El dolor era un fuego ardiente en cada respiro.
Mis pulmones gritaban, clamando por oxígeno.
Mi cabeza latía con una presión agónica, como si un taladro invisible intentara atravesarla desde dentro.
Mis huesos... se sentían frágiles, crujían como si estuvieran a punto de quebrarse en mil pedazos.
Y aun así...
—Levántate.
Una voz penetró la oscuridad, profunda y firme, dándome la fuerza que ya no creía poseer. Me impulsó, me levantó del abismo.
—Esto apenas comienza —continuó la voz, segura, impasible.
Frente a mí, como un espejismo real, surgieron las figuras de héroes de tiempos pasados, leyendas que habían cruzado el umbral del mito.
—Nuestra batalla... empieza de nuevo.
Unos ojos color lavanda me observaban, llenos de expectativa y de una seguridad aplastante.
—Vamos, ¡Masters! —tronó la voz, ahora con la fuerza de una tormenta inminente.
A mis costados, mis compañeros se alzaban junto a mí. Sus ojos brillaban con el naranja del atardecer y el azul profundo del océano, llenos de una determinación que parecía impregnar el aire mismo.
—¡Este es el final de nuestro viaje!
...
Secuencia básica: Genoma del tipo humanoide desconocido. Buscando... Error. Reintentando... Error. Error. Error...
Los errores resonaban en mi mente como un eco lejano y distorsionado.
Especie encontrada: 𓂀 𖤓
Bienvenido al Centro para la Preservación de la Humanidad. Esta es la Organización de Seguridad de Chaldea.
—¿Qué...? —murmuré, mi voz apenas un susurro mientras me levantaba del frío suelo, un frío tan intenso que parecía cortar hasta los huesos.
Mis ojos, aturdidos y nublados, se abrieron con esfuerzo. Todo a mi alrededor era blanco, como si el mundo entero hubiera sido sumergido en una capa infinita de nieve. Paredes, suelo, incluso mi propia ropa reflejaban ese mismo tono inmaculado, decoradas únicamente con símbolos desconocidos, impresos como marcas de un lenguaje olvidado.
—¿Dónde...? —Mi voz vaciló, perdida en el vacío de aquel entorno. Miré hacia una ventana cercana y lo vi: nieve, extendiéndose interminable bajo un cielo azul y puro. Un lugar helado, extraño y ajeno.
—¿Cómo...? ¿No estaba en casa? —El desconcierto se hizo más profundo. Lo último que recordaba era estar en mi cama, y ahora... ahora estaba aquí, atrapado en este mundo de blanco infinito.
—¡¿Qué haces aquí, novato?! —Una voz repentina y fuerte me sacó de mi ensimismamiento. Al girar, vi a un hombre de cabello rubio y gafas, su complexión algo robusta. Su uniforme, igual de extraño que el mío, tenía tonos grises y verdes.
—Yo... lo siento, pero, ¿dónde estoy? —Las palabras apenas salieron de mi boca, pero fueron suficientes para hacer que el hombre frunciera el ceño, confundido.
—¿Simulación demasiado intensa? —musitó, mirando hacia mí con una mezcla de preocupación y desconcierto. Parecía hablar más consigo mismo que conmigo—. Su compatibilidad como Master no era ideal... Quizá los efectos de la droga aún no han desaparecido...
—¡¿Drogas?! —exclamé, retrocediendo un paso.
—Oh, veo que tenemos otro caso —interrumpió una segunda voz detrás de mí, fría y calculada. Me giré rápidamente y me encontré con un hombre de mediana edad, su figura envuelta en un abrigo verde y un sombrero que le daba un aire autoritario. Algo en su presencia me puso en alerta, una sensación instintiva de peligro recorrió mi espina dorsal.
Peligro.
—Soy Lev Lainur —dijo, su tono educado, casi amable—. Supongo que tú eres nuestra última incorporación de último minuto.
—Yo... no entiendo. ¿Dónde estoy? —Mi confusión aumentaba con cada palabra. Nada tenía sentido, y el peligro que emanaba de Lev solo intensificaba mi necesidad de respuestas.
—Candidato número 50 —respondió, sonriendo de una manera que no correspondía a la sensación inquietante que me invadía—. Yoo Mori, has sido seleccionado como uno de los Masters.
—¿Qué? —Mi mente se atascó en esa única palabra. Todo esto, Chaldea, Masters, espíritus heroicos... era demasiado.
—No hay tiempo —intervino Lev, girándose hacia el hombre rubio—. Llévalo a la Sala de Comando Central y explícale todo en el camino.
—Entendido —respondió el otro hombre, apremiándome a seguirlo.
A pesar de mis dudas y el creciente malestar, lo seguí. Mi mirada, sin embargo, permanecía fija en Lev, quien me devolvió una sonrisa inquietantemente cálida antes de que desapareciera de mi vista.
Mientras caminábamos, Meuniere, el hombre rubio, comenzó a bombardearme con información. Había demasiadas palabras técnicas, conceptos de ciencia ficción que se mezclaban con realidades imposibles: Chaldea, la ONU, preservar el futuro, invocar héroes del pasado... Todo parecía salido de un sueño, o una pesadilla.
Llegamos finalmente a la Sala de Comando, un espacio vasto y ultratecnológico. A mi alrededor, docenas de personas trabajaban sin descanso, todos con uniformes similares al mío. Al frente de la sala, una joven de cabello blanco se dirigía a la multitud.
—Soy Olga Marie Animusphere, la autoridad absoluta en Chaldea —anunció la joven con un tono altivo.
Mi tensión aumentó cuando vi a Lev a su lado. La sensación de peligro volvió a recorrer mi cuerpo como una descarga eléctrica. Algo en él estaba mal, terriblemente mal.
Entonces, vi a otro chico a mi lado, su cabeza cayendo lentamente mientras las dos chicas que lo acompañaban intentaban mantenerlo despierto. En un momento, una bofetada resonó en la sala cuando la directora Olga Marie lo golpeó, expulsándolo de la sala. Las burlas y risas de los otros candidatos llenaron el aire mientras el joven de cabello negro se retiraba, acompañado por una de las chicas.
Me crucé con los ojos de la otra chica, su cabello rojo ardiente le daba un aire rebelde.
—¿Era tu hermano? —pregunté.
—Lamentablemente —respondió, suspirando—. Aún está bajo los efectos de las drogas que nos administraron.
La tensión en mi cuerpo se disipó momentáneamente al encontrar a alguien con quien hablar en medio de toda esta locura.
—Soy Yoo Mori —dije, extendiendo una mano amistosa—. Pero puedes llamarme simplemente Mori.
Ella sonrió, un leve rubor en sus mejillas.
—Fujimaru Rikka. Un placer conocerte.
Pero la paz duró poco. Un sonido, leve pero presente, captó mi atención.
El peligro... otra vez.
Una explosión.
La sala de comando estalló en caos.
...
Emergencia. Emergencia.
Un incendio ha sucedido en la sala Central de Energía y la sala Central de Comando.
La barrera del área central se cerrará en 90 segundos. Todo el personal debe evacuar de inmediato por la Puerta 2.
Repito...
Mori se despertó con aquellas palabras robóticas resonando en sus oídos, rodeado de escombros y un calor abrumador. Su uniforme, antes blanco, estaba cubierto de cenizas, rasgado en varios puntos. Al voltear la cabeza, se encontró con la directora inconsciente a su lado, su cuerpo mostrando raspones y cortes superficiales.
Rikka.
Su mente se aclaró de golpe al recordar a la joven pelirroja que había conocido brevemente. Con renovada determinación, Mori tomó a la directora en sus brazos y comenzó a buscar entre los escombros, llamando a Rikka mientras el fuego crepitaba alrededor.
El generador se ha detenido. El nivel de potencia es crítico.
Cambiando al generador de emergencia. Error. Realice el cambio manualmente.
El muro de contención se cerrará en 40 segundos. Quienes permanezcan en el área central, evacúen inmediatamente.
Repito...
— Solo un segundo más... — Mori vislumbró unas piernas entre los escombros, cubiertas por mallas que recordaba haber visto en Rikka. — ¡Te encontré! —
Se apresuró hasta ella, solo para ser recibido por una escena aterradora: Fujimaru Rikka yacía allí, su abdomen atravesado por un gran trozo de cristal. La sangre fluía de la herida, tiñendo su uniforme blanco de un oscuro carmesí.
— Mori... estás bien — sonrió Rikka, a pesar de la gravedad de su herida.
'Esa herida... es demasiado profunda.'
— Tienes que irte... ya es muy tarde para mí... Por favor, dile a mi hermano que lo quiero... —
Antes de que Mori pudiera responder, la voz robótica volvió a resonar en el caos.
Advertencia a todo el personal.
El estado de Chaldea ha cambiado.
Ahora se están reescribiendo los datos de predicción de Sheba para un futuro cercano.
No se puede detectar la existencia de la humanidad
100 años en un futuro cercano en la Tierra.
No se puede confirmar la existencia de sobrevivientes humanos.
No se puede garantizar el futuro de la humanidad.
— ¿No se puede confirmar...? — Mori murmuró.
— ¿El futuro de la humanidad...? — Olga Marie, la directora, había recuperado la consciencia. Se incorporó, mirando con horror la simulación de la Tierra rodeada por anillos rojos. — ¿La luz de Chaldea... es roja? —
Área central sellada.
Faltan 180 segundos para el procedimiento de contención interna.
Mori dejó a la directora en el suelo, todavía conmocionada. — Creo que ya se acabó el tiempo.
— Debiste... irte... — Rikka murmuró, su voz débil mientras la vida se desvanecía de su cuerpo.
— No digas eso — Mori sonrió suavemente, a pesar de que las llamas se acercaban peligrosamente. — Nunca podría dejar a alguien atrás. Soy así de egoísta.
Rikka, a pesar de su inminente destino, sonrió. Una lágrima rodó por su mejilla mientras una mezcla de tristeza y gratitud la embargaba. No volvería a ver a su familia, pero se sentía conmovida de que Mori, a quien apenas conocía, se quedaba a su lado.
Signos Vitales de los Ataúdes de Masters: Mínimo no alcanzado.
Requisitos de Rayshift no alcanzado. Buscando Master calificado... Dos sujetos encontrados.
Candidato Número 48, Fujimaru Ritsuka, seleccionado como Master.
Candidato Número 50, Yoo Mori, seleccionado como Master.
Programa de anulación de invocación, comienza.
Conversión de Spiritron, comienza.
— No puede ser... — Olga Marie murmuró, incrédula.
— Mori... — Rikka llamó suavemente.
Rayshift comenzando en 3.
— ¿Sí? —
2.
La pelirroja se mordió el labio, su voz apenas audible. — ¿Te importaría... tomar mi mano? —
1.
— ¡Por supuesto! — Mori tomó la mano de Rikka con suavidad, sosteniéndola con firmeza mientras el infierno los rodeaba. A pesar de todo, no la dejaría sola.
Todos los procedimientos completados.
— Me alegra haberte conocido... —
Comenzando la Operación,
— Yo también... —
First Order.
