Tras el encargo de Seira, Noelle se apresuró a cruzar a la otra esquina donde estaba la tienda de Nori Bento de los Hoshimiya. Miró hacia los lados, para comprobar que ningún auto pasaba.

Una vez estuvo frente a la tienda, empujó la puerta haciendo sonar la campana. Como siempre estaba allí la señorita Ringo, atendiendo a los clientes. La mujer se distrajo un momento de la orden, y con una sonrisa dió la bienvenida a Noelle.

– ¡Estoy buscando a Raichi! – explicó la joven, refiriéndose al hijo de la señorita Ringo.

– Está en su cuarto, pasa.

Sin esperar más, se internó en el pasillo de la casa. Ya frente al cuarto de Raichi, tocó la puerta. Lo oyó responder "pasa".

Al abrir, se encontró con que el chico estaba tecleando en una computadora. Tenía abierto el Photoshop, editando una de las páginas del periódico Aikatsu. Cuando vió a Noelle, se sobresaltó.

– ¡No te esperaba!, ¡Pensé que eras mi mamá!

Ella se rió, y se sentó en la litera al lado del escritorio.

– Hoy es el cumpleaños de Sora-chan. La directora Tiara, mi hermana y algunas amigas le están preparando una sorpresa.

– ¡Suena interesante!, ¡Una fiesta exclusiva de idols!

– Así es, pensé que te gustaría hacer un reportaje sobre ella en el periódico Aikatsu.

Él se levantó del asiento, emocionado por la idea.

– ¡Claro que sí!

– Pero hay una condición. – agregó ella, levantando un dedo. Raichi se volvió a sentar.

– Tú y yo tenemos que preparar la decoración, sólo así Seira nos dejará. – explicó Noelle en voz baja.

El chico asintió, pero se quedó un poco pensativo.

– Si el cumpleaños es hoy, no hay mucho tiempo.

– ¡Por eso tenemos que apresurarnos!, ¡Prepara tus maletas y vámonos!

– ¿Maletas?, ¿Pues dónde es?

– ¡En casa de María-chan!

Raichi abrió los ojos, revelando que aquello le había tomado por sorpresa. Sabía que la casa de María quedaba lejos, atravesando un montón de montañas. Fue a la cocina y regresó. Le informó a Noelle que tenía permiso para ir.

Pasado el mediodía, y la hora del almuerzo, el joven Hoshimiya se paró frente a la casa de Noelle. Ella salió por la puerta con un lindo vestido que le llegaba hasta las rodillas, y unas botas altas. Tenía su pequeña maleta rosa, con calcomanías de los escudos de las academias idol. Aún recordaba cuando unidos los mundos Aikatsu habían descubierto otras escuelas como Neo Venus Ark, Star Harmony y Yotsuboshi.

Seira salió tras ella con un delantal manchado de merengue, llevaba en sus brazos una caja pesada.

– Quedan oficialmente declarados los jefes de la decoración, ¡Nada puede salir mal!, ¡Saben que Sora es muy detallista!

Dejó caer la caja en manos de Noelle. La chica se desequilibró y cayó hacia delante junto con el objeto, haciendo un ruido de cristales rotos en el exterior de la cafetería. Seira se disculpó y ayudó a su hermana menor a levantarse. Raichi se acercó a la caja y la revisó.

– ¿Qué tenía esto adentro?

Seira se llevó una mano a la cara.

– Artículos de fiesta, y el regalo para Sora, un jarrón de Marruecos, su tierra natal.

Noelle agachó la cabeza, mostrando un poco de tristeza.

– No era mi intención romperlo. – dijo, con voz temblorosa.

Seira abrazó a su hermana, mientras le pasaba un mano por el cabello la calmó.

– La culpa es mía, debí dártela con más cuidado.

Raichi observó la escena, y no le gustó ver a Noelle triste, con un esfuerzo terrible, elevó la caja del suelo.

– Ay, Raichi, eso es muy pesado. – le advirtió la chica, preocupada.

– ¡No es nada! – respondió, acomodando sus brazos alrededor de los artículos.

– Eso es normal, Noelle. Él quiere demostrar lo fuerte que es delante de ti. – agregó Seira con una sonrisa traviesa.

Raichi se sonrojó entero, miró a los lados a ver dónde podía esconderse, pero no encontró sitio.

– En fin, estará roto el jarrón, pero quizás lo podemos reparar en casa de María, ¡No te preocupes, Noelle-chan!

Los ojos de la menor Otoshiro se llenaron de brillo. Asintió con la cabeza. El Aikatsu Phone de Seira sonó, marcando una llamada. La hermana mayor lo agarró y contestó. Luego de unos segundos de silencio habló.

– Ah, ya va a llegar el helicóptero. – explicó Seira a Noelle.

– ¿Helicóptero? – preguntó Raichi, confundido.

Sintieron una fuerte ráfaga de viento tras ellos, que casi volvió a tirar a Noelle al suelo. En la puerta del vehículo estaba María, agarrándose con fuerza de los bordes. El helicóptero se detuvo sobre la carretera, interrumpiendo el paso peatonal. Las bocinas de varios coches chillaron en señal de protesta.

Noelle se subió enseguida, como si aquello fuera lo más natural del mundo. Raichi, luchando con el peso de la caja, la siguió. Acomodó el objeto en el suelo del vehículo. Sintió un gran alivio en los brazos. El helicóptero comenzó a elevarse del suelo. Seira los despidió con la mano, mientras se alejaban al cielo.

Desde lo alto, Tokyo parecía una maqueta, con sus casas pequeñas y las carreteras llenas de cochecitos de juguete. Raichi tuvo escalofríos, pues nunca había estado a esa altura. Vió lo tranquila que estaba su compañera y eso le pareció extraño, pero sabía que no podía quedarse atrás. Se acomodó en el asiento, y evitó mirar por la ventana.

Desaparecieron las ciudades, y surgió el verde manto de la hierba. Atravesaron por encima de las montañas. Luego Noelle divisó varias vacas. María abrió la puerta del helicóptero, con una calma increíble.

– ¡Elizabeth III, ya llegué! – gritó, creyendo ingenuamente que desde tan lejos su vaca favorita la escucharía.

Llegaron a la mansión de María en la cima de la colina. Raichi volvió a hacer el esfuerzo descomunal de levantar la caja y sacarla del helicóptero, la colocó en el suelo nada más le dió el chance. María no se bajó, le dió algunas indicaciones a unos sirvientes para que recogieran a las vacas, y luego miró a ambos chicos a los ojos.

– ¡Aquí los dejo!, Tienen toda la mansión a su disposición para lo que necesiten. Yo iré a ayudar a Seira y a Kii con algunos detalles. Vendremos con Sora al atardecer.

Tras esas palabras cerró la puerta del helicóptero, el cual volvió a perderse en el cielo más allá de las montañas. Noelle se acercó a la caja e intentó subirla, el joven Hoshimiya la detuvo.

– ¡Llevas mucho tiempo cargándola!, No es justo para ti. – contradijo la chica, con algo de preocupación.

– Descuida, no quiero que te hagas daño otra vez.

Sintió que los brazos se le hacían espárragos, pero volvió a subir la caja. Ambos caminaron a paso rápido al jardín trasero de la mansión. Un lugar con un hermoso enrejado repleto de rosas blancas. Había una mesa redonda en medio, allí el chico colocó la caja.

Noelle la abrió, sacó los artículos de fiesta, dejando adentro únicamente las piezas macizas del jarrón destrozado.

– Con razón pesaba, mira el grosor de esta cosa. Es más ancho que mi mano. – reflexionó la chica, luego de tomar una pieza pequeña y compararla con su palma. – Para pegarlas necesitaríamos barro.

Raichi se asomó al interior de la casa, y pidió a uno de los sirvientes de María que buscara barro. El señor se mostró extrañado por la petición, pero se fue enseguida a ejecutarla.

En lo que aquel buscaba, comenzaron a adelantar la decoración del jardín. Colocaron algunas cadenetas de colores a lo ancho del enrejado.

– No te sobreesfuerces, Raichi. Sé que te cansaste mucho cargando la caja. – dijo Noelle.

– Ya te dije que está todo bien. – respondió él con una sonrisa.

– Que no sea por andar demostrando tu fuerza.

– No..., claro que no. – negó el joven Hoshimiya, volviéndose a sonrojar al recordar las palabras y el tono usados por Seira anteriormente.

Llegó de nuevo el sirviente, con más barro en la cara y en el traje que en la vasija que había traído en las manos, pero algo era algo. Ambos agradecieron al señor por su ayuda. En fin, se enfrentaron al desafío de volver a pegar las piezas, a las cuales no hallaban el sentido. Noelle escribió a Seira por el WhatsApp, pidiéndole una foto del jarrón en su estado original.

Era un diseño azul, con patrones de triángulos verdes y amarillos. Tenía pintada en el centro una cacatúa, similar a Palm, la mascota de Sora. Sin dudas Seira y las demás se habían esmerado en conseguir algo que le gustara a su amiga.

Luego de pegar y despegar piezas durante un buen rato, se encontraron con que el jarrón había sido reparado. Entre ambos y con ayuda del sirviente, lo transportaron hasta un horno de piedra en otro de los costados de la mansión.

Al meterlo a fundir, Noelle retiró la mano, y una expresión de dolor apareció en su rostro. Se había quemado. Se acercó a un fregadero cercano al horno, y abrió la llave, dejando caer el agua fresca sobre su mano. El señor se fue con rapidez, y trajo un botiquín.

– Yo me encargo. – dijo Raichi, parándose junto a Noelle. Le frotó la mano con una crema de aloe.

– Lo siento, hoy estoy un poco torpe. – agregó ella, con sus ojos llenándose de lágrimas.

– Vamos, Noelle-chan, no eres torpe. Todos nos equivocamos.

– Es que me duele. – respondió, con voz temblorosa.

– Verás como ya te vas a sentir mejor.

Con cuidado, Raichi tomó una venda del botiquín y la colocó alrededor de la mano de la joven idol. Ella se quedó mirando la expresión seria del joven Hoshimiya, y una sensación nueva la invadió, un ligero rubor marcó sus mejillas. Él realmente estaba preocupado por ella. Con la mano libre, intentó secarse las lágrimas, y sonreír.

– Gracias, siempre eres tan amable conmigo.

– No es nada, ¡Me gusta cuando estás feliz!

La menor Otoshiro se ruborizó más, ¿Qué era este sentimiento que comenzaba a despertar dentro de sí?, ¡Nunca un cumplido la había avergonzado tanto!

Mientras se fundía el barro que habían usado para pegar, regresaron al jardín. Raichi quería encargarse de todo, y no permitir que Noelle hiciera alguna tarea con la mano de la quemadura. Ella no hizo más que reírse, la preocupación de Raichi le parecía un halago. De todas formas ayudó como pudo. Terminaron de decorar el lugar.

– ¡Esto es hermoso!, ¡A Sora-chan le encantará!

– Veamos cómo está el jarrón.

Regresaron donde el horno. Ya estaba el sirviente allí, sacándolo con cuidado, y colocándolo sobre una mesa cercana.

– Aún tiene que enfriarse, pero ya está pegado. Si necesitan algo me llaman.

Ambos asintieron con la cabeza, aliviados de haber tenido reparado el jarrón a tiempo. Se sentaron cerca de la mesa. Vieron que ya se divisaban los brillos anaranjados del atardecer. La hierba se movía al compaz del viento, y las nubes rosadas se marchaban. Las vacas de María daban sus últimos mugidos antes de entrar al establo. Lograron ver que el helicóptero volvía a aparecer tras las montañas.

– Me encanta este lugar, es muy tranquilo, y hermoso. – dijo Noelle, casi susurrando, como si quisiera no perturbar la paz del momento. Raichi tomó su mano sana, en un gesto tierno.

– Es muy parecido a ti.

Ambos se miraron a los ojos. Sus miradas se llenaron de brillo. No supieron cuánto estuvieron así. Cayeron en la realidad cuando escucharon la voz de Seira.

– ¿Cómo están los tortolitos?