Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de Silque, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from Silque, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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EPOV

Con Bella ocupada en la cocina preparando la cena con Esme, busqué a mi padre en su oficina. Por alguna razón estaba aterrorizado por esta conversación, y si examinaba mis sentimientos, mi miedo era más que Bella estuviera equivocada que en lo correcto; realmente quería que ella tuviera razón y que, de hecho, todavía poseo mi alma.

Él estaba leyendo un libro viejo y enorme, con la cabeza inclinada y la atención absorta. Sus pensamientos estaban llenos de viejas leyendas y folklore. Golpeé el marco de la puerta abierta.

―Papá, ¿tienes un minuto?

―Por supuesto, Edward. Toma asiento. ―Cerró el libro y metió un trozo de papel entre las páginas para marcar su lugar―. Antes de comenzar, quería decirte que tenemos una reunión con los Quileute esta noche en la línea del tratado. Me gustaría que estuvieras allí.

―Por supuesto. ―Cerré la puerta, a pesar de que la privacidad era sólo una ilusión en una casa llena de vampiros con un oído agudo. La ilusión fue suficiente consuelo para esta conversación.

»Papá, Bella me mencionó algo anoche que realmente me tiene dando vueltas la cabeza.

Carlisle se rio.

―No lo dudo. Es una mujer increíble.

Tuve que sonreír.

―Así es. Todavía estoy asombrado por mi suerte. Yo... papá, ella ha cambiado mi vida. Nunca me he sentido tan... completo. Tan real. Como si finalmente perteneciera. ―Sacudí la cabeza―. Pero mira, ella dijo algo anoche que ha sacudido mi creencia fundamental sobre mi alma. Dijo que dado que siento remordimiento por... ese período de mi vida, prueba que tengo un alma. También dijo que alguien sin alma no puede amar, pero nosotros sí, así que eso prueba la existencia de nuestras almas.

Mi papá se sentó allí por un momento, con la boca abierta y sus pensamientos arremolinándose y fragmentados. Se levantó de su escritorio y se giró para mirar por la ventana, con las manos entrelazadas a la espalda.

»¿Papá?

―Edward... me gustaría tener algo de tiempo para reflexionar sobre esto. No puedo creer que nunca haya hecho esa conexión… ―murmuró para sí mismo.

―Papá...

―Dame algo de tiempo, hijo. Me gustaría leer un poco. Hablaremos pronto. Por favor.

Nunca había visto a mi padre tan conmocionado.

―Como desees. ―Me levanté para irme, deteniéndome con la mano en el pomo de la puerta―. Ella me sorprende, papá. No tiene miedo, aunque vive en una casa llena de vampiros. ¡Se deleita en atormentar al vampiro más grande de esta casa! Se puso a mi lado, enfrentando a cinco hombres lobo gigantes, y no tuvo ningún pico de adrenalina, ni aumento en su ritmo cardíaco. Confía en mí completamente ―terminé con la voz entrecortada―. Realmente me ama.

Carlisle se apartó de la ventana entonces, sonriendo suavemente.

―Eres digno de amor, hijo mío. Tu madre y yo estamos encantados de que la hayas encontrado. No puedo expresar la alegría que Esme ha tenido desde que la trajiste a casa. El cambio en ti es... Edward, es maravilloso verte feliz, realmente feliz, por primera vez desde que te transformé.

Entonces sonreí, sabiendo que cada palabra que decía era la verdad.

Llegué a la sala a tiempo para ver a mi amor y a mi madre preparándose para irse, platos cubiertos en sus manos.

―¿Qué es esto?

Esme me sonrió.

―Bella quiere conocer a nuestros vecinos y pidieron verla para agradecerle por las deliciosas comidas. No tardaremos, querido.

Me moví al lado de Bella, presionando mis labios contra los de ella, brevemente.

―Date prisa, vuelve conmigo, amor. ―Su sonrisa fue mi recompensa.

Esa noche, Alice declaró que era noche de cine y, por primera vez, me sentí sorprendentemente eufórico simplemente por tener a mi pareja en mis brazos, rodeado de mi familia. Ya no era la séptima rueda. Ya no estaba solo. Alice le dio a Bella un enorme tazón de palomitas de maíz, una bebida y dulces, diciendo que era necesario para los humanos para ver películas.

Nunca antes había oído semejante colección de pensamientos de satisfacción. Siempre había alguien preocupándose por mí por esto o aquello, pero esta noche no. Mi felicidad se estaba desbordando y Jasper la estaba proyectando inconscientemente al resto de la familia. Un vampiro podría acostumbrarse a esto.

―¿Estás feliz, amor? ―susurré, mientras los créditos iniciales de la película aparecían en el televisor de pantalla plana gigante. El sonido envolvente estaba alto, para que Bella no se perdiera ningún audio.

―¿Cómo podría no estar feliz? Tengo suficientes palomitas de maíz para alimentar a un ejército, una Coca-Cola con mucho hielo y ositos de goma. Y estoy acurrucada con el vampiro más lindo a ambos lados de las Montañas Rocosas ―susurró en respuesta, acariciando mi oreja.

―¡Ey! ―Emmett se quejó―. ¡Yo también soy lindo! ¡Tengo hoyuelos!

Todos nos reímos cuando Bella replicó.

―Sí, Hoyuelos, eres adorable. ¿Quién necesita un cachorro cuando te tenemos a ti? ―Eso hizo callar a Emmett bastante bien, y estaba tan orgulloso de que mi Bella pudiera defenderse.

Me incliné y respiré directamente en su oído.

―Soy guapo.

Sus ojos en blanco eran casi audibles.

Cuando terminó la película, se intercambiaron buenas noches y Alice nos recordó que mañana era el "día de chicas". Todas las parejas se fueron a sus habitaciones, sin duda para atormentarme con sus pensamientos lascivos. Deseaba que ya estuviéramos casados para poder llevar a mi pareja a nuestra habitación con el mismo propósito. Pisoteé brutalmente mi anhelo y puse una sonrisa en mi rostro, tendiéndole la mano a Bella.

―¿Puedo acompañarte a tu habitación, amor?

―Nuestra habitación ―sonrió, tomando mi mano y pasando mi brazo alrededor de su cintura. Diablos. Ella no me lo estaba poniendo fácil.

Una vez más la esperé en el sofá de mi habitación mientras ella hacía su rutina nocturna en el baño. La puerta cerrada no fue un impedimento para su olor mientras se duchaba y se cepillaba los dientes. La loción que usó en su piel tenía un aroma delicado, casi inexistente, a fresia, que se mezclaba armoniosamente con su propio aroma natural, y me embriagó.

Apagó la luz del baño cuando salió, una vez más con esos diminutos pantalones cortos para dormir y su camisola apenas visible. La piel más oscura de sus pezones, tan clara para mí a través de la tela, hizo que mi ingle se tensara contra mi voluntad. ¿Por qué tenía que ser tan deseable?

Ella se acercó a la cama, se deslizó bajo el edredón y yo estaba allí en un instante, arropándola. La mirada de molestia me confundió. ¿Estaba siendo demasiado autoritario? ¿Demasiado pegajoso? A mí me estaba empezando a gustar nuestro ritual a la hora de dormir, pero a ella, claramente, no.

―¿Qué pasa, amor? ¿No te gusta cuando te acompaño a la cama? Estoy siendo insistente, ¿no? Lo siento…

―Edward. Deja de disculparte. ―Se sentó y apartó las mantas―. Me encanta que "me acompañes a la cama", pero no me gusta que me arropes. Me hace sentir como una niña. No quiero que me veas como una niña. Quiero que me veas como una mujer. ―Tomó mi mano y me jaló hasta que me senté a su lado―. Quiero que me desees, de la forma en que yo te deseo. Siente ―susurró, colocando mi palma entre sus hermosos pechos, absorbiendo su calor y el rápido latido de su corazón―. ¿Puedes sentir lo que hace mi corazón cuando estás cerca de mí? Eso es lo que me haces. Si no me deseas, debes hacérmelo saber. Si no me quieres, esto nunca podrá funcionar.

Me quedé mudo. ¿Ella pensaba que yo no la deseaba? Me sorprendió que ella no pudiera verlo, sentirlo en cada beso que le daba. Pero sus ojos estaban clavados en los míos, llenos de tristeza.

―Bella, amor, no puedes creer que no te quiero. No puedes. ¡Sólo porque mi corazón no late con fuerza cuando te abrazo no significa que no quiera hacerlo! Si tuviera pulso, mi corazón ya habría explotado. Pero sabes que quiero esperar, quiero cortejarte, luego... casarme contigo. Te respeto demasiado para manosearte, sin importar cuánto lo desee. ―La observé para ver si la había convencido. Estaba aterrorizado de que me exigiera una prueba de mi deseo, y no tenía la menor idea de cómo hacerlo sin perder el control. ¡La deseaba demasiado!

Tomó una respiración profunda, luego otra, y luego una tercera antes de finalmente hablar.

―Edward. Te amo. Te amo tanto que siento que me va a consumir. Sé que tú también me amas. Pero no me arropes más. Yo... anoche me quedé dormida en tus brazos, y fue maravilloso. ¿Podrías…? Quiero decir, siéntete libre de decirme que no, pero... Me gustaría si pudiéramos hacer eso todas las noches, no espero que te quedes toda la noche, pero al menos hasta que me duerma, ¿por favor?

Oh, esa maldita palabra. No podría negarle nada si colgara esa etiqueta en cualquier pedido que me hiciera. Me quité los zapatos, retiré el edredón y me deslicé junto a ella.

―Si tienes frío, debes decírmelo de inmediato, ¿entiendes? ―resoplé, acercándola a mis brazos―. Hablaré con Alice para que consiga un colchón con calefacción y una manta eléctrica. No permitiré que te sientas incómoda.

Ella suspiró feliz y se acurrucó en mi pecho. ¡Era el cielo! Sin embargo, tuve cuidado de mantener mi pelvis alejada de la de ella.

―¿Vas a besarme? ―susurró sin aliento.

¡Señor, ayúdame!

Rocé sus labios con los míos, esperando que fuera suficiente para satisfacerla y que ella se durmiera antes de que yo me quemara espontáneamente. Vampiro tonto que soy. Su mano se deslizó alrededor de mi cuello, agarrando mi cabello. Presioné con más firmeza y sus deliciosos labios se abrieron debajo de los míos. Impotente, mi lengua tomó el control y se deslizó hacia su boca.

El pequeño Edward estaba completamente despierto.

Me aparté, lo suficiente para dejarla recuperar el aliento y ella jadeó.

―Necesito que me muestres cuánto me quieres.

Gemí.

―Amor, por favor...

―Sólo una vez, Edward. Prometo que me portaré bien después de esto. Sólo... por favor, cariño. Por favor...

¡Diablos!

―Sólo por esta vez, ¿de acuerdo? ―Tomé su mano entre la mía, bajándola entre nosotros y colocándola sobre mi dolorosa erección. Sus dedos se cerraron alrededor de mí a través de la tela de mis pantalones y mis ojos se cerraron mientras movía su cálida palma. No pude detener el gemido que salió de mi garganta mientras ella recorría toda mi longitud con sus dedos curiosos. Aparté su mano y la presioné contra mi pecho―. Eso es lo que me haces, amor. ―Estaba casi jadeando, lo cual era divertido, considerando que ni siquiera necesitaba respirar.

―Oh, Edward. Quiero que me toques también ―jadeó, presionando su cuerpo más cerca del mío.

Me aparté un poco.

―Lo prometiste, Bella ―intenté sonar severo, pero me salió más bien quejoso. Maldita sea.

―¿Lo siento, perdóname?

―Por supuesto ―sonreí débilmente.

Ella sonrió.

―¡Entonces besémonos y reconciliémonos!

―¡Isabella!

―Está bien. Sólo dame un beso de buenas noches. Seré una buena chica ―suspiró.

Presioné mis labios contra los de ella, una vez, y suavemente. Ahora conocía sus trucos. Pero cumplió su palabra, se acomodó en mis brazos y se quedó dormida.

Me pregunté cuánto tiempo tendría que permanecer allí antes de que esta maldita erección desapareciera.