Capítulo 9

Empujó la puerta con cuidado, sin saber qué vería al otro lado. La enfermera que había ido a buscarlo, a la salida de ambulancias donde estaba terminando el tercer cigarrillo de Lestrade, lo había mirado con la severidad de una madre descontenta, para comunicarle que lo siguiera donde el doctor Watson lo esperaba. La siguió por varios pasillos hasta llegar a la que era sin duda un área pediátrica a juzgar por la cantidad de colores y animales sonrientes de las paredes. Apenas había personas más allá del personal, lo que probablemente era una de las razones por las que su hermano había escogido este hospital. La enfermera le indicó una puerta y simplemente le informó que en breve llegaría la doctora que les daría el informe y se alejó. Había mirado a ambos lados del pasillo, localizando las dos figuras que custodiaban a cierta distancia los accesos a la habitación.

Como todo aquel lugar, las paredes de la habitación, aunque en tonos algo más suaves, estaban decoradas con figuras sonrientes, esta vez también con flores con imposibles sonrisas, insectos felices y nubes alegres. La cama estaba contra la paded más alejada de la puerta, con el segundo peluche y la manta favoritos de Rossie. En la mesa al lado de la cabecera dos de sus libros de buenas noches y la lata de galletas de la señora Hudson. La misma mujer estaba sentada en un sillón de visitas junto a la ventana, con las mejillas enrojecidas de pasarse los dedos para limpiar las lágrimas. Al lado de la cama, el otra silla, se encontraba John, con una Rossie encogida dormida sobre su pecho. Sherlock inspiró con brusquedad al ver la vía en su brazo que la conectaba a una bolsa de suero. Tenía su propio pijama, y la cabeza cubierta con sombrero de cazador que le había regalado Donovan hacía unos meses, cuando la habían llevado por enésima vez a la escena de un robo después de que Lestrade le diese el visto bueno. La Sargento había dicho con seriedad que si era consultora como Sherlock debía llevar el gorro que venía con el puesto. Después de eso si Rossie ere llevada a alguna escena llevaba su gorra, al igual que Sherlock, para regocijo de Sally y secretamente de John.

-Hola –susurró John, con una sonrisa genuina, aunque cansada. Al igual que la Señora Hudson había habido lágrimas mientras Sherlock había esto separado-.

-Hola –respondió, aun sujetando el pomo de la puerta, sin saber bien qué hacer en aquel momento. Le picaban los brazos por acercarse y tocar a la pequeña, sentirla respirar y poder abrazarla y no soltarla.

-Sherlock querido, -la señora Hieden se acercó, abrazándolo, lo que lo hizo ponerse en moviendo y corresponder a la menuda mujer-, me alegro tanto que haya terminado. Sabía que la encontrarías.

-En realidad no hice nada, nos han ayudado muchos –dijo, sin dejar de mirar a la péquela en brazos de su padre.

Se permitió observarla, viendo las marcas de las horas pasadas en las manchas enrojecidas por el llanto, pequeños rasguños en las mejillas, la ausencia de rizos que solían sobresalir de aquel gorro, los pequeños gestos habiendo pucheros mientras dormía…. La mano donde estaba la vía era sujetada con suavidad por la John, mientras que la otra se cerraba en un puño agarrando la camisa de su padre, encogida hasta hacerse lo más pequeña posible… Sintió que se le cerraba la garganta, obligándose a parpadear para contener sus propias lágrimas.

-Ella está bien –murmuró John, apretando el mismo la mandíbula, acercándola un poco más si era posible con su mano en la espalda de su hija-. La han revisado y no ha sufrido daño aparte de algún rasguño y la deshidratación. Le dieron un sedante para mantenerla tranquila, están comprobándolo en el laboratorio. Le han hecho todas las pruebas que pediste…. está bien Sherlock, nuestra niña está bien.

Las señora Hudson se separó de Sherlock, empujándolo suavemente en dirección a John.

-Hueles a cenicero –dijo el médico en tono suave arrugando la nariz-.

-Lestrade me los dio- Sherlock alargó la mano para rozar el sombrero, sin poder quitar los ojos de su ahijada. Rossie se removió, encogiéndose un poco más si era posible y soltando un gemido en sueños, lo que hizo que Sherlock se arrodillarla ante ella-, Estoy aquí Watson- murmuró-, papá y yo estamos aquí….- algo caliente bajó por la mejilla de Sherlock, goteando sobre la mano que no se atrevía a tocarla-.

-¿Quieres abrazarla?

Sherlock asintió, y John maniobró para ponerse en pie e indicar a Sherlock que ocupara la silla. Con cuidado, murmurando palabras tontas, John Ttaspasó su preciosa carga a los brazos de Sherlock, organizando las manos de ambos para que la vía no quedase atrapada o puede hacer daño a Rossie.

-¡Eh Sherlock! –John pasó el pulgar por la mejilla del detective atrapando las lágrimas que no se detengan, alzando suavemente su rostro para poder mirarlo a los ojos. -. Ella está bien. –depositó un beso en la frente de Sherlock y se incorporó para pasar el brazo por los hombros de la señora Hudson que se afanaba en no dejar que la viesen llorar.

Sherlock contempló en silencio a Rossie, memorizando su rostro, sus pequeñas expresiones y controlando su respiración, atento si se volvía angustiosa o gemía. De fondo escuchaba las voces de John y Martha Hudson, hablando de cuándo podrían volver a Baker, que encontrarían tras la invasión de los hombres de Mycroft, en incluso de qué comidas seria necesario hacer a la niña que debía recuperarse del trauma vivido. No sabía que tiempo había pasado cuando ingresó en la habitación ha doctora Cole, la mujer que su hermano había traído en helicóptero desde Manchester por ser la mejor pediatra del país. Sherlock apenas alzó los ojos para mirarla antes de volver su atención a Rossie.

-No iré con usted –dijo antes incluso de que pudiese presentarse a la señora Hudson.

-Buenas tardes, señor Holmes. Se me informo de que querría quería saber que pruebas se están haciendo con las muestras de sangre y fluidos.

-Dígale a mi hermano que tiene mi bendición para hacerse cargo, no me moveré de esta habitación a menos que sea para irnos a casa.

-Sherlock… -murmuró John.

-Confío en él para esto John, hará lo que sea necesario. Yo… mi sitio está aquí –Ambos hombres se miraron por un largo momento antes de que John asintiese-.

-Sí, ambos estaremos aquí.

-En ese caso señor Holmes, sólo queda esperar a que su hija despierte por sí misma y hagamos una valoración de su estado anímico. Pasare en treinta minutos, si despertase antes avíseme y estaré aquí.

Mycroft apartó la vista de la pantalla del ordenador para mirar el móvil de Sherlock que vibraba con una llamada entrante. No lo pensó y descolgó manteniéndose a la espera sin pronunciar una sola palabra. Lestrade había abandonado su estudio de la pared informativa y se había colocado tras él. Después de apenas veinte segúndos apartó el teléfono y colgó, accediendo seguidamente la aplicación de mensajería. Abrió el archivo que había llegado durante la llamada y la habitación de llenó con el sonido del llanto de Rossie.

-Dios mío –susurró el D.I., viendo a la pequeña siendo retenida por unos brazos desconocidos, sus rizos húmedos pegados a las mejillas enrojecidas y las llamadas inútiles que hacía pidiendo a su padre y a Sherlock.

Apenas fueron diez segundos, pero las manos de Mycroft temblaron y solo la presencia de Lestrade y las otras dos personas que en ese momento trabajaban en la habitación evitaron que estrellara el aparto contra la pared, algo que al mismo sorprendió por la violencia del impulso.

-Dijiste…

-El video se grabó hace horas, -interrumpió Mycroft con una voz cargada que pocas veces había escuchado Lestrade a lo largo de los años en el mayor de los Holmes-. Antes de ser entregada para su traslado.

Volvió a otro de los ordenadores, volando sobre las teclas durante un minuto antes de exhalar un suspiro, volvió la pantalla para que Lestrade pudiese ver. Era la imagen de una cámara de seguridad en la habitación donde Rossie, John, Sherlock y la Sra. Hudson permanecían.

– Era un mensaje grabado con las instrucciones que estábamos esperando. Se espera que dentro de dos horas Sherlock y el doctor Watson estén en la zona industrial del Támesis, en Dagenham, una vez allí le darán las siguientes instrucciones para el hipotético intercambio. El video es un recordatorio.

Mycroft se puso en pie estirándose el chaleco y acercándose al muro de información para estudiarlo nuevamente. Lestrade llevaba demasiado tiempo tratando con los hermanos y reconoció los pequeños movimientos de los ojos de Mycroft como el equivalente a cuando Sherlock consultaba su palacio mental. Mycroft no hacía aspavientos o apartaba información invisible que no era útil, simplemente fijaba la mirada y guarda silencio.

-Señor Harris, -dijo al cabo de unos minutos- avise a los agentes Alan y Bates que ya tenemos ubicación, que estén listos en quince minutos para recibir instrucciones. Comunique al capitán Roth que serán refuerzo a distancia. Señor Travis, cámaras de la zona a tiempo real y revisión de las últimas tres horas para identificar quien entró y cuando. Si recuerdo bien hay una zona ciega para CCTV que actualmente es refugio de consumidores e indocumentados. Tendremos que hacer reconocimiento visual usando los contactos que el señor Wiggins tenga en la zona –el tono que usó Mycfoft para referirse a los contactos de Wiggins le decía mucho a Lestrade de cuanto estaba dispuesto a rebajarse Microft para no dejar ningún cabo suelto que pusiese en peligro el éxito de aquella redada.

-Los chicos de la red de Sherlock, en su mayoría, saben cómo ver sin ser vistos. Esa zona es poco frecuentada por bandas, así que es seguro que habrá algunos muchachos sin hogar allí.

-Estoy seguro de que si –Mycroft se volvió hacia Lestrade con una falsa sonrisa-. ¿Con cuántos efectivos no uniformados puede contar Inspector? Será necesario cerrar el perímetro para cualquier acceso o salida de la zona una vez que estemos dentro. Serán vehículos no rotulados y seria excelente que tuviesen pericia en el seguimiento discreto, quizá el lugar indicado no sea el definitivo, aunque el escenario idóneo sería que no fuese necesaria su intervención.

-Déjame hacer unas llamadas para ver quien siguen la calle con esto. Mande a muchos a descansar hace una hora –y diciendo esto Lestrade abandono la sala con el móvil ya en sus manos.

Mycroft por su parte volvió a coger el movil de Sherlock para acceder a su lista contactos. Sabía de memoria el número del hombre, pero no se arriesgaría a ser ignorado si usaba su propio teléfono. Al tercer tono la voz nasal de Wiggins respondió.

-Tú nunca llamas, ¿Qué pasa Shezza?

-Me temo que soy Mycroft señor Wiggins.

-¿Y para que soy bueno excelencia?

Mycroft puso los ojos en blanco ante la teatralidad de su interlocutor, Sherlock se había encargado de hacer saber solo a ciertas personas que habían rescatado a Rossie, entre ellos Wiggins y Molly Hopper, con la condición de que no fuese divulgado al menos en las simientes 24 horas.

-Necesitamos ojos en Dagenham, se ha citado a Sherlock y al doctor Watson allí para el supuesto intercambio. No tenemos CCTV y no queremos ser vistos antes de tiempo. Si tiene allí habituales pueden informarnos de vehículos y personas que no pertenecen a la zona y de sus movientos antes de que lleguemos. Seré generoso si la información es válida.

Wiggins guardo silencio unos segundos, y cuando Mycroft cogia aire para volver a hablar, por fin contestö.

-Te llámate en quince minutos para los detalles- y colgó dejando al mayor de los Holmes con la palabra en la boca.

-Creí que irías tú tambien.

Lestrade observaba en una pantalla de ordenador una vez más las imágenes de las cámaras corporales de los agentes que acudían al supuesto intercambio. Había sido un Shock para el Inspector descubrir que los llamados agentes Alan y Bates eran dos clones de Sherlock y John a simple vista, la misma altura, complexión y cabello, así como las ropas que llevaban, con la diferencia de que las de los agentes llevaban cámaras y micrófonos incorporados. Los contactos de Wiggins habían identificado dos furgonetas y un vehículo de alta gama, y al menos trece personas no habituales de la zona. Tenían las fotógrafas de las matrículas y las de seis individuos, siendo uno de ellos el que Mycroft había identificado como uno de los instigadores del secuestro. En otra de las pantallas, como rumor de fondo, se escuchaba una conversación en francés susurrada entre dos de las personas que se dirigían a arrestar al otro participante a tres países de distancia. Después de que se hizo patente que Sherlock no abandonaría a Rossie y John, una actividad frenética se instaló en la sala de trabajo para coordinar al mismo tiempo la intervención en Londres y el continente. No podían arriesgarse a que la comunicación, aunque parecía inexistente hasta aquel momento, se reanudara entre ambas partes y alguno de ellos lograra eludirlos. Después de interminables llamadas en el tono autoritario de Mycroft en su máxima expresión, se había puesto en marcha una operación en apenas una hora con interpol y varios agentes del MI6 como apoyo que milagrosamente estaban en el país. Lestrade sospechaba que dichos agentes estaban preparados para actuar aun sin la interpol, pero como había dicho Mycroft, la cantidad de papeleo se reducía de forma considerable si tenían el beneplácito del país en el que harían su trabajo.

-Iré, pero no hago trabajo de campo –la escueta respuesta del miembro menor del gobierno le dio escalofríos al inspector, que se centró una vez más en la pantalla.

Lestrade había estado en las suficientes redadas y detenciones para saber que esperar. Veinte minutos de sigilo, órdenes con un solo gesto, desplazamientos para tomar posiciones hasta controlar cada objetivo,…. El nivel de coordinación de equipo que había reclutado Mycroft hablaba de años de experiencia conjunta, lo que hacía tan fácil y fluido que más parecía una película que una acción real. En segundo plano las voces en francés tambien había cesado y solo se escuchaba, por lo que Lestrade podía adivinar, alguna orden corta o confirmación de estar en el puesto asignado.

Las cámaras corporales de los agentes que se adentraban en el almacén donde habían sido convocados, solo mostraban a dos personas que franqueaban el coche, un Audi de cristales tintados y no cabía duda que con cristales antibalas. Las furgonetas estaban localizadas en una nave adyacente junto a sus ocupantes.

El agente "John" se adelantó, encarándose a los gorilas. El agente Sherlock lo sujetó manteniéndolo a distancia.

-¿Dónde está mi hija? ¡Rossie! –Incluso la voz enfurecida del agente John era similar a la de Watson, lo que hizo a Lestrade soltar una maldición en voz baja-.

La puerta trasera de vehículo se abrió, acercándose uno de los gorilas a ayudar a que saliese un hombrecillo delgado y decrépito con una máscara de oxígeno. Se apoyó en el hombre que lo había ayudado a bajar y señaló a los agentes Alan y Bates con un dedo tembloroso.

-ustedes dos… vendrán, -dijo sin apenas voz- y cuando el dinero esté… en mi cuenta… tendrán a la niña.

Mycroft dejó escapar un suspiro leve, se acercó el móvil a la oreja y dio una orden.

-Proceda, capitán.

Lestrade sólo vio como los dos guardaespaldas caían al suelo, ambos abatidos por una bala que dio entre los ojos, de fondo podía oír decenas de detonaciones sordas, que identificó como disparos durante lo que pareció una eternidad pero que efectivamente fueron apenas cuarenta segundos. Las cámaras de los agentes Sherlock y John se pusieron en movimiento en dirección al vehiculo el primer disparo, y ahora sostenian contra el suelo al hombre de la mascarilla que no oponía resistencia. Cuando fue puesto en pie sin delicadeza Lestrade lo oyó decir:

-Nunca volverán a ver a la niña.

Ninguno de los dos agentes respondió, limitándose a arrástralo con ellos en dirección a la salida. Mycroft continuó repartiendo algunas ordenes, en ingles la mayoría y en fraces otras, mientras el conmocionado D.I. intentaba asimilar lo sucedido. En segundo plano volvía a oír detonaciones y gritos en lo que identifico como una orden para detener el juego que nadie obedeció. Sólo cuando el hermano de Sherlock se puso en pie volvió a la realidad.

-¿Qué cojones ha sido eso? –dijo mirando incrédulo a Mycroft.

Mycroft se puso la chaqueta, alisando las arrugas que esta vez sí eran visibles en su chaleco

-Ese hombre orquesto el secuestro de mi sobrina de tres años con el propósito de entregarla para su venta por uno de los más conocidos traficantes de personas. Eso, mi querido inspector, es lo que me pediste, sacar a un secuestrador de niños de tus calles. Y ahora si me disculpas, tengo un vuelo que tomar y un interrogatorio que hacer.