MAXIMA CULPA
Capítulo 22: El robo
Volví otra vez tras un maldito receso lleno de actividades personales y un largo silencio sin publicar. En fin, en este capítulo de origen paranormal tiene una particularidad que ya comprenderán al final de ésta.
En una de sus andanzas, Gaming y Bennett son perseguidos por la policía logrando escapar y esconderse en una antigua casa, habitada por Pulcinella, un vagabundo que les ofrece hospitalidad. Pero ignoran que esto, lejos de ser algo afortunado se transformará en la experiencia más increíble que ambos pudieron imaginar.
El concepto que habla sobre la vida y la muerte habitualmente establece claras diferencias entre una y otra dimensión, pero todo hace pensar que a lo mejor no existen grandes diferencias y lo que es más, podría ser que la vida y la muerte sean sólo un continuo. Claramente esta es una teoría, pero una teoría que nadie puede rebatir; este es el viaje que queremos compartir con ustedes.
El robo de automóviles ha sido siempre la razón que mueve a Gaming y a Bennett a salir a la calle y ver la posibilidad de obtener un tentador botín. Ambos jóvenes y amigos, hasta ahora han tenido la suerte de no caer en manos de la policía, dicho de otro modo jamás han estado en la cárcel y por lo tanto los ojos de la justicia serían primerizos.
Los ladrones de elemento Pyro abren la puerta de un carro consiguiendo una suculenta especie en el interior, de pronto se oyó la sirena de una patrulla.
–Socio, ¡la poli! ¡Arranca! –Grita Bennett a Gaming.
Mientras ellos huían de la policía divisan una casa abandonada en plena esquina.
–¡Abre la reja! –Exclama el castaño tratando de acceder al inmueble para luego ingresar por una ventana.
–Tenían que haber metido acá. Si están aquí no van a poder salir. Ya vámonos, vos, dé la vuelta y persone el lugar. –Acotó un policía rodeando el área desde el exterior.
–Ya se tienen que haber ido ya.
–No, yo tenía que haber dejado un punto fijo. –Respondió el peliblanco.
–Bueno, nos van a observar la casa, perdón de vos de dónde esconderlo.
–Vamos.
Si bien estos delincuentes parecen osados en lo más íntimo de su ser son cobardes, nunca en el tiempo que llevan juntos se habían visto tan acorralados como ahora y tienen miedo. Este oficio lo desempeña sin que sus padres sepan de manera en que cada vez que se atrasan deben tener una buena explicación o llegar con dinero a casa.
Gaming y Bennett se han metido aquí en la certeza que no existen moradores, pero intuyen que eso no los exonera de problemas cuando decidan salir.
–Oye, ¿estás seguro que cerraste la ventana? –Preguntó el castaño rojizo.
–Sí. –Afirmó su compañero.
–¿Pero cerraste bien?
–¡Sí, socio!
–Ya.
–Aquí no hay nadie.
–Sí, aún está vacía.
–Vuelta.
Para sus pretensiones este lugar parece completamente deshabitado, los invade una cuota de nerviosismo, ya que sospechan que si aquí vive alguien se habrían metido en un callejón sin salida. Al parecer esta casa está en venta, pero la sensación de abandono y humedad, y polvo en suspensión le da un aspecto casi tenebroso. A partir de ahora, Gaming y Bennett presumen que la policía ha rodeado el sector y a su pesar tendrán que esperar.
–¡AH MIERDA! –Vociferó despierto un vagabundo llamado Pulcinella.
–¡Ay, hay alguien! –Exclama Bennett.
–¡Qué hacen aquí!, ¡¿quiénes son ustedes?!
–¡CÁLLATE! ¡Estamos arrancando de la poli!
–¿Y qué lo que hicieron?
–Shh, cállate. Lo que pasa es que nos pillaron robando un carro. –Decía Gaming.
–¿Y los vieron entrar aquí?
–No, nos vieron, pero nos pueden ver que estamos acá. Así que *silencio*. ¿Estamos? –Calló él.
–Qué hace frío. Oye, ya como me despertaron tomemos un cafecito.
MÁS TEMPRANO QUE TARDE...
–¿Cuánto tiempo dijo que lleva aquí? –Contestó Bennett.
–Un año, por eso puedo decir que esta es como mi "casa". –Agregó Pulcinella.
–Un año. Claro, un año.
–Lo que pasa es que esta casa está en venta, parece que piden mucho porque no la ha comprado nadie.
–Oiga, ¡no sea alumbrado! No prenda la luz que nos puedan observar. –Dijo enojado Gaming al vagabundo.
–¿Y qué tiene? Esta es una propiedad privada, aquí no puede entrar nadie. Además, pueden creer que son los dueños de casa, jejeje. ¿Está rico?
–Sí, gracias.
El encuentro con este anciano los tranquilizó un poco, al menos se sienten más protegidos. Precisamente por lo mismo ahora que la calma ha vuelto un poco a ellos se dieron cuenta que por lo pronto su gran enemigo es el frío.
–Oye, ¿qué quiere hacer? –Pregunta el oriundo de Mondstadt a su amigo.
–Esperar un rato más. –Jadeó el de Liyue.
–Oigan, podrían quedarse aquí porque espacio hay. –Ofreció el indigente Fatui.
–Ya, sí. Yo creo que es buena idea esa. –Alega el del cabello oscuro.
–Yo con lo único que les puedo colaborar con estos cartoncitos, no tengo más.
–No, tranquilo. Gracias.
La invitación de don Pulcinella no la pudieron eludir, una vez superado el nerviosismo y el frío, el cansancio les hizo minimizar las dificultades y cayeron presa de un profundo sueño. Ciertamente ignoraban dónde estaban metidos ya que esta idea de eludir aquí a la policía, lejos de ser afortunada como ambos llegaron a pensar se transformaría en la experiencia más increíble que jamás hayan vivido.
Tal como Gaming lo presumió aquí existía gente y por una razón que no se explica, lejos de huir, su curiosidad lo llevó a comprobar quiénes eran, desconociendo que aquella decisión fatal lo pondría al tanto de un hecho que era imposible evadir.
Este ladrón merodea un cuarto amoblado e iluminado donde llama la atención una escena que lo describiría inenarrable.
–Kiana. Kiana, ¿dónde estás? Ayúdame, por favor. –Llamó una anciana recostada en cama a su nieta.
–Pero si le dejé agua ahí para que usted sola se tomara los remedios. –Ordenó ella.
–No puedo.
–¿No puedo qué? Ahora me va a decir que no se lo puede tomar, pero cuando se levanta lo más bien que lo hace sola.
–*Tose* No me siento bien.
–Última vez que se los voy a tomar, ya estoy cansada de levantarme tres veces en la noche.
–Perdóname, tú sabes que estoy enferma.
–No me venga con esas leseras, yo no soy su enfermera de cabecera y si está así por su culpa.
–Eres lo único que tengo.
–Si sé, pero ya me cansé. No se da cuenta que por su culpa estoy casi presa aquí.
–Ya moriré para que hagas lo que quiera.
–Eso me lo viene diciendo hace rato.
–Si sé que eso lo que quiere, ¿verdad?
–¿Qué cree que le responda? ¿Qué sí?
–Si tu madre estuviera viva ya te habrían encerrado, siempre fuiste mala. Déjame sola.
–Lo que usted quiere es tener una esclava, por eso me dice todo eso. Pero ¿quiere que sea mala? Después no se arrepienta. Usted es una vieja malagradecida.
Gaming fue testigo ocular de aquella extraña relación entre la abuela y su nieta, no le cabía en la mente tanta apatía y falta de humanidad en aquella joven que a todas luces era la única persona que la anciana tenía. Luego de una serie de conjeturas que no lo conducía a ninguna parte decidió bajar para unirse a su amigo y compañero de fechorías.
–¡Apaga esa cosa, amigo! –Se quejó Bennett exponiendo la luz de la linterna. –¿Dónde andaba?
–Yo sentí unos pasos arriba y fui a mirar, y vi gente. –Relata Gaming.
–¿No jodas?
–Que vi (a) una vieja y parece que vive como con su nieta.
Una bandeja de plata resuena al piso despertando el vago Fatui.
–¿Qué pasa? –Despertó Pulcinella.
–¿Cómo es la cuestión? Usted dijo que aquí no vivía nadie, aquí mi amigo escuchó pasos. –Cuestionó el de Mondstadt.
–*Gruñidos* Aquí no hay nadie. Arriba, en el segundo piso vive la dueña, la señora con su nieta. –Comentó desvelado el Fatui.
–Oiga, ¿y cómo es que lo dejan quedarse acá? –Contestó el de Liyue.
–No sé, me dijeron que no tenían ningún problema. En todo caso, desde que estoy aquí no han bajado nunca. Yo creo que se sienten más seguras conmigo.
–Demás. –Aseguró el albino.
–Lo único que quieren es que nadie suba. ¿Ustedes no han subido?, ¿no?
–No. –Negaban los ladrones Pyro.
–No, porque si lo hacen seguro que me echan. Bueno ya duérmanse, un ojo...
Estos jóvenes estaban un poco superados por esta instancia, en cierto modo se veían obligados a quedarse bajo estas extrañas condiciones. Desde luego no sabían que era el comienzo de una trama que los involucraba en un hecho delictivo superior al que ellos practicaban a diario y por el cual, ahora estaban arrancando.
–Gaming, ayúdame. –Coreaba una y otra vez la abuela pidiendo ayuda. –Gaming, ven.
–¿Está escuchando, socio? –Presiente el ojiverde.
–Sí. –Responde su compañero.
–Te está llamando a vos.
–No, yo creo que otro individuo.
–Vamos a vernos.
–Ya. ¿Y si éste se despierta?
–Ya hubiera despertado.
–Ya, lo hagamos. Acá tengo la linterna.
Así fue como Gaming y Bennett quisieron saciar su curiosidad yendo al segundo piso, algo había allí que no encajaba con los dichos del viejo Pulcinella y querían descubrirlo personalmente. Ahora, no era el robo ni el miedo el móvil que los conducía correr este riesgo que a todas luces era insólito, sino más bien averiguar porqué razón un vagabundo puede vivir allí con especiales beneficios, si es que de verdad esta familia es la dueña de la propiedad.
–Kiana, ayúdame. –Agoniza la anciana.
–¿Por qué la voy a ayudar? –Insinuó su nieta.
–Ah, me ahogo. Dame agua.
–¿Así? Usted me dijo que se las iba a arreglar sola. Hágalo.
La señora intentaba coger el vaso con agua y cae en ella.
–No puedo, tráeme otro.
–No voy a traerle nada, quiero ver qué haces en mí.
–Kiana.
–Usted me dijo que yo era mala. Dígamelo ahora, dígame que soy mala.
–Kiana, estoy... estoy muriendo. ¡Ayúdame, por favor!
–Usted me dijo que yo quería que muriera. ¿Quiere saber la verdad? La voy a dejar muerta.
–¡No! Hija, no.
–Si se va voy a ser libre, ¿se da cuenta de eso? Voy a ser libre por fin, ya no voy a tener que preocuparme más por usted. –Sentenció la nieta dejando fallecer su abuela por paro cardiorrespiratorio. –Tú te lo buscaste, vieja de mierda.
–¿Viste?, le dejó morir. –Dijo perturbado el del pelo medio rojizo.
–Oiga, la chica es mala, amigo. ¿Qué hacemos? –Opinó el albino.
–Vámonos.
–Ya.
Gaming y Bennett no podía creer lo que vieron sus ojos. Desde luego, ellos no eran precisamente unos santos, pero encontraron que la conducta de aquella mujer superó todo lo imaginable. Ahora, ambos eran cómplices de una suerte de homicidio y para salir airoso de este episodio debían tener respuestas, o a lo mejor sería huir de aquí.
–Oye, yo creo que los policías se fueron. –Pensó en voz baja Gaming.
–¿Qué hacemos con él? –Pregunta Bennett refiriendo a Pulcinella.
–¿Cómo qué vamos a hacer? Dejarle durmiendo, porqué vamos a despertar.
Se oye un ruido desde el exterior.
–¿Escuchaste? –Presintió el peliblanco.
–¡Los policías, viejo!
–¡Concha..., qué vamos a hacer!
–Shh.
–Oye, ¡¿qué pasa?! ¡¿Qué es eso?! –Despierta somnoliento el vago Fatui.
–No se da cuenta que llegaron los policías. –Grita callado el castaño rojizo.
–Ah, ellos pasan siempre a esta hora. Oye, ustedes no pueden salir, ¿ah?
–Sabes, ¿por qué no me da un café?
–Sabes qué, yo también estoy necesitando uno. –Agregó el viejo.
–Oye, ¡están ahí! –Vocifera en voz baja Bennett.
–Ya, shh. –Calló Gaming a su compinche. –Oiga, y usted ¿hace cuánto tiempo las conoce?
–¿A quiénes? –Preguntó Pulcinella.
–A ellas.
–¿A la señora? Desde que llegué aquí.
–Parece que se veía mal con su nieta.
–¿Y usted cómo lo sabe?
–Bueno, me lo imagino.
–¿Ustedes subieron? Porque si suben yo los denuncio.
–Ya, ¿y por qué no les gusta que suban?
–Cosa de mujeres, usted las conoce. Mira, yo con la única que he tenido problemas es con la nieta, con Kiana. Bueno, después de lo que me contó les toca por subir.
–¿Qué le contó? –Consulta el ojiverde Pyro.
–Nada. Me dijo que ese lugar está embrujado, endiablado y el que suba va a aparecer la consecuencia en vida.
–¿Qué consecuencia?
–Nada. No, ese era el que... Yo creo que me lo dijo para asustarme. Je, ¿te crees que soy bobo?
–Oiga, y usted ¿nunca le ha pasado nada malo por subir?
–Yo nunca he subido. Lo que pasa es que una noche ella bajó, me contó todo.
–Pero ¿cómo usted entonces dijo que conocía a la abuela? –Interroga el de ojos ámbar.
–No la conozco, todo fue a través de Kiana, la nieta. Ella me dijo que me podía quedar aquí todo el tiempo que quisiera, pero con una sola condición: que no subiera nunca.
–¿Y eso le dio miedo?
–No. Mientras me dejen dormir aquí para qué voy a subir a verla.
A la mañana siguiente, mientras Gaming y Bennett dormían, Pulcinella fue el primero en levantarse que, por una estupidez dejó caer unas botellas vacias haciendo despertar al joven de Liyue.
–¿Qué hora es? –Dijo somnoliento el chico.
–Oiga, ahí tienen pancito, es lo único que tengo, pero si lo calientan ni se nota que está añejo. –Decía el vagabundo.
–No voy a querer nada, no se preocupe. Gracias. Oye, despierta.
–Rayos, me quedé dormido. Vámonos ya. –Expresa Bennett levantado.
–¿Qué se van a ir? Tomen su cafecito.
–No. Oye, ¿y como a qué hora se va?
–Yo por lo menos no tengo reloj, no me interesa saber la hora. Y ustedes, ¿por qué están tan interesados? ¿Van a llegar tarde a la oficina? Jejeje. Ya cómanse, está rico. Jajaja.
(...)
–¿Y seguro que ella baja? –Supuso el de Liyue.
–¿Kiana? Qué va a bajar, espera que me vayan primero. ¿La quieren dulce?
–No, yo preguntaba.
–Tiene malas pulgas, si la llegan a ver ustedes le dicen que llegaron recién, porque si sabe que yo los dejé a dormir me echa.
–Oye, vámonos. –Insiste Bennett.
–Ya, pero calmado. –Aguardó el azabache. –Oiga, ¿y usted nos podría hacer un favor?
–Plata no tengo por si acaso.
–No, si no es eso. Mire, ¿por qué usted no sale primero ahí y nos echa a ver si están los policías?, ¿ah? –Solicitó Gaming.
–Yo creo que se tienen que haber ido. Bueno, voy a mirar por si acaso, ustedes no se muevan de aquí. No vayan a subir. –Sale del lugar Pulcinella.
Ya era de día y no existían motivos para sentir miedo, pero los argumentos que contó el vagabundo calaron hondo en estos dos jóvenes que estaban sugestionados con la supuesta maldición, pero por sobre todo no querían hacerse responsable por la muerte de la anciana.
–¿Y, qué opina? –Admite el pelicastaño de puntas rojas.
–¿De qué? –Responde el de Mondstadt.
–Del viejo.
–Bueno, no sé. No sé, debe estar loco.
–¿Escuchaste? Qué raro.
–A lo mejor están durmiendo.
–Oye, yo llegué a soñar con ella anoche. O sea, si pudiera hablaré con la familia para denunciarla.
–Para que metieran preso. Oye, sabes qué yo quiero puro irme, entiende que podrían joder la puerta nosotros.
–Además, este viejo de mierda se demora más que la jodida.
–¿Qué vamos a hacer?
–Esperarlo.
Pero lo que estos hombres no lograron intuir era que tendrían visitas.
–Parece que ahí viene. –Presiente Bennett.
–¡No, son otros tipos! –Gritó en voz baja Gaming.
–¿Y qué vamos a hacer, socio?
–Escondamos.
–¡¿Y dónde diablos vamos a esconder?!
–Arriba, vamos.
–¡No puedes ir arriba!
–¡Vámos arriba! Shh...
Mientras los hampones escondían en un cuarto a puerta cerrada, unos hombres suben al segundo piso mostrando la propiedad, entre ellos la presencia del Fatui con armadura.
–Bueno, usted sabe los metros cuadrados que tiene la propiedad, ¿no? –Dijo un corredor de propiedades.
–Mil que se lo avisa, ¿no? –Expresa Il Capitano subiendo.
–Ojalá que no hayan visto. –Deduce el rojizo castaño.
–No, no creo. –Pensó su compañero.
–Amigo, van a despertar a la chica.
–Sí.
–Y si los pillan nos joden.
–¿Y qué vamos a decir?
–La verdad.
–No, yo no me quiero meter en líos.
–Que nos van a echar la culpa a nosotros.
–Pero la vieja murió, vámonos.
–Pero antes que lo comprueben y cuando nos van a ir presos. Además, que nos van a delatar por lo del carro, ¿entiende?
–Tiene razón, socio.
–Amigo, vienen subiendo. Cierra, cierra.
–Bueno, este es el segundo piso del que le hablé, como se da cuenta está igual está abajo. Yo no creo que acá vale la pena meter billete. –Comenta el funcionario de bienes raíces.
–Bueno, ya le dije que vamos a demoler para construir. –Plantea el mencionado Fatui.
–Sí, sí, yo le decía que mientras usted organiza para edificar, ¿no?
–Parece que no son los polis. –Decía el de Liyue.
–Está mostrando la casa, socio. –Menciona el de Mondstadt haciendo que su colega le forzara el picaporte.
–Está cerrado, alguien de la oficina tiene que haberle puesto llave. –Citó el agente de propiedades.
–No, está bien, no se preocupe. Ya he visto bastante. –Supuso Capitano. –Dígame una cosa, ¿a quién pertenecía esta propiedad?
–No, no tiene dueño, fue donado a una institución benéfica.
–Pero no le parece raro usted que en tanto tiempo no se haya vendido.
–Bueno, pues el precio no sé, por algo lo bajaron, ¿no? ¿Quiere que le muestre alguna otra habitación?
–No, ya tengo bastante. Gracias.
Tanto Il Capitano como el ejecutivo abandonan de la casa.
–Parece que se fueron. –Habló aliviado Gaming.
–Nos pegamos una media salvada, socio. –Dijo nervioso Bennett.
–Pensé que la nieta tampoco despertó.
–Vamos, ya.
–Oye, ¿no habrá bajado antes y nosotros despertáramos?
–¿Tú crees?
–Voy a mirar.
–Ten cuidado.
–Shhh, ven.
Los delincuentes divisan la habitación que, para sorpresa de ellos está completamente vacío ese cuarto.
–Bennett, ven.
–¿Qué pasa, socio? –Preguntó él.
–Aquí estuvimos anoche, ¿cierto?
–¡Sí, socio! ¿Por qué?
–Porque no hay nada. No hay nadie, mira.
–No hay nada, socio. A lo mejor es la nieta sacó para esconderla.
–¿Y las cosas? No está la cama, no está el velador. ¿En qué rato sacó las cosas?
–Cuando estábamos durmiendo.
–¿Cómo?, ¿delante de nosotros? Imposible, ni que fuera Superman. –Dudó Gaming.
–A lo mejor la arrastró para el otro lado. –Intuye el albino.
–A lo mejor.
Recorrieron a otra habitación, lo que según creen ellos habían visto a la nieta ahí también está deshabitada, sin ningún mueble ni nada.
–Acá no hay nada, aquí tampoco no hay nada. –Revisó el pelicastaño rojizo.
–¿Qué esta pasando, socio? –Insinuó el de ojos verdes.
–Viejo, quieto. Dime, ¿tú viste lo mismo que yo vi anoche?
–Sí, socio. ¡Sí, es que esa chica la dejó morir! ¿Qué está pensando, socio?
Perturbados ante esta situación, estos jóvenes bajan al primer piso donde se encontraría a Pulcinella a darle explicación del fenómeno que los aturdió, pero ya no estaba.
–¡El viejo desapareció! –Exclama el joven ojiámbar.
–¿Cómo que desapareció? ¡VOLVISTE A DEJAR DE HABLAR TONTERÍAS! –Gritó el platinado.
–¡AL DIABLO!
–No, ¡nos denunció!
–Socio, ¿y si es verdad?, ¿y si nos pillan? Bennett, arrancamos para lados distintos, ¿escuchaste? Nos juntamos en la taberna.
–¡Vamos!
Una vez que estos antisociales salieran de la casa desde la entrada, en el interior un misterioso portazo cerró toda existencia paranormal que los apaciguaba. Mientras en una taberna...
–Oye, ¿te quedó algunas monedas? –Preguntó con desgano Gaming.
–Me dio un billete, ¿por qué? –Responde Bennett.
–¿Quieres comer un hot dog a medias?
–No. O sea, la cosa es que con lo que nos pasó se me quitó hasta el hambre.
–A mí igual, tal vez. Oiga, sabes que si la contamos no la va a creerla.
–¿Y para qué nos vamos a contar? No, no podemos contar, ¿entiendes? No, van a pensar que estamos locos, ¿ah? No.
–Oye, ¿y vos piensas lo mismo que yo?
–Que esta muerte.
–¿Y si no?
–¿Qué cosa? No sé. Es que mira, la cosa es que no creo en estas cuestiones, pero ahora no sé qué pensar, socio.
–Lo bueno fue que la vimos juntos.
–Nos penaron en vivo, amigo. ¿Vos sabes lo que eso significa?
–Ojalá supiera.
–¿No habrá sido por el auto?
–¿Y qué tiene que ver el coche con esas chicas?
–Rayos, no sé. Son tonterías que ocurren. Lo que pasa es que nunca me había pasado una jodida así.
–Caray, a mí una vez me planearon en la casa de mi abuela, los putas habían sentido unos pasos, unas voces nada más, pero esta jodida terrible es diferente.
De repente, el vago Pulcinella merodeaba por el sector siendo avistados de sorpresa por estos chicos.
–¡Vea, socio! ¡Mire por ahí! –Exclamó el ojiverde antes de pagar todo lo que tenía en la taberna.
–¡OIGA! –Grita corriendo Gaming.
A pleno día, estos jóvenes delincuentes tuvieron la posibilidad de analizar lo sucedido y lo que es más, aceptar que fueron protagonistas de un hecho sobrenatural. Desde luego no tenían explicación para ese fenómeno que los superaba e incluso llegaron a pensar sin decírselo que el viejo vagabundo era parte de esa imaginería fantasmal, por eso cuando lo divisaron fueron tras sus pasos, ya que era el "cable a tierra" de esa experiencia única en sus vidas. No gustado por su parte ignoraba lo acontecido y como todos los días se dirigía a su lugar de trabajo entre comillas que tenía en las proximidades del mercado central: pedir plata como vagabundo.
–Hey, abuelo. ¿Qué pasó que no volvió? –Dice el pelicastaño.
–¡¿Qué llamó a la policía?! –Delató Bennett.
–¿Cómo se les ocurre? Yo salí a mirar si había alguien, no había nadie. Cuando regresé vi a dos tipos con corbata que entraron y de ahí me viré. ¿Quiénes eran? –Trató de explicar Pulcinella.
–Nada, nos estaban ofreciendo la casa, querían venderla. –Respondió el de Liyue.
–¿La querían comprar? ¿Y qué dijeron? –Preguntó el Fatui.
–Bueno, si nosotros no los vimos si nos escondimos en el segundo piso.
–¡¿En el segundo piso?! ¡Les dije que no subieran!
–No queríamos que nos dijera nada, ¿qué nos apoyaran?
–¡Toda la noche no me van a calentar!
–¡Oiga, si ahí no había nadie! Si estaba vacío, ¿cierto?. –Dijo el de ojos ámbar.
–Sí. –Afirmó el platinado.
–Ah sí. ¿Qué me quieren con eso que arriba no vive nadie? –Dedujo el vago.
–Lo que escuchamos. Arriba no vive nadie, se da cuenta (que) si ella no existe. –Contestó Gaming.
–Oye, yo converso con ella y las oigo, que conversan, que caminan todas las noches.
–Mire, escúchame. Ella... es solo una espíritu, entiende lo que estamos diciendo. –Aclaró Bennett la verdad.
–Ustedes no me hicieron caso. –Advirtió el anciano.
–Mire, si no nos van a echar. Si es esa su preocupación nos van a echar porque la casa está deshabitada. –Expresa agobiado el de Liyue.
–¿Subieron? ¿Ustedes subieron? Ella no miente.
–¿De qué está hablando, oiga? –Indagó el desafortunado ojiverde.
–Ahora son ustedes los que tienen la maldición. Váyanse, ¡váyanse y déjenme...!
–¡Oiga, déjese esas tonterías, señor! ¡Estamos diciendo que esa casa no vive nadie, entiende!, ¡que está muerta! –Insistía Gaming evitando la huida de Pulcinella.
–¡Déjeme, déjenme! Déjenme tranquilo, ¡déjenme trabajar tranquilo! ¡Déjenme, déjenme, si no voy a llamar a la policía! –El propio Fatui escapa de los jóvenes Pyro.
–No. –Presintió el castaño.
Si Gaming y Bennett se alegraron en cierto modo encontrar a Pulcinella ya que él les ayudaría descifrar sus dudas estaban muy equivocados, ya que este anciano, lejos de creerles volvió con su locura de la maldición dando señas que ignoraba por completo lo que sucedía en el segundo piso de aquella casa.
Los policías divisaron a estos chicos delincuentes en la vía pública, durante la persecución ellos terminarían atropellados por un automóvil a toda velocidad desde una esquina quedando inconscientes en la acera; la sacaron barata al cumplir aquella maldición. Luego, Gaming y Bennett fueron trasladados en ambulancia juntos en estado de mediana gravedad.
–Bennett. –Decía alucinado Gaming.
–¿Qué? –Dedujo él malherido.
–¿Estás pensando lo mismo que yo?
Al sonreír este último los ladrones, pese a esto terminarían tras las rejas tiempo después, al rigor de la ley.
En estos casos, la verdad no aflora como una gran solución porque la verdad no aparece como un hecho incuestionable, sino como un simple punto de vista. Tantas veces hemos escuchado que es posible que no estemos solos y puede ser verdad; nos vemos luego.
De hecho, la aparición de Kiana hace referencia a la protagonista de Honkai Impact 3rd, siendo la primera en incluirla en la franquicia desde el capítulo "El alma sucia"; más adelante incorporarán algunos personajes en torno a los juegos citados de Hoyoverse.
Con respecto a la adaptación original, en la serie real está dedicado a un fallecido actor que personificó como vago en el programa de TV chileno "El día menos pensado" antes de su muerte.
En memoria de Jorge Guerra, creador de Pin Pon.
Continuará...
