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Garabatos sobre una máscara
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Era una mañana tranquila en la casa de los Hatake. La luz a través de las ventanas iluminaba el dormitorio donde Sakura, en uno de esos raros momentos de calma en su ajetreada vida, había decidido aprovechar para hacer una limpieza a fondo. Sakumo, de casi tres años, jugaba cerca de ella, con pelotas de colores, juguetes y un par de libros que usaba más como objetos de construcción que como material de lectura.
—Sakumo, cariño, ¿quieres dibujar un poco mientras mamá prepara la comida? —preguntó Sakura, sacando algunas cajas olvidadas del armario.
—¡Sí, dibujar! —exclamó el niño con entusiasmo, levantándose de su pequeño fuerte improvisado y corriendo hacia ella.
—Pues al salón. Vamos —Sakura le tomó en brazos dejando el dormitorio hecho un desorden.
Una vez en el salón le dejó en el suelo y sacó de una de las estanterías un estuche con rotuladores y un par de hojas grandes de papel, colocándolos en la mesa baja del salón.
—No te muevas de aquí, ¿de acuerdo? —le dijo, acariciando su suave cabello plateado, tan parecido al de su padre—. Mamá va a preparar algo de comer.
Sakumo asintió entusiasmado y se lanzó a la mesa, comenzando a garabatear en el papel. Mientras tanto, Sakura se dirigió a la cocina, pensando en algo rápido de preparar para el almuerzo.
Era un día sencillo, uno de esos que había aprendido a valorar por lo que era. Nada de misiones ni caos en el hospital. Además, podía confiar en que Kakashi estaría en la Torre firmando papeleo. Nada serio. Nada por lo que preocuparse. Un día que podía dedicar a lo que quisiera mientras Sakumo se divertía jugando. Algo de lo que pronto tendría que despedirse en cuanto naciera la niña.
En el salón, como suele ocurrir con los niños pequeños, la atención de Sakumo no duró mucho. Después de hacer algunas líneas en el papel, se levantó y caminó en busca de nuevas aventuras. Sin hacer mucho ruido, se escabulló hacia el dormitorio, donde Sakura había dejado algunas cosas fuera del armario para luego seguir limpiando.
Entre las cajas y ropa vieja, algo llamó su atención: una máscara blanca, con detalles rojos. Sakumo la observó con ojos curiosos, algo en la máscara lo atraía. Con la inocencia de un niño que desconoce el significado de los objetos que encuentra, tomó la máscara ANBU de Kakashi y empezó a jugar cubriendo su cara con ella.
—Es como la de los animales —murmuró para sí, recordando las historias de ninjas que su padre le había contado antes de dormir.
Poco después, Sakura lo llamó para almorzar.
—¡Sakumo! ¡A comer!
Sakumo fue hasta su habitación, y guardó la máscara bajo la manta de su cama antes de correr hacia la cocina. Al llegar, encontró a Sakura ya colocando los platos sobre la mesa.
—Es hora de comer —dijo ella, levantándolo suavemente y sentándolo en su pequeña silla.
El niño miró con ojos curiosos el plato de arroz y verduras, pero más interesado en el tenedor que en la comida misma.
—Abre grande, como si fueras un león —bromeó, y Sakumo abrió la boca con una sonrisa traviesa.
Entre bocados, el pequeño parecía más interesado en mirar por la ventana y hablar de sus dibujos que en terminar la comida. Cada vez que Sakura lo instaba a concentrarse, él comenzaba a hablar sobre sus "aventuras ninja".
—¡Hoy he sido un ninja como vosotros! —exclamó con el entusiasmo de un niño de tres años.
—Lo sé, cariño. Pero los ninjas fuertes también tienen que comer mucho para tener energía —dijo Sakura con paciencia, intentando que comiera las últimas cucharadas de arroz.
Cuando finalmente terminaron, y después de limpiar las manos y rostro de Sakumo, quien parecía haber luchado más con la comida que con cualquier misión ninja imaginaria, Sakura se inclinó hacia él con una sonrisa algo traviesa.
—Y ahora, toca siesta —anunció.
Sakumo frunció el ceño inmediatamente y negó con la cabeza.
—¡No quiero dormir! ¡Los ninjas no duermen!
—Oh, sí que lo hacen —dijo Sakura, levantando al pequeño de su silla—. Y los mejores ninjas descansan mucho para poder ser aún más fuertes. ¿Acaso tu padre no duerme la siesta cuando está en casa? Vamos, te llevaré a la cama.
El niño protestó débilmente, pero no había mucho que pudiera hacer cuando Sakura lo llevó en brazos a su habitación. Lo colocó en su pequeña cama —que ya había reemplazado la cuna hacía algún tiempo— y lo cubrió con la manta. En su mente de niño inquieto, Sakumo todavía pensaba en sus aventuras, pero sus ojos comenzaban a cerrarse mientras su madre lo arropaba.
El niño protestó débilmente, pero no tenía mucho margen de resistencia cuando Sakura lo llevó en brazos a su habitación. Al llegar, lo colocó en su pequeña cama, que ya había reemplazado la cuna hacía poco, y comenzó a arroparlo con la manta. Sakumo, con su mente aún inmersa en sus juegos de ninjas, buscó algo bajo la manta. Al encontrar lo que buscaba, abrazó con fuerza la máscara de su padre. Con una sonrisa satisfecha, sus ojos comenzaron a cerrarse mientras Sakura, sin notar el tesoro que su hijo sostenía, lo arropaba con cuidado.
—Duerme bien, pequeño ninja —murmuró Sakura mientras le daba un beso en la frente.
Más tarde, con Sakumo ya dormido en su cuarto para la siesta, Sakura decidió retomar la limpieza. Entró en la habitación principal y empezó a recoger. No habían pasado ni quince minutos desde que había comenzado a guardar todo cuando Kakashi apareció. Había vuelto antes del trabajo y esperaba encontrarlos jugando o descansando en el salón. Al escuchar los ruidos provenientes del dormitorio, se dirigió allí.
Sakura le bajó la máscara y le dio un beso suave, una rutina que ambos habían aprendido a apreciar con el tiempo.
—Has llegado pronto, ¿cómo te fue? —preguntó ella, levantando la vista hacia él.
—Me escapé para estar con vosotros. ¿Todo bien por aquí? —respondió Kakashi, con su típica sonrisa oculta bajo la máscara, observando el desastre de cajas.
—Estaba ordenando un poco —dijo ella con una ligera sonrisa.
—Ya lo veo. ¿Necesitas ayuda? —preguntó Kakashi mientras miraba a su alrededor.
—No. Ya casi he terminado, solo queda guardar esto —respondió Sakura mientras cerraba una caja.
Kakashi observó cómo ella comenzaba a levantarla y frunció el ceño con preocupación.
—¿Y crees que es adecuado que estés moviendo y levantando todas estas cajas? —preguntó con suavidad, acercándose rápidamente para tomar la caja de sus manos y guardarla en el armario, donde Sakura le indicaba.
—Estoy bien, Kakashi. No tienes que preocuparte —le respondió ella, sonriendo ante su preocupación.
—Sabes que no puedo evitarlo —replicó él, acercándose para rodearla con los brazos y acariciar su abultado vientre con ternura, mientras le daba un suave beso en el cuello—. ¿Y el enano?
—El enano se ha portado muy bien hoy. Hemos jugado un rato juntos, luego estuvo jugando y pintando mientras yo recogía y preparaba la comida. Ahora está durmiendo la siesta —dijo Sakura, suspirando con una sonrisa.
—Voy a verle un momento —dijo Kakashi antes de dirigirse al cuarto del pequeño.
Entró con cuidado de no hacer ruido. Sakumo estaba envuelto en su manta, abrazado a algo. Al principio, Kakashi pensó que sería uno de sus peluches, pero al agacharse para darle un beso en la frente, lo vio claramente.
Era su vieja máscara ANBU, ahora cubierta de garabatos multicolores. La máscara estaba decorada con formas y líneas zigzagueantes en verde, rosa y amarillo, que se extendían por todas partes. Kakashi se detuvo y, sorprendido, dejó escapar una risa suave. La cogió con cuidado de no despertarle, algo un poco difícil ya que Sakumo estaba abrazado a su "obra de arte" con fuerza.
Sakura entró al cuarto un momento después, al escuchar la leve risa de Kakashi.
—¿Qué pasa? —preguntó en voz baja, acercándose.
Kakashi levantó la máscara con una mano y la miró con una mezcla de diversión y nostalgia. Sakura abrió los ojos como platos al reconocer la máscara.
—¡La máscara! ¡Oh no, Sakumo! —exclamó en pánico, llevándose una mano a la boca—. Kakashi... lo siento mucho... ¡Lo siento tanto! —empezó a balbucear apresuradamente—. La debí haber dejado fuera mientras limpiaba, y no me di cuenta de que Sakumo la había tomado... Yo...
Sakura se quedó sin aire, las lágrimas comenzaron a inundar sus ojos y, antes de poder controlarlo, empezó a llorar.
Kakashi, sorprendido por su reacción, dejó la máscara a un lado y se acercó a ella rápidamente. La envolvió en sus brazos con suavidad, mientras acariciaba su espalda, intentando calmarla.
—Oh, Kami. Tu máscara ANBU. No debería haberla dejado ahí... Lo siento tanto, Kakashi... —decía entre sollozos.
—Sakura, tranquila, por favor. No pasa nada —susurró con ternura—. No tienes que llorar por esto. —Sus manos seguían recorriendo su espalda de manera reconfortante—. No es grave, de verdad. Es solo una máscara.
Sakura, sin embargo, sacudió la cabeza, aun llorando.
—Pero es importante, Kakashi... Es tu máscara... Es parte de tu historia... Yo... no debí dejar que pasara esto —dijo con la voz quebrada, intentando explicar mientras las lágrimas seguían cayendo.
Kakashi sonrió suavemente, apoyando su barbilla sobre su cabeza, y la abrazó más fuerte.
—Lo importante no es la máscara. Lo importante eres tú, Sakumo, la pequeña... nuestra familia —le dijo con voz suave pero firme—. No llores por una tontería como esta.
Sakura, escuchando sus palabras, comenzó a respirar más despacio, aunque las lágrimas seguían cayendo.
—Lo siento... —dijo, intentando calmarse—. Es solo que... —tomó aire, todavía entre lágrimas—. Es por el embarazo, supongo que estoy siendo una tonta... —Murmuró, secándose las lágrimas con torpeza—. No puedo dejar de llorar por cualquier cosa... aunque esto sí es importante. Perdóname, Kakashi... —dijo, avergonzada.
Kakashi la miró con una sonrisa afectuosa, levantando su mano para secar las lágrimas de sus mejillas.
—No tienes que disculparte por estar así —dijo suavemente, acariciándole el rostro—. Sabes mejor que nadie que todo esto es normal, no te preocupes. Y sobre la máscara... —se inclinó y la besó en los labios con ternura—. No me importa lo que le haya pasado. Lo único importante sois vosotros.
Sakura esbozó una pequeña sonrisa, ya más calmada, mientras Kakashi volvía a besarla, esta vez con más cariño e intensidad. A través de ese beso, le recordaba que lo importante era su familia, y que todo lo demás era solo un detalle menor.
Cuando se separaron, Kakashi volvió a mirar la máscara pintorreada y sonrió.
—Además, creo que Sakumo ha hecho un buen trabajo.
Sakura rio entre dientes, secándose los últimos restos de lágrimas, ya más tranquila.
—Supongo que no me queda más opción que estar de acuerdo contigo.
—Claro. Mira —dijo Kakashi, señalando una flor de cerezo en un lado de la máscara.
Sakura le miró sin saber que decir. Kakashi volvió a ver a Sakumo dormido.
—La agarraba como si fuera un tesoro. Solo estaba jugando. Y además... —rio bajito— ...ahora es una obra de arte única.
Sakura lo miró por un momento, y aunque al principio había sentido algo de pánico, no pudo evitar sonreír ante la dulzura de la escena. Kakashi, el hombre que había enfrentado innumerables peligros en su vida parecía no importarle nada que hubieran destrozado algo tan importante como su vieja máscara, ahora redecorada por su hijo.
—Tienes razón —murmuró Sakura, sonriendo más.
Kakashi se agachó junto a Sakmo y volvió a colocar la máscara a su lado, asegurándose de no despertarle. Luego se incorporó y abrazó a Sakura con ternura.
—¿Qué te parece si esta noche lo celebramos con una cena especial? —le susurró, mientras salían de la habitación.
—Me parece perfecto —respondió ella, aun riendo para sí misma—. Pero cocinas tú.
Kakashi soltó una risilla baja mientras cerraban la puerta, dejando a Sakumo dormir, que en mitad de su sueño volvió a abrazarse a su pequeña obra de arte.
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NdA: Esto lo escribí hace ya unas semanas. Me pareció muy tierno. Espero que os haya gustado.
Aún estoy llorando por no poder recuperar la historia que perdí, pero he empezado a recabar todo lo que recuerdo y tomar notas para cuando esté de animo para reescribirla. Algo es algo.
Besis de papel.
