Escrito para la actividad Love Hotel del Club de Lectura de Fanfiction para la Ronda 1: Primeras veces
Inicialmente iba a ser para la ronda PWP, de ahí que no me preocupara que la situación fuera muy surrealista XD, luego empecé a meterle sentimientos y ya no quedó tan PWP pero la situación siguió igual de surrealista. Me disculpo si está horriblemente OOC o si hay incongruencias con el canon. Además, el smut no es lo mío y esto es lo primero que publico desde hace 9 meses, sed buenos conmigo, please. Ah, ponía en Ao3 que lo subí sin editar y no recuerdo si al final lo hice, ups. Espero que os guste.
Advertencias: Glory hole, semi public sex, primera vez, demisexualidad, nopor con sentimientos, POV Ángel
Como los humanos
Aunque no lo parecía por su habitual gesto aburrido, Ángel observaba con curiosidad aquel antro. Desde que formaba parte de la división 4 podía decir que su vida social había aumentado, si es que vida social se podía llamar a salir del sótano en donde eran recluidos como armas letales para matar demonios. Lo bueno era que, entre uno y otro, tenía tiempo de ir descubriendo los placeres de aquel mundo que aún no comprendía muy bien.
Un sabroso helado, un paseo tranquilo, dormir hasta tarde, ver una película un día de lluvia… Eran algo insignificante que, a veces, le hacía sentir que merecía la pena seguir vivo. Para hacerse una idea de qué cosa nueva podría probar que pudiera gustarle solía prestar atención a los humanos, aunque no siempre resultaba bien.
Delante tenía el tan famoso alcohol por el que los humanos perdían no solo la cabeza, sino el sueldo y la dignidad. Aquel bar de mala muerte estaba sucio y una desagradable neblina de humo difuminaba los rostros de la gente que no acudían allí para nada bueno. En reservados se cerraban tratos ilegales amenizados por chicas ligeras de ropa, los que no tenían dinero para pagarse una habitación aprovechaban los rincones para dar rienda suelta a su lujuria.
Ellos estaban allí porque los demonios solían frecuentar lugares como aquel, donde humanos corruptos eran presas fáciles, y habían ocupado un reservado para poder vigilar mientras disimulaban actuando como la clientela.
Y eso incluía beber y ser agasajados por chicas que ofrecían sus servicios con descaro en una lista de precios que acompañaban las bebidas como si se tratara de un inofensivo posavasos.
Después de tener que detener a Power antes de golpear a varios hombres que solicitaron sus servicios, decidieron dejarla a ella y a Kobeni en la zona menos expuesta a las miradas. Esto provocó que Denji quedara en la parte de fuera y que en aquellos momentos se encontrara lidiando contra sus instintos y la chica que se le había sentado en su regazo, consciente de que cualquier roce supondría tener que desembolsar dinero.
Aunque por las reacciones la situación parecía ser hilarante, Ángel no entendía del todo este tipo de convenciones humanas. Por un lado había toda una carga simbólica sobre el sexo, mientras que por otro se podía reducir a una lista de precios para cada práctica.
A veces sentía curiosidad. Desde tiempo inmemoriales, los humanos habían perdido la cabeza por el sexo, una de sus bajas pasiones y debilidad que los demonios sabían aprovechar bien. Pero Ángel nunca había sentido ese instinto del que hablaban.
Si observaba a Denji podía ver que era un humano muy abierto y transparente en sus deseos. Se notaba en sus gestos y en la química que despedía su cuerpo. Sin embargo, no todos los humanos eran así, otros eran más reservados, incluso llegaba a pensar que carecían de ese tipo de impulsos como él.
Buscó con la mirada a Aki, quien iba ya por su tercera jarra de cerveza. Y no supo si se debía a eso, pero notó que su habitual estoicismo se tambaleó cuando otra chica se acercó y también se sentó en sus piernas mientras le rodeaba el cuello con sus brazos y se inclinaba a susurrarle al oído.
Ángel tampoco sabía si aquella cosa extraña que sentía dentro de él también se debía a la cerveza que había tomado, o al humo de olor extraño que llenaba el local y que le estaba haciendo marearse.
Observó cómo Aki tomaba la lista de precios en su mano y, tras echarle un vistazo, al cabo de unos minutos, se levantó. Y aquella cosa dentro de Ángel se sintió más apretada al punto de costarle respirar. Tosió varias veces, pensando que se trataría del humo. Kobeni le preguntó si estaba bien y sospechó de qué se trataba cuando pudo dar una bocanada de aire al ver a la chica alejarse y sentarse en el regazo de otro cliente y a Aki perderse por un pasillo, solo.
No recordaba haber experimentado esa sensación antes, a pesar de que era consciente de que todos se sentían atraídos por Makima. Tal vez la universalidad de ese sentimiento era lo que le hacía no darle importancia, como algo platónico.
Sin embargo, esta vez con aquella chica había sido diferente. Había sido la primera vez que notaba la incomprensible llama del deseo en Aki.
Y, quizás, también en él. Porque de no desearlo, de no haber querido ser él quien estuviera en su regazo y despertara algo en él, no habría sentido aquella extraño y doloroso vacío en su pecho.
De todas las veces que se había preguntado cómo sería y qué tenía para que los humanos le dieran tanta importancia al sexo, jamás se había visto a sí mismo como sujeto activo. Hasta ese momento.
Quizás le daba miedo que fuera decepcionante, como la cerveza que tenía delante y que bebía por imitación.
Sin dar explicaciones, Ángel se levantó, abrumado por el descubrimiento de su propio sentir y se tomó el mismo camino que Aki. Sus compañeros tampoco preguntaron, entretenidos entre la bebida y las cosas que le pasaban a Denji.
El pasillo estaba oscuro. La música del local se iba quedando atrás para dar paso a los sonidos del sexo, que ambientaban el lugar escurriéndose a través de las puertas que había a cada lado.
Por un momento temió porque Aki se metiera en alguna de aquellas habitaciones donde alguna señorita le estuviera esperando para realizar sus fantasías; pero vio con alivio que giró al final hacia la izquierda, donde una señal luminosa indicaba que se encontraban los baños. No estaba mal, le vendría bien refrescarse un poco para quitarse el mareo y el embotamiento y así tendría una excusa si se encontraba con Aki porque…¿en qué estaba pensando? ¿Acaso le iba a decir que le estaba siguiendo porque había experimentado deseo por primera vez gracias a él y que algún tipo de fuerza superior le había hecho ir detrás, irremediable, como atraído por un imán invisible?
Probablemente todo se debiera al alcohol y las drogas que flotaban en el ambiente.
Al girar la esquina vio cómo Aki entraba en uno de los dos cubículos que había en la habitación. Le extrañó que no hubiera lavabo ni espejo ni secamanos como solía haber en los aseos públicos, pero pensó que tal vez estuvieran dentro de las cabinas, ya que eran de un tamaño más o menos grande.
Tal fue su sorpresa cuando vio que no había nada de eso en el interior. No tuvo tiempo ni de pensar que aquello, probablemente, no se tratara de un baño como había pensado, cuando oyó la voz de Aki al otro lado.
一¿Hay alguien ahí? 一preguntó, pues seguro había oído que alguien había entrado detrás de él.
Ángel no respondió, casi en pánico. Reconocería su voz y… No tenía muy claro para qué era aquel agujero en la pared que separaba ambas cabinas. ¿Y si Aki se asomaba? Le vería ¿y qué podría decirle? Tendría que haber pensado mejor las cosas antes de levantarse por impulso.
Vio cómo Aki introducía un dedo por el agujero y lo movía como indicando que se acercara. La reacción instintiva de Ángel fue lo contrario, alejarse hasta dar con la otra pared.
一Si estás ahí y… quieres algo, toca mi dedo o di que sí.
Consciente de que no podía tocar el dedo sin arrebatarle días de vida a Aki ni hablar sin que le reconociera, se limitó a golpear tres veces la pared con los nudillos. Lo hizo rápido y se quitó del campo de visión del agujero, por si acaso a Aki le daba por mirar a través de él.
Estaba a una altura un poco rara, pues para mirar habría que estar de rodillas o agacharse, y se percató de que el taburete que había allí tal vez sirviera para eso y se sentó en él. No había nada más allí que una papelera y una máquina de condones que iba con monedas.
¿Condones? No es que se sorprendiera de que hubiera una máquina de condones en un local de alterne como aquel, sino que estuviera en un lugar tan escondido. Tan raro.
Enseguida lo comprendió, cuando vio aparecer lo que se suponía debía ser la polla de Aki a través del agujero, que tenía el diámetro justo para que pudiera pasar con holgura sin rozar.
Ángel no sabía cómo sentirse en aquel momento. Se suponía que los humanos tenían sexo como muestra de amor, con fines reproductivos o para saciar sus impulsos. Le daba un poco de pena que su primera vez fuese así, en un lugar desagradable y, aunque con la persona que le gustaba, fuese algo totalmente anónimo e impersonal. Pero, por otra parte, tenía delante la solución al mayor problema que se le podía presentar: ¿cómo tener sexo con otra persona cuando no podían tocarle sin reducir su esperanza de vida?
Quizás otro día, hubiera vencido la razón y hubiera desechado la idea, pero no iba a ser aquel día. Podía culpar al alcohol, a la marihuana que había inhalado que lo tenían en una nube, o a que ambas cosas lo habían puesto caliente al ver a Aki con otros ojos.
Dispuesto a no arrepentirse y dejarse llevar, Ángel sacó un preservativo de la máquina, abrió el envoltorio con cuidado y lo colocó en la punta del pene de Aki hasta desenrollarlo por completo. Admiró unos segundos su obra. La pared alrededor del agujero impedía que el cuerpo de Aki tocara el suyo, por lo que solo estaría en contacto con el látex del condón. Perfecto.
Comprobó para qué estaba allí el taburete, a la altura ideal que le permitiera metérselo en la boca sin forzar el cuello. Ángel nunca había hecho una felación, ni siquiera había dado su primer beso y se temía que eso nunca ocurriría dadas sus circunstancias, así que solo le quedaba aprovechar la oportunidad y dejarse llevar por el instinto.
Comenzó besando la punta con timidez para pasar a repartir pequeños besos por el tronco. Al otro lado se oía la respiración pesada y jadeante de Aki que le hacía ver que no lo estaba haciendo mal, por lo que se animó a ir un paso más allá, sacando la lengua y lamiéndolo en toda su longitud, para centrarse en el glande, pues se veía que a Aki le gustaba ese juego que estaba haciendo con la lengua, a juzgar por cómo sus jadeos aumentaban de intensidad, y se atrevió a seguirle el ritmo, ayudándose con una mano a la vez que repetía el movimiento con la boca.
Resultaba muy extraño que algo que no le reportaba placer físico a él mismo le estuviera resultando excitante. ¿Así que de eso se trataba? No solo se trataba del propio placer sino de compartir y dar a la otra persona…
Ángel se dejó llevar por esa curiosidad y se atrevió a explorar su propio cuerpo en consonancia con sus movimientos y las respuestas que obtenía de Aki.
Sentado en el taburete, abrió las piernas para tocarse, dándose cuenta de que las había estado apretando sin querer, reaccionando a esa dureza desconocida que ahora tanteaba tímidamente con la yema de sus dedos.
La sensación era agradable y no le costó dejarse llevar hasta sorprenderse ahogando sus gemidos alrededor del miembro de Aki.
Fue como despertar de un sueño en el que no se reconocía. No sabía cómo, pero había cerrado los ojos y había acabado con la mano metida en el pantalón hasta desabrocharlo y liberar su propio pene, que estimulaba al mismo ritmo que seguía con su boca, imaginando que justo eso era lo que Aki debía estar sintiendo en ese momento.
Ah, era muy vergonzoso perderse de esa manera en el placer. Tal vez comenzaba a entender por qué el sexo era algo tan adictivo para los humanos, capaz de hacerles perder la razón hasta el punto de considerarse un pecado.
La risa de Aki rompió el ambiente, y Ángel se dio cuenta de que no habían sido solo sus gemidos los que le habían traído de vuelta a la realidad. La vibración del sonido al salir de su garganta había producido en Aki un agradable cosquilleo. O eso supuso al ver su reacción.
—Tienes una voz muy bonita —dijo Aki.
Ángel se detuvo en seco sin saber cómo tomarlo. ¿Lo decía en serio? ¿O acaso lo había reconocido? ¿Acaso se le había escapado demasiado fuerte? Estaba totalmente avergonzado.
—¿Te he asustado?
Ángel dudó si retomarlo para evitar dar pie a que siguiera preguntándole
—¿O es que eres de pocas palabras? —dijo al ver que no respondía.
Ángel retomó lo que estaba haciendo, era la mejor manera de tener la boca ocupada.
Empezó despacio, reconociendo con la lengua cada milímetro, cada vena, para mantenerlo en su memoria pues no habría otra oportunidad como esa. Se recreó en sentir las respuestas a sus atenciones, en cómo palpitaba, en cómo el cuerpo de Aki se estremecía y su respiración se aceleraba y le alentaba cuando algo le gustaba.
—Oh, sí…
También retomó su propia estimulación, acoplándose enseguida al ritmo de Aki tanto en movimientos como sus respiraciones, como si estuvieran hechos para entrar en sintonía.
Cuanto más rápido iba notaba que algo se acercaba. No sabía qué era, tan solo algo instintivo que le hacía acelerar para obtenerlo cuanto antes. Algo que se acumulaba en su vientre y amenazaba con estallar. Quería probarlo, quería saber qué era, qué se sentía, porque cuanto más rápido iba mejor se sentía. Algo grandioso debía esperar al final. El placer y el deseo se habían unido y crecía en ebullición.
De nuevo casi se perdió en aquellas sensaciones. Su mano iba rápido, en su propio pene y en el de Aki, y su garganta tragaba tan profundo que se sorprendió de que no le dieran arcadas.
Pero no llegó a hacerlo.
—Si sigues me voy a correr.
¿Correr? ¿Eso era? ¿Así se llamaba el tesoro al final del arcoiris? ¿Lo que sucedería si continuaba?
Confundido, Ángel se detuvo ante la advertencia. Su propio cuerpo le pedía continuar ¿por qué Aki no querría hacerlo? Miró un segundo su entrepierna, donde su miembro erecto y brillante parecía suplicar que no lo dejara abandonado. Era incluso molesto.
¿Acaso lo hacía mal? O…, notó que sus mejillas se encendían al caer en la posibilidad de que ¿podría ser que lo hiciera demasiado bien?
—¿Quieres hacerlo?
La voz de Aki al otro lado lo sacó de sus pensamientos con algo que no esperaba. Su respuesta fue instantánea, fruto de la sorpresa. Tuvo que morderse los labios antes de dejarse en evidencia.
—¿Hac…?
Al otro lado, Aki respondió con una risa suave que hizo que un agradable cosquilleo le recorriera por dentro, pues su corazón ya había comenzado a latir acelerado ante aquella propuesta.
Ahora entendía. Aki se refería al acto sexual, ese por el que los humanos eran capaces de perderlo todo y acabar en el infierno. Aki le había pedido que se detuviera para hacer eso con él.
No necesitó mucho para convencerse. Ángel miró el espacio seguro que ofrecía aquel agujero y el látex que protegía a Aki mucho más de lo que él imaginaba, y lo tuvo claro, siendo consciente de que no tendría otra oportunidad en la que probarlo de manera segura.
De hacerlo con Aki.
Reconocía un extraño sentimiento que le hacía tener la certeza de que, de haber sido otra persona, un extraño cualquiera de aquel antro, la respuesta hubiera sido muy distinta pese a la tentación, pues la sola idea le repugnaba. Hasta ese momento, cuando antes observaba el comportamiento primario y visceral de los humanos, sentía incomprensión y rechazo, pero por alguna razón con Aki era distinto. Suponía que esa diferencia también la sentían los humanos y era lo que a veces creaba vínculos sólidos.
Lo había experimentado en las breves interacciones que habían tenido en aquel habitáculo. Las respuestas de Aki, su risa sincera, su voz, el modo en que se conectaban el uno con el otro, se sentía más importante que el hecho de estar teniendo sexo por primera vez en aquellas inusuales circunstancias.
Y Ángel estaba dispuesto a seguir experimentando, pues sentir se sentía demasiado bien, no solo a nivel físico y placentero.
Aunque sabía lo que tenía que hacer, pues lo había visto cientos de veces, los nervios se apoderaron de él y, para que Aki no pensara que se echaba atrás, retomó las caricias. Debía mantener el miembro bien estimulado.
—¿Quieres… que te ayude?
A punto estuvo de que se le escapara la voz de nuevo, solo que esta vez Aki notó su tensión al detener las caricias.
—Déjame un momento —dijo mientras retiraba su pene del agujero.
Por un instante, Ángel temió que se asomara y lo descubriera, sin embargo, lo que apareció a través de la pared fueron sus dedos índice y corazón haciendo un movimiento que simulaba llamarle.
—Colócate aquí o, si prefieres hacerlo tú, dímelo —Aki esperó un segundo antes de continuar—. Ah, no te gusta mucho hablar, ¿cierto? Si prefieres hacerlo tú, golpea la pared una vez, si quieres que lo haga yo, hazlo dos veces.
Ángel consideró ambas propuestas. Nunca había considerado tocarse de esa forma, no había sentido esa necesidad de hacerlo, aunque estaba claro que de ahí en adelante sería algo que podía probar, sobre todo si pensar en Aki o estar a su lado a diario le seguía provocando aquellas extrañas sensaciones. Por el contrario, ser estimulado por otra persona en aquel lugar tan íntimo le causaba vergüenza, pero, de nuevo, no tendría otra oportunidad como aquella. El factor sorpresa, no saber lo que la otra persona haría a continuación, era muy excitante.
No le costó decidirse. Solo tuvo que echar un breve vistazo a la pared opuesta donde estaba la máquina dispensadora de condones y tocar su bolsillo para ver que aún le quedaba alguna moneda. Así que tocó dos veces la pared antes de levantarse a sacar uno.
—Espero que no te moleste —dijo Aki, y oyó cómo encendía un cigarrillo.
Quizás Aki pensara que su breve demora se debía a estar desnudándose, o quién sabía, lo que estaba claro era que no se esperó que Ángel colocara el preservativo alrededor de sus dedos. Aquel precavido gesto debió parecerle tierno, pues le arrancó otra suave risa.
Ángel suspiró, embelesado. La risa de Aki sonaba demasiado bonita, era una pena que en su día a día tuvieran tan pocas oportunidades de reír, y apenas la disfrutara cuando el alcohol disipaba sus preocupaciones.
Se prometió ser más amable y simpático con él.
—Ven aquí —dijo, a la vez que le invitaba a acercarse con los dedos.
Era una suerte que Aki no pudiera ver sus mejillas encendidas al acercar su trasero a la pared, La posición no era de lo más cómoda y las alas le rozaban con la pared, aunque agradeció enormemente la presencia del taburete para apoyar los brazos. No sabía cuánto duraría. Había visto de todo, gente que acababa en unos minutos y gente que se pasaba horas, incluso días. Moría de curiosidad preguntándose si sería tan adictivo como parecía.
Sintió el tacto frío y resbaladizo del látex tantear su entrada e intentó relajarse, pues sabía que tendría que conformarse con el lubricante que el condón traía de fábrica.
Le pareció que todo iba muy despacio, permitiéndole disfrutar y saborear cada segundo. Afuera se oía la música del club lleno de gente, pero por alguna razón nadie había irrumpido para molestarles. Lo lógico hubiera sido que fuera rápido para evitar posibles interrupciones y, sin embargo, Aki se preocupaba por extender bien el lubricante con pequeños círculos e ir poco a poco adentrando primero un dedo y después otro, siempre con cuidado. Quizás gracias a eso, Ángel no podía decir que fuese una sensación desagradable, sino todo lo contrario pese a lo extraño que se sentía.
Quería más de Aki, necesitaba más de Aki, así que lo animó a continuar sin miedo al moverse buscando un contacto más profundo.
Oyó una risa ahogada en modo de respuesta y sintió el rubor de la vergüenza, preguntándose si había sido demasiado atrevido o ansioso por su parte.
—¿Estás seguro? —dijo, introduciendo los dedos más profundo sin esperar una respuesta, que llegó a modo de jadeo y otro movimiento de su trasero que facilitaba llegar más adentro.
Pensó que Aki debía ser un amante muy atento en su día a día y, por primera vez desde que recordaba, lamentó que su condición le impidiera poder disfrutar de esos momentos, de cómo sería poder expresar cariño y amor como los humanos hacían.
Con suavidad fue moviendo los dedos en círculo hasta que un tercero pudo entrar sin problema. Ángel creyó que sería peor, pero la quemazón por la dilatación se le hacía soportable, tal vez porque en su interior se empezaba a combinar con nuevas e interesantes sensaciones.
Aki debió notarlo en su respiración jadeante, que se hacía más fuerte cada vez que la yema de sus dedos alcanzaban cierta zona.
—Ahí… —susurró, rozando esa parte cuando en el meter y sacar los dedos llegaba a la parte más profunda en una cadencia aún lenta para que Ángel se acostumbrara—. Tócate. Tócate para mí…
Quizás fueran ilusiones suyas pero la voz de Aki sonaba llena de deseo. Aún no había asimilado que se pudiera sentir placer y excitación sin recibir ningún estímulo, tan solo dándolo y viendo a otra persona disfrutar. Y Ángel no dudó en hacerlo si Aki era eso lo que deseaba.
Llevó su mano a su entrepierna donde la erección aún seguía y no pudo evitar preguntarse si todo aquello que estaba recibiendo también mantendría excitado a Aki. Todo apuntaba a que sí y pronto lo sentiría en su propio cuerpo.
Comenzó a acariciarse siguiendo el movimiento con el que Aki lo penetraba con los dedos. Todo se sentía tan en sintonía que deseaba que aquella pared que los separaba desapareciera. Cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones. Si por separado había sido toda una experiencia, juntas multiplicaban el placer, pues las atenciones de Aki hacían que necesitara con mayor urgencia tocarse para llegar al final.
—No te apresures o terminarás antes de tiempo.
Ángel le hizo caso y dejó de tocarse. Incluso así, estaba seguro de que podría acabar tan solo con los dedos de Aki. Notaba cómo su cuerpo se tensaba anticipando la recta final. Aki también debió hacerlo, retirando sus dedos al notar cómo se contraía alrededor de ellos.
Le dejó una sensación de vacío muy desagradable que deseaba que fuera llenada de inmediato.
—¿Estás preparado?
Le dieron ganas de gritarle "Hazlo", pero si Aki descubriera que era él no sabía cómo sobrevivir a ello. Era curioso, muchas veces había tenido la idea de morir sin nada que mereciera la pena su existencia en este mundo y, de repente, esa posibilidad le parecía aterradora. ¿Acaso había encontrado algo por lo que merecía la pena vivir? ¿Era el sexo? ¿La posibilidad de amar? ¿Aki?
Eran demasiadas preguntas y no era el momento de pensar en ellas. Era el momento de pensar en cómo Aki colocaba la punta de su pene y rozaba su culo. En cómo se sentía cada milímetro que entraba y cómo su cuerpo se adaptaba a él abriéndose más allá de la dilatación producida por sus dedos. La polla de Aki era más grande que sus dedos y le producía un dolor placentero que remitió cuando, una vez estuvo dentro, Aki le permitió unos segundos para acomodarse antes de empezar a moverse.
Ángel estaba más que preparado. Su corazón latía con fuerza en su pecho. Estaba unido a Aki de la manera más íntima posible. No podía creerlo.
—Oh sí…
Lo oyó al otro lado. Su voz susurrante. Tomó una calada y la expulsó con lentitud a la vez que movía sus caderas con embestidas largas. Sabía lo mucho que le gustaba fumar e imaginó cómo debía sentirse disfrutando por partida doble.
Eso le recordó que podía masturbarse, aunque prefirió no hacerlo aún. No quería que acabase antes de tiempo. Así que se centró en el placer que le proporcionaba Aki. Cada embestida certera rozaba aquel punto mágico. Ya no había dolor o molestia, su cuerpo estaba por completo acoplado al de Aki, listo para fundirse en uno, lástima que no pudieran entrelazar sus cuerpos, abrazarse y llenarse de besos en el proceso.
Fue entonces cuando oyó con más intensidad los sonidos que provenían de Aki, que hasta el momento se había mantenido bastante silencioso. A juzgar por su respiración jadeante y acompasada con sus propios movimientos, para Aki también estaba siendo un encuentro satisfactorio. Saber que era él era el causante excitó a Ángel aún más.
—Oh sí… Así…
El ritmo iba en aumento, acompañado por los jadeos roncos de Aki. A su vez, a Ángel cada vez le costaba más mantener la concentración para no gemir y ser descubierto. El roce cada vez más continuo en aquella zona se sentía increíble y notaba cómo estaba relacionado con la creciente excitación que se agolpaba en su bajo vientre. Era como un líquido en ebullición que debía apartar del fuego, pero que llegado a un punto, ni eso podría detenerlo. Así era cómo se sentía Ángel que, con el ritmo frenético que habían alcanzado las embestidas de Aki, el líquido preseminal que chorreaba entre sus piernas y la saliva que colgaba de su boca para caer sobre el incómodo taburete sobre el que se apoyaba, decidió que era el momento de acompañar a Aki en la recta final.
Descansó la mejilla sobre el taburete para acomodarse un poco mejor y llevó la mano a su miembro con intención de ayudarse a alcanzar el orgasmo y disfrutar de la doble estimulación.
—A… Ángel…
Se detuvo en seco, con el corazón a punto de salírsele por la boca y las alas se le extendieron ocupando todo el cubículo.
Creía tenerlo controlado, pero, por un momento, dudó. Quizás, sumido en el éxtasis, se le había escapado algo, algún sonido que lo hubiera delatado. ¿Lo habría reconocido? O, aún peor, ¿habría sabido desde un principio que era él?
Sin embargo, Aki continuó como si nada, embistiéndolo con fuerza, perdido en su propio placer.
Sin saber cómo tomar aquello, Ángel supo que no había nada que pudiera hacer. Fuera lo que fuese, Aki no parecía contrariado, más bien lo contrario. Más bien parecía desearle, estar pensando en él…
Oh…
Ángel cerró los ojos y se concentró. Contuvo la respiración en busca de recuperar el punto de excitación en el que estaba, y en esta ocasión se ayudó con su mano. A Aki debía quedarle poco.
Fue más fácil de lo que imaginó después de pasar semejante susto. La posibilidad de que Aki sintiese algo por él opacaba cualquier pensamiento negativo o vergonzoso. Y, no sabía si se debía a eso, pero llegar al clímax a la vez que oía a Aki gemir su nombre mientras se corría, sentir su cuerpo contraer cada músculo movido por aquella sensación indescriptible y derramarse entre sus dedos con fuerza sabiéndose deseado y, quizás, amado, era la sensación más increíble que había sentido jamás.
Le pareció eterno. Jadeó con la frente apoyada en el asiento intentando recuperar la respiración, sintiendo aún los últimos temblores de su eyaculación en su mano. Tocó el rastro de semen que se le había quedado en los dedos, maravillado por su peculiar tacto y calidez. Aquello había salido de él y era una prueba de que también podía sentir como los humanos.
Imaginó a Aki también con la frente apoyada en la pared, recuperándose del esfuerzo, y se percató de que aún permanecía dentro de él, lo que significaba que no tardaría en abandonarlo dejándolo vacío de nuevo y se recreó en aquella sensación, deseando haber podido hacerlo sin protección para sentirle dentro y conservar durante más tiempo los restos de tan mágico encuentro.
Tras unos segundos lo notó moverse, como enderezándose, y sucedió lo inevitable. Se produjo el doloroso momento de la desconexión, más emocional que el vacío físico.
—Gracias por todo, me gustó mucho, espero que a ti también —lo alivió con sus palabras.
Ángel oyó cómo se subía la cremallera del pantalón y, posiblemente, se recolocara la ropa antes de salir del cubículo. La puerta de la habitación se abrió dejando entrar la música para enseguida amortiguarla.
Solo le separaban unos metros de ser descubierto —lo que tardara Aki en regresar a la mesa donde estaban todos—, pero, extrañamente, no entró en pánico.
Con ironía miró el cubículo. A pesar del tipo de uso que tenía no estaba sucio, pero no era un lugar idílico, ni tampoco lo eran las circunstancias en las que se había dado todo y, sin embargo, su percepción del encuentro era muy distinta.
No pudo evitar sonreír ante la evidencia. Por fin comprendía un poco por qué los humanos perdían la cabeza por las cosas del amor.
Sin dudarlo, salió de los supuestos baños. Vio a Aki algo más adelantado, aún cruzando el largo pasillo lleno de habitaciones, y se apresuró. A cada paso que daba el corazón se le aceleraba aún más, hasta que estuvo justo detrás.
Dudó un instante mientras su mente terminaba de hacer cálculos, antes de llamarlo por su nombre y dar un leve toque en su hombro.
Era un lugar estrecho y oscuro salvo por las luces rojizas encima de las puertas que indicaban cuáles estaban libres. Los sonidos que llegaban hasta el pasillo tampoco contribuían a la atmósfera más romántica, pero aún así Ángel agradeció que la penumbra ocultara parte del rostro de Aki cuando se giró. Así no tendría excusa para echarse atrás al ver su reacción al revelar su presencia.
Acercó su rostro al de Aki poniéndose de puntillas y, antes de que pudiera sorprenderse, agregó:
—Perdóname.
Según sus cálculos, no debía quitarle más de unos días de vida por aquella acción.
Y acto seguido, le besó.
N/A: La idea de Aki y Ángel en un Glory Hole me lleva rondando mucho tiempo. En mi cabeza era perfecto para solventar el problema con Ángel y su reducción de esperanza de vida jajajaja. También otra idea recurrente que estaba presente en todas las ideas de esta pareja es el descubrimiento de la sexualidad de Ángel gracias a Aki. Tengo un borrador anterior a este que trata de esto (sin smut o con menos smut que este) espero terminarlo algún día.
El final parece que es abierto pero yo creo que está bastante claro.
Comentarios me hacen feliz y son gratis. ¡Espero que os haya gustado!
