Capítulo 13

Cabeza vs Corazón.

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… Un tiempo después…

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Ahí estaban las palabras en la punta de la lengua. Aquellos deseos prohibidos desde el fondo de su corazón, empujando y atropellando la expresión verbal en un intento por decirle lo que necesitaba y añoraba de él; pero él se impulsó hacia adelante, y emprendió un jugueteo con la lengua, recorriendo provocativamente con los dedos su torso, y así evitando que libere aquello que quería decir.

Decidió entonces que evocaría esas palabras después, y que continuaría con el pequeño juego sexual queAioriahabía comenzado; no obstante, así como esa oportunidad fue interrumpida, siguieron otras más.

Pensó, mientras le sostenía la cadera con sus dedos largos y níveos, que podría decírselo ahí mientras lo escuchaba gemir y aferrarse sobre la cama, restregando su cuerpo en busca de un poco más de él, y el placer que sentía en ese momento; sin embargo, el resonar en la excitación de aquel, contra las paredes de la habitación era demasiado para no perder las ideas, el valor, y la propuesta.

Al vaciar todas sus fuerzas y dejarse caer encima de él, agotado, sudoroso, y al mismo tiempo feliz, intentó recordar cuántas veces había tratado de decírselo, y cuántas más terminaron enredados en aquella pasión descontrolada, sin que pudiera hacerlo realmente.

Debería dar por hecho que eran pareja después de eso, peroAioriano parecía comprender lo que sentía si no era totalmente honesto con él, entonces, sí lo decía, el león tendría la opción de aceptar sus sentimientos, o rechazar sus intenciones; además,Shuranecesitaba algo más que ese encuentro oculto y apasionado. Quería su compañía abiertamente, y hacer del conocimiento colectivo que estaban juntos, lo que incluía definitivamente aAioros…

El castaño suspiró en medio del silencio roto por el ruido de su respiración entrecortada.Shurale dio un beso sobre la espalda, y se apoyó en las manos para tirarse a un costado de cara al techo, mientras el felino continuaba boca abajo.

Tenía tantas cosas que decirle, variossentimientosamontonándose en su contra, por obtener libertad, por desprenderse de sus labios y hacer conocedor al otro de ellos, aunque, estaba seguro de que ya los sabía…

—¿Cuánto tiempo durará esto…?— Dijo él en voz alta, intentando recuperar la respiración.

Shuraabrió los labios, pero no dijo nada.

"¿Esto…?", se preguntó con cierta inseguridad.

—He intentado…— comenzó a decir, pero fue interrumpido por el león.

—Creo que ha durado lo suficiente—. Puntualizó con cierto enfado, o al menos, eso fue lo queShurapercibió en su voz.

¿Acaso estaba molesto?

El pelinegro levantó una ceja, confundido.

—¿Crees que deberíamos terminar…?— Se aventuró a preguntar, volcándose sobre su brazo para tener una visión más amplia de aquel. Elojiverdesonrió.

—Si estuviera en nuestras manos, tal vez lo podríamos intentar—. Contestó.

Como respuesta, el otro volvió a acomodarse de cara al techo, tamborileando los dedos en su propio estómago, tan perdido y confundido como si estuviera resolviendo un crucigrama.

—¿Quieres terminar, o lo quieres intentar? No te entiendo…— Se aventuró a preguntar. El castaño finalmente lo miró.

—Quiero que Milo termine esa farsa con Camus—. Expresó—. SíKanonno está interesado en él, no entiendo por qué continuar con eso… Yo soy su amigo, podría habérmelo pedido—. El español tragó saliva con dificultad en el momento que algo le hizo clic en el cerebro:

Desde que Milo "comenzó su noviazgo" con Camus,Aioriaparecía demasiado interesado en todo lo que se refería a esos dos, y ahora que ya conocía los detalles, lo único que deseaba era hablar del asunto. Obviamente, lo hacían en privado, y generalmente después de tener sexo o antes de ello, pero el tema principal en todos y cada uno de sus encuentros era Milo y su extraordinario papel en aquella obra del tipo shakespeariano.

Sin embargo, era la primera vez queAioriamencionaba su interés en ser él quien ocupase el lugar de Camus, lo que llevó aShuraa recordar la noche en que esos dos "anunciaron" su relación en pleno cumpleaños leonino. Durante la fiesta, si bien disfrutó la algarabía, el español notó que él estaba distante, y pensativo…

"Entonces… Aioria está…", algo hizo clic en su cerebro, reventando la ilusión que había formado sobre un futuro para ambos.

—¿A dónde vas?— preguntó el león, al ver como su amante se deslizaba por la cama y quedaba sentado en ella, poniéndose el pantalón.

—Estoy cansado…— respondió el pelinegro con fastidio, sabiendo que podría decir cómo se sentía o lo que pensaba realmente, pero decidiendo guárdalo para sí mismo.

—Puedes quedarte a dormir—. Propuso el griego. Él lanzó, por respuesta, una risa sarcástica.

"No quiero perder mi tiempo hablando toda la noche de lo grandioso que es Milo…", pensó con amargura, guardando esta opinión para ahogarla más tarde en alcohol; porque se sentía molesto consigo mismo por no haber visto la verdad antes, herido al descubrirlo tardíamente, y desolado al saber que tendría que renunciar a la ilusión de estar con él.

Intentó no creer que de algún modo eso era su culpa, puesAioriay él estuvieron en una relación en el pasado, y fueShuraquien lo terminó todo…

Tal vez estaba equivocado. Quizá sacaba conclusiones apresuradas por estar celoso.

—Voy a preguntarte algo, y espero que seas honesto.

—Siempre lo soy contigo—. Respondió el otro de manera segura, admirando la espalda de su amante.Shurase armó de valor, porque la respuesta definiría todo.

—¿Estás interesado en Milo?

—Sí, creí que eso era obvio—. Contestó el otro sin tomar el tiempo de analizar lo que provocaría.

"Entonces, ¿por qué…?", sus pensamientos no tuvieron voz cuando decidió ponerse la camiseta que antes traía puesta.

—Shura, de verdad puedes quedarte—. El nombrado movió la cabeza, terminó de ponerse el calzado y abrió la puerta, listo para marcharse.

Aioriale vio voltear la cabeza hacia atrás, quizá con la intención de decir algo, pero a cambio apretó los labios y simplemente salió dejando un silencio y una mirada fría tras de sí.

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No había luz ni sonido dentro de la habitación, pero abrió los ojos repentinamente, cuando, al voltear el cuerpo y estirar los dedos sobre la cama, descubrió el espacio vacío, notando así, que Camus no estaba.

Al hacer memoria de esa mañana, recordó que se había levantado, Milo con aspecto de zombi le preguntó a dónde iba, y este respondió con un suave "vuelve a dormir"; por lo que, como estaba enamorado, y últimamente casi (de verdad casi) siempre cumplía su voluntad, simplemente cerró los ojos…

Procurando no darle excusas para intentar escapar, Escorpio optó por pedirle a Aioria un par de pijamas prestadas; de esa forma comenzó a compartir el lecho durante la recuperación de Camus, vestido, como no lo hacía desde los once o doce años.

No sabía la hora, o cuánto llevaba el aguador fuera de la cama, así que decidió levantarse para ir a buscarlo.

No era difícil adivinar dónde se encontraba, ya que, desde la primera vez que le confesó que el templo de Escorpio tenía un pequeño pasaje hacia un jardín oculto entre las montañas, el galo pasaba ahí la mayor parte del día, leyendo, entrenando, o tomando pequeñas siestas; pero siempre haciendo lo mejor por enfadar a Milo cuando no quería obedecer en esto o lo otro, que era en pro de su recuperación.

La verdad es que, aunque aquellos días fueron difíciles, el griego disfrutó enormemente tener al acuariano solamente para él, mientras lo veía dormir, y sentía su olor sobre la almohada al compartir la cama; incluso le encantaba escucharlo leer en voz alta, o protestar cada vez que el griego le sacaba el libro para hacerlo por él. Peleaban por la comida, e incluso por los pequeños momentos en que Milo tenía que ayudarlo a llegar a ciertos lugares al principio, o a vestirse a la hora de dormir o tras un baño tibio. Siempre intentó respetar sus espacios, pero no podía hacerlo del todo cuando su propio corazón enloquecía con sus efímeros toques.

Y si, enamorarse de él se volvió complicado en medio de esa circunstancia, porque no tenía el control de las situaciones, ni podía expresar con palabras lo que sentía, porque sí Camus estaba ansioso por volver a ser independiente, decirle la verdad solamente iba a empujarlo, en ese momento, a huir de él.

Cuando llegó fuera del estrecho corredor, se llenó de asombro al ver al aguador moviéndose con gracia y agilidad, lanzando golpes a un poderoso enemigo imaginario; saltando alto, deslizándose hacia un lado, golpeando hacia otro, y agachándose como sí intentara cubrirse de algo.

El griego se quedó en la entrada, contemplándole sin advertir de su presencia, sonriendo de felicidad al ver que sus esfuerzos por cuidarlo habían dado grandes frutos.

Entonces, impulsadas por alguna magia desconocida, sus piernas lo llevaron hacia él, manteniendo los brazos extendidos, anhelante por unir sus cuerpos en aquel cálido contacto para celebrar su recuperación.

Su trayecto estaba marcado, y su final decidido…

Y estuvieron cerca… cada vez más cerca… Camus entrenando, y Milo, todavía con sus brazos levantados, esperando el momento apropiado para demostrar corporalmente su amor escondido, disfrazado por júbilo…

¡Fummm…!

Su tobillo descalzo encontró una superficie lisa y cristalina sobre lo que debería ser una alfombra verde pastosa, haciéndole resbalar. Camus, quien estaba de espaldas, volteó con un puñetazo y lo estampó de lleno contra el rostro del escorpión, antes que el efecto del impulso sobre el hielo lo llevara a derribar al aguador, como un pino de boliche sobre él.

El galo solo fue consciente de lo sucedido hasta que aplastó al griego, y este lo empujó porque le dolía el golpe y el hielo le estaba quemando la espalda.

—¡Milo!— Exclamó asustado el onceavo guardián, tratando de ayudarlo, pero este, a resbalones y golpes, gateó lejos de su alcance porque el cuerpo se le estaba congelando.

—¡Agh! ¡Buenos días, Acuario!— Exclamó, una vez fuera del campo de batalla, con la vista nublada debido a las lágrimas acumuladas en sus retinas, por el efecto del golpe en la nariz. No sabía si abrazarse así mismo para darse calor, o masajear la zona que le dolía.

El galo se levantó sobre el hielo, y caminó hacia él para tocarlo e intentar comprobar su estado, pero encontró un manotazo por respuesta.

—Perdóname, estaba concentrado…— insistió para poder revisarlo, sin embargo, el otro no se lo permitió.

—¡Cuánta elegancia para saludar al prójimo!— Volvió a quejarse, todavía cubriéndose el rostro.

—Déjame ponerte hielo…— se abrió paso entre el espacio de sus dedos, y Milo sintió aquellas yemas frías sobre su piel, aliviando el dolor que tenía—. Perdón por el golpe. Lo que pasa es que…— intentó explicar, pero de pronto cayó en cuenta de algo…— ¿Qué estabas haciendo…?— Milo tragó saliva con dificultad, pensando que no podía decirle la verdad, porque no podría explicar, que quería abrazarlo.

De hecho, ahora que lo pensaba, era cursi y ridículo el impulso que había tenido.

—Solamente quería saber si estabas mejor…— gruñó.

—Y ¿necesitabas estar tan cerca…?— preguntó alzando una ceja. Milo lo empujó.

—¡No veo bien de lejos!— refutó— y pensé que eras un corzo(1),porque hay muchos en los bosques de por aquí—. El galo se extrañó y rio sin querer, casi involuntariamente, por aquella excusa tan poco factible.

Milo lo observó en silencio, ligeramente aliviado al verlo feliz, después desvió la mirada porque estaba enojado consigo mismo por lo ocurrido.

—Estoy mejor—, respondió el galo—, gracias a mi enfermero gruñón e histérico…

—¡¡Oye!!— Camus sonrió sutilmente, y se levantó con elegancia, extendiendo su mano para ayudarlo a ponerse de pie también. Milo vaciló, pero sostuvo los dedos ajenos con los suyos.

—Como ves, ya tengo fuerza—. Señaló irónicamente, molestando; por lo que el otro bufó—. Puedo moverme más rápido, aunque aún me duelen los músculos, pero con tiempo y entrenamiento mejoraré.

—Pues en respuesta a tu agradecimiento, debo decir que no eres un paciente sencillo.

—Lo sé…— Murmuró el aguador con un pequeño gesto arrepentido. Milo se sorprendió.

—¡Espera! ¿Me diste la razón?— Camus cerró los ojos y sonrió.

—Un milagro que no volverás a ver, créeme—. El otro se rio solo porque estaba feliz.

—Puedo vivir con eso…— Tuvo el ligero impulso de darle un beso, pero eso también dejó de hacerlo hace un tiempo, para no incomodar a su paciente protestón—. ¿Volvemos al templo?— Camus lo pensó un momento.

—En realidad, me alegra que estés aquí, porque estaba pensando agradecerte con un desayuno en el jardín…— El otro volvió a sorprenderse, sin embargo…

—¿Y dónde planeas que lo hagamos, en la pista de patinaje improvisada?— ironizó señalando con la cabeza el hielo que brillaba cuál espejo sobre el césped.

—Puedo enseñarte a…

—¡No! ¡Ni hablar!— gritó ante la sugerencia de aprender a patinar sobre la superficie congelada, porque era un tema de repetida discusión.

—Bien—. Rodó los ojos—. Ve a prepararte y yo haré el desayuno. Te espero—. Milo pensó que podría protestar algo, pero la verdad es que no tenía ganas de hacerlo, así que se dio la vuelta y caminó hacia el templo para darse un baño y quitarse el pijama.

Camus, por su parte, se dirigió hacia la cocina, y cuando llegó, comenzó a limpiar y acomodar lo que necesitaba para el festín de esa mañana.

Después de prácticamente algo más de una quincena, viviendo en aquel sitio, ya conocía los rincones de esa parte del templo.

Al principio fue complicado acostumbrarse a su nueva rutina, considerando que le era difícil moverse o depender del Espartano a cada paso, sobre todo en una situación donde este no tenía control, como en la cocina…

Suspiró, y mientras cortaba unas rebanadas de pan, no pudo evitar recordar al escorpión celeste en su primera demostración "como chef"…

Flash Black…

La primera mañana que el griego fungió como enfermero del galo, se levantó sin decir palabra. Algo extraño, considerando que Camus tuvo pesadillas la mitad de la noche y ninguno pudo descansar. Incluso la fiebre volvió llegada la madrugada, por lo que el lecho vacío lo llenó de preguntas sobre la ubicación de él.

Se dio la vuelta, buscando una posición más cómoda, y sin notarlo, volvió a dormir.

Cuando despertó, Milo estaba colocando una manta sobre su cuerpo.

—¿Dónde estabas?— preguntó cubriendo un bostezo con la mano. El griego se sentó sobre la cama para mirarlo de cerca.

—Fui a pedirle a Aioros unas cosas…— explicó con una pequeña sonrisa. Camus exhaló.

Otra vez con los favores de vecino. A ese paso, el centauro le cerraría la entrada al templo.

—¿Quieres desayunar?— Inquirió el octavo guardián, aprovechando el momento de silencio, sin embargo, el galo tenía el estómago un poco revuelto, pero no quería preocupar al escorpión, ni despreciar su amabilidad.

—Sí, vamos…— hizo un pequeño movimiento para levantarse, pero él lo empujó suavemente por el pecho.

—Yo te traeré…

—Puedo caminar—. Insistió aquel, quitándose la manta. Milo se puso de pie.

—Quieres que te cargue, ¿no es cierto?— hizo el ademán de tomarlo entre sus brazos, pero él volvió a rechazarlo.

—Necesito caminar. Es parte de la recuperación—. El octavo guardián lo miró con desconfianza, y después de un rato de deliberar, finalmente le permitió levantarse de la cama, siendo ayudado en todo momento por él; sin embargo, mientras salían de la habitación, el acuariano notó que el griego no era muy paciente, o al menos eso le parecía.

A unos pasos de la cocina descubrió por qué…

El pasillo estaba llenándose de humo y de olor a quemado…

—¡Agh!— exclamó el escorpión soltando al aguador tan rápido, que este cayó de sentón al piso cuando él corrió hacia la cocina— ¡Mierda! ¡Perdón, Camus!— volvió sobre sus pasos, y aunque el galo intentó cuestionar y reprender su comportamiento, el olor a quemado lo obligó a empujarlo.

—¡Ve, no te preocupes por mí!— ante la insistencia del francés, Milo se precipitó al interior de la cocina, y mientras Camus se levantaba como podía, escuchaba algo parecido a una batalla campal ahí dentro.

Tras algunos exhaustivos intentos, logró aferrarse a la pared y caminar a tropezones por el corredor hasta la cocina, donde el bicho lo recibió con expresión taciturna.

—¿Qué hiciste?— preguntó ventilando su propio espacio con la mano que no se sostenía a la pared.

—Volvamos a la habitación…— murmuró el griego yendo hacia él para hacerle pegar la vuelta, pero Camus se quedó dónde estaba.

—Déjame ayudarte…— sugirió avanzando.

—No es necesario…

—Milo…

—¡Te dije que no sé cocinar!— exclamó el espartano con frustración, viendo lo que quedaba de un pan totalmente chamuscado.

—Déjame hacerlo…— Solicitó al avanzar otro paso, pero él lo detuvo.

—¡Deberías ser másScott(2)y menos tú!— Gritó Milo sin el ánimo de berrear más de lo necesario. Camus respingó, acercándose un poco más.

—Entonces…. ¿Vamos a morir de hambre?— El griego golpeó la mesa.

—Ya voy a solucionar esto, solo dame tiempo—. Respondió estresado, como si el otro lo estuviera presionando. El aguador apretó los labios, y tomó una silla lejana para sentarse, ya que volvía a estar mareado.

—No quiero ser una carga, Milo.

—¡No lo eres!— gritó el dueño del templo, poniéndose cada vez más histérico—. Y yo soy responsable también, ¿o no? Estás así por…

—Decisión mía.

—¡Cómo quieras llamarlo! Pero, ¡sigues siendo mi responsabilidad!— En ese momento tocaron tímidamente a la puerta, lo que llevó a ambos guardianes a mirar hacia el pasillo, encontrando al caballero de Capricornio, ligeramente arrepentido por interrumpir su momento.

—Hola, buen día—. Saludó a ambos. El aguador se relajó, mientras que el escorpión sonrió como si sus problemas estuvieran resueltos.

—Shura, buenos días—. Lo saludó el francés.

—¡Pasa, hombre!— lo animó el griego.

—Perdón por venir sin avisar—. Se adentró en la habitación mientras hablaba—. Pensé que un poco de café les gustaría a esta hora de la mañana—. Elevó un termo de metal para mostrarlo a ambos guardianes.

Camus pensó que era su salvador, sin embargo, el otro mantuvo la sonrisa por amabilidad.

—Yo paso, pero les buscaré un par de tazas… esperen…— Milo comenzó a revisar por los estantes, pero Camus (que hizo el desayuno la mañana anterior) sabía que no encontraría nada parecido en el templo. Shura, notando la inquietud del galo, entendió lo mismo, así que sirvió el café en la pequeña tapa que se volvía una taza viajera, y se lo dio a beber.

—No me gusta llegar con las manos vacías, así que traje pan, salame y un par de manzanas… Espero que no te moleste, Milo.

—¡Para nada!— le agradeció, abriendo el horno— ¿¡Dónde demonios están?!

—Tal vez se las prestaste a Aioria…— Sugirió el aguador para quitarle un poco el estrés. Milo pareció conforme mientras se peinaba el cabello con los dedos y masajeaba su cerebro para pensar.

—Voy a pedírselas entonces…— Se despidió—… Gracias, Shura. Volveré pronto—. Se inclinó hacia Camus y le dio distraídamente un beso de despedida, antes de abandonar la cocina.

El aguador lo siguió con la mirada, ligeramente aliviado porque sabía que él necesitaba un respiro, y al menos esa excusa con Aioria le daría el tiempo necesario para que no estuviera tan ansioso.

Cuando devolvió sus ojos hacia el santo de capricornio, notó en sus labios una pequeña sonrisa.

—Parece que ustedes se llevan mejor—. Señaló en un gesto cómplice. Camus elevó la taza hasta los labios para ocultar un pequeño gesto de felicidad dándole un sorbo al café.

—Creo que sí…— respondió vagamente.

—Nunca hubiera pensado que ustedes…— con una seña dio a entender que estaban juntos. El galo dejó la taza sobre la mesa, y manteniendo la postura reservada, respondió:

—Sé que ya lo sabes…

—¿El qué, exactamente?— su amigo se hizo el tonto, por lo que el galo movió ligeramente la cabeza en forma negativa.

—Tú sabes qué…— él alzó los hombros—… Qué nosotros no somos… ya sabes…— Shura suspiró con alivio, y se rio brevemente por la situación.

—¡Ostras, tío!— exclamó en su lengua natal, ya que Camus hablaba español también—. ¡No sabes lo mal que me ha sabido fingir que no sé nada!— el francés se alegró de recibir esas palabras y no un reclamo.

—Deberías estar molesto porque te mentí…— El décimo guardián se rio un poco más fuerte.

—¡No digas pavadas, colega! Era vuestro secreto, y sé que te disgustan las personas metiches—. Camus lo observó en silencio, y no pudo evitar notar que por eso era su amigo, porque Shura respetaba su personalidad y era muy discreto— ¡Eso sí, cuando os vi juntos en la fiesta de Aioria, flipaba en colores!

—Al principio fue difícil—, explicó el aguador—, pero luego aprendimos a conocernos…

—¡Y con lo mucho que te gustan las manzanas, resistirse aesa, debió costarte un mogollón!— bromeó el hispano.

—¡Eso no tiene nada que ver!— exclamó el acuariano perdiendo la elegancia, mientras intentaba explicarle que no era como él pensaba.

Para Shura ver al galo acalorado y ligeramente exaltado, lo hizo reír. El otro carraspeó, tratando de recuperarse mientras volvía a beber su café.

Tras un breve silencio, el santo de Capricornio volvió a hablar.

—Tenía el alma en un vilo…

—Descuida, Shura. Todo estará bien… Además, él no lo hace tan mal—. Contestó con sinceridad. Después decidió cambiar del español al francés para hablar con él, por si el escorpión volvía—. ¿Puedo pedirte un favor?

—Sabes que sí—. El acuariano exhaló.

—Milo no sabe cocinar, y no me dejará mover un dedo. ¿Podrías…?

—¡Viandas, claro!

—Tengo algunas cosas en mi templo, si no fuera molestia…

—Traeré lo que pueda. Café, y algunas cosas del pueblo también. No te preocupes.

—Y tazas…— Añadió Camus mirando la puerta.

—Y tazas…— se rio el español, admirando en silencio a su amigo, añorar a su "no" novio con un suspiro silencioso.

End of flashback…

Tal vez Milo había pasado los peores momentos con él, sosteniéndolo, y soportando sus pequeños defectos; pero Shura contribuyó con sus cuidados y atenciones de amigo.

Cuando el desayuno estuvo completamente listo, Milo apareció en la puerta justo a tiempo con el cabello mojado y la toalla sobre sus hombros.

Camus sirvió las tostadas de pan con yogurt griego, miel, unos pedazos de jamón ibérico que Shura les regaló la semana pasada, y un poco de hummus de berenjena. Y mientras lo degustaban, ambos compartieron una breve conversación sobre Hyoga y su última carta.

—Le escribiré mañana, quizás…— comentó el griego bebiendo el último trago de jugo en su vaso. El acuariano asintió, en silencio—. Por cierto, ¿necesitas más libros? Puedo pasar hoy por tu templo.

—Estaba pensando que es hora de cumplir mi palabra aceptando tu invitación—. Sus ojos se posaron sobre los ajenos, para admirar las reacciones del griego.

—¿Lo dices en serio?— se sorprendió este, con una sonrisa cargada de felicidad.

—Por supuesto—. Reafirmó el galo sus palabras con un movimiento de cabeza.

¿Cómo olvidar que Milo le mostraría una faceta más de tener una relación romántica con alguien?

Camus era curioso, por naturaleza, y le gustaba aprender, pero había cosas que las letras no podían expresar claramente.

Antes había pregunto a Shura en qué consistía una cita, y él respondió vagamente que lo mejor era tener un conocimiento empírico de ello; advirtiéndole escoger algo entre elegante y casual para vestir, por lo que estaba un poco emocionado.

Milo, por otra parte, aunque estaba ansioso por comenzar a conquistarlo y volver a besarlo (¡Si, lo más difícil de estar enamorado era renunciar a hacerlo para darle espacio!), también se sentía preocupado.

—¿Quieres que te cargue hasta Rodorio?— preguntó en tono de broma, aunque sí lo decía en serio. El aguador arrugó un poco la nariz.

—Afortunadamente para mí, eso no será necesario—. Dijo con alivio—. Pero podemos irnos después de limpiar un poco el templo…— Escorpio frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—¡Claro que no!— exclamó, al mismo tiempo que el galo comenzaba a recoger los platos sucios—. Toda la semana hemos peleado por eso… y hoy…

—Hoy no será la excepción.— Debatió Acuario, lavando todo porque si se lo dejaba a él, literalmente nunca tocaría uno.

—¡Pero…!

—Desde que estoy aquí no te he visto mover un dedo por limpiar algo— Milo se indignó, levantándose también.

—¡Perdóneme, señor, pulcritud! Estaba MUY ocupado renegando día y noche con alguien…

—Lo sé, pero…

—Además, ¡a mí me gusta mi desorden tal y como está!

—Sí, pero a mí no, y…— Escorpio, sonriendo, colocó sus manos en la cintura del galo, atrayendo aquel cuerpo contra el suyo, para hablarle sobre el hombro.

—Camie, ¿acaso piensas vivir conmigo?— el acuariano se tensó mientras trataba con toda su alma de no soltar el vaso de vidrio que tenía entre sus dedos.

Sintió un pequeño hormigueo sobre su piel, y el recuerdo de aquellos dedos color canela rozando su espalda al frotarla con la esponja jabonosa cuando lo ayudó a bañarse, la primera noche en que Milo se convirtió en su enfermero; dejando sensaciones electrizantes ahí por donde iba, atrayendo hasta su mente los recuerdos de la tarde en que estuvo a punto de ceder ante su impulso…(3)

"Creo que tener un impulso no está mal…", dijo Hyoga aquél día.

"Hay que abrir los horizontes…", remató él.

Camus sintió el calor apropiarse de sus mejillas, y mientras intentaba no pensar en eso, consumido por la vergüenza, notó que estaba decidiendo sobre un lugar que no era suyo.

Tal vez se acostumbró tanto a su estadía en el octavo templo, que olvidó completamente que él tenía uno propio, dos pisos arriba; así que haciéndose a un lado, dejó el vaso limpio sobre el escurridor para luego comenzar a irse.

—Voy a cambiarme en mi templo…— Milo lo soltó despacio, casi sin querer hacerlo.

—Hablando en serio, Camus, ¿quieres mudarte? Vas a extrañar con quien discutir…— Comentó, conservando el gesto solaz en sus labios, mientras observaba como el acuariano se alejaba.

—Seguramente…— Respondió él en voz baja, sonriendo intimidado.

Si Escorpio escuchó o no, de eso el galo no fue conocedor; solamente oyó a este decir.

—Te veo después del mediodía en la entrada al santuario—. Acuario no volteó, únicamente levantó la mano para decirle que estaba de acuerdo.

Milo lo observó marcharse, soltando un suspiro y pensando que el templo ahora se sentiría solitario y vacío.

Bueno, no podían vivir juntos para siempre….

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Shura se engañó a sí mismo al pensar que le sería fácil olvidarse de Aioria, pues el tiempo que pasó intentando reconstruir su relación con él, fue una total pérdida de tiempo.

Curar un corazón roto generalmente no sería problema mientras tuviera la compañía de sus amigos; sin embargo, Camus estaba en Escorpio recuperándose, así que únicamente podía hacerle visita un par de minutos, antes de que Milo y él emprendieran una disputa verbal y absurda sobre cualquier cosa…

Porque sí algo había aprendido el español sobre esos dos, es que tenían un insano placer por debatir sus opiniones. Parecía una necesidad, no por tener la razón, sino por llamar la atención del otro.

La siguiente opción en su lista era el caballero de Sagitario, quien le hacía compañía, y le evitaba rememorar los momentos que pasó junto a Leo, desperdiciando sus sentimientos para enfocarlos en alguien más.

Capricornio no quería recordar por qué terminaron en primer lugar, pero lo cierto es que no estaban juntos, y no lo estarían nunca más; así que en un intento fallido por olvidarse de todo, se fue a mezclar justamente con la única persona que jamás le permitiría olvidar su corazón roto, debido a su enorme parentesco físico.

Por suerte para Shura, Aioros estaba enamorado de alguien más, contemplando a la distancia a la persona dueña de sus emociones, él, su primer y único amor…

Saga estaba recargado en uno de los pilares con la vista perdida en el vacío, justo como si se le hubiera vuelto una costumbre, desde hace algunos días atrás; sin notar que Sagitario lo miraba con una mezcla de deseo sincero y preocupación.

El castaño volteó hacia el español, quien le hizo una seña para animarlo a acercarse, por lo carraspeó para llamar la atención del gemelo antes de hablar:

—Shura y yo encontramos un lugar donde preparan un delicioso tiramisú…— Dijo, aunque al mencionar ese postre creyó que evocaría otra vez la presencia de Acuario, porque a Camus le gustaba el café, y porque era algo que se disfrutaba frío—. Ven con nosotros…— Se apresuró a decir, sabiendo que era tarde para quitar cualquier tipo de pensamiento de su cabeza.

Capricornio se aproximó a su vecino.

—Sí… Aioros y yo queremos pasar más tiempo contigo…— Sonrió, y el arquero le devolvió el gesto, agradecido por el intento en sacar a Saga de ahí.

El décimo guardián, considerando como estaban las cosas entre Camus y el gemelo, creyó que no habría ningún problema, si ayudaba al centauro a acercarse otra vez a su primer amor. Igualmente, parecía notar que el galo, lejos de su falacia con Milo, experimentaba las continuas sacudidas de un enamoramiento involuntario, así que, técnicamente, Saga estaba disponible…

Géminis permaneció en su lugar, solo, reflexivo, y soñador…

Lanzó un gruñido en señal de respuesta, como enfadado.

¿Acaso era mucho pedir que respetaran su espacio? ¿Era demasiado pedirle a los Dioses un poco de privacidad para poder meditar una solución al idilio que ahora manejaba su vida?

Solamente quería una idea, un pensamiento con el cual recuperar a su Camus…

Sus ojos se hicieron más pequeños, y sus manos se crisparon hasta convertirse en puños, enterrándose las uñas en su carne y provocando cortes extremadamente finos, que expresaban la rabia que le producía pensar que Camus nunca soltaría a Milo, y que él perdería su oportunidad.

Aioros y Shura, que no recibieron respuesta verbal, se miraron entre ellos, hasta que Sagitario caminó para tocar el hombro del gemelo.

—No puedes pasarte la vida encerrado en este templo… A Camus no le gustaría…

—Aioros—, se aproximó Shura—, yo creo que Saga es consciente de que Camus ya pasó la página, y eso debe aceptarlo…— El castaño, soltando a Saga, desaprobó con una mirada estas palabras, pues no eran las correctas para mejorar el estado del tercer custodio. Capricornio, por su parte, no quería involucrarse demasiado en el idilio entre Camus, Milo y él (y mucho menos, comprometer a Aioros con detalles que aún desconocía), pero después de algunas breves conversaciones con el acuariano, entendía que él había perdido terreno en esa relación, y que recuperarlo le tomaría tal vez años.

Por supuesto que Camus no contó detalles sobre ellos, pero a Shura le bastó con ver las pequeñas reacciones que tenía cada vez que lo nombraba por error. Incluso Milo se ponía tenso y ansioso, por lo que había optado por borrar ese nombre de su boca cada vez que entraba en la casa de Escorpio.

Géminis se giró a verlo, con una expresión desafiante.

—¿Acaso crees que no lo sé?— preguntó fastidiado, pareciéndole que últimamente todo conspiraba para irritarle, haciéndole recordar tiempos muy ácidos, llenando su cabeza de amargos recuerdos que lo asaltaban sin darle descanso. Los peores, aquellos en los que contemplaba en silencio impotente la bella figura de su Camus.

—Entonces, deja de lamentarte…

"No eres el único con el corazón roto", completó Capricornio la frase sin el valor para decirlo abiertamente, porque no quería hablar de su propia herida, y porque hacerlo en voz alta la volvería mucho más tangible.

—No tienes obligación de quedarte a escuchar mis lamentos, Shura, así que te invito a retirarte.

—Saga, lo que Shura quiere decir es que no te preocupes, ya podrás arreglar las cosas con él—. Lo interrumpió Sagitario con una sonrisa suave. El español rodó los ojos.

¿Por qué su amigo tenía que ser tan noble?

De pronto consideró que sí Aioros podía perdonar a Saga en cada uno de sus momentos de debilidad, tal vez, Camus debería hacerlo también. Y sí no podía, es porque no lo amaba lo suficiente…

Entonces, ¿debería disculpar a Aioria? Porque una cosa era segura, nunca le insinuó nada sobre volver, o estar aún enamorado de él… Quizá el león pensó que el sexo casual estaba bien mientras Milo jugaba con Camus, y él esperaba su oportunidad…

Suspiró con pesadumbre.

—Sí, bueno… algo así…— el hispano concordó finalmente con su amigo—. Dale un poco de tiempo, Saga—. El nombrado meneó la cabeza.

"No después de todas las cosas que pasaron entre nosotros…", pensó con arrepentimiento.

No importaba cuanto quisiera recuperarlo, sabía que se dejó dominar por una fuerza inclemente desde su interior, y que él terminó sufriendo.

Apretó con firmeza los puños y se frotó los ojos con los dedos mientras soltaba un suspiro.

De pronto concluyó que no había nada de malo en considerar un sí como respuesta, porque, después de todo, el movimiento, el cambio de aire, y estar lo más lejos posible del templo donde reposaba su amado, podría caerle mejor que esas cuatro paredes. Salir, le ayudaría a pensar con más claridad.

—¿Si voy con ustedes por el famoso tiramisú, prometen dejarme en paz?

Shura supuso que si iban los tres, en algún momento podría hacerse a un lado y dejar a Aioros solo con Saga para que tuvieran un encuentro como en los viejos tiempos, y así pudieran retomar su relación.

El arquero colocó nuevamente la mano sobre el hombro geminiano, con una sonrisa cálida.

—Será como en los viejos tiempos…— Dijo con afecto.

Saga admiró el gesto sobre los labios ajenos, recordando que esa sonrisa amplia y amable en él, siempre fue contagiosa y particularmente especial, porque no podía encontrarla o admirarla sin tener que responder con una igual.

Entonces notó que era afortunado porque Sagitario, sin importar cada uno de sus errores, siempre lo terminaba perdonando.

—Tú ganas…— espetó el geminiano, tocando con sus dos manos los hombros de su antiguo amigo y amante, con agradecimiento por todo lo que hacía por él; dedicándole una mirada cariñosa y una sonrisa suave y gentil, que hizo palpitar al otro.

Tanto Aioros como Saga compartieron una mirada cómplice que hizo a Shura desear irse rápidamente de ahí para que pudieran enamorarse otra vez; sin embargo, por la sombra del templo, a pasos suaves y seguros, Camus apareció ante sus ojos, contemplando a la distancia el gesto que ambos antiguos amantes compartían.

"Él fue mi primer amor…",recordó el galo las palabras de Saga, con melancolía.

No debería dolerle o molestarle, pero sentir ese ardor en el pecho era tan confuso, que no podía soportarlo…

—Buenas tardes—. Anunció su llegada al templo, sin el ánimo de romper ese momento, solo intentando ser educado.

Al escuchar aquella voz, Saga soltó a Aioros y dirigió la mirada de color verde hacia el aguador, quien tenía los ojos cerrados como si estuviera concentrado en algo, pero lo cierto es que no quería mirar al gemelo a la cara después de todo lo que había pasado entre ellos, porque era doloroso y difícil; y no podía lidiar con la sensación que tenía atorada en el corazón mientras lo veía feliz conél, su primer amor…

Saga por su parte, admiró como el caballero galo traía el cabello marino atado con listón color negro, formando una coleta alta que le caía a través de la espalda, aunque varios mechones de pelo se le habían soltado y se esparcían a gusto por los hombros. En cuanto a la vestimenta, se había asegurado de portar una camisa abierta por el pecho para mostrar sus pectorales, doblada de la manga para hacer lo mismo con los músculos del brazo; la prenda era de color verde botella, y la combinaba con un pantalón de mezclilla negro, más cómodo que el que había usado en la fiesta, pero no menos sensual.

Shura se quedó sin habla, incluso se vio obligado a cerrarse la boca con la mano a una señal de Aioros, quien también había dirigido su mirada hacia él.

—¡Hola, Camus!—. Lo saludó el arquero alegremente por verlo bien, y sabiendo que eso significaba que Saga estaría más animado al saberlo ahí.

—¿Ya te sientes mejor?— Le preguntó el décimo guardián, evitando entrar en detalles para no despertar las sospechas y la curiosidad de Sagitario, a quien le dijo que el guardián de Acuario estaba enfermo. De niño siempre tenía problemas de salud por el sol intenso de Grecia, y"al parecer"volvía a tener una de esas odiosas recaídas, ya que estaba en el Santuario todo el tiempo.

Acuario asintió, volviendo a retomar su camino.

—Me he recuperado totalmente, gracias a ti y aAiorospor sus consideraciones, pero particularmente a Milo,quienes el novio más dedicado que podría haber tenido—. Géminis sintió como si le hubieran dado una bofetada con el escudo de Atenea mientras le oía hablar de las proezas del escorpión; sin embargo, se dio cuenta de que la DiosaNikéle sonreía, porque Camus estaba tratando de ignorarlo, seguramente para hacer lo mismo con sus propios sentimientos

Con movimientos fríos, y bien controlados, rompió su postura cerca del centauro, para avanzar hasta situarse a unos cuantos pasos del galo; quien a primera vista no pareció intimidarse.

—Te he llamado con el pensamiento…— le dijo con suavidad, intentando tocarle la mano.

—Caballero—, lo interrumpió con desprecio—, debería saber que nosotros no tenemos asuntos en común, así que le pido encarecidamente dejarme tranquilo—. La frialdad en esa voz, que ahora desconocía, lo desconcertó a primera instancia; y aunque el aguador se movió para caminar lejos de él, Saga se le puso al paso.

—¿Ahora no me llamas por mi nombre?— el otro no respondió—. Nunca tuviste problemas en decirme "Saga".

—Y tú con respetarme, pero claramente esa es una palabra que no conoces.

Aiorosmiró aShura, un tanto inquieto, como preguntándole con la mirada qué podían hacer para calmar la tensión que había entre ellos, y que, por supuesto, no comprendía. Capricornio le hizo una seña para que se quedara donde y como estaba, planeando explicarle de alguna forma que ellos estaban distanciados.

Camus, cuyos ojos no se habían cruzado con Saga, los elevó para mirar con indiferencia al hombre de quien estuvo profundamente enamorado, el mismo por quien tenía ese dolor y angustia atorada en el pecho, y a quien no podía ver sin sentir que se quebraría en pedazos.

Le había costadotrabajono romperse cada noche mientras se recuperaba, y no mostrarse herido abiertamente con Milo, pero siendo él la causa de su tormento, lo único que deseaba era huir.

—Nos vemos después…— Se despidió deShurayAioros, caminando con la clara intención de pasar de largo al geminiano.

—Suerte en tu cita…— Le dijo el español, sacando las conclusiones de adónde iría vestido así; mordiéndose después la lengua al darse cuenta de que no tendría que haber dicho eso.

—¿Cita?— preguntó el gemelo.

"Perdón, Camus…", se expresó el décimo guardián con la mirada.

Saga al echarle un último vistazo entendió a la perfección el porqué de la ropa y el uso casi excesivo de la colonia nueva que Afrodita le había regalado en su último cumpleaños.

Imágenes tormentosas atravesaron comoAntaressu mente, por lo que cerrándole el paso a Camus, Saga lo tomó de los antebrazos tratando de forzarlo a que lo viera; incapaz de pensar en nada que no fuera el hecho de que ese hombre le pertenecía, y que ni Milo, ni él mismo, cambiarían esa situación. Sus ojos se entrecerraron, y un inusual brillo carmesí los tomó por asalto un par de segundos.

No solo Acuario, sino también los otros dos, se sorprendieron por la actitud de Saga.

Las pupilas galas delataron aturdimiento unos segundos, antes de que a su mente llegara la imagen del geminiano, tomándolo por asalto y casi a la fuerza en Escorpio, así como el impulsivo ataque que había realizado en Capricornio contra Milo.

—¿Cómo te atreves…?— Acuario estaba intentando zafarse, sintiendo emociones encontradas que no podía entender ni frenar, porque mientras sentía ansiedad, enfado y un ligero temor por lo ocurrido, su propio corazón reaccionaba al contacto con la piel del otro.

Debería vociferar todo lo que pensaba o no quería de él bajo ninguna circunstancia; pero no iba a dar un espectáculo frente a su amigo, y aAioros.

El centauro intercambió una mirada conShura, y le tomó la muñeca para llevarlo al interior del templo que conocía como la palma de su mano, solo para darles espacio y la oportunidad de limar sus asperezas, porque, después de todo, Saga amaba a Camus (y hasta ahí llegaba su historia).

Sin notar que estaban a solas, el galo decidió hablar en francés para él.

—Suéltame…— Retrocedió un paso para jalar su propio cuerpo lejos de él.

—¡Camus!

—Después de lo que hiciste, ¿cómo puedes actuar como si nada?— el gemelo mantuvo la mirada del otro, y retrocedió para darle espacio cuando comprendió que tenía razón.

Aún podía ver su piel rasgada bajo el toque agresivo de sus uñas. Podía oler la sangre producto de estas, y la rabia en él, cuando intentó tomar lo que Camus proclamaba, ya le pertenecía a Milo.

Saga sintió como la tráquea crujió cuando intentó pasar la culpa y la angustia atorada ahí. Soltó a Camus como si quemara, y apretó los dedos contra la carne en un intento por frenar cualquier deseo que tuviera por él.

—Perdóname…— exhaló apretando los ojos—… Yo no quería…

—Estoy cansado de oírte repetir incesantemente esa palabra, ¿al menos sabes lo que significa?

—Mi arrepentimiento es sincero, créeme…

—Pues no puedo hacerlo—. Mantuvo sus ojos fríos sobre aquel, al mismo tiempo que Saga trataba de frenar los pensamientos que le dictaban tomarlo a la fuerza.

—ConAioroshe conocido el perdón, he sufrido la culpa al pensar en su rechazo y he sido…

—SiAiorosestan maravilloso, ¿por qué estás robandomitiempo?— Camus intentó que su voz no demostrara celos o dolor, pero sin importar cuán ofendido pudiera estar, la sensación por él lo sobrepasaba; y eso era evidente para Saga.

—Porquete amo a ti…— Declaró, mirándolo fijamente.

Camus se sorprendió un poco, sintiendo algo tan extraño y caótico en sí mismo, como pequeñas explosiones que iban de su cabeza hacia el pecho, y del pecho a ella, sin que supiera qué atender o apagar primero. Porque, escuchar esas palabrasestavez tenían un significado diferente. No podía sentir el vuelco en el estómago o la emoción que acompañaba la sensación de querer ser besado por él, en una celebración al amor mismo, pues mientras su cabeza peleaba con los recuerdos amargos que ambos compartieron, también tenía la imagen de Saga, el destructor. Y no conforme con ello, tenía a su propio corazón latiendo desesperadamente, confundiendo lo que deseaba expresar hacia él…

Cerró los ojos, y apretó los puños.

—Tu manera de amar es equivocada—. Dijo con frialdad.

—¿Equivocada?— el gemelo frunció el ceño, y sostuvo con su puño las ansias por volver a tocarlo—. Renuncié a ti en cada oportunidad para no herirte…

—Y aun así lo hiciste.

—¿¡Cómo esperabas que reaccionara ante tu rechazo!?— exclamó frustradamente— Si amar para ti es dejarte ser feliz con Milo, lo siento, pero no puedo aceptarlo.

Camus desvió la mirada.

—¿Vas a justificar con eso tu enorme falta de respeto?

—Yo no estoy…

—No quiero seguir hablando sobre esto…— El galo caminó un par de pasos, hasta que él lo detuvo del brazo.

—Perdóname… no quería perder el control…— El aguador se soltó con repudio, porque no era una disculpa lo que necesitaba en ese momento.

—Pero lo hiciste, y no puedes borrar las cicatrices de algo que ya está roto—. Saga no podía soportar esa mirada tan distante en él, aunque intentara ser fuerte y aceptar su rechazo, necesitaba tocarlo y expresarle su amor corporalmente, porque estaba cansado de abstenerse de él.

—Por eso te dije que no volveríamos a vernos… ¿Recuerdas? Fui a buscarte a Siberia…— El gemelo intentó apelar a los recuerdos que tenían, dónde se amaron en silencio; pero esas memorias, solamente aturdían al aguador, porque mientras añoraba el pasado que tuvieron juntos, el presente amargo dolía como mil pinchazos.

—Solo fuiste a mentir—. Respondió el galo, recordando esa despedida cruel, mientras Saga jugaba aArles, y él intentaba soportar perder a Isaac.

Sí, él eligió ese momento de duelo y vulnerabilidad para asestar un clavo más…

—Sabes perfectamente que no iba a decirte que era el Patriarca, y cuando Mu te lo dijo…

—Debiste tener la cortesía de contarme primero la verdad. Lo habría vuelto menos decepcionante…— Camus tensó el mentón al recordar aquella conversación en Rozan con el maestroDohkoy Mu, donde conoció la verdad sobre el hombre tras la máscara.

El aguador sintió el sabor amargo de antaño en la lengua, y la frustración retenida en sus puños por no darle el golpe que se merecía.

—Sabía que no lo entenderías…— dijo el gemelo con amargura—… Justo como ahora no quieres aceptar mi disculpa.

—Porque tú tampoco lo entiendes. Rechazarme para ti fue fácil…

—¿Eso es lo que piensas?— Saga volvió a tomarlo por el brazo, ante el temor mezclado con el enojo que experimentaba el aguador— ¿Qué crees que sentí cuando te vi con Milo la primera vez? ¿Crees que lo disfruté?

"No, por supuesto que no, y si lo hubieras hecho, habría terminado esto con Milo…", pensó el francés, porque entonces esa farsa no hubiera tenido sentido; sin embargo, gracias a eso aprendió a conocerlo y a sentir más aprecio del que nunca imaginó por él…

—Tus percepciones sobre mi relación no son mi problema—. Apuntó Camus con desdén, fingiendo no sentirse intimidado por el toque de aquel.

—¡Estaba dispuesto a que fueras feliz con él!— profirió Saga dándole un jalón para acercarlo hasta robarle el espacio vital.

Al onceavo custodio no le sorprendió escuchar eso, porque recordó aKanonluchando a su propia forma por recuperar lo que tenía con Milo, mientras Saga desviaba la mirada y se quedaba esperando, Camus no sabía qué.

El caballero de Acuario tensó el brazo y enfrentó la mirada esmeralda y dolida, con la suya enardecida por el dolor y la frustración que sentía por él.

—Pues déjame ir, porque mientras yo pierdo el tiempo enfrascado en esta absurda conversación, él espera por mí…— esta vez sí intentó soltarse, pero Saga colocó los dedos que estaban libres sobre la mandíbula gala, sintiendo que quería apretarla con celos y rabia mezclados.

—Él no puede…

—¿Hacerme feliz?— Camus sonrió burlón, tomando las muñecas ajenas para arrancarse el contacto ajeno de encima—. Es más de lo que tú has hecho hasta ahora…

Saga tragó saliva con dificultad, sabiendo que tenía razón, sin embargo, decidió usar la última carta que tenía a su favor: sembrar la duda en Camus y el amor que sentía por el joven espartano.

—No voy a hablar del pasado entre ustedes…

—Gracias…

—Pero no olvides lo que representaKanonpara él. Su primer amor,su amor frustrado e imposible pasión. Milo es orgulloso, pero siempre pudo perdonarlo, y no dudará en pegarte una patada cuando él le diga lo obvio…

"Lo obvio…"

"Que lo ama…", concluyó Camus, captando lo que el geminiano trataba de decir.

—¿Qué harás entonces?— prosiguió el tercer guardián tras una pausa, cruzando los brazos por encima del pecho—. ¿Vas a sonreír como lo hice yo, o vas a…?

—Lamentablementepara ti, lo que yo haga, ya no es de tu incumbencia—. Lo pasó de largo, quedando espalda a espalda para dar por terminado eso—. Adiós—. Camus volvió a cerrar los ojos y avanzó para ir donde había quedado con Milo, sosteniendo sus emociones y evitando pensar en las palabras del otro, que trataría de olvidar; sin embargo, el gemelo lo alcanzó, rodeándolo en un abrazo profundo y desesperado.

El aguador se quedó congelado, sintiendo el calor ajeno llenando su cuerpo de sensaciones que iban borrando lentamente el recuerdo de Milo sobre su piel…

—Perdóname, Camus, te lo ruego…— El geminiano había suspirado esas palabras sobre su cuello, mientras le abrazaba profundamente contra el cuerpo, conteniendo los deseos destructivos que susurraban ideas crueles y retorcidas por él.

El aguador se tensó, y la cabeza volvió a sostener una pelea mortal contra el corazón, porque mientras el cerebro tomó todo el sufrimiento y lo convirtió en daga, el amor por aquel hombre hizo con su complicidad y memorias un caparazón…

Sin embargo… no podía olvidar las pesadillas por esa mirada de color rubí, y sus demostraciones de amor hostil…

—No puedo…— murmuró apretando sus dientes.

"No después de lo que hiciste… con Milo, conHyoga, y sobre todo conmigo…"

Camus sintió el grácil y tibio contacto del dolor sobre su mejilla, por lo que apretó los párpados y una vez más trató de escapar.

Saga al sentir su respuesta, lo soltó lentamente, respirando con dolor, y admirando la frialdad cruel del aguador, sin notar las pequeñas lágrimas en sus mejillas.

—¿Qué necesitas para hacerlo?— preguntó el geminiano con la voz como un hilo. Camus no respondió, porque no tenía más fuerza para hablar con él— ¿Te dejo ser feliz con Milo? Bien… Lo haré—. El acuariano se sorprendió, pero no lo miró; en su lugar, fue Saga quien giró sobre sí mismo, para no voltear al continuar—. Disfruta tu maravillosa relación mientras puedas…

El francés escuchó los pasos ajenos alejarse, mientras él temblaba con una mezcla de rabia, duda, temor y desazón; porque la parte que no quería renunciar a Saga, deseaba aceptar sus disculpas y entregarse finalmente a él; pero, a la vez, no podía olvidar todo lo ocurrido, ni renunciar a lo suyo con Milo después de lo compartido entre ellos, porque eso no sería un pago justo a sus cuidados, atenciones y ¿afecto…?

Sí, podía calificarlo como afecto, aunque él no lo expresara de forma verbal.

Con el camino libre, finalmente decidió salir de ahí, avanzando hacia la entrada para encontrarse con el escorpión en dónde se suponía habían acordado.

No supo cuantos pasos lo habían alejado de Géminis, pero ya se encontraba fuera, con la luz del sol martirizando las retinas que amenazaban con fundirse en el volcán de dolor…

—¡Camus…!— Exclamó la voz del escorpión, acercándose en la lejanía, subiendo los escalones que le restaban al tercer templo desde Tauro. Acuario lo miró fríamente, como si de pronto se hubiera transformado en otro— Camus… lo siento…— Comenzó a disculparse, llegando casi hasta su destino. El nombrado meneó la cabeza, permaneciendo a dos escalones debajo de la entrada del recinto gemelo—… Debimos ir juntos… debí…

—Olvídalo…— Respondió el galo, completamente desganado. Bajó el pie, luego el otro; su compañero se quedó parado a cinco escalones debajo de él, pero tuvo que subir rápido en cuanto notó que una sombra alta, de cabello azul y mirada verdosa, se aparecía entre la cortina de sombras…

—¡Saga!— Exclamó, listo para pelear o molerlo a golpes. El gemelo se quedó parado, atónito, contemplando a Milo, quien no entendió por qué de pronto ese brillo esmeralda y burlón, se había matizado a un lleno de recelo…

—Déjanos en paz,Kanon—. Replicó el onceavo guardián subiendo otra vez para poner la mano del escorpión entre la suya y jalarlo, entre su sorpresa y vacilación, para dirigirse hacia el pueblo—. No estoy de humor para que tientes a tu suerte—. Le advirtió, sin siquiera mirarlo; sin embargo, el ex dragón (pues era él) pareció no escucharlo, porque no podía creer que Escorpio se hubiera olvidado de quién era, cuando antes parecía ser el único que sabía cuando entraba uno y cuando estaba el otro frente a él…

¿Acaso de verdad había suplantado las caricias nocturnas prodigadas en su cuerpo, con aquello que Camus podía ofrecerle?

Porque, o Milo bromeaba al referirse a él como Saga, o… sus sentimientos por el aguador eran realmente sinceros…

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Continuará…

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(1) Corzo:es un ciervo pequeño euroasiático, que puede encontrarse en la parte sur de Grecia; aunque parece mucho más común en España, Holanda y países bajos. Pesa más o menos 30 kilos en una edad adulta (un venado pesa de 80 a 220 kilos).

(2) Scott: Milo hace referencia al libro "París es una fiesta", porque Scott no protesta cuando Ernest le da las aspirinas, y Milo le recuerda ser obediente llamándolo Scott. Sé que ahora no tiene mucho sentido, pero prometo que lo tendrá.

(3) Es una pequeña referencia adelantada, a algo que estoy preparando. Lo iba a subir previo a este capítulo, pero no pude corregirlo a tiempo.

Notas del capítulo:

Perdón por la hora!!! Pero actualicé en sábado como lo prometí!!

Como había explicado antes, para mí el idioma que se habla en Athenas es griego, así que todos los caballeros están obligados a estudiarlo.

Camus habla español con Shura cuando están a solas, o Francés.

Saga habla francés a veces con Camus, pero generalmente griego.

Respecto al capítulo.

Estaba muy indecisa, saben? Armé una historia separada sobre la recuperación de Camus, pero había algunos huecos en la trama, así que los fui metiendo aquí, sólo dejé afuera una parte muy importante para este capítulo como una historia suelta que no cabía en ninguna parte.

Veré si la acomodo en el siguiente capítulo, o la dejo como un one shot.

En cuanto a Camus, tal vez es difícil comprender lo que siente, pero Saga tuvo un buen punto sobre Milo… tendrá razón?

Sobre Milo, él no se volvió pasivo, solamente es considerado porque está intentando algo que no sabe si va a funcionar así que veremos como le va xD... Pero Milo sigue siendo Milo!

Y… Pues sí! Aioria está enamorado de Milo! Por eso tiene esa actitud con Camus. No es que Camuscin le caiga mal, es que está celoso, y ansioso por verlo libre para lanzarse por él; así que, si han leído la descripción de la historia, con este capitulo tiene más sentido eso del pentágono amoroso, verdad? No era por Hyoga, sí no por la gata salvaje. Y por Aioros con Saga, ¡claro está!

Entonces esto queda así:

AiorosxSagaxCamus ShuraxAioriaxMiloxKanonxMilo

O Podría ser ShuraxAioriaxMiloxCamusxSagaxAioros?

Jajajaja ven? Aunque eso sería un hexágono amoroso… que pasará?

Estamos por llegar a la mitad del fic! Ahhhhh!! Espero poder publicarlo completo! Me pone muy ansiosa porque estoy haciendo muchos cambios de último momento, pero confío en que quedará bien al final… y lamento mucho los capítulos largos… espero que no sean una molestia.

Cómo no tengo computadora, hago todo desde el celular y cuento un aproximado de 6 mil palabras como mínimo, pero a la hora de hacer la edición, creo que salen más y más y en páginas no tengo idea de cuántas son.

En fin…

Muchas gracias por leer

Valoro mucho cada mensaje y cada lectura.

Intentaré hacerlo más temprano.

Besos y abrazos!