El aroma de Rosamund
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Capitulo 1
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El caso había sido difícil: una mujer descuartizada oculta en una maleta en un almacén abandonado. Fueron tres días intensos de rastrear y deshacer sus pasos una vez que la identificaron, hasta que un ticket de una cafetería los llevó hasta la mujer que, por un ajuste de cuentas, había tramado el asesinato. La víctima era una mujer rubia y menuda llamada Mary
La sargento Sally Dónovan observó cómo John Watson casi empujaba a Sherlock en la parte trasera del taxi con una expresión oscura. Lestrade los había liberado de hacer una declaración hasta la mañana siguiente, consciente de que ambos estaban agotados.
—¿Estará bien, Jefe?
Lestrade siguió la mirada se Sally hasta el taxi que se alejaba.
—¿John?
—No, Holmes. Watson parece que está afectado por este caso. No lo he visto así desde lo de su esposa… y ya sabes lo que pasó, como lo pagó con Sherlock.
El D.I. la miró con atención. Sally parecía haber llegado a un terreno medio donde, si bien Sherlock no le caía bien, lo respetaba a su manera y le daba el crédito que merecía. En esos tres días, él y Sally habían compartido muchas horas en busca del asesino y los insultos o descalificaciones por ambas partes se habían mantenido al mínimo. Que mostrase preocupación por la reacción de John una vez que ambos hombres se encontrasen a solas era realmente un avance.
—¿Tú crees? –preguntó, revisando en su memoria las últimas horas. Había sido testigo de varios intercambios acalorados entre los dos hombres, las manos de John sujetando el codo de Sherlock con fuerza, la mirada reprobatoria cuando actuó de forma apresurada… —. Cuando terminemos aquí –dijo, señalando al grupo de agentes que registraban la casa de la asesina—, quizá pase por Baker Street, para recordarles que hagan su declaración. Te llamaré si hay algo relevante ¿de acuerdo?
Sally asintió, volviéndose para dar órdenes y acelerando el proceso. Por su parte, Greg comenzó a sentir la misma inquietud de la sargento, recordando vívidamente lo ocurrido un año antes con el caso Culverton. Habían pasado semanas hasta que Mycroft le mostró las imágenes de vigilancia interna del hospital, donde pudo ver qué había ocurrido exactamente. Después de aquello, a pesar de que sabía que John Watson era una buena persona, había observado con minuciosidad por si alguna vez Sherlock presentaba algún signo de abuso. Con el paso de los meses se había relajado, confiando en que la amistad de ambos hombres volvía a ser como en los viejos tiempos, pero quizá este caso, con las implicaciones de la asesina, había removido oscuros recuerdos en la mente del médico.
Llegó a Baker Street cuando comenzaba a oscurecer. Había sombras en el primer piso que indicaban que al menos Sherlock estaba allí. Llamó un par de veces, pero no hubo respuesta, tampoco de la señora Hudson a pesar de que tambien en su piso había luz. Aguzó el oído al escuchar un golpe, seguido de un grito ahogado. Volvió a llamar, probando la puerta al repetirse el golpe. La entrada del 221 estaba abierta, empujando la puerta y llamando a la señora Hudson antes de entrar y mirar las escaleras que daban al primer piso. Oyó una vez más un golpe de algo pesado que caía al suelo, seguido de la voz angustiada de Sherlock que decía algo que no era capaz de entender. Sin pensarlo mucho, subió los escalones con prisa, esperando encontrarse en medio de una pelea y en la que esperaba sinceramente que no hubiesen llegado a las manos. Abrió la puerta del primer piso de golpe y entró dos pasos en la sala de estar antes detenerse en seco. Había un portátil en el suelo y periódicos y libros espacios por el suelo también. En la mesa que servía de escritorio, John se aferraba con fuerza a los bordes, con los pantalones por los tobillos mientras Sherlock, tras él, lo sujetaba por las caderas con la ropa en una situación similar, mirando a Lestrade con el rostro enrojecido.
—¡FUERA!
El grito de Sherlock puso a Lestrade en moviento, que salió cerrando la puerta y bajando las escaleras con tanta prisa que casi arrolla a la señora Hudson que salía de su piso con unos cascos aislantes de sonido mientras tarareaba. Cuando salió a la calle pudo oír las risas descontroladas que salían de la ventana del primer piso, corriendo hasta su coche donde se metió, permaneciendo allí mismo agarrando el volante mientras intentaba no pensar en lo que había visto. Pasaron unos minutos hasta que envió un mensaje a Sally, tranquilizándola sobre lo infundado de sus temores sobre el doctor Watson y las intenciones que tenía con Sherlock. Cuando se dio cuenta de lo que había escrito no pudo evitar reírse sede sí mismo. Nunca se había equivocado tanto, y nunca había imaginado que la relación entre Sherlock y John había prosperado al fin al lado físico, a pesar de que había recibido varias indirectas. El comportamiento entre ellos no había cambiado, no había muestras de afecto inusual, o algún lenguaje que mostrara intimidad. Seguían siendo los de siempre, con el peso de los años y las cicatrices de cada uno, pero en esencia eran la misma pareja que se había presentado en Lauriston Gardens hacia tantos años. Se marchó a la central, sin poder reprimir una sonrisa que se obstinaba en asentase en su rostro.
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Al día siguiente, antes de las nueve de la mañana, Sherlock llamó a la puerta de la oficina de D.I. Lestrade quién, al levantar la vista de su informe, lo vio esperando con una bandeja de cartón donde se asentaban dos grandes vasos de café de una de las cafeterías preferidas de Lestrade. El D.I. se sonrojó, aclarandose la garganta y señalándole la silla.
—Buenos días –dijo apartando la vista cuando se sentó. – ¿John no viene contigo?
—Le dará su declaración a la sargento Donovan.
—Entiendo…
Se miraron uno a otro y Sherlock rompió a reír, lo que disipó la incomodidad de Lestrade que se unió a él en una risa tranquila. Sherlock le pasó uno de los vasos de café, reclinándose en la silla y apropiándose del otro.
—Creo que te debo una disculpa –dijo al fin el D.I.-
—¿De verdad pensaste que John se pondría violento por el caso?
—No sería la primera vez, y la victima podría haber traído recuerdos.
Sherlock guardó silencio durante unos momentos, pensando en cuánto sabía realmente Lestrade de Mary, de su pasado y de lo ocurrido entre ellos.
—Gracias, supongo –dijo al fin moviendo la mano al aire—, por eso de la preocupación por mi seguridad, pero no es necesario.
—¿Desde cuándo… estáis…? —Lestrade se sonrojó, apartando la vista de Sherlock que fruncía el ceño —, olvídalo, no importa.
—¿Desde cuándo somos físicos? Poco después de Sherrinford ¿John es una pareja aceptable? Sí. Hemos hablado de todo lo relevante en esta nueva situación, invertimos posiciones con frecuencia y estoy realmente satisfecho con el desarrollo de nuestra dinámica, al igual que John. Mycroft lo sabe, no te molestes en informarlo, creo que incluso puede tener varias grabaciones. Ambos estamos asistiendo a terapia y, aunque es una tediosa pérdida de tiempo, es una de las condiciones que ambos asumimos. ¿Alguna otra pregunta antes de que volvamos a la declaración?
—¿Por qué la señora Hudson tenía unos auriculares?
Sherlock rodó los ojos con fastidio.
—Se quejó de ruidos, John se los compró...
Las carcajadas de Lestrade se escucharon fuera de la oficina, seguidas poco después de la risa más profunda del detective consultor.
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John soltó la mano de Rosie, que avanzó hasta las piernas de Sherlock, agarrándose con una risa contagiosa y mirando a su padre.
—¡Ahí está! –Dijo John con la misma sonrisa-.
Sherlock la cogió en brazos, mirando a la niña seriamente.
—Watson, a veces tu padre es conscientemente obtuso. –La colocó de forma experta contra él y comenzó a avanzar por el cementerio—. Es un juego John, va de ti a mí esperando que ambos le demos nuestra atención.
—¡Ah, no! Ella claramente te prefiere, y si no fuera porque soy el que le proporciona alimento, creo que incluso dejaría de reconocer mi existencia.
—También provees de ropa limpia.
—Esa es Nana Hudson.
Rosie chilló cuando Sherlock la subió hasta sus hombros, metiendo las manos en los rizos y agarrándose con fuerza.
—La bañas.
—La limpio de todos los experimentos que hacéis.
—Conocer la textura de la fruta dependiendo de su grado de maduración es clave para saber cuál es la idónea para Watson.
—Ella sabe masticar.
—No escuches a tu padre, Watson, los experimentos proporcionan información básica y necesaria para…. –Sherlock siguió avanzando, aunque los pasos eran más cortos—. John –sacó a Rosie de sus hombros, entregándola a su padre no sin que ella protestara, pero la atención de Sherlock estaba más adelante, concretamente en la lápida donde se leía el nombre de Mary Watson.
—¿Qué es? —Como era habitual, Sherlock no contestó, sacando su móvil. Comenzó a hacer fotos a la tumba, enviando algunas de ellas por mensaje. –Sherlock –John se puso a su lado, con una Rosie muy inquieta en sus brazos. Al mirar la tumba vio lo que había llamado la atención de Sherlock: En medio de la lápida, una solitaria rosa negra estaba junto a la palabra "madre" de la frase que John había pedido que fuese grabada.
La llamada entrante fue respondida por el detective consultor al momento, respondiendo apenas con monosílabos.
—¡Sherlock! —Repitió John, comenzando a sentirse aprensivo.
—La rosa negra significa venganza —dijo al fin después de colgar, mirando a todo el perímetro que los rodeaba—. Mycroft mirará si puede averiguar quién ha estado aquí en las últimas doce horas. –Se acercó a la lápida, posando los dedos ligeramente en ella –Feliz cumpleaños, Mary –murmuró, tomando nuevamente a Rosie de los brazos de su padre—. Tenemos que irnos.
