ADVERTENCIA:

Este fanfic contiene temas y descripciones que pueden ser delicadas para ciertas personas. Recomiendo total discreción

Lenguaje altisonante, descripciones explícitas de sexualidad humana, trastornos mentales y suicidio son mencionados en esta historia.

Para una lectura responsable, sugiero que si eres especialmente sensitivo a esos temas evites la lectura de este fanfic.

Por tu atención, muchas gracias.


Aviso: Lamentablemente perdí el control de mi anterior cuenta con diez años de antigüedad (y un día después de haber publicado este primer capítulo) y tuve que resubir este fanfic a ésta cuenta nueva. Poco a poco iré subiendo también mis anteriores historias, ya corregidas; también cambié de username. Gracias por la comprensión u.u


Se había hecho tarde, el cielo estaba oscuro. Había conducido aproximadamente media hora desde que había comprobado las cosas.

Orillé mi auto a la acera frente a mi hogar, sin lograr entrar al garaje. Las tenues luces de las farolas iluminaban el pavimento mojado. A pesar de la lluvia, hacía calor.

Vi mis manos sobre el volante, pálidas, huesudas, temblorosas. Mis uñas estaban algo largas y disparejas, había estado tan ocupada los últimos días que no me importaba mi manicura.

No podía calmar el temblor que invadía mi cuerpo, cada vez más intenso fundiéndose con el latido de mi corazón; sentí que iba a morir, que todo mi mundo se caía a pedazos. Y con las fibras más sinceras de mi corazón, sí prefería la muerte.

Era una inútil, estólida idiota, mi vulnerabilidad hacía que me odiase en ese momento; al mismo tiempo me compadecía. ¿Cómo habían logrado hacerme esto otra vez? Yo no era mala persona, al contrario, pecaba de buena a veces. De tonta, mil y una vez, tonta.

En el espejo retrovisor mis ojos me miraban de regreso, aguados, furiosos, enrojecidos. Lágrimas caían sin parar una y otra vez y solo podía detestar lo que veía. El odio era lo único que sentía después del amargo sentimiento que me había puesto en esa miserable posición.

Lo que me estaba apuñalando el pecho y desgarrando las entrañas era el amor.

Mis manos perdieron la tensión y cayeron a cada lado de mi cuerpo sentado; con el primer sollozo pude despertar del shock sin previo aviso, mi pecho se hundió y quedó sin aire emitiendo el primer gemido de angustia. Todo se convirtió en gritos desesperados y golpes incesantes.

Minutos después, calma.

Si tenía que vivir una vida pasando por esto otra vez, prefería morirme.


Desperté y Neji, mi hermano, me sostenía la mano. Bueno, Neji era mi primo, pero desde que su padre murió a sus 5 años, se había criado como otro hijo de mis padres.

Se veía preocupado.

-Ne…- No podía hablar, tenía demasiado frío. Tanto frío que incluso me dolía.

Me dolía la cara; también el cuerpo. Por el drama de ayer, imaginaba.

Pude enfocar mi visión en la lámpara del techo, no era mi habitación; Preocupada, quise incorporarme de un salto pero no pude. Reconocí que estaba en un hospital, en el brazo tenía una IV.

Mi mano ya no era sostenida por la de Neji, él había salido unos segundos antes con mucha velocidad cuando me vio removerme por el frío.

Sentí a alguien acercarse y en cuestión de segundos ya estaba acompañada otra vez. Todo estaba sucediendo tan rápido como para siquiera asimilarlo.

-Señorita Hyuga- un doctor, seguido de dos enfermeras, mi hermano y mi madre, se paró a un lado de mi camilla.- me alegro que esté despierta.

¿Y este sujeto por qué se iba a alegrar por eso? Está bien que me sintiera morir pero tampoco es como si me fuera a…

Mi corazón se detuvo y ensanché los ojos lo más que pude, con un suspiro ahogado. ¿Acaso después de tantos años, yo me había atrevido a…?

Se me aguaron los ojos. Soy creyente, yo jamás me atrevería a hacer eso; por mucho que lo hubiese pensado.

Jamás.

Pero la duda se plantó en mi interior y la vi salir como vómito en proyectil.

-¿E-estoy aquí porque intenté... h-hacerme algo?- pregunté sin mesura, en lo que fue casi un suspiro dificultoso, pero con seguridad de que iba a recibir una negativa. Pude ver al hombre de cabellos negros sorprenderse; ya sabía yo que no era por eso.

Pero su sorpresa se convirtió en una postura cabizbaja y la habitación se inundó de los sollozos ahogados de mi madre, de la cual apenas había reparado que en el manojo de sus manos tensas, colgaba un rosario.

Había estado rezando... ¿por mí?

Una imagen de un milisegundo del día de ayer me acomodó los pensamientos. Las farolas, el pavimento mojado, sangre, un dolor seco.

¿Qué había pasado? ¿cómo había pasado?

-N-no me...responda- aclaré débilmente cuando el doctor se había puesto en un lenguaje corporal suave, como cuando les dan una noticia de muerte a las familias. Lo había visto ya muchas veces en películas; pude poner una sonrisa sardónica cuando caí en cuenta de que era menos dramático en la vida real. -…quiero irme a casa.-

Todos se miraron entre sí, confundidos. Menos mi madre que mantenía la cabeza escondida en el hombro de Neji.

Bueno ya, lo intenté pero fallé, estoy viva, qué más da. Quería regresar a casa, era domingo y al otro día tenía que ir a la universidad.

-Señorita Hyuga, me temo que no podrá irse así como así…-el doctor externó, me veía como a un cachorro lastimado. Bueno sí, comprendía que no podía pararme e irme en ese momento, pero no era tan grave como para no dejar retirarme en las horas siguientes.

Sentí una punzada increíblemente intensa en el pecho, que me provocó ganas de vomitar. Cuando bajé la vista me di cuenta que tenía el torso desnudo tapado por las sábanas de hospital, debajo de mis pechos tenía vendajes que me comprimían.

Mis brazos tenían ligeros cortes, no se veían provocados, así que no estaba ahí por tratar de cortar mis venas; yo sabía que jamás lo iba a hacer así.

Vi mi reflejo difuso en un aparato médico de metal ligeramente desgastado, que estaba junto a mi cama; mi frente estaba vendada y mi cabello reposaba hacia atrás, totalmente empapado en grasa de mi cuero cabelludo. La esclerótica de mi ojo izquierdo estaba inyectada en sangre en lo que suponía yo era un derrame y tenía moretes sanguinolentos en ambas circunferencias de las orbes oculares.

¿Quién me había golpeado así? Solo así podía haber quedado en ese estado. Sentí un nudo en el estómago.

Antes de poder separar mis labios para hablar, el doctor se me adelantó.

-Tienes poco más de dos semanas aquí, estuviste en coma inducido por un trauma craneoencefálico que te provocó un hematoma. Tuvimos que realizarte una cirugía de emergencia, si no fuera porque todo sucedió cerca de tu familia, tu fractura en la base del cráneo te habría matado.-

¿Estuve cerca de morir?

-Pensé que cuando despertaras, me iba a encontrar a una persona profundamente afectada neurológicamente. Pero hablaste, te moviste, te orientaste en el espacio; eres un milagro para la medicina.-

Nadie más estaba ya en la habitación para ese momento, supuse habían salido durante mi ensimismamiento. Yo no quería ser ningún milagro, solo quería irme a casa.

Me detuve un poco, mis pensamientos tenían un muy mal genio, como si hubiese despertado de un fuerte enojo. Yo no era rebelde, para nada, me sentía fuera de mí.

Ni siquiera podía creer que había despertado de un ¿coma?. Era más probable que fuese una broma del doctor.

Una broma de muy mal gusto.

Me quedé mirando mis manos, mis uñas estaban recortadas y esmaltadas de color lila. Sonreí, alguien las había arreglado por mí ¿en qué momento?.

-Durante los siguientes días te estaremos realizando pruebas neurológicas y físicas, no podrás abandonar el hospital hasta que tu recuperación sea óptima. No podrás tampoco apelar el alta voluntaria hasta ser tratada por algún psicoterapeuta dentro de la institución.-

No despegué la vista de mis uñas durante su enunciado. Siempre supe que necesitaba ayuda pero jamás me había sentido como una demente y en este momento especulaba que el doctor insinuaba que efectivamente si lo era, aunque no fuese su intención.

Ante mi silencio, el hombre se dio la media vuelta para marcharse, dejándome sola en la habitación.

¿Qué era lo que me había pasado? Sabía que si intentaba con todas mis fuerzas recordarlo, iba a encontrar una respuesta; pero mi cerebro de alguna manera bloqueaba la idea de esforzarse en eso. Tenía que ser considerada con él, incluso, me dolía.

Me sentía desorientada por ratos sin saber que sucedía. ¿De verdad estaba en el hospital por un coma o alguien me había golpeado y me habían dicho todo eso para no herir mis sentimientos o preocuparme?

¿Pero no sería más preocupante decirle a alguien lo que a mí me habían dicho?

Una punzada en el pecho dio paso a latidos exacerbados que retumbaban en mi cavidad torácica. Esta punzada era distinta a la de hacía un rato provocada por el dolor físico.

Yo conocía eso, una desesperación inminente que múltiples veces me imposibilitaba hacer algo más que pensar en qué había salido mal, qué había hecho mal... una crisis de preocupación en cascada, que como bola de nieve se juntaba hasta hacerme explotar.

¿Qué habría pasado con mi universidad? ¿Era normal preocuparse por eso después de haber librado la muerte? Tenía muchas preguntas que me ponían inquieta.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando la puerta se abrió nuevamente, revelando a una enfermera. Me sobresalté por lo repentino.

Vestía un pijama médico con un estetoscopio de manguera rosada colgando del cuello, su cabello estaba perfectamente recogido en un moño, resaltando su bellísimo perfil; una nariz pequeña y redondeada con pestañas claras larguísimas y muy lacias que solo se hicieron presentes un segundo a contraluz.

La mujer no llevaba ni una gota de maquillaje y era preciosa.

-Hinata, ¡muy buenas tardes!- me dijo animada, jovial, como si fuésemos amigas de toda la vida. Emití un sonido amable junto con una sonrisa como saludo. La verdad que aún me encontraba bastante débil para hablar.-Mi nombre es Sakura, y soy la enfermera que está a cargo de cuidar de ti; realizaré las curaciones de tus heridas, te daré de comer y revisaré constantemente tus signos y administración de medicamentos.

Cualquier cosa que necesites aparte, puedes presionar el botón integrado en tu camilla a cualquier hora y vendré inmediatamente.- finalizó con una sonrisa.

Asentí tímidamente. Su belleza y amabilidad me hacían sentir un poco apenada.

-¿Gustas que te abra las cortinas? Tienes una vista bellísima al jardín desde esta habitación.-

Titubee un poco y lo notó. Con una sonrisa para brindarme seguridad las abrió de todos modos, dejando pasar la luz del día.

Mis ojos se cerraron de manera automática, después de tanto tiempo de estar inconsciente estaban sensibles; sentí por un momento como el cerebro me palpitaba. Lagrimeé un poco antes de ajustar mi vista.

-¿A que es hermoso, verdad? Otra enfermera riega religiosamente las flores de esta precisa sección del hospital, se llama Ino, te la presentaré en éstos días.- Sonrió de nuevo y yo solo alcancé a sonrojarme.

Posteriormente administró medicamentos por mi intravenosa y cambió mis vendajes. Me dio mucha pena cuando tuvo que cambiar los de mi torso mientras yo tenía los pechos al aire, pero ella fue sumamente profesional.

Cuando se marchó me quedé observando el gran jardín que adornaba mi ventana. Era un enorme pastizal con flores de estación en jardineras y una fuente majestuosa, los pájaros cantaban y revoloteaban por el lugar. También vislumbraba la esquina de una franquicia de Starbucks dentro del mismo jardín.

Al parecer estaba en un hospital costoso.

Otra vez la ansiedad robó el control de mis latidos. ¿Cuánto habrían pagado mis padres por todos estos días de estancia, la cirugía, los tratamientos?

¿Cómo es que yo había sido tan egoísta para no pensar en lo que podría venir después?

Se me hacía increíble el hecho de que yo me hubiese hecho ésto, con tanta seguridad como para dañarme tan severo. Lo imaginaba, porque no lo recordaba siquiera, y por consiguiente, no lo creía.

Yo era Hinata Hyuga, jamás había sido valiente. Jamás había sido decidida, ni tenía un carácter impositivo.

Yo solo tenía miedo, de todo.

¿Cuándo vendrían a decirme que todo era broma? Sonreí con aflicción. Había fracasado incluso en quitarme la vida y con eso, generado más problemas, no solo para mí.

Suspiré suavemente, emitir sonidos me dolía. Visualicé mi entorno, el cuarto era amplio y pulcro, con detalles contemporáneos y de estructura minimalista.

Olía a hospital, como todos los hospitales huelen. A limpio; eso era agradable.

La mesita de noche tenía flores y muñecos de felpa. Sabía perfectamente de quienes eran.

Estiré mi mano para alcanzar la tarjeta que reposaba junto al florero y uno de los muñecos, era un gatito blanco de ojos azules. Lo acomodé suavemente bajo mi brazo no dominante mientras leía la tarjeta:

"Estamos ansiosas porque despiertes para que podamos ir a tomar una malteada de Nutella y unas crepes a nuestra cafetería favorita.

Prometemos no robarte el Ferrero de arriba de la malteada, es más, si despiertas, incluso te damos los nuestros.

Te amamos, y si tus ojos llegan a leer esto, sería lo más feliz de nuestras vidas.

Eres sumamente importante para nosotras, y no habrá día en que no te lo recordemos si sales de ésta.

Sabemos que lo vas a lograr.

-Tenten y Temari."

Lágrimas cayeron de mis ojos otra vez. De alguna manera, leer eso me había hecho sentir peor.

Le pedí perdón a mis amigas mentalmente, con todas mis fuerzas. Ni siquiera podía comprender lo que había pasado pero claro que podía comprender el sufrimiento por el que había hecho pasar a todos.

Al final, mi empatía siempre había sido un arma de doble filo y la culpaba también de estar aquí en este momento, probablemente.

Sollocé un rato hasta que el cansancio me venció poco a poco. La tarjeta reposaba sobre mi regazo y el gatito aún debajo de mi brazo.

Caí rendida ante Morfeo.


Era el día diez de mi recuperación. En los días anteriores, había logrado recuperar el habla, una buena respiración sin oxígeno, caminar con debilidad pero sin dificultad motora, comer alimentos semisólidos y por supuesto, había sido sometida a más exámenes y pruebas de las que podía contar.

Por lo que había comprendido de la larga explicación llena de tecnicismos médicos del doctor, después de la cirugía mi cerebro había regresado a la normalidad como por arte de magia, sin explicaciones por la pronta mejoría; pero aún faltaban otros resultados de estudios que tampoco entendía. Varios médicos y estudiantes habían pasado en grupos a verme a mi habitación, evaluar mis ojos, reflejos en extremidades, hacerme preguntas, leer mi expediente… Todo eso era extraño, sobre todo porque sabían la razón por la que estaba ahí. Y me avergonzaba en sobremanera.

También, había podido ducharme y el cabello me estaba creciendo rápidamente en el área de la pequeña incisión de la operación en mi cráneo. Aunque también me había crecido un poco en las piernas.

Con el tiempo, podía tomar paseos por los pasillos del hospital en silla de ruedas o por los jardines, como hoy.

Era un paseo ligero por el jardín con la enfermera Sakura, que se había vuelto mi confidente en mis días de estancia. También había conocido a la otra enfermera, Ino, una mujer rubia igual de joven y de hermosa que su compañera.

El doctor Madara que era el neurocirujano que llevaba mi caso, aunque algo mayor, también era muy atractivo. Sakura bromeaba con que era requisito para trabajar ahí, pero yo a veces me preguntaba si realmente era broma.

-Este lugar es bellísimo.- Externó soñadoramente la que era mi enfermera, con sus ojos color jade clavados en el paisaje.-…es un lugar con comodidades, buenos horarios, instalaciones de primera y el único lugar donde no tengo que ocultar mi cabello rosa con alguna tintura de color más "normal".-

Ambas reímos por el comentario, y nuestras risas se fundieron en un cómodo silencio de un par de segundos, que nos permitieron vernos inmersas nuevamente en el panorama.

Mientras yo observaba como un par de ardillas pelirrojas escalaban uno de los árboles, Sakura optó por romper el silencio.

-Además, aquí entre nos, el sueldo es muy bueno. Me alcanza para vivir cómodamente con Sarada.-

-Sarada es… ¿t-tu pareja?- pregunté temerosa de ofenderla por mi suposición o ser demasiado entrometida. Ella rió, aliviándome.

-Qué va, mi pareja falleció hace seis años. Sarada es nuestra hija.- Mi alivio pronto se vió desvanecido, mientras la sorpresa y el pesar reemplazaban el sentimiento. Antes de poder lamentar mi pregunta, mi enfermera prosiguió.

-El padre de mi hija se suicidó cuando yo tenía cuatro meses de embarazo. Él tenía problemas en su hogar y trastornos mentales que lo habían atormentado durante años, dependencia a sus fármacos…su vida no era buena; teníamos ambos apenas 19 años, éramos unos niños que no sabían otra cosa más que se amaban profundamente... y como resultado iban a tener un bebé, siendo unos bebés.-La pelirosa sonrió melancólica.- Sin embargo, jamás pensé que lo que lo impulsó a cometerlo fue porque no nos amara o no le importara lo que pasara con nosotras, Itachi siempre me amó con todo lo poco que quedaba de fuerza en él y también amó a Sarada desde el momento que supo que existía-

Yo miraba incrédula a la joven de cabellos rosados. ¿Cómo alguien tan feliz como ella había pasado algo tan duro?

-En cuanto supe de tu caso, fui la primera en postularme para cuidarte. Cambié el paciente que me habían asignado por ti, porque mientras estés en mis manos, quiero cuidarte como no pude hacer con el amor de mi vida. Y mientras tenga vida, quiero ayudar a toda persona que esté pasando por lo que tú pasas, ese es el legado que Itachi dejó en mí.-

Mientras los ojos jade de Sakura aún estaban en el paisaje, tranquilos, de los míos brotaban lágrimas de dolor y arrepentimiento. Si yo hubiera muerto, no creo que todos a mí alrededor fuesen una hermosa flor creciendo en la adversidad, como lo era ella.

La chica acarició mi brazo suavemente, con pertinencia, como forma de consuelo. Me dejó desahogarme amargamente durante los siguientes minutos hasta que poco a poco mi llanto se convirtió en sollozos y después en apenas sorbos de nariz ocasionales.

Un poco más tranquila, enuncié con un atisbo de angustia:

-¿S-sakura, puedo preguntarte algo?-

La joven asintió, serena, mientras me observaba conmiserada. Apreté mis manos sobre la tela de mi bata de hospital.

-Durante mi estado de coma… ¿v-vino a visitarme un joven de... cabellos castaños, c-con marcas rojas en las mejillas?- cuestioné temerosa. Mi corazón latía a mil por hora y una sensación quemante invadía mi pecho, los vellos de todo mi cuerpo se habían erizado y mi estómago se había retorcido, produciéndome malestar.

Sakura tomó la mano que apretaba fuertemente mi bata y la posó en la suya. Con toda la sutileza del mundo, negó con su cabeza como respuesta a mi pregunta.

El sentimiento de ardor en mi pecho se esparció a todo mi cuerpo convirtiéndose en temblor y mis ojos inundados se desbordaban sin poder parar, todo mi organismo poseído por una sensación de muerte inminente. Estaba teniendo una crisis ansiosa.

Sakura llamó a un enfermero y me llevaron a mi habitación rápidamente, donde me colocaron medicamentos tranquilizantes. Aun así, tardé aproximadamente cuatro horas en dejar de sollozar.

Hasta que me dormí de nuevo.


Pasó otro par de días, en los cuales tuve mi primera sesión de psicoterapia. La terapeuta, una señora un poco mayor a los 60 años me realizó pruebas, tests y con los resultados de mis estudios cerebrales pudo darle una etiqueta a todo lo que me pasaba... mentalmente.

Recostada en la cama de la habitación recordaba lo dura que había sido esa hora que parecía que hubiese durado cien solsticios. Depresión, ansiedad, estrés post trauma, irregularidades en la recaptación de neurotransmisores, ideación e intento de suicidio.

Mil palabras que tal vez no entendía por completo pero que encajaban perfectamente con lo que sentía. Palabras que a pesar de no comprender completamente no me eran para nada ajenas.

Palabras que resumían lo que yo era y lo que me había hecho estar en ese hospital bailaban un vals lento y repetitivo por mi mente, dando vueltas una y otra vez. Sonreí tristemente al recordar cuando la doctora me dijo que mis pensamientos obsesivos también eran parte del trastorno de ansiedad.

Mi familia me había visitado a diario, aunque me avergonzaba de sobremanera que se preocupasen por mí y por la idiotez que me tenía ahí. Por lo que Sakura me había dicho, la visita ahora solamente estaba habilitada a familiares, por lo que mis amistades no podían entrar, pero me hacían llegar cartas, globos y chocolates que no me permitían comer y terminaba regalando a Ino.

No hubo un día que mi hermano Neji no llenara de arreglos hermosos el florero que yacía en la mesita de noche, o que mi hermana menor, Hanabi, no se recostara en mis piernas cuando me iba a visitar después del colegio. Mi madre iba religiosamente a llevarme productos de higiene, peinar mi cabello, incluso me llevó una navaja de afeitar por mi preocupación de que me viesen con las axilas pobladas de vello, aunque mi bata de hospital las cubría perfectamente.

Sakura entró a la habitación como solía hacerlo todos los días, con una bandeja de alimentos que correspondían a mi almuerzo. Ajusté mi cama para poder incorporarme y facilitarle el trabajo.

-Hoy en el menú VIP para la paciente más tranquila del Konoha Grand Hospital tenemos agua de mandarina, brócoli gratinado, pollo con verduras, una porción de pan con ajo y de postre unas deliciosas uvas y fresas con yoghurt de durazno, tu favorito.- anunció divertida simulando estar en un restaurante mientras deslizaba la charola en la paleta de soporte de alimentos de la cama. Reí alegre.

La verdad es que comparado con el pure de verduras y gelatina de pollo que tuve que comer el primer día, sí que era un almuerzo VIP.

-Me avergüenza que aún no pueda ir a conseguir mis alimentos y tengas que traérmelos. Te lo agradezco, entre muchas otras cosas, como no tienes idea.-

-¿De qué hablas? No olvides que aparte de ser tu fiel enfermera, amiga y confidente; también me pagan. Éste es mi trabajo.-Rió con falsa autosuficiencia para buscar aliviarme, como siempre. Sakura era un ángel encarnado en un ser humano.-Por cierto, las pertenencias que trajo tu madre están sobre el sillón de la entrada. Aún no puedo concebir que mañana te dan de alta y no tendré con quién jugar al ¿Qué veo? o contarle como el camillero del piso tres sigue planeando conquistarme con latas de Coca-Cola.-

Miré a la pequeña maleta de mano roja que reposaba en el sofá y después miré a Sakura, con cierta melancolía. Ella me sonrió, sin poder ocultar tampoco un leve indicio de tristeza.

Ambas nos miramos con complicidad y reímos. Yo solté una pequeña lágrima traicionera.

-E-en cuanto esté bien, prometo visitarte para conocer a Sarada. Incluso p-podría llevar a mi hermana Hanabi, tiene 8 años y estoy segura que se llevarían de maravilla.-

-¡Es una excelente idea! Así mamá Sakura podría tomar un descanso.-exclamó divertida y yo reí de nuevo.

Después de merendar, la enfermera de cabellos rosa chicle fue a dar una última revisión a mi habitación, donde sacó su teléfono celular para sacarnos fotos, enseñarme algunos videos de Youtube y agendar mi número. Mi teléfono me lo habían retirado el día de mi ingreso y por órdenes de la terapeuta, no podrían dármelo hasta mi alta.

Y yo estaba bien con ello. A este punto todos se habrían enterado de lo que pasó y más de uno me habría escrito preocupado o curioso. Sinceramente aún no sabía cómo me iba a reintegrar a mi vida anterior.

La mañana siguiente pude ducharme y arreglarme para mi salida, todo por mí misma. Había recuperado fuerza en mis extremidades y mis heridas iban sanando muy bien; incluso ya me habían retirado los puntos de la herida profunda que tenía en el reborde del diafragma y aunque aún era perceptible, la sutura craneal se disimulaba bien con las abundantes hebras de mi largo cabello negro azulado.

Los moretones de mis ojos eran de apenas un leve color amarillento y el derrame ocular ahora solo era una pequeña mancha focalizada. Había bajado de peso considerablemente durante mi estado comatoso, pero con la dieta especial del hospital había podido tener una ganancia ponderal; mi busto, triunfalmente grande, había librado los cambios de peso victorioso.

Me miré al espejo que reposaba sobre el lavamanos por última vez, y aunque visiblemente demacrada, era la misma Hinata de siempre. Mi ropa, unos pants negros, una blusa holgada deportiva y unas zapatillas deportivas, no eran lo más estilizado, pero eran mejor que la bata de hospital.

Sin embargo, dentro de mí aún tenía dudas sobre la vida… y la muerte. Mi estado mental no se acercaba a estar bien, pero gracias a que estaba estable me podría ir esa mañana a casa en vez de quedarme en una institución mental. Y lo agradecía de sobremanera.

Me despedí del Dr. Madara, Sakura, Ino y todo el personal, incluyendo a los estudiantes que habían ido a practicar con mi caso. Mi madre y hermano se deshicieron en agradecimientos, al igual que yo que con cierta timidez, trataba de agradecer sin caer en la frase "gracias por salvarme de lo que yo misma me hice".

Y que aún no me he propuesto recordar...

En cuanto pude poner un pie fuera del hospital, no tenía certeza de lo que iba a suceder conmigo pero, ante todo, solo pensaba en que si había una vida feliz, yo la quería conocer. Quería oler las flores, danzar, crecer, y sobre todo perdonar.

Y para eso, tenía que arrancarme del corazón a quién amé y me hirió. Pero sobre todo, tenía que eliminar a la persona que había ocasionado que yo estuviera ahí en primer lugar.

Mi antiguo yo.

Porque yo también quería ser, la flor que creciera en la adversidad.


¡Hola hermosos lectores!

Hoy vengo con esta historia que es muy significativa para mí… después de años de abandonarme por los compromisos, la etapa laboral, etc. estoy retomando lentamente mis gustos. Incluyendo mi amor por ésta plataforma que me ha acompañado desde hace más de diez años.

Éste fic tiene OoC! y creo que bastante en ciertas partes así que... trataré de modular eso conforme avance la historia. La razón de los pensamientos desorganizados de Hinata es por el estado mental.

También si notan, conserva su tartamudeo leve en los diálogos pero jamás en los pensamientos. Los pensamientos muchas veces hablan cosas que los labios jamás, porque uno está más comodo allí uwu

En éste primer capítulo quise dar una pequeña introducción a una problemática sumamente importante de la cual después se desarrollarán todo tipo de sentimientos y experiencias. Por favor, si alguien cursa la vida con alguna problemática; recuerden que hay recursos de atención médica y psicológica en casi todos los países.

Y sin titubear yo les puedo decir que si algún día ustedes no encuentran a nadie con quién comentar sus penas, pueden escribirme y trataré de ayudarlos. No están solos 3

El fanfic es Sasuhina pero, no voy a negar que soy multishipper de Hinata y me declaro culpable *3* por ahí tal vez haya triángulos amorosos ¿les gustan?

Fue un inicio medio sad, pero importante para la historia. No se pongan tristes, que vienen cosas bonitas. Wuuuuu~~~~

Les deseo un hermoso día y estaré leyendo y contestando sus reviews en capítulos siguientes *u*

Los quiero y espero fangirlear junto con uds en este pequeño apartado de notas del autor uwu.

C.D~


Respuesta a reviews de la anterior cuenta:

UchihaYumiko: ¡Conforme avance la historia sabremos qué puso a Hinata en ese estado tan grave! Probablemente Sasuke aparezca en el siguiente capítulo, mil gracias por comentar. Te mando un fuerte abrazo!

Gracias a Cherrymarce, Ary Kuchiki, uchihahinata-20 y HinataUchihaKurosaki por favear y seguir la historia. Les deseo excelente semana, ¡nos vemos en un siguiente capítulo!