Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de Silque, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from Silque, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo traducido por Yanina Barboza

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POV Bella

Me desperté con otro día glorioso en Forks. Y por glorioso me refiero a muy nublado, húmedo y con una amenazante lluvia.

No podía dejar que eso me deprimiera, porque al despertarme vi un par de hermosos ojos color topacio, mirándome con tanto amor que casi no podía respirar.

—Buenos días, hermosa novia. ¿Dormiste bien? —me sonrió.

Asentí, luego me estiré... y recordé anoche. La culpa y el remordimiento se derrumbaron sobre mí como una pared. Anoche, en toda mi lujuria egoísta posadolescente, había llevado a mi maravilloso, amable y paciente novio al límite. Fui la peor novia que jamás haya existido.

Dejé caer mi cara entre mis manos y gemí.

—Oh, Dios. Por qué no me odias, nunca lo sabré.

—Bella, no. —Me arrastró hasta su regazo, alejando mis manos de mi cara—. Nunca podría odiarte. Mírame. ¿Por favor?

Giré mi cara hacia la suya, lo suficiente para ver sus hermosos ojos a través de mis pestañas.

—Amor, no estoy enojado, no estoy molesto, y ciertamente no te odio. Te adoro, te venero... Bella, te amo. Eso no cambiará. ¿Lo entiendes?

Asentí mínimamente.

»Simplemente tienes que entender que solo soy un hombre... aunque también soy un vampiro. Te deseo. Cuando desfilas delante de mí en ropa de dormir sexi, me vuelve loco. ¿Eso va a parar?

Asentí con más fuerza.

»¿Guardarás estos deliciosos trozos de material hasta que nos casemos? —Pasó un dedo por mi hombro, trazando el fino tirante del camisón que todavía llevaba.

Nuevamente asentí.

»Entonces, ¿estamos bien? ¿Aún me amas y sigo siendo tu novio?

Le rodeé el cuello con los brazos, apretándolo tan fuerte como podía, y le susurré al oído:

—Sí... sí... te amo, Edward. No te merezco.

Él se rio suavemente.

—Soy yo el que no te merece, amor de mi vida. —Me besó con tanta dulzura que casi me desmayé—. Huelo huevos cocinándose, así que estoy seguro de que mamá tiene tu desayuno casi listo. ¿Quieres una ducha antes?

—Sí, eso creo. ¿Te veré abajo? —dije tímidamente.

Acarició su nariz en mi cuello y luego depositó un beso allí.

—Por supuesto. ¿Y, novia?

Lo miré con curiosidad.

—¿Sí?

Deslizó su dedo debajo del tirante de mi camisón blanco.

—Quiero ver esto otra vez en nuestra noche de bodas.

Dios mío.

Saltó de la cama mientras yo me dirigía al baño. Mantuve mi ducha rápida, ya no corría peligro de resbalarme debido a las docenas de calcomanías antideslizantes en el piso de la ducha. Los patitos, estrellas de mar y conchas cubrían casi cada centímetro cuadrado de baldosa. Tendría que preguntar quién fue el responsable. Era demasiado dulce.

Edward me recibió al pie de las escaleras con un beso y Esme me sirvió una tortilla española perfecta. Tarareando con cada bocado, dije:

—Si esto sigue así, ninguna de mis prendas me quedará bien, mamá. Esto está delicioso.

Esme sonrió.

—Me alegra mucho que lo estés disfrutando, querida. Podrías ganar algunos kilos, estás tan delgada. No puedo expresar lo divertido que es tener a alguien a quien mimar.

Ella era toda una madre. Y lo decía de la mejor manera posible.

Interrumpí la fascinación de Edward al verme comer.

—Quería preguntar; ¿quién puso todas esas calcomanías en la ducha? Es realmente exagerado y completamente adorable.

Edward resopló.

—Emmett. Alice lo envió a escoger una colchoneta después de tu caída, vio las calcomanías y perdió la cabeza. Se divirtió mucho en sus manos y rodillas, pegándolas.

—¿Emmett? ¿En serio? —Me reí—. Ahora tengo que hacer algo escandaloso para agradecerle.

Edward sacudió la cabeza.

—No es necesario, amor. —Edward se puso de pie de un salto—. El camión de reparto acaba de salir de la autopista. ¡Vuelvo enseguida!

Bueno, eso lo emocionó mucho. Eh. Tenía una vaga curiosidad, pero tenía cosas más importantes que hacer.

—Mamá... ¿a Emmett le gusta el fútbol?

—Oh, sí. Es un gran fanático de los Seahawks. No se pierde ningún partido.

—Quizás tenga el regalo perfecto. —Le di el último bocado a mi tortilla y Esme me arrebató el plato—. Creo que tengo que hacer una llamada telefónica —sonreí con picardía.

Tan pronto como Esme puso mi plato y tenedor en el lavavajillas y salió de la habitación, saqué mi teléfono celular y revisé mis contactos. Encontré a Abby McGrew y presioné el botón de llamada.

—¿Abby? ¡Hola, cariño, soy Bella! ¿Cómo has estado?

—¿Bella Swan? No lo puedo creer. ¿Qué está pasando, querida?

—Estoy de visita en Washington, si lo puedes creer. El estado —me reí.

—¡Estás bromeando! ¿Qué hay en Washington?

—Un chico —dije con una risita.

—¡De ninguna manera! ¡Bueno, bien hecho, chica! ¿Lo conocemos?

—No, probablemente no lo conoces. Su nombre es Edward, y te encantaría —dije vagamente, sabiendo que Edward quería mantener su imagen privada separada de la pública.

—Bueno, pediría detalles, pero estoy terriblemente apurada esta mañana. ¿Había algo específico que quisieras? ¿Alguna caridad para la que nos necesites a Eli y a mí?

—No es para un evento, es más bien un favor personal. No quiero retenerte, ¿está Eli por allí?

—Está en el campo de entrenamiento, pero puedes llamar a su celular. ¿Tienes el número?

—Sí. Entonces, ¿ya hay campanas de boda?

Ella se rio.

—Todavía no. Lo juro, está esperando ganar un Super Bowl.

—Bueno, cuando suceda, será mejor que me inviten a la boda. ¡No puedo esperar para llamarte señora Manning!

—¡Por supuesto! ¡Necesito que seas dama de honor! Pero ahora mismo, tengo que irme. Tengo un brunch con la futura suegra Olivia, la esposa de Payton, Ashley, y la esposa de Coop, Ellen. Pero quiero reservar algo de tiempo para chismear. ¡Tengo que oír todo sobre ese chico que te sacó de Nueva York! —Casi podía oír sus ojos en blanco.

—Entonces, dale mis saludos a Olivia. Te llamaré pronto, cuando sepa que Eli no estará. Prepararemos tragos traviesos y charlaremos toda la noche. ¡Diviértete en tu brunch! ¡Te quiero, Abs!

—¡Te quiero, Bells!

Marqué al celular de Eli.

—Eli Manning.

—¡Eli! Bella Swan.

—¡Bella! ¡Hola, cariño!

—¡Hola! ¿Cuándo vas a convertir a Abby en una mujer honesta? —Sonreí.

Su gemido resonó con fuerza.

—¡No tú también! Mi madre me está acosando. Es como un loro vestido de Chanel, "¡nietos, bawk! ¡Nietos!". ¡Me está volviendo loco!

No pude evitar reírme.

—Ay, pobre mujer.

—Entonces, ¿qué puedo hacer por ti?

—¿Conoces a alguien del equipo de Seattle?

—Conozco a Matt Hasselbeck. Es el mariscal de campo. ¿Por qué?

—Sé que estoy pidiendo mucho, Eli, pero ¿hay alguna manera de que puedas conseguirme un par de pases VIP para su campo de entrenamiento? El hermano de mi novio es un gran admirador y me gustaría hacer algo lindo por él.

—¿Novio? ¿Cuándo pasó esto? ¡Ni siquiera pude conocerlo y darle un susto! Invítanos a cenar después del campamento —se rio de forma amenazante.

—Yo... no estoy en Nueva York, Eli. Me quedaré con su familia en... Washington.

—¿El estado? Supongo, ya que quieres pases para el campamento de los Seahawks.

—Sí, el estado. Entonces, ¿crees que puedes ayudarme, grandulón?

—No creo que los pases sean un problema. Déjame llamar a Matty para ver qué puede organizar. Dame tu dirección e incluso haré que los envíe por mensajería del equipo.

—¡Eres el mejor, Eli! —Recité la dirección de los Cullen—. Dales mi número de celular, en caso de que el mensajero se pierda. Es un poco difícil de encontrar.

—No es gran cosa, Bells. Siempre has sido genial en nuestros eventos de caridad. Es lo menos que puedo hacer. Y Abby me mataría si no te ayudara —se rio entre dientes.

—¡Gracias, Eli! ¡Te quiero!

—También te quiero, cariño.

Estaba muy emocionada. De ninguna manera Emmett podría superar eso.

Me giré para ver a Edward, parado en la puerta con las manos metidas en los bolsillos. Llevaba esa sonrisa torcida y parecía... inquieto.

No sabía que un vampiro podía parecer inquieto.

—Es algo muy lindo lo que estás haciendo por Emmett —dijo.

Agité una mano.

—En realidad no es nada. Una llamada telefónica. Ayuda cuando conoces gente —sonreí.

—Bueno, él estará encantado, amor. Gracias. Tendrás un admirador para toda la vida. —Se acercó a mi lado y deslizó sus brazos alrededor de mi cintura. En cuanto a ti, tengo planes para nosotros hoy.

—¿En serio? ¿Qué hay en la agenda? —Comencé a dejar pequeños besos a lo largo de su mandíbula.

Su mano se movió hacia mi cabello, acunando la parte posterior de mi cabeza. Obviamente estaba disfrutando de la atención.

—Vamos a dar un paseo y luego quiero llevarte a un lugar especial.

—Cada lugar contigo es especial, cariño. —Suspiré en su oído. ¿Acababa de sentir a Edward temblar?

—Bueno, este es más especial —sonrió contra mi sien.

—Entonces vamos.

Condujimos hacia el sur por la 101 en el Volvo, y yo estaba disfrutando completamente de este día de verano, disfrutando de los intermitentes rayos de sol que rebotaban en mi hermoso hombre, esparciendo destellos sobre el interior del auto. Después de un rato, giró a la izquierda en Upper Hoh Road y sus habilidades de conducción quedaron demostradas mientras tomaba la carretera sinuosa y zigzagueante a velocidades increíbles.

Nos detuvimos en el Centro de visitantes de Hoh Rain Forest y estacionamos.

—Edward, ¿qué estamos haciendo?

Me mostró esa sonrisa de megavatio y dijo:

—Ya verás.

—Espero que no pienses que voy a hacer senderismo, porque... —resoplé.

—No, amor. Yo voy a hacer senderismo. Tú vas a montar.

Edward abrió el baúl y sacó una gruesa parka. Me ayudó a ponérmela y sacó unos guantes y un gorro de uno de los bolsillos.

—Hace frío donde vamos. —Se puso un chaleco inflado, por las apariencias, supuse.

—¿Y dónde es eso? —dije poniéndome el gorro.

—Ya verás. —¡De nuevo! ¡Uf! ¡Vampiro exasperante!

Caminamos un trecho por el sendero y luego me llevó al bosque. Tan pronto como me tuvo acomodada sobre su espalda, salió corriendo. Saltó el río Hoh mientras corría hacia el este, esquivando fácilmente los árboles que para mí eran simplemente una mancha borrosa. Todo lo que pude hacer fue agarrarme. No pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta de que los árboles estaban raleando y vi afloramientos rocosos y parches de nieve. ¡Me estaba llevando a una montaña!

Pronto toda la vegetación desapareció y no había nada más que piedra y nieve a nuestro alrededor. Redujo la velocidad mientras cruzábamos una cresta rocosa y desnuda, señalando a su izquierda una enorme extensión de nieve y hielo.

—Ese es el Glaciar Blanco. —Era increíble.

Finalmente se detuvo, dejándome bajar con las piernas temblorosas. El aire era un poco escaso, pero tan fresco y limpio que casi me quemaba los pulmones. Giré en un lento círculo, mirando el horizonte que nos rodeaba. Era tan increíblemente hermoso que me dejó sin aliento. Finalmente hablé:

—Edward. Dios mío, esto es increíble. ¿Dónde estamos?

—Estamos en la cima del Monte Olimpo. El punto más alto de la península. —Señaló hacia el este—. Ese es el Glaciar Azul. —Me dio una sonrisa torcida y juraría que parecía nervioso otra vez.

Tomé sus manos.

—¿Qué pasa, Edward? Algo claramente te está molestando.

Sacudió la cabeza.

—No estoy molesto, amor, solo estoy... aquí, siéntate aquí, por favor. —Se quitó el chaleco y lo dejó sobre una superficie de roca lisa, sentándome cómodamente.

—Bella, te traje aquí por una razón —dijo, sentándose a mis pies.

Oh, no. ¿Qué nuevo infierno era este?