08/12/2023
Como siempre, agradezco los comentarios de: Karii Taisho, arual17, kariiim, Kayla Lynnet, MegoKa, Rocio K. Echeverria, Marian Muxtay, naomi-nakuru, Zey carrillo, invitado y Ladyahomehigurashi.
Agradezco todos y cada uno de sus bellos comentarios, vi que se quedaron con ganas de leer más. Peeeero, será en otra ocasión (guiño, guiño). Leí que ya están armando sus teorías, y puede que estén, o no, en lo cierto. ;D
También les doy la bienvenida a las personitas que vienen de la pagina de facebook "Inuyasha Fanfics", gracias por interesarse en mi historia y dejar su bello comentario :')
Continuamos con la historia, volviendo al presente ;)
CONVIVIENDO CON MI EX.
Capítulo 06: La novia de Inuyasha Taisho.
Se deslizó en la tina del baño. El cuarto de baño era del tamaño de la habitación de su departamento. Se suponía que todo, en general, era una habitación; pero más que una habitación, parecía un departamento. Tenía todo incluido, sólo le faltaba una cocina y un comedor. Era aún más grande que su departamento. El cuarto de baño tenía una bañera muy enorme, cabían más de dos personas en ella; no sólo tenía bañera, también una ducha con cancel al fondo. Definitivamente, parecía sacado de una revista.
Las burbujas y el olor a champú la relajaron un momento. Enju la había dejado en el cuarto de baño y se había ido a buscar un atuendo «formal» que ella pudiera usar. Metió aún más su cabeza, hasta que su boca estaba cubierta por el agua. ¿Qué estaría haciendo Inuyasha? Lo más seguro, es que estaría muy tranquilo, eligiendo qué ponerse entre sus múltiples trajes costosos. En cambio, ella estaba pensando en cómo la verían las personas de la junta de negocios, cuando se dieran cuenta de su atuendo informal. Quedaría en vergüenza, ¿y si eran personas que frecuentaban la empresa? Les daría una imagen de que no se tomaba en serio su trabajo. Frunció el ceño, adiós a la relajación.
En ese momento, escuchó la puerta del cuarto abrirse. Después escuchó los pasos de alguien. Iban y venían en la habitación. Sabía que era Enju, ella le había sugerido tomar un baño; y cuando regresara de buscar su atuendo formal, acomodaría su ropa en el closet. No había mucho que acomodar, más que ropa cómoda. Se estaba arrepintiendo de elegir ese tipo de ropa, por lo menos debió llevar un atuendo «formal». Enju no había tardado en regresar, ¿o ella se estaría tardando en bañar?
–«Tal vez no encontró nada, ¡estás en una isla, tonta!» –pensó.
Maldito Inuyasha, por su culpa pensarían que no se tomaba en serio su trabajo. Sacó la cabeza en su totalidad y tomó una esponja para tallar sus brazos. Dejó de prestar atención a sus pensamientos y se concentró en bañarse.
…
–¿Estás seguro, Inuyasha?
La anciana rezongaba en la llamada, se negaba a aceptar su ayuda. Ella tenía su número personal; pudo haberle pedido ayuda y no lo había hecho. Ayudarla no le costaría mucho, sólo una pequeña cantidad de dinero de su cuenta personal. No había visitado a Kaede desde hace un tiempo, y siempre se ofrecía a darle una cantidad significativa de dinero. Kaede se negaba, diciendo que si lo aceptaba, Kagome comenzaría a sospechar de sus visitas.
Tenía las de perder; si Kagome se enteraba que visitaba a Kaede en su negocio, pensaría que la estaba espiando. Había decidido dejarla ir hace años, así que no podía hacerlo; y conociéndola, haría que la tierra se la tragara, como la última vez. Hasta renunciaría al trabajo, aunque tuviera la paga suficiente.
Ahora tenía oportunidad de ayudar a Kaede tanto como quería. Todo gracias a la subasta de Kagome. No había sido falso que él había puesto "secuaces" en la subasta, de hecho, había puesto más de la mitad del dinero recaudado. Eso era real. Pero el hecho de que si Kagome se negaba a acompañarlo esa semana, negaría el dinero al orfanato… era completamente falso. Sabía más que nadie lo que ese orfanato significaba para Kagome, era el hogar que la acogió cuando más lo necesitaba. Si Kagome se hubiera negado, no habría negado el dinero de todas maneras. La conocía demasiado bien, sabía que aceptaría. Había aprovechado muy bien la imagen que pintaban los medios sobre él, y ni hablar sobre los rumores de que era una persona fría e imponente. Gracias a ellos, armó todo ese complot. Todo era parte de un plan para traerla a la isla. Había prometido traerla, y tenía que cumplirlo; aunque eso significaba darle una imagen falsa a Kagome.
¿Se arrepentía? Un poco; porque le había dado más razones a ella para odiarlo. Esperaba poder compensarla, o por lo menos, lograr que ella volviera a socializar con él. Sí, sería difícil; o hasta imposible, debido a sus antecedentes. Pero tenía una pequeña esperanza, tal vez podrían volver a frecuentar… Aunque solo fueran amigos, obviamente. Jamás volvería con él, de eso estaba seguro. Por más que lo quisiera, ella jamás cedería. La había herido en el pasado, había desconfiado de ella… y una vez que un corazón se rompe, es imposible volver a armarlo y hacer como si nada hubiera pasado.
–¡Pero es mucho!
–¿Mucho? ¡Para nada, anciana Kaede! –se sentó en el borde de su escritorio–. Es para ayudarlos, hasta se me hace poco…
–Inuyasha… Muchas gracias –la escuchó ceder en un suspiro–. Dios te lo pague.
–No tienes que agradecer, es lo menos que puedo hacer. Me traje a Kagome a engaños, lo menos que puedo hacer, es duplicar la cantidad que se recaudó.
–¿Otra vez no le dijiste lo que pasaba? –Kaede estaba al tanto de su historia con Kagome, la consideraba como su terapeuta personal–. ¿No aprendiste nada? Tienes que serle sincero, o todo saldrá mal… Otra vez.
Frunció el ceño, sí, sabía que Kaede estaba en lo cierto.
–Deja de regañarme, anciana…
–¿Cómo no quieres qué te regañe? Sí mi Kagome sale lastimada, olvídate de aparecer por aquí. La otra vez te perdoné, pero esta vez no te la paso.
Como olvidarlo, había sido difícil volver a entrar a la cafetería de Kaede después de «ése» día. Siempre que aparecía, terminaba con un café encima, siendo corrido con una escoba; ó lo que tuviera a la mano. Con el tiempo, colmó su paciencia, y logró que escuchara su versión. Obviamente lo regañó por ser un imbécil, y lo era; pero por lo menos, había vuelto a tener un lugar a donde ir cuando estaba deprimido. Kaede había sido testigo de sus múltiples borracheras, de lo bajo que había caído… Fué una de las personas que lo ayudó a salir adelante. Fueron meses difíciles; pero con su ayuda, salió del hoyo dónde se encontraba.
Le debía mucho, por eso estaba dispuesto a lo que sea por ayudarla.
–Lo sé, anciana…
–Es una amenaza –sentenció–. Oh, acaban de llegar los arquitectos a la cafetería, ¿qué hago?
–Ellos ya saben que hacer, tengo a una persona de confianza que estará al tanto de todo. Tú sólo has lo que te he dicho…
–De acuerdo, seguimos en contacto.
Al colgar la llamada colocó su móvil de vuelta al bolsillo. Miró el despacho; era completamente diferente a la oficina a la que estaba acostumbrado. Siempre que iba a la isla y trabajaba desde ahí, sentía una inmensa paz. Tenía los muebles de caoba tallada a mano; entre ellos, estaba una pequeña sala en la esquina, la barra del minibar y el escritorio. La decoración de las paredes y la iluminación tenía el mismo estilo del lugar en general. Era tal como lo había diseñado Kagome… Tenía una parte de ella en ese sitio. Sonrió al recordar su cara cuando vió el lugar; ella no se lo había esperado. Se había aferrado a la construcción del sitio, para que quedara a la perfección. Lo hizo porque había sido una promesa… Una promesa de amor.
Nunca imaginó que Kagome lo vería en persona, sólo en sus sueños. Y ahora que se había cumplido, esperaba haber tocado un poco su corazón. Porque era momento de la verdad, de que lo ayudara…
Se levantó, tenía que alistarse.
.
Se quedó con la boca abierta cuando salió en bata del cuarto de baño. Justo en la enorme cama de dosel, se encontraba un vestido elegante color azul marino, y junto a este, había un par de zapatos a juego con accesorios incluidos. ¿Qué hacía en ese sitio?
Se acercó y vió una pequeña nota encima de la prenda.
"Un color que hará resaltar su belleza… Espero sea de su agrado
I.T."
Se pegó la nota al pecho y miró la prenda. ¿Habrá leído sus pensamientos?
Cuando estuvo lista, se miró al espejo de cuerpo completo. El vestido se le ceñía al pecho como una segunda piel. El ajustado corpiño marcaba su cintura, el escote era recto y de hombros caídos, su falda suelta le llegaba a las rodillas; era tal y como le gustaba. Los zapatos eran unas sandalias tacón cuña con pedrería. Enju fué quien la peinó, le hizo un recogido con rizos a media nuca, dejando unos mechones sueltos, lo cual le dió un toque fresco. Le dejó el fleco y un par de mechones enmarcando su rostro; pensó que era demasiado, sólo se trataba de una cena de negocios. Enju iba a maquillarla, pero Kagome se negó; no quería causar más molestias. Ella optó por sombra de ojos en tonos suaves, rimel, colorete y labial en tono mate. Todo combinó a la perfección; incluidos los accesorios. No quería ponérselos, pero Enju se aferró a la idea de que debía hacerlo.
Se los colocó a regañadientes. Eran hermosos, una delgada cadena plateada con un dije oval, el dije tenía un diamante incrustado; también poseía un par de aros pequeños a juego.
Se sentó en el sofá de la habitación. Enju había dicho que su jefe no tardaba en ir por ella. Nuevamente echó un vistazo ante tal habitación. Era una habitación estilo romántico, del tipo que salen en las películas. Las paredes estaban pintadas de un color crema, en el techo adornaba un candelabro con cristales, el conjunto de muebles era color blanco, el piso era de madera perfectamente barnizada y la cama de dosel era mucho más grande que la que tenía en casa; se trataba de una cama King-size. Las ventanas grandes suponían que daban una buena iluminación por las mañanas, y el balcón tenía una vista a la enorme piscina detrás de la casa. Se sintió extrañamente cómoda y fascinada por el lugar.
Volvió a recordar cómo era todo ese lugar por fuera, no pudo evitar sentir una calidez en su corazón. Aquel lugar... Lo había diseñado hace años, cuando tuvo sueños que no pudo cumplir. ¿Aquello que significaba? Distraídamente vió su dedo corazón, donde nunca colocaba algún anillo; donde sentía un gran peso, pero nunca había nada. Apretó los labios y suspiró. Estaba imaginándose cosas.
En ese instante alguien tocó la puerta. Supo quien era; apretó los labios, inhaló y exhaló. ¿Por qué de repente sentía nervios por la aprobación de Inuyasha por su apariencia?
–Adelante –ententrelazó sus dedos sobre su regazo.
Su relicario no pudo dejarlo en la habitación, había optado por enredarlo en su muñeca y mantenerlo cerca de ella. No podía dejarlo por ningún sitio, o podría ser descubierto. Y podría abrirse la caja de Pandora.
Alguien entró en la habitación, al instante supo quien era sin levantar la vista. Esas pisadas eran de su jefe. Alzó la mirada y vio lo guapo que se veía con ese traje, era elegante color azul marino, igual al color de su vestido. La formalidad le sentaba de maravilla, podía pasar por un príncipe si se lo proponía. Su cabello estaba peinado hacia atrás, pero unos mechones de su flequillo se negaban a irse a ese lugar. Le daba una apariencia rebelde y sexy, muy propia de él...
¿Qué estaba pensando? El hombre que estaba delante de ella no era el mismo de años atrás. Era cruel, despiadado y estaba dispuesto a dar cuanto fuera por lo que quería, la había chantajeado para acompañarlo. Tan solo faltaba que le pagara por acostarse con él, eso sería la gota que derramó el vaso. Se sintió decepcionada, ese hombre había empeorado con los años.
–¿Lista? –le extendió el brazo, supuso que quería que lo tomara de ahí. Frunció el ceño y se levantó.
–Vámonos –le dijo con la cabeza en alto, pasó por su lado y salió al pasillo.
Inuyasha la guió por varios pasillos, hasta que se detuvieron en una puerta en particular, se oían ruidos dentro, de personas riendo y música de fondo. Eso no sonaba a una cena de negocios. Kagome se volvió a Inuyasha con el ceño marcado.
–¿Cena de negocios, eh?
Inuyasha se encogió de hombros.
–No exactamente... Al menos no para ellos.
Kagome trató de descifrar sus palabras, pero el rostro inmutado de Inuyasha no se lo permitió.
–¿De qué habla?
–Quiero negociar con usted otra vez.
Miró a Inuyasha como si se hubiera vuelto loco. Inhaló y exhaló varias veces, buscando las palabras adecuadas, pero no encontró ninguna que pudiera decir con respeto. Decidió decir exactamente lo que pensaba.
–¿No ha sido suficiente para usted? –apretó los puños–. ¿Ahora qué piensa hacer con el orfanato? ¿Me va a decir que lo compró y va a echar a los niños si no acepto hacer otra cosa indecorosa con usted? –trató de calmarse, pero no pudo hacerlo, era el colmo–. ¿Es qué su crueldad no tiene límites?
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Ouch, aquello le dolió. La mirada reprobatoria de Kagome no le sorprendió, ni mucho menos sus argumentos de que era cruel. No podía negar que le había dado razones de sobra para darle esa imagen. Si Kagome tan sólo supiera que todos esos años se ha sentido el más grande idiota... Ella nunca lo sabría. En parte agradecía dar esa imagen, había sido fácil llevarla a engaños hasta ese lugar. Aunque Kaede había dicho que había sido mala idea, y que debía ser sincero con ella. Después de mucho pensarlo, decidió que eso haría. Le diría una parte de todo, y tal vez ella lo entendería.
–Quiero que me siga la corriente, en todo lo que diga al pasar estas puertas. Durante la estadía aquí...
Ella lo interrumpió abruptamente, se alejó un paso.
–¿Está loco? –lo miró desafiante–. Me trajo hasta aquí para ser su acompañante personal –enumeró con sus dedos–, luego me dice que hay una cena de negocios, después resulta que no lo es... ¿Y ahora quiere que le siga la corriente? –puso los ojos en blanco y soltó un resoplido.
Jamás la había visto tan enfadada... Le gustó esa faceta que veía. Eso demostraba que era completamente capaz de defenderse o negarse, pero él no quería que se negara en ese momento. Necesitaba su ayuda.
–Necesito que finja que es mi novia... Solo por estos días.
Vio como el rostro de ella se desencajaba, de repente, la tristeza inundó su mirada... Y él sabía bien la razón; había recordado que ellos alguna vez fueron pareja, y él lo arruinó. Kagome evitó mirarlo, agachó la cabeza y se alejó un paso. Se sintió un completo patán, le había traído recuerdos dolorosos, la había lastimado... Quiso patearse la entrepierna.
–No puedo hacer eso, disculpe –Kagome dio una vuelta dispuesta a irse. Él no quiso retenerla, pero tenía que hacerlo. Soltó una parte de sus razones para traerla a la isla.
–Hágalo por mi abuelo.
Al instante vio cómo se detenía, suavizaba sus hombros y volteaba a verlo. La mirada de Kagome exigía una explicación, y él se la daría. Se rascó la nuca, buscando las palabras que diría a continuación.
–Totosai está muy mal... –la vio suavizar el ceño–. Hace días le dio un paro cardíaco. Ha estado vigilado desde entonces, pero su situación es delicada. Temen que se repita... Y ya no había modo de salvarlo –suspiró, los sentimientos empezaron a darle de lleno–. Y él... Quiere vernos juntos otra vez. Quisiera darle esa oportunidad.
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Aquello no se lo esperaba, la tristeza invadió la voz de Inuyasha, sus facciones le demostraban cuánto costaba decirle aquello. Se sintió muy mal por él. Instintivamente se acercó y lo miró desde su altura, se notaba preocupado por la situación. Preocupado y triste. Sus ojos demostraban súplica, nunca lo había visto así. Estuvo a punto de acariciar su mejilla y consolarlo, pero apretó su mano en un puño. Él ya no era el Inuyasha del que se enamoró; era un extraño, debía aceptarlo. O al menos eso le decía la razón... Entonces, ¿porqué su corazón le gritaba lo contrario?
–Sé que me odia, pero le juro que no será mucho tiempo que debamos fingir.
Frunció la boca en respuesta. ¿Lo odiaba? No, nunca pudo odiarlo. Pero...
–¿Y qué hay de sus novias? –recordó los periódicos y revistas, donde se le había visto con muchas modelos cabeza hueca pegadas a él–. ¿Ninguna aceptó venir con usted?
Vio la molestia en los ojos de Inuyasha. Bueno, tal vez había sido cruel en ese momento; pero era cierto, ¿por qué debía ser ella?
–Totosai me lo pidió, yo no tuve que elegir –aquello internamente le dolió–. La aprecia a usted. Solo quiere verla a usted conmigo. Por favor, hágalo por él… Conviértase en «la novia de Inuyasha Taisho» por unos días.
Pensó en Totosai, aquel adorable anciano de cabello blanco que conoció. Lo conoció fuerte y sano, los años nunca le pasaron cuenta, la vejez la había llevado muy bien, con sólo un bastón para evitar que se cayera. No podía imaginarlo en el hospital, débil, cansado y con máquinas conectadas a su organismo. Siempre fue amable con ella, la trató como un miembro más de su familia.
–¿Sólo esta semana?
Inuyasha asintió en respuesta, y lo vió tragar hondo. No dejaba de mirarla, rogaba con su mirada; suspiró de nuevo, cediendo finalmente.
–De acuerdo... Lo haré.
A Inuyasha le brillaron los ojos en respuesta, le sonrió y aquello la dejó anonadada por un segundo. Después sacudió la cabeza y suspiró relajándose.
–Vamos –le tendió la mano y ella dudó por un instante–. Si somos pareja, debemos actuar como dos enamorados.
Ella tomó su mano e intentó relajar su cuerpo, por alguna extraña razón la tensión disminuyó al tocarlo. Por primera vez en años, sintió aquel cosquilleo en sus palmas, sintió miedo que sus manos comenzaban a sudar e Inuyasha pudiera notarlo.
–«Por Dios, ¡contrólate Kagome!» –pensó.
Intentó pensar en otra cosa. Solo era un trato, debía fingir ante los demás por unos días y volvería a la normalidad. Después los niños tendrían su dinero. Lo haría por ellos. Decidida y más calmada, abrió la puerta y lo primero que vio fue que las personas volvían su vista a ellos y guardaban silencio.
–¿Olvidé decirte que luces bellísima? –el susurró de Inuyasha le erizo la piel.
El rojo de sus mejillas no se hizo esperar, sentía la cara completamente arrebolada. Miró a Inuyasha, y él tenía un rubor en sus mejillas. No había ninguna pizca de falsedad en esos ojos dorados. Su corazón brincó en respuesta, y desvió la mirada hacia la multitud que los veía. Entonces lo notó, eran los Taisho y amigos de la familia... Los que conoció cuando eran novios, y los mismos que asistieron a su boda. Flaqueó un segundo, tras sentir los recuerdos atormentando; quiso huir por un momento, pero el ligero apretón de Inuyasha, la puso firme otra vez. Sintió que no estaba sola.
El silencio fue roto por los aplausos de las personas, y los silbidos de aprobación.
–¡Sabía que terminarían juntos!
–¡Al fin te decidiste Inuyasha!
–¡Siempre supe que hacían una bonita pareja!
Escuchó varios comentarios por parte de la gente del lugar, se sintió apenada porque aquello no era real. Que todo era mentira, se sintió una vil mentirosa. En un abrir y cerrar de ojos, la gente la rodeó. Unos la abrazaban por no haberla visto en mucho tiempo, otras la elogiaban por su aspecto, y otros simplemente la miraron con aprobación. Inuyasha no se apartó de ella en ningún momento, había estado saludando a su familia y amigos. Todo aquello la hizo viajar a una época donde no tenía preocupaciones... Antes de su boda.
–¡Kagome, cariño!
Esa dulce voz la hizo girar. Izayoi Taisho se encontraba igual que hace años. Su apariencia no daba la imagen de una mujer de su edad, lucía joven y hermosa, ninguna arruga estaba en ese rostro blanco y bien cuidado. Se veía hermosa en ese vestido color guinda.
–Las dejo solas –dijo Inuyasha y se alejó de ellas
–¡Oh, linda! –Izayoi Taisho la abrazó eufóricamente–. Me alegra tanto que Inuyasha y tú hayan regresado... –la apartó de ella y comenzó a verle cada detalle del rostro–. Los años no pasan sobre ti, ¿verdad? –le dio una vuelta e hizo un sonido de admiración–. Luces tan bella como te recordaba y... –la mirada de Izayoi se situó mucho tiempo en sus caderas–. Ojalá nunca se hubieran separado...
Por primera vez en la velada se sintió incómoda. Izayoi alzó la vista a ella, con un brillo que solo ella pudo descifrar, sabía que siempre había deseado un nieto... Se sintió mal por aquello...
–Te has cuidado demasiado bien, querida –Izayoi pareció recordar algo y la jaló del brazo, Kagome la siguió–. ¿Recuerdas a mi hijastro Sesshomaru? ¡Se convirtió en padre! Rin lo ha cambiado mucho…
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Su padre lo jaló del brazo y lo llevó directo al jardín. Su mirada mostraba molestia e incredulidad.
–¿Estás de broma, Inuyasha? –le señaló hacia el interior–. ¿Qué hace Kagome Higurashi aquí?
No comprendía a su padre, cada vez era más difícil descifrar lo que quería. Primero le había llamado cada día del último mes para recordarle que esa semana debían pasarla juntos en familia esa semana, según la tradición. Le había recordado innumerables veces que Hakudoshi tenía una prometida; y que no estaría mal que presentara a alguna pareja. Se había cansado de las citas a ciegas que le preparaba su padre, así que le mintió e inventó una novia, había funcionado; no insistió más los últimos días. Pero ahora que traía a Kagome… Estaba molesto, ¿qué es lo que quería en realidad de él?
–Te dije que estaba saliendo con alguien, ¿o no? Bueno, está allá dentro.
–Pero, de todas las mujeres del mundo, ¡¿por qué ella?! –su tono de desaprobación no mentía, ¿por qué demonios no le gustaba esa idea?
–¿No es obvio? No pude olvidarla –no le mintió, miró hacia dentro, y notó como todos se acercaban a Kagome con amabilidad–. La quise hace años, pero ella se fué. Cedí ante las citas que me preparabas, pero nunca me interesó ninguna de ellas. Volvimos a hablarnos en el trabajo, después una cosa llevó a la otra… Y aquí estamos –miró la cara de su padre. Estaba con el ceño fruncido y los puños cerrados, se le marcaba una vena en la sien–. ¿Qué pasa contigo? Creí que te daría gusto volver a ver a Kagome, ella te agradaba…
–Eso fué antes de que… –detuvo sus palabras y se sobó los ojos con sus dedos–. Antes de que te dejara en el hoyo donde estabas. Dime que esto es una broma de mal gusto.
–No, no lo es. Y te agradeceré que te sientas feliz por mi, ella me hace feliz, ¿no es suficiente?
La mirada de su padre seguía en lo mismo, no aprobaba aquello. Pero no entendía porque se comportaba así. Cuando Kagome y él eran novios, la trataban como una hija más. Nunca le puso mala cara, incluso después de lo que pasó, le preguntó un tiempo si no sabía nada de ella. Después de unos meses, dejó de preguntar por ella.
–Si me disculpas, tengo que volver con mi novia, ya he tenido suficiente de pelear contigo, papá –volvió a dentro, y dejó a su padre con las palabras en la boca.
Entre la multitud buscó a Kagome, la vió junto a su madre, se acercó a ellas y acercó a Kagome a su pecho, tomándola de la cintura. La mirada sorprendida de Kagome no se hizo esperar, ni mucho menos el rubor de sus mejillas. El calor del cuerpo de Kagome junto al suyo le hizo bombear sangre más rápido. Como si la motivación de su corazón hubiera regresado, después de mucho tiempo. Y sí… Habían pasado diez largos años para volver a estar así de cerca.
–¡Querido! Justo le estaba platicando a Kagome de Sesshomaru y Rin.
–¿Ah, si? ¿Y de qué más? –le sonrió a Kagome, y con su mano libre, le agarró una mano y le besó el dorso de esta. Kagome desvió su vista de él, la sintió estremecerse. Aquello lo sorprendió, ella tampoco le era indiferente… Una esperanza creció en su corazón.
–Cosas de mujeres –Izayoi guiñó un ojo–. Por cierto, ¿tu padre dónde se fué? Tiene que charlar con Kagome.
Al instante se puso rígido, y subió su brazo a los hombros de Kagome, con instinto protector.
–No es necesario, ya habrá más tiempo después…
–Ningún «después» –sentenció Izayoi y miró a sus alrededores–. No lo veo por ningún lado, espérenme aquí. Ya vuelvo.
Se alejó de ellos, preguntando a los invitados si habían visto a su esposo.
La velada transcurrió tranquilamente, no se despegó de Kagome en ningún momento. No permitiría que su padre le hiciera alguna grosería, pero por suerte, no apareció de nuevo. Su madre había regresado, diciendo que su padre se encontraba indispuesto. Conocía a su madre, se encontraba furiosa con su padre, pero agradecía que los evitara. Eso le dió más tranquilidad.
Se sentía como nuevo, como si los años no hubieran transcurrido; cómo si la boda no hubiera pasado. Pero notaba como Kagome veía a Sesshomaru y Rin de manera nostálgica. Él solía hacerlo también, eran un reflejo de «lo que pudieron ser» Kagome y él. Envidiaba a su hermano, porque ahora él tenía un par de hijas. Ya tenía su familia hecha, y un futuro próspero. Miró a Kagome mientras comía de los bocadillos que llevaban los meseros en sus charolas, se veía realmente hermosa. Había elegido él mismo su vestido, y a propósito había hecho que combinara con su traje. Debían lucir como una pareja; cómo antes lo habían sido.
–¿Y dónde se encuentra el abuelo Totosai?
–Está en su habitación, hoy se sentía un poco decaído… Mañana te llevaré con él –prometió y le colocó un cabello tras la oreja. Kagome dió un respingo y se aclaró la garganta.
–No haga eso –susurró para que sólo él escuchara–. Acepté formar parte de esto, pero le pido que respete mi espacio personal cuando estemos a solas.
Inuyasha alejó su mano al instante. Kagome estaba en lo cierto, había olvidado que solo estaban fingiendo. Su relación era falsa, por un momento se perdió en la farsa que estaban montando. Tenía que caer en la realidad, por mucho que él quisiera, Kagome seguía estando fuera de su alcance. Miró alrededor, todos habían dejado de prestarles atención, y se concentraban en sus propios asuntos.
–Lo siento –susurró metiendo las manos en sus bolsillos, no había querido incomodarla.
Su móvil comenzó a sonar, al sacarlo del bolsillo, se dió cuenta que debía atender con urgencia.
–Espérame aquí, ya vuelvo –se alejó hacia el jardín mientras contestaba su llamada.
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Kagome soltó el aire contenido, cada toque de Inuyasha estaba haciendo que su cuerpo reaccionara; eso no era fingido. Aceleraba su corazón y la hacía temblar de nerviosismo.
–«¿Acaso soy una adolescente en su primer noviazgo?» –se regañó mentalmente.
La mirada de Inuyasha y sus acciones en toda la velada la hicieron viajar años atrás, cuando asistían a fiestas y eventos sociales. Cuando pensaba que estaban hechos el uno para el otro… Por un momento, se dejó llevar. Pero tenían que caer en la realidad, así que le puso un alto. La mirada de Inuyasha se había oscurecido en un segundo, y no pudo evitar sentir cierta tristeza por lo que provocaron sus palabras. ¿Inuyasha estaría en la misma situación que ella? ¿Acaso sentía que habían viajado en el tiempo? A aquél tiempo donde ambos se pertenecían, donde ambos se juraban amor eterno.
Un mesero pasó a su lado y tomó una copa, se la tomó de un solo trago. Debía dejar de pensar esas cosas. Inuyasha era diferente ahora, sólo estaba aparentando frente a su familia y amigos, ¿verdad?
Había aceptado fingir frente a ellos, así que debía hacerlo. Por el orfanato, por Totosai, por…
–¡Qué malo es mi hijo! –la voz de Izayoi la hizo dar un respingo.
–¿Por qué lo dice? –giró sobre sus talones y volvió a la farsa de ser «la novia de Inuyasha Taisho».
–Trabaja hasta en su descanso… Ha salido al jardín con el móvil pegado en la oreja. ¡Siempre está trabajando! Deberías decirle que separe los negocios de su vida personal –hizo un mohín con la boca. Los ojos negros de Izayoi demostraban la preocupación por su hijo.
–Lo mismo le he dicho, pero es un caso perdido –le sonrió negando con la cabeza. Si tan sólo supiera que su «relación» era también parte de un negocio... Estaría decepcionada.
Izayoi volvió a su relato para ponerla al tanto de todo lo que ocurrió en esos años. Le contó lo mucho que creció la familia en esos años... e insinuó querer un nieto de Inuyasha. No es que Izayoi odiara a su hijastro, pero Irasue, la madre de Sesshomaru, mantenía a sus nietas lo más cerca a ella. Irasue, la ex esposa de Inuno, era muy posesiva con sus nietos, o al menos eso le dijo Izayoi... Se sintió incómoda todo ese tiempo. Inuyasha no regresaba, con discreción miraba a sus alrededores, pero no había señal de él. Quería terminar esa plática con Izayoi, pero cada que intentaba hacerlo, Izayoi volvía a meter el tema.
Comenzó a sentirse asfixiada, veía que todos le sonreían, que se alegraban sinceramente de verla otra vez, la mayoría se portaba bien con ella... Y ella estaba mintiendo. Pudo resistir todo aquello, pero cuando Izayoi comenzó a recordarle la relación que había tenido con Inuyasha, de sus detalles, de lo hermosa que había sido aquella fiesta que detestó, del Inuyasha del pasado... Comenzó a sentir como si le echasen sal en una llaga del corazón, una llaga que nunca logró sanar.
Todo empeoró cuando Sesshomaru y Rin aparecieron en su vista. Los vió acercarse a la mesa de bocadillos, y en sus brazos llevaban a las gemelas. Las pequeñas bebés de un año se carcajearon por un gesto que Rin hizo, con el fin de hacerlas reír. Sesshomaru la reprendió, argumentando que no le parecía gracioso aquello, hizo que Rin le sacara la lengua de manera burlona. Las gemelas volvieron a reír y Sesshomaru soltó un suspiro de rendición, se unió a ellas; obvio no sonrió como las gemelas, pero curvó sus labios levemente. Aquello era una sorpresa, nunca lo había visto así antes. Siempre fué serio, incapaz de curvar una sonrisa en su boca. Ahora, no sólo sonreía al ver a su esposa e hijas; su mirada se llenaba de calidez y amor genuino. El matrimonio y la paternidad lo habían cambiado…
¿Esos pudieron ser Inuyasha y ella? De pronto, el lugar le pareció demasiado pequeño.
–¿Pasa algo, querida? –Izayoi le tocó la frente–. ¡Estás pálida! ¿Te sientes bien? –La preocupación de Izayoi la hizo sentir mal.
Izayoi no sabía de la farsa que estaban montando, no tenía la culpa por recordarle el pasado. Tampoco sabía que había pasado entre ellos, o por lo menos, esperaba que así fuera. Sonrió para quitarle esa preocupación y apretó su muñeca, justo sobre el relicario que le daba fuerza y la motivaba a seguir.
–El cambio de climas me pone así –mintió, quiso ocultar su incomodidad.
–Deberías ir a descansar, linda.
–Sí, tal vez tenga razón. Disculpeme, iré a descansar. Si Inuyasha regresa, ¿le puede decir que salí a tranquilizarme?
Se alejó antes de que pudiera decirle más. Volvió por la puerta que antes había pasado y recorrió todos los pasillos hasta llegar a la habitación. Entró y directamente fue hacia el balcón del lugar, el aire de la noche le resultó demasiado relajante. Se sentó en una silla de madera blanca y cerró los ojos. Inhalo y exhalo varias veces, su corazón seguía dolorido por los recuerdos.
«Las miradas que intercambiaron... El calor de sus brazos... La dulzura de sus labios...»
Los recuerdos comenzaron a atormentarla otra vez, los felices y maravillosos. Pero los que más la atormentaron, fueron los del día de su boda. De su frialdad en la fiesta, de cómo coqueteó con Kikyo... De sus palabras en la luna de miel.
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Durante la llamada, Miroku lo puso al tanto de su nuevo proyecto personal. Le contó cada detalle y problema; él se encargó de darle solución.
–Ok, entonces en eso quedamos… Pasando a otro tema, la señorita Kagome ha de estar completamente furiosa por el plan.
–Al principio, Miroku –pateó una piedra del jardín–. Pero al escuchar la razón, aceptó ayudarme.
–¿También sabe lo de evitar la invasión de Hakudoshi en Taisho Corp.? Sorprendente, pensé que se negaría –Inuyasha se rascó la nuca sin contestar–. Adivinaré, aún no lo sabe.
–No creo que sea necesario. Ya tiene suficiente en qué pensar… Es un asunto de la empresa.
–Si tú lo dices, galán. No te quejes si todo sale mal e intenta irse.
–No creo que pase, piensa que si se va, negaré todo el dinero a la caridad.
Miroku soltó una carcajada.
–Siempre y cuando no se entere de lo que estás haciendo, no se irá.
–Esto no debe salir de nosotros, ¿correcto?
–¡Me ofendes!
–Ni siquiera la señorita Sango…
–¡Eh! ¿Qué insinuas? ¿Acaso no confías en tu mejor amigo y confidente? –Inuyasha guardó silencio, poniendo los ojos en blanco–. Qué poco me conoces…
–Hablando de eso, no te vayas a pasar de listo con la señorita Sango, Houshi –sentenció con firmeza.
–No me digas «Houshi», me recuerda a los regaños de mi madrecita chula…
–Houshi… No evites el tema.
–¡Ey! Soy un caballero, no pienso hacerle algo indebido a mi adorada Sanguito… A menos que ella quiera.
–Suerte con ella, pedazo de «gigoló». Si te pasas de listo, ten por seguro que te castrará. Y colgará tus pequeñas bolas en su chimenea como trofeo…
–Te recuerdo que también corres ese riesgo, si algo me pasa, soltaré la sopa. Y ten por seguro que tomará venganza por su amiga… Y tus bolas estarán colgadas a un lado de las mías.
Inuyasha tembló, Sango daba miedo. La conoció, formó parte de sus amigos… Pero cuando se divorció de Kagome, se convirtió en el enemigo. Un día salió de su departamento, y se encontró con el auto grafiteado. Entre múltiples groserías, habían resaltado palabras en mayúsculas: «tú, sabes por qué». Si se llegaba a enterar de lo que había hecho, le iba a cortar la cabeza.
–Judas traidor…
–¡Es broma! Nunca te traicionaría… Bueno, te dejo, galán. Suerte con tu «novia».
Colgó la llamada y guardó su móvil en el bolsillo. Sonrió, ¿qué cara pondrá Kagome cuando se enterara de sus planes? Ya deseaba ver su reacción. ¿Tocaría su corazón? Probablemente.
Aún faltaban días para que eso sucediera. Mientras tanto, intentaría acercarse más a ella. De manera romántica, definitivamente no; sólo como una simple amistad… Aunque él quisiera lo contrario. Debía aceptar lo que Kagome podía darle, aunque fuera una simple amistad. Volvió al interior y buscó a Kagome con la mirada. No estaba por ningún lado, ¿dónde se había metido?
–¡Aquí estás! –la voz de su madre lo hizo girar a verla.
–¿Has visto a Kagome?
–Se ha retirado a su habitación. Estábamos platicando tranquilamente, y entonces vi que se puso pálida…
Aquello hizo que una preocupación se apoderara de él. Tomó los hombros de su madre.
–Dime qué es lo que estaban hablando…
.
Soltó un sollozo, y ese pequeño sonido desencadenó otro, y otro más… Y cuando menos lo esperó, se encontraba llorando como una niña. El dolor había vuelto, pero más fuerte que antes. Parecía que su dolor había pasado de una lluvia ligera a ser una tormenta repleta de truenos y rayos. Gimoteó sin poder evitarlo, se abrazó las piernas y ocultó el rostro en ellas. Le dolía otra vez su pecho, su corazón dolía, y el nudo de su garganta no lo pudo tragar… Se sintió una completa tonta por sentir el dolor.
¿No decían que el dolor desaparecía con el tiempo? Soltó una maldición y apretó más sus piernas, ¿por qué su dolor no se iba?
Odiaba llorar, y más cuando su razón era Inuyasha, porque a Inuyasha parecía ya no afectarle aquello. Él había seguido su vida con normalidad, los periódicos, las noticias, los chismes, todo daba hincapié en su vida de libertino con esas modelos. ¿Y ella? Pues todo ese tiempo se la pasó ocultando el dolor de su ruptura, luchando para llevar una vida digna. Hizo hasta lo imposible por olvidarlo... Pero no. Debía aceptarlo... Nunca olvidó a Inuyasha... Nunca dejó de amarlo a pesar de haberlo abandonado... A pesar de haberla destruido aquel día.
Una mano tocó su cabeza, alzó la vista lentamente y al ver un par de soles, se quedó estática. ¿Cuánto llevaba ahí? ¿La siguió? ¿La escuchó llorar y maldecir? Se quedó sin nada que decir. Apretó sus manos... Tenía vergüenza. Se había prometido no dejarse ver como una persona débil ante Inuyasha. La expresión de Inuyasha parecía agobio, como si se lamentara de verla así, como si sintiera ese mismo dolor. Tragó saliva y lo vió limpiarse la mejilla. ¿Acaso él sentía lo mismo que ella?
–Perdona lo que te recordó mi madre... –le acarició una mejilla, ella tembló por la sensación tibia que había ocasionado ese gesto.
Estaba siendo cálido con ella, como si todos esos años no hubieran pasado, como si no se hubieran separado nunca... Sin previo aviso, lo vió ponerse a su altura. Sintió que le tomaba el rostro y la acercaba hasta tener sus frentes pegadas. Aquellos orbes dorados no dejaban de verla, le transmitieron una calidez reconfortante y familiar. Su aliento tibio la hizo cerrar los ojos...
–Siento mucho que tengas que pasar por esto... –volvió a verlo y notó sinceridad en su color dorado–. ¡Dios! –la abrazó y ella sintió como su corazón brincaba al instante–. Quisiera regresar el tiempo –parecía hablar consigo mismo más que con ella–, quisiera... Nunca haberte tratado así... ¡Fui un completo idiota! ¡Perdóname, Kagome!
Sabía que estaba pidiendo perdón por sus acciones. Había soñado muchas veces con ello, y ahora que lo escuchaba, no sabía cómo sentirse... Se quedó estática, deseando lo mismo que él: Borrar el pasado. Pero nunca podría eliminar de su mente el día de la boda y su luna de miel. Los recuerdos nunca la abandonarían, aquellos recuerdos que sembró en su memoria.
Continuará…
Siento que este fué un capítulo corto, pero les prometo que en el siguiente las voy a compensar ;)
¡Nos leemos en otra ocasión!
Posdata: Síganme en Facebook, por si aun no lo han hecho :D allá aviso que días subiré capítulo o si se me atraviesa algún inconveniente. También subo imágenes relacionadas con el Fic ;) me encuentran como Eline H. T. (Link en mi bio)
¡Sayonara!
