"Inesperado"

Lady Supernova


Capítulo 8

(Segunda parte)


Lakewood.

Terry hubiera deseado no enterar a Candy del chisme que leyó en el periódico, pero, al recordar la plática que tuvo con Albert concluyó que, lo mejor, era enfrentar el problema y hablarlo. Así que, al sentirse más tranquilo, se dispuso a confesarse con la chica.

—Hoy en la mañana, estaba leyendo el diario y me encontré con esto... —Terry extendió el trozo de periódico que recortó para mostrárselo—. Está un poco maltratado, porque yo... bueno... intenté deshacerme de el.

—¿Deshacerte de el? ¿Por qué? —Candy no preguntó nada más, de inmediato tomó el trozo de periódico y comenzó a leer.

Terrence Grandchester, el actor más cotizado de Broadway, se encuentra tomando unas vacaciones en nuestro bello estado.

Eso parecía muy normal. La muchacha continuó con su lectura, sin embargo, después de varias líneas coherentes, la decencia del artículo comenzó a desaparecer.

Fuentes confiables, afirman que Terrence está viviendo una aventura amorosa con una joven, cuya residencia se encuentra en un poblado cercano a Chicago.

Aquellas palabras se clavaron en el corazón de Candy... «¿Aventura amorosa?», eso le sonaba inmoral y sucio, ¡ellos no tenían una aventura de ese tipo! ¡Ellos se amaban! Candy siguió leyendo el artículo, no sabía ni para qué lo hacía, mas, no pudo parar de leerlo...

La misteriosa señorita, ha mantenido una estrecha relación con el actor, desde sus años de colegio y todo parece indicar que ella y Terrence, han estado involucrados, sentimentalmente, aun cuando el joven Romeo era novio de la actriz Susana Marlowe.

Candy ya no pudo seguir con aquella nefasta lectura, tomó el periódico y lo hizo pedazos. Esas terribles palabras habían sido demasiado para su sensible corazón.

Su nombre no estaba escrito en ese horrendo chisme, pero, era más que obvio que se estaban refiriendo a ella, «¿Quién hizo eso?», se preguntó con temor... ¿Acaso había sido Susana?

—Fue Elisa —declaró Terry, esclareciendo sus dudas—. Albert lo confirmó esta tarde, él visitó a los Leagan y al parecer ella no tuvo problemas en aceptar lo que había hecho.

Los ojos de Candy se llenaron de impotencia y rápidamente, Terry se acercó a ella para estrecharla entre sus brazos.

—Es un chisme, solo eso. No te agobies por favor, Candy —Terry la obligó a levantar la mirada y añadió—. Me pediste confianza y por ello te he enterado del asunto. De saber que ibas a sentirte tan mal, ni siquiera te lo hubiera mostrado.

Ella lo miró directo a los ojos y entonces, emitió una respuesta.

—No sufro por lo que puedan decir de mí, Terry —admitió intentando calmarse—. Más bien me preocupo por ti y tu carrera. No deseo que te envuelvan en chismes, así de malintencionados.

El actor no se sorprendió por la respuesta de la rubia, pues, Candy era tan generosa, que resultaba normal que le preocupara alguien más, antes que por ella misma. Terry no sabía si eso era un defecto o una virtud, mas, en ese momento, decidió que específicamente en ese tipo de problema, solo importaba ella... solo Candy. No interesaba ni él, ni su carrera.

Terry nunca esclarecía los chismes en donde lo metían, no obstante, con Candy todo sería diferente. No dejaría que nadie se atreviera hacerle daño.

—Yo siempre estoy envuelto en chismes —aceptó apenado—. Suena mal, pero, ya estoy acostumbrado a eso —Terry acarició las mejillas de Candy y enseguida confesó—. Si estoy molesto, es porque esa desgraciada quiso hacerte daño. Tu nombre no aparece ahí, pese a ello, los periodistas son persistentes y nunca se sabe hasta dónde llegarán. No deseo que nadie te lastime Candy.

—¿Qué podemos hacer para detener a Elisa? —preguntó ella con tristeza.

—Albert ya se encargó del asunto. Me dijo que todo está arreglado, se entrevistó con los padres de esa arpía y me ha asegurado que ella ya no va molestarnos.

Candy no confiaba mucho en ello. Elisa siempre hacía lo que deseaba, no le importaba nada más que satisfacer sus propios caprichos, ¿qué harían los Leagan para que todo fuera diferente? No tenía esperanza en ellos. A pesar de sus dudas, no estaba dispuesta a dejarse intimidar por la malvada muchacha y por esa razón, decidió dejarse de sentimentalismos y corresponder con más energía ante ese problema.

—Pasemos la página entonces, ¿te parece? —pidió Candy, en tanto que cambiaba su semblante—. Dejemos los chismes de Elisa fuera de nuestra vida, no permitamos que ella nos haga daño de nuevo.

Terry la vio sonreír y entonces él también sonrió.

—¿Sabes que esto, es solo la punta del iceberg? Digo... eres la novia de un actor, la prensa va seguir tus pasos todo el tiempo.

Candy lo miró algo confundida.

—¿Tendremos que esconder nuestra relación? —cuestionó con desanimo.

Terry le sonrió.

—No, eso nunca —respondió decidido—. Solo tendremos cuidado con ellos. Es todo. Ahora mismo no te preocupes por ese tipo de situaciones, ¿de acuerdo?

—Sí —Candy observó que la luz del día comenzaba a extinguirse y entonces recordó algo muy importante, ¡la hora de la cena ya estaba cerca! —. Olvidemos este mal trago, ¿te parece? Vayamos a cenar.

—¿Cenar? —Terry mostró una traviesa sonrisa y preparándose para bromear con ella, dijo—. Pensé que dirías: «Olvidemos este mal trago, Terry dame un beso por favor»

Ella lo pellizcó, al tiempo que lo miraba con fingida molestia.

—Ya me has besado antes, Terrence.

—Sí, pero, eso no fue suficiente, Candice... —Terry la miró con seriedad, añadiendo—. De verdad no lo fue.

La chica se sonrojó, mas, permitiendo que Terry se acercara, aceptó:

—La verdad es que, tampoco lo fue para mí...

—Y, ¿qué haremos al respecto? —cuestionó él, mirando la tentadora boca de su amada.

—Supongo que haremos lo único que se puede hacer en estos casos.

Terry esbozó una sonrisa y sin perder más el tiempo, acercó sus labios a los de Candy, para besarla, tal y como lo estaba deseando.

—Te amo, Candy —confesó segundos después, cuando sus labios se despegaron—. Y quiero que sepas que no permitiré que nadie te haga daño.

—Yo también te amo Terry y tampoco permitiré que alguien se atreva a dañarte.

Ella lo abrazó fuerte y él correspondió a su abrazo. Terry deseaba que esos días nunca terminaran, aún no sabía cómo decirle a Candy que pronto tendría que regresar a Nueva York, no tenía idea de cómo revelar que no deseaba separarse de ella y que quería que se fuera con él.

Mientras tanto, en la mansión de los Leagan, las cartas habían sido puestas sobre la mesa y el castigo para Elisa, por fin había llegado.

—¡No! ¡No puedes hacerme eso! —gritó desesperada, al tiempo que intentaba persuadir a su padre.

—Puedo, Elisa... ¡Vaya que puedo! —gritó Oscar Leagan con autoridad—. Te quedarás en aquí en la casa de campo por tiempo indefinido, ¿has comprendido? Te has portando de forma tan detestable que, definitivamente, no mereces regresar a Chicago —Oscar la miró con enojo—. Nada de fiestas, ni vestidos, ni tampoco nada de dinero. Todo ha terminado para ti. Tendrás que cambiar y demostrarme el producto de ese cambio.

—El abogado y el notario ya están aquí —anunció Neil, sintiendo mucha lástima por su hermana.

Elisa no lo podía creer, se echó a llorar, y rogó por algo de clemencia, pero Oscar no se la dio.

—Perfecto, déjalos pasar.

—Papito no... No lo hagas por favor... ¡Yo cambiaré! Te juro que lo voy hacer. No volveré a meterme con los Andrew ¡No lo haré nunca!

Oscar se sentía tremendamente consternado, nunca creyó hacer algo así, sin embargo, no tenía más opción. Elisa había derramado su vaso de la paciencia, ya no podía más con ella y su inmadurez.

—Lo lamento Elisa. No sabes cuánto... —dijo el hombre intentando sonar tranquilo—. Pero como sea, tú tienes la decisión final. En tus manos está hacerme cambiar de parecer.

Elisa no pudo objetar nada. Estaba completamente perdida. Su padre estaba resuelto a cambiar su testamento y dejarla prácticamente en la calle.

El precio por cada actitud inmadura que tuvo, estaba siendo cobrado. Y aunque la decisión de Oscar, sonaba drástica e incomprensible, Elisa terminaría por agradecerle aquel gesto, pues aquellas limitaciones le otorgarían una gran lección. Una que jamás olvidaría.


Al ver que su invento estaba tomando forma, Stear se sintió tremendamente emocionado. No tenía la certeza de que dicho proyecto funcionaría a la perfección, pues, casi siempre todo le salía mal, con todo y eso, se sentía muy optimista al respecto.

—¿Ya puedes decirme de qué se trata tu invento? —interrogó Patty, tomándolo por sorpresa.

—No, lo siento mucho, todavía no puedo decir nada al respecto —respondió con una sonrisa, mientras levantaba la vista para ver a la muchacha.

—Pensé que por ser tu novia lo sabría primero que todos —reclamó sutilmente.

—Es a ti, a quién más deseo sorprender —confesó Stear—. ¿Quieres que te arruine la sorpresa? —Patty no supo qué responder, únicamente se acercó hasta él y después de acariciar su rostro, le plantó un beso sobre los labios—. ¿Esa es una técnica de persuasión, señorita O'Brien? —preguntó el inventor con voz entrecortada—. Porque si insistes, terminaré revelándote algo...

—No, amor. No te preocupes, yo respeto tu privacidad —aseguró la muchacha y dejando la timidez de lado, agregó—. Lo que hice, fue por las puras ganas de besarte.

Ella se sonrojó sin remedio, ya que, aún le resultaba increíble decir todas esas cosas que, estaba segura, no eran propias de una señorita decente.

—¿Sabes? Me gusta mucho tu honestidad —declaró Stear, observando cómo Patty se acercaba más a él. Una vez que ella estuvo a su lado, la enredó en sus brazos y la besó nuevamente. Estuvieron así por mucho tiempo, disfrutando de su compañía, sin embargo, minutos más tarde, Patty comenzó a llorar.

—¿Es mi imaginación o cada vez que estamos así, tú lloras? —cuestionó Stear con paciencia, al tiempo que acariciaba el rostro de su novia.

—Cada día se acerca mi partida y cada día me vuelvo más sensible...

—Hablas como si te fueras a ir y no regresar nunca más a mi lado —El inventor apretó su abrazo y agregó —. ¡Vamos Patty, no te pongas así! Solo nos separaremos unos días.

—No quisiera separarme de ti, nunca —declaró la muchacha—. De verdad me gustaría quedarme... pero, ya lo sabes, mi abuela...

—Lo sé y por supuesto, no debes preocuparte por eso —señaló Stear, enredando sus dedos de la mano con los dedos de Patty—. Te irás, pondrás en orden los asuntos de ella y ambas me encontrarán conmigo en Nueva York.

—Todavía no entiendo qué harás en ese lugar, dime, ¿por qué Nueva York?

—Es ahí adonde debo ir. Por favor, cariño, solo confía en mí.

Patty asintió. Dejándose envolver por el amor que Stear y ella sentían, se olvidó de sus dudas y permitió que el joven la besara una vez más.

Antes de reencontrarse con él, no hubiera imaginado que se dejaría llevar de esa forma, sin embargo, cada día aprendía cosas nuevas, cada día, ella y Stear se entendían como lo hacían las parejas.

—Te amo, Patty —declaró con devoción—. Por favor, no desconfíes de mí. Solo sé paciente y espera.

—Sabes que sí. Yo esperaré y seré la chica más paciente del mundo —Patty lo abrazó muy fuerte y a continuación le pidió—. Promete que te cuidarás... promételo, por favor. Dime que te cuidarás hasta que yo llegue.

Él besó a la chica en ambas mejillas y confirmó:

—Me cuidaré Patty, te lo prometo.

Patty respiró hondo y después, exhaló con tranquilidad. Aunque ella aún no comprendía la misteriosa decisión de su novio, había terminado por aceptarla, estaba segura de que había una buena razón para que él viajara aquella ciudad.

—¿Sabes, querida? Hoy no tengo ganas de trabajar... ¿Qué te parece si vamos a pasear por los jardines? —le preguntó Stear.

—Son casi las nueve de la noche, ¿estás seguro?

—¡Oh sí! Muy seguro, así nadie va a molestarnos.

Stear sonrió traviesamente y Patty se sonrojó sin poder evitarlo.

—Vamos, Patty... vayamos a pasear. Olvidemos todo por un rato —pidió el muchacho, mientras Patty accedía y dejaba sus preocupaciones de lado—. Escapémonos antes de que noten nuestra ausencia.


Hogar de Pony.

—Ya sabíamos que esto iba suceder, hermana María... —expresó la señorita Pony, con evidente alegría en su voz—. Seamos honestas, Candy es una muchacha excepcional, no obstante, no tenía la vocación para ser una monja.

La religiosa siempre lo sospechó. Todo el tiempo supo que Candy no estaba hecha para estar en un convento, sin embargo, no pensó que fuese a renunciar para estar con aquel joven que tanto daño le había hecho.

—La verdad es que ya me lo esperaba —respondió la hermana María, poniendo otra cucharada de azúcar a su café, pues de pronto le parecía que aquella bebida, estaba más amarga de lo habitual—. Aunque debo reconocer que en mi panorama nunca figuró ese muchacho...

—Ha sido una sorpresa, ¡una muy linda! ¿No le parece? —La señorita Pony suspiró llena de dicha—. Oh sí, después de todo, él la ama.

—Bueno, eso no lo sabemos —agregó inmediatamente la hermana María, provocando que la señorita Pony le dirigiera una mirada de sorpresa—. Vamos, no me miré de esa forma, señorita... —pidió la religiosa, al tiempo que daba un sorbo a su taza de café.

—¿Usted duda que Terrence ame a nuestra hija?

—La verdad es que sí, tengo muchas dudas al respecto... —contestó la monja—. Lo que le hizo a Candy en el pasado, fue algo muy grave.

—Lo que pasó entre ellos, es algo que nosotros simplemente desconocemos, hermana María —Pony jugueteó con la servilleta que tenía frente a ella y añadió—. Esperemos a que Candy nos dé una explicación, estoy muy segura de que existe alguna.

—Lamento sonar como una persona prejuiciosa, pero, es lo que siento. Ese muchacho, simplemente no me ha dado razones para pensar de otra forma —La hermana recordó la tristeza en la que estuvo sumergida Candy, todas aquellas veces en que la encontró llorando... ¿Cómo aceptar al tal Terrence así nada más? Tenía mucho miedo. No soportaría que Candy sufriera otra vez.

—Ruego a Dios para que sus dudas se disipen pronto —mencionó la señorita Pony, apretando la mano de la incrédula hermana.

Cuando Candy llegó a casa, ambas señoritas recibieron a la muchacha con mucha alegría, mas, a pesar del entusiasmo que mostró la hermana María, Candy pudo sentir que la monja se mostraba algo seria con ella... eso ocasionó que se sintiera un tanto deprimida, pues, de inmediato pensó que su madre, estaba decepcionada de que hubiera renunciado a seguir sus pasos y convertirse en religiosa.

Apenas se presentó la oportunidad de hablar a solas con ella, Candy se acercó y le hizo saber su sentir.

—Lo lamento, hermana María —mencionó la rubia, al tiempo que la miraba—. Sé que mi renuncia la ha decepcionado —susurró la chica, al tiempo que bajaba la mirada.

La hermana se acercó rápidamente a Candy y con cuidado, la instó a mirarla.

—Te equivocas Candy, yo no estoy decepcionada —expresó mientras la rubia elevaba su miraba—. Al contrario, hija, yo te felicito por dejar de lado una carrera que no era para ti.

Abrazó a Candy y esta se aferró a su abrazo. Cuando la joven se tranquilizó y echó todo el peso que llevaba sobre sus hombros, estuvo lista para escuchar la confesión de su madre:

—Tengo que admitir que sí estoy algo preocupada, Candy —comentó la hermana, acariciando el rostro de la chica—. Y lo estoy por lo que pasa entre ese muchacho y tú... ¿Estar junto a él es lo que realmente quieres?

Candy sonrió e inmediatamente contestó:

—Sí, estar con él es lo que más quiero, hermana María.

—Perdona que te haga este tipo de pregunta hija, pero, es que, estuviste tan triste cuando terminaron que quiero asegurarme de que estás bien y que eres feliz.

—Soy muy feliz con él —mencionó Candy con seguridad—. Hermana, yo sé que debió ser muy raro todo ese asunto —admitió refiriéndose al rompimiento con Terry—. Sin embargo, quiero que sepa que el rompimiento fue de mutuo acuerdo. Es un tema del que todavía no deseo hablar, aún no me siento preparada para ello, no obstante, quiero que sepa que Terry no fue el culpable de nuestra separación.

La hermana María hubiera querido tener más información, sin embargo, no insistió porque parecía que Candy seguía sintiendo dolor al recordar aquel pasaje de su vida. En lugar de volverse loca, decidió olvidarse delos prejuicios y preguntar por Terry, pues, no lo había visto llegar con la muchacha.

—Confío en ti, hija. Y dime... ¿Dónde está él ahora? ¿Por qué no ha venido contigo? —preguntó la monja con una mezcla de preocupación.

—Yo decidí adelantarme para hablar con ustedes, así que, le sugerí que se viniera más tarde —Candy sonrió divertida, ya que, habían planeado tener una bella celebración, la cual sería una sorpresa para sus madres.

—Bien, ¿y por qué los niños están vueltos locos? ¿Acaso saben algo que yo no? —cuestionó la hermana a la chica—. ¡Oh, Candy! Esos ojos traviesos ya los conozco... —le dijo mirándola con seriedad.

—No es nada malo, hermana, les tengo una agradable sorpresa, a usted y a la señorita Pony...

—¿De qué se trata?

—Ya lo verá hermana María, ¡por favor no desespere! Pronto podrá ver de qué se trata.


—Te juro que no estoy entendiendo nada —afirmó Archie a un divertido Terry, quien como era de esperarse, actuaba como si no supiera de lo que le estaban hablando—. Es decir, ¿por qué yo?

—Porque Candy lo pidió. Se supone que ella ya te lo había dicho... ¡no me salgas con esto ahora! —fingió enojo y observó con desesperación su reloj de bolsillo—. La chica seguramente está esperando, así que tendrás que cumplir con tu palabra.

—¿Mi palabra? —Archie negó—. Yo nunca dije que iría por esa... chica...

—Pues, deberías poner más atención a las peticiones de Candy.

Terry se carcajeó por dentro. Invitar a Tessa James sí fue idea de Candy, pero, todo ese show de ir por ella a su casa, era idea de él.

—Esa señorita es muy rara... ¿Y si no quiere ir conmigo? —Archie recordó el día en el que Tessa y él se conocieron, las cosas se pusieron extrañas en algún momento y no quería volver a sentirse así de extraño—. Si me pone en ridículo, ¡te voy a dar una paliza!

Terry hizo un gesto dramático y rápidamente cuestionó:

—¿Y yo por qué he de recibir una paliza?

—No puedo pegarle a Candy, ¿verdad? —explicó Archie con enojo y con la misma energía añadió—. Y ya que la amas tanto, ¡pues tú responderás por ella y sus tontas ideas! —Archie le arrebató las llaves del automóvil y sin decir nada más, se dio la media vuelta.

—¡Conduce con cuidado! —gritó Terry, mientras Archie le hacía una obscena señal con el dedo.

—Pero que «fino» nos resultó «El Elegante» —murmuró el irónico actor, aguantándose la risa que Archie le provocaba.

—¿A dónde va Archie? —preguntó Stear—. Se supone que ya nos vamos al hogar de Pony, ¿o no?

—Recogerá a la amiga de Candy, ella también irá al día de campo.

—¿Cuál amiga?

— Aquella chica que vino a visitarla, ¿la recuerdas? La conociste en el lago.

Stear de inmediato la recordó y sonriendo de oreja a oreja le dio el visto bueno a la idea.

—Me alegra que Archie se haya ofrecido a llevarla —mencionó con un gesto pícaro—. Dios sabe que le hace falta convivir con chicas, es casi un monje...

Terry rio a carcajadas en su interior, pues, Archie no se había ofrecido a nada, había ido por Tessa más a fuerza que de ganas.

—Necesita distraerse... —admitió el actor.

—Oye Terry, ¿crees que podamos hablar, antes de irnos?

—Claro que sí, ¿de qué quieres hablar? —preguntó Terry con interés.

—Tengo una propuesta para ti —murmuró el muchacho—. Creo que te va interesar —agregó despertando la curiosidad de Terry.

—De acuerdo, habla entonces, Cornwell —pidió el joven Grandchester, sintiéndose un tanto raro, porque la seriedad de Stear comenzaba a ponerlo incómodo.

Por otra parte, en Sunville, Tessa esperaba por el transporte que la llevaría al hogar de Pony. Al inicio no estaba muy segura de asistir, ya que, la invitación había llegado el día anterior y la sentía muy apresurada, pero, su madre insistió en que fuera y le animó aceptar.

«Ve y diviértete Tessa, no saliste del convento para encerrarte aquí, ¿o sí? Vamos hija... Acepta la invitación que te hace tu amiga»

«Marie James, tienes toda la razón» le respondió Tessa con optimismo. Un día de campo, en el hogar de Pony, con Candy y los niños, sonaba lindo y agradable... ¿Por qué no ir?

Al ver que un elegante auto hacia su llegada, Tessa dejó de husmear por la ventana y entonces se sentó en el sofá, esperando a que su madre le hiciera el llamado. Aquello tardó más de lo habitual, pero, finalmente, después de unos minutos la señora James llegó...

—Tessie... —le llamó Marie con extraña emoción.

—¿Qué sucede? ¿Ya llegó el transporte?

—Sí, un hombre pregunta por ti.

Tessa sonrió, mientras su madre le acomodaba uno de sus cabellos.

—Mamá, ya debo irme...

—Claro que sí. No debemos hacer esperar a ese muchacho, que amablemente ha venido por ti.

—¿Muchacho?

—Sí... Cielo santo, me hubieras dicho que era el primo de Candy, quien vendría por ti... —reclamó sutilmente Marie—. La granja es un desastre. Apuesto a que los Andrew, no están muy acostumbrados a estas cosas.

Aquellas palabras hicieron que Tessa se pusiera a temblar como una hoja que era sacudía por un ventarrón «¿El primo de Candy?»,reflexionó con temor, recordando al chico que la recibió en la mansión de Lakewood. Aquel muchacho, de aspecto elegante y bella sonrisa... Tessa se sonrojó de solo recordar la forma en la que lo trató, fue demasiado cortante con él.

—Anda niña, o tu padre terminará por molestarse. Ya sabes que a él no le gusta atender invitados.

Tessa caminó despacio y bajó la escalera con sumo cuidado, pensando en todos los posibles panoramas que, su mente arrojó, al imaginar al primo de Candy platicando con Logan, su señor padre era igual de frío y cortante que ella...

Temerosa llegó a la planta baja, mas, para su fortuna o desgracia, el señor Logan James y Archie platicaban animadamente, tanto así, que ella sintió algo de pena por interrumpirlos.

—Ahí estás... —dijo Logan, al ver a su hija—. Tessie... El caballero te ha estado esperando, date prisa y no lo hagas esperar más, linda —Logan se dirigió a Archie y añadió—. Ah y por cierto, me dio mucho gusto conocerle, joven Cornwell.

—El gusto ha sido mío, señor James —respondió Archie.

Archie sonrió sin saber cómo sentirse con todo eso. Siempre se sintió incómodo hablando con el padre de Annie, sin embargo, con el señor James todo había sido distinto, no fue una charla extensa, no obstante, tenía que reconocer que, tuvo mucha fluidez.

¿Esas eran buenas señales?

El joven Cornwell, esperaba que sí... encontrarse de nuevo con los llamativos ojos grises de Tessa, había sido lo mejor que le había pasado en los últimos días. Estar bien con ella y los suyos, le caía de maravilla.

—Regresarán temprano, ¿verdad? —preguntó Logan con la naturalidad que lo hacen los padres preocupados por sus hijas.

—Oh sí. Es un día de campo, la señorita James estará de vuelta al atardecer, yo me encargaré de traerla. No debe preocuparse, el hogar de Pony no queda lejos de aquí.

Así pues, Logan y Marie se dispusieron a despedirlos, los acompañaron hasta la puerta y permanecieron en el pórtico hasta que la pareja de jóvenes subió al auto. Ninguno de los dos podía ocultar su emoción, pues, estaban muy contentos porque Tessa al fin saliera de casa.

—Lamento si lo hice esperar —expresó Tessa a Archie, cuando por fin subieron al auto y emprendieron el camino al hogar de Pony.

—Nada de eso, no me hizo esperar. Además, disfruté mucho de la compañía de su padre...

Tessa le sonrió y Archie también.

—Gracias por venir, señor Cornwell.

—Por nada... —respondió el muchacho.

Aquellas fueron las últimas palabras que se dijeron, un incómodo silencio los acompañó todo el camino hacia el picnic, porque ni Tessa, ni Archie, sabían cómo actuar ante ese nuevo reto que se les presentaba, pese a todo y para fortuna de ellos, esa bochornosa manera de tratarse terminaría por cambiar, pues en el hogar de Pony, les aguardaban algunas divertidas sorpresas.


Para Terry, regresar al hogar de Pony, fue como un sueño hecho realidad.

Y es que, mientras estuvo en Nueva York, siempre imaginó la posibilidad de viajar a ese lugar y reencontrarse con Candy. Lo soñó cientos de veces y fue su único consuelo en aquellos difíciles momentos en los que luchaba por no caer más bajo y perderse en el abismo del alcohol.

Al final, aquellas fantasías, en nada se comparaban al momento en el que de verdad, se encontró frente al cálido hogar, ya que, todos sus sueños se vieron rebasados, al ver a la rubia muchacha, corriendo hacia él para darle la bienvenida.

«Me alegra que hayas llegado, mi amor», expresó con emoción, plantándole un casto beso sobre los labios, dejándolo sin palabras, porque esa era la primera vez que ella tomaba la iniciativa «Vamos... entremos a la casa, mis madres quieren saludarte», le dijo haciendo que su corazón latiera más a prisa.

Al inicio, se sintió un poco nervioso por presentarse ante las mujeres que criaron a Candy, pues, no sabía si ellas estaban de acuerdo con la relación entre ellos. Ya después de hablar con ellas, su nerviosismo se esfumó. Ambas le trataron amablemente y le hicieron sentir en casa, incluso la hermana María, quien en un inicio expresó que no estaba muy contenta con él.

«Le daré mi voto de confianza, Terrence. Espero que no me falle», advirtió la monja, con seriedad

«No le fallaré. De ninguna manera lo haré. Puede estar tranquila, hermana María, mi amor por Candy es genuino y puro. De mí no va tener ni una sola queja» repuso él, con toda la seguridad que tenía en su alma.

Al terminar de platicar con aquellas mujeres, Terry se sintió completamente pleno, ya que, a su juicio, todo había terminado por acomodarse. Estaba muy contento. Así que se permitió disfrutar del día de campo y esperar el momento idóneo para poder hablar con Candy sobre sus planes futuros.

—Parece que nuestra pareja no está muy entusiasmada —murmuró Candy con diversión, mientras tomaba asiento a su lado y le ofrecía un delicioso trozo de pan de zanahoria, mismo que Terry no dudó en comer.

—Hay que darles tiempo, creo que eso es lo único que necesitan —Terry tomó la mano de la rubia y entrelazó sus dedos con los de ella.

—Archie actúa como un niño, quizá debas darle algún consejo.

Terry soltó una carcajada.

—Si le doy un consejo, ¡me mata aquí mismo! Está realmente furioso conmigo.

—Seguro que no eres el único con quien está enojado. —Candy observó a Archie y sintió que su mirada, no era la misma de siempre, estaba demasiado serio —. Yo tampoco soy su persona favorita... ¿Te importaría si voy con Tessa, un rato?

Terry hubiese querido decirle que sí, que definitivamente sí le importaba, porque no había tenido oportunidad de estar con ella en todo el día, ese era el primer momento en el que cruzaban más de dos palabras, no obstante, no fue capaz de negarse a permitirle ir con su amiga.

—Claro que puedes ir con ella...

—Te prometo que solo será un rato.

—Está bien, pero, luego me gustaría hablar contigo, así que te estaré esperando —anunció Terry.

Candy asintió y se despidió de él con un beso muy cerca de los labios. A Terry no le quedó otra opción, más que observarla alejarse. Estaba comportándose como un chiquillo, lo sabía, pese a ello, no podía evitarlo... quería a Candy junto a él, todo el tiempo.

—¿Podemos hablar? —preguntó Archie, sacando a Terry de sus pensamientos, después, señaló un espacio solitario, apartado del bullicio que se escuchaba en el lugar.

Terry estuvo de acuerdo y siguió al muchacho, una vez que todo el ruido desapareció, Archie comenzó la charla.

—Stear me ha platicado sobre sus planes... —dijo entre emocionado y melancólico—. ¿Qué posibilidades tiene de volver andar? ¿Ese doctor de verdad es bueno?

—El doctor Hanks es realmente bueno, digo, tengo el ejemplo de Susana, las terapias le sirvieron, eso es definitivo.

—Pero depende del estado de ánimo que presente el paciente también, ¿no?

—Sí, claro, el aspecto psicológico es importante. Stear tiene mucha más disposición que Susana, te lo puedo asegurar.

—De acuerdo, entonces, creo que no debo preocuparme más.

Archie respiro hondo y se tranquilizó. Involuntariamente, se encontró con la mirada de Tessa y le mostró una de sus lindas sonrisas. Ella lo ignoró y siguió platicando con Candy.

—Debes darle tiempo —aconsejó Terry.

—No sé de qué estás hablando —replicó Archie con brusquedad.

—De nada sirve negarlo Archie —Terry le sonrió burlonamente—. Esa misma actitud que tienes, la tenía yo, en el colegio San Pablo... no tenía la menor idea de qué decir o qué hacer para evitar sentirme ridículamente enamorado de Candy —aceptó con un poco de pena por tener que confesar sus secretos—. Era la primera vez que me sucedía. Tuve una vida muy ajetreada desde los doce años, conocí muchas cosas aunque no tuviera la edad para hacerlo, ¿entiendes? —Archie asintió, pues para él había sucedido algo parecido—. Pero, a pesar de todas esas experiencias... nunca me importó ninguna chica, sin embargo, apareció Candy y puso mi mundo de cabeza.

—Tessa no me importa —aclaró Archie con voz temblorosa, un tono de voz que ni siquiera él se conocía—. Deja ya de decir eso.

—Entonces bien por ti, ¿sabes? Me alegro que no te interese —le dijo Terry con malicia, mirando la escena que estaba sucediendo frente a ellos—. Porque al parecer, Tom, sí está muy interesado en ella —Archie observó a Tom Stevenson uniéndose a la plática de Candy y Tessa, aquella imagen no le gustó nada, porque, la rubia les había abandonado, como deseando darles privacidad—. Ellos tienen más cosas en común, una granja y todo eso. Sabrán cómo entenderse, además, como comúnmente se dice: hacen una linda pareja —añadió Terry, mientras Archie apretaba los puños.

—Cierra la boca, Grandchester ¡Y observa! —mencionó El Elegante, dirigiendo sus pasos directamente adonde la pareja platicaba.

El joven Cornwell caminó con decisión a través del extenso terreno del hogar de Pony y una vez que se encontró frente a Tessa y Tom, se dispuso a terminar con esa plática. Naturalmente de forma muy civilizada.

—Tom, amigo... Terry quiere preguntarte algo sobre unos caballos, ¿puedes ir con él? —Archie apenas podía creer lo que hacía, no obstante, ya lo había hecho, así que, no le quedó más remedio que seguir con la farsa—. Yo me quedaré haciéndole compañía a la señorita James, no te preocupes.

Tom no vio malicia en aquello y emocionado por platicar de caballos, con el gran actor de Broadway, no perdió la oportunidad de ir.

—Gracias Archie, ahora mismo voy, ¡nos veremos más tarde Tessa! —dijo el vaquero con alegría—. Me dio mucho gusto conocerte.

—A mí también Tom, nos vemos...

El joven se fue y Archie inmediatamente tomó la mano de la sorprendida Tessa.

—¿Le gustaría dar un paseo? —propuso de forma tímida.

— ¿Un paseo? Pero... ¿A dónde iremos?

—A caminar. Iremos al lago, ¿le parece?

—No soy muy buena caminando, no con estos zapatos.

Archie rio.

—Yo tampoco podría caminar con eso.

Tessa rio también y quitándose las zapatillas agregó.

—¿Le importa?

—Por supuesto que no.

—Entonces, lo acompaño.

Archie le sonrió mientras le ofrecía su brazo, Tessa lo tomó y ambos desaparecieron ante los ojos de Candy, quien contenta, sentía que algo muy bueno estaba a punto de suceder.

—Por favor Dios, ayúdalos a darse una oportunidad...

Expresó la rubia con esperanza, mientras dirigía la mirada a su guapo novio y lo admiraba a escondidas, sintiéndose muy feliz por vivir esos momentos que nunca creyó que fueran posibles.


Cuando Terry le preguntó a dónde se dirigían, Candy solo le respondió:

«Iremos a mi lugar especial»

Él no necesitaba mayor explicación, simplemente se dejó llevar por la muchacha. Caminó junto a ella sin que nada más importara.

—¿Ves esa arboleda? —preguntó Candy, mientras Terry asentía—. Es uno de mis lugares favoritos y por eso, decidí que Clint debía descansar aquí. Quiero llevarle estas flores, ahora vengo.

Terry observó a Candy dirigirse a la pequeña tumba del que fuera su mejor amigo, se sintió muy triste por ello, pues, aunque ya había pasado tiempo desde su partida, se notaba que Candy seguía extrañándolo. El actor se acercó hasta ella y galantemente le ayudó a levantarse.

—En donde él esté, sé que es muy feliz —comentó Candy mientras se reincorporaba y entrelazaba los dedos de su mano con los dedos de Terry.

—Yo también lo creo, ¿sabes? Lo recuerdo con mucho cariño. Convivimos por un largo tiempo.

—Lo sé... —Candy sonrió—. Por cierto, no te he dado las gracias por procurarlo y hacerle compañía, gracias Terry.

—Era mi amigo también, lo hice con gusto.

Candy sintió que el corazón se le encogía al recordar aquellos momentos con Clint en el colegio, pero, se aguantó el dolor y entonces invitó a Terry para seguir caminando. No deseaba llorar, no cuando prometió aceptar la necesaria partida de su mejor amigo.

—Vayamos a la colina. Verás lo bella que luce a esta hora del día.

Candy lo invitó a correr junto a ella y Terry no dudó en seguirla. Corrieron con emoción hasta llegar a la colina, una vez ahí, se dispusieron a charlar.

—Al fin solos, ¿no? —expresó con alivio Terry, al tiempo que abrazaba a Candy y juntos miraban el paisaje que les regalaba la Colina de Pony.

—Lamento que atrasáramos este momento, pero, eso nos pasa por jugar a ser cupido.

—No vuelvo hacerlo, Pecosa. Esta es la primera y última vez que entro en esos asuntos... —dijo con seriedad—. Claro que ya sé que no puedo esperar lo mismo de ti, eres una entrometida por naturaleza.

Candy le dio un ligero pellizco y Terry solo se rio.

—Como sea. No estamos aquí, para hablar de eso, ¿o sí? —cuestionó la rubia con curiosidad—. ¿De qué quieres hablar conmigo, Terry?

Él la tomó de la mano y la invitó a sentarse a su lado.

—¿Recuerdas que te dije que regresaría a Nueva York en agosto? —preguntó Terry con naturalidad, mientras Candy afirmaba, deseando no tener que recordar eso—. Bien... Qué bueno que lo recuerdas, porque agosto llegará en unos días.

Candy soltó la mano de Terry, ya que, de pronto, no se sintió cómoda estando con él. Escuchar aquellas palabras, no era algo fácil, realmente no sabía cómo reaccionar.

—¿Por qué sueltas mi mano? —le reclamó Terry, interrumpiendo su declaración, al tiempo que intentaba buscar de nuevo el contacto con la rubia, sin embargo, ella se levantó y luego se apoyó en el tronco del árbol—. Candy, ¿qué sucede?

—No sucede nada, Terrence —replicó ella con tristeza.

—Entonces toma asiento de nuevo y hazme el favor de escuchar lo que tengo que decirte.

—No necesito sentarme para que me digas que te irás... —explicó ella con valentía—. No me lo tomes a mal. Solo digo que, si eso, es lo que me tenías que decir, entonces no quiero escucharlo. No arruinemos este momento, por favor.

Terry observó a la muchacha, mientras esta seguía mirando el paisaje. Él se levantó de su asiento para intentar acercarse a ella, no obstante, una vez más, Candy no permitió que la tocara.

—La única que está arruinando este momento eres tú, Candice —recriminó Terry, no anticipando lo que venía.

—¿Lo dices en serio? —preguntó con enojo—. Santo Dios, Terry... Este es mi lugar favorito, ¡no hay otro lugar que adore, más que esta colina! ¿Y yo soy la que lo está arruinando?

—Ni siquiera me has dejado hablar, ¿cómo puedes decir que arruino el momento? —Terry respiró hondo, deseando poder controlarse. Por desgracia Candy no le ayudaba en nada.

—De acuerdo, Terrence... dilo todo. Dime cuándo te vas, a qué hora lo harás... infórmame todo, por favor y déjame otro mal recuerdo... ¡Arruina mi colina y este momento que pensé que sería especial!

Terry la observó con tristeza y Candy de pronto sintió, que ya no era ella misma, ¿qué le estaba pasando? ¿Por qué razón actuaba así? La joven se sintió sumamente avergonzada, pero, aquello no la detuvo e increíblemente no estuvo dispuesta a ceder.

El actor también se negó aceptar lo que estaba pasando, «Esto no puede quedarse así!», pensó convencido y entonces con decisión, se acercó a su novia, no le importaba si ella no deseaba que la tocara, él iba hacerlo, la tocaría y aceptaría las consecuencias negativas que eso probablemente le traería.

—No —le dijo Candy decidida, pese a ello, Terry no le hizo caso—. Te dije que no, Terrence.

Aquellas palabras calentaron la sangre del actor y sin que Candy pudiera hacer nada, Terry la arrinconó contra el tronco del árbol y la obligó a mantenerse quieta.

—¿De verdad quieres que te suelte? —pregunto él, obligándola a verlo a los ojos—. Mírame Candy... mírame y dime que no quieres que te toque... —ella lo miró, sin embargo, no pudo responder nada.

Sin que Candy pudiera evitarlo dejó que el castaño se apoderara de ella, Terry la besó con desespero y ella sin pensarlo le correspondió con la misma desesperación.

Estaban enfadados el uno con el otro, no obstante, se amaban demasiado para enojarse por más tiempo y aquella mezcla de sentimientos, solo podía explotar con una muestra de pasión. Se besaron ardientemente sin importarles nada más.

Al final, y luego de que aquel arranque pasó, ambos permanecieron abrazados tranquilizándose e intentando recobrar la respiración.

—Perdóname. No era mi intención ponerme así... —expresó Candy, acariciando el rostro de Terry.

—No tengo nada que perdonarte. Eres humana Candy... aunque a veces no lo parezcas, sí lo eres —Terry acarició el angelical rostro de Candy y enseguida, sonrió—. Tienes todo el derecho a sentirte furiosa y enojarte.

—No sé qué más decir... no suelo perder la cabeza de esa forma.

—No digas nada y mejor escucha lo que yo tengo qué decirte. ¿Ya me vas a dejar hablar, Candice?

Ella asintió y mirando de nuevo a Terry, lo invitó a continuar.

—Partiré a Nueva York Tengo que irme y tú ya lo sabes... —expresó observando fijamente los ojos verdes de Candy—. Pero, Pecosa mía, lo que no sabes es que tú te vas ir conmigo... —agregó de pronto, mientras ella lo veía sorprendida—. Y antes de que armes otro drama, te lo explico: Stear, ha decidido someterse a rehabilitación para usar una prótesis, pues, él desea volver a caminar —Terry la vio sonreír y además añadió—. Quiere que tú seas su enfermera y le acompañes en este proceso. Según me dijo, Albert ya te ha dado el permiso y tú, solo debes decir que sí.

Candy se sonrojó y cubrió su cara con desespero, la vergüenza que estaba experimentando era infinita...

—¿Eso era lo que ibas a decirme hace rato? —preguntó temerosa.

—Sí... pero no sabía que te ibas a convertir en mona rabiosa... ¡Cielos! De haberlo sabido, hubiese empezado por decirte lo de Stear.

Candy se recriminó fuertemente y sonrojándose pidió:

—Perdóname, yo pensé que te despedías y...

—Y decidiste hacer una rabieta.

Candy rio y luego se encogió de hombros.

—Pensé que...

—Que te quedarías aquí y que yo me iría como siempre —completó Terry, al tiempo que acariciaba las mejillas de la rubia—. Me tienes en muy mal concepto Candy... —aceptó con tristeza—. Pese a ello, yo te entiendo. No te he dado motivos para que confíes ciegamente en mí. Has estado sola por mucho tiempo y piensas que volverás a estarlo.

—Te amo, Terry. Yo te amo demasiado —expresó ella con devoción—. Perdona mi exabrupto. Por favor no pienses que no te tengo confianza, porque eso no es verdad.

—También te amo y no hay nada qué perdonar —aclaró él con una sonrisa—. En realidad, disfruté mucho, verte así de molesta, ¡estabas tan roja que se te notaban más las pecas!

Ella rio, pero al mismo tiempo, evitó que Terry siguiera hablando, colocó su dedo sobre los labios del muchacho y luego lo besó con ternura, dejándole ver cuánto lo amaba.

—¿Esto quiere decir que aceptas la propuesta de Stear? —cuestionó Terry, entre los labios de la rubia, sintiéndose dichoso.

—Claro que sí, me iré con ustedes, quiero ayudar a Stear... y quiero estar contigo. Es perfecto Terry, ¡todo es perfecto!

Ambos se abrazaron, pensando en el futuro y en lo felices que estarían en Nueva York. Lo que ninguno de los dos imaginaba era que la aventura apenas comenzaba y que aquel viaje, sería la prueba definitiva para su bello amor.