CORONAS Y ENGAÑOS

CAPÍTULO 3

AROMA A ROSAS

—¡Basta, Gordon! —exclamó Andrew—. Aún no estoy comprometido oficialmente, así que guarda silencio —pidió —. Mejor prepárame un estofado de cordero y llévalo a mis aposentos en media hora —ordenó —. Mientras tanto, iré a la segunda planta a saludar al duque Moon. Pide a uno de los meseros que me lleve un whisky.

—¡A la orden, señor Hansford! —exclamó Gordon, haciendo un saludo militar que provocó que Andrew no pudiera reprimir una sonrisa ante las ocurrencias de su amigo y cocinero del Emerald High Society Club.

Enseguida, Andrew se dio la media vuelta para ir a la segunda planta, que a esas horas estaba llena de hombres apostando en juegos de azar. Algunos ganaban, otros, desgraciadamente, perdían; pero todos enriquecían a la taberna con su ludopatía.

De pronto, alzó la vista y, a pesar de la multitud de hombres en la segunda planta, le pareció ver al príncipe exiliado de Urano, Samir Tennouri, conversando con el duque Moon.

"¿Es el príncipe Samir Tennouri?" se preguntó en silencio, pues aunque no era amigo del príncipe uraniano exiliado en Venus, en la Academia de Artes del planeta del amor y las artes no pasaba desapercibido debido a que era un talentoso músico y a su atuendo que siempre lo hacía destacar por ser distinto. Sin embargo, en ese momento estaba dudando que fuera el mismo, pues el hombre en la planta alta vestía como un varón joviano.

Decidió que ya se daría cuenta cuando subiera a la planta alta y se acercara a saludar al duque Moon. Pero entonces, cuando estaba por poner un pie en el primer escalón, sintió que alguien tiraba de su capa.

—¡Señor Hansford, es...!

La voz aguda que lo llamó se vio interrumpida por el ruido de algo vidrioso rompiéndose al chocar contra el piso, seguido de la voz de disgusto de uno de los meseros.

—¡Tenga más cuidado, señor!

Andrew se dio media vuelta, encontrándose con una persona que no sabía si era un hombre muy afeminado o una dama disfrazada de varón, pues tenía una constitución muy delgada y una estatura que, aunque sería propia de una dama alta, era baja en comparación con el varón joviano promedio. Aunque de algo estaba seguro: fuese hombre o mujer, le conocía de algún lado, pues aunque los jovianos de clorokinesis solían tener cabello castaño y ojos que oscilaban entre el café y el verde olivo, la persona frente a él tenía ojos de un tono verde esmeralda, el cabello del color de la caoba y... ¿aroma a rosas?

Aquel dulce aroma le hizo confirmar que se encontraba frente a una dama disfrazada de varón, pues las damas jovianas de clorokinesis solían despedir aromas florales de manera natural, mientras que algunos pocos jovianos de electroquinesis, como Andrew, tenían el sentido del olfato muy agudizado.

—¿Lo conozco? —preguntó Andrew, siguiéndole el juego a la doncella.

—¡No, pero tengo algo importante que decirle, señor Hansford! —exclamó nerviosa la joven, tratando de que su voz sonara grave, lo cual era gracioso—. ¿Podríamos salir un momento?

—¿Y quién va a pagar la bebida y la copa? —interrumpió el mesero, cuya molestia era evidente.

Antes de que la joven pudiera decir cualquier cosa, Andrew se adelantó a hablar.

—¡Que lo anoten en mi cuenta, Conor! —respondió Andrew, logrando así que al mesero se le pasara la molestia.

—¡Muchas gracias, señor! —exclamó la joven—. Es usted muy amable.

—De nada —respondió Andrew—. Bien, primero dígame cuál es su nombre y en qué puedo ayudarle —se dirigió después a la doncella.

—Lugh —titubeó la joven—. Mi nombre es Lugh MacLeod y no le puedo decir quién me envía, pero aquí definitivamente no podemos hablar.

Intrigado por aquella misteriosa joven vestida de varón, Andrew salió tras ella, con la curiosidad latente de querer saber qué era eso tan importante que tenía que decirle.

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Estar frente a Andrew Hansford no había sido parte del plan, y mucho menos que Lita le entregara el paquete con las cartas delatoras personalmente. Sin embargo, para evitar que Andrew y Samir se encontraran, los planes habían dado un giro inesperado de último momento. Ahora, Lita se encontraba a unos pocos metros de la puerta de salida del Emerald High Society Club con Andrew Hansford, pendiente del momento en que Samir saliera mientras trataba de mantener intrigado a Hansford.

—¿Me va a decir ahora qué necesita de mí, señor MacLeod? —preguntó Andrew con curiosidad.

—Usted es jurista, ¿cierto? —inquirió Lita, intentando sacar charla para retenerlo y darle tiempo a Samir.

—Lo soy —respondió Andrew con serenidad.

—¿De cuánto son sus honorarios? —prosiguió Lita.

—Me ajusto a las posibilidades del cliente —le respondió Andrew con amabilidad—. Aunque lo más importante es saber si me interesa llevar el caso. ¿Me puede contar un poco?

Lita comenzó a desesperarse, pues Samir no salía y las ideas se le acababan para retener a Andrew. Además, dado que solo lo conocía de vista, no sabía qué casos podrían interesarle tomar. Entonces recordó que era hijo de un banquero, y eso le dio una idea.

—¡Necesito cobrar una...! —Lita guardó silencio cuando vio a Samir salir del Emerald High Society Club para dirigirse al otro extremo de la callejuela donde los esperaba el carruaje de Haruka.

—¿Dígame? —insistió Andrew.

Lita, que ya no necesitaba retenerlo, dejó de intentar inventarse una historia. Así que decidió que, ahora que lo tenía de frente y que no la había reconocido, le daría el paquete con las pruebas.

—¡Esto es para usted y es urgente que lo lea! —exclamó Lita—. ¡En otra ocasión vengo a plantearle mi caso! Buenas noches.

—Buenas noches, señor MacLeod —respondió Andrew, intrigado por el contenido del paquete.

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—¡Hasta que llegas! —exclamó Haruka cuando Lita llegó al carruaje—. Estaba a punto de...

—¡Vámonos! —pidió Lita, subiendo al carruaje a toda prisa.

—¿Dónde te metiste? —preguntó Samir—. Cuando bajé las escaleras ya no estabas.

—Me encontré con Andrew Hansford —confesó Lita—. Estaba detrás de mí cuando lo escuché decir que iba a subir a la segunda planta, así que tuve que impedirlo y me acerqué a él. Lo convencí de salir a hablar, le entregué el paquete —continuó Lita—. ¡Todo salió a pedir de boca!

Enseguida, Haruka puso en marcha el carruaje y, mientras se alejaban del castillo, Lita narró con lujo de detalles todo lo sucedido desde el momento en que se encontró con Andrew. Por supuesto, también le pidió a Samir que le contara cómo había ido todo con el duque Jaedite Moon.

—¡Más feliz no puedo estar! —exclamó Lita.

Y vaya que lo estaba, pues ya fantaseaba con la reacción de Andrew Hansford al descubrir que había sido engañado y utilizado.

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"Mi querida Wanda:

¿Qué crees? La princesa de Marte no ha tenido el valor suficiente para terminar nuestra relación, así que por amor a ti, he tenido que tomar la iniciativa.

Hace dos días, después de nuestro encuentro en el bosque, reflexioné y decidí que no debo ser un cobarde. Realicé un breve viaje al planeta rojo y me sinceré con la princesa. Ella intentó persuadirme, pero le dejé claro que no la amo y que nunca lo haré. El orgullo marciano es tan peculiar que me ha pedido que finjamos que fue ella quien terminó nuestro compromiso. Acepté sin objeciones, ya que, como bien sabes, si fuera yo quien lo rompiera, podría complicar que tu padre acepte nuestra unión debido a los tratados comerciales entre Júpiter y Marte.

Amada mía, ¡al fin soy libre para amarte! Sin embargo, necesito una prueba de tu amor. No solo me refiero a que le comuniques a tu padre que no te casarás con Hansford, sino que te entregues a mí con la pasión de una mujer enamorada.

En fin, mi amada, mañana al alba partiré hacia el lugar donde siempre nos encontramos. Si decides no venir, entenderé que has elegido a Hansford y prometo no molestarte nunca más.

Con amor,

J.M."

La princesa Wanda, quién se encontraba acostada en su majestuosa cama en compañía de Lady Hildrud, suspiró cuando por enésima vez leyó aquella carta que uno de los sirvientes de su amado duque le había hecho llegar.

—¡Es tan romántico!— exclamó llevándose la música al pecho.

—¿Ves que yo tenía razón?—cuestionó Lady Hildrud en voz baja—los hombres tienen que sentir que te pierden para valorarte.

—¡Es verdad!— respondió Wanda— En el fondo me molestaba la idea de que para poder estar conmigo fuera la princesa de Marte quien tuviera que cortarlo—Dijo— Se hubiera sentido como si yo fuera la segunda opción.

—Pero claro—comentó Lady Hildrud — una cómo mujer tiene que darse a desear—Agregó— Eso sí. Mañana que te encuentres con él no se te ocurra darle tu flor

La princesa Wanda se sonrojó ante aquel comentario de su prima, pues estaba dispuesta a entregarle su virginidad a su amado.

—¡Qué cosas dices, Hildrud!—Exclamó Wanda— ¡Por supuesto que no!— Le dijo —Nunca le permitiría más que un beso en la frente.

—¡Qué bueno que así sea!—Dijo Hildrud— Mientras no estés casada ni se te ocurra porque un mal paso puede arruinarte y te sacarían de la línea de sucesión.

—¡Lo sé!—Exclamó Wanda—¡No soy tonta!—Agregó— Mejor ya no me hables porque tengo sueño y mañana no quiero llegar ojerosa al encuentro con mi amado.

Wanda se dio media vuelta en la cama dándole la espalda a Lady Hildrud, y en el silencio de la noche, comenzó a tocar sus pechos y su monte de Venus mientras rememoraba las muchas veces que el duque Moon había acariciado y besado su cuerpo casi desnudo, excepto por su monte de Venus, pues aunque Wanda sentía su sexo palpitando de deseo por algo que le era desconocido, el miedo a que él no rompiera su compromiso con la princesa de Marte la había detenido; sin embargo, ahora que lo sabía suyo estaba dispuesta a entregarse a su amado.

Después de todo. ¿Qué podría pasar? Al final ella le diría a su padre que no quería casarse con Andrew Hansford, y entonces, el duque Jaedite Moon pediría su mano y su padre lo aceptaría, o al menos eso suponía ella, pues si su padre había aceptado a un plebeyo como Andrew Hansford por futuro yerno, no creía que hubiera razones para que no aceptara a un duque.

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Mi amado duque:

Primero que nada, quiero ofrecerte disculpas por la manera en que te traté hace dos días cuando nos encontramos en el bosque.

Sé que me comporté como una niña berrinchuda y caprichosa, pero ardo de celos cuando escucho que alguien menciona que estás comprometido con esa princesa salvaje y caprichosa.

Por favor, mi amado, ruego me perdones, así que mañana estaré esperándote en el lugar de siempre. Si no acudes, entenderé que lo nuestro ha terminado, pero si acudes, como prueba de mi sincero arrepentimiento y amor te regalaré mi doncellez, mi amado.

Con amor, tu princesa Wanda

Cuando Jaedite Moon terminó de leer la carta de la princesa Wanda a su amigo Lord Neflyte Sweeney, se sintió henchido de orgullo.

—¡La princesita de Júpiter está que se muere por mí!—Comentó entre risas Jadeite.

—¿Acudirás?— Preguntó Neflyte

—¿Qué si acudiré?— Respondió con otra pregunta Jaedite— ¡Pero por supuesto!— Exclamó— Tengo dos semanas sin tener sexo, y si por fin la princesita joviana me suelta prenda no voy a perder la oportunidad.

—¡Ni siquiera has terminado con la princesa Rei!— Comentó Neflyte con cierta molestia que para Jaedite no pasó desapercibida.

—¿Y por qué lo haría?— Comentó Jaedite— Rei está aferrada a que se quiere casar hasta dentro de dos años y se niega a complacerme, pero yo tengo necesidades y además necesito asegurar a la princesa joviana.

—¿Asegurarla cómo?— Preguntó Neflyte molesto— Si sabes que si la desfloras y no te casas con ella la dejarás deshonrada y será eliminada de la línea de sucesión. ¿Verdad?

—¡Deja la clase de moral, Neflyte!— Se quejó Jaedite— Si se da la oportunidad de casarme con la princesa Wanda antes que con la princesa Rei, entonces me casaré ella, si no logra convencer al Rey joviano entonces me casaré con la princesa Rei.

—¡Eres un libertino!— Lo regañó Neflyte moviendo la cabeza de un lado a otro.

—¿Qué?— Se burló Jaedite— ¿En serio tú nunca te acostaste con la princesa sin corona?— Preguntó— Wanda dice que su hermana es de moral muy…

—¡Ni te atrevas a insultar a Lita!— Lo interrumpió Neflyte gritándole y con la mirada inyectada de odio.

Jaedite, ante la reacción de su amigo guardó silencio.

Hasta antes de conocer a "la princesa sin corona", que era como los jovianos llamaban a la hija bastarda del Rey Cedrick de Jupiter, Neflyte había sido un incorregible casanova que gustaba pasar largas temporadas en Venus, pues dado que en el planeta del amor la virginidad femenina carecía de importancia, las hermosas venusianas no se reservaban su primera vez hasta para después del matrimonio, pues incluso en su cultura se incentivaba que tanto hombres como mujeres conocieran el placer carnal antes de decidir unirse en matrimonio a alguien.

Sin embargo, hace tres años, Neflyte había conocido a la bella bastarda, y dado que la joven había correspondido a su amor, las aventuras de su amigo habían terminado, pues incluso estaba dispuesto a casarse con ella sin importar su bastardía, su carencia de título y que encima el mismísimo Rey le hubiera dejado en claro que no le daría una dote; una decisión que a Jaedite le había parecido de lo más estúpida pues aquel matrimonio no hubiera resultado ventajoso para su amigo que al igual que el pertenecía a la nobleza de Terra, sin embargo, hace dos años aquel romance había terminado, hundiendo a Neflyte en un abismo de depresión, aunque los motivos de porque su relación con la bastarda había terminado eran un secreto bien guardado del que sólo los implicados tenían conocimiento, pues Neflyte no había querido hablar del tema con su familia, así como tampoco lo había querido hablar con Jaedite pese a que tenían una relación fraternal desde la infancia.

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Después de cenar en la soledad de sus aposentos, ubicados en la tercera planta de la Emerald High Society Moon, Andrew abrió uno de los cajones de su escritorio y extrajo una cajita de terciopelo negro. Al levantar la tapa, sus ojos se posaron en el precioso anillo de oro blanco. En su centro, una apatita de tono verdoso y forma ovalada custodiada por un cortejo de pequeños diamantes que la rodeaban era el foco de atención.

La sonrisa de Andrew se iluminó al pensar en los ojos color olivo de su amada. Ansiaba deslizar esa joya, símbolo de su amor, compromiso y fidelidad, en su dedo anular y convertirla en su esposa. Aunque la propuesta de matrimonio estaba planeada para dentro de dos días, la boda tendría que esperar hasta un año más tarde. Con un suspiro, volvió a guardar el anillo y dirigió su atención hacia el pesado sobre color crema que la joven disfrazada de caballero le había entregado unas horas antes.

Al tomarlo entre sus manos, el excitante aroma a rosas se esparció por la habitación. Fue entonces cuando notó una leyenda escrita en hermosa caligrafía dorada:

Para: Andrew Hansford

URGENTE LEER"

Se preguntó qué sería tan urgente que ameritara ser leído, y al abrir el sobre le sorprendió encontrarse con un manojo de muchos sobres más pequeños anudados con un listón dorado y una tarjeta con tinta del mismo color.

Estimadísimo señor Hansford:

Dentro de los sobres anudados con el listón encontrará cartas que han sido escritas por el duque Jaedite Moon a la princesa Wanda, con quién en todo Júpiter se especula que usted se casará.

En dichas cartas, el duque le escribe palabras de amor a la princesa, y habla de planes de casarse con ella cuando él termine su compromiso con la princesa de Marte y la princesa Wanda con usted.

Además, por si fuera poco, su amada princesa no solamente ha mantenido un amorío con él, sino que también ha tenido un comportamiento indecente cayendo en el comportamiento propio de una ramera.

Señor Hansford, sé que debido al amor que le tiene a la princesa puede querer no creer que usted está siendo engañado, sobre todo porque las cartas que aquí le mando son todas escritas por el duque Moon y no por ella (esas las tiene el duque), sin embargo, la prueba reina de la traición la puede tener mañana frente a sus ojos, ya que al salir el alba, el duque y la princesa se encontrarán en el claro en el bosque que está pasando el puente colgante que cruza el río.

Cuando Andrew terminó de leer aquella carta anónima, se despertaron en él sentimientos de angustia, confusión, duda, traición y paranoia.

Su lado visceral despertaba en él deseos de ir en medio de la noche al palacete donde se hospedaba el duque cuando estaba en Júpiter y arremeter contra él, sin embargo, su lado racional le hizo detenerse, pues hacer aquello pondría en duda la honra de su amada, quién quería creer que era inocente de aquellas acusaciones.

"No puede ser cierto", pensó para sus adentros, pues su corazón enamorado le imploraba no creer en las palabras de alguien que no tenía el coraje para delatar de frente a alguien tan honorable como su amada princesa.

"¿Y si le pregunto directamente a Wanda?", se preguntó en silencio, sin embargo, rápidamente descartó la idea, pues sabía que eso sería un insulto a ella.

Cómo hombre enamorado, quiso creer que aquello era una mentira mal intencionado por un ser desalmado, pero ¿quién? ¿Quién podría odiar a su amada e inocente Wanda?

Una vez más tomó la carta dirigida a él para releerla y ver si reconocía la letra, pero al hacerlo, de nuevo su sentido del olfato se vio inundado por aquel aroma a rosas, y a su mente vino la imagen de Mac Leod, sobre todo su cabello del color de la caoba y sus enormes ojos que parecían dos esmeraldas brillantes sobre su pálida y tersa piel.

—¡La conozco!— exclamó enfurecido sabiendo dentro de sí que conocía a la dama bajo el disfraz de MacLeod, y entonces, a su mente vino el recuerdo de cuando había visto por primera vez a una dama con aquellas características.

Cuatro años antes…

Al igual que la mayoría de los Jovianos de los dos grupos étnicos de Júpiter, Andrew detestaba el invierno, aunque no por razones religiosas como la mayoría, sino porque en esos dos meses que duraba dicha estación, las clases en la universidad se suspendían, no había fiestas ni actividades de ocio, pues los jovianos iniciaban una etapa de ayuno hasta el mediodía, pues era considerado época de luto; pues mientras los jovianos de Clorokinesis estaban de duelo porque creían que el invierno era producto de la tristeza de la diosa Deméter a causa de haber sido ultrajada por el malvado dios Zeus; los jovianos de electroquinesis creían que el invierno se debía a la tristeza del dios Tharos, deidad del trueno que adoraban, debido a que el dios de los infiernos había raptado a Litha, la deidad de la fertilidad y la vegetación que según los libros sagrados de los Jovianos de electroquinesis era la amada de Tharos.

Dado que la familia de Andrew era muy devota del dios Tharos y la diosa Litha, por esas fechas vivían el luto religioso, y dado que Andrew dependía del dinero de su padre, no había manera de que ese gélido mes se escapara a otro planeta para huir del aburrimiento, por lo que para no volverse loco, ayudaba a los sirvientes en la faena de cortar troncos de los árboles que servirían para la chimenea de Hansford House que daba el calor en el hogar por aquellos gélidos días.

Dado a que su familia no ponía objeción a que hiciera tal "sacrificio", un día fue tan lejos que salió de los confines de las enormes tierras propiedad de los Hansford, y entonces, su sentido del olfato se vio embriagado por un dulce y provocador aroma a rosas. Sintiéndose estimulado, y queriendo conocer la imagen de la doncella de la que emanaba aquella escencia, dejo que sus pasos lo llevaran hasta ella, y entonces llegó al lago de jade cuyas aguas en el corto invierno siempre se congelaban, y quedó sorprendido cuando sobre esa superficie helada vio deslizarse gracilmente a una dama de cabello largo y ondulado del color de la caoba.

De pronto, la joven se giró sobre sus rudimentarios "patines", que más bien eran unos zapatos que llevaban atados un par de huesos de animal afilado como cuchillas, y Andrew quedó como hipnotizado cuando su mirada se encontró con un par de ojos del color de las esmeraldas.

"Es tan bella que parece la mismísima diosa Litha", pensó para sus adentros cuando además de sus ojos se percató de que tenía un rostro hermoso de tez pálida, finas facciones y labios rosados; pero sus intenciones de hablarle para felicitarla por sus habilidades deslizándose en el hielo no se llevaron a cabo, pues de pronto el rostro de la doncella mostró terror, y se dio la media vuelta para huir a toda prisa.

Fin del flash back}

Si bien en el pasado Andrew se había sentido fuertemente atraído por "La rosa de invierno", que era como había titulado un cuadro que había pintado inspirado en la hermana de quien ahora era su prometida, agradecia a los dioses Tharos y Litha que ella hubiera huido despavorida aquella tarde antes de que él se acercara para felicitarla por sus habilidades patinando, pues años después, tras conocer a la princesa Wanda y de quien se enamoró profundamente, supo que dicha joven era hermana de Wanda, y que tras su rostro angelical había una diablesa que a pesar de haber sido acogida por la madre de Wanda como una hija más y recibir los mismos tratos que recibiría una hija legítima se había atrevido a atentar contra la vida de la princesa Wanda e incluso contra el mismo Rey, su padre.

"Debe de ser un ardid de esa víbora ponzoñosa" pensó para sus adentros.

"Por algo Lord Neflyte Sweeney debe de haber desistido de casarse con ella" Se dijo así mismo recordando que hace poco más de dos años se rumoraba entre las altas esferas sociales de Júpiter y del resto de planetas del sistema solar interior que Lord Neflyte Sweeney estaba dispuesto a ir en contra de su familia para tomar por esposa a una "abominación", que era una de las maneras en que se llamaba a los hijos bastardos en la mayoría de los planetas.

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Poco era lo que Andrew Hansford había podido dormir la noche anterior, por lo que fue testigo del momento en que salió el alba anunciando que dentro de poco saldría el sol, aunque aún era muy temprano para iniciar la rutina del día a día, sin embargo, rápidamente se sentó sobre la cama, a dónde la noche anterior se había ido a dormir sin siquiera cambiarse su ropa por la pijama de dormir.

—¿Qué estoy haciendo?—se cuestionó en un susurró así mismo mientras en la cómoda al lado de su cama veía el estuche donde guardaba el anillo de compromiso para la princesa Wanda, así como las supuestas cartas que el duque Jaedite Moon le había escrito.

Sabiendo que la hora en que supuestamente su prometida se iba a encontrar con su amante se sentó sobre la cama, dudando entre ir o no, pero de nuevo en su mente trató de buscar algún pretexto que le ayudara a creer que todo era un ardid de la malvada hermana de su amada

Dos años antes...

Aquel día se celebraba el vigésimo sexto aniversario de bodas de los padres de Andrew. Los Hansford, una de las cinco familias más distinguidas de Júpiter, no solo habían invitado a numerosos nobles y plebeyos acaudalados del planeta, sino también a algunas casas reales de la galaxia, incluyendo, por supuesto, a la familia real de Júpiter.

Para entonces, Andrew ya había fijado su atención en la princesa Wanda, que parecía corresponder a sus sentimientos. Aquella noche, tuvo la fortuna de bailar dos piezas con ella y, más tarde, se escabulleron al balcón, donde se refugiaron del bullicio para admirar el cielo estrellado y continuar la charla que habían iniciado en el salón de baile.

—Debe ser muy triste haber perdido a tus dos hermanos —comentó Wanda, después de que Andrew le narrara cómo su hermano, dos años menor que él, había muerto de una infección en la infancia, y cómo el mayor, había fallecido tras caer de un caballo hace dos años.

—Lo es —respondió Andrew—. Pero hablando de hermanos, ¿por qué no vino la tuya?

—¡Porque es una bastarda! —exclamó Wanda.

Andrew, encantado con la dulce princesa, se sintió decepcionado por su forma despectiva de referirse a alguien que no tenía la culpa de las circunstancias de su nacimiento.

—¿No le parece despectivo referirte a tu hermana de esa manera, princesa? —preguntó Andrew, sorprendido.

Wanda pareció avergonzarse, pues un leve rubor cubrió su rostro.

—¡No quise hacerlo sonar así! —se disculpó rápidamente—. No encuentro otro término para referirme a los hijos ilegítimos de un hombre, y además, no sabíamos si su presencia podría ofender a tus padres o a algunos de los invitados.

—No veo cómo su presencia podría ofender, a menos que su comportamiento fuera inapropiado —replicó Andrew.

—¡Lo es! —insistió Wanda, apartando su flequillo para revelar—. ¿Ves esta cicatriz junto a mi ceja?

Andrew acercó su mano al rostro de la princesa y, con la yema de sus dedos, rozó el borde de la cicatriz.

—¡Ella me desfiguró! —exclamó Wanda, con dolor—. Hace cinco años, en camino a la fiesta de la cosecha, me atacó con la intención de hundirme en el pantano. ¡En el forcejeo me hizo esta cicatriz y logró tirarme al pantano!

Andrew se sorprendió al escuchar la historia de su amada.

—Supliqué que me ayudara, pero mientras me hundía, me decía cuánto me odiaba por ser la hija legítima de mi padre y que se quedaría con el trono —confesó Wanda, con voz quebrada.

—No lo puedo creer —exclamó Andrew.

—Mamá la aceptó a pesar de ser producto de un desliz de mi padre —continuó Wanda—. Incluso fue ella quien convenció a papá de hacerse cargo de ella y reconocerla.

—En mi relación con mis dos hermanos difuntos hubo roces a veces —confesó Andrew—. Aunque nunca me hubieran hecho daño. No creo que soportaría vivir bajo el mismo techo que alguien que hubiera intentado asesinarme.

—¡Es que es tan fácil ser hombre! —exclamó Wanda—. Ustedes pueden ir y venir libremente, pero nosotras no tenemos esa libertad.

Andrew se dio cuenta de que su realidad no era la misma que la de Wanda. Pues ella, a pesar de ser la princesa heredera al trono, como mujer, no gozaba de las mismas libertades que un hombre.

—Lamento lo que dije, princesa —se disculpó.

—No se preocupe, señor Hansford —respondió Wanda—. Aunque mi relación con mi hermana no es buena, al menos ahora me ignora y no intenta hacerme daño.

Fin del flashback

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Aunque Andrew se había debatido entre ir o no al claro en medio del bosque donde según aquel mensaje su amada se encontraría con otro, al final decidió ir, pues sabía que si no lo hacía la duda le mataría; por el contrario, al comprobar que todo era una artimaña de la hermana de Wanda se sentiría más tranquilo, y entonces sin pena la acusaría ante el Rey por semejante bajeza.

Dado que debía llegar rápido y sin dejar rastro, sabía que ir montando a caballo no era opción, por lo que aprovechando que Hansford House quedaba cerca de la reserva de Dragontia, fue montando a caballo a aquella limitación del bosque donde habitaban los dragones y a la que los Jovianos e electroquinesis pocas veces iban por respeto a los dragones y los Jovianos de Clorokinesis por miedo; pero por suerte, tan pronto como llegó fue recibido por Stormia, una dragona mediana de casi cuatro metros a la que había visto nacer durante la guerra civil de Júpiter y a la que había alimentado junto con otros cachorros de dragón.

—Necesito un favor— le pidió Andrew suplicante, pues sabía que los dragones eran seres indomables que difícilmente accedían a ser montados y domesticados como un caballo.

La dragona lo miró fijamente con sus ojos dorados, esperando escuchar su petición.

Por suerte para Andrew, Stormia accedió a permitirle montar en su lomo, aunque claro, no sin antes escuchar los motivos de porque no usaba alguno de sus tantos caballos o carruajes; así pues, montado en la dragona que se sabía camuflar entre los enormes árboles, llegaron al claro del bosque, donde para entonces ya se encontraba el duque Jaedite Moon, y poco después, miró llegar a su amada princesa Wanda, quién corrió al encuentro del duque, el cual la recibió entre sus brazos para después unir sus labios a los de ella en un apasionado beso.

¡Hola!

Primero que nada, muchas gracias a todas las personitas que me leen en esta historia que me tiene tan inspirada, y sobre todo gracias por sus reviews.

Hospitaller Knight; Amiga, pues gracias por siempre estar ahí. Y pues la respuesta al review ya te la di por mensaje privado. Espero este capitulo sea de tu agrado.

Ryoluk832: Merci pour votre commentaire sur le chapitre précédent.

Lectores anónimos: Gracias por estar ahí leyendo.

Ahora bien, resolviendo cuestiones que pueden surgir en la historia. No hay en ninguna mitología ninguna diosa llamada Litha, sin embargo, sí existe una celebración pagana que lleva ese nombre, y me dije. ¿Por qué no darle ese nombre a la deidad femenina que adoran los Jovianos de elektrokinesis?

Así mismo, tampoco en ningún mito existe ningún dios que se llame "Tharos", pero no quería usar "Thor", pero sí es el nombre de un dragón mítico, y me dije ¿Por qué no?

Otro detalle es que como en este fanfic la protagonista es Lita/Makoto, quiero resaltar todas esas habilidades y hobbies que tenía en la serie, una de ellas era el patinaje artístico sobre hielo, pero me dije "Como que una pista de patinaje y a Lita usando el tipo de patines que conocemos en la actualidad no encaja con el escenario del Júpiter que estoy creando", así que me puse a investigar sobre la historia de los patines y descubrí que estos existen desde la época medieval pero que los primero eran muy rudimentarios y en vez de tener metal bajo la suela tenían huesos de animal o madera en forma de cuchilla atados por debajo, y que estos muchas veces eran utilizados para transportarse en lugares donde hacía mucho frío

Por otro lado, como fan de Makoto/Lita/Sailor Jupiter siempre me he preguntado "¿Cómo sería su planeta cuando estaba habitable?", y dado que ella adora las flores y su elemento es el trueno o ataques con plantas siempre había imaginado que posiblemente en su planeta siempre o casi siempre tenían un precioso clima primaveral, pero hace días me dije "Pero si patina en hielo tiene que haber algún lago o río congelado en algún momento", así que decidí que en mi universo en Júpiter viven tres estaciones, la primavera que dura ocho meses, el otoño que dura dos meses y el invierno que dura otros dos meses. Sí, eliminé el verano de mi universo porque yo, la escritora, lo aborrezco con todo mi ser y si pudiera eliminaría esa estación del año, jajaja, pero como no tengo control sobre el clima lo elimino en mi fanfic.

En fin, cualquier duda o comentario me lo hacen saber. Yo feliz de responderles.

¡Les mando saludos y espero que tengan un buen inicio de semana!

Edythe