EL PESO DE LA ARENA HUMEDA
3 AÑOS DESPUÉS DE LA VICTORIA HYUGA
SHIKAMARU
Shikamaru era un niño curioso, miraba todo el tiempo hacia todos lados intentando descubrir que era todo lo que lo rodeaba. Sus padres pocas veces los regañaban por su curiosidad, en cambio muchas veces lo alentaban y respondían sus continuas preguntas, pero esa mañana era diferente.
Sus padres lo habían levantado con demasiada presura y no parecían felicidades durante el desayuno, sino tensos, ante sus habituales preguntas matutinas sus padres apenas le habían dirigido la palabra.
—¡Shikamaru, mira al frente! —lo reprendió su madre.
Shikamaru volvió la vista al frente y comprendió que se encontraba en una fila larga.
—¿A dónde vamos? —preguntó—. ¿Ino y Choji? ¿Vamos a ver a Ino y Choji?
Su padre respondió cortantemente—. Los veremos más tarde, guarda silencio Shikamaru.
Shikamaru obedeció, por primera vez el tono de voz de su padre no aceptaba preguntas ni reclamos.
Varios minutos más tarde él y sus padres entraron a una sala oscura. Yoshino Nara le ordenó a su hijo a arrodillarse en el suelo de madera. Su padre saludó a un hombre desconocido de ojos blancos, le dio un pergamino y luego se arrodilló junto a su familia.
El hombre de ojos blanco se acercó a ellos con pasos lentos y una mirada gélida que Shikamaru jamás olvidó.
—Primero mi hijo —pidió Shikaku y el hombre asintió.
Sin saber que sucedía Shikamaru sintió como el hombre presionaba dos dedos contra su frente y recitaba unas cortas e entendible palabras.
El dolor que sintió fue insoportable para un niño de tres años, comenzó por su frente y se extendió como fuego por todo su cuerpo. Escuchó a su madre reprimir un grito y luego perdió la conciencia en medio de sus propios gritos.
Cuando despertó sus padres lucían un tatuaje de cruz verde en la frente y pronto descubrió en el espejo que él también la tenía. Cuando preguntó a sus padres que era esa cosa, los adultos solo respondieron "algo que nos protege".
Shikamaru no hizo más preguntas durante el mes.
22 AÑOS DESPUÉS DE LA VICTORIA HYUGA
SHIKAMARU
—¿A mí? —preguntó intentando sonar tan aburrido como de costumbre, pero lo cierto era que estaba sorprendido, y hasta un poco intrigado—. Es muy problemático ¿por qué debo hacerlo yo? —agregó para sonar más convincente.
Shikaku se encogió de hombros y suspiró—. Así lo pidió ella. Muévete, no hagas esperar a la hija del Kazekage.
Shikamaru se puso su ropa ninja menos gastada y salió de su casa con el paso lento y perezoso de siempre.
—Temari-san —dijo Shikamaru, cuando llegó a la puerta principal de los terrenos Hyuga, donde ella lo esperaba con los brazos cruzados—. ¿Me mando a llamar?
Temari asintió, fría, y con muy poco carisma—. Demos un paseo. Deseo que me muestres la aldea. —aunque lo hizo sin intención, Shikamaru no pudo evitar prestar atención a los ojos verdes de la chica, tenía una mirada inusualmente expresiva.
—Temari-san, usted tiene muchas sirvientas a su disposición que seguramente podrían...
—No necesito sirvientas —dijo ella, su voz era hielo, casi parecida a la de Neji—. Andando —ordenó. Y comenzó a caminar. Él la siguió. Su forma de dar órdenes también le recordaba a Neji, quizá su parecida personalidad sería un verdadero conflicto en su plan de matrimonio.
Shikamaru miró el portón de los Hyuga, las escoltas no le interrumpieron la salida ni la cuestionaron. Ese era el poder que ella tenía. Ese era el poder de un rostro sin marca, sin subyugación ante los Hyuga. El poder de su libertad.
Ninguno dijo nada hasta que los terrenos Hyuga se perdieron detrás de los edificios de Konoha.
—¿Quiere ir a un lugar en especial? —preguntó Shikamaru, mucho más ecuánime y relajado, sabía que, los Hyuga podían estar en cualquier lado, pero sentía que al menos podía hablar con más tranquilidad si estaba físicamente lejos de la mansión.
—¿Un mercado? ¿Hay eso aquí? —preguntó ella.
Shikamaru asintió—. Conozco uno, pero... es un lugar sucio para la princesa de...
Ella lo interrumpió con una risa genuina que lo tomó desprevenido—. ¿Todos aquí creen que los hijos del Kazekage no vamos al mercado? ¿Acaso los hijos del Hokage no hacen sus compras?
Shikamaru no supo que responder. Nunca había visto a Neji salir a comprar verduras y, sinceramente, la idea de pensar en Neji Hyuga escogiendo un brócoli le pareció muy divertida.
—Llévame, quiero unos dangos y una buena parilla —dijo ella, estiró los brazos hacia arriba con pereza y soltó un sonoro bostezo.
Shikamaru torció una sonrisa. ¿Dónde había quedado la voz gélida de la chica? ¿Dónde estaban sus ropas elegantes y su elaborado peinado? Si no fuese porque sabía su nombre ella sería fácilmente una chica más de la aldea con cuatro coletas despeinadas.
Y cuando la vio devorar el asado en la parrilla favorita de Choji, Shikamaru se preguntó ¿Dónde habían quedado sus modales en la mesa?
—¿Por qué me miras? —preguntó Temari, cuando descubrió que él la miraba discretamente.
La verdad le salió de los labios sin poder hacer nada para evitarlo—. No eras lo que esperaba —dijo.
—¿Esperabas una dama calladita? —preguntó ella—, ¿o una obediente mujer Hyuga?
Shikamaru no respondió, la respuesta habría sido inadecuada. Él esperaba una dama callada, como las mujeres del clan Hyuga y en cambio había llevado a Konoha una mujer que comía con las manos y deseaba caminar por la aldea.
—Suna y Konoha no son iguales —dijo Temari mientras se limpiaba la boca con una servilleta—. Pero decirte en que diferimos sería traición a su gobierno —rio con soltura.
Shikamaru se erizó con la respuesta y de inmediato volteó la vista hacia todos lados en busca de espías. Afortunadamente, el restaurante estaba vacío en ese momento.
—Pero supongamos, por un momento, que soy estúpida —dijo ella, antes de beber un poco de agua—. Explícame que son esas extrañas marcas que todos traen en la frente —dijo señalando con el dedo la marca de Shikamaru.
Shikamaru tomó agua para ganar un poco de tiempo, no creyó que pudiera negarse, pero tampoco quería hablar de eso en un lugar público.
—Vamos, explícame —pidió ella con sus enormes ojos expresivos.
—Como usted ordene —dijo Shikamaru, intentando mantener tanta formalidad como le fuera posible ante la inusual situación—. Estas marcas son sellos que el clan Hyuga nos coloca a todos cuando cumplimos los tres años —dijo señalando su propia marca con los dedos—. Hay tres colores, azul, verde y negro —Vio que Temari prestaba atención a su explicación.
—La azul, como la de Neji-san, se reserva para la rama secundaria de los Hyuga, ellos solo reciben órdenes de la rama principal. La rama principal no tiene marca —continuó Shikamaru—. Luego estamos nosotros, la marca verde, recibimos órdenes de los dos anteriores.
—¿Qué limitación les pone la marca verde? —preguntó Temari.
—Ninguna en realidad, pero... —se detuvo.
—¿Pero?
—Si desobedecemos... los Hyuga pueden castigarnos mediante ellas —terminó de decir, sintiendo la incomodidad por todo el cuerpo. Nunca había sido castigado, pero había visto en primera fila lo que los Hyuga eran capaces de hacer cuando activaban la marca en otros.
—Continúa —pidió ella.
—Y luego están los de marca negra —dijo Shikamaru señalando a la mesera del restaurante que limpiaba las mesas vacías—. Puede ser castigada por cualquier no marcado, azul o verde.
Temari levantó una ceja—. ¿A ti te gusta castigar?
Shikamaru la miró fijamente unos segundos, incómodo por la pregunta—. Prefiero reservarle el honor a los Hyuga —él nunca había utilizado su marca contra alguien, pero había presenciado la crueldad de la gente en más de una ocasión y el solo recuerdo lo ponía incómodo.
—No he visto ningún ninja con marca negra —observó Temari.
Shikamaru volvió a mirar a la mesera—. Los de marca negra no pueden usar su chakra, los Hyuga lo bloquean. Todos los sirvientes de la mansión Hyuga tienen marcas negras, así como muchos aldeanos.
—¿Y pueden cambiar de color? ¿Podría esa chica volverse una verde o tú, podrías cambiar tu marca por una negra? —preguntó ella.
Shikamaru asintió—. Un Hyuga de la rama principal puede hacerlo—se encogió de hombros—. Aunque no veo porque alguien con marca negra quisiera subir de rango —suspiró, hablando con franqueza y olvidando por un momento con quien estaba sentado—, tener una marca verde significa que trabajas para la aldea, para ellos, no hay opción...
—¿Te gustaría tener opción?—preguntó Temari, bajando la voz.
Shikamaru la miró—. Me gustaría dormir más por la mañana—respondió. Ella sonrió ante su ocurrencia.
Temari no siguió la conversación después de esa revelación, y aunque él se arrepintió de sus palabras, sabía que lo que había dicho no era mentira.
Su paseo siguió por la tienda de dangos y posteriormente por los jardines de Konoha. Shikamaru la seguía unos pasos por detrás, pendiente de las preguntas de botánica que ella lanzaba. Le parecía hasta cierto punto cómico la ignorancia que ella profesaba ante ciertas plantas comunes, así que le respondía todo con buen agrado.
Dentro del jardín botánico llegaron a un pequeño puente que salvaba un riachuelo calmo. Temari acomodó los codos en la baranda y miró hacia abajo.
Después de un momento de silencio, ella habló—. ¿Así que tú tuviste la idea de mi matrimonio?
Shikamaru asintió—. Me pareció una idea provechosa para ambas aldeas. La guerra se estaba extendiendo sin sentido —bostezó con despreocupación, dejando de lado las formalidades con la princesa de la arena.
—Es verdad—admitió Temari sin dejar de mirar el agua—. Pero, debo decirte, que si mi padre sospecha que ustedes piensan aprovechar esta situación más allá del tratado, aplastará esta aldea sin importar que yo esté en ella —suspiró—, sería una excusa perfecta ¿Lo sabes, no, Shikamaru?
Shikamaru chasqueó la lengua—. Que problemático —susurró—, no diga esas cosas en voz alta Temari-san, podría considerarse traición y a la gente que traiciona a Konoha la...
—... la castigan —completó ella—. Eso lo sé bien —lo miró—, pero te agradezco el consejo.
Shikamaru, dio un paso hacia ella y miró con ella su reflejo en el agua del riachuelo. Él sabía bien a lo que ella se refería y también sabía que esa era la intención real de los Hyuga, ella no debía sospechar las intenciones de Neji bajo ningún motivo o la guerra que tanto se habían esforzado en detener volvería a explotar con mayor violencia.
—Me gusta esto —dijo ella mirando los ojos de Shikamaru a través del agua. Su voz logró arrancarlo de sus fatídicos pensamientos.
—¿El jardín? —preguntó él, desconcertado.
—El agua —respondió ella—. No hay ríos así en mi aldea, al menos no como estos.
Él se abstuvo de corregir que aquello era un riachuelo, no un río.
—Quizá no pueda sentir el viento del desierto nunca más —dijo ella—, tendré que acostumbrare al agua.
Las palabras le cayeron como agua helada y le encogieron el corazón de forma inesperada. Shikamaru contempló a la chica a través del agua. Era solo dos años mayor que él, pero el reflejo de su mirada la hacía ver pequeña e indefensa, como si el agua revelara sus verdaderos miedos. Si ella tenía planes en su vida él se los había arrebatado.
Él había soltado una idea sin pensar en las consecuencias de sus actos, había pensado en la aldea antes que en ella o Neji y aquel pensamiento había sido sencillo en ese momento porque no la conocía. Pero ahora sentía una inmensa culpa, había salvado vidas, sí, pero había arrastrado a la chica sin piedad.
¿Por eso lo había llamado específicamente a él?
A través del agua Shikamaru vio una mirada triste, el reflejo de la soledad en una aldea de enemigos y su enorme añoranza por su aldea.
Temari también lo miraba por el reflejo, pero no supo distinguir que pensaba ella de él. La chica levantó la vista del agua y giró la mirada hacia Shikamaru. Shikamaru la miró también.
—Necesito un aliado aquí —dijo ella—, y ese serás tú.
Shikamaru no podía apartar la atención de los ojos verdes de la chica, expresaba tanto que le abrumaba—. ¿Yo? Pero, tendrá muchos sirvientes a su disposición en...
—No he dicho que necesito un sirviente, y realmente no lo necesito —dijo ella—. He dicho que necesito un aliado y te he escogido a ti.
—¿Por qué a mí? —preguntó él, aunque creía conocer la respuesta.
—Porque estoy aquí por tu culpa... me lo debes —dijo ella y la enorme sonrisa que le regaló le iluminó el rostro.
Shikamaru quedo pasmado, sin saber que pensar por primera vez en su vida. Tan solo podía verla. Aquella sonrisa se le grabó a fuego en la memoria. El corazón se le detuvo un instante y luego comenzó a palpitar tan descontroladamente que temió que ella pudiera escucharlo.
—Está bien —logró balbucear. Y de pronto, supo que haría lo que fuera por protegerla. Supo que estaba en problemas.
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MATSURI
Matsuri utilizó el látigo para golpear directo a los pies del pelirrojo, pero la arena fue mucho más rápida y tomó el látigo para arrastrarla hacia él.
—¿Por qué me traicionaste? —dijo Gaara con una voz que era suya y a la vez no lo era.
Matsuri intentó golpearlo, pero la arena la había suspendido en el aire por los pies, sabía que estaba perdida.
—¡Gaara! —gritó ella con desesperación—. ¡No dejes que tome el control! —gritó—. ¡GAARA, DESPIERTA!
Pero los ojos azules del chico habían dejado su color humano para volverse amarillos, el Shukaku estaba tomando el control y ella sabía que no había forma de contrarrestar esa transformación. A diferencia de su hermano, Gaara carecía de un sello de control. Lo único que mantenía al Shukaku dentro de su Jinchuriki era la fuerza de voluntad del propio Gaara. Fuerza de voluntad que había perdido en el momento en el que había creído que lo había traicionado, y por esa confusión, el Shukaku estaba dispuesto a matarla.
—¡GAARA! —gritó una vez más desesperada mientras la arena le bajaba por el cuerpo hasta la garganta.
Matsuri miró a su alrededor, Gaara o el Shukaku, era difícil de distinguir en ese momento, habían matado a una decena de ninjas que los habían encontrado con la intención de capturarlo.
—¡YO NO TE TRAICIONÉ! —gritó Matsuri—. ¡NO QUIERO LLEVARTE AL KAZEKAGE! —gritó— ¡GAARA, TE LO VOY A EXPLICAR!
La arena no se detuvo y él ya no podía escucharla.
"Va a matarme" pensó con tristeza, la mataría y él creería que ella lo había traicionado. Entonces dijo lo único que quería decirle antes de ser completamente sepultada por la arena— ¡Fue mi primera cita! —logró gritar.
Pero el ataúd de arena no la encapsuló. Poco a poco la arena se alejó de ella y regresó a la calabaza de Gaara.
Matsuri cayó de rodillas escupiendo la arena que se le había metido por la garganta. Frente a ella, Gaara trastabillaba mientras se agarraba la cabeza con ambas manos intentando recuperar el control de su cuerpo.
—Basta, basta, basta —dijo Gaara golpeándose la cabeza contra un árbol.
Matsuri se levantó de inmediato y se interpuso entre Gaara y el árbol que usaba para lastimarse, aunque su peso, altura y fuerza la superaban por mucho logró tomar su rostro entre sus manos y lo obligó a mirarla. Los ojos de Gaara se debatían intermitentemente entre su azul humano y el amarillo del monstruo.
—Tú puedes —dijo Matsuri sin apartar la vista de su rostro—. Tú puedes controlarlo —repitió—. Tú puedes Gaara, contrólalo. No dejes que te venza, tú eres más fuerte.
Gaara miró a la chica de su garganta surgió un rugido aterrador, pero la chica se mantuvo firma y no retrocedió.
—No te voy a abandonar —le aseguró la chica—. ¡CONTRÓLALO! —gritó con fuerza y Gaara gruñó de nuevo.
—¡CONTRÓLALO! —volvió a gritar
Gaara miró hacia el cielo y lanzó un grito feroz—. ¡BASTA! —el gritó debió drenarle la energía porque el chico perdió la fuerza y cayó desmayado sobre Matsuri.
Matsuri recargó la espalda contra el árbol y lentamente recostó a Gaara sobre el suelo frío. Suspiró con alivió al verlo inconsciente, pero dudaba que durara demasiado ese estado. Se cortó el dedo pulgar e invocó una enorme rana rosada.
—¿Matsuri? —dijo la rana rosada mirando a su alrededor—. ¿Qué ha pasado aquí? —luego la rana miró al chico inconsciente—. Él es... él es... el Shukaku
Matsuri asintió—. Ayúdame a llevarlo al río, Asami.
La rana estiró su enorme lengua y envolvió a Gaara, cuando Matsuri saltó sobre su lomo la rana rosa dio uno o dos saltos gigantes que la llevaron hasta la orilla del río.
La rana depositó al chico sobre el pasto seco y Matsuri bajo de su lomo.
—Avísale a Naruto que lo encontré —pidió Matsuri—. Iré hacia Amegakure en cuanto pueda.
Asami asintió y con un fuerte "clack" desapareció.
Matsuri se dispuso a levantar el campamento y esperar a que Gaara despertara.
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TENTEN
Tenten bebió el café que su hermano le dejó en la mesa. Lee se sentó a la mesa con ella y compartieron la taza de té con una tarta dulce.
—¿En serio vas a vestirte así? —preguntó Tenten levantando una ceja e intentando reprimir la risa—. Sé que es el atuendo de Gai-sensei pero ¿no te parece demasiado?
Lee negó efusivamente—. Tengo que inspirar a los chicos.
Tenten puso los ojos en blanco—. Debe ser un entrenamiento clandestino Lee —sonrió—, ese traje llamará la atención de todos los Hyuga de la aldea.
Lee negó—. No me verán —dijo con una enorme sonrisa—. Encontré una guarida secreta.
—¿Dónde?
—¡Si te digo dejará de ser secreta! —dijo él.
Tenten sonrió, pese a tener una marca negra, como ella, Lee había desarrollado su taijutsu a nivel de cualquier usuario de chakra, su determinación siempre le había parecido inspiradora, pero no su sentido de la moda.
—Itachi te dio la misión de pasar desaparecido —dijo ella.
—Y reclutar gente interesada en la causa —agregó él—, cuando vean este uniforme van a querer unirse, sin duda.
Tenten soltó una sonora risa—. Vas a asustarlos.
—Van a entrenar, ya lo verás.
—¿Y? ¿Has reclutado al menos a uno? —Tenten temía la respuesta
—Dos—respondió con una enorme sonrisa.
—Al menos es algo—Tenten jugó con la cuchara de su café entre los dedos, ella había desarrollado una puntería precisa con las armas convencionales, pero sin el uso de chakra su poder se limitaba a lanzar kunais y correr, Lee en cambio se había exigido más allá de sus fuerzas humanas para ser un ninja sin chakra.
Lee bebió un poco más de café—. ¿Cómo va la boda?
Tenten rio—. Se odian —dijo—, son demasiado parecidos, mandones y mala cara.
—Se tendrán que casar...
—Si no se matan en el proceso...
Lee asintió—. Envié la información ayer, pero no he recibido respuesta aún.
Tenten se encogió de hombros—. Deben estar ocupados... la verdad preferiría estar con ellos en cualquier otro lugar que no fuera aquí.
Lee asintió—. Extraño el refugio, aunque esta casita no está nada mal.
—Este lugar se cae a pedazos —dijo Tenten señalando las goteras del techo.
—¡Las acabo de reparar! —gritó Lee, pero su animo no decayó— ¡Volveré a repararlas!
Tenten envidiaba su optimismo. Si bien no eran hermanos de sangre habían crecido juntos y eran tan cercanos como dos amigos podían ser.
—¿Vas a trabajar para la hija del Kazekage? —preguntó Lee.
Tenten asintió—. El Hyuga quiere que este ahí —se encogió de hombros—, pero creo que quiere usarme como una espía.
—¿Y que tal la chica? ¿Es agradable? —preguntó Lee.
—Sí —dijo con un poco de pena—, es agradable... me siento un poco mal de que deba casarse con él —rio—, pero si alguien puede hacerlo enojar es ella.
Tenten miró el reloj colgado encima del viejo sofá—. Debo irme —anunció—, pasaré por el mercado a comprar algunas cosas.
Lee se levantó de un saltó—. ¿Quieres enviar otro mensaje?
Tenten negó—. Te veré la próxima semana.
Lee la despidió con un fuerte de abrazo y Tenten volvió caminando a la mansión Hyuga, paso entre las calles conocidas y saludó a algunos vecinos. No podía entender como los Hyuga podían vivir en sus mansiones ostentosas repartiendo migajas al pueblo que gobernaban.
Llevó sus dedos hacia la cruz negra de su frente y suspiró, en realidad si podía entenderlo, sus padres los habían desafiado y habían muerto por ello.
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GAARA
La primera cosa extraña que sintió cuando recobró la consciencia fue el trapo frío y mojado en su frente, lo tomó sin cuidado y lo arrojó lejos de él.
Saltó como un gato listo para atacar y miró a su alrededor, pero no había nadie. Nadie más que ella mirándolo desde el otro lado de la fogata con un pescado a medio comer.
—¿Tienes hambre? —preguntó señalando el pescado que todavía se encontraba empalado sobre el fuego.
Gaara se dio cuenta que sí, en efecto, tenía hambre. Así que solo asintió suavemente. Matsuri sacó el pescado del fuego y le señaló a Gaara que se sentara junto a ella. Sin saber bien porque la obedecía tanto, él lo hizo. Comieron en silencio durante un buen rato, hasta que Matsuri tuvo que volver a avivar el fuego arrojando un pedazo de leña seca.
—Intenté matarte —dijo él lanzando el esqueleto del pescado al fuego. Matsuri hizo lo mismo.
—No exactamente —dijo ella bebiendo un poco de agua—. El Shukaku intentó matarme, tú intentaste evitarlo.
Gaara miró al suelo—. No seas tan condescendiente Matsuri, casi te mato hoy—. Matsuri le dio la botella de agua y él bebió un poco. Miró sus manos, no lo recordaba con claridad, los gritos de ella diciendo su nombre eran su único recuerdo nítido—. ¿Nos atacaron? —preguntó.
Matsuri asintió—. Ninjas de la arena —dijo ella—, creo que te querían llevar con tu padre.
Gaara asintió y bajó la mirada, lleno de vergüenza—. No debería haberlos matado... solo seguían órdenes del Kazekage... pero, no puedo, no puedo evitarlo. Cuandoesta cosaaparece, no puedo controlarlo.
—¿Quién es el que no quiere volver? —preguntó ella—. ¿Gaara o el Shukaku?
Gaara la miró con los ojos bien abiertos, era una excelente pregunta que nunca le nadie le había hecho—. No lo sé —respondió con sinceridad.
—Yo no te traicioné —dijo ella con tristeza.
—¿No? —aún no creía que pudiera confiar en ella—, cuando te acercaste a mi en la Aldea del Arroz —él la miró—. ¿Por qué fingiste que no sabías quién era? ¿Sabías quién era?
Matsuri asintió—. Sí —contestó y él quiso creer que era sincera—, siempre lo supe, era mi misión encontrarte.
—¿Para qué?
—Mi padre —respondió ella—, él me mandó a buscarte —dijo—. Creemos que los Hyuga van por ti.
Gaara la miró con desconfianza—. ¿Los Hyuga? ¿Por qué no solo me aconsejas volver a Suna? ¿No estaría a salvo allí?
Matsuri se encogió de hombros—. Sinceramente no lo sé, Gaara —suspiró—. No soy la persona adecuada para explicarte —dijo ella.
—¿Quién lo es? ¿Tu padre? —preguntó él ligeramente alterado, parecía que ella también le mentía, ¿por qué sería diferente? Todos le habían mentido, siempre.
—Quizá —respondió—. Mira, yo solo sé que tú eres como mi hermano y por eso están en constante peligro.
—¿Tu hermano? —interrumpió Gaara—. ¿A qué te refieres?
—Él también es un Jinchuriki—respondió ella, con total naturalidad.
Gaara no pudo evitar dejar caer la mandíbula de la impresión—. Eso es imposible —susurró—. Mi padre me dijo que mi poder era único en el mundo.
Matsuri negó suavemente—. Hasta donde sabemos hay 9... y los Hyuga tienen 2, o quizá 3.
—¿Qué? —Gaara no pudo ocultar la sorpresa—. ¿Hay otros como yo? ¿Qué?—ladeó la cabeza— ¿Qué tan lejos estamos de tu padre?
—Una semana quizá —respondió ella.
Gaara asintió y el silencio volvió a reinar entre ambos hasta que el fuego se consumió por completo.
—Iremos —decidió Gaara—. Quizá tu padre sea más honesto que el mío —dijo con enojo y un toque de decepción. Matsuri guardó silencio y él la miró por la periferia de la visión.
—Podemos deshacernos de ella con facilidad—susurró el Shukaku en su mente.
Gaara continuó observándola, en realidad sí podría, ella era pequeña en estatura, quizá diez centímetros menos que él, era menuda y frágil, el Shukaku había acabado con personas mucho más fuertes así que no entendía del todo como era posible que ella lo hubiera controlado.
¿Cómo logró hablarle a su cordura a través del Shukaku? ¿Acaso ella lo engañaba como lo había hecho su padre? ¿Era igual de mentirosa que su padre? ¿Podría confiar en ella? ¿Realmente podía confiar en que lo llevaría hacia una persona que le daría respuestas o lo estaba conduciendo a una trampa?
—Quiere engañarte—susurró el Shukaku.
—Dime monstruo ¿lo que ella dice es verdad? ¿Hay otros nueve como nosotros? —preguntó él en voz muy suave, pero con tono amenazador.
La bestia en su interior no respondió.
—¡Contesta! —le ordenó, imponiendo su voluntad contra la de él.
—Sí—respondió el Shukaku con un gruñido.
Gaara cerró los puños, su padre lo había privado del mundo, lo había encarcelado para el poder de la aldea y le había mentido sobre su maldito poder.
El cansancio estaba venciendo a la chica cuando Gaara volvió a hablar.
—Matsuri —dijo suavemente.
—mph...
—¿Por qué mencionaste lo de la cita? —preguntó el. Pero no obtuvo respuesta, la chica ya se había dormido.
Gaara la observó, debía estar agotada... a fin de cuentas casi la había asesinado aquella tarde y aun así ella había cuidado de él mientras estaba inconsciente, había pescado por él y lo había esperado despierta para aclarar algunas cuantas cosas.
Pero pese a todo ello, él no podría confiar en ella. Había sido criado para desconfiar de todos, incluso de sus hermanos, ella no debería ser la excepción. Le había mentido desde el momento en el que se conocieron, cuando ella fingió ser una chica normal sin entrenamiento ninja.
Le había mentido cuando fingió no reconocerlo.
Le había mentido cuando fingió ir por el mismo camino que él.
Le había mentido todo el tiempo... pero cuando estaba por acabar su vida sus últimas palabras habían sido "Fue mi primera cita" y los recuerdos de aquella noche en el festival de la Aldea del Arroz lo habían golpeado como una tormenta de arena. Nada de eso tenía sentido.
—¿Por qué duermes tan tranquila? —susurró Gaara mirándola—. Podría matarte ahora mismo por traidora —agregó.
—¡Mátala!—dijo el Shukaku en su cabeza—.¡Ella nos traicionó, mátala!
Gaara sacudió la cabeza para alejar su voz.
—¡MÁTALA! —gritó el monstruo en su interior.
Pero no lo hizo, cerró los ojos y aunque no durmió recordó detalle a detalle el helado, la música, los juegos de feria y las risas que había compartido con Matsuri en la maldita Aldea del Arroz.
Recordó el sabor limón que él pidió y el sabor chocolate que le compró a ella. Recordó su sonrisa y la larga platica que tuvieron sobre los festivales a los que habían asistido.
Ella le platicó sobre el festival de la Lluvia en Amegakure y él le habló sobre el festival del Sol, que se celebrará el día más largo del año en Sunagakure.
Ella le platicó sobre su hermano y su alegre personalidad. Él le platicó a ella sobre sus hermanos, la loca personalidad de su hermano y la enérgica personalidad de su hermana.
Gaara no podía concebir que todo eso hubiera sido mentira, porque él nunca había sido tan sincero con nadie como aquella noche. Era un momento que atesoraría toda la vida y se preguntaba si ella pensaba igual o si sólo había sido parte de una misión cuidadosamente planeada.
No sabía si realmente podía confiar en ella.
—¡Mátala! —gritó el monstruo en su interior, pero Gaara decidió ignorarlo.
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¡Hey hola! Espero que hayan tenido un buen Lunes de Fic y que les esté gustando la historia.
Si ya han leído alguno de mis fics saben que me gustan las ideas de cocción lenta jejeje pero entretenida. Mi idea con este fic es explorar los aspectos más políticos y secretismo del amplio mundo de Naruto jejeje y obviamente mucho drama y romance.
Si les está gustando no olviden dejar su estrellita y recomendar.
¡Nos leemos el siguiente lunes!
