en quién es el más brillante o quién saca mejores notas. Es competitivo, pero de una manera diferente. Me gusta, pero a veces siento que todos están demasiado absortos en sus propios logros.
Neville, por otro lado, se mostró más tímido.
—Gryffindor es... bueno, es como siempre lo había imaginado —dijo con una pequeña sonrisa nerviosa—. Aunque a veces siento que no encajo del todo. Todos parecen tan valientes y seguros de sí mismos. A veces es intimidante.
—Bueno, ¡ahora no estás solo! —dijo Harry, dándole una palmada amistosa en el hombro—. Podemos sentarnos juntos aquí de vez en cuando si lo necesitas. Y no te preocupes, todos están en Hogwarts para aprender, no para ser perfectos desde el principio.
—Exactamente —coincidió Cedric Diggory, que se acercó a ellos con una sonrisa—. Me alegra ver que los de diferentes casas se están uniendo. Eso es lo que debería ocurrir más a menudo. Bien hecho, Harry, por la iniciativa. En Hufflepuff siempre recibimos a todos con los brazos abiertos.
Ron levantó la vista, algo aliviado al ver que no todos lo juzgaban por estar en Slytherin.
—Gracias, Cedric. La verdad es que esto hace que las cosas se sientan un poco más normales. No sé si podría haberlo soportado sin ustedes.
—No te preocupes por lo que piensen los demás —le dijo Harry, en un intento por animarlo—. Sé que es difícil, pero, al final del día, lo que importa es que sigamos siendo nosotros mismos. Ya sabes, no importa la casa.
En ese momento, Ron sonrió ligeramente y sacó una carta de su bolsillo.
—Oh, por cierto, recibí una carta de mi madre esta tarde. ¿Quieren escucharla? —dijo con una mezcla de emoción y alivio.
Los chicos asintieron, curiosos, y Ron comenzó a leer en voz alta:
—Querido Ron, quiero que sepas que estamos muy orgullosos de ti, sin importar en qué casa hayas sido seleccionado. Sé que te preocupaba que todos en la familia hayan sido Gryffindors, pero lo importante es que sigas siendo quien eres, sin dejar que nada te cambie. La casa no define a la persona, y estoy segura de que harás cosas increíbles, no importa en qué casa estés. Sé que tienes la oportunidad de aprender mucho en Slytherin, cosas que te ayudarán a ser un mago formidable. Tu padre y yo estamos encantados de que estés en Hogwarts. Ginny te manda muchos saludos y dice que te echa de menos. Asegúrate de escribirnos pronto. Con cariño, mamá.
Ron soltó un suspiro de alivio al terminar de leer, y sus amigos compartieron una sonrisa.
—¡Vaya, eso es genial, Ron! —exclamó Harry, feliz de ver a su amigo más relajado—. Sabía que tu madre lo tomaría bien.
—Sí, me siento mucho mejor ahora —respondió Ron, guardando la carta con una sonrisa—. Y Ginny me echa de menos, eso es algo.
Neville también sacó una carta que había recibido de su abuela. La leyó en voz baja antes de compartir el mensaje con los demás.
—Mi abuela está muy orgullosa de que haya entrado en Gryffindor. Siempre me dice que debo seguir los pasos de mis padres, pero... bueno, a veces siento que es mucha presión —dijo Neville, mordiéndose el labio inferior—. Pero al menos sé que está feliz por mí.
—Lo importante es que lo hagas a tu manera, Neville —le dijo Hermione con amabilidad—. No tienes que ser exactamente como tus padres. Tienes que encontrar tu propio camino.
Neville asintió, visiblemente reconfortado por las palabras de sus amigos.
Después de un rato, Hermione comentó con un suspiro:
—Ojalá pudiera escribirles a mis padres más a menudo. No tengo una lechuza propia, y me gustaría contarles todo lo que ha estado pasando aquí.
—No te preocupes, Hermione —dijo Cedric, inclinándose un poco hacia ella—. Puedes usar las lechuzas de la escuela cuando quieras. Solo tienes que ir a la torre de las lechuzas, y hay varias que están disponibles para los estudiantes. Es muy fácil de hacer.
—¡Eso es fantástico! —exclamó Hermione, aliviada—. No sabía que podíamos hacer eso.
Harry, queriendo ayudar, intervino:
—Hermione, si necesitas enviarles algo a tus padres, puedes usar a Hedwig. Estoy seguro de que estará encantada de ayudarte. No creo que vaya a tener mucho trabajo conmigo... —añadió con una sonrisa, recordando lo poco que le importaban los Dursley.
—¡Oh, Harry, eso sería maravilloso! —respondió Hermione con un brillo en los ojos—. De verdad, muchas gracias.
—No hay problema —dijo Harry, encogiéndose de hombros—. Es lo menos que puedo hacer.
Mientras la conversación continuaba, la comida avanzaba tranquilamente. Las interacciones entre los amigos y los nuevos compañeros de Hufflepuff les permitieron conocerse más y fortalecer sus lazos, lo que, para Harry, era una sensación completamente nueva pero reconfortante. Aunque todos venían de casas diferentes, esta cena marcó el inicio de algo importante: un grupo unido por la amistad y el deseo de apoyarse, más allá de las barreras impuestas por las casas de Hogwarts.
Harry llegó al aula de Runología el jueves por la mañana, lleno de una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Esta era la única asignatura que aún no había tenido, y aunque Ron y Neville ya le habían dado un adelanto, comentando lo complicada que parecía, Harry estaba decidido a enfrentarla con una mente abierta.
La clase de Runología se compartía con los estudiantes de Ravenclaw, y al entrar al aula, Harry notó que Hermione ya estaba instalada en su asiento, rodeada de libros y pergaminos, claramente emocionada por la materia. Cuando Harry se sentó, ella le dirigió una sonrisa y le hizo un gesto con la mano para que se acercara.
—¡Es fascinante, Harry! —dijo Hermione con los ojos brillando de entusiasmo—. Las runas son una de las formas más antiguas de magia y pueden usarse para todo tipo de cosas. ¡No puedo esperar a aprender a hacer encantamientos permanentes con ellas!
Harry sonrió, contento de ver a Hermione tan entusiasmada, pero también sintiendo una pequeña punzada de preocupación. No había leído mucho sobre Runología antes de llegar a Hogwarts, y la idea de tener que aprender un sistema de símbolos tan antiguo y complejo le parecía un reto.
Poco después, la profesora Bathsheda Babbling entró en la clase, capturando de inmediato la atención de todos los alumnos. Era una mujer de mediana edad con un aire intelectual y sereno. Su túnica tenía bordadas en los bordes pequeñas runas doradas que brillaban con la luz de la sala, lo que le daba un toque aún más mágico y misterioso.
—Buenos días, estudiantes —comenzó la profesora Babbling con voz clara y calmada—. Bienvenidos a su primera clase de Runología. Aquí aprenderán a comprender y utilizar uno de los lenguajes mágicos más antiguos que existen. Las runas no solo son un medio de comunicación, sino una herramienta poderosa que puede canalizar magia de maneras que ni siquiera han imaginado.
Los estudiantes escuchaban atentamente, algunos, como Harry, un poco sobrecogidos por la importancia de lo que estaban por aprender.
—Las runas —continuó la profesora Babbling— son fundamentales en muchos aspectos de la magia. Desde la creación de objetos encantados, como varitas y escobas voladoras, hasta la protección de lugares con encantamientos que pueden durar siglos. También son esenciales en la construcción de artefactos mágicos y en el otorgamiento de propiedades mágicas a objetos que, por sí mismos, no tienen magia.
Harry se inclinó un poco hacia adelante, intrigado por la mención de objetos encantados. Esto sonaba mucho más práctico y útil de lo que había imaginado.
—En esta clase, comenzaremos por estudiar los diferentes sistemas de runas que existen. Los más comunes son el futhark antiguo y el sistema hierático egipcio, pero también exploraremos otras formas rúnicas utilizadas en diferentes culturas mágicas a lo largo de la historia —explicó la profesora, señalando un enorme pergamino en la pizarra que mostraba los símbolos rúnicos más básicos.
Con un pequeño movimiento de su varita, la profesora hizo que los símbolos en el pergamino cobraran vida, moviéndose y resplandeciendo suavemente.
—Cada runa tiene su propio significado, y cuando se combinan de la manera correcta, pueden crear poderosos encantamientos. Por ejemplo, estas dos runas —señaló un par de símbolos que flotaban en el aire— pueden usarse para otorgar resistencia mágica a un objeto, como un escudo o una armadura. Y si agregamos esta runa —otra se iluminó en la pizarra—, el objeto también podrá repeler ciertos hechizos ofensivos.
Harry, al igual que los otros estudiantes, miraba con asombro la pizarra. Esto era más de lo que había imaginado cuando pensaba en runas. No solo eran símbolos antiguos, sino herramientas poderosas que podían cambiar la forma en que la magia se aplicaba a los objetos cotidianos.
—Ahora bien —continuó la profesora Babbling—, para poder manipular runas de esta manera, primero deben aprender a leerlas y escribirlas correctamente. Empezaremos con el futhark antiguo, uno de los sistemas rúnicos más sencillos pero también uno de los más versátiles. A lo largo del curso, aprenderán a dominar este alfabeto y a crear sus propios conjuntos rúnicos para diferentes propósitos.
—Cada runa tiene su propio significado, y cuando se combinan de la manera correcta, pueden crear poderosos encantamientos. Por ejemplo, estas dos runas —señaló un par de símbolos que flotaban en el aire— pueden usarse para otorgar resistencia mágica a un objeto, como un escudo o una armadura. Y si agregamos esta runa —otra se iluminó en la pizarra—, el objeto también podrá repeler ciertos hechizos ofensivos.
Harry observaba con atención los símbolos brillantes que flotaban frente a la clase, tratando de entender la lógica detrás de ellos. Le fascinaba la idea de que simples símbolos tuvieran tanto poder si se usaban correctamente. Mientras tanto, Hermione ya había tomado varias páginas de notas y parecía completamente sumida en el contenido.
La profesora Babbling dejó que los estudiantes observaran un momento más antes de continuar.
—Ahora bien —dijo mientras los símbolos se desvanecían lentamente—, ¿alguien puede decirme qué significado tiene la runa Algiz? Es una de las más comunes en las protecciones mágicas.
No fue una sorpresa que Hermione levantara la mano al instante, con una expresión de absoluta seguridad.
—Algiz simboliza protección —dijo Hermione con convicción—. A menudo se usa para repeler energías negativas o para fortalecer encantamientos defensivos.
—Correcto, señorita Granger —asintió la profesora con una sonrisa de aprobación—. Es una de las runas más poderosas en encantamientos protectores. Muy bien.
Algunos estudiantes murmuraron admirados mientras Hermione volvía a bajar la mano, claramente complacida con su respuesta. Harry, por su parte, seguía concentrado en los símbolos y cómo podrían combinarse.
Con un gesto de su varita, los pergaminos sobre los pupitres de los estudiantes se desplegaron, mostrando el alfabeto rúnico futhark.
—Tomen unos momentos para familiarizarse con estos símbolos. Cada uno de ustedes tiene un pergamino con el alfabeto completo. Su tarea para hoy será copiar estas runas y empezar a memorizar sus significados. Esto será esencial antes de que podamos pasar a encantamientos rúnicos más complejos.
Harry miró su pergamino y comenzó a copiar las runas, prestando especial atención a los detalles de cada símbolo. A su lado, Hermione ya estaba adelantada, haciendo anotaciones adicionales sobre los significados que la profesora mencionaba. Harry, aunque se sentía un poco lento en comparación, estaba decidido a seguir el ritmo.
—Veamos si alguien más puede responder —continuó la profesora Babbling—. ¿Qué creen que sucedería si combinamos la runa Isa, que simboliza el hielo y la quietud, con Kenaz, que representa el fuego y la iluminación?
Harry levantó la mano, sintiendo que entendía el concepto. La profesora le indicó que hablara.
—Creo que esa combinación podría crear un equilibrio —dijo Harry, escogiendo sus palabras con cuidado—. Isa podría contrarrestar los efectos destructivos de Kenaz, permitiendo controlar la intensidad del fuego y manteniéndolo a un nivel más manejable.
La profesora Babbling lo miró con una expresión de sorpresa agradable.
—Interesante observación, señor Potter. Esa combinación, de hecho, se utiliza a menudo en la creación de varitas para mantener el equilibrio entre las energías opuestas. Isa puede reducir la intensidad de Kenaz y permitir un control más preciso del fuego. Bien pensado.
Harry sintió una pequeña oleada de orgullo. Aunque no había memorizado todo como Hermione, parecía que estaba entendiendo la lógica detrás de las runas.
La clase continuó, con la profesora lanzando más preguntas. Hermione, con su conocimiento enciclopédico, destacaba en las preguntas que requerían memorización, pero Harry comenzaba a notar que tenía un buen instinto para conectar conceptos y entender cómo las runas interactuaban entre sí. Esta habilidad no pasó desapercibida para la profesora Babbling, quien lo observaba con interés cada vez que daba una respuesta.
Con el paso de la clase, la profesora Babbling fue explicando cómo las runas podían combinarse para formar diferentes hechizos permanentes o semipermanentes. Les mencionó que a lo largo del año tendrían la oportunidad de trabajar con objetos y superficies para grabar runas en ellos, y que, eventualmente, llegarían a crear sus propios encantamientos rúnicos simples.
Mientras la clase llegaba a su fin, la profesora Babbling asignó a los estudiantes una tarea para la próxima sesión: practicar la escritura de las runas básicas y reflexionar sobre posibles aplicaciones en objetos cotidianos.
Al salir del aula, Harry y Hermione estaban visiblemente emocionados. Nunca antes habían experimentado una clase que combinara tanto la teoría como el potencial práctico de la magia de esa manera.
—¡Esto es fascinante! —exclamó Hermione mientras caminaban por el pasillo—. ¿Te imaginas las posibilidades, Harry? Si pudiéramos aplicar runas a objetos muggles, podríamos crear dispositivos mágicos completamente nuevos. Piensa en lo que podríamos hacer con la tecnología muggle y la magia combinadas.
Harry sonrió, contagiado por el entusiasmo de su amiga.
—Sí, suena increíble. Creo que esta clase va a ser muy útil —dijo, mirando el pergamino donde había copiado las runas—. Aunque aún no tengo claro en qué quiero aplicarlo, siento que hay mucho potencial aquí.
Hermione asintió con entusiasmo.
—Podríamos transformar cosas simples en objetos mágicos. Imagina un teléfono muggle que pueda comunicarse a través de grandes distancias en el mundo mágico, o libros que puedan actualizarse solos con nueva información mediante runas de conocimiento.
—Eso sería genial —respondió Harry, pensando en todas las posibilidades—. Aunque necesitaríamos entender muy bien cómo funcionan ambos mundos para lograr algo así.
—Exacto —dijo Hermione, sus ojos brillando de emoción—. Es un desafío, pero uno que vale la pena. Además, podríamos estar contribuyendo a un campo completamente nuevo de estudio mágico.
Harry se rió suavemente.
—Siempre tan dedicada, Hermione. Pero sí, definitivamente quiero aprender más sobre esto. Quizás encuentre una forma de aplicarlo que me sea útil más adelante.
Mientras caminaban hacia el Gran Comedor para el almuerzo, ambos se sentían inspirados y motivados. La clase de Runología no solo les había abierto un nuevo mundo de posibilidades mágicas, sino que también había encendido en ellos una chispa de creatividad y curiosidad que prometía llevarlos a explorar territorios desconocidos en su aprendizaje en Hogwarts.
Hermione seguía elucubrando ideas.
—También podríamos mejorar la seguridad en Hogwarts usando runas. Imagínate si pudiéramos reforzar las protecciones del castillo o incluso nuestras salas comunes.
—Eso sería útil —admitió Harry—. Especialmente si consideramos las historias sobre lo que ha pasado aquí en el pasado.
—Deberíamos hablar con la profesora Babbling sobre estas ideas —sugirió Hermione—. Tal vez pueda orientarnos o recomendarnos lecturas adicionales.
—Buena idea —asintió Harry—. Mientras tanto, creo que pasaré más tiempo en la biblioteca. Aunque no sé exactamente en qué quiero aplicar las runas, siento que es algo que podría ser importante en el futuro.
Hermione sonrió.
—Sabía que te gustaría esta clase. Es como descubrir un nuevo lenguaje que puede cambiar la forma en que interactuamos con el mundo mágico.
Harry miró a su amiga, agradecido por compartir ese entusiasmo.
—Sí, y me alegra poder explorar esto contigo.
Con una nueva asignatura que los apasionaba y muchas ideas flotando en sus mentes, ambos se dirigieron al comedor, listos para enfrentar el resto del día con renovada energía y una creciente amistad que se fortalecía con cada experiencia compartida.
El resto de las clases esa semana siguen siendo igual de entretenidas. Harry decide que, aunque Sprout es su favorita por su carácter cálido y cercano, las asignaturas que realmente lo fascinan son Transfiguraciones y Encantamientos. La complejidad de cambiar la forma y estructura de los objetos lo dejaba completamente asombrado, y con cada hechizo que aprendía en Encantamientos, se sentía más emocionado por las posibilidades de la magia.
Sin embargo, Harry también pensaba que si no fuera por la actitud de Snape, Defensa Contra las Artes Oscuras sería, sin duda, su clase preferida. Había algo emocionante en la idea de aprender a protegerse de los peligros mágicos, pero la presencia constante de Snape, su tono despectivo y su favoritismo hacia los Slytherin, hacían que esa clase fuera más estresante de lo necesario.
Con cada clase, Harry sentía que el mundo mágico se expandía un poco más ante sus ojos, y aunque aún le quedaba mucho por aprender, estaba seguro de que Hogwarts sería el lugar donde descubriría todo su potencial.
Esa tarde, después de la cena, Harry y sus compañeros de equipo —Neville, Susan, Hannah, y Geoffrey— se reunieron en el vestíbulo del castillo para dirigirse juntos a la biblioteca. El objetivo era empezar el trabajo de la clase de Sanación, y Harry no podía evitar sentir una mezcla de nervios y emoción. Era la primera vez que visitaba la famosa biblioteca de Hogwarts, y la idea de bucear en los libros de magia lo llenaba de entusiasmo.
Mientras caminaban, Harry aprovechó para observar mejor a Geoffrey Hooper. Era la primera vez que hablaban, y rápidamente se dio cuenta de que el chico de Gryffindor era sorprendentemente agradable. Era tranquilo y directo, pero con una especie de buen humor contagioso. Harry comprendió en ese momento por qué Neville parecía pasar más tiempo con Geoffrey que con otros de su casa. El Gryffindor tenía una facilidad para hacer que los demás se sintieran cómodos.
Al llegar a la biblioteca, fueron recibidos por la señora Pince. Para sorpresa de Harry, la bibliotecaria era joven, con una mirada seria y penetrante que parecía escudriñarlos en busca de cualquier indicio de desorden o falta de respeto por los libros. Su aspecto impecable y postura rígida recordaban inmediatamente a Percy Weasley. Harry se acordó de cómo Ron solía describir a su hermano mayor como alguien que vivía y respiraba reglas. No le costaba mucho imaginar que la señora Pince compartía esa misma devoción por el orden y las normas.
—Recuerden, nada de hablar en voz alta —les dijo con voz aguda al verlos entrar—. Los libros de esta biblioteca son valiosos, y deben tratarlos con el mayor cuidado. Si veo que alguien los maltrata, no dudaré en expulsarlos.
Harry asintió en silencio, mientras sus compañeros intercambiaban miradas nerviosas.
Los chicos encontraron una de las mesas en un rincón tranquilo de la biblioteca, con una amplia ventana que daba al patio interior de Hogwarts. Desde allí podían ver los árboles meciéndose suavemente con la brisa nocturna y algunos estudiantes de años superiores cruzando los pasillos al aire libre. El ambiente en la biblioteca era silencioso y concentrado, solo interrumpido por el leve crujido de las páginas de libros antiguos siendo hojeados con cuidado.
—Bueno, mejor empecemos a buscar los libros —dijo Susan con una sonrisa tranquila, levantándose de la mesa.
El grupo asintió y se separaron para explorar las estanterías. Harry nunca había estado rodeado de tantos libros a la vez, muchos de ellos con títulos extraños e intrigantes. Después de unos minutos de búsqueda, encontró un par de libros que parecían adecuados para la introducción de su investigación. Mientras tanto, Susan y Hannah regresaron con volúmenes más especializados sobre las funcionalidades del intestino, y Neville y Geoffrey con libros enfocados en la parte final del proceso digestivo.
Una vez reunidos nuevamente en la mesa, comenzaron a trabajar en silencio, escribiendo en pergaminos y cuadernos. Harry se concentraba en la introducción, mientras Susan y Hannah se encargaban de desglosar la primera parte de las funcionalidades del intestino. Por su parte, Neville y Geoffrey trabajaban en la segunda parte de las funcionalidades del intestino.
Después de un rato, Harry levantó la cabeza de su cuaderno, sintiéndose un poco inseguro sobre cómo se llevaría a cabo la presentación final.
—Oigan, tengo una pregunta —dijo Harry en voz baja, para no llamar la atención de la señora Pince—. Si estamos haciendo toda la investigación y parte del trabajo escrito ahora… ¿cómo vamos a hacer la presentación al resto de la clase?
Susan levantó la vista de su libro y le sonrió, como si la pregunta le resultara obvia.
—Utilizaremos un visualizador mágico, por supuesto.
—¿Un qué? —preguntó Harry, completamente perdido.
Susan frunció el ceño, dándose cuenta de que Harry realmente no tenía idea de lo que hablaba.
—Un visualizador mágico —intervino Neville—. Es como un dispositivo que te permite proyectar imágenes y diagramas en el aire, pero no como en un dibujo estático. Más bien, puedes manipular la imagen en tres dimensiones, como si fuera una especie de holograma… pero… —Neville se detuvo, buscando la palabra adecuada.
—Es como un verisfera —intervino Geoffrey, con naturalidad—. Es un dispositivo mágico que proyecta imágenes de una manera similar a lo que los muggles llaman hologramas. Puedes girar, ampliar, y mostrar las partes internas del cuerpo, como si estuvieras viendo un modelo tridimensional de las cosas.
Harry abrió los ojos con sorpresa. La idea de proyectar una imagen mágica que pudiera moverse y girar frente a la clase era algo completamente nuevo para él. En su mente, lo comparaba vagamente con las presentaciones que había visto en televisión en casa de los Dursley, aunque lo que describían sus compañeros parecía infinitamente más avanzado.
—Wow, eso suena increíble —dijo Harry, impresionado—. Entonces, ¿podemos mostrar todo lo que investigamos como si fuera en vivo?
—Exacto —dijo Susan, asintiendo—. Podremos proyectar un modelo del sistema digestivo y usarlo para explicar lo que investigamos. La magia lo hace mucho más fácil.
El grupo siguió trabajando en la investigación con un nuevo aire de entusiasmo. El visualizador mágico les permitía imaginar cómo presentarían la información de una manera interactiva y dinámica. Continuaron tomando notas detalladas de cada parte del sistema digestivo, asegurándose de que tuvieran suficientes datos para armar una presentación sólida.
Después de un par de horas de trabajo concentrado, llegaron a un acuerdo sobre el siguiente paso.
—Entonces, nos reunimos el sábado por la tarde para compilar lo que tengamos y armar el documento entregable, ¿cierto? —preguntó Hannah, asegurándose de que todos estuvieran de acuerdo.
—Sí —respondió Susan—. El sábado está bien. Ya la próxima semana podemos centrarnos en las imágenes para la verisfera y practicar la presentación.
Harry asintió, contento de que tuvieran un plan claro. El grupo comenzó a recoger sus cosas y a ordenar los libros que habían usado. Mientras lo hacían, Harry no podía evitar sonreír ante la idea de aprender algo tan mágico y práctico al mismo tiempo. Definitivamente, Hogwarts superaba sus expectativas en cada momento.
El viernes comenzó como cualquier otro día de clases en Hogwarts, pero para Harry, rápidamente tomó un giro más tenso después del desayuno. Mientras se dirigían al aula para la clase de Vuelo con Gryffindor, Justin Finch-Fletchley se acercó a él con una expresión de frustración evidente. Harry notó de inmediato que algo andaba mal.
—¿Estás bien, Justin? —preguntó Harry, ralentizando el paso para poder hablar con él mientras caminaban hacia los campos de vuelo.
Justin resopló, claramente molesto, y cruzó los brazos sobre el pecho mientras lanzaba una mirada molesta hacia el suelo.
—No, no lo estoy —dijo Justin, con un tono que Harry rara vez le había escuchado—. Mi grupo para el trabajo de Sanación es un desastre total.
Harry frunció el ceño, recordando lo bien que había funcionado su propio grupo el día anterior en la biblioteca.
—¿Qué pasó? —preguntó Harry, sintiendo que Justin necesitaba desahogarse.
—Es Ernie. Está tratando de controlarlo todo. No deja que nadie aporte ideas y quiere hacer todo a su manera. Cada vez que sugerimos algo diferente, nos ignora o simplemente nos dice que no es importante. Y Joseph —Justin hizo una pausa y sacudió la cabeza, claramente exasperado—, ese chico de Gryffindor, ni siquiera se está esforzando. Se sienta allí, escribe unas pocas líneas y luego mira al techo como si no tuviera nada mejor que hacer.
Harry podía ver lo frustrante que debía ser esa situación. Ernie Macmillan, con su tendencia a ser pomposo y perfeccionista, ciertamente tenía la personalidad para tomar control de un proyecto, y si Joseph Langley no estaba aportando, no era difícil imaginar cómo Justin se sentía atrapado en el medio.
—Vaya, suena como un lío —dijo Harry, tratando de ser comprensivo—. Nosotros lo hicimos de forma un poco más equilibrada. Cada uno se encarga de una parte y luego nos juntamos para ver cómo encajan todas las piezas. También dividimos el tiempo de la investigación y de escribir el trabajo, así que todos podemos aportar.
Justin lo miró con un destello de esperanza en sus ojos.
—Eso suena... increíblemente lógico. Se siente como si en mi grupo todos estuvieran empujando en direcciones diferentes. Y Ernie simplemente no escucha a nadie —suspiró—. Quizá debería sugerir algo como lo que hicieron ustedes, pero, honestamente, no sé si funcionará. Ernie no parece dispuesto a ceder.
—Podrías intentarlo, al menos —dijo Harry con una sonrisa de apoyo—. No pierdes nada por proponerlo, y si ven que tu enfoque es más organizado, puede que al final te escuchen.
Justin asintió, aunque su expresión seguía siendo de duda.
—Lo intentaré, pero tengo mis dudas. En cualquier caso, para el próximo trabajo grupal, tú y yo vamos a estar juntos, Harry. No puedo volver a pasar por esto.
Harry soltó una pequeña risa, asintiendo.
—Trato hecho, Justin. La próxima vez, nos aseguraremos de que sea más llevadero.
Con eso, la conversación terminó mientras llegaban al campo de vuelo, pero el peso de la frustración de Justin se quedó con Harry. Sabía lo afortunado que había sido de tener un buen grupo, pero también sabía que no siempre sería tan fácil. Mientras esperaban a que comenzara la clase de vuelo, Harry no pudo evitar pensar en lo complicado que podría volverse trabajar en grupo si los compañeros no se llevaban bien o no tenían el mismo nivel de compromiso.
Durante la clase de Herbología del viernes, Harry se sentía bastante satisfecho. Su Plantáurea estaba creciendo mejor de lo que había esperado, y el hechizo Luminis Solaris que Sprout les había enseñado parecía estar funcionando perfectamente. Todos los días, después de clases, había hecho el esfuerzo de ir al invernadero para ajustar la luz de su planta y asegurarse de que recibiera la cantidad adecuada de exposición mágica. Era un trabajo simple, pero lo disfrutaba, ya que le permitía desconectar de las tensiones del día.
Sprout, como de costumbre, paseaba entre las filas de los invernaderos revisando el progreso de los estudiantes. Mientras caminaba hacia Harry, hizo un comentario alentador a Susan Bones sobre cómo su planta estaba mostrando un desarrollo saludable.
—Muy buen trabajo, señor Potter —comentó la profesora Sprout al llegar a la mesa de Harry—. Tu Plantáurea está creciendo muy bien. Mantén el buen trabajo.
Harry sonrió, satisfecho, pero de repente notó que la planta de Draco Malfoy, que estaba en la mesa opuesta, no parecía estar avanzando tan bien. Malfoy, por su parte, estaba observando la planta de Harry con una expresión extraña.
Sin embargo, justo cuando Harry iba a ajustar la luz de su planta, notó algo inusual. La luz que había conjurado el día anterior para su planta había cambiado de color, emitiendo un ligero tono azulado, algo que Sprout había mencionado como signo de exposición excesiva. Harry frunció el ceño, confundido. Estaba seguro de que había hecho el hechizo correctamente la noche anterior.
Sprout, que seguía supervisando a los estudiantes, se detuvo de repente junto a Harry al notar la luz extraña sobre su planta. Examinó la situación con una mirada aguda y, tras unos segundos de silencio, se volvió hacia Malfoy con una expresión severa.
—Señor Malfoy —dijo Sprout con una voz firme—, parece que alguien ha interferido con la luz de la planta del señor Potter. ¿Tienes algo que decir al respecto?
Malfoy, que había estado fingiendo observar su propia planta, alzó la vista con inocencia fingida.
—No sé de qué está hablando, profesora —respondió con tono casual, aunque sus ojos evitaban la mirada de Sprout.
—Veo aquí una firma mágica que no pertenece a Harry —dijo Sprout, su mirada aún fija en Malfoy—. Y la reconozco muy bien. No es una buena idea sabotear el trabajo de otros estudiantes, señor Malfoy.
Harry sintió una mezcla de sorpresa y enojo. No había notado el intento de sabotaje, pero ahora que Sprout lo mencionaba, todo tenía sentido. Malfoy había alterado su hechizo, probablemente tratando de hacer que la planta recibiera demasiada luz y se marchitara.
—Por tu falta de honestidad y el intento de sabotaje, le quitaré diez puntos a Slytherin —declaró Sprout con firmeza—. Y te recomiendo que te concentres más en tu propio trabajo, en lugar de interferir con el de los demás.
Harry lanzó una mirada rápida a Malfoy, quien fruncía el ceño, visiblemente molesto. La reprimenda pública y la pérdida de puntos claramente no le habían sentado bien, y su expresión arrogante se había transformado en una mezcla de frustración y rabia contenida.
Sprout le dio un último vistazo a la planta de Harry y, tras arreglar el hechizo ella misma, le lanzó una sonrisa de aliento.
—No te preocupes, Harry. Tu planta está bien ahora. Sigue así, estás haciendo un trabajo excelente.
Malfoy no volvió a mirar en dirección de Harry el resto de la clase, pero Harry podía sentir la tensión en el aire. Sin embargo, decidió no dejar que el intento de sabotaje lo afectara. Sabía que estaba haciendo un buen trabajo, y la aprobación de Sprout era todo lo que necesitaba.
La clase continuó, pero el incidente quedó flotando en el ambiente, un recordatorio de que Malfoy no jugaría limpio y que Harry tendría que estar atento a sus movimientos en el futuro.
Durante el almuerzo del viernes, justo cuando Harry charlaba con Hermione y Ron en la mesa de Ravenclaw, un familiar aleteo suave atrajo su atención. Al levantar la vista, vio a Hedwig descender elegantemente hacia la mesa, una carta en el pico. Era la primera vez que recibía correo desde que había llegado a Hogwarts, lo cual hizo que su corazón se acelerara con emoción.
—¿Es de los Dursley? —preguntó Hermione, claramente preocupada.
—No, es de Hagrid —respondió Harry, reconociendo la escritura desordenada y sonriendo ampliamente.
Ron y Neville, que estaban sentados cerca, también observaron con interés mientras Harry abría la carta. Leyó en voz alta:
"Hola, Harry:
Me preguntaba si te gustaría venir a mi cabaña a tomar el té esta tarde. Trae a tus amigos si quieres. Tengo unas galletas que hice yo mismo (aunque puede que quieras traer un diente extra, por si acaso).
Espero verte pronto.
Hagrid."
—¡Me encantaría ir! —dijo Neville, sonriendo con entusiasmo—. Nunca he estado en su cabaña, pero dicen que Hagrid es muy amable.
—Suena genial —comentó Ron, aunque más cauto—. Mi hermano Charlie siempre decía que Hagrid sabe muchas cosas sobre criaturas mágicas, debería ser interesante.
Hermione asintió, sonriendo.
—Hagrid siempre ha sido muy amable cuando lo he visto en los terrenos —dijo—. Creo que será una buena manera de relajarnos después de esta semana.
Harry, contento de que sus amigos aceptaran, levantó la vista hacia la mesa de Hufflepuff. Allí, vio a Justin Finch-Fletchley, Susan Bones y Hannah Abbott conversando entre ellos. Se levantó con la carta aún en la mano y se dirigió hacia ellos.
—Hola, Harry —saludó Susan con una sonrisa cuando lo vio acercarse—. ¿Todo bien?
—Sí, bastante —respondió Harry, mostrándoles la carta—. Hagrid me ha invitado a su cabaña esta tarde para tomar el té, y me dijo que podía traer a mis amigos. ¿Les gustaría venir?
Justin lo miró con interés, pero luego sacudió la cabeza.
—Me encantaría, pero tengo que reunirme con Ernie para terminar un trabajo. Tal vez la próxima vez —dijo, sonando algo frustrado por la situación.
—Entiendo, espero que puedan terminar el trabajo sin problemas —contestó Harry, aunque algo decepcionado. Luego se volvió hacia Susan y Hannah, quienes lo habían estado observando con interés.
—¿Y ustedes? —les preguntó—. Si quieren, pueden venir también.
—¡Claro! —respondió Susan, sonriendo—. Me encantaría ir. Después de todo, estamos en el mismo grupo para el trabajo de Sanación, pero tenemos tiempo antes de que tengamos que hacer algo más esta tarde.
—Sí, cuenta conmigo también —añadió Hannah con entusiasmo—. He oído que Hagrid tiene algunas criaturas muy interesantes. Será divertido.
Con el grupo ya completo, Harry volvió a su lugar con una sensación de alivio y emoción. Pasaría una tarde relajante con Hagrid y sus amigos, una oportunidad perfecta para desconectarse del ritmo agitado de las clases y las constantes tensiones con Malfoy.
Mientras el almuerzo llegaba a su fin, Harry, Hermione, Ron, Neville, Susan y Hannah se prepararon para salir a los terrenos de Hogwarts y dirigirse hacia la cabaña de Hagrid. La emoción de lo que les esperaba, combinada con la camaradería recién formada, les daba una sensación cálida y reconfortante en medio de una semana que, hasta el momento, había sido bastante intensa.
