Las desventuras de un alfa inepto y una omega sobresaliente

Capítulo: Todo sobre cabos sueltos, y soltar las riendas.

Uma solía ser la más callada del equipo femenino de kendo, en gran parte debido a que era la integrante más joven. Por ello mismo, la idea de perderse las nacionales no era tan catastrófica para ella como para Aiko y Uta, sus compañeras de segundo año.

Su capitana, Karin, las había reunido apenas se hubo reintegrado de su suspensión de tres días y les explicó, sin florituras ni añadiduras, que no podrían ir a la competencia nacional por su falta de carácter, acto seguido, se inclinó y pidió perdón con mucho sentimiento. Uma sintió verdadera lástima por su capitana al observarla tan contrita y arrepentida.

Era muy trágico para Karin, también.

Uta, su compañera y amiga, fue la primera del grupo en romper el silencio: — Las únicas con posibilidades reales de una beca deportiva, en este momento, eran Sarugaki y tú. No te mortifiques.

Aiko, quien tenía mayores reservas sobre la rubia ausente, agregó: — Era poco probable que lo lográramos, Sarugaki de cualquier modo iba a seguir faltando y tampoco podríamos ir. No deberíamos permitir que siga el próximo año.

Karin se mordió los labios y se enderezó. No quería defender a Hiyori, pero una parte suya se sentía obligada a hacerlo. Sí, la rubia podría haber continuado faltando y comprometer al equipo; pero también podría no haberlo hecho y componer su sendero por el bienestar del grupo. No lo sabrían nunca porque había permitido que sacase lo peor de ella.

Se disculpó con ellas una vez más antes de que cada una de ellas, de nuevo, la dispensara por su accionar imprudente. Luego, cuando se hizo claro que no había mucho más para hablar sobre el tema, se despidieron; Uta se quedó con la capitana.

—¿Qué fue lo que te dijo Hiyori para sacarte de quicio? Tú no eres así. — preguntó.

Karin sopesó contarle a su amiga sobre el encuentro que tuvo con Hiyori y su "amigo" dientón, así como los motivos por lo que había terminado usando su voz de mando contra ella, casi golpeándola en el proceso. Yuzu se había puesto furiosa al oír el relato, y quiso denunciar el comportamiento preocupante de la rubia con el consejero escolar. Karin apenas logró disuadirla.

Uta era, por otra parte, una muchacha de mente más abierta. Decidió comentárselo, omitiendo todo el asunto anterior de sus feromonas descontroladas.

Uta frunció el ceño y titubeó incómoda antes de volverse hacia Karin. — ¿Recuerdas que te dije sobre rumores feos sobre Sarugaki en su anterior escuela…?

La morena asintió.

—Bueno, uno de ellos decía que se había enrollado con un profesor… y los encontraron.

—¡Joder!

Uta hizo una mueca indescifrable y suspiró. — Pensé que era mentira. Ella no me dio la impresión de ser… bueno, ya sabes, así.

—Hiyori puede que sea malhablada y grosera, pero, uh ¿con un profesor?— Karin no podía creerlo, pero ella misma había visto a Hiyori saltarse clases para ir a su encuentro.

—Quien sabe, hay gente que dice que cuando son parejas destinadas no hay fuerza de la naturaleza que los separe.

Karin giró los ojos. — Ya, sales de nuevo con esas historias de las almas gemelas.

—Terminaré siendo tu cuñada, ya verás. — Bromeó ella, quitándole seriedad al asunto. — Quién sabe.

Dado que había suspendido el año, Hiyori pensó en no volver a asomar su cara por la escuela al menos mientras durara el año, pero tampoco tenía deseos de dar mayores explicaciones en su casa ni de pasar en ella más tiempo del estrictamente necesario. En consecuencia, cada mañana se vestía con el uniforme de la escuela, tomaba su bolso vacío y se iba.

Pretender normalidad era lo que mejor se le daba esos días.

Paseó por los confines del distrito de comercio gastando su dinero en los malls hasta que se cansó. Al final de la semana, se halló a sí misma caminando hasta donde siempre: el patio trasero de la academia donde Hirako enseñaba, y salía a fumar durante sus descansos. Él la vio llegar, ofreciéndole un rostro de desagrado como recepción.

—¿Y la puta escuela, Hiyori?

—Me suspendieron, perdí el año. Así que cierra la boca y dame una pitada.

—Sigue soñando, eres menor de edad.

—Viejo avaro — Gruñó ella, arrebatándole el cigarrillo y dándole una profunda calada.

—¿Por qué te suspendieron esta vez?— Consultó él, apoyando su peso en la pared del pequeño callejón. —¿Otro pobre tipo se te confesó creyendo que ibas a primaria?

Cuando Hiyori no respondió a su bravuconada, Shinji se preocupó. Ella dio otra larga calada al cigarrillo que sostenía y miró a la calle, incapaz de responder.

—Joder, Hiyori… no puedes seguir así. Nada de lo que te pasó era culpa tuya, pero lo que estás haciendo ahora… bueno, te estás jodiendo a tí misma.

—Intenté disculparme con Karin por lo de antes, salió mal, me expresé para la mierda y creyó que me estaba burlando de ella y terminamos a los golpes. —Resumió, lanzando la colilla al suelo. — Nos suspendieron, por supuesto. Perdí el año.

Shinji gimió. — Tendrás que rendir todos los malditos exámenes integrales en junio si quieres pasar el año, tu escuela no acepta repitentes.

—No tengo la más mínima gana, estoy cansada. — Confesó, abrumada. — Fui, intenté mantener la única amiga que tenía y terminé peor ¡La puta madre! ¡Odio esto!

Shinji puso la mano sobre su melena y la despeinó, sabía que Sarugaki no era de las rompían en llanto sino de las que se dañaban a sí mismas; hubiera preferido que llorara de una buena vez.

—Lo ideal es que estudies para tus finales, pero lo que puedes hacer por ahora es ir e intentar hablar como se debe con esa chica. — Instruyó.

—Ya lo intenté.

—Así es la vida, mocosa: intenta hasta que lo logres.

—A mi vieja no le funcionó.

Hirako bufó. — Cosas diferentes, Hiyori.

—Perdiste tu trabajo por mi culpa, también.

—Me pagan mejor aquí.

Hiyori sabía que Shinji mentía, pero se quedó callada. Necesitaba otro cigarro.

—Tengo que volver a trabajar, quiero que vayas y aclares las cosas con esa chica ¿Me entiendes? Lo que hiciste estuvo pésimo y tú no eres así.

Ella no contestó y su amigo eligió no presionarla. Era perfectamente consciente de que había metido la pata, y aunque sería fácil para ella darse la vuelta, cambiar de escuela y repetir el año en otro sitio, no quería irse de otra ciudad. Por muy tonto que pareciera, había logrado encontrar un pequeño lugar donde podía ser ella misma en la clase de Kendo. Incluso se había comprometido consigo misma a no seguir faltando para poder competir… y lo había arruinado.

Caminó por la ciudad como cada día, hasta que cayó el sol. La angustia galopaba en su estómago, aún no le había dicho a su madre sobre su suspensión; apenas si soportaba verla esos días. La rubia decidió seguir el consejo del rubio dientón, la muchacha Kurosaki había sido quién la integró al grupo y se preocupaba por ella. Dios, era tan patética ¿Cómo se había visto reducida a ese ser endeble? ¡Ella era Hiyori Sarugaki, maldición!

Decidida, se dirigió al hogar de los Kurosaki. Era tarde y estaba completamente segura de que no la esperaría con los brazos abiertos, pero nadie la preparó para el odio de la más jovial de las hermanas. Yuzu abrió la puerta y bien pudo haberla apuñalado con los ojos.

—¿Qué buscas?— Consultó, arrastrando las palabras.

—Hablar con Karin. — Respondió, sin achicarse a su actitud.

Yuzu entrecerró los ojos y la dejó esperando afuera en un claro acto de grosería. Hiyori esperó diez minutos antes de que la morena saliera a su encuentro, llevando un abrigo extra para ella.

—Caminemos. — propuso ella, procurando buscarles algo de intimidad.

Llegaron hasta el parque cercano donde habían desembarcado del regreso triunfal de su primera competencia. Hiyori lo había pasado bien ese día, aunque le costó reconocerlo. Sus compañeros la habían admirado por su destreza y sus resultados, había sido agradable ser parte por un momento.

—Muy bien, dijiste que querías hablar. — Karin fue al meollo del asunto, sentándose en un banco. — Aquí estoy, y te escucho.

Respiró profundo y optó por ser concisa: — Primero: perdona mi mala actitud… en general. Segundo: perdón por usar mi voz de mando contigo, fue sin querer… yo no lo controlo bien, no es algo que haga adrede. Tercero: perdón por joder al equipo con mis faltas.

La rubia lucía fuera de lugar. Su pullover le quedaba gigantesco, incluso arremangado, miraba hacia otro sitio y llevaba el cabello suelto y despeinado. No lucía como la brillante y enérgica Sarugaki que conocía. A su juicio, le dio la impresión de que Hiyori estaba - con sinceridad - hecha un trapo mojado.

— Bien, acepto la disculpa. Pero quiero explicaciones, ¿por qué mierda te fugabas para verte con ese tipo? ¡Es mucho mayor que nosotras!

Ella hizo una mueca. Quería gritarle a la cara que no era su asunto y no tenía motivos para inmiscuirse en su vida; pero si no le contaba sobre sí misma ¿cómo iban a conocerse? Karin había sido transparente con ella: le había contado de su vínculo a medias, nunca le negó lo mucho que le gustaba Toushiro y siempre se había mostrado dispuesta a estar cuando la necesitara. Sarugaki llevaba mucho tiempo sola y por mucho que lo odiara Shinji tenía razón, era una puta adolescente y no debería estar siempre tan aislada.

—Era mi profe de física en mi escuela anterior, ya sabes, la escuela fina para señoritas. — Abrió y cerró los puños, nerviosa, — Lo expulsaron por mi culpa.

—Si estaba tirandote los perros, la culpa no es tuya. — Gruñó Karin.

—No me tira los perros, tarada, escuchame. — Ella ordenó. — Me presenté como un alfa en mitad de su clase de apoyo; era la única alumna ese día ¿sabes cómo terminó eso? Con él intentando apaciguarme, sin testigos.

Karin la observó. — No es tan raro que alguien se presente en clase. Es decir, ante los primeros signos te dan permiso para quedarte en casa pero…

—No se suponía que yo me presentara, nadie vio los signos; ni yo.

—Ya, pero si él es un alfa y es mucho más fuerte que tú…

— Me contuvo porque es mayor y más fuerte, pero tuvo que reducirme.— Narró, deseando tener un poco de nicotina en el sistema — y para eso, por supuesto, me apaleó; porque yo no me daba por vencida.

Karin no se sorprendió por ello. Era común que en la primera rutina los alfas no se rindieran sino hasta el punto del agotamiento, casi era la regla: solo en casos de la más absoluta desventaja los alfas renegaban de sus instintos de reafirmación. Tenía que ver incluso con la escala de jerarquía, tenía entendido, alfas jóvenes y pequeños cedían ante otros mayores y más fuertes, antes en su derecho de elegir pareja.

—El asunto… el…, ah, maldición. — Hiyori dio un breve paseo frente a Karin pensando si valía o no la pena sacar al gato de la bolsa. Decidió hacerlo. — El asunto es que mi viejo decidió hacerlo pasar como un intento de abuso, ¿de acuerdo? Porque no quiso que nadie supiera que yo era un alfa.

Karin parpadeó, confusa.

—No entiendo ¿por qué no querría que la gente supieras que eras un alfa? ¡Hay muchas mujeres alfa!

—Porque mis padres son betas, mis abuelos son betas, mis bisabuelos y quién sabe cuántas putas generaciones antes también eran betas.

La morena apretó los labios, entendiendo de repente a donde apuntaba la historia. Sus ojos se abrieron ante la revelación. — Un hijo alfa siempre debe nacer de un padre o madre alfa, o descender de un abuelo o abuela alfa pero…

—El gen nunca se salta más de dos generaciones, sí, lo sé. Soy una bastarda, y como el viejo no quiso que nadie supiera que era un imbecil cornudo, hizo echar a Shinji y lo obligó a firmar un puto convenio de confidencialidad. — Dijo, tragándose una furia que se negó a soltar. — Me sacó del colegio para que nadie más se enterara, y nos abandonó a mi vieja y a mi aquí.

—Joder. — Karin exclamó.

—Sí, joder. —Estuvo de acuerdo ella. — No me estoy excusando, pero nadie me explicó nada sobre cómo ser un alfa y a veces saca lo peor de mí ¿de acuerdo? ¡No sabía que estaba usando mi voz de mando contigo ese día!

Hiyori hizo una mueca con la boca, irritada y sobrepasada por sus emociones, volvió la vista hacia su interlocutora quien la observaba con los ojos llenos de entendimiento. Apartó la mirada a sabiendas de que si seguía por ese rumbo terminaría encausando su humillación a través de los puños. Su padre la había llevado engañada a hacerse un examen genético que había salido negativo, a todas luces. Luego, no volvió a saber de él salvo por los depósitos bancarios que mes a mes llegaban a su cuenta.

—Lo siento mucho, Hiyori. — Karin dijo, avergonzada por todas las conclusiones erradas que había sacado sobre ella. — Si te sirve de consuelo, yo tampoco sé mucho sobre cómo ser una omega super hormonada.

Sarugaki se rió sin humor. —Ya, ahora sabes.

—¿Y por qué continuabas viéndolo?

— Shinji me enseña a regularme, no tengo que darle explicaciones a él.

Hirako la aceptaba. Siempre había sido un sujeto raro que se llevaba bien con ella y le enseñaba de un modo que Sarugaki, víctima de su dislexia y trastorno de déficit de atención, podía comprender. Ya era malo ser un bicho raro en una familia de betas perfectos y bien portados sin problemas ni discapacidades, como para encima, no ser biológicamente parte de esa familia.

Cuando el resultado del estudio genético dio negativo, en lugar de ver decepción en el rostro de su padre cuando se lo entregaron, vio reflejado en él alivio: la pieza imperfecta de la familia no era en realidad hija suya. El corazón de Hiyori se partió ese día, aunque nunca pudo decirlo en voz alta.

—Soy pésima en los estudios, pero si logro pasar de año me comprometo a faltar menos y asegurarnos un lugar en las nacionales de nuevo. — Prometió.

Karin se levantó de su lugar en la banca y estiró un poco las piernas, ninguna de las dos muchachas era particularmente propensa al contacto físico. Sin óbice a ello, sintieron que era necesario un pequeño apretón de manos.

—Yo te daré tutoría, seguro que el resto del equipo también. Llegaremos juntas el año que viene, ya verás.

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El viernes que terminaron los exámenes encontraron a los estudiantes armando planes para festejarlo. Muchos de ellos fueron a karaokes o a comer algún dulce en una tienda de moda, como lo hizo Yuzu. Karin, por su parte, tenía planes de pasar algún tiempo de calidad con su novio, quien estaba especialmente irritado por las pruebas que habían atravesado y la ausencia casi total de contacto con la omega, quien priorizó ante todo su actividad académica.

Sintiéndose un poco culpable por haberlo ignorado casi por completo, puesto que no podía concentrarse en estudiar en su muy atrayente presencia, le envió un mensaje de texto antes de la campana de salida.

"¿Película en mi casa después de clase?", consultó.

"Claro".

Breve y escueto, claramente no estaba de buen talante esa tarde.

—¡Karin! — Llamó su hermana, corriendo para alcanzarla a la salida de la escuela — No olvides que papá hoy no tiene consulta…

—...sino que está dando una charla sobre nutrición infantil en el Hospital de Niños, y llegará una hora antes.

Ambas se miraron un momento sin decir ni una palabra, no lo necesitaban. Yuzu le estaba recordando que tendría menos tiempo del acostumbrado, por si las dudas, con el objeto de que no fuera encontrada haciendo nada que no fuera cien por ciento decoroso y correcto. Isshin les daba muchas libertades, pero eso no significaba que no hubiera reglas en su casa.

Una de esas reglas era que no podían encontrarse a solas con ningún muchacho si no estaba él en casa. El único muchacho registrado hasta la fecha era Toushiro, y su impunidad dependía de la intrincada colaboración de las mellizas para ocultarlo.

Por ejemplo, habían modificado los horarios escolares que exhibían en el frigorífico con el único fin de hacerle creer a su padre que Karin tenía clases de kendo los lunes, martes y viernes; cuando los martes no asistía. Así, al menos tenía un día semanal asegurado. A su vez, tenían "mal" registrados los horarios de Yuzu respecto al club de costura, y los días que cada una cocinaba la cena, pequeños márgenes de error que en más de una oportunidad habían logrado que Toushiro escapara a tiempo.

—Volveré a la hora de cenar, cocinas tú. — Señaló su hermana.

Nada era gratis, se resignó la morena. — De acuerdo.

¿Qué hacía Yuzu el tiempo que pasaba afuera?, se planteó por primera vez la morena mientras su novio le daba alcance. Ciertamente su hermana menor les había brindado absoluta intimidad en el tiempo que tenían juntos por las tardes, muchas veces mientras estaba en el consultorio de su padre, y otras simplemente… ¿dónde estaba? Karin pensó que así como Yuzu le daba su espacio y no la invadía con preguntas, bien ella podría devolverle la misma cortesía.

Hitsugaya se detuvo a su lado mientras Yuzu se alejaba junto a su grupo de amigas del club de costura. Karin se volvió hacia él con una suave sonrisa en la comisura de la boca, instándolo a caminar.

Mientras caminaban de regreso al hogar de los Kurosaki, la morena intentó reiteradas veces entablar conversación, pero pronto notó que Toushiro parecía haber perdido su buen humor bajo el sol de verano. Se encogió de hombros, a sabiendas de que no era un asunto personal: Hitsugaya aborrecía el calor y era tristemente propenso a sufrir sus efectos adversos.

Cuando llegaron al hogar de la joven, ésta se dio prisa en encender el ventilador de su habitación a toda potencia y le encargó a su pareja elegir una buena película de la plataforma mientras se acomodaba a su lado en la cama. Para ser justos, Toushiro tenía un pésimo gusto para las películas de terror, pero excelente para las parodias de éstas. Karin se hundió en su abrazo; era muy fácil olvidarse de todo y dejarse acunar por el aroma tan seguro y masculino de Hitsugaya.

Toushiro se sobresaltó brevemente cuando la morena se acomodó contra él, estirándose en la cama con las piernas sobre ésta, y se acurrucó con somnolencia. Aún lo sorprendía de vez en cuando la facilidad en la que su contacto había evolucionado hasta tornarse en algo natural los últimos tres meses. Con un pequeño rastro de nervios en el fondo de su estómago, Toushiro la abrazó y se dispuso a ver la película anticipando que Karin se dormiría sin dudar antes de los primeros veinte minutos. Acertó.

Karin durmió de a ratos mientras la película avanzaba, con las vibraciones de la risa de Toushiro despertándola cada tanto. Cuando casi iba acabando, ella se obligó a espabilar aún algo adormecida. El adolescente le acomodó unos mechones sueltos y le acusó de babearse extensamente sobre él sólo para molestarla por quedarse dormida.

Ella arqueó las cejas, molesta, y le estampó un rápido beso en la boca que bastó para hacerlo callar. — Ahora sí que tienes mi baba en tu cara, genio.

La mezcla de coqueteo y jugarreta entre ambos era algo que se afianzaría en su relación y que, en un futuro, se les haría costumbre. Pero en ese instante Toushiro reafirmó lo que había pensado el día que establecieron su relación: Karin recién levantada era la encarnación de la sensualidad; así que la besó de regreso, intentando mostrarse todo lo seguro que le hubiera gustado estar. Ella se rió, y rápidamente se redujeron a dos cuerpos entrelazados mientras se besaban.

Karin había estado siempre en control en las pocas oportunidades que se habían besado con tanta intensidad, algo insegura sobre cómo avanzar. No obstante, en aquel momento tenía la suficiente confianza como para permanecer frente a frente, con las piernas entrelazadas, en el ajustado espacio que les ofrecía la cama de plaza y media. El peso de Toushiro sobre ella desencadenó una suerte de electricidad en su cuerpo, a la que encomendó, dejándose llevar por ella. Mientras los besos les enardecían y embotaban los sentidos, abrió las piernas sin titubeos sólo para permitirle acomodarse entre ellas. Sin embargo, de inmediato él se apartó.

—¿Qué…? ¿Toushiro?

Estaba respirando profundamente, y se cubría el rostro con una mano. Karin descubrió que podía lucir mortalmente pálido y sonrojado hasta la base del cuello al mismo tiempo. Ella lo observó, y mentiría si dijera que no había apreciado sus pantalones abultados. Lucía esplendido y apetecible, con la respiración acelerada y la ropa desarreglada; muy lejos del normalmente serio y distante muchacho que aparentaba ser ante los otros. Eso, por algún motivo, acrecentó su libido.

—No es una buena idea. Esto no es una buena idea. — Masculló entre dientes, señalándolos a ambos — Joder, es que hueles demasiado bien.

Karin sabía que lo que sentía era excitación, no era tonta ni pecaba de ingenua. Había estado atraída por ese chico hacía más tiempo del que le gustaría reconocer en voz alta, por lo que era un sinsentido pretender ser una santa mujer y que no le había brindado más de unas pocas miradas apreciativas. Tomó coraje y le apartó la mano del rostro con determinación para jalarlo con firme suavidad hacia abajo.

—No tenemos que ir hasta el final. — Resaltó, orgullosa de no haber tartamudeado. — Podemos… avanzar de a poco; si tú también quieres.

¿Qué si quería? Toushiro pensó que era muy pronto ¿No se suponía que las parejas esperaban al menos unos tres o cuatro meses antes de saltar uno sobre el otro? Los ojos negros obsidiana de Kurosaki aguardaban su respuesta expectantes, con los húmedos labios entreabiertos y feroces. Toushiro respiró a consciencia, llenándose del olor femenino de su novia.

—La ropa se queda, Karin. Tú estás…

—Muy fértil, lo sé. — Se burló, y acto seguido se dejó caer donde había estado desparramada un instante antes.

Toushiro se tomó un momento para apreciar la imagen de ella: era una composición que evocaría más adelante en búsqueda de alivio: sonrosada, con el largo cabello desplegado a sus espaldas, la ropa arrugada y la respiración alterada. Ella le golpeó el muslo y lo instó a darse prisa, avergonzada por el escrutinio al que era sometida. De nuevo, sintió el peso masculino sobre ella, con su olor almizclado llenándole las fosas nasales y el cuerpo desesperado por contacto.

El albino la tomó de las caderas y deslizó ambas manos por los costados de su silueta hasta tomarla por los muslos, levantándola: una de sus tantas fijaciones convertidas en realidad. Sus dedos se hundieron en la carne y la sostuvieron a su gusto, levantando sus piernas para permitirle encajar cómoda y deliciosamente. Ella gimió, inadvertida de la presión de su excitación contra la suya.

Karin se había tocado a sí misma con anterioridad, pero no era algo comparable a lo osado, excitante y embriagador de frotarse contra otra persona. La fricción de su presión contra su centro, apretando desesperadamente en un movimiento pendular - pelvis contra pelvis - la obligó a arquearse y levantar sus caderas en busca de alivio.

Toushiro le besó el cuello y soltó una sarta de improperios poco educados cuando Karin se removió contra su cuerpo. Se dedicaron a explorar dentro de los límites dados, por ello se acariciaron, apretaron, besaron con cada vez mayor osadía. Alentados por la adolecente rebeldía, jugaron con las fronteras de su ropa, hasta que la omega le desprendió el cinturón y en un arranque de coraje le bajó la bragueta.

—Karin — Advirtió él, separándos un momento para dale una mirada dura que no logró su cometido.

Su novia le sonrió debajo sin ningún remordimiento y cruzó sus piernas sobre las caderas masculinas, empujándose a sí misma contra su centro con violencia renovada. Toushiro dejó pasar lo reclamado y volvió a besarla con premura. La morena pasó sus manos por la espalda hasta el borde de la cintura del pantalón cuando un pensamiento travieso se instaló en su mente: si Toushiro podía apretarla tan descaradamente ¿por qué ella debía limitarse? Bailó con la idea y bajó sus manos hacia los glúteos masculinos que - sin tapujos - apretó. Toushiro se levantó sobre ella para increparla, luciendo casi insultado: —¿Acabas de apretarme el trasero?

En respuesta ella volvió a hacerlo — ¿No puedo?

— De todo… ¿mi trasero? — Pareció discutir consigo mismo mientras fruncía el ceño —¿En serio, Karin?

—¿No puedo? — Repitió ella y el muchacho desistió de la contienda. En su lugar, comenzó a besar su cuello de nuevo, avergonzado.

En venganza se ensañó con sus glándulas exocrinas, lamiendo y besando, succionando apenas lo suficiente para evitar que derivara en hematomas. Las cosas escalaron vertiginosamente, el ventilador de techo a su máxima potencia en nada podía presentarle batalla al ardor que los consumía a fuego lento. Tras feroces besos el alfa disminuyó el ritmo rápidamente y se levantó apenas lo suficiente para mirarla a los ojos. Su novia iba a reprenderlo, pues comenzaba a disfrutar especialmente del ritmo que habían mantenido, pero la vulnerabilidad que identificó en su rostro la dejó en silencio hasta que él, tras tomar aire, con absurda cortesía consultó: — ¿Puedo desprenderte la blusa?

—Sí. — Concedió.

Una cosa evolucionó a otra, y Karin experimentó la expectativa cuándo él desprendió los botones de su camisa rápidamente y sin mucho cuidado. Lucía hambriento, desesperado, y a la vez expectante. La muchacha, por su parte, hizo el pudor a un lado tan pronto como la sensación de las palmas cálidas de él se sintieron a través del corpiño deportivo que llevaba. Toushiro se tragó la desilusión, secretamente había rezado que ella llevara algo más delicado debajo, pero fue sorprendido por la exuberancia de los pechos femeninos.

No era obtuso: era evidente que Karin tenía lo que sus compañeros llamaban "una buena delantera". No obstante, la presión bajo sus manos era más que sólo "buena". Ella gimió y mientras él embestía contra su centro, ella hundió sus dedos en la espalda masculina. Entre un beso y otro él acarició el borde inferior del sostén, pidiendo tácitamente permiso para avanzar, el cual ella no denegó: tomó la mano masculina y la devolvió a su pecho cubierto.

Incluso con la camisa desprendida y la falda completamente levantada Karin no se sentía a gusto con la idea de que la viera desnuda.

—Dijiste que la ropa se quedaba, y se queda. Toda. — Afirmó, inamovible.

Él asintió, sabiendo que había tentado a la suerte y retrocedió. Ella había puesto sus límites, y él iba a venerarlos. De modo que continuó explorando el cuerpo femenino. Le besó el cuello mientras que con sus manos asidas a los muslos femeninos, se friccionó contra ella: era delicioso. Karin se empujó contra él en respuesta, saliendo al encuentro de cada embestida.

Envalentonada por la excitación, Karin gimió como sabía que a los muchachos les gustaba. En parte porque coqueteaba con la sensación de control que tenía sobre él, y, por el otro, porque se sentía muy bien poder hacerlo. Tuvo el efecto deseado y él empujó no sólo con más fuerza, sino que aceleró el ritmo que habían mantenido. La morena se estremeció cuando las primeras oleadas de un orgasmo le llegaron y, a sabiendas de que esto era una cuestión de dos, se lo hizo saber a su pareja con un murmurado: —¡Sigue, sigue, sigue!

Un último gemido ahogado, mientras se comprimía en su lugar en la cama para luego aferrarse a él con fuerza fue el indicador definitivo que se había derretido en un orgasmo. Aún con la respiración agitada, ella notó que Hitsugaya se había detenido completamente. Sintiéndose algo tímida le corrió el flequillo que le caía sobre el rostro con delicadeza y él clavó sus intensos ojos verdes en ella.

—¿Estás… bien?

Ni siquiera ella estaba segura de lo que quería preguntar, o al menos no sabía cómo ponerlo en palabras, pero él pareció entenderlo. Se levantó, se sentó en el mismo sitio y peinó su cabello hacia atrás con ayuda de sus dedos. Karin se acercó y volvió a besarlo con mucha suavidad en el hombro.

—Estoy bien, sería desordenado si, uh, bueno…

—¿Te vienes en tus pantalones? — Ella preguntó, finalmente, tratando de lucir lo menos avergonzada que pudiera. Él retrocedió.

— Sí lo hago, no podrás sacar mi olor de aquí. — Afirmó, sin tapujos. — No importa lo mucho que ventiles y uses ¿cómo se llamaba ese spray?

—Neutralizador de feromonas — Indicó.

—Bueno, no servirá de mucho si termino aquí.

Karin asintió, mientras se apresuraba a abrocharse la camisa sintiéndose pudorosa una vez que la excitación bajó. Le dio la espalda Hitsugaya mientras él acomodaba nuevamente su uniforme, como si ella no lo hubiera jalado y estirado con sus manos demandantes. Se sonrojó, ¡si hasta le había abierto la bragueta!

Azotada por lo desvergonzado de su comportamiento Karin se apresuró a abrir la ventana y asegurarse de que el ventilador facilitara la ventilación del cuarto. Toushiro percibió su incomodidad, inseguro de cómo abordarle mientras ella se movía como un huracán por todo el lugar. La detuvo con gentileza al sostener su codo.

— ¿No querías hacer esto? — Abordó, sin rodeos.

Ella se quedó tiesa un instante, intentando no arder espontáneamente de vergüenza frente a su novio. Minutos antes se había comportado con osadía y liviandad, incluso había gemido en voz alta adrede y le había intentado desnudar. El sonrojo se instaló con fuerza en su rostro.

— Yo te lo propuse ¿Te pareció que no quería? — Repreguntó, esperando que él dejara ir el tema.

—Te lo pregunto ahora, porque pareces alterada por eso.— Explicó. — Dijiste de ir poco a poco, y eso fue más que un poco.

Maldito Toushiro y su jodida necesidad de aclarar todo siempre de inmediato ¿Era hora de decirle que finalmente había googleado sobre los vínculos incompletos y cómo aminorar sus efectos secundarios a través del contacto físico y que eso le había hecho plantearse lo mucho que quería explorar con él su sexualidad? No por el vínculo en sí mismo, sino por el deseo que había sabido reconocer y aceptar, aquel que había surgido rápidamente de sus sesiones de besos.

Decidió omitir cómo se había obligado a sí misma a aceptar que, por mucha vergüenza que sintiera, quería tocarlo y que la tocara. Joder, que quería explorar.

—Toshiro, préstame atención porque no creo ser capaz de repetirlo. — Anunció, luchando para sostenerle la mirada mientras tomaba una de sus manos entre las suyas. — Yo quiero… hacer esto ¿me entiendes? Pero… no es el lugar, ni el momento ¿de acuerdo? Estoy nerviosa porque mi viejo va a llegar pronto y este lugar huele a cachondeo, pero tú me gustas muchísimo. No voy a volver a decirlo.

Toushiro se quedó allí, con esa declaración rondando su cerebro. Su querida novia parecía tener los mismos deseos que él aunque lo disimulara mucho mejor. Ella tenía razón, no era el lugar y ciertamente tampoco el momento. Tomó el spray neutralizador - muy costoso, por cierto - y roció la habitación sin emitir ni una palabra más.

Estaba más que satisfecho, por mucho que debiera ocuparse de sí mismo más tarde.

Juntar a todo el grupo de kendo fuera de la escuela le tomó dos semanas a Karin, pues al principio se encontraban en medio de la estampida de los exámenes finales y todas debían ponerse al día y ocupar sus cabezas en sus respectivas asignaturas. Incluida ella misma, quien debía mantenerse dentro de los mejores diez de su año para poder aspirar a la beca que quería. No obstante, cuando finalmente coordinó la salida y logró explicar - a grandes rasgos y sin dar muchos detalles - su plan para lograr que su Sarugaki pasara de año, no obtuvo los resultados que esperaba.

Para empezar, Uta había accedido sin mayores contratiempos salvo sus propias tutorías, pero Aiko se negó rotundamente a darle clases particulares a Hiyori. Uma no contaba en lo absoluto, pues iba un año atrasada, pero había intentado calmar los ánimos con su carácter gentil.

—No va a cambiar, se está excusando ¡nos hará lo mismo el año que viene!— la morena se quejó — ¿por qué perder mi escaso tiempo libre enseñándole gratuitamente literatura a Sarugaki?

Karin intentó razonar con ella, exponiendo todos los motivos por los cuales era una buena idea destinar horas libres a dar tutoría gratuita a su compañera, aunque fuera con el único fin de lograr la subsistencia del equipo. Uta se encargaría de inglés y arte, Yuzu tomaría ciencias sociales e historia, Karin por su parte impartiría química y economía; rezando para que Aiko accediera a explicar su mejor materia: lengua y literatura japonesa.

Tras casi una hora de discusión y ya llegando al final del almuerzo dominguero que habían pactado, Uta golpeó inesperadamente el escritorio sobre el cual estaban apoyadas con su grueso ejemplar de la revista estacional de manga shonen. Seria como pocas veces la habían visto, todas las integrantes del grupo se quedaron en silencio. Uta volvió sus ojos a Aiko quien retrocedió, intimidada.

—Pues no lo hagas gratis, cobrale: Sarugaki está podrida en dinero. — Resolvió, cansada de tanto alboroto. —Hablo por todas nosotras: nada nos asegura que alguien quiera unirse el próximo año después de la tremenda metida de pata de Karin como capitana.

La mencionada sonrió detrás, con su mejor cara de inocencia.

Aiko pareció pensarlo, algo ofendida. No era problema suyo que Karin y Hiyori se hubieran peleado a puño limpio en plena clase de kendo y, en conseucencia, fueran la comidilla de la preparatoria ¿Quién querría unirse a un club deportivo nuevo, que apenas subsistía, con una capitana y su vice a los golpes? La muchacha sopesó, a sabiendas que el dinero extra no le iría mal y que - de negarse - sus compañeras podrían reprocharselo más adelante.

Se resignó, pues no tenía opción al fin y al cabo. No si quería mantener el status quo.

—Ya, pero le voy a cobrar carísimo; ¡carísimo! — Enfatizó, disgustada — ¡De cualquier modo es tonta, no va a aprobar nada!

Luego de que la reticencia de Aiko cediera, las muchachas festejaron la culminación de sus exámenes con largas conversaciones que tocaron multitud de temas. Como en cada conversación adolescente en la que participaba Karin, siempre terminaban volviendo sobre ella y su relación amorosa. Tenía una buena amistad con las muchachas de kendo, especialmente con Uta, lo cual no evitaba que se sintiera muy avergonzada cuando intentaban sonsacarle detalles sobre Hitsugaya y ella.

— Yo entiendo lo del vínculo a medias —Aiko dijo, mientras sorbía su batido de durazno — Pero está, literalmente, sobre ti todo el tiempo en la escuela.

Uta se rió, y agregó con picardía — Imaginate afuera.

Lo peor de todo, fue que se le subió el color al rostro y el resto de las muchachas comenzaron a realizar conjeturas cada vez más y más subidas de tono. Uma, tímida pero curiosa, se reía a sus expensas.

—Al menos a una de nosotras le va bien en el amor. — Aiko hizo un mohín. — Aoba me rechazó pero al menos no tendré que verlo hasta después de las vacaciones de verano.

Uta se giró sobre su asiento. — ¿No estaba prendado de Yuzu, Karin?

Aiko se encogió de hombros. — Voy a su misma clase, no están juntos.

La morena asintió. — No, no están juntos. Pero bueno, pensé que a él le gustaba Yuzu.

Aiko giró los ojos, no quería mostrarse agria pero se sentía rechazada y no era bonito. — No me dijo que le gustara otra persona, pero bueno, quizá sí.

Tras algunos chismes más, que claramente incluyeron a Uta aclamar a su hermano como su futuro marido, las adolescentes se separaron.

Karin llegó a su hogar apenas a tiempo para preparar la cena. Se esmeró, sintiéndose triunfal luego de haber coordinado las horas de tutoría que le daría a Hiyori a lo largo de las semanas de verano. Había sido todo un triunfo considerando la mala predisposición de Aiko, lo atareada que estaba Uta con sus propias clases particulares, y el poco espacio que le quedaba para verse con Toushiro.

Debido al avance del tiempo y el desgaste del vínculo incompleto, su novio se había vuelto más y más cercano a ella en términos físicos; sus amigas no habían exagerado en sus comentarios. Solía sentarse muy cerca de ella en clases, tomando su mano debajo de la mesa a sabiendas de que nadie podía verlos. También se había vuelto más valiente respecto al contacto "semipúblico", besándola en cuanto tenían cualquier mínimo espacio de intimidad.

Todo aquello había tenido el efecto de alejar a los varones de ella, y ahora se encontraba casi siempre junto a él. Karin estaba agradecida po la finalización de los exámenes, pues significaba una preocupación menos de la cual estar pendiente. Tarareó mientras pelaba las patatas dulces que iba a freír para acompañar la cena.

—Supongo que llegaste a un acuerdo con las chicas, dado tu buen humor —Yuzu señaló, mientras entraba a la cocina. — ¿Qué tal tu tarde?

Mientras su hermana se ponía un delantal para ayudarla con su labor, resumió los eventos más importantes. Convencer a Yuzu requirió ponerla en contexto respecto al ataque que sufrió de Hiyori, y luego recordarle que ella misma había tenido altercados con su condición de omega el último tiempo. Yuzu odió darle la razón, tomando una nueva perspectiva. La castaña solía ser muy protectora con los suyos, y tomaba a pecho cuestiones como las acontecidas; pero no pudo evitar sentir simpatía por la rubia: no debía ser fácil. Así, pasó de su más acérrima enemiga a su más ferviente defensora en un momento.

Karin observó que su hermana parecía lejana y dubitativa, con la mente en otro lado, mientras se enfrentaba a la arrocera. Un aparatejo electrónico que había empleado sin fin de veces antes de esa. Los botones estaban tan gastados que ya ni siquiera conservaban el dibujo original que había acompañado gráficamente las instrucciones. Karin levantó una ceja.

—Mucho sobre mí ¿y a tí qué te pasa? — preguntó, mientras programaba el electrodoméstico sin necesidad de verlo. — Estás rara.

Yuzu era el tipo de persona que se ocupaba de los demás, y no recargaba sus propios problemas en nadie más que sí misma. Karin odiaba eso de ella.

—Anda, que somos hermanas. Aprovecha antes de que venga el viejo.

—No es nada.

Karin entrecerró los ojos, decidió apostar:

—Reprobaste física.

—No.

—Gastate dinero extra en algún gusto culposo.

—Nada de eso.

—Te perdiste un súper descuento en el mercado.

Yuzu se rió. — No es nada, Karin.

—Te enteraste que Aoba invitó a salir a Aiko.

—¿Qué él qué?— Exclamó Yuzu, girándose con el rostro pálido hacia su hermana.

Karin le sonrió triunfal: — Entonces sí que te gusta Hotaru.

Yuzu exhaló, sorprendida de la astucia de su hermana. Le había dado tiempo más que suficiente al muchacho para que le declarara sus intenciones, pero lejos de cualquier tipo de progreso, Aoba se mostraba más y más cauteloso con ella.

—Tranquila, fue Aiko quien se le declaró. — Karin le dijo, moviendo las manos con desesperación frente a ella, viendo como el rostro de su hermana mostraba desilusión. — Y la rechazó, ya sabes.

—Ya, pero llevo meses dándole señales para que me invite a salir y no hace nada. Nada de nada. Nada. La nada misma. — Enfatizó ella, dejándolo salir finalmente. — ¿Qué más necesita? Le invité de mi comida, le di dulces caseros, ¡hasta le dije que estaba bien si caminaba conmigo a casa!

Karin sabía que ella había sido quien le había pedido que le contara sus problemas, pero pese a que intuía que su hermana y Hotaru traían algo entre sí, desconocía lo mucho que su hermana llevaba en ello. No la sorprendía del todo su determinación, sino más bien el hecho de que hubiera llegado a ser tan obvia con él.

—Bien. Averiguaré. — Karin se comprometió.

—No te metas, no sabes ser sútil.

La morena se ofendió — ¿Quién de las dos tiene a su novio literalmente orbitando alrededor de su dedo?

Yuzu soltó una carcajada. —Ya, entonces sólo muerdo a Hotaru cuando entre en rutina. Problema solucionado.

—Puedes cuestionar mis métodos, pero no mis resultados. — Bromeó la mayor.

Ambas estallaron en risas, y de paso quemaron las patatas.

Las vacaciones de verano iniciaron a mediados de junio, cuando se cumplía la mitad del periodo de vinculación incompleta. Toushiro había notado con claridad los efectos que los estudios habían descrito: sí que se sentía posesivo sobre Karin y necesitaba tenerla siempre dentro de su esfera de visión. Cuando no era así, luchaba consigo mismo para contenerse. Podía sentirla si se concentraba lo suficiente, pero él nunca había destacado en esas cuestiones propias de los alfas.

Al contrario de sus compañeros, no estaba particularmente feliz de librarse de la escuela: significaba que necesitaría excusas para verse con su novia. Al menos sus familias estaban al tanto de la situación y eran bastante comprensivos con ellos. Estaba seguro que su abuela y Momo hacían la vista gorda respecto a la cantidad de tiempo que pasaba "estudiando con sus compañeros". Especialmente dado que tendía a estudiar en soledad y, ocasionalmente, repasar con sus compañeros de clase si se lo pedían.

Yuzu pasaba tanto tiempo fuera de su hogar como lo hiciera su padre, y prácticamente vivía en la casa de una de sus amigas y compañeras del club de costura; quien convenientemente vivía a dos casas de la propia.

¿Isshin sabría que prácticamente residía en el cuarto de Karin? Se moriría de vergüenza si en algún momento él se lo planteaba, aunque fuera en broma.

Toushiro bajó las escalinatas de su casa y saludó a su abuela. Momo se había ido a la playa con sus amigas de la universidad, lo que los dejaba a solas toda esa semana. Izumi, su abuela, le dio un suave apretón para llamar su atención.

—¿Cómo te encuentras, querido?

—Muy bien, abuela — Asintió, correspondiendo el afectuoso gesto — ¿Cómo estás tú?

—Ya sabes, el señor Kinomoto aún no muerde el anzuelo. Lo hará pronto, ya verás. — Bromeó la anciana.

El señor Kinomoto era el dueño de la tienda de conveniencia más cercana, él y sus tres hijas se encargaban del negocio. La mayor de ellas, cuyo nombre no recordaba, solía reñirlo por no no jubilarse teniéndolas a ellas para ocuparse de la tienda. Él solía corresponder la broma de su abuela, diciendo que se jubilaría tan pronto como lograse conquistarla. Era un anciano con un rostro tan serio que contrastaba con sus bromas, muchas veces imprevisibles. Toushiro no lo contradecía cuando lo llamaba nieto, optando por fingir sordera.

Una idea veloz le pasó por la mente.

—¿Por qué no lo invitas a salir de verdad?

La anciana se rió, sorprendida por su interrogación.

—A mi edad, cariño, el amor de mi vida son tú y tu prima.

—Ya. — se quedó en silencio un momento mientras su abuela barría la vereda y agregó: — Deberías, al menos serían buenos compañeros.

—¿Compañeros, cariño? — Ella consultó, y luego le dio una sonrisa que ocultaba mucho tras de sí — ¿De dónde sacas eso?

Izumi dejó de barrer para mirar detenidamente a su nieto. Se dio cuenta del ancho de sus hombros y lo alto que se había vuelto, de repente dejó de parecerse al niño que se escondía detrás de sus faldas. Se veía mayor, más maduro… y siempre tan serio.

—Es lo que tú nos dices a Momo y a mí, ¿no? — Apuntó, sonrojándose. — Que en esta vida uno no debe buscar pasión, sino compañerismo. Por eso no te gustaba ese novio de Momo, el que la dejó atascada en Osaka hace unos años.

El gesto de su abuela se volvió adusto. Lo recordaba con toda claridad.

—Aizen, sí. — La abuela volvió a barrer. — A tu edad sí que deberías buscar pasión, muchacho. La chispa, ya sabes. Con el tiempo la pasión se vuelve compañerismo, y si no lo hace, muere y se lo lleva el viento.

—Bueno, a tú edad, abuela, el señor Kinomoto podría ser un excelente compañero.

Izumi rió.

—Deja de pretender sabiduría, mocoso, e invita a cenar a tu chispita; anda.

Él se encogió de hombros. —Lo mismo digo, estamos solo los dos; bien podrías tener una cita sin Momo sobre tu bastón.

—¡Yo no uso bastón, caramba!

Él se rió por lo bajo y esquivó un ataque de su escoba. Izumi Hinamori era una anciana de aspecto dulce que, en sus buenos años, una mujer de armas tomar. Instruido por su abuela, el alfa caminó dos calles abajo hasta la casa de su novia. Sin saberlo, su abuela le había dado una excelente idea para visitarla.