Notas: ¡Feliz domingo! Perdonad mi tardanza, sé que suelo actualizar antes pero he pasado un día muy ocupado y tenía que revisar el capítulo en busca de erratas, correcciones y demás.
Me gustaría compartir que ando motivada porque voy a retomar los estudios, dado que he accedido finalmente a posgrado y me hace muy feliz pensar que eso va a mejorar infinitamente mis condiciones laborales y de vida a la larga.
Tendré menos tiempo para escribir, pero supongo que es un sacrificio necesario.
Una vez compartida esta pequeña parte de mi vida, os dejo con el capítulo y os aviso de que la cosa se va a poner muy caliente ;)
PD: Se me hace muy raro que Sesshomaru vaya a tener el pelo corto a partir de ahora... Amo su melena pero necesitaba que realizase algunos cambios más simbólicos, en fin, ya está , ya dejo de llorar.
Introduje en el ojal de la camisa el último botón antes de remeter el borde inferior de la prenda dentro de mis pantalones de vestir. Después de asegurarme de que se encontrase pulcramente colocada y sin arrugas, alargué el brazo para extraer un bote de perfume de la cajonera de mi dormitorio.
No me entusiasmaba la idea de rociarme con fragancias artificiales aguadas en alcohol, pero nunca estaba de más ocultar mi esencia demoníaca lo más máximo posible por precaución básica. Había comenzado a aplicármelo por costumbre desde que me mudé a Tokyo de forma definitiva, y no me arrepentía de aquella decisión, dado que me había ayudado a pasar desapercibido la mayor parte del tiempo ante otros de mi especie.
Me peiné el cabello con los dedos humedecidos mientras me observaba en el espejo. Aún no lograba hacerme a aquel cambio drástico en mi aspecto, aunque tenía que admitir que no me desagradaba del todo.
El sonido del timbre me hizo suspirar, desganado. Había estado tratando por todos los medios de ignorar la esencia cítrica que había estado rondando mi bloque de edificios, convenciéndome a mí mismo de que no se dirigía a mi puerta.
Pero, por desgracia, me había equivocado.
Decidí ignorar el pitido con la esperanza de que se marchara por donde había venido, aburrido de no recibir atención por mi parte. Sin embargo, una vez más, no estaba en lo cierto.
Quedaba más que claro que ni rociándome una piscina completa de perfume podría esconderme de aquella persona.
El timbre fue pulsado con insistencia, cada vez a intervalos más breves, por lo que no me quedó más remedio que apresurarme a recibir a aquel indeseado invitado.
-Esto es muy poco profesional por tu parte, Kirinmaru. – Bufé, aburrido por haber pronunciado incontables vees aquellas mismas palabras durante los últimos meses.
-Hoy no estamos en consulta. – Replicó con una amplia sonrisa que denotaba lo orgulloso que estaba de su comportamiento.
Normalmente empleaba aquella excusa para seguir comportándose como un crío y poder venir a molestarme hasta mi casa cuando no tenía con quien beber. De hecho, cargaba su habitual botella de vino en la mano, sin molestarse ni un ápice en ocultar sus intenciones.
Antes de que tuviera tiempo de escabullirse por el quicio de la puerta, apoyé el codo sobre el marco para impedirle el paso.
-Me pillas a punto de salir, no tengo tiempo para ti.
El demonio arqueó una ceja, inquisitivo.
-Oh... ¿Una cita? – Preguntó con tono burlón.
Me crucé los brazos sobre el pecho, molesto. Se estaba comportando de forma más inmadura de lo normal. Tenía una expresión triunfal en el rostro, aunque no es como si Kirinmaru estuviese haciendo nada por esconderla.
-Se trata de Kaori. – Le expliqué. – Ya ha regresado a su apartamento.
-Ya iba siendo hora.
El anciano demonio sabía de sobra que aquello iba a suceder. Después de todo, era él quien me había reportado sin margen de error la conclusión de sus investigaciones sobre el paradero de Zero: no había ninguna señal de que hubiera sobrevivido, y mucho menos de que estuviese acechando en los alrededores.
Habían pasado unas tres semanas desde que yo había recibido la conclusión de sus averiguaciones, pero yo aún así no había querido contactar con Kaori hasta recibir una respuesta a mis largos audios. Me preocupaba que pudiera sentirse abrumada si le mandaba aún más información, y en el fondo, me sentía más tranquilo al dejarla viviendo con Towa.
Pero eso no podía durar por siempre, por supuesto. Por eso, apenas nos hubimos separado después de nuestra fogosa despedida en meses, me apresuré a escribirle un mensaje al respecto. Debería de habérselo dicho mientras la tenía frente a mí, pero había estado tan cautivado por su expresividad que no había sabido cómo sacar el tema.
El olor de su excitación y el fuego que sus besos habían prendido en mi tampoco me ayudaron a recordar que tenía que sacar aquel tema, por supuesto.
Al haber respondido por escrito a las nuevas apenas unos segundo, pude notar a través del texto lo feliz que la hacía sentirse lo suficientemente segura como para poder regresar a su casa. Y me alegraba enormemente por ella, aunque yo no había conseguido quedarme del todo tranquilo, y me encontraba hipervigilante ante cualquier mínimo indicio que pudiera resultar amenazante.
-Quería esperar a que ella eligiera cuándo quería hablar conmigo en lugar de forzarla a retomar el contacto. – Kirinmaru sabía que yo había querido respetar los tiempos de Kaori en todo momento, y únicamente le había contado sobre Rinako cuando me lo había pedido expresamente. Pero sabía que eso no me daba derecho a romper el contacto limitado que ella necesitaba.
Aunque después de habernos más que besado, y que ella me hubiera confiado que confiaba en mis sentimientos, la situación había cambiado.
Quería verme. Me quería de nuevo en su vida. Y no podía estar más agradecido de que me diese una nueva oportunidad, después de todo lo acontecido.
-Lo sé, lo hemos hablado en terapia. – Dijo Kirinmaru, retrocediendo finalmente. – Me alegro de que las cosas se estén estabilizando entre vosotros. Es la única manera en la que ambos podáis tomar decisiones de las que no se vaya a arrepentir.
Tomé las llaves del mueble junto a la entrada, y aproveché el espacio que había dejado el viejo amigo de mi padre para salir y cerrar tras de mí.
-Opino lo mismo. Nadie tendría que elegir nada apresuradamente por miedo o presión.
El antiguo Lord del Este me dio unas palmaditas amigables en la nuca, gesto ante el cual fruncí el ceño. No me agradaba su jovialidad, ni que fuésemos amigos.
Por mucho de que se tratase de lo más parecido a uno que tenía, pensé con pesar.
Quizás, a quien estuve más cerca de considerar como tal fue a mi vasallo, Jaken, pero tras haberle obligado a abandonarme había perdido el derecho a imaginarlo siquiera.
En el fondo, siempre me había preguntado qué habría sido de él, y a qué se estaría dedicando en los tiempos que corrían... Si sería feliz viviendo entre los mortales que había llegado a despreciar tanto como yo.
-Veo que decidiste aplicar el ejercicio que discutimos sobre tu cabello. – Comentó el psicólogo, tomando una actitud más recta de repente. - ¿Cómo te sientes tras haber realizado un cambio sobre un aspecto de ti mismo que siempre había permanecido imperturbable?
-Mucho más ligero. – Admití. – Y extraño. Pero bien. Completo, aunque diferente.
Jamás olvidaría mi aspecto con la larga cabellera que había dejado crecer desde mi infancia, pero eso no me hacía perderme de vista a mí mismo. Mi identidad no residía en los aspectos de mí que seguían igual con los años, como me había obligado a aceptar, sino que mi propia evolución me seguía definiendo.
Con aquel ejercicio el objetivo era aprender a dejar las cosas ir, sin miedo. Que los cambios, aunque sean duros de asimilar, no tienen por qué significar una pérdida que nos dejen desfigurados para siempre.
Simplemente, dan paso a una nueva versión de nuestro ser.
Ese hilo de pensamiento puesto en práctica me ayudaba a superar mi duelo eterno por Rin. Que ya no existiera no quería decir que debiera olvidarla, aunque tampoco tenía por qué pesar sobre cada uno de los días de mi existencia.
Poco a poco, pero finalmente, sentía que mi corazón estaba avanzando hacia el futuro.
Nunca me había sentido tan feliz de ducharme en mi cuarto de baño, de preparar la cena en mi cocina o de dormir en mi propia cama. Y eso que siempre me había quejado de aquel pequeño apartamento que ni siquiera me pertenecía, ya que era de alquiler.
Tampoco es que hubiese estado a disgusto conviviendo con Towa, en realidad, pero no hay mejor hogar que el propio. Y más, cuando eso significaba que mi vida no parecía correr peligro (al menos no por motivos fuera de los comunes en el siglo XXI a los que cualquier persona podría ser propensa, como un accidente o enfermedades incurables).
Ya estaba bien entrado el mes de noviembre, y a pesar de encontrarme completamente sumergida en mi proyecto con la marcaNadeshiko, eso no me había impedido ver a Sesshomaru cada fin de semana. Y aunque lo creía imposible, me encontraba cada vez más enamorada de él, y segura de que lo nuestro podía funcionar.
Pero para ello, necesitaba saber muchas más cosas de él. Asuntos que yo misma siempre había evitado e impuesto como tabú.
Ya conocía suficiente a la faceta Sesshomaru que actuaba como humano, y le adoraba. Ahora necesitaba comprobar si también podía enamorarme de su parte demoníaca.
No era como si su personalidad fuese distinta, pero había muchas realidades que me había negado a aceptar y solo había comenzado a normalizar tras la convivencia con Towa. Esos días me habían hecho darme cuenta de que no tenía nada de malo que no fuera "una persona corriente y moliente". Que sus peculiaridades podían tener cabida dentro de mi "normalidad", y que no tenía por qué ser negativo.
No quería seguir obligándole a reprimir partes de sí mismo como condición para estrechar nuestra relación.
Para cuando Sesshomaru llamó a mi timbre la tarde de un lluvioso sábado, me encontró con los alfileres en la mano y el pelo recogido con una pinza.
- Pasa, pasa. – Le invité a entrar sin acercarme a él por miedo a pincharle. – Estoy terminando de hilvanar el kimono, y en seguida estoy contigo.
- ¿Puedo asomarme a echarle un ojo? – Me preguntó el demonio, sonriendo con amabilidad.
Le conduje hasta mi cuarto, donde había montado el maniquí sobre el que descansaba la estructura del encargo de la señora Miyanishi.
La prenda estaba confeccionando era un kimono tradicional con voluptuosas mangas y un obi rojo alrededor de la cintura. La tela principal estaba teñido de un negro como la tinta, sobre el cual se dibujaba un estampado floral, en forma de las siluetas de crisantemos con hilos dorados y blancos.
- Increíble. – Musitó Sesshomaru, admirando mi creación. – El corte y los materiales son como los de antaño, pero aun así hay algo que se siente... Distinto. Refrescante.
Me sacaba todos los colores en la cara que alguien que había vivido en tantas épocas como él apreciase el empeño que había puesto por replicar un diseño tan tradicional.
- La marcaNadeshikodestaca por su sobriedad y respeto al kimono de toda la vida. – Le expliqué, concentrándome en clavar los alfileres en los sitios correctos para poder pausar mi trabajo y pasar tiempo con él. – Sin embargo, si me han contratado para este proyecto es porque querían darle el toque más moderno de una persona joven para estar a la última, pero sin perder su esencia.
Para ello, decidí coser yo misma el patrón de flores a lo largo de toda la tela. Es lo que me ha llevado más tiempo, pero pensé que es una técnica lo suficientemente arcaica como para recordar a la costura de sastre; a la vez que el hecho de dibujar únicamente los contornos, sin color de relleno, lo hace minimalista, y por lo tanto, significativamente más impactante y actual.
O, al menos, esa era mi idea, que tuviera más fuerza... No sé si me estoy explicando. – Añadí entre balbuceos, no muy convencido por mi propia exposición sobre el proceso.
- Es perfecto. – Me alabó en demonio con el pecho henchido de orgullo. – Una idea muy ingeniosa, y que estoy seguro de que tanto a la marca como a tu clienta les encantará.
Entonces le agradecí y le expresé todo lo que significaba para mi su aprobación en aquellas cuestiones, a lo que él insistió en que no debía de darle tanto crédito. De que se trataba de mi profesión, y no la suya.
Después de dejar el kimono perfectamente quieto y sujeto contra el maniquí, procedí a preparar un par de infusiones para ambos, y entonces nos sentamos en el pequeño sofá de mi apartamento. En el de la casa de Sesshomaru había espacio de sobra hasta para cuatro personas, pero en el mío nuestras caderas quedaban pegadas debido a la falta de espacio.
- Bueno... - Carraspeé. – Sé que he estado posponiendo este tema por demasiado tiempo, Sesshomaru, pero me gustaría hacerte algunas preguntas.
El demonio arqueó una ceja, divertido.
- ¿Se trata esto de un interrogatorio, entonces?
Me tranquilizó que reaccionase con tal sorna ante mi proposición. Hacía unos meses, la única reacción que esperaba de él habría sido que se tensase y tratase de disuadirme, mientras que ahora lo aceptaba casi con diversión.
Había hecho muchos progresos a nivel personal, gracias en gran medida a la terapia con el doctor Komaeda. Agradecía cuánto me facilitaba las cosas, llegados a ese punto.
- Más o menos. – Respondí, encogiéndome de hombros. – Se trata de tu parte demoníaca, y... En qué medida afectar a nuestra relación.
- Oh... Claro. – Juraría que pude percibir un atisbo de rubor en las mejillas del demonio por primera vez en mi vida. - Nunca te he detallado mucho al respecto, ¿no es así?
Asentí con creciente curiosidad. Me preguntaba qué era aquello tan íntimo o vergonzoso que podía hacer sonrojar al mismísimo Sesshomaru Taisho.
Ahora tenía incluso más ganas de descubrirlo.
- ¿Te da miedo imaginar lo que podría llegar a hacerte... debido a mi verdadera naturaleza, Kaori? – Preguntó él, mostrándose vulnerable.
- Un poco. – Murmuré con completa sinceridad. – Pero por eso mismo, creo que si me hablas de ello y con ello llego a comprenderte un poco más... Eso debería ayudarme a disipar el temor.
Sesshomaru suspiró, formando con sus labios una mueca de preocupación.
- De acuerdo... - Accedió, hundiendo los hombros ligeramente. – No sé ni por dónde empezar, es la primera vez que se lo explico a alguien...
No pude contener una sonrisa al notar su perceptible nerviosismo. Él, el hombre que siempre se mostraba sereno y seguro de sí mismo. Jamás creí que le vería pasar por dificultades para explicarse, dada su profesión.
Ese pensamiento me llenó de ternura, por lo que me animé a facilitarle la tarea:
- ¿Y si me cuentas por qué tus ojos se vuelven rojos a veces... en la intimidad?
La única vez que había visto sus irises cambiar de color fuera de momentos privados entre nosotros había sido cuando se había transformado en perro demoníaco frente a Ayumi. De modo que no lograba establecer la conexión, o su significado en absoluto.
- Oh, claro... - Musitó él, cubriéndose con la palma de la mano el ojo izquierdo, reflexivo. Comenzó a hablar mientras estiraba el brazo sobre su regazo. – Verás, la apariencia que presento tiene que ver con la cantidad de energía demoníaca que proyecto al exterior.
Por ejemplo, para verme lo más parecido posible a un humano, necesito reprimir mi poder casi por completo. Si la dejo fluir un poco... - Ante mis ojos, el aspecto de Sesshomaru comenzó a metamorfosearse. Una media luna morada se dibujó sobre su frente, seguida de líneas púrpuras sobre sus pómulos. Sobre sus manos extendidas pude observar cómo sus perfectamente redondeadas uñas se volvían afiladas y acabadas en punta. – Tendría este aspecto, una forma perfectamente humanoide, pero que denota mis poderes sobrenaturales. Una distinción de los simples mortales que me gustaba mantener para diferenciarme de ellos hace siglos, aunque ya no tiene utilidad alguna.
- Aunque podrían pasar por tatuajes. – Comenté, admirando sus bellas facciones decoradas por los trazos de color.
El demonio dejó escapar entonces una ligera risa.
- No te falta razón. Las modificaciones corporales tan populares entre humanos resultan una perfecta coartada para demonios que desean mantenerse en contacto con parte de su esencia, o que simplemente no son capaces de reprimir eficientemente su aura como para camuflarse por completo. – Admitió con una apacible expresión.
Y bueno, el siguiente estadio en la liberación de mi esencia es el que volvería mis ojos de color rojo... No es un estado que quiera provocar a voluntad, dado que simboliza la fina línea que me separa de mi yo verdadero, el que viste en el puerto. – Su boca se apretó en una fina línea, consciente del temor que me suscitaba su enorme figura canina. – Puede ser provocado a propósito para recuperar la forma original de los Inugami, o de forma involuntaria por emociones límite como la rabia, la sed de sangre o... El placer o la excitación, en ocasiones.
Mis labios formaron la perfecta forma redonda de un círculo. Me cubrí la boca con los dedos para ocultar parte de mi asombro.
- Eso quiere decir... ¿Qué si te dejaras ir un poco más, adoptarías tu forma completa de demonio? – Pregunté en un hilo de voz, intentando sonar más curiosa que atemorizada con aquella revelación.
Sesshomaru asintió.
- Quiero que sepas que he obtenido el suficiente autocontrol como para no dejarme arrastrar por la transformación, aunque es verdad de que se trata de un estado límite entre la parte más visceral de mi ser.
Es como si... La bestia que convive con mi mente racional también quisiera saborearte, que la veas y que la sientas... ¿Cómo explicarlo...? – Dudó él por un instante, llevándose las garras al mentón.
Forma parte de los rituales vinculantes entre los de mi especie. Cuando puedes mostrarte por completo, poner tu pulso vital en las manos del otro y saber que tú harías lo mismo de igual manera. – Ante mi expresión de absoluta incomprensión, el profesor Taisho continuó con su explicación.
Lo que quiero decir es que... Entre los Inugami, ser arañado o mordido por tu pareja en pleno acto es una muestra de confianza y compromiso. Hace visible a todos los demás que tenéis un vínculo íntimo, y que os debéis lealtad mutuamente.
Si lo estaba entendiendo bien, no se trataba de posesividad o exclusividad, sino que un vínculo marcado de forma visible. Sonaba parecido a la idea de hacerse un tatuaje en pareja con alguien a quien aprecias. Un símbolo del lazo que os une.
A pesar del miedo que me había suscitado su aspecto cuando sus ojos cambiaban de color, o cuando me había arañado meses atrás...
No podía evitar que el sentimiento tan romántico que movía aquella acción me reblandeciese el corazón.
- ¿Por qué nunca me explicaste el significado de los arañazos que dejaste en mi espalda hasta ahora?
Los labios del demonio se curvaron en una amarga sonrisa.
- No estaba seguro de si podrías aceptar el monstruo dentro de mí que desea derramar tu sangre tanto como ansía tus caricias.
Cerré los puños mientras exhalaba una larga bocanada de aire.
- Pero ese "monstruo"... No pretende hacerme daño ni acabar con mi vida, ¿no es así?
- Por supuesto que no. Sólo desea saborearte y poder darte placer... A su manera. – Añadió, con un levísimo rubor instalándose en sus mejillas. – Aunque no tienes que acceder en ningún momento si no lo deseas. Debe ser una elección completamente libre por tu parte, Kaori.
Lo último que deseo es asustarte. – Añadió en un susurro, acariciando mi mandíbula con suavidad.
Cuando recordaba la silueta de la bestia en la que se había convertido en el puerto para detener a Ayumi no podía evitar sentir cierto pavor. Me atemorizaba pensar que una criatura así quisiera poner sus fauces tan cerca de mí, y me costaba creer que no guardaba la intención oculta de desgarrarme el cuello de un bocado.
Pero creía en las palabras de aquel hombre por encima de todos mis miedos. Y podía sentir en su mirada que era importante que aceptase todo de él. Que probablemente quien estaba más asustado de los dos no era yo.
- Quiero que me lo muestres. Esa parte de ti que has estado reprimiendo hasta ahora, Sesshomaru.
Él emitió un breve gruñido gutural antes de agachar la cabeza, contrariado.
- ¿Estás segura?
El temblor de mis piernas junto a las suyas no debía de haberle pasado desapercibido, por mucho que intentase hacerme la valiente.
Comprendía que no tenía sentido tratar de que convencerle de que no era así.
- S-sólo si te detendrás en caso de que te lo pida... - Tartamudeé, jugueteando con el bajo de mi falda.
- Siempre, Kaori.
La mirada del demonio se había vuelto a clavar en mí, refulgiendo en la penumbra de mi salón. Sus palabras de afirmación fueron tan inmediatas y llenas de seguridad que no cabía lugar a dudas.
- Entonces... Está bien.
Sesshomaru acarició mi nuca, provocándome un escalofrío. Chispas de color dorado chisporroteaban de sus iris mientras se acercaba para depositar un beso sobre mi frente, retirando mi flequillo con los dedos.
Mi corazón latía enloquecido, preguntándose cómo alguien que podía tratarme con tal ternura podía declarar que había una bestia dentro de él que ansiaba mi sangre.
Entonces él deslizó su pulsar por mi labio superior, entreabriendo mi boca mi delicadeza. El demonio se acercó hasta que nuestras narices llegaron a rozarse ligeramente, permitiéndome sentir su respiración.
- ¿Puedo morderte en el cuello, Kaori? – Preguntó mientras sus ojos se teñían del color de la sangre.
Tragué saliva.
- ¿C-como un vampiro? – Tartamudeé, tratando de detener mis frenéticos latidos.
- No. Como el Inugami que soy. – Me corrigió él, solemne.
Cerré los ojos, incapaz de enfrentar su rostro tras haber dicho algo tan estúpido. Se trataba de un gesto de gran significado para él, y yo no podía parar de decir estupideces para combatir mi nerviosismo.
- ... Sí. – Terminé por decir, con la voz tomada.
Mis ojos se cerraron de forma casi automática cuando alzó mi mentón con el pulgar. Sentí sus mechones de cabello desordenarse al frotarse contra mi piel, haciéndome estremecer.
Sesshomaru derramó su aliento sobre mi garganta, haciéndome comprender cuán literal había sido al mencionar aquello de "poner el pulso vital en manos del otro". No me había sentido más vulnerable en ningún otro momento de mi vida.
Cuando su lengua acarició la curva de mi cuello, el temblor de mi cuerpo comenzó a remitir. El calor y la humedad de sus besos despertaba mis deseos abandonados, y tuve que morderme el labio para reprimir el lastimero gemido que amenazaba con salir por mi boca.
- No quiero hacerte daño, Kaori. – Murmuró él justo por debajo de mi oreja, en voz baja. – Necesito que relajes la tensión en tus músculos.
Fue en ese momento que me di cuenta de que había detenido el tembleque tensando mi cuerpo al máximo. Tenía las manos encogidas contra el pecho, los párpados cerrados con fuerzas y apenas me entraba el suficiente aire en los pulmones como para respirar.
- L-lo siento... No sé cómo...
- No tienes que forzarte a hacer nada que no quieras para demostrar...
Podía notar la duda en su voz. Eso, y una decepción que no fue capaz de enmascarar ni con la más tiernas de las palabras.
- Quiero. – Le insistí. - De verdad que quiero sentir cada aspecto de ti, pero... Supongo que no puedo evitar ponerme nerviosa al anticiparme a lo que sé que vas a hacer...
Las primeras veces siempre dan miedo, supongo.
El demonio acarició mi cabello mientras se incorporaba, cuadrando los hombros para abandonar el espacio bajo mi mentón.
- Entiendo. Entonces tendré que conseguir que se te olvide.
Sesshomaru se puso de rodillas sobre el sofá, cerniéndose sobre mi para dejarme acorralada contra el reposabrazos. Alargué el cuello para recibir su beso, uno lento pero que se encontraba cargado de pasión contenida, como aquellos que habíamos compartido justo antes de que abandonase el piso de Towa.
Un lastimero gimoteo escapó de entre mis labios cuando sentí sus dedos deslizarse por debajo de mi falda. Sus ojos dorados me observaban fijamente con adoración mientras estudiaba mis reacciones a cada uno de sus sutiles movimientos.
Incapaz de pronunciar palabra, con el corazón atorado en la garganta, traté de devolverle desesperadamente una apasionada mirada.
Quizás debido a que se trataba a un hombre escaso de palabras, pareció comprender mi silenciosa súplica sin necesidad de escucharme.
Sus expertas manos apartaron entonces mi ropa interior para acariciar mis húmedos pliegues. Jadeé, deseosa de que avanzase más rápido, de que alcanzase los rincones más profundos de mi ser. Sin embargo, él siguió con su lenta tortura realizando caricias superficiales, presionando ligeramente en los puntos más sensibles, dejándome temblorosa bajo su cuerpo.
Mis piernas rodearon sus caderas en un intento de atraerme más hacia mí, más su sobrenatural complexión suponía una resistencia demasiado férrea como para que yo pudiera vencerla. Inamovible, el demonio seguía clavando sus ojos en mí, con un ardor cada vez mayor, uno que parecía querer derretirme de dentro hacia afuera, capturada por aquellos pozos de sabiduría.
Embriagada por la fiebre provocada por la tensión sexual, alargué los brazos para rodear su cuello y ahogar el primer gemido provocado por sus caricias con los labios. Su boca recibió a la mía con movimientos sugerentes, jugueteando mis comisuras con sus dientes.
Necesitada, mi lengua pujó por entrelazarse con la suya, aspirando su rico aroma asilvestrado. Sesshomaru gruñó en voz baja, accediendo a abrir la boca para permitirme el paso.
Entonces las puntas de sus dedos tentaron mi entrada. Gimoteé, todo mi cuerpo tensándose y arqueándose contra él. Moví las caderas, rogando por más profundidad, más cercanía.
Y cuando mi lengua alcanzó la suya, sentí sus mandíbulas cerrarse a mi alrededor. Con un sonido más propio de una bestia que de un ser humano, Sesshomaru estaba mordiendo mi lengua. La punzante sensación despertaba un abrasador dolor en las zonas que sus colmillos atravesaban, más no resultaba insoportable. El placer que me proporcionaban sus dedos ahogaba la desagradable sensación, e incluso la transformaba en un estímulo aún más excitante si cabía.
Mis manos se aferraron a su camisa, atrayéndolo más hacia mí, demostrándole que también aceptaba esa parte de él. Que no tenía miedo del sabor metálico que comenzaba a extenderse por mi paladar.
Tras unos interminables segundos, Sesshomaru abrió la boca y alargó la lengua para saborear las gotitas de sangre que descendían de las heridas abiertas por sus punzantes colmillos. Las caricias sobre la sensible carne me hacían gimotear mientras me forzaba a mantener la boca abierta, observándole beber con deleite de mí.
Sus ojos eran los de la bestia. Completamente rojos, con unos irises azul pálido que ocultaban casi por completo sus pupilas.
El profesor Taisho retiró la mano que se encontraba bajo mi ropa interior y la alzó para rodear mi mentón, alzando mi rostro hacia él mientras se separaba de mí unos centímetros.
El sabor metálico permanecía en mi boca, la cual abrí y cerré lentamente un par de veces para deshacerme del entumecimiento instalado en la mandíbula. La respiración del demonio era agitada y profunda mientras me estudiaba con detenimiento, como si estuviese tratando de discernir por sí mismo si se había pasado de la raya.
- Wow, s-supongo que no me lo esperaba para nada en ese momento... - Admití con una risa nerviosa. Al hablar, me di cuenta de que las punzadas de dolor sobre mi lengua habían desaparecido por completo. - ¿C-cómo...?
- Mi saliva puede curar tus heridas. – Explicó él, sus irises de color dorado regresando lentamente. – Después de todo... Los mordiscos y arañazos pasionales no son para dañar, sino para marcar.
- ¿M-marcar...?
Sesshomaru sonrió lentamente, relamiéndose unos ínfimos restos de sangre de las comisuras:
- Para que todo demonio con el que cruces caminos sepa que cuentas con mi protección.
- ¿A-aunque las heridas hayan desaparecido...?
Él asintió.
- No importa que las marcas físicas desaparezcan. Donde quedan impresas es en tu aura.
Sesshomaru retrocedió lentamente, dejando caer ambos puños sobre su regazo.
- Aunque las marcas de los colmillos son las más fáciles de borrar. Al contrario que las garras, que suelen quedar más visibles...
Al abrir la palma en la que se había estado apoyando, me percaté de que se había clavado las uñas en su propia piel. Quizás, en un esfuerzo descomunal por no volver a clavarlas en mi espalda sin previo aviso.
Sesshomaru se lamió la herida como un perro herido, sin despegar su mirada de mí, expectante. Llena de sed y de abrasador deseo.
Yo permanecí muda mientras observaba cómo las líneas carmesís se cerraban hasta quedar reducidas a finos trazos rosados, pero que al menos ya no sangraban.
- Esto es parte de lo que soy. De mi bestia interior. – Explicó él, atusándose el cabello hacia atrás. – ¿Qué es lo que sientes al respecto, Kaori?
Su pregunta era suplicante, como si no pudiese esperar un segundo más por mi reacción.
Yo me recompuse, incorporándome lentamente sobre mi trasera y sin despegar los ojos de él.
- Podría acostumbrarme... Siempre y cuando te comprometas a no dejarme a medias como ahora mismo. – Respondí en tono coqueto.
No había ni rastro de reparos en mi voz, sólo la necesidad de gozar de la sensación de nuestros cuerpos entrelazándose en la íntima oscuridad. Y Sesshonaru supo interpretarlo perfectamente, esbozando con una perversa sonrisa como respuesta.
Notas: Por fiiin Sesshomaru puede dejar salir sus instintos más feroces, esos que solo había mencionado de pasada en las fragmentos desde su punto de vista.
¿Qué os ha parecido? ¿Os gusta más el demonio tierno o que se deje llevar un poco más sus instintos más oscuros?
Siento mucho dejaros a medias con la escena, prometo que para la próxima retomamos~
Estoy terminando de ultimar detalles para escribir casi que del tirón ya las partes más importantes de la historia que me quedan por contar... Espero de corazón que os siga resultando interesante y que os guste hacia dónde conduce la historia.
Os dejo aquí y por hoy, pero como siempre, nos leemos de nuevo en dos semanas!
