Conversación en Persona: —Día de la Emergencia—

Conversación en Radio: —Día de la Emergencia

Recuerdos: —Día de la Emergencia

Narración: Día de la Emergencia

Tyrus

Claybourne

Centro de Archivos de Claybourne

0210 horas

POV Michael

El silencio en el sitio era desmedido.

No porque el lugar fuera callado.

Éramos nosotros los mudos, estábamos afónicos mientras escuchábamos pisadas, ultra pesadas, en camino hacia nuestra dirección.

Nunca había escuchado algo así antes, jamás.

—Sargento, ¿ha escuchado algo así antes?— preguntaba casi murmurando, evitando que nos escuchara lo que sea que se acercaba.

—No... nunca— me respondía el Sargento Bridges, pegándose más a la barricada.

Los hombres de Alpha-2 estaban igual de confundidos y asustados, eran 2 pisadas, por lo que no era un Corpser.

El respiradero del casco me hacía sentir mi respiración, lo escuchaba pesado y algo errático, por lo que traté de controlarlo.

Tenía miedo, ¿qué mierda habían creado los Locust?

Por si el Corpser no fuera suficiente.

—Alpha-2, posición de combate, Hotel-Gamma-12— el Sargento ordenaba, haciendo que todos los hombres, comenzaran a dispersarse.

Era inteligente, no sabíamos qué era lo que se acercaba, así que separarnos parece la mejor opción.

—Michael, tenemos que... — trataba de hablarme Sofía.

—Aléjate del frente, cadete— le respondí, corriendo a uno de los edificios intactos, siguiendo a un pequeño grupo, que se encabezaba al mismo lugar.

Pero iban al primer piso.

Yo me dirigía al segundo, a un ventanal donde podría ver todo el panorama y poder apoyar en algo.

Aunque no quiera ayudar hace 5 minutos, ahora es distinto.

Si la defensa caía pronto, no podríamos huir.

Tenemos que darle tiempo al convoy de Tyrone para que pueda salir.

—Tyrone, aquí, Coulthard. ¿Cómo va la evacuación?— le preguntó al hombre, mirando por la ventana, tratando de ver algo a través del humo, fuego y polvo.

—Estamos comenzando la movilización, pero el Mammoth está rechinando mucho, esa suspensión que arreglaron no podrá ir más rápido— me respondía mientras se escuchaba a los Gears del fondo, comenzando a dar la orden de salida.

—Carajo. Escucha Tyrone, algo MUY grande se acerca al centro de archivos y no sabemos si podremos distraerlos lo suficiente como para que puedan ustedes salir de la ciudad.

—Por favor, apresuren el paso lo más que puedan— le suplicó, mientras escuchaba los pesados pasos, acercarse cada vez más.

—Copiado... mierda, desde aquí lo escucho— confirmaba Tyrone, al escuchar los pasos por el comunicador.

—No es bonito, hermano. Nada, bonito— le confirmó, para ver ese algo que se estaba acercando.

—Nos daremos prisa, te informaré en el momento en que estemos en zona despejada. Mucha suerte, corto— deseaba suerte el hombre, cortando comunicación y lo agradezco.

No quería hablar en este momento.

Era... no tenía palabras para decirlo simplemente.

Atravesando la espesura del humo, apareció una criatura masiva y musculosa, parecida a un dinosaurio, con una altura de al menos 12 metros.

Su cuerpo parecía estar cubierto de una piel gruesa y escamosa, tiene un rostro amenazante, con mandíbulas grandes llenas de dientes afilados, ojos brillantes que reflejaban irá y unos largos brazos musculosos.

Parecía pilotado por... un Locust hasta arriba del monstruo.

Y por si no fuera suficiente la tremenda bestia que era.

Estaba equipado con una serie de armas pesadas, que fácilmente incluía un lanzacohetes montado en la espalda y lo que parecían ser ametralladoras de gran calibre en cada brazo.

—Que Dios nos ayude— recé, mirando al suelo, poniéndome más nervioso.

Si queremos durar, tenemos que sacar a esa cosa de la zona de fuego.

Por lo que me puse a pensar.

—¡Abran fuego!— el Sargento Bridges de Alpha-2 ordenaba, lo que empezó una oleada de explosiones.

—Ya comenzó— susurró, para salir corriendo del edificio por la salida trasera.

Esa cosa tiene cohetes, y yo, estando en una ventana, moriré como rata.

Al bajar el primer piso, el tiroteo se puso cada vez más fuerte y me topé con Sofía de frente.

—¿A dónde vas?— preguntaba temerosa la mujer por la radio.

Los disparos hacían todo más difícil de escuchar y no la culpaba por no saber cómo reaccionar.

Esta situación se salió de las manos.

—A tratar de alejar esa cosa del campo de batalla— le comenté, saliendo del edificio.

Las explosiones y cañonazos se hicieron más fuertes al estar afuera.

Los gritos de los Gears por las comunicaciones eran aturdidoras, así que apagué la radio por un momento.

—EL... CHAEL... ¡MICHAEL, ME ESCUCHAS!— escuchaba los gritos de Sofía que trataba de poner su voz por encima de todos los disparos.

Encendí la radio personal, a lo que ahora sí, escuchaba la voz de Sofía perfectamente.

—¡¿A qué carajos te refieres con alejar a ese monstruo?!— me preguntaba una agitada pelirroja.

—Si queremos que el convoy llegue lejos y no lo detecte esta horda, tenemos que durar en la batalla, pero esa cosa nos acabará en minutos.

—Por lo que tenemos que distraerla. Sea como sea— le respondo a su pregunta, rodeando toda la zona roja.

Me lanzo a una cobertura, justamente evitando un misil que pasó por encima de nosotros y estrellándose contra un coche, volándolo por los aires.

La noche nublada se volvía nuevamente iluminada por las balas en el aire y las llamas de los edificios, vehículos e incluso escombros que no tenía ni idea cómo estaba incendiada.

Tomo a un Gear que estaba recargando su Lancer temblando y lo tomó de los hombros.

El hombre se sobresalta, pero se calma al ver quién era.

—¡¿Sabes conducir, soldado?!— le pregunté apuntando a nuestro APC que se encontraba detrás de un edificio, cubriéndose del fuego inminente.

—¡S-s-sí!— respondía el Gear confundido y nervioso.

—¡Esta es tu oportunidad de salir de aquí y ayudar a tu escuadrón, soldado!— tomé al hombre de los brazos y lo jalo corriendo cabizbajo, evitando balas perdidas.

Antes de llegar una explosión grande, nos empuja contra el edificio donde se resguardaba el APC.

Me pongo de pie rápidamente y jalo al Gear, no dejándole ver a su compañero Gear, magullado y decapitado que estaba detrás.

—Escucha, soldado. Manejarás este Armadillo fuera de aquí y te llevarás a esa cosa contigo— le explicó metiéndolo al APC y mostrándole el camino para llegar fuera de la ciudad.

—¡P-p-pero d-dejaría a mi equipo!— me respondía, tratando de entender lo que quería ordenarle.

Lo empujo contra el asiento y usé mi dedo para señalar afuera.

—¡No habrá un equipo mientras ese monstruo siga aquí, así que necesito que te lo lleves! ¡Lo más probable es que vuelva, pero nos dará tiempo de encargarnos de los Locust o replegarnos mejor!— le vuelvo a explicar, mientras le doy el punto de encuentro donde deberíamos de encontrar el convoy.

Siento cómo una mano toma mi hombro, por lo que reacciono de forma agresiva.

Doy un fuerte codazo a quien sea que esté atrás de mí, impactando contra algo duro y haciendo que caiga al suelo.

Me giré, desenfundando mi pistola en el proceso, solo para ver que era Sofía, que se quitaba el casco para verlo algo abollado de su costado.

—¡Carajo, Michael! ¿¡Me querías matar?!— se quejaba Sofía, furiosa, tirando el casco al suelo y poniéndose su comunicador de oído.

—Perdón, no pensaba que fueras tú— me disculpé, bajando la pistola y guardándola.

Regreso mi mirada con el Gear que se encontraba mirando el suceso.

—Entonces, ¿entendiste el plan?— trató de aclarar y mostrándole de nuevo las rutas.

—¿Qué plan?— preguntaba una aturdida Sofía.

—¡Ahora no, Sofía!— le respondí irritado.

El sonido de las balas, las explosiones y demás me estaba estresando.

Un rugido animal potente envolvió el aire, seguido de otra explosión, que sacudió el edificio donde se refugiaba el APC.

Escombro y polvo nos bañaron, pero el edificio se mantenía firme... por ahora.

—Gear, no tenemos tiempo— le apresuró escuchando el sonido de los disparos, que la diferencia era clara.

Los Locust nos estaban superando.

—Lo haré. ¿Cómo llamo su atención?— acepta el hombre, comenzando a colocarse el cinturón y revisando el APC.

—De eso me encargo yo. Tú tendrás que pasar cerca para que comience a seguirte— le confirmo, tomando mi Lancer de mi espalda y bajar del vehículo.

—Copiado. Espero la señal— entendía el Gear, cerrando la escotilla del APC.

—¡Puta madre Michael! ¡¿qué mierda está pasando?!— la pelirroja estaba igual de estresada y confundida de mis planes.

—Estoy haciendo lo que tú querías. Salvar a esta puta gente— encaró a la mujer contra el edificio, usándolo de cobertura y evitar el fuego enemigo.

—P-p-pero ¿cómo?— respondía confundida, pero sonaba herida.

Y no era físicamente.

Este plan solo funciona si el APC distrae el suficiente tiempo a esa cosa... esta es mi oportunidad de matar dos pájaros de un tiro.

—Esa bestia tiene que perseguir al Armadillo para que la batalle se equilibre y podamos hacerle frente a los Locust. Si no hacemos que esa cosa se vaya, nos matarán a todos y no les daremos tiempo al convoy de salir de la ciudad.

—Esto es lo que conlleva salvar vidas, Sofía. Sacrificios— le aclaro, señalando mi pecho y motivo por el que quería sacrificar a este escuadrón.

Para que el nuestro pudiera vivir.

Pero ahora todo se puso en nuestra contra.

—Dios no está aquí. Si quieres que estos hombres y los nuestros, vivan, el plan tiene que funcionar.

—Entonces... ayudaré a distraer esa cosa. Si esa cosa quiere volver, le volaré un ojo para tener su atención— su voz denotaba determinación, esta caminaba sin pelos en la lengua al APC.

Al verla caminar en dirección al vehículo, llamo al Gear dentro de él.

—Soldado, ¿me escuchas?— me trato de comunicar y de inmediato recibo respuesta.

—Lo copio, alto y claro— respondía con algo de ansiedad.

—La cadete Hendrick lo acompañará, en la misión, como artillera improvisada— le comentó, mientras me recargaba en la pared.

—Afirmativo, eso nos servirá— contestaba más optimista al plan.

Suspiro, tratando de sacar valor y formar algo para salir de esta.

—Cuando crean que se quedaran sin combustible o piensen que los alcanzarán, diríjanse a las coordenadas marcadas que dejé en el sistema. Es el punto de reunión de nuestro convoy, estarán seguros ahí— agregó, viendo a Sofía entrar al APC.

—Por más que la cadete quiera hacerse la heroína y quiera regresar, sabemos que solo será cuestión de tiempo para que nos agobien por número, pero tenemos que hacer esto para sacar a esos civiles de la ciudad— le cuento la verdad al hombre, tratando de que entienda... que este es el sacrificio que se tiene que hacer para salvar otras vidas.

—Recibido... mucha suerte, señor— me deseaba suerte el hombre, dándome un saludo, antes de cerrar la escotilla del APC.

—A ti también, chico.

Salgo de cobertura y entro directo a la zona roja.

POV Narrador

La batalla era unilateral e iba horrible para los soldados de la COG.

Los Gears podían repeler a los Locust que se acercaban, pero retrocedía a pasos gigantescos por el monstruo que habían traído las larvas.

Este... era el tal temido Brumak.

Trozos de concreto levantados, vehículos en llamas, trozos de hombres dispersados por el suelo, sangre manchando las oscuras calles.

Era una masacre que, la COG rezaba, pudiera darse la vuelta.

Y eso se intentaría.

Acompañado de los disparos, los Gears vieron al Armadillo comenzar a dar vueltas por la parte trasera de la zona roja.

—Coulthard a Alpha-2, necesitamos que esa cosa persiga al APC. ¡Es la única oportunidad que tenemos para darle vuelta a este combate!— trataba de ordenar Michael por la radio, corriendo en dirección del Sargento Bridges, que se encontraba disparando a ciegas al monstruo.

El Sargento, al escuchar la orden, dio una vista de reojo al Gear que corría hacia él.

—¡¿A qué carajo te refieres con perseguir?!— el hombre al mando, respondía a la orden, bajando a Michael contra el saco de arena, evitando que lo mataran.

—¡Esa cosa nos matará a todos si no lo sacamos del tablero! ¡Lleve a sus hombres junto a la parte trasera del edificio de archivos para que el monstruo se enfoque en el APC!— contestaba de vuelta el hombre heterocromático, señalando a la zona trasera, donde podrían defenderse mejor.

—El monstruo es un Brumak. Reconocimiento indicaba que el Brumak va pilotado por un Locust, no irá corriendo por un vehículo a menos que la larva lo ordene— uno de los exploradores comentaba desde su posición defensiva, tratando de aclarar que no irá como un perro contra el Armadillo.

El campo de batalla, con cada segundo que pasaba, se volvía más ruidoso gracias a las explosiones y rugidos del Brumak.

—Entonces tenemos que eliminar al dueño. ¡Yo me encargo de cargarme a la larva, ustedes repliéguense al patio del edificio de archivos!— se lanzaba Michael fuera de cobertura, pero en dirección al edificio con los ventanales.

Corría agazapado, evitando lo mayor posible que no le diera una bala perdida en todo el cráneo.

Al estar cerca, este se arrojó contra una columna derribada del edificio anteriormente mencionado, usándolo como cobertura.

—¡̸͚͊̈P̸̧̘̒̋͊a̴̘̐̕ț̸̺̟̙̽̍̊ȅ̷͇͈̳̝̾̅͛͜a̸͍̓͂̈́̾͛̏ ̴̬̏̂̆́̚s̵̩̪͔̫͕̆͗͆͐̕ư̸̬̇̋ḝ̴̥͎̔̓͒̀̈l̶̡̫̜̩̻̯̓o̷͇̹̫̒s̷̪̰͙͓͈̽́̐́!̴̠̹̪̜̈— aullaba un Locust al aire, sin detener el fuego intenso de su Hammerburst contra los Gears en retirada.

Michael no perdió más tiempo para subir las escaleras, pero en el camino hacia el cuarto piso, se topó con una cosa que le serviría.

El escuadrón que se había topado antes, defendiéndose en el primer piso, estaba descuartizado, por lo que parecía ser una granada.

Sus órganos, sus armas y armaduras estaban desperdigadas, manchadas de un color rojo por todo el suelo y paredes.

—Dios...— murmuraba Michael, su cuerpo haciendo arcadas, pero este estaba tratando de no vomitar.

Este se acercó a la pila de trozos humanos y recogió un rifle de francotirador.

—No lo necesitarán más— agregaba a sí mismo Michael.

Revisó que el rifle tuviera alguna bala extra, pero no parecía encontrar alguna y tampoco tenía tiempo para buscar.

Afuera, los Gears se habían replegado de forma exitosa a la zona trasera de la zona de archivos, perdiendo totalmente el control de la parte frontal.

Y se dice exitosa, porque no perdieron a todo el pelotón en la retirada.

Sin embargo, no significa que no hayan perdido hombres en el trayecto.

—¡Coulthard, estamos replegados en la zona trasera! ¡Lo que tengas planeado, hazlo ya!— ordenaba Bridges al antiguo cadete a Guardia Onyx.

Este estaba en el ventanal, viendo al Brumak caminar hacia donde él estaba.

Pero no lo habían visto.

Él estaba, pecho a tierra, con la mira a donde se suponía debía pasar el Brumak.

Los pisotones, junto al pequeño silencio, de los Locust tratando de alcanzar a los Gears en retirada, lo hacía más tenso.

—Solo tienes que darle a una larva montada en otra larva mil veces más grande... ya lo has hecho antes— trataba de calmarse el hombre, escuchando cómo cada paso se hacía más fuerte hasta que tenía a la bestia a la vista.

Este calmó su respiración, manteniendo su vista en el Locust que movía al Brumak en la dirección correcta.

La larva no pudo hacer mucho para detener la bala que explotó su cráneo, perdiendo las riendas del Brumak, dando libre albedrío a la bestia.

El rugido libre de la bestia, alteró a los Locust que solo se pusieron a ver al Brumak dar pisotadas contra el concreto, deteniendo su avance contra los Gears.

—Aquí, Coulthard al APC, ¡llévense a esa cosa, pero ya!

—¡Recibido, nos movemos!— el APC estaba a la espera con los neumáticos calientes y el motor andando después de haber dado vueltas por la zona y alejarse del área de fuego.

El APC cobró vida a sus faros, tomando por sorpresa a las larvas cercanas.

El conductor aceleró, arrollando a varios Locust despistados y conduciendo cerca del Brumak, cosa que captó la atención del monstruo.

—¡Funciono! ¡Salgan de aquí!— ordenaba Michael, nervioso, al ver al APC ser casi pisado por el Brumak al pasar rozando por su costado.

Debido a una coincidencia o una mala fortuna, el Brumak giró al edificio en el que Michael se encontraba, observando de frente al hombre, a los ojos.

—Mierda.

La bestia preparó su cañón ubicado en la espalda, lo que alarmó de gran manera al Gear.

Este comenzó a correr hacia las escaleras y al tocar el primer escalón, el misil impactó contra el costado del edificio.

La onda expansiva sacó disparado al hombre por el cubo de la escalera, un piso abajo, junto a los escombros del cuarto piso.

El APC decidió tomar la avenida que llevaba a la carretera principal fuera de Claybourne.

Un rugido se escuchó a la espalda del Armadillo, poniendo muy alerta a Sofía, que estaba del lado del copiloto.

Sofía activó la cámara trasera y vio al Brumak, viéndolos de lejos pero no persiguiéndolos.

—Carajo. ¡Detén el auto! No nos está siguiendo— confirmaba la mujer pelirroja, causando que el conductor si detenga el coche.

De nada servía huir, pero no llevarse a esa cosa.

La escotilla del Armadillo se abrió, con Sofía saliendo disparando al Brumak para llamar su atención.

La bestia, que anteriormente no le interesó el vehículo, se molestó al sentir balas impactar con su cuerpo.

—¡Vamos, monstruo! ¡Sígueme!— gritaba una Sofía recargando su Lancer y continuando el fuego al rostro del Brumak.

Este último se enfureció, gritando y comenzando a disparar a ciegas sus ametralladoras.

No tenía a su piloto para que apuntara, así que la bestia lo hacía como podía.

La pelirroja, al ver al gigante comenzar a disparar hacia su vehículo, se colocó a cubierto, metiendo su cabeza dentro de la coraza del Armadillo.

—¡Acelera!— gritaba la mujer al conductor.

El Gear pisó el acelerador, sin cerrar la escotilla donde la pelirroja se encontraba, con esta disparando como podía su Lancer, mientras se agarraba de donde sea para no caerse.

Al ver que el vehículo se iba, pero no dejaba de hacerle daño, el Brumak comenzó a perseguirlo.

Desde lejos, los Gears veían al APC moverse con la escotilla abierta y una mujer disparando con su Lancer siendo perseguidos por el Brumak muy de cerca.

—Gears, nuestros compañeros nos están dando una oportunidad de dar la vuelta a la batalla— el Sargento del pelotón comentaba, señalando a la lagartija gigante que se retiraba del campo.

—¡Acabemos con estos hijos de puta!

—¡HURRAH!— respondieron todos los soldados en conjunto, preparándose en sus barricadas improvisadas.

Los Locust una salieron del breve estupor y corrieron como una manada en dirección de los Gears atrincherados.

El fuego cruzado no tardó en volver cuando la primera cabeza Locust se asomó tras las paredes derribadas.

Sangre llovía y cuerpos descuartizados volaban.

Los pedidos de balas, ayuda y apoyo eran pedidos por ambos bandos en la noche oscura, donde solo los rayos blancos se movían en la basta oscuridad.

Azul y rojo eran los bandos, las luces de las armaduras resaltaban los objetivos de los soldados Locust y la COG.

—¡Nos rodean!

—¡Necesito munición!

—¡̴̼͚̤̈́̑̈́̓͌̎P̵̧͚̫̆o̶̝̿̽͝͝ŗ̶́̏̉͂͝ ̵͚̐́͐̂͌̀l̴͙̣͚̟͔̹̾͒̍̋̎́̕a̵̡̼̯̰̟̥͔̓̉̌͂ ̶̗͍̬̑̀͠r̷͍̲̫̩͐̊̀̽̅̍͜ę̶̨̺̟̱̗̥̅̂̾͂͋̉ǐ̷̡͓͓̲̗͋n̸̰͚̰̜͍̄͂̊̔̕̕ą̸̤̦̜̹̦̈́̒!̸͇̙̗͌͘̕

—M̸̛̰̘̾̋̈́̔̕ú̸̞̻̙̞̪̙̫̽̀̒͛͂e̴̘̩͚͎̖̫̹͌̀̃͆̾̎͠ͅr̴͔̫͔̩̞̺̖̰̹̋̿̽͘͘ẗ̸̨̡̗̫̘͙̦͉́͛̽͑̕è̶̢̧͓̬̞͔

Ningún lado cedía, pero eso no significaba que estuvieran empatados.

La COG perdía terreno, muy rápido.

El terreno comenzaba a temblar y agujeros de la emergencia se formaban a los alrededores de los atrincherados Gears.

—¡Sargento, nos acorralan!— uno de los soldados del Sargento, se encontraba temblando en su pequeña trinchera.

Balas pasaban como una pequeña bandada de luciérnagas veloces por encima de él.

El soldado no contaba con un rifle... funcional; una bala había perforado el cañón de su rifle, haciéndolo inútil.

—¡Resistan, podemos con esto!— respondía el líder, colocando otro cargador a su Lancer MK1.

—¡Granada!

Los hombres cercanos se colocaron pecho a tierra, forzadamente o por instinto, al ver al Gear sin arma, esparcirse por todo el terreno, desintegrando su ser y convertirse en polvo rojo.

—¡MIERDA!— se enfurecía Bridges, golpeando el concreto destrozado, removiendo la sangre del casco y fusil.

Del otro lado...

Michael, se encontraba despertando en el suelo, con su parte baja enterrada en escombros.

Su cuerpo quería descansar, pero el dolor era lo que le mantenía despierto, lo que le permitía no quedar inconsciente.

Con la visión borrosa, trató de mover su cuerpo solo para arrepentirse de inmediato con un grito de escozor.

Su tobillo derecho le quemaba como nunca.

Estaba dislocado y raspado.

Como podía, e ignorando el dolor, se levantaba con un chirriante dolor de espalda que le detuvo por un momento.

Su cuerpo no solo estaba enterrado por escombros, sino que también había caído en piedras y tubos, que milagrosamente no lo habían matado.

Apoyándose de un tubo, se trató de enderezar, gritando al aire por el dolor y esfuerzo.

Comenzó a respirar pesado, tratando de relajar su pulso y respiración, para empezar a quitar los grandes trozos de sus piernas.

Cuando llegó a sus pies, cada vez que se estiraba para llegar, su tobillo lo hacía retorcerse, causando que su espalda también le dañara.

Pequeñas lágrimas inevitables comenzaron a salir, por el constante dolor.

—V-vamos, Mike... so-solo quedan los pies— murmuró con dificultad el hombre, para estirarse hacia sus pies.

Resistía el inmenso dolor, gritando para amortiguarlo mientras levantaba las piedras restantes.

Sus ojos tenían puntos negros del esfuerzo, pero logró quitarse las cosas de encima.

Pudo ver su tobillo raspado, casi quemado, y la carne enrojecida.

Cada segundo que pasaba allí era un segundo más cerca del peligro que le acechaba.

Usando las varillas de alrededor, trató de levantarse, volviendo a gritar del esfuerzo.

Cuando pudo ponerse de pie, apoyándose en su pierna izquierda sana, intentó dar un paso, pero su pierna falló bajo el peso de su cuerpo y cayó de rodillas, llorando de agonía por su tobillo, tocando la superficie rocosa de los escombros.

Se quedó allí un momento, con la respiración agitada y el sudor corriendo por su rostro, mezclándose con la suciedad y la sangre.

Cerró los ojos e intentó concentrarse.

—Debo salir de aquí— se dijo en voz baja, apretando los dientes.

A lo lejos, se escuchaba el retumbar de algo acercándose, una vibración profunda que resonaba a través del suelo.

Él no creía que el Brumak haya vuelto tan pronto... pero tampoco sabía cuánto tiempo estuvo inconsciente.

Con un esfuerzo sobrehumano, Michael empujó con sus dos brazos sanos y logró levantarse, cojeando por el piso en el que se encontraba.

Apenas distinguía a través de la nube de polvo y escombros que cubrían todo el ambiente.

Cada paso era una batalla. Sentía el sabor metálico de la sangre en su boca, pero no podía escupirlo por el casco y su corazón latía como un tambor descontrolado.

Caminado por todo el piso, consiguiendo llegar a las escaleras que llevaban al segundo piso, usando las barandillas, que de alguna forma se mantenían fijas, como soporte.

Repitió el mismo proceso para bajar al primer piso, caminando con mucho esfuerzo y determinación por los escombros del edificio.

Cuando bajó el último escalón, la barandilla se rindió, soltándose de su posición.

Michael se tragó un grito mientras se apoyaba en una pared cercana.

Una vez el dolor subsidió un poco, usó la barandilla que aún tenía en su mano como un bastón, para caminar de mejor forma a la salida.

Al salir del edificio, miró hacia atrás, hacia el lugar del que había salido. Las sombras comenzaban a moverse entre las ruinas, mostrando la noche en su esplendor, solo siendo iluminado por el fuego a su alrededor.

Una vista que se hacía normal en estos últimos días.

Pero no lo hacía fácil de digerir.

—A-aquí Coulthard a Alpha-2, ¿alguien me recibe?— preguntaba por la radio Michael, con la esperanza de que hubiera respuesta.

Pero solo fue recibido con estática.

Este pensó en lo peor, por lo que comenzó a caminar hacia la sala de archivos, o lo que quedaba de él.

Pero no tuvo que acercarse demasiado para comenzar a visualizar la masacre que ambos bandos realizaron.

Los cuerpos apilaban la zona, pero lo que le aterró más, fueron los Gears amordazados en fila y los Locust escoltándolos.

—Mierda— murmuró tratando de moverse más rápido a un auto destrozado para ocultarse.

Pero no sirvió.

Las larvas oyeron algo metálico rebotar y al girar solo pudieron ver a una sombra ponerse a cubierto detrás de un coche.

—H̶̛͔̤͇̳̭̘̀̾͊̉̅͝ȕ̷͚̼̜͉̥̺̞̖̇͑̏͗͑̇̀͋͊͘m̵̦͇̝͛͌̑́̔͘ạ̸͓̼̥͓̗̲̖̲͎͘ń̸̢͆̈́õ̸̙͕̽.

—Carajo— murmuró Michael al ver por una abertura a la mitad del grupo Locust saliendo de la pequeña escolta de prisioneros para investigar con fusiles en mano.

Este no podía moverse rápido o defenderse, tenía una pistola pero no la suficiente munición.

No podía hacer nada.

Cuando los Locust rodearon el coche, pudieron ver a un Gear lastimado, con los brazos alzados.

Estos se gruñeron entre sí, con dos de ellos, tomándolos de cada brazo, escuchando al hombre gruñendo del dolor.

Las larvas vieron su tobillo, pero le restaron importancia y se lo llevaron con el resto de prisioneros.

Cuando los Gears vieron que traían a otro soldado, pero estando herido, solo pudieron maldecir por lo bajo.

—Atraparon a otro...

—¿A dónde mierda nos llevan?

—Cállate, Brooks— habló el Sargento Bridges, observando al Gear herido.

Los Locust lanzaron al herido soldado con el resto, que lo atraparon sin dudarlo.

—¿Eres tú, Coulthard?— pregunto susurrando Bridges al Gear herido, que trataba de no llorar por el dolor.

—Sí, ¿qué mierda ocurrió? Estuve inconsciente en el edificio— respondía Michael al sargento, tratando de seguirle el paso, causando que el sargento le ayudara a caminar.

—Nos superaron... solo quedamos los que ves aquí— contestaba Bridges la pregunta, viendo al frente, donde estaban unos Locust haciendo guardia, esperando algo.

O alguien.

—Esto no debió terminar así— murmuró Michael a sí mismo.

Los Gears se mantuvieron en silencio, avanzando lentamente en fila.

Cada paso se sentía como un golpe, no solo en sus cuerpos maltrechos, sino también en su espíritu.

El terreno era desigual, y las ruinas de lo que alguna vez fue una ciudad se extendían en todas direcciones, como testigos silenciosos de la devastación. El aire estaba impregnado de humo y polvo, haciendo difícil respirar a los soldados que no tenían su casco, entre ellos el Sargento Bridges.

Los Locust que los escoltaban no parecían inquietos; sus ojos brillaban con una fría determinación, y sus armas, siempre listas, eran una constante amenaza.

De vez en cuando, uno de ellos lanzaba una mirada hacia atrás, asegurándose de que ninguno de los prisioneros intentara algo.

Michael intentó recomponerse, concentrarse, pero su cuerpo protestaba con cada paso.

La herida en su pierna no dejaba de doler.

Aun así, no podía detenerse. No ahora.

—Bridges... tenemos que hacer algo— susurró entre dientes, apenas audible, esforzándose para que solo el sargento lo escuchara.

—Lo sé— respondió Bridges, mirando de reojo a los Locust que caminaban cerca—. Pero no ahora. Hay demasiados. Si intentamos algo, será nuestro fin.

Michael apretó los dientes. La impotencia lo carcomía por dentro.

No podía quedarse de brazos cruzados mientras los arrastraban hacia lo que parecía una ejecución segura.

Su instinto de supervivencia le decía que se la jugara, pero su pensamiento lógico respondía, diciendo que era una idea estúpida.

—¿Y qué se supone que hagamos?— preguntó otro de los Gears, su voz rasposa por la fatiga—. ¿Esperar a que nos maten a todos?

—No— intervino Bridges, con una chispa de determinación en los ojos—. Esperaremos el momento adecuado. Y cuando llegue... pelearemos. Pelearemos con todo lo que nos queda.

Sabían que sus fuerzas estaban limitadas, y que las probabilidades no estaban de su lado.

Pero también sabían que no tenían otra opción.

Llegaron al edificio adyacente a lo que antiguamente era el centro de archivos de Claybourne y los comenzaron a poner de rodillas en un costado de la calle.

No tenían armas, ni la fuerza para luchar.

Eso no le importó a Bridges.

—Sargento, no lo haga— susurró, por lo más bajo posible, Michael al hombre, tratando de que no hiciera una locura.

El hombre no hizo caso y, antes de que lo pusieran de rodillas, le dio un codazo al rostro del Locust, aturdiéndolo un momento para arrebatarle la Lancer MK2 que tenía en sus manos para tratar de disparar.

Pero fue interrumpido por una fuerte patada del mismo Locust, quebrándole la pierna al momento.

El hombre gritó de dolor, soltando su arma y cayendo al suelo de agonía.

Los Locust comenzaron a reírse entre ellos y luego se pusieron más rectos, al escuchar un pequeño grupo de pasos, pero pesados.

Michael regresó su mirada a donde los pasos y vio a 3 Locust.

Dos de ellos se parecían mucho a los que se encontraron en el aeropuerto de Halvo Bay, siendo la escolta.

Y el del centro, era más alto, pero caminaba como si estuviera enfermo.

Era de complexión robusta y musculosa, típico de los Locust, pero con una apariencia más siniestra y meticulosa.

Su piel tiene un tono gris verdoso, y se pueden ver cicatrices alrededor de su cara.

Tenía una armadura robusta, de aspecto orgánico y mecánico, reforzada en varias partes clave de su cuerpo, con un aspecto gótico y agresivo, con líneas y formas afiladas que resaltan la brutalidad de los Locust.

Predomina un tono oscuro metálico, con acentos en gris oscuro, negro y verdes apagados, que se complementan con toques de luz de color rojo o naranja brillante, que parece emanar de ciertos puntos de la armadura, dándole un aire siniestro y letal.

Algunos componentes de la armadura tienen un aspecto biomecánico, con conductos y tubos que parecen conectados directamente a su cuerpo, lo que sugiere que la armadura podría estar integrada en su sistema vital.

Ese... era Ukkon.

Michael solo pudo tragar duro y pensar en lo que lo llevó a estar aquí.

No tenía mucho que hacer, estaba adolorido, cansado, sin opciones y a merced de una especie inhumana que buscaba su extinción.

Observó cómo Ukkon, tomaba una mascarilla que colgaba de su cuello y respiraba de él.

Michael se aterró al ver que sus ojos brillaron de un amarillo verdoso intenso.

Estaba aspirando Imulsion.

Al terminar de aspirar, sus ojos volvieron a la normalidad y caminó gruñendo hacia nosotros.

Pero luego se desvió a donde Bridges, que con dolor, trató de tomar la Lancer del suelo.

Rápidamente, tomó la muñeca del Gear y se la rompió con un simple movimiento, causando que el soldado tratara de gritar.

Y dije tratar, porque Ukkon con su otra mano, levantó del cuello al Gear con tal fuerza, que a Michael le recordó lo que le pasó a Lincoln en Mattino.

Ukkon reía maquiavélicamente, ahorcando al hombre y con un simple apretón, se escuchó un crujido fuerte proveniente del cuello del Gear.

Los ojos del hombre salieron de sus órbitas y dejó de hacer ningún esfuerzo.

Al ver que su presa estaba muerta, dejó caer su cuerpo al suelo, como si de un muñeco se tratara.

La vista hizo que los Gears entraran en pánico, rezando y gritando de miedo.

Mientras que otros, como Michael, solo miraban al monstruo.

La gran larva se acercó a donde Michael y, con poco esfuerzo, le arrebató el casco al hombre.

Michael comenzó a toser por el cambio repentino de aire y escupió la sangre que estaba acumulada en su boca.

Al terminar de hacerlo, miró hacia arriba, a los ojos de su futuro asesino.

La vista de Ukkon se agrandó.

Este, en lugar de tomar del cuello al hombre, bajó su cabeza a su altura y comenzó a mirar fijamente a sus ojos.

Específicamente, al ojo amarillo.

Lo vio... veía como el iris, realmente se estaba moviendo lentamente, pero se movía.

—Fascinante...— habló por primera vez el Locust, con su voz rasposa, pero no tan grave.

—¿Te llamo la atención algo?— preguntaba Michael, asqueado por el aliento de Ukkon en su rostro.

—Tú... tienes Imulsion en tu sangre. Y no brillas, no explotas— comenzaba a caminar alrededor del hombre—. Sigues vivo.

Ukkon se dio cuenta de algo fascinante: el tobillo del hombre, aunque muy lento, se comenzaba a recuperar, su piel comenzaba a sanar la herida de su lastimado pie.

—Tanto tiempo buscando el secreto de la Imulsion y los humanos lo consiguieron primero... no, no es posible— el Locust comenzó a debatir, poniendo confusos a los Gears, e incluso al resto de las larvas.

—Ustedes no serían capaces de sacrificar tanto por la ciencia... al menos no ahora... aunque en el pasado...

—¡¿Quién eres?!— gritó Ukkon al hombre, tomándolo del cuello.

—¿Q-qué mierda q-q-quieres que diga?— trataba de hablar Michael, colocando sus manos en el brazo de Ukkon para tratar de separarlo.

La fuerza de Ukkon era monstruosa, pero incluso este se sorprendió cuando empezó a notar la presión en su brazo, aunque no lo suficiente como para soltarlo.

—Nombre. ¡¿Dime tu nombre?!— la gran larva aflojó un poco su agarre, dejando que Michael tomara una bocanada de aire.

—M-Michael Coulthard—respondió con duda a la larva, que de inmediato aflojó aún más su agarre, pero sin soltarlo.

Los ojos de Ukkon se abrieron de revelación, sacando una enorme sonrisa macabra, comenzando a carcajearse de enorme manera.

—Entonces... el prodigio... tiene sentido ahora.

—Michael, siempre fuiste su favorito— el rostro de Michael estaba muy confundido por lo que Ukkon le decía.

—¿A qué mierda te refieres?— preguntó algo harto del misterio.

—¿No lo sabías? El doctor Niles nos lo dejaba claro a diario... se volvía irritante— esas palabras despertaron algo en Michael y Ukkon lo vio.

—El gran Michael, quien pudo adaptarse muy bien a la Imulsion, no me sorprendió que Myrrah te tuviera en alta estima.

—¡NO DIGAS SU NOMBRE!— gritaba enfurecido el hombre, apretando el brazo de Ukkon con más fuerza, causando que el Locust apretara su agarre igualmente.

—Eres el espécimen perfecto...— comentaba Ukkon al ver cómo el ojo azul de Michael se volvía amarillo y estos comenzaron a brillar.

—Aunque tu hija podría ser mejor— sus palabras encendieron a Michael.

Él no sabía cómo esa larva sabía su nombre, su pasado o sobre Myrrah.

Pero lo que sí sabía, era que esta cosa no iba a tocar a su hija.

Sus ojos brillaron más y el agarre comenzó a apretar tanto que incluso empezó a tocar los nervios de la muñeca de Ukkon, lo que causó que abriera su mano del dolor.

Este trató de golpear con su mano libre el estómago del hombre, pero se liberó a tiempo para esquivarlo.

Con la adrenalina y la ira al 100 %, le importó una mierda que su tobillo estuviera lastimado.

Impulsándose, dio un gran salto y golpeó con dureza el rostro de Ukkon, con tanta fuerza, que terminó dislocando su mandíbula y haciéndolo retroceder unos pasos.

Un humano normal no podría hacer tanto daño.

El Locust levantó el brazo, deteniendo al resto de las larvas de abrir fuego contra el Gear.

Ukkon comenzó a reír como podía y vio a los furiosos ojos amarillentos de Michael, pero antes de que pudiera acercarse a él, una bala de francotirador atravesó su ya dislocada mandíbula.

Estallando en sangre y desapareciéndola, cayendo al suelo, presuntamente muerto.

Hubo un silencio en la zona, con los Locust sorprendidos y los humanos anonadados.

Pero no porque Ukkon hubiera muerto.

Pero porque Ukkon, no estaba muerto.

El cuerpo, presuntamente difunto de Ukkon, se comenzó a levantar y la carne comenzó a crecer en la boca de la larva, brillando ligeramente de amarillo en algunas zonas junto a sus ojos.

Se había regenerado.

Y estaba cabreado.

—¡Basura inútil! ¡Invoco a la bestia! ¡Aplástenlos!— gritó el líder Locust al aire, mirando alrededor, tratando de buscar al tirador.

Al no encontrarlo, quiso regresar su mirada a Michael.

Pero este ya no estaba.

Ukkon rugió furioso mientras se retiraba con su escolta.

Michael aprovechó la distracción de todos y degolló al único Locust que lo estaba vigilando de cerca, corriendo a los edificios destruidos para ocultarse.

Pasos pesados comenzaron a escucharse en la zona y unos cohetes caían del cielo alrededor de unos edificios.

El Brumak estaba de vuelta.

De los edificios destruidos salió un grupo de soldados que dispararon a los Locust restantes que resguardaban a los Gears retenidos.

Era el pelotón de Gabriel Díaz.

—¿Están todos bien?— preguntó Díaz a los supervivientes.

—Estamos algo golpeados, pero podemos movernos— contestaba un Gear, agarrando su costado adolorido.

—Muy bien, salgan de aquí. Nuestro APC está cruzando el puente, el camino está despejado— ordenaba Díaz, esta vez mirando a otra dirección.

—De acuerdo, gracias— respondía el soldado, tomando a un compañero herido para caminar fuera de la futura zona de fuego.

Los pasos del Brumak se hacían cada vez más fuertes.

Pero el pelotón de Díaz estaba aún con una duda.

¿Qué demonios paso entre Ukkon y Michael?

¿Dónde mierda estaba Michael?

Responderían sus preguntas una vez que acabaran con la bestia.

Tyrus

Claybourne

Afueras de la Ciudad

0942 horas

POV Michael

Tenía mucho que pensar.

Llevaba horas caminando por la carretera hacia el punto de reunión, esperando que siguieran ahí.

El cansancio se hizo notar una vez que terminé de escabullirme de la ciudad y llegué a los suburbios.

Fatiga, hambre, cansancio, dolor.

Ya conocía estas sensaciones muy bien y, aun así, nadie se puede acostumbrar a ellas.

—¡Vamos, Papa! ¡Ya casi salimos, solo camina un poco más!

Pero nunca me detuve, solo seguí.

Ukkon... él conoce a mi hija, conoce a Myrrah y, sobre todo, conoce mi pasado.

¿Cómo? ¿Por qué? ¿De dónde?

Estoy confundido y perturbado.

Tenía a una larva científica, capaz de regenerarse, persiguiendo mi culo y a mi familia.

Ahora, más que nunca, no puedo dar marcha atrás.

Encontraré a ese hijo de puta y le sacaré respuestas.

Mi armadura estaba destrozada, decadente y ensangrentada.

El tobillo dejó de dolerme hace una hora, cuando me revisé, solo tenía el raspón.

Parece que de verdad la Imulsion ayudó a mi recuperación, pero no tan exagerada como la de Ukkon.

Un tiro a la cabeza y como quiera moriría.

Pero también tuvo consecuencias.

Casi me desmayaba en el camino, me sentía muy liviano, como si me faltara algo.

Solo quería dormir... y una ducha.

Mientras continuaba la caminata, a lo lejos, en mitad del campo, vi un campamento.

Nuestro campamento.

Estaba ahí el Mammoth, el COM-TAC y los APC.

Parecían alistarse para seguir moviéndose.

Uno de los vigías gritó al aire y señaló en mi dirección.

De inmediato, una cabellera pelirroja se asomó, regresó por donde vino y salió disparada hacia mí con un botiquín en mano.

Sofía tan energética como siempre.

Detrás de ella venían Díaz y Tyrone con una camilla.

Me relajé, creo que demasiado.

La adrenalina, por sobrevivir, se fue apagando y el sueño me invadió.

Comencé a tambalearme hasta caer al suelo.

—¡MICHAEL! ¡AGUANTA, POR FAVOR!— escuchaba la voz de Sofía, muy angustiada, que revisaba con prisa, pero a la vez con cuidado mi cuerpo en busca de heridas visibles.

No podía hablar, tenía sed, estaba muy... cansado.

Estoy en tus manos, Sofía.

—Te pondrás bien. Te lo prometo— me aseguraba la pelirroja, tomando con cuidado mi cabeza.

Antes de perder la conciencia y volver al mundo del sueño.