09/05/2024

Mil gracias por el apoyo de sus comentarios: Joiscar, Kayla Lynnet, MegoKa, Annie Pérez, Ferdy Arevalo, Karii Taisho, Cindy Osorio, Arual17, Rosa.Taisho, Rocío K. Echeverría, invitado, Valentinehigurashi y marielvalentinavazquezrodrigue.

Mil gracias por sus buenos deseos por mi boda, primero Dios, todo saldrá bien ese día :'D

Hola mi hermosa comunidad, les traigo un nuevo capítulo :D no me alargo mucho, porque la verdad tengo muuuucho que decirles xD

Sigo en los preparativos de mi boda, ya que estoy a 16 días de casarme por la iglesia OoO no creo publicar nada hasta después del 25 de Mayo n.nU perdónenme, pero estoy de aquí para allá últimamente… En fin, les dejo el cap antes de volver a desaparecer por días D:

Ya después volveremos a las actualizaciones frecuentes, se los prometo n.n


CONVIVIENDO CON MI EX

Capítulo 11: Tierno.

Mecía a Setsuna en sus brazos, la bebé se encontraba profundamente dormida, tal parece que tenía el temperamento calmado de su padre, Sesshomaru Taisho. Mientras tanto, Inuyasha cuidaba de la pequeña e intrépida Towa en la alfombra de la sala principal, sonrió al ver como Inuyasha batallaba para que la niña no se golpeara en los muebles mientras gateaba, extendía sus manos para cuidar que su cabeza no se pegara, y soltó una risilla al ver como en un intento de levantarla, la pequeña se escabulló entre sus piernas y gateó alejándose de su tío. En la estancia se escuchaban las risas de ella y Towa, y los sonidos de frustración de Inuyasha…

–¡Qué bella escena! –la voz alegre de Izayoi irrumpió en la habitación. Se sentó a su lado y ambas contemplaron a Inuyasha, al fin había capturado a su sobrina–, ¿No te parece tierno? ¡Imagina cuando cuide de sus hijos!

Aquel comentario hizo que su corazón se encogiera, su sonrisa se borró, la apariencia de Towa cambió totalmente a la de su pequeña Moroha, desvió la mirada al instante. Su corazón comenzó a latir con rapidez y sus manos comenzaron a sudar.

–Espero que sea muy pronto –le dió un codazo amigable–. Sí tan sólo…

–Madre –intervino Inuyasha poniéndose de pie.

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Sí, admitía que la imagen de Kagome cuidando de su sobrina le pareció lo más tierno y hermoso que había visto; incluso había notado una alegría diferente en sus ojos, un sentimiento que jamás había visto en ella. Pero los comentarios de su madre le habían caído como agua helada, al instante notó como el buen humor de Kagome se esfumaba, y un sentimiento amargo teñía sus ojos chocolate; conocía ese sentimiento, pues fue uno que él se había encargado de plantar en ella. Si no se hubiera comportado como un total imbécil, ella no tendría esa mirada, ni recuerdos agrios en su memoria… Incluso ya habrían tenido su propia familia.

–¿Qué? –Su madre lo miró sin entender su reacción.

Su madre no tenía idea de lo que sucedía, ni lo que sus palabras causaban, así que no la culpaba. Iba a desviar el tema, pero Setsuna comenzó a llorar y Kagome se levantó para intentar calmarla, la bebé comenzó a alejarla y querer estar en los brazos de su abuela.

–Yo la calmo, querida –Kagome le puso la bebé en sus brazos–. Tal vez quiere estar con su abuelo. Ahorita regreso.

Su madre se alejó con Setsuna y desapareció por el pasillo. Inuyasha agradeció eso, pues así no volvería a decirle algo de nuevo a Kagome.

–No era su intención.

Kagome le sonrió, restando importancia; pero sí importaba, porque se trataba de sus sentimientos. Se acercó a él con Towa en sus brazos.

–Hablaré con ella y…

–Descuida, Inuyasha, no es necesario. Podría sospechar, y es lo que menos deseamos, ¿no?

Kagome revolvió los cabellos de Towa, la pequeña estiró sus manos hacia ella y Kagome la recibió. Esa niña actuaba muy amable con Kagome; era raro que se dejara cargar por alguien extraño. Incluso con él, no siempre estaba de buen humor para ser cargada por su tío.

–Traidora –susurró y le dio un beso en la mejilla a Towa–. ¿De ella no vas a intentar escapar? –la pequeña bebé ni siquiera le prestó atención, hizo como si no hubiera escuchado nada y se acomodó en los brazos de Kagome, pegando su mejilla en su pecho–. ¡Ey! No me ignores, pequeña traviesa.

–¡Ja! Ya se vio con quién prefiere estar –exclamó Kagome en tono triunfante–. Tal vez no le gustan los hombres toscos…

En ese instante, el móvil de Kagome sonó. Ella lo sacó de su bolsillo y, tras ver el remitente, se puso nerviosa. Tuvo que contenerse, apretando los puños y sintiendo cómo su corazón se encogía. Seguramente se trataba del imbécil que tenía por novio.

–Es… –tragó hondo–. Bueno, ¿te molesta si contesto? –le devolvió a la niña y al instante Towa replicó, amenazando con empezar a llorar.

–Claro, yo me haré cargo de Towa –sonrió a regañadientes, intentando esconder su tono de molestia–. Por favor, ten cuidado de que no te vayan a escuchar –susurró con los dientes apretados.

Kagome asintió.

–Estaré en el cuarto –le dijo antes de alejarse y desaparecer de su vista.

Quiso soltar una maldición, pero el llanto de Towa se lo impidió, el enojo desapareció, dando pasó a un sentimiento alarmante. ¿Qué iba a hacer? No tenía idea de cómo calmar el llanto de un bebé…

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–¡No es justo! Te fuiste de vacaciones sin mi… –Moroha sonaba sumamente molesta.

–Linda, no son vacaciones, es trabajo y…

–¡Mentirosa! –replicó–. No vienes a verme porque de seguro ya tienes un novio y te vas a olvidar de mí… Vas a dejarme en un orfanato.

Aquel comentario hizo que su corazón se encogiera. La voz de Moroha sonaba triste y desolada, pudo escuchar cómo se rompió y empezó a llorar desconsoladamente. Ella jamás haría tal cosa, no iba a hacer que su hija sufriera lo que ella.

–No, mi hermosa princesa –quiso estar con ella, para abrazarla y consolarla–. ¿De dónde sacas eso?

–En ningún lado…

–Moroha Higurashi, sabes que las mentiras son malas, ¿verdad?

–Sí, pero no estoy…

–Sabes qué te conozco de toda la vida, ¿verdad? –Moroha hizo un sonido de afirmación, la escuchó suspirar–. No puedes mentirle a mamá, ella te conoce… ¿Quién te metió esas ideas?

–Shion…

Cerró los ojos e inhaló aire con fuerza. Su madre ya había discutido con el papá de Shion, y había quedado que no volverían a tener problemas. Pero como suponía, no le había dicho nada a su hijo. Shion siempre molestaba a Moroha, ya que su madre los había dejado por otro hombre; le metió en la cabeza que ella la abandonaría. Debían mandarlo al psicólogo, porque estaba desquitandose con los demás… Tendría un futuro muy duro si no trataba su problema.

–Mi niña, yo jamás haría tal cosa. ¿Recuerdas lo que te he dicho?

–Que son personas que no son felices.

–Quiere que tu sientas lo que él. Mi niña, comprendelo, es un niño que ha sufrido y no ha tratado su trauma… Tiene celos de que tú me tienes a mi… Y también tienes a mamá y papá.

–Bueno… tienes razón, mamá –la escuchó sorber por la nariz.

–No hagas caso de lo que te diga, yo nunca te dejaría por un hombre… Porque te amo y lo eres todo para mi; pero tengo que trabajar para poder darte lo que necesitas, ¿lo entiendes, preciosa?

–Pues… si. –la escuchó suspirar–. Perdóname, mami.

–No te preocupes, cielito. –sonrió, su hija era madura, pero también era muy sensible; después de todo, se trataba de una niña de 9 años.

–¿Y si un día conoces a alguien? ¿Y si no me quiere?

–Ni lo digas. Jamás estaría con alguien que no te quisiera, eres mi hija, la mejor parte de mi. Si no les gusta mi mejor parte, entonces no lo amaré.

Y era cierto, jamás aceptaría a alguien que hiciera menos a su hija, antes muerta que dejarla a un lado. Cuando más necesitó ánimos, Moroha estuvo con ella, su sola mirada y balbuceos de cuna bastaron para darle la energía suficiente para salir adelante. Jamás podría dejar de lado a su motor de vida.

–¿Lo prometes?

–No sólo te lo prometo, te lo juro por mi vida…

–¿Por el meñique?

–¡Por supuesto! Es más… ¡Lo juro por Buyo! –Moroha se rió, y ella suspiró, relajada por tener a su hija más tranquila–. Te prometo algo más mi niña.

–¿Qué cosa, mami?

–Cuando regrese iremos a la playa.

–Pero, ¿me darás permiso de meterme más hondo? ¡Mi abuela comenzó a llevarme a clases de natación y..!

–No –se tapó la boca, había sonado muy duro, se reclinó en el sofá y se arrepintió de sonar muy seria.

Dios, ¿cuándo dejaría de temerle al agua? Moroha siempre deseaba meterse a nadar más hondo, pero nunca se lo permitía. Tenía miedo de que pudiera sufrir lo mismo que ella, sólo dejaba mojar sus pies en el agua y nada más… En ese momento pensó que tal vez la estaba sobreprotegiendo, hasta su madre le había ocultado ese pequeño detalle. La conocía, sabía que nunca dejaría que Moroha tomara esas clases de natación, todo por su temor. Tal vez era hora de cambiar un poco.

–¿No? –la voz de su hija sonaba desilusionada, le rompió el corazón ese tono.

–Perdón, mi niña. Sí, te dejaré nadar un poco más hondo. Siempre y cuando yo te vigile, ¿ok?

Moroha comenzó a emocionarse y decirle sus planes. Dios, no sabía cómo, pero iba a cumplirle esa promesa.

-Te amo, Mami.

Esas palabras eran su motivación.

–Yo también te amo, cielo.

Al colgar se sintió más en paz, pues necesitaba escuchar a su pequeña.

Bueno, debía ir con Inuyasha. Sólo habían pasado unos minutos, pero con un bebé no había ningún minuto de tranquilidad. Justo cuando iba a abrir la puerta, recibió un mensaje, al abrirlo notó que era un mensaje de voz. Presionó reproducir.

–¡Kagome! ¡Kagome! –el llanto de Towa se escuchaba al fondo–. ¡Algo le pasa a la bebé! –aquello le encogió el corazón.

Comenzó a correr de regreso, esperando lo peor. Pensó que tal vez se había lastimado alguna parte de su cuerpo o que había comido algo. Eso le recordó algo ocurrido con Moroha… ¿Y si tenía alergias? ¡Dios Santo!

–¡¿Qué ocurre?! –exclamó al regresar a la sala.

–¡No deja de llorar!

La mirada desesperada de Inuyasha la hizo entrar aún más en pánico. Se acercó a Inuyasha, tomó a la niña y comenzó a examinarla detalladamente. La pequeña lloraba a todo pulmón, y sus intentos de calmarla no servían de nada. Tenía el rostro rojo de tanto llorar.

–Le ocurre algo malo, ¿verdad? –Inuyasha soltó una maldición–. ¡Es culpa mía!

Ella sentía el alma fuera de su cuerpo. Nunca se perdonaría si algo le pasaba… La escena le recordó la vez que Moroha comió unas nueces y tuvo una reacción alérgica. Rogó a Dios que no fuera algo como eso. Le examinó el ritmo de su respiración y el sonido de su llanto. No tosía ni parecía asfixiarse; aquello la tranquilizó un poco, pero lloraba sin control. Entonces, al oler, supo lo que tenía. Obviamente, parecía necesitar un cambio de pañal. Dejó de retener el aliento y abrazó a la pequeña antes de dejarse caer en el sofá más cercano. El alma le volvió al cuerpo.

–Solo necesita un cambio de pañal, Inuyasha.

El aludido suspiró hondo y el color le regresó al rostro.

–Pensé lo peor…

Su mirada se posó en Inuyasha, y en ese instante, un torbellino de emociones la envolvió. Ternura y añoranza. Ternura, por verlo angustiado por Towa; añoranza por recordar que nunca tuvo momentos como ese con Moroha. La pequeña, fruto de la unión entre ellos, era su secreto más profundo, y había decidido guardarlo para ella. Inuyasha, ajeno a lo que pensaba, se acercó y le beso la cabeza a Towa.

¿Cómo hubiera sido si él hubiera estado allí para Moroha? ¿Cómo habría sido su relación como padre e hija? Su corazón se encogió ante tales preguntas. Moroha nunca conoció a Inuyasha como su padre. No formó parte de su vida, y ella había decidido mantenerlo así. ¿La razón de ocultarlo? Sólo ella lo sabía, la principal era proteger a Moroha de un destino incierto… Protegerla de un posible futuro doloroso. Alterar su estilo de vida podría ser perjudicial para ella.

–En el cuarto de bebés encontraremos lo necesario para cambiarla –la voz de Inuyasha la regresó a la realidad.

Kagome lo miró extrañada, ¿cuarto de bebés? Lo siguió por los pasillos de la mansión, a otra zona que no había conocido, prestó atención a las decoraciones y a los cuadros de las paredes. Todo iba tornándose más infantil poco a poco, y de un momento a otro parecía una zona exclusiva para niños... Y entonces lo recordó, aquel día que hablaron sobre los hijos que deseaban tener.

*

–Quiero 2 –le dijo decidida mientras se recostaba en el pecho de Inuyasha. Inuyasha la abrazó y le besó la coronilla.

–¿Y qué tal 12?

Ella alzó el rostro, alarmada por tal revelación. Al instante supo que era broma, sus labios curvados lo delataron; le dio un golpecito en el pecho.

–Se ve que no exiges mucho, ¿eh?

–Pues tendremos el espacio suficiente, una amplia casa y el amor suficiente para todos. Además, hacerlos es lo que lo hace divertido –alzó las cejas de manera sugerente.

–¿Y si me niego? –la hizo rodar por la cama, en un instante lo tuvo encima de ella.

–Te convenceré –Inuyasha recorrió su clavícula con húmedos besos, y su mano la acarició desde el muslo hasta los glúteos.

–Mmm…

–¿Y si tenemos una habitación especial para los bebés? –ella rió.

–Aunque hagas las doce habitaciones, no me vas a convencer.

–Voy a convencerte –él sonrió entre el beso antes de subir sus manos.

Los dedos de Inuyasha acariciaron sobre sus bragas, y al instante su sexo comenzó a humedecerse. Gimió, no podía evitarlo. Los dedos de Inuyasha se sentían calientes contra ella. Solo podía gemir y moverse contra su cuerpo con sensualidad, pidiendo atención en otras zonas que se morían por ser exploradas, y que ella estaba dispuesta a mostrarle. Deseaba que él le enseñara aquello que desconocía, la magia de la intimidad. Los labios de Inuyasha capturaron su oreja, y su mano fué subiendo hasta su vientre, poco a poco los dedos de Inuyasha subieron por su tórax, erizando cada vello de su piel, mostrándole lo que su simple toque causaba en ella.

No quiso quedarse atrás, y comenzó a bajar sus manos hasta el miembro masculino. Se sorprendió de sentir su dureza, estaba listo para ella. Bajó su cremallera, e introdujo su mano…

–Tranquila –él la besó con ternura en el cuello antes de detenerse y verla a los ojos–. Guardemos este momento para cuando nos casemos.

Ella sonrió y asintió, le llenó la cara con besos. Amaba a ese hombre, se moría por hacerle el amor, pero también querían guardar aquello para la noche de bodas. La noche que él la haría sentirse en el cielo. La noche donde comenzarían sus vidas... Y los marcaría de por vida.

*

Su mirada se ensombreció, la noche de bodas los marcó de por vida... o por lo menos a ella le cambió todo. Puso su vida patas arriba, lo único bueno que sucedió después de esa noche, fué su pequeña Moroha. Su vida dió un giro de 180 grados, y conoció el significado del verdadero amor.

–¿Kagome?

Ella reaccionó y alejó su vista de una ventana que daba al mar. Miró a Inuyasha, este tenía abierta una puerta de madera blanca y la instó a seguir antes de entrar.

La casa era tal y como ella la había diseñado, se preguntó cómo estaría decorado el cuarto de bebés, ya que eso no lo había especificado. Al momento de abrir, contuvo el aliento; la habitación le pareció un sueño. Tenía tapizado las paredes con tonos pastel, había repisas con cuentos y juguetes, muebles para guardar ropa y accesorios para bebé. Incluso había un par de mecedoras. Todo estaba protegido para un bebé, los muebles tenían protección en las esquinas, para cuando aprendieran a caminar. En el centro había una hermosa cuna de madera blanca y móviles con ositos y estrellas…

Aquel cuarto había sido diseñado especialmente para bebés, ¿acaso planeaba ser padre pronto? Aquella idea le dió un pinchazo en el corazón.

Sacudió su cabeza, debía alejar esos sentimientos, no tenía derecho a sentir aquellos celos sin sentido, después de todo, jamás habría un futuro para ellos. Observó a Inuyasha acomodar a Towa en el cambiador de pañales, le hablaba con cariño, intentando calmarla. La escena la enterneció e hizo que su corazón se acelerara. Tragó hondo, preguntándose si habría sido un buen padre para Moroha…

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–¿Estás seguro de poder hacerlo? –susurró Kagome detrás de él.

Con manos torpes intentaba desabrochar el mameluco de Towa, pero le daba miedo lastimarla de alguna manera. Su piel se veía tan delgada, que lo invadió el miedo de rasguñarla y empeorar la situación.

–Sí no te molesta, lo puedo hacer yo –le dijo Kagome al verlo batallar. Se hizo a un lado para que ella se hiciera cargo.

Definitivamente, ofrecerse a cambiar el pañal había sido mala idea. No sabía qué es lo que hacía, pero cuando vio a Kagome maniobrar con su sobrina, no pudo evitar sorprenderse. La limpió rápido, y al colocarle el nuevo pañal no la vio batallar por levantarle sus piernitas o abrocharlo. Incluso se asombró de ver cómo le hablaba a su sobrina para calmar su llanto.

–La pequeña princesa ya va a estar limpiecita... –oía cariño en su voz–. Si pequeña... ¡Fuera pañal sucio! –aquellas palabras y sus gestos graciosos lograron su cometido, Towa dejó de llorar y comenzó a reír.

Lo hacía como si supiera qué hacer en esos casos. Al verla jugar con la bebé y hacerle trompetillas en sus mejillas, un sentimiento surgió en su corazón. Y ese sentimiento vino con preguntas, ¿ella habría sido buena madre? No le cabía la menor duda. Y con una sonrisa amarga, se hizo otra pregunta: ¿Cómo hubiera sido con sus hijos?

Se volteó al instante y ahogó una maldición. Nunca sabría aquello, porque Kagome no tendría hijos con él. Se casaría con su novio, tendría un hijo con ese mal nacido ó, tal vez, más de uno... ¡No! Se negaba a aceptarlo, ella no podía hacerlo, porque aquello implicaba acostarse con ese maldito. El sólo hecho de imaginarla entre las sábanas de otro hombre, le hirvió la sangre de envidia, porque él no deseaba que eso ocurriera. Su Kagome estaba haciendo su vida, y él no podía obligarla a permanecer con él... ¡Maldita sea!

–¿Ves que era fácil?

Inhaló y exhaló antes de voltear.

–Eso creo –tomó a su sobrina en brazos–. No sé qué hubiera hecho sin tu ayuda – se sinceró–. ¿Cómo supiste que hacer?

¿Era su imaginación o Kagome se había puesto pálida durante un segundo?

–Me has pillado –se puso roja y comenzó a juguetear con un mechón de su coleta, tardó unos segundos en contestar–. En mis días libres, ayudó en el orfanato de mi niñez.

–¿En serio?

–¡Sí! –asintió con euforia–. Tienes un par de sobrinas, y me sorprende que no hayas podido cambiar a Towa.

–Es cierto, pero no he pasado tiempo con ellas –suspiró frustrado, el trabajo lo consumía–. Es la tercera vez que pasó tiempo con mi familia en todo el año –Towa se acomodó contra su pecho–. Ni siquiera pude estar en Navidad con mi familia.

–¿Se puede saber por qué?

Al alzar la mirada a Kagome, notó cierta sorpresa. Él asintió y habló con amargura.

–Me convertí en lo que mi padre deseaba.

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Aquella confesión la dejó perpleja, ¿cómo era posible que pasara tan poco tiempo con su familia? En cambio, ella iba cada ocho días a ver la suya, porque deseaba estar lo más posible en la vida de su hija. Sin embargo, Inuyasha se había convertido en el implacable hombre de negocios que deseaba InuNo Taisho… Y no pudo evitar sentir cierta pena y tristeza por ello. Porque InuNo siempre fué ausente en los momentos importantes de la infancia de Inuyasha, debido a los múltiples viajes y cenas de negocios. Para el mundo fué el exitoso e intachable InuNo Taisho, pero, como todo logro tiene un costo, el costo fué la ausencia y falta de cariño fraternal para Inuyasha. Por eso él había decidido no ser igual que su padre y seguir sus sueños de ser un chef exitoso… Lo triste, es que había terminado siendo como él.

–Oh, ya veo –se acercó a una repisa, excusándose para buscar un libro de cuentos–. Pero en el amor no te fué mal, por lo menos las que han sido tus novias, pudieron con este estilo de vida… –eso había sido cruel, pero era verdad.

–¿Perdón? –sonó ofendido.

–Vi en la televisión que hace poco saliste de un restaurante con la actriz Serena Tsukino… Y antes que ella, fué la hija del presidente, Akane Saotome, y la lista sigue y sigue.

Inuyasha se mantuvo en silencio un momento, y al instante se arrepintió de decir aquello.

–¿Acaso son celos lo que hay en tu voz? –la voz burlona de Inuyasha la hizo voltear y fulminar con la mirada, aunque no pudo evitar sonrojarse.

–Lo que quiero decir, es que esa "vida" de la que te quejas, no te ha impedido salir con otras mujeres. ¿Acaso son más importantes que tu familia?

–No –respondió después de unos segundos, lo vio pasar saliva antes de darle la espalda y bajar un peluche de la repisa, se lo dio a Towa–. Al ser trampas de mi padre para hacerme sentar cabeza, ¿crees que significan algo para mi? –lo escuchó suspirar–. Para mi padre, nada es suficiente. Me convertí en lo que él quería, pero ahora me pide algo más… Algo que no quiero hacer –se giró y la miró con intensidad–. Quiere verme unido a una mujer…

Esa confesión la hizo arrepentirse de sus palabras, Inuyasha no la había pasado tan bien como se mostraba en las noticias y periódicos amarillistas. Lo miró desde la distancia, dándose cuenta que ante ella estaba un hombre inteligente y trabajador, con el peso de una empresa sobre sus hombros. Un hombre que, además de desvivirse por una empresa, debía soportar la presión de un padre obsesivo. Un padre que deseaba verlo trabajando y siendo un esposo ejemplar.

Entendía a InuNo, quería ver a un hijo exitoso en todos los sentidos. ¿Quién no querría algo así? Hasta ella lo deseaba… Pero hasta siendo padres, debe haber prioridades, la felicidad de un hijo es lo más importante. Ella deseaba ver triunfando a Moroha, pero no verla infeliz en el proceso.

–No creo que tardes en encontrar a la indicada –lo vió acercarse a ella lentamente–. En tu mundo hay muchas mujeres que… –al ver que no se detenía, comenzó a retroceder, y en un momento la tenía acorralada entre la pared y él.

–La cosa es… Que yo no quiero a cualquier mujer –susurró muy cerca de ella. Su corazón comenzó a bombear sangre a gran velocidad, y un remolino de sensaciones se situó en la boca del estómago.

–Un día la vas a encontrar… –susurró más para sí, que para él. Porque era cierto, él debía encontrar a una esposa algún día, y ella no estaba en esa lista de posibilidades.

–No quiero a otra mujer –comenzó a acercar su rostro a ella–. En mi mente sólo hay un nombre…

Cerró los ojos, incapaz de sostener la mirada por más tiempo. Tragó saliva, en un afán de disminuir el ritmo cardíaco, o disminuir el cosquilleo del estómago; pero obviamente no funcionó.

–Inuyasha, no… –susurró, pero quería que sucediera, quería que la besara.

–Kagome…

Esperó ansiosa aquello que se aproximaba, pero en lugar de eso, sintió un tirón en el cuello. Ambos se separaron al instante, Inuyasha miró con cara de pocos amigos a Towa, ya que la pequeña jugaba con su relicario.

–Niñita… –susurró amenazante. Towa soltó una carcajada al ver su cara y estiró sus brazos hacia ella. No dudó en cargarla y acomodar su relicario debajo de la ropa.

–Cuidas muy bien de Towa… Yo ni siquiera pude saber que pasaba hace rato.

Miró a Inuyasha, su postura parecía despreocupada, pero en su mirada se expresaba un sentimiento intenso. Pero aquel sentimiento no estaba bien, porque ellos no podrían estar juntos nunca. Pensó unos segundos antes de contestar.

–Es bueno entrenar, ya que pienso tener un bebé en el futuro.

Maldita desgraciada, así se sintió tras ver como la sonrisa se borraba y sus ojos se ensombrecieron.

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Aquello le dolió, lo sintió como un puñetazo en los bajos. Como temía, ella planeaba tener un hijo pronto con su novio... Eso significaba que se casaría pronto. Y no era con él... ¡Era con ese imbécil!

–Ah, ya veo –ocultó sus sentimientos como en el trabajo–. Suerte –tomó unos cuentos de las repisas tratando de demostrar que no le importaba. Era por el bien de su nueva amistad, miró su reloj–. Ya casi es hora de darles de comer a las gemelas, iré por Setsuna –se apresuró a salir sin escuchar su respuesta.

Debía controlarse, se repetía lo mismo en su cabeza. Al parecer, Kagome ya tenía planeado su futuro, y debía aceptar que él no estaba entre esos planes que tenía.

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Terminó su comida en la cocina, y agradeció al ama de llaves, por haberle hecho compañía. Caminó hasta la sala principal y abrió las puertas corredizas, se habían turnado para comer, ya que Setsuna y Towa se habían dormido después de comer. Grata fue su sorpresa cuando encontró a Inuyasha acostado en el sofá, con Setsuna dormida en sus brazos y Towa en una mecedora portátil. La escena le provocó mariposas en el estómago, tocó su pecho y apretó el relicario con todas sus fuerzas.

Algo nació en ella en ese momento, un anhelo que jamás pensó sentir. Deseaba haberlo visto así con Moroha, haberlos visto jugar juntos, y verlo batallar en cambiarle el pañal o arrullar para dormir. Deseó haberlo visto en cosas que para muchos eran monótonas; ahora se daba cuenta que esos pequeños momentos, jamás los pasó Moroha. Todo lo había vivido ella sola, e Inuyasha nunca lo vivió. Si, había sido egoísta…

Abrió su relicario y acarició la fotografía de su pequeña hija. Tenía un gran parecido con Inuyasha, su temperamento, su ceño fruncido, hasta su misma alergia a las nueces. Era un retrato femenino de su padre.

Se hincó en la alfombra, y lo observó detenidamente... Este Inuyasha era nuevo para ella. Un Inuyasha preocupado por los demás, cálido, y paternal... un Inuyasha que estaba otra vez robándole el corazón inconscientemente. Un Inuyasha tierno ante sus ojos.

Aquella revelación la hizo llorar, porque ella había sufrido mucho durante años, preguntándose porque él le había fallado y escondiéndose de Inuyasha, por temor a que descubriera su más preciado secreto. Pero viendo lo bien que trataba a las gemelas, la hizo darse cuenta que tal vez habría sido un buen padre para Moroha. El haber construido una zona exclusiva para niños en su mansión, le demostró que nunca le habría faltado nada… Pero, ¿acaso habría sido un padre presente en cada etapa de su vida? ¿O solo un padre que compraría su amor con cosas materiales? Esas preguntas jamás tendrían respuesta, pues el tiempo había pasado, y no había dinero en el mundo que pudiera hacer regresar los años transcurridos.

En ese momento, se arrepintió de muchas cosas. Pero no había vuelta atrás, debía seguir con su vida tal cual. Porque ella había tomado sus decisiones en el pasado, y estas eran las consecuencias. Seguiría siendo la madre soltera de siempre, e Inuyasha seguiría siendo el implacable hombre que se había convertido.


Continuará...


En lo personal, el capítulo me pareció muy lindo, ¿ustedes qué opinan? n.n

¡Nos vemos en otra actualización!

Posdata: Me les quiero adelantar, les deseo un Feliz día de la mamá, a las mamitas que me leen :"D en especial a Karii Taisho, que es una hermosa mamá guerrera (emoji corazón).