CORONAS Y ENGAÑOS
CAPÍTULO 15
ENTRE ROSAS MARCHITAS Y ESTRELLAS
—No entiendo de qué... —titubeó Lita, nerviosa—. No entiendo de qué cartas me habla y no conozco a ningún Lugh MacLeod.
Una de las sirvientas, al ver que ya habían terminado de comer, se acercó para retirar las charolas en las que solo quedaban los platos vacíos, lo que hizo que Andrew se tardara un poco en responder.
Cuando la sirvienta se llevó aquellos platos que habían estado como una barrera entre ambos, Andrew se puso de pie y se sentó en la silla frente a su escritorio de caoba, poniendo así más distancia entre ellos.
—¿Qué caso tiene que lo niegue y se empecine en fingir que no sabe de qué le hablo? —le cuestionó Andrew—. No tengo intención de perjudicarla diciéndole al Rey de Júpiter que la princesa menor sale por las noches del castillo vestida de varón para repartir cartas que dañan la reputación de la princesa heredera.
Lita se puso pálida al escuchar aquellas palabras, y su corazón comenzó a latir más rápido.
—¿Y acaso es mi culpa que la princesita sea una libertina? —le cuestionó mordaz Lita—. No soy yo quien la obliga a tener encuentros en el bosque con el duque Jaedite Moon.
—¿Ve cómo sí sabe? —respondió con sorna Andrew.
—¿Qué? ¡Pero si fue usted quien dijo que la princesa lo engaña con el duque Jaedite Moon!
—Así es, yo puse el tema sobre la mesa, pero jamás mencioné los encuentros en el bosque —dijo Andrew.
—¿Y por qué en vez de reclamarme a mí por lo que hace esa libertina de cascos ligeros no se desquita mejor con ella? —reclamó Lita.
—¿Podría dejar de estar tan a la defensiva, princesa? —le cuestionó Andrew—. No le estoy reclamando por lo que hizo la princesa Wanda. Supongo que si usted hizo todo lo que pudo para que yo me enterara, fue pensando en su propio beneficio y no en el mío, pero aún así créame que le estoy agradecido por haberme abierto los ojos.
—¿Mi beneficio? —preguntó Lita, desconcertada—. Como si yo ganara algo con eso.
—¿El trono quizá?
Lita lo miró sorprendida y después no pudo evitar reír ante la ocurrencia de Andrew.
—¿El trono? —cuestionó ella—. Los bastardos no heredamos, mi Lord banquero. Ni siquiera tenemos un título real.
—Pero si la reputación de la princesa Wanda se viera dañada, la sacarían de la línea de sucesión y, al no haber más hijos legítimos, usted entraría en la sucesión ocupando el primer lugar. ¿No es así, princesa?
Lita entreabrió los labios pensando en responder con un "No", pues aunque ella y Wanda eran las únicas hijas, lo cierto era que aunque Wanda fuera sacada de la sucesión, Lita tampoco podría ocupar ese cargo, pues en caso de considerarlo, el parlamento exigiría verificar la virginidad de Lita y, aunque había sido desflorada contra su voluntad, no tenía pruebas de ello, por lo que los miembros del parlamento no la considerarían una mujer virtuosa, característica exigida a las mujeres que son parte de la línea de sucesión.
—No me interesa entrar en la sucesión.
—¿Y por qué lo hizo entonces? —cuestionó Andrew.
—Eso es asunto mío.
Andrew la miró a los ojos, y Lita desvió la mirada.
—Si no quiere responderme, está en su derecho, pero le advierto que si lo que buscaba era dañar la reputación de Wanda para que sea sacada de la línea de sucesión, se quedará esperando porque no voy a hacer nada en contra de su hermana.
—¿Piensa quedarse de brazos cruzados después de que esa princesa de cascos ligeros se burló de usted? —preguntó Lita, mirándolo con una mezcla de furia y decepción.
Su objetivo al hacerle saber a Andrew que la princesa Wanda le era infiel no era solo arruinar ese posible matrimonio, sino destruir la reputación de Wanda y, con ello, dañar la de la Reina consorte y la del Rey.
En sus locas fantasías había anhelado que Andrew Hansford, carcomido por los celos y con el orgullo de hombre herido, hiciera de conocimiento público lo que había hecho Wanda, para así dejarla sin la posibilidad de casarse.
Quería que, así como su madrastra le había arrebatado la posibilidad de casarse con Lord Neflyte Sweeney y ser amada al ponerle una emboscada para que tres rufianes la deshonraran, Wanda también viera dañadas sus posibilidades al conocerse su aventura con el duque Jaedite Moon.
Sin embargo, las cosas no habían salido como ella las planeaba, pues Andrew acababa de dejar claro que no quería venganza.
—¿No me diga que la ama? —preguntó Lita con una mezcla de burla y amargura.
—Mucho como para no querer arruinar su vida a pesar de lo que me hizo y le advierto que, aunque no piense casarme con ella, no voy a permitir que la lastime.
Las palabras de Andrew provocaron un cúmulo de sentimientos encontrados en Lita.
Deseaba burlarse de Andrew por seguir amando a una mujer que se había burlado de él, pero lo cierto era que estaba cegada por la envidia y la rabia.
Le parecía una injusticia divina que, mientras Wanda había elegido por propia voluntad meterse en la cama de otro hombre, siguiera siendo amada por Andrew Hansford al grado de que él estuviera dispuesto a protegerla; mientras que ella, que había sido víctima de una violación de la que no pudo defenderse y cuyo recuerdo cada noche le provocaba las peores pesadillas, hubiera sido juzgada duramente y que el hombre que amaba no hubiera sido capaz de perdonarla por algo que había sido tan asqueroso y doloroso.
—¡Es usted un...
Cualquier insulto que hubiera querido decirle se quedó atorado en su garganta, pues de pronto sus emociones se vieron desbordadas y lágrimas de rabia y frustración salieron de sus ojos.
-0-0-0-
Aunque la princesa Wanda ya estaba fuera de peligro, la tensión dentro del castillo Ios no disminuía, pues la mantenían dormida con ungüentos que le hacían inhalar, y nadie sabía cómo reaccionaría al despertar, al darse cuenta de su incapacidad para caminar, ni siquiera si volvería a hacerlo algún día.
Así mismo, las discusiones entre los reyes no cesaban, sino que iban de mal en peor. Mientras la Reina consorte ansiaba que la justicia cayera sobre Lita, el Rey, aunque deseaba castigarla por lo que le hizo a su hija favorita, estaba más preocupado por la posibilidad de que la ausencia de Lita hiciera cambiar de opinión a Lord Neflyte Sweeney sobre su decisión de desposarla y reclamara el pago por no recibir a Lita como doncella virgen.
—¡Esa bastarda no solo dejó lisiada a tu hija, Cedrick, sino que también dejó sin hombría a mi sobrino Aren! ¿Sabes lo que eso significa? —refunfuñó—. ¡Su prometida no querrá casarse con él!
—¿Y qué quieres que haga, mujer? —le gritó el rey—. Ese Lord Neflyte Sweeney puede reclamar su dinero con la mano en la cintura. ¿Sabes cómo reaccionarían los miembros del parlamento si pido dinero para solventar esa deuda? ¡Hasta los de la cámara de Cloroquinesis se lo tomarían a mal!
—¡Arthur Hansford será nuestro consuegro y él tiene la simpatía de los miembros de la cámara de Electroquinesis!
—¡No por ello va a acceder! —le gritó el Rey—. ¿Acaso se te olvida que él mandó a decapitar a mi hermano y que después de la guerra implementó una monarquía austera?... ¡Ese imbécil será el primero en protestar! Además, ¿quién sabe si esa boda se llevará a cabo? Me comentó que su hijo sigue enfermo. Podría morirse como los otros dos.
—¿Y tú crees que mi sobrino no puede exigirte indemnización? —se burló la reina—. Después de todo, fue Lita quien lo dejó tuerto y sin su hombría.
—Pues más le conviene a Aren no querer exigir indemnización —dijo el Rey—. No tiene pruebas de que sea Lita quien lo hirió, y en todo caso, querer forzar a una mujer es castigado severamente. Dudo que quiera eso.
La reina soltó una carcajada, aunque en ella había tintes de la furia que la sacudía por dentro.
—¿Y acaso no fuiste tú quien se la ofreció a cambio de dinero, Cedrick? —le recordó la reina—. ¡Hasta donde sé, vender mujeres también es delito en Júpiter ! ¡Eso pondría en peligro tu trono!
El Rey Cedrick se atragantó al recordar aquel detalle. La situación sin duda lo tenía entre la espada y la pared.
Temía tanto no encontrar a Lita como hacerlo, pues en el primer caso no habría matrimonio con Lord Neflyte Sweeney, lo que podría hacer que este ejerciera su derecho a reclamar la deuda, y en caso de aparecer Lita, esta podría acusarlo de haberla querido forzar a casarse con Lord Aren, y entonces seguro que el temperamental Lord Neflyte Sweeney exigiría un juicio por combate en el que fácilmente lo derrotaría, haciéndole perder su reino y quizá hasta la vida.
—Lo mejor será encontrar a esa hija tuya y venderla al sultán Ibrahim —susurró la reina.
—¡No es virgen! No me daría suficiente verdeoro.
De pronto, la privacidad de los reyes en la sala del trono se vio interrumpida por un llamado a la puerta, y tras un "adelante" por parte del Rey, el mensajero real entró.
—Majestad, disculpe que lo moleste, pero Lord Neflyte Sweeney ha vuelto y quiere verlo.
Aunque el Rey había ordenado a sus sirvientes que le avisaran si Lord Neflyte Sweeney volvía, no esperaba que lo hicieran tan pronto, y aunque no tenía ganas de verlo, no le quedó más remedio que aceptar la reunión con él.
-0-0-0-
Tan pronto como llegó y solicitó una audiencia con el Rey Cedrick, Neflyte fue conducido a la sala del trono, donde el monarca lo esperaba visiblemente inquieto. Aunque siempre seguía las normas haciendo una reverencia ante quienes ostentaban un título de más peso que el suyo, esta vez no lo hizo.
—Lord Neflyte, no lo esperaba por aquí tan pronto. Lamento decirle que aún no tenemos noticias de mi hija Lita y...
—¡Deje de fingir y dígame dónde está Lita! —exigió Neflyte.
—¿Por qué habría de fingir cuando se trata de la vida de mi hija?
—No nos hagamos tontos, Majestad, a usted no le interesa Lita sino lo que puede sacar de ella —soltó furioso Neflyte—. ¿Cree que soy imbécil como para no saber que usted la raptó y la tiene escondida? ¡Le exijo que me la entregue ahora mismo o sino voy a exigirle que me devuelva cada moneda de verdeoro que le pagué hace dos años para que me diera la mano de Lita! Y no solo eso, si no me la devuelve, lo acusaré de querer obligarla a acostarse con Lord Aren. Seguro no querrá probar el filo de mi espada ni pensar lo que hará su primer ministro cuando lo vea perder en un juicio por combate.
—¡No sé de qué está hablando, Lord Neflyte! Jamás vendería a Lita.
Lord Neflyte, en un par de zancadas, rompió la distancia que los separaba y, de un fuerte golpe en la quijada, derribó al Rey al piso.
—¿Dónde está, canalla? —le cuestionó, lanzándose furioso sobre él.
Al escuchar los ruidos en la sala del trono, cinco hombres de la guardia real entraron, cuatro de ellos separando a Lord Neflyte del Rey, mientras que el otro trataba de auxiliar a su majestad, que no había dejado de toser.
—¿Cómo se atreve a tocar a su majestad? —cuestionó uno de ellos, furioso.
—¡Lo voy a denunciar por haber vendido a Lita! —amenazó—. Si en este mismo momento no me la devuelve, no solo cobraré el dinero que un día pagué por desposarla, sino que exigiré un juicio por combate en el que lo dejaré lo suficientemente vivo para que vea cómo pierde todo y se lleva consigo a la ruina a su reina consorte y a su amada hija legítima.
El Rey tembló de miedo y supo que la única opción para evitar que eso sucediera era matar a Lord Neflyte y desaparecer el cadáver, pero cuando estuvo a punto de dar la orden, Lord Neflyte se le adelantó.
—Y por si está pensando en mantenerme secuestrado o asesinarme, le advierto que alrededor del castillo están mis hombres vigilando qué sucede —le dijo Neflyte—. La deuda no se extinguirá con mi muerte, y créame, al no estar yo, mi padre y mi hermano no se lo pensarán para cobrar el dinero que le pagué con todo y los intereses acumulados en dos años.
El Rey cayó en cuenta de que la idea de asesinarlo, lejos de solucionar las cosas, las empeoraría, así que tuvo que desistir de su plan.
Uno de los guardias que lo sostenían le dio un fuerte puñetazo en el abdomen a Lord Neflyte, dejándolo sin aliento por un momento.
—¡Te prohíbo que vuelvas a golpearlo, Ronald! —lo reprendió el Rey—. ¡Y va para todos ustedes!
Lord Neflyte soltó una carcajada burlona al darse cuenta del miedo en la mirada del Rey.
—Lita no está aquí y se lo voy a comprobar —dijo el Rey—. Recorreré junto con usted cada rincón de este castillo para que con sus propios ojos vea que Lita no está aquí.
-0-0-0-
Andrew se sorprendió al ver asomarse un par de lágrimas de los ojos verdes de Lita. Sin embargo, por la mirada cargada de ira y la expresión de su rostro, sabía que no eran ni de miedo ni de tristeza, sino de un profundo sentimiento de rabia.
Supuso Andrew que, aunque ella se empecinara en negarlo, lo que ella quería con aquellas cartas en las que exhibía a Wanda era dañar su reputación para que fuera sacada de la línea de sucesión y que entonces, al no haber más descendencia legítima del Rey Cedrick, el parlamento lo obligara a reconocerla y entrar en la línea de sucesión.
—Lamento que se le dé un trato distinto solo por no ser hija de la Reina, princesa. También lamento si, como me dijo su dragón, su padre pretendía obligarla a estar con Lord Aren, pero la princesa Wanda no tiene la culpa.
Lita se limpió las lágrimas y entonces se dio media vuelta para tomar el cofre con sus pertenencias y sus dagas.
—¡Es hora de irnos, Thorakar! —Se dirigió al dragón—. ¡Voy a seguir mi camino, Lord Hansford! Y gracias.
Seguida de Thorakar, Lita pasó por un lado de Andrew y salió de los aposentos, encontrándose con un extraño salón lleno de brillantes luces que parpadeaban en tonos verdes y dorados. Paredes que parecían de cristal y tenían inscripciones luminosas.
Un suelo liso y resbaladizo, muy distinto a la rugosidad de los suelos de piedra del castillo.
En medio de la nave, extraños artefactos de metal brillante y cristales centelleantes que emitían zumbidos y destellos, además de extrañas maquinarias.
Cuando finalmente llegó a la puerta de salida, Lita se encontró con una estructura alta e imponente hecha con una mezcla de metal y piedra con un enorme trisquel grabado en oro. La puerta no tenía manijas ni cerraduras, sino un panel luminoso en su lugar.
Lita trató de empujar la puerta de salida sin éxito, y entonces escuchó tras ella la voz de Andrew.
—Smaragdus Draco, ábrete.
Ante la voz de Andrew, el trisquel grabado en la puerta emitió un intenso brillo, y segundos después, la puerta se abrió.
Al mirar que era libre de salir, Lita no supo si estaba más sorprendida ante el hecho de que la puerta hubiera obedecido la voz de Andrew o ante el paisaje de arena rojiza y cielo morado en el cual brillaban dos lunas rojizas rodeadas de muchas estrellas. ¡Más de las que había visto en toda su vida!
Sin embargo, quedarse un momento más con Andrew era algo que estaba lejos de desear.
Necesitaba encontrar la manera de escribir a Haruka para avisarle de su paradero y comunicarse con Samir para pedirle ayuda.
—¡Princesa, espere! —exclamó Andrew tomándola de la muñeca—. ¡No puede irse así o...
—¡Usted no va a darme órdenes! —lo interrumpió al tiempo que se soltaba de su agarre.
Lita entonces corrió por los escalones que llevaban al suelo de la nave, ignorando a Andrew que le decía que se detuviera.
Cuando al fin las plantas de sus pies tocaron la arena, la sintió caliente, aunque nada difícil de soportar.
—¡Te vas a quemar los pies! —exclamó Andrew yendo tras ella.
Lita lo ignoró y comenzó a correr, pero un minuto después, sintió como si las plantas de sus pies estuvieran dentro de agua hirviendo y lanzó un grito.
Por un momento creyó que solo bastaba con pisar en otro lugar, pero para su desgracia se dio cuenta de que a dondequiera que llevara sus pies se sentía como si pisara una hoguera.
Por suerte, o quizá no tanto, de pronto sintió unos brazos levantándola, acabando así con su agonía, y segundos después se encontró con los ojos de Andrew que la miraban con reproche.
—¿Por qué es tan terca y necia? ¡No puede andar por Marte como si estuviera en Júpiter!
Lita lo miró entre avergonzada y molesta. Comenzaba a odiar que la estuviera salvando de los problemas en los que se metía.
De pronto, el sonido del trote de unos caballos interrumpió el silencio que se había formado entre ambos.
—¡Eres un imprudente, Andrew! —escucharon la voz de reproche de Rei—. ¿Cómo se te ocurre no prestarle ropa o calzado apropiado para estar en Marte? ¡La señorita podría deshidratarse o quemarse!
Lita alzó la vista. La princesa de Marte venía seguida de la princesa de Mercurio, además de su corte personal.
—¡Fue la señorita quien salió corriendo como loca a pesar de que le advertí que no puede andar por Marte como si nada! —se quejó Andrew.
—¡No se preocupe, señorita! —exclamó la princesa de Marte—. Pronto estará mejor atendida.
Lita se sorprendió ante la amabilidad de aquella mujer que aseguraban era la princesa de Marte.
Ciertamente, por lo poco que hasta entonces la había visto, tenía un carácter fuerte y era un tanto mandona, sin embargo, por boca de Wanda había escuchado que era una salvaje, incivilizada, grosera y desquiciada.
—Se hospedará conmigo en el castillo Imperial —dijo la princesa—. Aquí también estará hospedada la princesa de Mercurio unos días para tenerla en observación y cuando esté mejor entonces podrá ir a donde quiera.
Lita de pronto se sintió mal ante la amabilidad de aquella mujer.
Hasta hace poco, antes de huir de Júpiter había llegado al castillo Ios la invitación de su boda con el duque Jaedite Moon, y querer dañar la reputación de la princesa Wanda también conllevaba arrastrar en esa vorágine al duque.
De pronto, sintió miedo de que el hecho de ser medio hermana de la princesa Wanda provocara que la princesa de Marte le tomara resentimiento.
¡Lo que faltaba!
—¿Está segura de que me puede hospedar en el castillo? —preguntó Lita desconcertada—. ¡No sé si alguna de mis joyas le complazcan para pagarle!
—Soy yo la que estará eternamente agradecida con usted, así que darle hospedaje es lo menos que puedo hacer —respondió la princesa de Marte.
Andrew, que aún cargaba en brazos a Lita, entró a la nave seguido de los recién llegados.
Lita se iría, pero antes debía vestirse con ropa apropiada.
-0-0-0-
Cuando la puerta de los aposentos que Lita había ocupado en el Castillo Ios se abrió, Neflyte comprobó que no había rastro de ella, al igual que en los otros rincones del enorme castillo, el cual llevaba casi cuatro horas recorriendo, seguido del Rey y cinco hombres de la guardia real joviana.
Pese a que su amada no estaba allí, sintió encogersele el corazón al mirar sobre el florero un ramo de rosas marchitas, y no pudo evitar pensar si acaso ella estaría también agonizando como esas rosas en algún lugar de la vasta Galaxia.
Neflyte entonces se asomó al ropero, buscó si en el piso había alguna puerta secreta que diera a un túnel, y cuando corroboró que no había ningún pasadizo secreto, volteó a ver al Rey.
—Bien, pasemos a la siguiente habitación.
—¡No hay más! —exclamó el Rey— Solo los aposentos de la Reina, la princesa, los de mi sobrino Lord Aren y...
—A todo esto, no he visto a Lord Aren —lo interrumpió Neflyte— ¿Dónde está?
—Debe estar en sus aposentos —respondió el Rey—. Está convaleciente, así que no puede estar en otro lugar.
—¡Quiero ir a sus aposentos! —habló autoritario Lord Neflyte.
El Rey, temiendo que Lord Aren tomara represalias por aquellos documentos que habían firmado antaño, no se negó, así que salieron de ahí y se dirigieron a los aposentos donde se hospedaba Lord Aren.
Al primer llamado no respondió nadie, por lo que Lord Neflyte comenzaba a desesperarse. Además de encontrar a Lita, ansiaba tener frente a él a Lord Aren y descargar toda su furia y vengar a su amada, porque estaba seguro de que era Lord Aren el crápula que había abusado de Lita, y aunque hubieran pasado ya dos años, lo haría pagar.
—Mande a traer al ama de llaves para que abra —ordenó Lord Neflyte.
El Rey tuvo que contener aquellos sentimientos de humillación al estar recibiendo órdenes de un hombre extranjero que, aunque pertenecía a la nobleza, estaba por debajo de la monarquía, y a punto estuvo de mandar a uno de sus guardias a buscar a Fiona, hasta que entonces vio a la mujer llegar seguida de una joven sirvienta que llevaba trapos y una cubeta con agua.
—¿Puedes abrir los aposentos de Lord Aren, Fiona?
—Por supuesto, Majestad.
Fiona abrió los aposentos, y al entrar, además de encontrar la habitación vacía, se dieron cuenta de que el guardarropa estaba abierto y completamente vacío.
—¿Dónde está mi sobrino? —preguntó el Rey.
—¡Ese canalla! —refunfuñó Neflyte— Más le vale majestad que encuentre a su sobrino y a Lita o...
De pronto, un grito de agonía proveniente de uno de los aposentos cercanos hizo eco en la habitación. Era el inconfundible y desgarrador grito de una mujer, y Neflyte, creyendo que su amada Lita se encontraba cerca y que necesitaba ser socorrida, salió para ir tras ella.
-0-0-0-
La princesa Rei le había llevado a Lita un traje parecido a los kimonos, el cual era un traje de supervivencia hecho con materiales que regulaban la temperatura del usuario, contaba con sistema de enfriamiento, reciclaba el sudor y protegía contra quemaduras; sin embargo, únicamente el calzado le había quedado bien, pues la princesa de Marte era por mucho más baja de estatura que Lita, y además, esta última tenía un generoso y redondeado busto, muy distinto de la princesa marciana que era más menuda.
Así pues, como la ropa de la princesa le quedaba pequeña y le apretaba del busto, decidieron que se vistiera con una de las yukatas de Andrew que estaban adaptadas para estar en el exterior de Marte. Dicha prenda tampoco era a la medida de Lita, pues Andrew era más grande que ella, pero al menos era preferible traer un traje que le quedara holgado y no algo que le apretara.
Finalmente, Lita y las princesas de Marte y Mercurio salieron de la nave, después del hangar, y Lita quedó maravillada al ver dos carruajes tan distintos de los que usaban en Júpiter, pues estos tenían un techo curvo con bordes que se extendían hacia arriba y los caballos que los tiraban eran de un intenso color rojo con crines doradas.
En uno de los carruajes, subieron las princesas Rei y Ami, mientras que en el que iba detrás subieron Lita y Andrew, pues el otro ya iba lleno.
Durante el trayecto, la cortina de la ventana estuvo abierta, y Lita quedó impresionada con aquel paisaje árido de arena rojiza en el que las pocas plantas que llegaba a ver no tenían el verdor de las de Júpiter, sino que eran de los colores del fuego y parecían estar ardiendo en llamas.
—¿Extrañas Júpiter? —preguntó Andrew para tratar de romper el hielo.
Lita no tenía ganas de hablar con él. Sin embargo, le contestó irónicamente.
—¿Cómo podría extrañarlo?
—Es el planeta más lindo de la vía láctea.
—Hasta el planeta más lindo puede ser un infierno dependiendo de los privilegios con los que se nazca —dijo Lita—. Es más cómodo ser el hijo del banquero más rico de la Galaxia que ser la hija bastarda de un Rey.
—Lo comprendo.
—¡No! —refunfuñó Lita— ¡Usted no entiende nada!
Había tanta tristeza y rabia en la mirada de Lita que Andrew sintió pena por ella, sin embargo, tenía que esa sed de venganza no perjudicara a Wanda.
—No quiero que le haga daño a la princesa Wanda, así que...
—¿Cómo puede seguir amándola cuando le fue infiel con otro?
Andrew se encogió de hombros antes de responder.
—Supongo que el corazón no entiende de razones. Usted sigue amando a Lord Neflyte a pesar de que han pasado dos años desde que se separaron.
A Lita se le aceleró el corazón al escuchar el nombre de su amado. Los ojos se le humedecieron, pero tomó una bocanada de aire y finalmente controló sus emociones.
—¡Eso a usted no le importa!
—Desconozco qué los llevó a terminar, pero si algo sé es que usted lo ama. No dejó de mencionarlo mientras deliraba.
Lita se ruborizó al escuchar aquello.
—Le ofrezco poner mi nave a su disposición para rescatar a su amiga la princesa Uraniana.
Lita lo miró sorprendida al escuchar aquello, pero cuando escuchó un graznido de Thorakar, supo que seguro él se lo había dicho.
—También le ofrezco ser su intérprete en Marte porque casi nadie habla Joviano, le ofrezco llevarla a usted y a su amiga a Terra o al lugar donde decidan vivir —dijo Andrew—. También le ofrezco apoyarla como jurista sin cobrar honorarios en caso de que decida ponerle una denuncia al Rey por querer venderla.
Lita miró sorprendida a Andrew ante su última oferta.
—¿No quiere perjudicar a la princesa Wanda y estaría dispuesto a llevar a juicio al Rey? —preguntó Lita sorprendida— No sería fácil ganar un juicio contra el Rey, y si lo hiciera, también la descendencia de él saldría de la línea de sucesión.
—Es cierto —dijo Andrew—. Al ser obligado a abdicar, tampoco sus descendientes pueden llegar a ser reyes, pero aún así la reputación de la princesa no se vería dañada y aún podría encontrar un marido entre los miembros de la nobleza, y si el Rey te maltrataba, es justo que pague. ¿No lo crees?
La idea sonaba tentadora, aunque Lita seguía sin confiar del todo en Andrew, y aunque fuera honesto y se le antojaba que se hiciera justicia, sabía que en el proceso saldría a relucir que ya no era virgen, y lo último que quería era que todo Júpiter se enterara de que había sido deshonrada.
—Solo tráigame a Haruka sana y salva, por favor —pidió Lita suplicante.
—Le doy mi palabra de que así será —prometió Andrew—. En cuanto lleguemos al castillo le conseguiré tinta, plumas y pergaminos para que le escriba a su amiga y mañana en la noche salgo a Júpiter a buscarla.
Pese a su desconfianza, Lita sonrió esperanzada al pensar en volver a ver a Haruka lejos del alcance del nuevo Sultán de Urano que seguro pediría al Rey de Júpiter que la regresara, así que olvidando las rencillas con Andrew, aceptó estrechar su mano a manera de cerrar el trato cuando él le ofreció la suya.
¡Hola amigos!
Pues bien, aquí ha terminado un capítulo más de CORONAS Y ENGAÑOS.
¿Qué les pareció? Espero saberlo.
Cómo siempre agradezco a mis amigas Hospitaller Knight, Maga del Mal y Jahayra que me dejan sus bellos reviews.
Y lectores anónimos. No sean tímidos. Me encantaría saber que opinan.
Gracias por todo.
Edythe
