CORONAS Y ENGAÑOS
CAPÍTULO 17
ENTRE MALENTENDIDOS Y ENGAÑOS
Despertar varias veces durante la noche era algo habitual para Lita. Las pesadillas la atormentaban con recuerdos de las muchas veces que la reina Cleissy la golpeó, y más frecuentemente, el ultraje del que había sido víctima hacía dos años.
Aunque ahora estaba lejos de Júpiter y de la familia real, no se sentía completamente tranquila. Acostumbrada a recibir malos tratos de aquellos con más poder, temía que la generosidad de Andrew tuviera un alto costo.
Si Andrew quería que ella no dañara la reputación de la princesa Wanda, ¿no habría sido más fácil dejarla morir o lanzarla al espacio para que su cuerpo no fuera encontrado?
La respuesta era un evidente "sí". Definitivamente, Andrew podría haberla dejado morir sin consecuencias.
Durante la noche, otra teoría tomó forma en su mente: ¿y si Andrew la había salvado para venderla al Emperador, al shogun o a algún samurai en Marte? La idea parecía creíble.
En Marte, eran pocas las personas que hablaban joviano, y ella no hablaba marciano. No tendría forma de pedir ayuda, y aparte de Haruka, nadie la buscaría.
Además, los aposentos en Marte eran diferentes a los de Júpiter. Las paredes eran frágiles construcciones de madera y papel shogi, y el mobiliario no serviría como un muro sólido para bloquear una puerta corrediza. Con aquellos pensamientos, durmió poco, temiendo que alguien pudiera entrar y hacerle daño.
Finalmente, la luz del día confirmó que había amanecido, así que se puso de pie y caminó hacia la puerta corrediza que, según la princesa, daba a un balcón. Al abrirlo, contempló un panorama exótico: un cielo violeta y soleado, arena rojiza, un hermoso jardín con un estanque de agua (extraño en Marte) y árboles y flores de colores que parecían estar en llamas.
Definitivamente no era un planeta que le pareciera hermoso para echar raíces. Sin embargo, eso no le importaría si Haruka y Neflyte estuvieran junto a ella y si tuviera la certeza de que nadie tramaba hacerle daño. Pero su mejor amiga no estaba a su lado, su amado la había abandonado cuando más lo necesitaba, y no tenía la certeza de que Andrew Hansford no estuviera planeando venderla o aprovecharse de ella.
En ese escenario donde hombres y mujeres de cabello azabache iban y venían enfundados en armaduras samurai o hakamas, distinguió a Andrew Hansford.
Aunque iba vestido con una hakama como muchos de los hombres o incluso como el mismísimo emperador a su lado, era inconfundible: su cabello rubio destacaba en entre la multitud de personas de cabello azabache, y solía ser más alto que la mayoría de los varones marcianos.
Se preguntó qué estaría haciendo despierto tan temprano en la mañana. Luego, observó a un sirviente marciano acercarse con dos caballos, y después a Andrew y al Emperador montar esos animales de color rojizo.
De pronto, se percató de que Andrew volteaba hacia donde ella estaba. Le pareció que la miraba, aunque dudó por un segundo, hasta que lo vio agitar la mano.
Aun dudando de que aquel saludo fuera para ella, se quedó sin hacer nada. Pero cuando vio que él desviaba su atención y comenzaba a alejarse, su corazón empezó a latir desesperadamente.
Además de la princesa Rei y el Emperador, Andrew era la única persona que hablaba joviano. Su único nexo con Júpiter. Tuvo miedo de que se estuviera yendo para dejarla abandonada en aquel inhóspito planeta, y asustada, gritó su nombre.
—¡Señor Hansford!
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Escuchar la voz de Lita sorprendió a Andrew, por lo que hizo que el caballo detuviera su trote, y el emperador hizo lo mismo.
—¡Señor Hansford! —insistió ella.
Andrew se percató entonces de que ella no llevaba el traje especial para estar en el exterior, lo cual podía perjudicarla cuando tenía tan poco tiempo desde que la princesa Ami había hecho la sutura para cerrar la herida que ella misma se había hecho con la cimitarra.
—¡Esa mujer me va a volver loco! —exclamó más para sí mismo.
Andrew se disculpó con el Emperador y, a todo galope, dirigió al caballo hacia el castillo, llegando a aquel alto muro que daba al balcón de los aposentos donde Lita dormía.
—¿Se puede saber qué hace en el balcón sin vestir la yukata para exterior? —le gritó Andrew para hacerse escuchar.
—¿Pretendía irse de Marte y dejarme aquí? —cuestionó Lita con otra pregunta.
Andrew se desconcertó ante la respuesta de Lita. No era la respuesta que esperaba de su parte.
—¡Entre a los aposentos a vestirse!
—¡Le hice una pregunta, señor Hansford! —exclamó Lita.
—¡Entre a sus aposentos, por favor!
—¡No me esté dando órdenes, además…
Andrew no siguió escuchando más, pues haciendo caso omiso de las palabras de Lita y molesto por su imprudencia al exponerse de esa manera, montó de regreso hacia la entrada del castillo.
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Lita sintió una mezcla de miedo y rabia al ver cómo Andrew la ignoraba y desaparecía de su vista. Además, las altas temperaturas de Marte la hicieron sentir incómoda, y la herida en su estómago, que aún no había cerrado por completo, le dolía, así pues, decidió regresar al interior y cerrar la puerta corrediza que daba al balcón.
Asustada, intentó invocar los poderes de la cloroquinesis que, según su etnia, debía poseer. Sin embargo, todo fue inútil.
—¿Qué vamos a hacer, Thorakar? —le preguntó al dragón, que estaba despertando.
De pronto, el silencio se vio interrumpido por un golpe en la puerta, y Lita se sobresaltó. Temía que la nueva idea que había tomado forma en su mente se hiciera realidad.
Aunque no quería abrir, escuchó una voz femenina que no entendía en absoluto. Poco después, para su sorpresa, reconoció la voz de la princesa Rei.
—Señorita Lita, soy Rei. Mi mucama le ha traído ropa limpia de su talla, y la princesa Ami va a revisar su herida.
—Ya abro —respondió Lita.
Se dirigió hacia la puerta corrediza y la abrió, dando paso a la princesa Rei, quien venía acompañada de la princesa de Mercurio y una sirvienta que llevaba un par de prendas bien dobladas entre sus brazos.
Lita se inclinó ante la presencia de las princesas.
—¡Altezas, disculpen que no abriera pronto!
—No se preocupe —dijo Rei.
Las princesas intercambiaron algunas palabras en marciano, un idioma que Lita no entendía. Poco después, la sirvienta se retiró. La princesa de Mercurio se dirigió a Rei en ese mismo idioma desconocido para Lita, y luego Rei se volvió hacia ella.
—La princesa de Mercurio dice que necesita revisar su herida —tradujo Rei—. ¿Podría tumbarse en el futón y retirarse el kimono?
Lita se recostó en el futón y, con algo de pudor, abrió el kimono. Entonces, la princesa Ami se arrodilló a su lado.
Notó cómo la princesa de Mercurio examinaba la herida, tocándola y susurrando palabras ininteligibles. Aunque no entendía el idioma, la princesa peliazul la miró con amabilidad y le sonrió.
—La princesa dice que la herida va cerrando bien y que no hay infección —tradujo la princesa de Marte—. Aunque sugiere que evite mover objetos pesados y exponerse a las altas temperaturas de Marte. Debe dar caminatas cortas, pero no trotar ni correr. Si experimenta cualquier síntoma, debe informarlo. Seguirá en observación durante dos semanas más.
—¿Tanto tiempo? —se quejó Lita—. ¡Necesito entrenar!
—¿Entrenar en qué? —preguntó Rei, desconcertada.
—Suelo entrenar raks al-khanjar-khanjar y Glima —explicó Lita.
—¿Usted? —Rei soltó sorprendida— ¿En serio sabe artes marciales?
—¿Qué tiene de malo? —respondió Lita, un poco a la defensiva.
En Júpiter, el entrenamiento de la Glima estaba reservado para los varones. No era común que a las mujeres se les enseñara ni que mostraran interés en ello. Incluso sería mal visto y podrían tildarlas de "desviadas", como solían juzgar a Haruka.
—No dije que fuera malo — dijo Rei — Solo que me sorprende porque en la mayoría de los planetas de la Liga Interplanetaria a las mujeres no se les entrena para que sepan pelear cuerpo a cuerpo o blandir la espada — agregó Rei — Una tontería, sin duda, porque las mujeres deberíamos saber defender nuestro planeta y nuestro cuerpo en caso de una invasión.
—Estoy de acuerdo con eso — respondió Lita.
—Siempre quise aprender Glima, pero Andrew y Endymion nunca quisieron enseñarme — se quejó Rei — Siga las indicaciones de la princesa de Mercurio para que se recupere pronto, y cuando ya esté completamente bien, yo la entrenaré ninjutsu y kenjutsu, y usted me enseñarás glima y el arte marcial Urani. ¿Qué le parece?
Una sonrisa apareció en el rostro de Lita ante el ofrecimiento de la princesa de Marte, pero antes de que pudiera dar una respuesta, un golpe en la puerta corrediza interrumpió la amena charla.
—¿Me da permiso de pasar, princesa? — escucharon la voz de Andrew, lo cual las dejó sorprendidas. Incluso a la princesa de Mercurio, que no entendía joviano.
—Adelante — musitó Lita.
La puerta corrediza se abrió, y Andrew entró en los aposentos. Antes de dirigirse a ella, Andrew le dedicó una mirada rápida a las princesas de Marte y Mercurio. Algo que Lita no entendió salió de sus labios, seguido de una inclinación que le hizo suponer a Lita que les estaba dando los buenos días.
—La princesa de Mercurio y yo nos retiramos — dijo Rei — Supongo que necesitan un momento a solas y…
Por un instante, Lita pensó en suplicarle a la princesa Rei que no la dejara a solas con Andrew, pues aún pesaban sobre ella las costumbres jovianas en las que no estaba bien visto que una mujer pasara tiempo a solas con un hombre que no era de su familia. Sin embargo, recordó que no estaba en Júpiter y que eso en Marte a nadie le importaba, por lo que no hizo nada por detener a las princesas.
—¿Sabe que salir sin un traje de protección puede perjudicar su salud? — le reprochó Andrew a Lita cuando las princesas se retiraron — ¡Más en su condición! No creo que la princesa Mercury, que es una gran doctora, esté de acuerdo con que se exponga a la alta temperatura de Marte sin la ropa apropiada.
—¿Por qué le preocupa tanto mi recuperación? — lo cuestionó Lita.
Lita notó el desconcierto en la mirada de Andrew.
—Porque no quiero que se me culpe si algo le sucede.
—¡Como si a alguien le importara! — soltó Lita.
—¿Qué?
Lita cayó en cuenta de que había hablado de más.
—¿Estaba por irse a Júpiter? — lo cuestionó.
—Me iré más tarde.
—Lléveme con usted.
—¿Quiere regresar con su padre?
—¡No, pero quiero sacar a Haruka de Júpiter! — exclamó.
—Le di mi palabra de que sacaría a su amiga de ahí, y es lo que voy a hacer — le dijo Andrew.
—¿Entonces a qué hora nos vamos?
—Si la princesa de Mercurio autoriza que puedas viajar, nos vamos por la noche — le prometió Andrew.
—¿Puedo pedirle un favor? — preguntó Lita.
—Usted dirá, princesa.
—¿Cuando saquemos a Haruka de Júpiter, podría llevarnos a Venus? — pidió Lita suplicante — Si me hace ese favor, le regalaré todas mis joyas — prometió — Y estoy segura de que Haruka también le pagará bien. Además, en Venus vive un hermano de mi amiga, estoy segura de que él también lo compensará.
—No necesito que me pague, princesa — le dijo Andrew — Si los dioses quieren, esta noche partimos a Júpiter, rescatamos a su amiga y de ahí partimos a Venus. La única paga que pido es que por favor se recupere pronto.
—Gracias — musitó Lita, sonrojada de pronto ante las palabras de Andrew.
—Por cierto, veo que la princesa Rei le ha traído ropa apropiada para el exterior — dijo Andrew — ¿Le gustaría salir a dar un paseo y explorar Marte después del desayuno?
Lita se sorprendió ante la invitación de Andrew. ¿Acaso le estaba proponiendo dar un paseo a solas con él?
—Aquí en Marte no pensarían mal de nosotros por ver que paseamos a solas, pero si le hace sentir más cómoda, podría invitar a las princesas o, en última instancia, invitar a alguna dama de la corte que sirva de chaperona.
—No me molestaría si vamos a solas — respondió Lita.
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La noche anterior, Lord Neflyte Sweeney no había regresado a dormir al palacete que el duque Jaedite Moon tenía en Júpiter. En su lugar, había aceptado la invitación de Haruka para acudir a su palacete arabesco, donde pasaron gran parte de la noche especulando y discutiendo sobre el paradero de Lita.
A pesar de que Neflyte pasó parte de la noche en la ventana tratando de encontrar una respuesta en las estrellas, no pudo descubrir nada más que el hecho de que Lita estaba en un lugar lejano donde no hablaban su idioma, acompañada de un varón joviano y asustada.
Por supuesto, para Lord Neflyte no había duda de que ese varón joviano del que le hablaban las estrellas no podía ser otro que Lord Aren Campbell. Ese canalla que Lita tanto detestaba y que, gracias a Haruka, ahora sabía que había pasado gran parte de su vida hostigandola.
Cuando el amanecer llegó, Neflyte seguía sentado en la ventana de aquel elegante salón. Entonces, una vez que vio salir el alba, se puso de pie, dispuesto a presentarse en los tribunales para denunciar a quienes tanto daño le habían hecho a su amada.
—¿Sigue despierto? —escuchó la voz de Haruka.
Lord Neflyte volteó hacia el elegante sofá de color dorado donde se encontraba la princesa Urano. Ella, también preocupada, había pasado la mayor parte de la noche en vela, aunque hacía tres horas se había rendido ante la necesidad de dormir.
—No he podido dormir.
—Disculpe que no le haya ofrecido uno de los aposentos de mi hogar.
—Eso no habría cambiado nada, así que no hay necesidad de disculparse —respondió Neflyte mientras se ponía de pie—. Iré a los tribunales.
—Lo acompañaré.
—¿Está dispuesta a testificar? —lo miró sorprendido Neflyte.
Lord Neflyte era consciente de que denunciar al Rey y no poder probar su culpabilidad podría acarrear graves consecuencias, pero por amor a Lita estaba dispuesto a asumirlas. Sin embargo, no había creído que Haruka, siendo una princesa exiliada de su planeta natal, tuviera las agallas para ir en contra del rey.
—Por supuesto —respondió Haruka—. Lita es como mi hermana, así que pienso hacerlo.
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El interior de la sala de los tribunales, con sus altos muros de piedra, estaba lleno de murmullos.
Funcionarios vestidos con togas color marrón iban de un lado a otro, llevando sus plumas y pergaminos, listos para registrar cada palabra de quienes se presentaran a poner una denuncia.
Lord Neflyte, seguido de Haruka, avanzó con paso firme. El funcionario que lo atendió, un hombre de barba canosa y ojos penetrantes color dorado, lo miró con curiosidad, esperando que comenzara a relatar los hechos para registrar cada palabra.
—Acuso a Lord Aren Campbell y al rey Cedrick de la desaparición de la señorita Lita —dijo con total seguridad Lord Neflyte.
Ante su acusación, el funcionario que lo atendió intercambió miradas con el escriba y otros funcionarios a su lado que alcanzaron a escuchar cada palabra. El rey no era alguien a quien cualquiera se atreviera a acusar consciente de las consecuencias que podría acarrear.
—¿Está seguro de lo que dice, milord? —preguntó en un susurro el funcionario
Lord Neflyte asintió.
—Vine desde Terra porque en un sueño y las estrellas me revelaron que la señorita Lita estaba desaparecida.
El escriba carraspeó para controlar las ganas de echarse a reír, y entonces otro funcionario intervino.
—Milord, un sueño y las premoniciones que diga tener no son prueba de nada.
—No son solo mis sueños y mis premoniciones, su señoría —dijo Lord Neflyte tratando de controlar la tensión—. La misma noche en que la señorita Lita fue vista por última vez, la dama aquí presente recibió una carta de ella que prueba la angustia que estuvo viviendo.
Lord Neflyte Sweeney mostró la carta a los funcionarios.
—No está en idioma joviano.
—Parece ser urani —comentó el escriba.
—¿Alguien aquí entiende de eso?
—Yo —respondió Haruka.
Los hombres voltearon a ver con interés a Haruka.
—Caballero… digo, milady… ¿O debo llamarla princesa?
—¡Odio que me llamen princesa! —exclamó Haruka
—Con todo respeto, milady, usted no es una autoridad ni un miembro de los tribunales.
—Pero el urani es mi idioma materno, así que puedo hacer una interpretación para usted de cada palabra que ahí está escrita.
—¿Por qué no? Esa carta está dirigida a mi y escrita en mi lengua, además hace dos años fui testigo de cómo Lord Aren Campbell quiso abusar de ella. Y en más de una ocasión la señorita Lita me habló de los maltratos que vivía bajo el yugo del rey. El siendo su propio padre le puso un brazalete de retención que le impedía escapar de Júpiter y que anulaba sus poderes como si ella fuera una delincuente. ¿Acaso eso no es un delito, su señoría? —preguntó Haruka—. ¿No se supone que incluso para someter a eso a un delincuente se debe llevar a cabo un juicio?
—Bien, milady, sí es un delito —respondió el hombre—. Pero es bien sabido que la señorita no estaba prisionera en el castillo y que tenía acceso para salir. Entonces, ¿por qué no vino ella a presentar una denuncia? —Después el funcionario volteó a ver a Lord Neflyte—. O usted, caballero, ¿por qué si sabía que ella tenía ese brazalete nunca se presentó a denunciar a su majestad? ¿Por qué hasta ahora?
Lord Neflyte apretó los puños para no estallar de rabia. Era evidente que los funcionarios allí presentes estaban tratando de evitar que presentara la denuncia, pero también las últimas preguntas que le lanzaron despertaron un sentimiento de culpa que por un momento había estado apaciguado.
Tiempo después de conocer a Lita, ella le había hablado del brazalete que llevaba puesto en el tobillo y que le impedía salir de Júpiter y utilizar sus poderes. ¿Y qué había hecho él? Negociar con el rey para que le permitiera desposarla y entonces le quitara aquello que había sido como un grillete para ella.
Después, tras enterarse de que había sido víctima de un ultraje, herido en su ego masculino, la había abandonado aún a sabiendas del maltrato que siempre había vivido bajo el yugo de la familia real joviana.
—En su momento quise negociar eso con el rey —dijo Neflyte—. Sabía que denunciar a su majestad podría acarrear consecuencias, así que quise solucionar las cosas por medio de la diplomacia y acordamos que cuando me casara con la señorita, ella sería liberada del brazalete.
—¿Y por qué no se casó?
Lord Neflyte intercambió miradas con Haruka. Si bien hacía unos momentos habían acusado a Lord Aren de intentar abusar de Lita, mencionar que, de hecho, había sido ultrajada, aunque por otra persona, era algo que no estaba seguro de hacer.
Amaba a Lita, sí, y por ella estaba dispuesto a batirse en duelo con el mismísimo rey joviano. Quería desposarla también, pero que todo el mundo supiera que tomaría por esposa a una mujer deshonrada era algo que su orgullo no podía soportar.
—Rencillas tontas de enamorados.
—¿Rencillas de qué tipo?
Lord Neflyte tomó una bocanada de aire para darse tiempo a responder algo convincente.
—Ella quería una boda sencilla y yo quería una gran celebración, digna del primogénito del duque del Norte de Terra —dijo con ínfulas de gran señor.
—Todo esto no tiene sentido —comentó uno de los funcionarios—. El mismísimo Rey Cedrick mandó contratar los servicios de muchos escribas para que redactaran una carta para cada ciudadano de Júpiter en donde ofrece una cuantiosa recompensa a quien encuentre a su hija.
—¿Y si acaso la dama se fue por su propia voluntad? —especuló el escriba.
—Caballero, ¿no se ha puesto a pensar que si supuestamente la señorita tiene un brazalete de retención, es imposible que haya ido muy lejos?" —cuestionó el funcionario—. Incluso su padre ya la habría rastreado. ¿No será que su prometida le mintió o, en verdad, tuvo la osadia de mostrarle el tobillo?
—Quizá las malas mañas se heredan, mi Lord —comentó el escriba—. De todos es bien sabido que la hija bastarda del rey es hija de Lilly Greenwood, una pecadora que…
—¡Por favor le pido que no se exprese así de mi prometida ni de su difunta madre o también a usted lo voy a retar a duelo y créame que no le va a agradar! —amenazó Lord Neflyte, poniendo nerviosos a los funcionarios—. Mi prometida es una dama honorable que no hubiera sido capaz de mostrarme más allá de lo que una mujer virtuosa mostraría, por lo tanto, nunca le vi el brazalete, pero creo en su palabra.
—¡Pues yo sí se lo vi y más de una vez!—exclamó Haruka.
Lord Neflyte notó cómo las palabras de Haruka hicieron sonrojar a los funcionarios, quienes, además, se mostraron escandalizados.
—¿La señorita Lita le mostró sus tobillos?
—¡Soy una mujer, señoría, tenemos lo mismo!—soltó Haruka—. Y aunque no lo crea no me voy acostando con cada mujer que se me cruce.
—¡Señora Tenou, por favor, guarde silencio! —la interrumpió Lord Neflyte avergonzado, y después posó su mirada dura sobre los funcionarios—. Les pido que dejen de darle vueltas al asunto y me tomen la denuncia.
—Bien, permítame un momento, caballero.
Los funcionarios y el escriba se apartaron un momento. Lord Neflyte los miraba cuchichear entre ellos, hasta que poco después, el que lo había estado atendiendo junto con el escriba regresó junto a él.
—Bien, dos escribas redactarán las denuncias, y además, le daremos validez a la traducción que la dama haga de la carta escrita en urani—dijo el funcionario—. Pero le advierto, caballero, que esto podría ser peligroso y que, de no probarlo, la única opción será enfrentarse al rey en un juicio por combate. ¿Está dispuesto a eso y a ser llevado a la horca en caso de perder?
Lord Neflyte imaginó a su amada Lita atrapada en algún lugar donde seguramente estaría asustada y sufriendo.
—Lo estoy.
—Bien, entonces déjeme consultarlo con el juez para mandarle la notificación al rey.
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—Tú tienes la culpa de todo lo que está sucediendo — dijo llena de odio la reina Cleissy— Si hace diez años no hubieras aceptado recoger a esa bastarda, tu única hija ilegítima no estaría lisiada y postrada en una cama queriendo morir.
—¡Te recuerdo, mi querida Cleissy, que al principio yo no quería tener nada que ver con Lita! — exclamó el rey— Fuiste tú quien estuvo insistiendo en que me hiciera cargo cuando Lilly llegó con Lita al castillo. Yo lo que quería era echarlas como se echa a un perro sarnoso. — Le recordó el rey— ¿Acaso no me dijiste: "Cedrick, esto te haría ver como un buen padre ante los jovianos y ganarías popularidad"? — añadió el rey, tratando de imitar la voz chillona de su esposa.
La reina iba a responder algo, pero antes de que palabra alguna saliera de su boca, alguien llamó a la puerta de la sala del trono.
—¡Adelante!
Las puertas fueron abiertas por los guardias que custodiaban la entrada, y entonces, el mensajero real entró en el elegante salón.
—¡Majestad! — exclamó el mensajero haciendo una reverencia ante el rey— El primer ministro ya ha llegado al castillo y está esperándolo.
—¿Qué hace aquí el primer ministro?
—Majestad, le recuerdo que es martes y que en quince minutos debe dar inicio a su reunión semanal con el primer ministro.
—¡Es verdad! — exclamó molesto el rey— Hágalo pasar al salón de juntas. En quince minutos estaré allá.
—¡A la orden, majestad!
—¡Maldito Hansford! — exclamó furioso el rey cuando el mensajero salió.
—¿Le vas a decir lo que está sucediendo con nuestra hija? ¿Verdad? — preguntó la reina— Quizá recibir una carta o la presencia de su prometido…
—¡Por supuesto que no le voy a decir! — lo interrumpió el rey— ¡Nada más imagínate! Quedamos como una monarquía débil e inestable ante los ojos del pueblo joviano si se enteran de que toda esta tragedia fue causada por una bastarda y que dejó lisiada a la princesa heredera. Además, Arthur Hansford siempre ha estado hambriento de poder, si se entera no solo podría cambiar de parecer sobre el compromiso entre Wanda y su hijo, también podría buscar nuestra destitución.
—Pero…
Un llamado a la puerta interrumpió de nuevo la charla.
—¡Adelante! — exclamó de mala gana el rey.
La puerta se abrió, de nuevo el mensajero real estaba ante ellos.
—¿Ahora qué sucede?—preguntó de mala gana el rey
—Le ha llegado una notificación de los tribunales — respondió el mensajero, entregándole un estuche dorado para pergaminos.
El Rey Cedrick recordó de nuevo la amenaza que Lord Neflyte Sweeney le había hecho la noche anterior, lo cual por un momento había olvidado al estar discutiendo con su esposa. Sin embargo, aquel pergamino llegado directamente de los tribunales parecía ser la prueba fehaciente de que Lord Neflyte no amenazaba en vano y que no temía al poder de la corona joviana. Así que, pese a querer fingir que le tenía sin cuidado, recibió con manos temblorosas aquel estuche.
Una vez que el mensajero real salió, lo abrió y entonces sacó el pergamino, en el cual vio cumplidas las amenazas de Lord Neflyte:
Notificación de denuncia por Desaparición
A su majestad, el Rey Cedrick de Júpiter
Por la presente, le informamos que Lord Neflyte Sweeney, ciudadano de Terra, ha presentado una denuncia ante los tribunales de justicia joviana concerniente a la desaparición de la señorita Lita, hija natural de la finada Lilly Greenwood. Los detalles de la denuncia se encuentran consignados en los registros oficiales.
Como parte de nuestros deberes legales, le instamos a tomar las medidas necesarias para abordar esta situación y colaborar con las autoridades en la búsqueda de la dama.
Que los dioses jovianos guíen sus acciones en este difícil momento.
Brian O'Sullivan
Juez de los tribunales de Justicia Joviana
Aquel mensaje, provocó que el Rey Cedrick palideciera y que maldijera no haber echado a Lilly cuando se presentó moribunda en el castillo exigiendo que se hiciera cargo de Lita.
De pronto, sintió una fuerte opresión en el pecho, la vista comenzó a nublarsele, hasta que entonces todo se oscureció a su alrededor y no supo más de sí mismo.
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Cuando el Emperador entró al salón del desayuno junto a su esposa, los invitados se pusieron de pie para hacerles una reverencia y darles los buenos días, saludo al cual correspondieron con una inclinación.
Sobre la larga mesa kotatsu, exquisitos platillos como el arroz, yakitori, el estofado nabemono, tempura de mariscos y verduras los esperaban, sin faltar por supuesto el sake y el té; sin embargo, más que la exquisitez de aquellos platillos de apetecible aroma, lo que captó la atención del monarca fue percatarse de que Andrew se encontraba sentado junto a aquella joven joviana que había rescatado de Jupiter.
—Pueden sentarse — dijo el Emperador en su idioma natal, y después dirigió su mirada a Lita, dedicándole unas palabras en joviano— Señorita, espero que le guste la comida típica de mi planeta.
—Ya la he probado, majestad, y es exquisita — respondió Lita.
—¿Entonces había estado antes en Marte? — preguntó mientras se sentaba en el cojín de seda que estaba en el lugar reservado para él.
—Poco antes de llegar a su castillo, cené comida marciana en la nave del señor Hansford.
El rey no pudo evitar sonreír como quien descubre una gran revelación.
—Ya veo, Andrew es un caballero honorable, señorita — respondió el Emperador.
Como era la costumbre marciana, los comensales, utilizando sus palillos, comenzaron a servirse en su plato personal los alimentos que estaban dispuestos para compartir, y para el emperador no pasó desapercibido que Lita no se inmutaba al hacer lo mismo.
Supuso que quizá no sabía utilizar los palillos, pero entonces no pudo evitar que una sonrisa apareciera en su rostro cuando vio que el plato en el que Andrew había servido alimentos que había tomado lo puso frente a Lita.
Creyendo que el problema eran los palillos, le pidió a una de sus sirvientas que fuera a la cocina en búsqueda de cubiertos como los que solían usar en el resto de los planetas y que casi nunca utilizaban, pues estaban reservados para ocasiones muy especiales. Sin embargo, cuando a Lita le fueron entregados, notó que la joven invitada seguía sin comer, y que de pronto, Andrew utilizó sus propios palillos para tomar del plato de ella y llevarse el bocado a los labios.
Su amada emperatriz le dio un pellizco en la pierna, y cuando volteó a verla, notó que lo estaba fulminando con la mirada.
—Takahashi, por favor — le dijo aquella frase con su voz que, aunque sonaba dulce y melodiosa, bien sabía él que estaba cargada de amenaza.
—Perdón — dijo Andrew— Algunos alimentos le han estado causando náuseas a Lita, así que los pruebo para cerciorarme de que no tengan algún ingrediente que la haga sentir mal.
El emperador, escandalizado ante aquella noticia, pero manteniendo aquella fachada de seriedad y estoicismo bajo la que ocultaba muy bien que le gustaban los cotilleos, los miró interesado.
—¿Desde cuándo tiene náuseas, señorita? — se dirigió el emperador a Lita.
La joven titubeó, como si pensara en una respuesta convincente.
—Desde hace un mes.
—Quizá deberían comentárselo a la princesa Ami — dijo el rey— Es una excelente doctora, aunque ella tiene que partir pronto a Mercurio. Pero no se preocupe, la familia real de Marte cuenta con su propio médico que podríamos poner a su disposición.
Lita agradeció, y el rey siguió comiendo mientras mantenía aquella postura de seriedad y estoicismo. Por dentro, ya estaba suponiendo que aquel rechazo por ciertos alimentos y las náuseas que Lita tenía seguramente se debían a que estaba embarazada.
De pronto, todo estaba claro ante sus ojos, o al menos eso creía él, pues llegó a la conclusión de que Andrew y esa bella joven tenían un romance que seguramente su amigo Arthur Hansford no aprobaba, y que además estaba embarazada.
"¡Ay, Arthur! ¿Qué serás de ti cuando sepas que vas a ser abuelo?" Pensó para sus adentros imaginando la cara de su amigo cuando supiera que su hijo, comprometido con la princesa heredera de Júpiter había embarazado a otra dama.
¡Hola!
Pues bueno, una vez más les traigo un capitulo de este fanfic que de momento es mi inspiración.
Ahora diganme. ¿Qué les pareció?
Espero les haya gustado
Como siempre, un saludo especial a mis amigas que siempre me dejan sus review: Hospitaller Knight y Maga del Mal.
Lectores anónimos: ¿Ustedes que opinan? No sean tímidos, los review siempre los contesto.
En fin, si por aquí pasa alguien de la página de facebook tambien muchos saludos.
Nos vemos en el próximo capítulo
Edythe
