Capítulo 6

Sakura, lo siento tanto. Quisiera poder estar ahí para apoyarte, —dijo el hombre al teléfono.

No te preocupes. Tengo a mi familia y mis amigos… Pero aprecio el sentimiento, —contestó ella con el agujero presionando su pecho. Sentía que se ahogaba pero de cierta manera seguía respirando.

Bueno, sabes lo que tienes que hacer ahora, —hubo una pequeña pausa. —No puedes sumirte en la depresión. Tienes que ser fuerte. Debes seguir con tu vida. Lo superarás y serás feliz con alguien más.

Ella se quedó callada.

¿Qué acabas de decir?

Que volverás a ser feliz algún día, alguien llegará y te ayudará a ser feliz.

Solto una risata sarcastica, con malicia, con odio.

¿Quien? ¿ tu?

—Si no hablas con él me va a volver loca, —recrimino Meiling. —Kenji está a punto de pedir una orden de restricción.

—Podrías bloquearlo igual que yo, —conteste tomando un sorbo de mi café.

—Es mi familia, Sakura. Aunque tampoco hable con él, no puedo solo sacarlo de mi vida.

—No voy a hablar con él.

—¿Por qué no? —preguntó Tomoyo.

—Porque no quiero.

—Esta bien, jodio la situación cuando sucedió… el accidente, —Tomoyo bajo la mirada. Nadie mencionaba el accidente enfrente de mí si podían evitarlo. —Pero lleva años tratando de disculparse y explicar la situación. ¿Qué tiene de malo darle la oportunidad? Ya lleva aquí casi un mes.

—No quiero jugar esa carta, Sakura, pero a Yukito no le gustaría verte llena de rencor, —concluyó Meiling.

Me levanté abruptamente de la mesa y ellas me vieron preocupadas.

—Me tengo que ir, tengo una cita.

—Sakura…

—Chicas estoy bien. ¿Fue un golpe bajo? Si, muy bajo. Pero entiendo lo que me quieren decir. Lo consideraré. Lo prometo.

Con esas amigas, para qué quiero enemigas. Sabía que tenían razón pero perdonar a Syaoran era difícil. Porque perdonarlo sería dejarlo entrar de nuevo en mi vida y no me lo podía permitir. Podía por lo menos escucharlo, eso no significaba perdonarlo. Estaría mintiendo si no admitía que lo extrañaba terriblemente. Había sido mi mejor amigo, mi confidente, mi primer amor… y ese era el problema.

Había estado saliendo mucho con Dai últimamente. Hablábamos mucho de nuestro duelo y era reconfortante tener a alguien que entendía mi dolor en cierta manera. También había tenido la confianza de salir con otras personas. Dai era un buen hombre y en nuestra tercera cita me dejó saber que estaba saliendo con otras personas, y esperaba que no lo tachara de sin vergüenza. No me inmute pues tampoco creía que fuéramos exclusivos ni nada. Él mismo me animó a salir en citas con otros hombres.

En nuestra cuarta salida juntos el mismo me ayudó a crear mi perfil en Tinder. Había sido algo raro poner que era viuda, tratar de recordar qué pasatiempos tenía, y lo que buscaba en un hombre. Siendo sincera, no buscaba un hombre, solo compañía para ayudar a sacarme de mi depresión. La mayoría de mis citas habían salido bien, pero algunas tenían esas miradas de lástima que hacían que me fuera pronto. También había uno que otro cretino que había sido víctima de mi gas pimienta. El último había puesto su mano muy arriba en mi pierna, me estremecí con asco de tan solo pensarlo.

Antes de entrar al restaurante, envíe un mensaje. Después de desbloquear el número, claro.

En mi casa a las 8:30 pm. No tardes o no te abriré la puerta.

Lo hacía por mis amigas y por mi Yukito. El de verdad no quisiera verme así.

La cita de ese día fue mediocre. El restaurante era muy ruidoso y no pudimos conversar muy bien. Todo iba bien hasta que mencione mi amor por las películas animadas y el vociferó su gran odio por todo lo que tuviera que ver con niños. Quizá penso que una mujer de 33 años sin hijos sentiría lo mismo. Era agradable hasta ese momento y la cita fue picada abajo después de eso. A mis amigos les daría mucha risa, en especial a Eriol y Kenji.

Cuando llegué a mi casa él ya estaba ahí. Mi corazón dio un vuelco. Incluso mi agujero parecía no saber qué hacer en ese momento. Kero ladraba molesto dentro de la casa. Yo me acerqué y él levantó las manos como si yo fuera a atacar.

—Yo no vengo armado, —dijo algo nervioso.

Resople divertida por la situación. Tenía mucho que no reía bien, pero mis resoplidos eran como alguien sabría que algo se me hace gracioso.

—Ni yo. Tienes suerte, se me terminó el gas pimienta. Pero sigo teniendo a mi perro.

Entre a mi casa y deje la puerta abierta para que él pasara también. Salude a Kero y lo deje salir al patio de atrás.

—Te ves bien, —dijo sentandose en mi sofá. —Me imagino que estabas con tu amiguito del café.

Había reproche en su voz pero lo ignoré.

—Eso no es de tu incumbencia. Ahora dime que quieres.

El suspiro.

—Me quiero disculpar. Sakura, lo siento, de verdad. La última vez que hablamos fui un imbecil insensible. Cuando dije que siguieras con tu vida no quise sugerir que ibas a reemplazar a tu familia. Mucho menos estaba tratando de sugerir que yo quería tomar el lugar de Yukito. Quería ayudar pero, obviamente, no supe como.

Yo no sabia que decir. Sabía que esa no había sido su intención. Yo lo conocía mejor que nadie. Pero en ese momento, con mi vida destrozada, la sugerencia de crear una nueva había sido un insulto, una blasfemia.

—Lo entiendo pero entiendeme a mi.

—Te extraño. Extraño hablar contigo, saber de ti. Meiling nunca quiere decirme nada, imagino que bajo tus órdenes. Me desesperé y vine. Tenía que verte. Necesitaba saber que estabas bien y que tu existencia no era mi imaginación.

—Yo…

Kero ladró en ese momento y ambos nos sobresaltamos. Fui rápido por él para dejarlo entrar. Tenía que poner distancia entre los dos para pensar claro. Kero miró a Syaoran con desconfianza y Syaoran rodó los ojos. Al parecer, estaban destinados a no llevarse bien.

—Escucha, no puedo perdonarte. Sé que puede ser injusto, y de verdad tienes un buen punto pero el recuerdo de tus palabras me duele. No se si pueda tenerte en mi vida. La verdad es que, —hice una pausa. El recuerdo de algo más profundo llegó a mi, otro vacío que había olvidado con el tiempo pero que había decidido hacer acto de presencia, —me has lastimado mucho. No es solo lo del funeral. Es la facilidad que siempre has tenido para hacerme daño.

Syaoran parecía hacerse pequeño en su asiento. El recuerdo había llegado a él también.

—Escucha, es tarde y mañana trabajo. Gracias por tu disculpa. A pesar de todo, la aprecio.

Me levanté para abrir la puerta.

—¿Puedo volver a verte? —pregunto levantándose.

Suspire. ¿Nunca se rendia?

—¿Cuánto tiempo estarás aquí? Digo, ya llevas como un mes acosándome, —quizá podía verlo junto con Meiling para no tener que volver a estar a solas. Una cortesía antes de que volviera a casa.

—Vivo aquí. Me transferí al hospital de niños de Tomoeda.

Pare en seco.

—¿Por qué hiciste eso? —estaba aterrada. Lo podría ver todos los días. No había manera de escaparse. Él se encogió de hombros.

—Hong Kong se sentía aburrido. Aprobaron mi visa de trabajo, me contrataron, y me mude, —él se acercó a la puerta y yo terminé de abrirla.

—Bueno, —seguía en shock, ¿Ahora que? — hablaré con Meiling y podemos vernos otro día. ¿Te parece?

Él me regaló una sonrisa de esas que solían derretirme. Mi agujero seguía sin decidir si se encogía o si me mataba.

—Suena bien. Buenas noches, Sakura. Adiós, peluche, —le dijo a Kero. Salió de mi casa y yo me quedé ahí sin saber qué hacer.

Syaoran estaba aquí en Tomoeda. El no se iría. Mire la foto en el mantel pensando en lo gracioso que la situación sería para mi esposo. Sonreí con nostalgia y por primera vez en mucho tiempo no sentía mi agujero tratando de matarme.