Petra Mellark aún después de cruzar el infierno ida y vuelta, de enfrentarse a un tirano completamente loco, de ser torturada física y psicológicamente, de despertarse en pesadillas horribles de las que pocas personas podrían sobrevivir sin volverse loca, incluso de haberse perdido así misma, tenía un pequeño problema llamado, la voz de su madre.

Verán a medida que Petra crecía, con cada pequeño paso que daba, con cada sonrisa, con cada movimiento, palabra o mirada, su madre estaba presente para recordarle sus defectos, en primer lugar y más destacado, Petra no era lo suficiente femenina, demasiado acostumbrada a pelear con sus hermanos mayores llegando a golpes, a cargar pesados sacos de harina sin ayuda, a miles de situaciones que conllevan vivir en la panadería, pero no lo suficiente femenina, incluso con sus lindos y simples vestidos que amaba o con sus rizos dorados que peinaba con amor, no era buena según palabras de su madre.

En segundo lugar, Petra tenía intereses absurdos y aburridos, le gustaba el arte y la repostería, con todo lo que fuera pintar u hornear podría entretenerse durante horas, largas horas en las que se perdería entre recetas o colores, pero eso no era rescatable ¿Quién pasaría horas escuchando sobre la panadería? ¿Quién podría permitirse comprar pinturas? Su madre solía decirle que nadie en su sano juicio soportaría sus caprichos insulsos, Petra podría estar completamente de acuerdo en eso.

En tercer lugar, estaba gorda, su madre media con una cinta sin números y desgastada cada día su cintura, sólo para decepcionarse cada día, la decepción de Petra podría igualar a la de su madre, no importaba que hiciera, ni cuanto dejara de comer o la cantidad de ejercicio que hiciera, ella seguía teniendo una forma rechoncha con muslos gigantes, brazos de luchador, y cara redonda cómo un pastel, en ocasiones cuando Petra y su madre salían por el distrito se cruzaban con chicas de la veta, que si bien su madre odiaba con todo su ser, al verlas con sus figuras delgadas y pequeñas, no podía evitar pensar que el problema era que Petra comía demasiado, volverían a casa y Petra sería obligada a saltarse la mayoría de las comidas, sólo para darse cuenta que seguía igual de obesa y su madre la castigaría.

Así que, ahora Petra trataba de convivir con sus muchos demonios, gracias a la arena, a los juegos, a Snow y a su familia, pero estaba bien, incluso con la voz de su madre diciendo que esto era muy bueno para ser real, oh, cierto, había días en los que no sabía que era real y que no.

La puerta principal se abrió con fuerza, mientras pasos pesados se escucharon, al menos, hasta que él se sacó las pesadas botas oscuras que usaba para cazar, Petra miró la cocina hecha un desastre, con harina en todas partes, había estado horneando galletas esperando que eso hiciera callar la voz molesta de su madre sin éxito.

-Estoy en casa-dijo inexpresivamente Kale al entrar en la cocina, sin el arco y las botas que debió dejar en la entrada, en una de sus manos colgaban dos conejos que probablemente serían la cena de está noche, él dió una mirada aburrida a la cocina antes de verla-¿Petra?-

Soló en ese momento se dio cuenta que no había respondido nada, ni siquiera se movió, Petra metió al horno la bandeja con las galletas, se quitó los guantes y se acercó a pasos veloces a Kale.

-Bienvenido a casa-lo saludó con una sonrisa, pensó en besar su mejilla pero aún se estaban acostumbrando a está nueva rutina, pero eso debió ser suficiente para él porque sonrió tímidamente antes de mostrarle los conejos.

-Traje la cena-Petra se alejó para empezar a ordenar la cocina, mientras que Kale se acercó al lavamos para despellejar los cuerpos sin vida pero intactos de los conejos-veo que nos preparaste el postre-Petra se congeló en su lugar, está no era su casa era de Kale, si él lo deseaba podía echarla o recordarle que debía cocinar en su propia casa y causar un desastre en ella, las manos de ella temblaron pero Kale no podía verla desde su lugar.

-Espero no te moleste-su voz fue baja pero la escuchó, él giró la cabeza y la miró durante varios segundos, era imposible saber que pasaba por su cabeza, Kale dejó los conejos en el lavamos, el cuchillo de caza aún lado, Petra observó en silencio cómo tomaba un paño limpió para quitarse la sangre de las manos hasta dejarlas casi presentables, si Effie lo viera pegaría un grito que se escucharía en todo Panem.

Kale se acercó a ella dejando el paño a un lado, luego pareció repentinamente inseguro, moviendo sus pies con torpeza que no era normal para un cazador experimentado, miró la cocina por el rabillo del ojo.

-¿Es tu casa, no?-preguntó encogiéndose de hombros sin saber que esa simple frase la estaba volviendo loca-puedes cocinar todo lo que quieras-Petra parpadeó cuando la mano de Kale fue a su mejilla rozando con cariño la misma-es bueno verte así, haciendo lo que te gusta y cubierta de harina-oh, eso explicaba la mano en la mejilla, Petra no pudo evitar sonrojarse, cuando Kale se alejó para continuar preparando la cena.

Para cuando Petra terminó de limpiar su lado de la cocina, las galletas ya estaban listas, las sacó y las dejó enfriar en la charola a un lado de la ventana abierta, por otro lado, Kale había empezado a cortar las verduras para su guisado con carne de conejo, el platillo que se había vuelto el favorito de Petra, antes de que Kale pudiera decirle ella ya estaba cortando las verduras que faltaban para meterlas en la olla con agua hirviente.

Mientras el guisado estaba terminando de hacerse bajo la atenta mirada de Kale Petra había puesto los dos platos, los cubiertos y vasos, no eran demasiado utencilios pero sin Haymitch para cenar, serían ellos dos solos.

Con la comida lista, se sentaron a cenar, aún si la mente de Petra evocaba la voz de su madre incluso cuando comía un bocado, Kale debió sentir que algo sucedía, tal vez ella estaba demasiado callada o él no deseaba que comiera por demás, sino no podía explicar porque se aclaró la garganta llamando su atención, Petra levantó tímidamente la mirada de su plato esperando un regaño por la comida.

-He, pues-Kale pareció hacer un gran esfuerzo buscando las palabras-¿Cómo estuvo tu día?-Petra parpadeó algo sorprendida, por lo general, ella preguntaba eso durante la cena y Kale hablaba de su día en el bosque, de animales y plantas a lo que ella tal vez no entendiera completamente pero escuchaba con atención.

-Bien, hice una pintura del bosque, preparé pan más temprano para llevarle a Delian y Tammy, luego hice galletas-se encogió de hombros, antes de comer otro bocado, no había sido diferente a cualquier otro día pero los ojos de Kale se iluminaron, él se levantó dejando su comida, lo que era raro porque Kale nunca, bajo ninguna circunstancia dejaría su comida, corrió directo al pasillo descalzo y volvió con una bolsa que le ofreció con una sonrisa.

Petra la tomó vacilante, no es que no confiará en Kale, ella moriría por él y no dudaría en dejar su vida en sus manos, sólo la estaba tomando por sorpresa.

-¿Bayas?-preguntó al ver el contenido de la bolsa de arpillera, Kale volvió a su asiento para continuar comiendo.

-¿Te gustan?-preguntó con la boca llena de guisado, Petra estaba por decir que sí cuando él tragó y continúo hablando-puedo triturarlas después de la cena, se que te quedaste sin pintura roja y él próximo pedido no llega hasta final de semana, de está manera no tendrás que esperar tanto-él volvió a servirse cómo si esto fuera algo de todos los días, cómo si fuera normal que le trajera bayas para poder pintar.

El nudo en su garganta era demasiado grande para ignorarlo pero lo intento, miró con cariño las bayas, Kale las había traído solo para ella, pensando sólo en ella, casi podía ignorar las palabras que le decían que no pasaría mucho hasta que él se fuera con alguien más, alguien que pudiera darle todo lo que ella no podía, que no volviera la cocina un desastre, ni pasará tardes enteras pintando u horneando, alguien más delgada y atlética, alguien que lo acompañará al bosque sin perderse, pero él le trajo bayas, él le dijo que está era su casa, él le preparó la cena.

-Kale-él cazador la miró expectante-Gracias-